Núm. 24 (2011)

¿Quién de nosotros, en algún momento de su juventud, pensó, planificó u orientó sus acciones para lograr objetivos específicos? ¿Diseñó un futuro, y generó expectativas en torno a sus posibles logros en la vida?, pero tal vez no fue organizado, y la vida fue un devenir azaroso, casi incontrolable, con apuestas poco claras y coyunturales.
De un camino que permite el control de ciertas dimensiones de la vida, donde podemos incluir al amor tal vez, a otra vida donde las mismas dimensiones se nos vuelven caóticas, e insuperables, la movilidad en la sociedad, en nuestra sociedad, parece llevarnos a destinos disímiles.
Una mujer o un varón que se mueve en un contexto social donde se premia la red de contactos de acuerdo a una pertenencia social determinada, los estudios alcanzados, la expertiz lograda en el mundo del trabajo, el color de piel, la silueta y el rostro, el tono de la voz, el color del pelo, puede generar una indeterminada justificación de los resultados, logros o frustraciones alcanzadas a lo largo de la vida.
Cuando una economía crece, la democracia se consolida, y los sectores populares comienzan a retomar mayor protagonismo social y político, como lo señalan varios estudios de Argentina actualmente, podríamos preguntarnos qué sucede con las expectativas de ascenso social de la población, y cómo se construye ese horizonte de expectativas de acuerdo a la pertenencia social de los sujetos.

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Artículos

Gabriel Kessler
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Jorge Raúl Jorrat
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Marcelo Boado
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Pablo Dalle
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Diego Quartulli, Agustín Salvia
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Eduardo Chávez Molina, Jesica Pla, Pablo Molina Derteano
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Gabriela Gómez Rojas
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Pablo Perez
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Santiago Rodriguez
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Dossier

Gabriel Calvi, Elsa Cimillo
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Enrique Andriotti Romanin
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Diego Martín Giller
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