El artículo describe y explica las múltiples formas de violencia: simbólica, legal, ecológica ambiental y física que provienen de los extractivismos como el agrario durante la última década en Bolivia. Para ello se recurrió a la revisión y análisis documental de fuentes primarias que son periódicos y entrevistas, y fuentes secundarias: bibliografía referida a extractivismo agrario, expansión de frontera agrícola, entre otros; se realizó el análisis del discurso de las fuentes de información para comprender e interpretar los significados de las palabras, las versiones que encierran sus léxicos y la función que cumplen en dichos discursos. La importancia del artículo radica en la descripción del extractivismo agrario que durante la última década es promovida por la alianza entre el Estado y el capital del agronegocio, por ejemplo, las políticas agrarias implementadas permiten el avance hacia tierras fiscales y comunitarias con el fin de expandir la producción de soya, la ganadería, y en los próximos años será para satisfacer la demanda de las plantas de biocombustible.
The article describes and explains the multiple forms of violence: symbolic, legal, ecological, environmental and physical that come from extractivism such as agrarian violence during the last decade in Bolivia. To do this, the review and documentary analysis of primary sources, which are newspapers and interviews, and secondary sources: bibliography referring to agrarian extractivism, expansion of the agricultural frontier, among others, were used; Discourse analysis of the information sources was carried out to understand and interpret the meanings of the words, the versions contained in their lexicons and the function they fulfill in said discourses. The importance of the article lies in the description of agrarian extractivism that during the last decade is promoted by the alliance between the State and agribusiness capital, for example, the agrarian policies implemented allow the advance towards public and community lands in order to expand soybean production, livestock, and in the coming years it will be to satisfy the demand of biofuel plants.
El extractivismo se presenta en Latinoamérica desde el periodo colonial como forma de reproducción del capitalismo. Según Acemoglu y Robinson (2012) sus raíces están en el ciclo colonial, el cual se fue asentando y consolidando como patrón desarrollo en los Estado-nación (citado por
El articulo describe y explica la presencia de un modelo biodepredador por excelencia como es el agroextractivismo que despliega múltiples formas de violencia durante la última década en Bolivia, tales como la simbólica, legal, ecológico ambiental y física que no solo provienen desde lo público estatal, sino desde lo privado y paraestatal, ya que la apropiación de la Naturaleza para su explotación y extracción implica la vulneración y violación de derechos, sean humanos y de la misma Naturaleza; este último aspecto pone de manifiesto la dicotomía que se presenta no solamente a nivel de las leyes y políticas de desarrollo, sino del paradigma de vida y del modelo de desarrollo. Por ejemplo, la
Cabe mencionar que el artículo que se presenta ha tenido tres momentos en su redacción. El primero se realizó en el 2013-2014 con un estudio sobre las raíces históricas del extractivismo en Bolivia en lo concerniente al de tipo minero, que fue desplegado desde el periodo colonial hasta principios del siglo XX, realizado en el
Según Acosta (
Gudynas (
Para Gudynas (
Por lo que el extractivismo agrario no es neutro o inofensivo. Es cada vez más intensivo y con mayores impactos territoriales, se asemeja a las intensas, amplias y masivas apropiaciones de recursos naturales que son destinados a los mercados globales (
De acuerdo con McKay (
Para Acosta (
En ese sentido, en el caso del extractivismo agrario, al manifestarse con la apropiación de la Naturaleza implica violaciones de derechos y su imposición con violencia. Como sugiere Isch (
Por ello se pueden encontrar múltiples violencias que se presentan a raíz del extractivismo agrario: pueden ser físicas, ecológicas y simbólicas que ayudan a sostener el modelo extractivo (
En ese sentido, son varios niveles que afectan el presente y el futuro de las personas y de la Naturaleza. Se puede encontrar una violencia simbólica estatal y privada; por un lado, se impone sutilmente un modelo agropecuario ideal a través de medios de comunicación y redes sociales; por otro, se desacredita con campañas de desprestigio a líderes ciudadanos y grupos sociales, o bien se criminalizan sus movilizaciones, como parte de una estrategia que involucra violencia legal.
Mientras, la violencia ecológica se inicia con la usurpación del territorio, el ambiente y la modificación del ecosistema para extraer y explotar los recursos naturales, y como consecuencia se violan los derechos del ambiente y de la Naturaleza. Finalmente, la violencia física comienza con la persecución por parte de los aparatos represivos del Estado: policía y militares contra comunidades, organizaciones y protestas (ver
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Forma de control sutil por medios de comunicación que replican discursos para la aceptación y legitimación de los extractivismos en la sociedad. Puede ser estatal, de empresas privadas o de grupos afines a un gobierno, partido político o al sector empresarial. | Impone sutilmente un modelo agropecuario ideal a través de los medios de comunicación. | Desacreditación con campañas de desprestigio a líderes ciudadanos, indígenas, organizaciones sociales, defensores. Se estigmatizan y criminalizan las movilizaciones mediante el hostigamiento judicial. |
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Es la usurpación del territorio, ambiente y modificación del ecosistema para extraer y explotar recursos naturales, se vulneran y violan los derechos de la Naturaleza y de los humanos para imponer los extractivismos. Se efectúa mediante normas y políticas promovidas por el Estado que legitiman lo ilegal y alegal, por ejemplo, la flexibilización de las medidas de control. | Violación de derechos humanos: civiles, políticos y sociales a un ambiente sano, a la salud, alimentos, agua, territoriales, autonomía y libre expresión en pueblos indígenas principalmente, y de defensores del ambiente. | Violación de los derechos de la Naturaleza: con la apropiación de territorios, se produce un ecocidio que viene alentado por varias normativas que modifican el ambiente y los ecosistemas. |
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Es la consecuencia de las violencias simbólicas y ecológicas, en donde principalmente los gobiernos criminalizan la protesta ante las políticas, infraestructura y proyectos extractivistas. Se recurre a la fuerza pública (policial y militar), o de actores privados, corporativos y paraestatales. | Despojo territorial mediante fuerza física ejercida por el Estado, actores privados, corporativos o paraestatales. | Mayor intensidad que deja heridos, muertos y asesinados para silenciar y eliminar las protestas con el fin de garantizar el acceso y control de territorios. |
En el extractivismo existe una violencia simbólica infiltrada en las sociedades, una suerte de ADN extractivista en todos sus niveles, que empieza por las instancias más altas de definición política (
En el caso de lo público, el Estado ha legitimado los proyectos e infraestructura extractivista que van desde los discursos informativos y desde los marcos normativos legales. En los discursos el Estado recurre a medios de comunicación y redes sociales para desplegar una narrativa a favor de los extractivismos como una forma de crecimiento económico, de superación de la pobreza, de garantizar la soberanía alimentaria, o bien se establecen narrativas de modernización del agro y del desarrollo rural. Estos discursos son pronunciados en distintos espacios públicos que generan imaginarios uniformes en torno a una idea hegemónica de lo que significa “progreso o desarrollo”, que justifica y legitima la realización de sus proyectos como único futuro posible (
Según González y López (
En lo referido al desprestigio, este se manifiesta desde lo discursivo-simbólico, mediante los medios de comunicación y redes sociales se promueven narrativas que tienden a estigmatizar a los movilizados con la construcción de estereotipos, por ejemplo, se les acusa de no querer el desarrollo de Bolivia, de ser un obstáculo para el progreso; se los asocia como “terroristas” y “antibolivianos”. Este proceso “es parte de esa violencia que desarrolla el Estado contra aquellos que critican y que visibilizan y evidencian el problema que tiene esta economía, esta forma de funcionar y eso se ha estado incrementando a lo largo de los años” (
De este modo, se arremete simbólica y legalmente contra activistas y organizaciones que defienden los derechos ambientales y de la Naturaleza. Por ejemplo, lo sucedido con varias Organizaciones No Gubernamentales (ONG) a raíz del apoyo a la marcha en defensa del Territorio Indígena y Parque Nacional Isíboro-Sécure (TIPNIS) de 2011, y las investigaciones, estudios y generación de información sobre el neoextractivismo fueron los detonantes para que el gobierno comience a fiscalizar y controlar sus labores mediante la
Pero ¿Cuáles fueron las razones por las que el gobierno del MAS y principalmente el poder ejecutivo despliegue un campo de batalla simbólico y legal en contra de las ONG mencionadas? Fue debido a la exposición de las contracciones que entraba la política estatal ante los derechos de la Madre Tierra, es decir, un doble discurso: por un lado, una retórica de defensa de los derechos de la naturaleza a nivel internacional y, por el otro, la flexibilización de las normas ambientales mediante decretos y políticas de incentivo del agroextractivismo y el agronegocio. Así, “El CEDLA y la Fundación Tierra coincidieron en que la retórica del Gobierno ha entrado en contradicción con la realidad económica, los derechos de los pueblos indígenas, la explotación petrolera y las políticas de agroextractivismo y agronegocio” (
Mientras tanto, la criminalización y su consecuente hostigamiento judicial forman parte de una violencia legal y son el resultado de la narrativa simbólica estatal y privada que tiende a estigmatizar las protestas y movilizaciones por las denuncias que se realizan. De este modo, “La criminalización ocurre cuando se hace efectiva la acción punitiva (denuncias, arrestos, prisiones preventivas, etc.)” (
Como ejemplos, se puede mencionar lo sucedido con el CEDIB, que en el 2017 fue desalojado de los predios de la Universidad Mayor de San Simón, y esta institución inició un proceso judicial abierto valuado en 152 mil dólares por presunto incumplimiento de contrato, pago de montos adeudados, daños y perjuicios y lucro cesante. En ese incidente, “El director Marco Antonio Gandarillas, denunció ‘hostigamiento estatal’ y ‘abuso de poder’ una semana después del congelamiento de cuentas bancarias como efecto de un juicio por supuesto incumplimiento de obligaciones con la universidad estatal de la ciudad de Cochabamba” (
De igual modo, la judicialización puede emerger de sectores privados como en el caso sucedido en el 2020 con Fundación Tierra. Un empresario inició un proceso judicial contra su director por las denuncias de beneficios del Gobierno de Añez otorgados a favor del agropoder, con la aprobación del DS 4320 (31 de agosto de 2020) y la dotación ilegal de 33.480 hectáreas al ministro de Economía y Finanzas Públicas Branko Marinkovic: dos predios en Santa Cruz, la Empresa Agropecuaria “Laguna Corazón” de 12.480 ha y la Empresa Agropecuaria “Tierras Bajas del Este” de 21.000 ha. Dicha dotación de tierras sobrepasa el límite máximo de 5.000 hectáreas establecidas por la Constitución Política del Estado (CPE). Se acusó al director de Fundación Tierra de querer “ganar favores políticos ante el MAS con una falsa denuncia que vulnera el buen nombre de la familia” (
Asimismo, puede mencionarse el reciente proceso judicial iniciado por Ramiro Cuevas (minero aurífero) por delitos de difamación y calumnias a guardaparques del puesto de control Santa Cruz del Valle Ameno del municipio de Apolo por evitar el paso de una caravana de movilidades y maquinaria pesada que ingresó a la comunidad Virgen de Rosario para la realización de actividades de explotación minera ilegal en las riberas del río Tuichi. En febrero de 2024 el juzgado de Apolo absolvió a los guardaparques Raúl Santa Cruz y Marcos Uzquiano.
Como se aprecia, la violencia simbólica y legal provienen del Estado de forma directa e indirecta y también de sectores privados, organizaciones sociales, que buscan acallar las voces o bajar el tono de voz con el despliegue de campañas públicas de desprestigio, calumnias, tergiversaciones y denuncias falsas que tienen como fin estigmatizar a líderes indígenas, campesinos, activistas ambientales, organizaciones de defensa de los derechos de la naturaleza, entre otros. Para la Asociación Pro Derechos Humanos et al. (
De acuerdo con McKay (
En el caso de la vulneración de los derechos de la Naturaleza, durante la última década en Bolivia se padece el flagelo por parte del neoextractivismo, y entre sus tipologías, el agrario. Por un lado, consiste en la apropiación de los territorios desde la concesión, por ejemplo, la expansión de la frontera agrícola conlleva al ecocidio por la deforestación e incendios que promueven la habilitación de tierras productivas como lo sucedido en la Chiquitanía boliviana: se presentan impactos ambientales por la destrucción paulatina de ecosistemas silvestres, la contaminación de aguas, suelos o el aire o la pérdida del acceso al agua, todas estas son violaciones de los llamados derechos de tercera generación (
Estas acciones muestran la relación y nexo entre el Estado y el agrocapital con el fin de fortalecer la propiedad privada. Esto supuso pasar de la protección de los derechos de la Naturaleza hacia la extracción de sus recursos y como consecuencia la vulneración e incumplimiento de derechos, situación que se da cuando es el Estado, el garante de derechos de la Naturaleza y el ambiente, el que se convierte en el promotor del modelo agroindustrial que genera cambios y que contradice las leyes destinadas a la protección de la Madre Tierra o incluso al modelo de desarrollo del Vivir Bien. De acuerdo con Campanini, Gandarillas y Gudynas (
Con respecto a la violación de los derechos humanos, los proyectos de ley se presentan en dos aspectos. El primero, comprende el incumplimiento de los derechos fundamentales que deberían asegurar la calidad de la salud, los alimentos o el agua como se establece en la CPE, los cuales están vinculados con la calidad de vida. Para Neyra (
El segundo, es la vulneración del derecho a un ambiente sano y protegido. Por un lado, “la ausencia de mecanismos de información pública sobre un emprendimiento de extracción, participación y consultas inexistentes o condicionadas, y ausencia de consentimientos (en especial, que sean previos e informados)” (
En el caso del extractivismo agrario, como los monocultivos de soya requieren de enormes superficies y de procedimientos intensivos, por ejemplo, el empleo de contaminantes, los riesgos implican la vulneración de derechos como a la vida, a la salud, agua, alimentación, ambiente sano, información y consulta, autogobierno y gestión territorial de pueblos indígenas. Gudynas (
De este modo, los impactos locales son la violencia y la violación de derechos humanos fundamentales: los civiles políticos, sociales, ambientales y de participación de defensores de los derechos; y de los de la Naturaleza se manifiestan con la presencia de leyes y políticas agrarias que tienden caminos hacia el ecocidio desde un modelo biodepredador. Para el Centro de Estudios Jurídicos e Investigación Social (
Los niveles de violencia como las simbólicas, legales y ecológicas ambientales escalan hacia una mayor intensidad que constituye las violencias físicas. La Asociación Pro Derechos Humanos et al. (
En el caso de la violencia física pública, se presenta cuando los gobiernos recurren al abuso del poder a través del uso de la fuerza física, de las normas e instituciones y de los discursos (
En Bolivia, los proyectos, políticas e infraestructura extractivista están generando una violencia física contra los pueblos indígenas, en concreto, mediante el despojo de sus territorios, de sus formas de vida y de subsistencia.
Si como Estado no estás garantizando los derechos territoriales o les están despojando un territorio, o estás vulnerando condiciones de habitabilidad en ese territorio, para los pueblos indígenas es como [si] les sacaras un brazo, el pueblo indígena sin su territorio difícilmente existe colectivamente. Entonces, ahí estamos hablando [de] más de una violencia física. Las mineras que contaminan los ríos en el Madre de Dios los Tacanas se están saliendo de su territorio porque ya no tienen agua limpia, desestructuras un pueblo, los estás empujando como Estado a las periferias de la ciudad donde difícilmente se van a poder reproducir de la misma manera como pueblo. Cualquier actividad extractiva muy invasiva es una violencia física para el caso indígena
Uno de los casos de violencia física fue la represión en Chaparina de la VIII Marcha Indígena por la Defensa del Territorio, la Vida y los Derechos de los Pueblos Indígenas (agosto de 2011), movilización que exigía el cese de la construcción “no consultada” de la carretera que atravesaría el TIPNIS, hogar de numerosos pueblos indígenas amazónicos. Las comunidades buscaban evitar la incursión de actividades extractivas en la reserva natural. El gobierno del entonces presidente Evo Morales hizo el uso desmedido de la fuerza pública policial y reprimió la movilización indígena. También se debe mencionar lo acontecido en el 2015 en la comunidad guaraní Takovo Mora, en el Chaco de Santa Cruz, donde se recurrió a la violencia policial para imponer el ingreso de actividades petroleras. Se actuó contra los movilizados, incluidos mujeres y niños, se ejerció violencia psicológica y se los encarceló (
En lo referido a la violencia ejercida por actores privados, corporativos o paraestatales con la connivencia del Estado, puede mencionarse el caso de extractivismo agrario ante la expansión de la frontera agrícola en donde varios empresarios y hacendados recurren a la fuerza policial para ocupar territorios indígenas, como una forma de amedrentamiento. Este acto “Significa que las tierras y recursos que hasta ayer eran de poblaciones locales indígenas hoy pasaron a manos privadas, y en esa lógica cualquier oposición y resistencia va a ser penalizada y castigada” (
De este modo, se aprecia el empleo de la fuerza pública y un ejercicio autoritario del poder estatal, y en el privado o paraestatal se tiene la aquiescencia del Estado y de los gobiernos de turno para promover la criminalización y hostigamiento judicial, así como la represión física. Según la Asociación Pro Derechos Humanos et al. (
El extractivismo está fuertemente vinculado con las distintas formas de violencia. Bolivia posee una raíz histórica que pervive y que se presenta en la actualidad con otros neoextractivismos como el agrario, que se asienta en la exportación de materia prima y recientemente para la producción de biocombustible. Estos neoextractivismos cuentan con la participación estatal mediante leyes y políticas que incentivan la expansión de la frontera agrícola. Esto supone la presencia y creciente conflictividad ecosocial en el marco de una violencia estructural cada vez más explosiva que recurre a la simbólica, legal, ecológica ambiental y física, que puede ser público estatal, privado empresarial, de grupos afines a un gobierno o partido político.
La violencia simbólica y legal tiene como fin la dominación sutil mediante los aparatos ideológicos como los medios de comunicación y redes sociales. Primero, se repiten y amplifican los discursos del gobierno y principalmente del agronegocio como un modelo agropecuario ideal que busca su aceptación y legitimación en la sociedad boliviana. Es decir, a pesar de la construcción de una alternativa del desarrollo centrado en el Vivir Bien, el Estado Plurinacional ha quedado atrapado en el neoextractivismo como sucede con el agroextractivismo, cuando está demostrado que es un modelo productivo no amigable con la biodiversidad y los ecosistemas, y que durante los últimos años avanza hacia la liquidación de los bosques.
Segundo, se desacredita con campañas de desprestigio a líderes ciudadanos, indígenas, organizaciones sociales y defensores de los derechos de la Naturaleza, y se estigmatiza con estereotipos la participación y activismo ciudadano que demanda al gobierno boliviano la abrogación de leyes y decretos que promueven el extractivismo agrario y el agronegocio; y que exige el cumplimiento y respeto de la
La violencia ecológica ambiental se manifiesta con la usurpación del territorio, del ambiente y la modificación del ecosistema para extraer y explotar recursos naturales, en concreto, la ampliación de la frontera agrícola está ocasionando la degradación ambiental mediante la deforestación e incendios. En lo referido a la ampliación de la frontera agrícola, en las últimas décadas en Bolivia se produce en zonas boscosas y no productivas por parte de empresas agropecuarias dedicadas al agronegocio de la soya y ganadería que requieren grandes extensiones de terrenos, se habilitan tierras a costa del bosque chiquitano. Mientras, la deforestación e incendios se produjeron a causa del extractivismo agrario, en particular, en el 2019 han generado la pérdida de seis millones de hectáreas de bosque y en 2024 diez millones de hectáreas de bosque, lo cual tiene como resultado la degradación ambiental, la destrucción del hábitat, la pérdida de biodiversidad, de protectores naturales y reguladores del clima, y la afectación de las formas de vida de comunidades indígenas.
Asimismo, se vulneran y violan los derechos de la Naturaleza en donde se produce un ecocidio alentado por varias normativas que modifican el ambiente y los ecosistemas, y que son promovidas por el Estado legitimando lo ilegal y alegal, por ejemplo, con la flexibilización de las medidas de control ambiental. Por ello, se asiste a una ambigüedad en las leyes y políticas implementadas en las últimas décadas en el Estado Plurinacional: proteccionismo y extractivismo. Por un lado, se establece la protección de la Madre Tierra desde sus derechos establecidos en la CPE de 2009 y en la
En el caso de los incendios de la Chiquitanía del 2019 las consecuencias fueron irreparables para los bosques y la sociedad, se pusieron en riesgo 1.200 especies de fauna, la pérdida de bosques y árboles, de la biodiversidad, de materiales, las afecciones al medio ambiente, la salud y seguridad humana, entre otras. De modo que el agronegocio tiene como lógica el extractivismo agrario, que devora los bosques para producir soya y alimentar vacas, y cuyo resultado es el ecocidio. A la vez, se vulneran los derechos humanos: civiles, políticos y sociales a un ambiente sano, a la salud, alimentos, agua, territoriales, de autonomía y libre expresión en pueblos indígenas principalmente; y de defensores del ambiente para imponer los extractivismos como el caso del agro.
La violencia física es la consecuencia de las simbólicas, legales y ecológicas que aflora cuando los gobiernos criminalizan la protesta popular de comunidades, organizaciones y defensores que se movilizan ante las políticas, infraestructura y proyectos extractivistas, mediante el uso de la fuerza pública y física del Estado, actores privados, corporativos o paraestatales; en consecuencia, se producen despojos con la connivencia del Estado. Para ilustrar, la represión en Chaparina de la VIII Marcha Indígena por la Defensa del Territorio, la Vida y los Derechos de los Pueblos Indígenas (agosto de 2011); lo sucedido en el 2015 en la comunidad guaraní Takovo Mora, en el Chaco de Santa Cruz. Adicionalmente, se busca silenciar y eliminar las protestas que dejan heridos y muertos para garantizar el acceso y control de los territorios; si bien en Bolivia de momento no se han registrado muertes, es creciente el nivel de violencia simbólica y legal hacia defensores del ambiente y de derechos humanos que posee patrones de abuso del poder como la criminalización de las protestas y su judicialización.
Se contabilizan alrededor de diecinueve que fueron promulgados entre el 2005 y el 2020. Entre decretos supremos y leyes conforman un paquete incendiario que permite la ampliación de la frontera agrícola, la deforestación y se incentiva la quema controlada.