Este trabajo presenta los hallazgos surgidos a partir de la sostenibilidad de la vida en la cotidianidad de las mujeres rurales de Pullalli y Olmué entre 2019 y 2022 en la región de Valparaíso, Chile. Ellas consideran formas de contención, redes de solidaridad, prácticas de autocuidado y cadenas de cuidado en los territorios rurales. Esta perspectiva sitúa los diálogos de la economía feminista, la sociología del cuerpo y la ecología política latinoamericana feminista en relación con la división sexual del trabajo como un aspecto de la reproducción social. Para ello, se llevó a cabo una investigación etnográfica encarnada y colaborativa que consideró las transformaciones en la habitabilidad de lo rural para comprender las exposiciones corporales de las mujeres en relación con la sostenibilidad de la vida. Dicho análisis da cuenta de la importancia de la interdependencia colectiva como una apuesta de resistencia que las mujeres despliegan desde la relación cuerpo-territorio, al visibilizar las relaciones entre ecosistemas humanos y no humanos a partir de las vivencias materiales, subjetivas y simbólicas del cuerpo.
This paper presents the findings that emerge from the sustainability of life in the everyday life of rural women in Pullalli and Olmué between 2019 and 2022 in the region of Valparaíso, Chile. They consider various forms of containment, solidarity networks, self-care practices, and caring networks in rural territories. This perspective situates the dialogues of feminist economics, sociology of the body, and feminist Latin American political ecology in relation to the sexual division of labour as an aspect of social reproduction. To explore this, an embodied and collaborative ethnographic research was carried out that considered transformations in rural living conditions to understand women’s bodily exposures in relation to life sustainability. Thes analysis shows the importance of collective interdependence as a wager of resistance that women deploy from the body-territory relationship, by making visible the relationships between human and non-human ecosystems through the material, subjective, and symbolic experiences of the body.
El siguiente artículo corresponde a los resultados de la tesis doctoral sobre
En este sentido, los procesos de interdependencia colectiva dan cuenta de las relaciones humanas y no humanas que son fundamentales para la sostenibilidad de la vida (
Estas dinámicas forman parte de un modelo económico que busca controlar y expropiar las relaciones de interdependencia a través de la mercantilización androcéntrica, patriarcal y colonial de las relaciones entre humanos y no humanos. Esta visión compartimentada sitúa al humano como ser capaz de satisfacer sus necesidades de manera autónoma, lo cual forma parte de lo que las/los investigadoras/es de la economía feminista denominan la falsa ilusión del
El campo de la corporalidad resalta la importancia de reconocer que la interdependencia colectiva es fundamental como una forma de cuidado para la sostenibilidad de la vida en los territorios rurales. Por ello, es importante comprender que las múltiples formas de cuidados que se desarrollan de la reproducción social (
Debido a esto, el presente trabajo retoma las aportaciones teóricas de la economía feminista (
Para el caso de las mujeres rurales, es importante entender que en los hogares, a través de la reproducción social, no solo se producen bienes y servicios, sino que también se sostiene la vida humana y no humana desde una noción concreta de la sostenibilidad de la vida (
En este contexto, se retoman los planteamientos de Haraway (
Por lo tanto, los cuidados emergen del espacio socialmente construido hacia los cuerpos feminizados, y desde allí se desencadenan violencias que limitan la capacidad organizativa de las mujeres. Sin embargo, es mediante el cuidado que se generan mecanismos de resistencia y acciones basadas en nociones de interdependencia colectiva que garantizan la vida en los espacios rurales. Por ello, los hallazgos de la investigación dan cuenta de las sensibilidades y emociones que fungen como movilizadores de la acción colectiva y organizativa desde el cuerpo de las mujeres en relación con la sostenibilidad de la vida en procesos concretos, como la creación y ocupación de redes de solidaridad, la dedicación al trabajo de cuidados y trabajo doméstico, las formas de contención y los procesos de interdependencia colectiva.
Los planteamientos teóricos presentados en este artículo corresponden a la imbricación que se da entre el cuerpo, la sostenibilidad de la vida y la interdependencia colectiva desde las perspectivas de la sociología del cuerpo, la economía feminista y la ecología política latinoamericana feminista. Se constata que, aunque los hallazgos retomados en este artículo son particulares de la categoría de la sostenibilidad de la vida, la investigación doctoral abordó las categorías del cuerpo, el territorio y el sistema sexo/género, recogiendo las aportaciones de los feminismos descoloniales. En este sentido, el interés radica en comprender la acción de las mujeres rurales en relación con la sostenibilidad de la vida, un espacio que, vinculado al cuerpo, analiza el ámbito de lo sensible, las percepciones y las emociones que viven las mujeres en contextos donde la ruralidad demarca transformaciones que las precarizan.
El cuerpo se expone y es vulnerable (
En este trabajo, la división sexual del trabajo ha sostenido las formas en que las sociedades se organizan bajo una lógica “normativizadora que prescribe los cuerpos y los hace legibles, según parámetros que se pretenden biológicos” (
A partir del acercamiento androcéntrico en la discusión de la reproducción social, la economía feminista ha podido dar cuenta que el ámbito de la producción y la reproducción no implican una separación; al contrario, la idea del
Esta invisibilización histórica reproduce la noción de que las mujeres no producen en los hogares. Sin embargo, la economía feminista ha evidenciado que existe producción de bienes y servicios en los hogares (
El sistema económico sostiene las jerarquizaciones que emanan de la diferencia sexual, por ello, como especifica Quiroga (
La incorporación del género como categoría de análisis económico permitió a inicios de los años setenta del siglo XX (
En este contexto de debates surge la economía feminista como un cuerpo teórico fundamentado, la cual se sitúa concretamente con la creación de la Internacional Association for Feminist Economics en Estados Unidos en 1992. Sus aportes profundizan en la crítica de los procesos metodológicos de la economía clásica, neoclásica y sus epistemologías. Debido a ello, las temáticas son amplias y retoman discusiones en torno al concepto de trabajo, trabajo doméstico, salud reproductiva y sexual, liberalización comercial en la vida de las mujeres, propuestas estadísticas, la discriminación laboral, es decir, variables que permiten desestabilizar la visión del
En este contexto, la investigación considera los aportes de la economía feminista y sitúa el cuidado como eje fundamental en la vida de las mujeres rurales en el Valle del Aconcagua. Al mismo tiempo, retoma la participación de planes y programas políticos que se movilizan en torno a los cuidados, considerando las dimensiones de los hogares, el espacio público y el mercado. De esta manera, la sostenibilidad de la vida como apuesta teórica acerca a comprender cómo las personas satisfacen sus necesidades (
En el marco específico de esta investigación, y como acercamiento teórico, la sostenibilidad de la vida no solo sitúa el énfasis en las personas, sino también en los ecosistemas humanos y no humanos que conforman el entramado de la red de la vida. La ecología política latinoamericana feminista ha podido comprender, a partir de los procesos de explotación y despojo, el impacto que el actual modelo económico neoliberal ha tenido en los cuerpos y los territorios. Estas consecuencias impactan diferenciadamente dependiendo de la matriz de imbricación de opresiones (
De esta manera, “la reproducción de la vida humana —y no sólo humana— no puede ser pensada a partir de la fantasía moderna, antropocéntrica y androcéntrica, de la individualidad, que concibe al ser humano […]” (
Por lo tanto, los procesos de interdependencia colectiva sitúan la importancia de la sostenibilidad de la vida en todas sus formas, incluyendo las conexiones entre distintos ecosistemas. Esto permite identificar cómo se establecen estos procesos de interdependencia, qué procesos o dinámicas las amenazan y cómo las mujeres sostienen la vida considerando las diferencias sexo/genéricas en los territorios. Como señalan Navarro y Linsalata (
tiempo y dedicación, además de saberes concretos y una notable capacidad para resolver los problemas de manera creativa y con los recursos que se tienen a mano. A diferencia de otros tipos de trabajo, el cuidado es una actividad que compromete el cuerpo, la mente y las emociones de quienes lo realizan. Este involucramiento total de la persona que cuida lo convierte en una labor donde el afecto y el interés por el otro o la otra coexisten —a veces de manera muy conflictiva— con el carácter arduo, desgastante y constante de la tarea.
Si trasladamos esta perspectiva a que el cuidado moviliza sensibilidades y emociones hacia aspectos que no son solo de la esfera de lo humano, podemos identificar las múltiples formas en las que el cuerpo, en este caso de las mujeres rurales, se ve interpelado por los procesos de interdependencia colectiva. Esto se debe a las conexiones de las mujeres rurales y sus comunidades con los territorios rurales, las amenazas del sistema agroexportador y la privatización de bienes comunes como el agua, las cuales dan cuenta de las rupturas y las mediaciones que devienen de relaciones que son finas. A modo de ejemplo, la reproducción de las huertas y chacras familiares, la reproducción del ganado y de otras fuentes de alimentos y la vinculación del territorio desde una visión del cuerpo-territorio-tierra (
Los aportes de la interdependencia colectiva y la sostenibilidad de la vida permiten reflexionar sobre las formas en que la vida se desarrolla, pensando los procesos de reproducción material, simbólica y subjetiva que devienen de la experiencia del cuerpo “hecho de sangre con la materialidad fenomenológica de quien habita un mundo que nos va moldeando en nuestras subjetividades y al cual vamos erigiendo a través de cotidianidades que lo (re) producen” (
Tales enfoques dan cuenta de cómo el cuidado hila en los procesos de interdependencia colectiva, amenazado por el capital y sus lógicas coloniales y capitalistas. En este sentido, el cuidado sostiene la reproducción de la vida desde diversos ámbitos, como señalan Navarro y Gutiérrez (
Para el proceso metodológico, se llevaron a cabo diversas acciones que fueron fundamentales para abordar el estudio del cuerpo en relación con las experiencias y prácticas de mujeres rurales en el Valle del Aconcagua (ver
Mapa del despliegue etnográfico Valle del Aconcagua
Desde un enfoque metodológico etnográfico encarnado y colaborativo (
Para poder seleccionar el trabajo con las mujeres rurales se crearon cuatro criterios de investigación:
Importancia del número de mujeres organizadas (siete en adelante) para el trabajo sobre la muestra.
Heterogeneidad con relación al rango etario de las mujeres desde los 25 hasta los 65 años.
Objetivos diversos que hayan impulsado a la acción organizativa.
Positividad y disponibilidad para realizar una investigación colaborativa.
Considerando estos criterios de selección, se propuso realizar una etnografía encarnada y colaborativa (
Si bien se plantearon categorías desagregadas para ser abordadas luego en un análisis a partir del programa ATLAS.ti 22, la investigación invita a reflexionar y aproximarse a los estudios del cuerpo desde la acción y las formas de dominación que limitan las capacidades de las mujeres de generar agencia. En este sentido, interesa el campo de lo sensible, pensar el espiral del cuerpo a la acción (ver
Categorías de análisis de la investigación
Este artículo retoma los hallazgos asociados a la vinculación entre las categorías de cuerpo, territorio, sistema sexo/género (ver
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Creación y ocupación de redes de solidaridad |
Dedicación trabajo de cuidados, trabajo doméstico | |
Formas de contención | |
Interdependencia colectiva |
Un hallazgo importante en el análisis de la corporalidad de las mujeres rurales, en relación con los procesos de resistencia y acción surgidos de la habitabilidad del cuerpo y el territorio, está relacionado con la interdependencia colectiva. Esta noción sitúa la experiencia corporal material de las mujeres rurales, considerando los efectos del sistema agroexportador y el impacto que ha generado en las unidades familiares campesinas. En este sentido, el cuerpo no es ajeno a la disminución del suelo agrícola, ni a la precarización que deviene del trabajo informal y rotativo en empresas dedicadas al monocultivo; el cuerpo se vincula con la escasez hídrica y el extractivismo minero y la disminución de la seguridad alimentaria, lo cual establece —como señala Haraway (
Como establece Butler (
Como siempre le digo a mis hermanas, estamos haciendo algo histórico con nuestras vidas, con lo que nos movemos, activando rezos: estamos marcando algo. Las generaciones que van a venir después de nosotras van a venir con eso, las niñas, los niños van a entrar al bosque y van a decir: voy a saludar antes de entrar, voy a cuidar el agua, voy acompañar a los hermanos que están luchando por algo porque también me compete
Para las mujeres que habitan territorios rurales, existe una exposición que no va solo en las condiciones ambientales que permiten su existencia, sino un entendimiento que se vislumbra en las formas de comprender “que cada elemento valora la existencia del otro, porque todos son parte de una red, lo que permite la sostenibilidad conjunta de la vida” (
Hay un principio andino que se llama kawsay: “cuando tú reconoces tu existencia, valoras tu existencia, ahí tú puedes reconocer y valorar las otras existencias”. Este principio habla de [que] cuando yo reconozco quien soy, reconozco el valor que tengo, la importancia que es mi vida y mi existencia, también puedo valorar la existencia de los demás (
Las problemáticas de privatización de los bienes naturales, el individualismo, el extractivismo, el incremento de los monocultivos y el despojo de la tierra movilizan sensibilidades que surgen de valoraciones subjetivas-materiales de otros entendimientos que relevan la importancia de la sostenibilidad de la vida en estas relaciones de interdependencia colectiva. Por ello, no deja de tensar la vinculación exposición-sostenibilidad de la vida en una visión que no solo observa las relaciones del Estado, los mercados y los hogares, sino que mira los distintos ecosistemas que se relacionan dentro de territorios específicos. A modo de ejemplo, como señalaron en una entrevista: “Ya no da abasto este territorio con más expropiación de territorio, ya no da abasto con más extractivismo, porque nuestros pueblos se mueren de hambre, de sed y también nosotros morimos cuando se muere la diversidad” (
Como señalan Navarro y Gutiérrez (
La
Interdependencia colectiva en Mujeres del Agua
Los movimientos corporales (ver
Representación de mujeres del agua en la sesión cuatro, taller colectivo con Mujeres del Agua, Pullali
Las historias de vida, el acompañamiento a partir de diversos registros y las entrevistas a profundidad permitieron capturar el ejercicio de la acción y la resistencia. Si bien las mujeres y sus comunidades se ven expuestas desde aspectos materiales, simbólicos y subjetivos en los territorios rurales debido al sistema agroexportador y el extractivismo, las sensibilidades y las sensorialidades de habitar estos lugares comunes sitúan la importancia de la interdependencia colectiva para la sostenibilidad de la vida. El “sacar la vida adelante” (
Los cuidados, según revela la investigación, son fundamentales para sostener los procesos de interdependencia colectiva y garantizar la continuidad de la vida. En las agrupaciones de mujeres de Pullalli y Olmué, los procesos de interdependencia colectiva se registraron en la creación de espacios para la contención emocional, cadenas de cuidado desde el territorio-cuerpo al territorio-tierra (
Las desigualdades del sistema sexo/género en la organización Manos de Mujer de Olmué estaban íntimamente vinculadas a experiencias de violencia física, simbólica y emocional. De esta manera, las relaciones de poder que los hombres ejercían sobre sus corporalidades involucraron como estrategia el aislamiento de las mujeres en el espacio del hogar. La mayoría de las mujeres de la organización declaró que la creación de redes de solidaridad les permitió desestabilizar y cuestionar las prácticas arraigadas relacionadas con la diferencia sexual, lo que posibilitó el desarrollo de actividades laborales fuera del ámbito del hogar, como señala Rosario:
Tengo amigas que hacen cursos de cosmetología vegana y natural, y le dije a la Manuela ‘ya, sí’. Llamé a mi amiga, le conté. Ella me dijo: voy para allá y te mando todas las cosas para que empieces. Así que ella me hizo los cursos y todo lo que necesitaba para partir, y ahí empecé (
Las agrupaciones se han convertido en espacios de contención que les permiten a las mujeres identificar procesos personales a partir de las experiencias de sus compañeras. Como menciona Raquel de Mujeres del Agua, “somos solidarias porque ese colapso tiene que tener un apañe, sigue no más, nosotras vemos cómo te ayudamos y como lo hacemos”. Las mujeres en ambas agrupaciones señalan que los cuidados involucran aspectos que tiene relación con lo que Dobreé (
Cuando uno ve que este trabajo, que es tan difícil y largo, tedioso a veces, pero el resultado lo muestras a la gente común y corriente, y provoca en la gente acciones importantes como son sacar emociones, cambios de pensamiento; cuando tú logras ver eso, te reafirmas y hay que seguir hasta cuando se pueda, no ser tan facilista (
Las mujeres, a pesar del cansancio, las emociones y las sensibilidades que emergen de lo que significa el cuidado en la sostenibilidad de las relaciones de interdependencia entre seres humanos y no humanos, generan redes para resistir a las condiciones de desigualdad que marca el sistema neoliberal, patriarcal y androcéntrico. Paredes y Guzmán (
En este sentido, las prácticas de autocuidado, las redes de solidaridad y contención emergen desde el espacio de la exposición del cuerpo y el territorio. Los cuidados se movilizan en entregas corporales como abrazos, risas, caricias, como también en el cuidado a la vida en las distintas esferas del territorio rural, como el agua, el bosque o los animales, mediante la creación de dispositivos para la gestión de la vida. Las resistencias y acciones colectivas de las mujeres de Pullalli y Olmué se enuncian con el cuerpo y desde el cuerpo, desestabilizando la división cartesiana y liberal entre lo público y lo privado. Esto se debe a que las mujeres de las agrupaciones con las cuales se colaboró ponen en evidencia que la energía movilizadora de sus acciones tiene relación con el cuidado y la sostenibilidad de la vida de sus familias, comunidades y ellas mismas. En este sentido, las cadenas de cuidado reflejan la fuerza y el resguardo que generan para la vida misma, trascendiendo la esfera de lo personal, ya que los tejidos que se hilan forman parte de la comprensión de la interdependencia colectiva, puesto que son estas mismas relaciones las que les han permitido a las mujeres salir de sus círculos de violencia.
Para Manos de Mujer, los espacios de acceso a talleres y cursos otorgados por la Municipalidad de Olmué y el Programa de Desarrollo Local (Prodesal) permiten crear y ocupar redes de solidaridad que son fundamentales en el trabajo de cuidado que las mujeres desarrollan, ya que al ingresar a estos programas las mujeres establecen “un acuerdo desde el espacio común establecido. En algunos casos cumplen en la mayoría y le exigen a la compañera cumplir, entre ellas es poderoso el compromiso y la exigencia” (
Por otro lado, la ocupación de redes de solidaridad también ha sido gestionada por las mujeres para la sostenibilidad de la vida en el territorio. Las organizaciones sociales que establecen sus acciones organizativas en el Valle del Aconcagua traen la noción del cuidado más allá de la sostenibilidad de la vida humana (
Hemos reforestado más de mil árboles nativos. Murieron muchos animales y bosques nativos. Veníamos ya desde el incendio activando los rezos, entonces varias hermanas y hermanos se movieron para hacer el proceso de reforestación. Estamos en el proceso de riego hasta que llegue la lluvia y haciendo limpieza en el lugar (
El cuidado de los bosques y del agua da a entender que la vida de quienes habitan la ruralidad no puede sostenerse en el tiempo sin los distintos ecosistemas. El actual modelo agroexportador, en su modelo patriarcal y colonial, tensa y genera impactos que controlan los bienes comunes al mercantilizar los bosques y el agua. En este sentido, el cuidado también evidencia las distintas formas que tiene de desestabilizar el actual modelo capitalista neoliberal a partir de la creación de redes de contención y cuidado para la sostenibilidad de la vida.
La reproducción social, como resistencia y agencia desde el ámbito de la división sexual del trabajo, sitúa la noción de la interdependencia colectiva y los cuidados como amenazas al modelo económico neoliberal, patriarcal y colonial. Modelo económico que superpone el extractivismo y el control sobre los recursos y las personas, reproduciendo la opresión de la reproducción social en cuerpos feminizados. En el caso de las mujeres rurales de Pullalli y Olmué, sus historias de vida, experiencias y acciones ilustran el significado de sostener la vida en territorios rurales, considerando los aportes de la economía feminista y la ecología política latinoamericana feminista. El actual modelo agroexportador, con las consecuencias visibles del aumento de los monocultivos, la privatización de los bienes comunes, la disminución del suelo agrícola y la diversificación de los ingresos familiares provenientes de otras esferas no agrícolas, revela las características androcéntricas impuestas por el sistema actual.
De esta manera, las relaciones se han sustentado en una visión del hombre liberal que es completamente autónomo y no necesita de nadie para vivir. Esta noción, paradójicamente, esconde las múltiples relaciones entre ecosistemas humanos y no humanos, como diría Haraway (
En este sentido, la creación de redes de contención y solidaridad, junto con las prácticas de autocuidado, permiten colectivamente disminuir los conflictos en el territorio y las normatividades como formas de control y vigilancia sobre el cuerpo de las mujeres. Las alianzas colectivas se convierten en el medio para irrumpir y desestabilizar las prácticas materiales y subjetivas que se arraigan en las jerarquizaciones de la diferencia sexual. La creación de redes colectivas permite disminuir los tiempos dedicados al cuidado y generar espacios para el autocuidado, movilizando emociones de felicidad y gratificación. Además, dentro de la reproducción social y lo que significa la sostenibilidad la vida, las mujeres generan estrategias que no corresponden únicamente a las desigualdades de género asociadas al espacio de lo productivo/reproductivo, público/privado, porque en el mismo espacio del cuidado las mujeres toman decisiones sobre la gestión de los mismos y del hogar. Por lo tanto, la apuesta es pensar fuera de las lógicas cartesianas el espacio del hogar y ver las distintas formas de agencia que se movilizan en contenciones, percepciones, sensaciones y emociones desde la interdependencia colectiva.
El Chthuluceno como una forma epistémica y analítica de pensar las relaciones y los contextos que se habitan. Las figuras representativas que utiliza Haraway (