jats4r Conversion Vendor guri 1.0.0 5596 QUID 16. Revista del Área de Estudios Urbanos QUID 16 2250-4060 Área de Estudios Urbanos Argentina quid16@sociales.uba.ar Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales, Instituto de Investigaciones Gino Germani 10.62174/quid16.i21_a304 Dossier Feminizar el ambiente y “ambientizar” el feminismo La agenda ecologista en los Encuentros Plurinacionales de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries Feminizing the environment and ‘environmentalizing’ feminism The ecologist agenda in the Plurinational Meeting of Women, Lesbians, Transvestites, Trans, Bisexual, Intersex, and Nonbinary People 0000-0002-6767-4136 Yanniello Florencia fyanniello@unrn.edu.ar Conceptualización Curación de datos Análisis formal Investigación Metodología Redacción - preparación del borrador original Redacción - revisión y edición Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) https://ror.org/03cqe8w59 , Argentina Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (IIDyPCa), Universidad Nacional de Río Negro y Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas https://ror.org/03erw8p58 , Argentina Grupo de Estudios sobre Memorias Alterizadas y Subordinadas (GEMAS) , Argentina Enero-Junio 2024 21 a304 16 11 2023 8 4 2024 https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/ Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional. Resumen

El artículo aborda los cruces entre los movimientos ecologistas y feministas en los Encuentros Plurinacionales de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries, que se realizan de manera anual e itinerante en Argentina. Desde una perspectiva etnográfica y tomando herramientas del Análisis Crítico del Discurso, se indaga sobre cómo aparece la agenda ecologista en los Encuentros a partir del relevamiento de los documentos de apertura y del listado los talleres que se realizaron cada año, desde sus inicios en 1986 hasta el último en octubre de 2023. Además, se analizan los motivos por los cuales se instalaron progresivamente los temas ambientales vinculados al extractivismo en este ámbito, cómo fueron cambiando lenguajes y narrativas ambientalistas dentro los Encuentros y cuáles son las tensiones que se viven en torno a ello.

Abstract

This article deals with the intersection of the environmentalist and indigenous movements in the Plurinational Meetings of Women, Lesbians, Transvestites, Transgenders, Bisexuals, Intersex and Non_binary people which are held as an itinerant event in Argentina every year. From an ethnographic approach and using some tools from Discourse Critical Analysis, we analysed the opening speeches and the list of workshops that have been carried out every year from 1986 to 2023, to find out why the ecologist agenda turns up in these meetings. Besides, we analysed the reasons why the environmental issues related to extractivism progressively became more frequent in these meetings, how environmental discourse changed along with time and what tensions appear in connection with those processes.

Palabras claves Feminismos Interseccionalidad Movimientos ambientalistas Movimientos de mujeres Keywords Feminism Interseccionality Environmental Movements Women’s Wrigth Movements
Introducción

Los Encuentros Plurinacionales de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries (ex Encuentros Nacionales de Mujeres) son eventos masivos que, desde hace 36 años, se desarrollan en Argentina de manera anual e itinerante por distintas provincias como una expresión del movimiento de mujeres y disidencias sexuales. Caracterizados por proponer un funcionamiento horizontal, pluralista, federal, autogestionado y autónomo alojan una potencia transformadora que, atravesando cuerpos, fronteras y discursos, ha marcado una agenda política expandida (Caimmi, 2021). Son eventos que nuclearon, inicialmente, a mujeres y, luego también, a disidencias sexuales en espacios de debate, talleres, actividades culturales, intervenciones y movilizaciones.

La agenda de los Encuentros fue cambiando y así como se impulsaron grandes campañas por la emergencia de la violencia de género, la educación sexual integral en las escuelas y la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo, en los últimos años fueron permeando otros temas que, a priori, no eran de agenda “netamente feminista”, relacionados, por ejemplo, con el avance del extractivismo en la región y las luchas ambientales. Estas aperturas se dieron al calor de una demanda que crecía: la modificación del nombre oficial que llevaba hacía 34 años. Así fue que pasó de llamarse “Encuentro Nacional de Mujeres” a “Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Intersexuales, Bisexuales y No Binaries” (Caimmi, 2021).

Estos debates, complejizaron y tensionaron los contenidos, intercambios y formas de construir los Encuentros desde 2018 en adelante, ya que el “nombrarse plurinacionales” incluye una serie de reconocimientos a la autodeterminación de los pueblos indígenas y diversidad de naciones que habitan el actual territorio argentino, que implicaron discusiones y acuerdos a los cuales que no fue sencillo arribar; llevaron tiempo y acalorados intercambios (Yanniello, 2022).

En la última década, también vienen confluyendo en este y otros espacios de militancia, algunos sectores del movimiento feminista y del movimiento ecologista. Estas articulaciones suelen englobarse dentro de la teoría del ecofeminismo, entendido como un enfoque abierto, plural, diverso, teórico y militante que aporta perspectivas para analizar las intersecciones entre extractivismo y patriarcado, y desnaturalizar sus alianzas históricas de dominación (Puleo, 2011; Santana Cova, 2005). Tal como relata Herrero (2015), la primera vez que aparece el término ecofeminismo es en 1974 con la publicación del libro Feminismo o la muerte, de la escritora francesa Francoise D´Eaubonne, quien apuntaba a que existía una profunda relación entre la sobrepoblación, la devastación de la naturaleza y la dominación masculina (1974, p. 1).

Existieron, desde entonces, distintas corrientes que fueron abordando la problemática de las relaciones entre las personas y con la naturaleza desde visiones muy diferentes; por eso la mayoría de las teóricas hablan de ecofeminismos en plural. Herrero (2015) sintetiza la variedad de propuestas ecofeministas en dos corrientes: ecofeminismos esencialistas y ecofeminismos constructivistas. Los primeros entienden que las mujeres, por su capacidad de parir, están más cerca de la naturaleza y tienden a preservarla (Herrero, 2015, p. 2). Algunas de las exponentes de esta corriente son la activista alemana Petra Karin Kelly, las filósofas estadounidenses Mary Daly y Susan Griffin y la teóloga ecofeminista estadounidense Mary Judith Ress. Además, desde el Sur Global, la física y filósofa india, Vandana Shiva, —también identificada con un ecofeminismo más espiritual— y la teóloga brasileña, Ivonne Gebara.

La otra corriente es la constructivista que defiende que la estrecha relación entre mujeres y naturaleza se sustenta en una construcción social y plantea, como resume Herrero, que la asignación de roles y funciones que originan la división sexual del trabajo, la distribución del poder y la propiedad en las sociedades patriarcales, las que despiertan esa especial conciencia ecológica de las mujeres (Herrero, 2015, p. 3). De esta corriente se destacan la economista india Bina Agarwal y la filósofa australiana Val Plumwood.

Recuperando estas perspectivas históricas, Svampa plantea que estamos en la actualidad frente a la configuración de un nuevo espacio ecofeminista, plural y diverso, con diferentes capas y tramas que se van entrelazando” (2021, p. 24). Dichas experiencias han recibido diferentes nombres: desde feminismos territoriales, feminismos comunitarios o feminismos populares hasta feminismos antiextractivistas y ecofeminismos del sur (Svampa, 2015). En sus últimos trabajos, Svampa (2021) adopta la denominación específica de feminismos ecoterritoriales para enfatizar su vínculo con el giro ecoterritorial de las luchas.

El fenómeno del extractivismo fue desarrollado principalmente por la ecología política desde numerosxs teóricxs e investigadorxs (Delgado Ramos, 2013; Escobar et al., 2011; Escobar, 2012; Gudynas y Grupo Permanente de Alternativas al Desarrollo, 2011; Leff, 1998; J. M. Martínez Alier, 2008; Merlinsky, 2013; Svampa y Viale, 2014) —entre otrxs— y es entendido como una matriz con una profunda mirada productivista y eficientista del territorio basada en la sobreexplotación de recursos o bienes naturales y en la expansión de las fronteras hacia territorios antes considerados como “improductivos” (Svampa y Viale, 2014).

En esa línea, el Movimiento de Mujeres y Diversidades Indígenas por el Buen Vivir, integrado por personas pertenecientes a más de 30 pueblos indígenas que habitan el actual territorio del Estado argentino viene denunciando, desde hace casi una década, el “terricidio”, es decir, el exterminio sistemático de toda forma de vida tangible y espiritual (GEMAS, 2021) e interpelando al “feminismo blanco y urbano” por no contemplar y acompañar las luchas de mujeres en los vastos territorios de las provincias, cuyos cuerpos cotidianamente llevan las secuelas del extractivismo. Estos debates apelaron a ampliar las agendas históricas y consensuadas de los Encuentros y a tensionar a los sectores que se identifican con una matriz nacionalista y desarrollista para que reconozcan a estas temáticas como parte de las luchas necesarias de feminismo.

De aquí que resulta importante recuperar para el análisis un enfoque interseccional (Brah y Phoenix, 2004; Curiel, 2007; Davis, 2005), es decir, una mirada que cuestione el supuesto de que las mujeres son un grupo homogéneo, incorporando las variables de origen étnico y de clase, principalmente.

Enfoque metodológico

Este trabajo está enmarcado en una investigación más amplia que indaga sobre la articulación de los movimientos ambientalistas, feministas e indígenas desde un enfoque cualitativo e histórico-etnográfico (Guber, 2001; Rockwell, 2009; Wodak y Meyer, 2003) que combina la etnografía con herramientas del análisis crítico del discurso.

Para este artículo, puntualmente, se utilizaron herramientas del Análisis Crítico del Discurso —ACD— (Fairclough y Wodak, 2000) para indagar sobre cómo aparece “lo ambiental” en las agendas de los Encuentros a partir del relevamiento de materiales originales. Para ello se construyó un corpus que incluye los siguientes documentos: los discursos de apertura —elaborados por cada comisión organizadora— y los listados de los talleres de los Encuentros desde 1986 hasta 2023.

Además, se realizó participación con observación en distintas instancias de los Encuentros de La Plata (2019), San Luis (2022) y Bariloche (2023) para recuperar la etnografía de la performance. Sus modos de abordar el contexto complementaron el diseño metodológico: por un lado, el ACD considera que el contexto de uso del lenguaje es crucial porque toda práctica discursiva expresa las relaciones de dominación, poder y control (Fairclough y Wodak, 2000); por el otro, la etnografía de la performance entiende el contexto como resultado de las prácticas que lo producen, disputan y renegocian (Baumann y Briggs, 2006).

A partir de este enfoque, se recuperaron distintas escalas y niveles de análisis, dentro de los cuales los procesos históricos de mayor generalidad y los más específicos interceptan en articulaciones dialécticas entre hechos y representaciones. A partir de las claves de contextualización se identificaron las escalas, al mismo tiempo que se realizó un análisis relacional de los procesos (Achilli, 2005) para distinguir los niveles en los que articulan estructura y agencia.

El artículo está organizado en tres apartados en los que se realiza un análisis de los contenidos ambientales de los Encuentros en etapas que abarcan las casi cuatro décadas de su realización: desde los comienzos en 1986 hasta el año 2000; desde 2001 a 2011 y desde 2012 a 2023. Los períodos seleccionados responden a ciertos hitos que configuraron nuevas formas de construir y nombrar los temas ambientales y a etapas en las que ciertas temáticas aparecieron con más fuerza en determinadas coyunturas.

1986-2000: del rechazo nuclear al germen de las asambleas

Los inicios de los Encuentros se remontan a la apertura democrática posterior a la dictadura cívico militar de 1976-1983, en un momento en el que se reactivaba la participación social y en el que muchas mujeres volvían del exilio, en donde habían estado en contacto con ideas feministas de otros países (Caimmi, 2021). En 1985 un grupo de mujeres argentinas participaron en la Clausura de la Década de la Mujer en África y “volvieron con la necesidad de autoconvocarse para tratar las problemáticas específicas de la región. Por eso en 1986 iniciaron los encuentros y nunca pararon” (Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries, 2023). La agenda de esos primeros años estuvo atravesada por los derechos humanos y por las campañas que impulsaban la ampliación de los derechos civiles y las políticas públicas orientadas a la igualdad.

Los Encuentros suelen durar tres días y si bien incluyen distintas actividades, el “corazón” son los talleres que se realizan en simultáneo y abarcan temáticas diversas. “En los talleres se discute, se comparten experiencias y se llega a acuerdos y conclusiones que quedan a disposición, como insumo, para los siguientes encuentros” (Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries, 2023).

Cada año, en el lugar elegido como sede, se autoconvocan las mujeres y disidencias que lo deseen para conformar la comisión organizadora. La comisión se ocupa de organizar el encuentro y las decisiones se toman por consenso (Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries, 2023). Los talleres se agrupan por ejes temáticos y cada año, según las necesidades, problemáticas y evolución de las temáticas de cada coyuntura, se revisa el listado del encuentro anterior y se decide colectivamente si se sostienen los nombres, si se reordenan y agrupan o si separan algunos. Hay talleres que se sostienen desde hace 36 años y otros que surgen en base a demandas, solicitudes o propuestas de movimientos, campañas y organizaciones. Como señala Masson: “Lo que está en juego en la confección de la lista de los talleres que se realizan durante el encuentro, es la definición de los temas que tendrán un lugar reconocido para ser discutidos” (2007, p. 191). En ese sentido, los talleres marcan la agenda pública y “las disputas se pueden dar por instalar un nuevo taller, pero también por definir los conceptos utilizados para nombrarlos” (Masson, 2007, p. 191). Más allá de la grilla de los talleres que se publica en la web y redes oficiales del encuentro suelen generarse por fuera talleres y actividades autoconvocadas y espontáneas, impulsadas por colectivos y agrupaciones que, de alguna manera, intentan disputar lo que entienden como la institucionalización o burocratización de los encuentros.

Desde 1986, cuando se realizó el primer Encuentro en la Ciudad de Buenos Aires hasta el último realizado en Bariloche en 2023, la temática ambiental estuvo presente en los listados de talleres, con mayor o menor protagonismo. También en algunos discursos y documentos elaborados por las comisiones organizadoras en los que se manifiestan los posicionamientos importantes de cada año.

Si nos remontamos a la aparición de una primera referencia fue en 1986 en el primer Encuentro en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en donde se generó un taller autoconvocado, es decir, por fuera de la “grilla oficial” llamado “La paz, la mujer y la amenaza nuclear”. Si bien no estuvo como temática puntual de los ejes planificados por la comisión organizadora, aparece un primer antecedente de interés por los debates en torno a la energía nuclear, uno de los tópicos que el movimiento ambiental de la década del 80 y del 90 tomó como bandera.

Los primeros años de los Encuentros coincidieron con un fuerte impulso del movimiento ambiental a nivel internacional alrededor del rechazo a la energía nuclear, luego del accidente de Chernóbil en 1986.1 En paralelo comenzaban a surgir movimientos ecofeministas en Estados Unidos, de la mano de las primeras movilizaciones pacifistas y ecologistas que comenzaron a desconfiar de lxs expertxs y efectuar una lectura política de la tecnociencia (Puleo, 2011).

Tal como plantea Piaz (2015), en Argentina desde el retorno a la democracia en 1983 hasta la actualidad, han emergido varios cuestionamientos a la tecnología nuclear y los impactos que su desarrollo e implementación pudieran provocar en el ambiente. En ese sentido, los inicios de los Encuentros sucedieron en paralelo al surgimiento de la Red Nacional de Acción Ecologista (RENACE), integrada por organizaciones comprometidas con las problemáticas socioambientales y que promueven un paradigma alternativo ante la crisis civilizatoria.

En ese marco, aquel primer taller fue reflejo de una época en donde comenzaban a darse esos debates, aunque no volvió a repetirse en ningún otro encuentro bajo esa denominación. Relevando los cambios en los nombres de los talleres, podemos observar cómo la utilización de ciertas palabras y construcciones discursivas están relacionadas con los contextos sociales y con los lenguajes que desde los movimientos socioambientales se fueron construyendo como narrativas de disputas de sentido a partir de la reconfiguración de los vocabularios y argumentos. Esto también se evidencia en los discursos de apertura de cada Encuentro, en donde las comisiones organizadoras se posicionan sobre distintas problemáticas. Tal como plantea Masson: “Los términos que componen la denominación de un taller, llevan implícitos un sinnúmero de significados que ante ojos inexpertos parecerían carecer de sentido. Sin embargo, al interior de ese espacio son importantes demarcadores de fronteras” (2007, p. 192).

En el segundo Encuentro realizado 1987 en Córdoba, no hubo talleres ambientales ni referencias al tema en el discurso de apertura. Para el Encuentro número tres, que se realizó en Mendoza en 1988, hubo un taller titulado “Trabajadoras de la salud y medioambiente” que tuvo que dividirse en seis comisiones de trabajo por la cantidad de personas que asistieron. La temática iba permeando y se percibió la necesidad de abrir un taller que permaneciera en el tiempo.

Sin embargo, no fue hasta el sexto Encuentro, en Mar del Plata en 1991, en que se instaló un taller dentro de la grilla oficial que se mantendría —con distintos cambios de nombre—, hasta la actualidad. En sus inicios se llamó “Ecología y participación de la mujer en la preservación del medioambiente”. Fiel a un léxico ecologista de la época “lo ambiental” aparece asociado a una matriz conservacionista o naturalista, enfoques que muchas Organizaciones No Gubernamentales (ONG) de aquellos años sostenían y que ponían el énfasis en el cuidado de la naturaleza y la biodiversidad.

Por otra parte, podemos identificar en el nombre de ese taller una mirada asociada a ciertas corrientes del feminismo radical que durante las décadas del 70 y 80, recuperaron la antigua identificación patriarcal de mujer y naturaleza para darle un nuevo significado, invirtiendo la valoración de este par conceptual que en lxs pensadorxs tradicionales servía para afirmar la inferioridad de la mujer. Tal como sintetiza Puleo (2011) las feministas radicales afirman que la cultura masculina, obsesionada por el poder, ha conducido a guerras suicidas y al envenenamiento de la tierra, el agua y el aire. La mujer más “próxima a la naturaleza” se configura, entonces, como la esperanza de conservación de la vida. Desde esta perspectiva, el pensamiento maternal, la ética del cuidado femenina que lleva a la protección de los seres vivos se opone, así, a la esencia agresiva de la masculinidad.

Esta preocupación por la salud y por recuperar el control del propio cuerpo es un elemento central de este primer ecofeminismo que fue cuestionado por otras corrientes posteriores ya que, desde este enfoque, se piensa a “la mujer” como una categoría homogénea y en un rol de preservadora del ambiente que la reubica en un lugar de mandato asociado a las tareas de cuidado que históricamente recayeron sobre este colectivo. Por otra parte, aún a principios de la década del 90, todavía permeaba un paradigma binario, en donde no se reconocían otras identidades de género.

En los inicios de la década del 90 el movimiento feminista se enfocaba en la “oenegización”, en las influencias de la cooperación internacional y en las políticas y agendas de género incorporadas desde las convenciones internacionales, en contraposición, y al mismo tiempo, en articulación con un feminismo que sucedía en y desde las calles (Álvarez, 1998). Avanzando en esa década, América Latina vivió una expansión de las movilizaciones sociales de diferentes tipos, sobre todo, las de grupos indígenas, campesinos, gente sin acceso a los servicios básicos, de salud y educativos, así como agrupaciones ambientales, entre otras.

En ese marco, de cara al aniversario del V centenario de la Conquista de América (12 de octubre de 1492), en Argentina se generaron distintas manifestaciones culturales y activistas que pusieron de relieve el rol de los pueblos originarios en un clima de reivindicación y revisión histórica que permitió la articulación política de distintos actores sociales. Fueron tiempos en los que se empezó a cuestionar el nombre de la efeméride del 12 de octubre reconocida como el “Día de la Raza” en virtud del fuerte aporte de las críticas poscoloniales, la experiencia de los movimientos indigenistas —como el levantamiento indígena de Ecuador en 1990, el alzamiento del ejército zapatista en Chiapas en 1994— y de derechos humanos (Ciliberto, s. f.).

Este clima de época también atravesó las discusiones de los Encuentros ya que, tanto en 1991 en Mar del Plata como en 1992 en Neuquén, hubo talleres relacionados con esta temática: en 1991, se realizó el taller “5° centenario de la conquista de América” y en 1992, uno llamado “Mujer aborigen: los 500 años de la conquista”.

Las mujeres indígenas participantes de los Encuentros, como parte de los pueblos preexistentes a los Estados modernos, tienen como bandera la defensa del territorio y una relación particular con la naturaleza, en donde no propician relaciones de jerarquía, sino que se consideran parte de ella. En ese sentido, las problemáticas territoriales vinculadas al modelo extractivista aparecieron en las exposiciones e intercambios de muchas de ellas en los talleres.

En 1992, el taller de “Ecología” pasó a llamarse “Mujer y ecología” y se mantuvo con ese título hasta el 11° Encuentro realizado en 1996 en Buenos Aires, cuando volvió a cambiar de nombre: “Ecología, medioambiente y hábitat”. En el 8° Encuentro en Tucumán, realizado en 1993 y en virtud de los altos niveles de participación, el taller se dividió en cuatro comisiones de trabajo; en Corrientes en 1994, el mismo taller se dividió en tres y en Jujuy en 1995, en dos comisiones. En 1996, con el nuevo nombre, el taller se desdobló en dos comisiones.

Otra cuestión que generó un clima propicio para que se fuese instalando la temática ambiental por aquellos años fue la realización de Cumbre para la Tierra —impulsada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU)— celebrada en Río de Janeiro en Brasil en 1992, que fortaleció las agendas ecologistas de organizaciones que empezaron a cuestionar la idea de desarrollo como crecimiento perpetuo. En estas críticas aparece un nuevo factor estudiado por el campo creciente de la ecología política: los límites ecológicos del crecimiento económico (Lang y Grupo Permanente de Alternativas al Desarrollo, 2011).

Mientras avanzaba la década del 90, se profundizaron las políticas de ajuste y flexibilización laboral, y la cuestión ambiental en los Encuentros pasó a tener menos presencia. Hacia finales de esa década se realizó el 14° Encuentro en Bariloche. Aquel año el porcentaje de desocupación fue del 14% y las temáticas asociadas a las políticas sociales y de derechos laborales de las mujeres coparon la agenda de aquel Encuentro, atravesado por la lucha docente, el ajuste y los comedores comunitarios. Sin embargo, hubo referencias en el documento de apertura a la denuncia de la “entrega de los recursos naturales”.2 En ese encuentro, el taller “Mujer, ecología y medioambiente” se desdobló en dos comisiones.

La narrativa de “lo ambiental” en estos primeros años de los Encuentros, oscilaba entre una matriz que concebía naturaleza como “recurso” y a su defensa como parte de los tópicos sobre la soberanía nacional y otra de corte oenegeísta, en donde el foco estaba puesto en la conservación de la naturaleza desde una mirada prístina y romántica asociada al naturalismo.

En el primer encuentro del milenio, en Entre Ríos en el año 2000, el taller “Mujer, ecología y medioambiente” volvió a tener una sola comisión de trabajo. De todos modos, ya se palpitaba el estallido del 20013 y la proliferación de asambleas populares, que impulsaría también el surgimiento de un nuevo colectivo vinculado a las luchas ecologistas: las asambleas socioambientales, que tendrían protagonismo en la siguiente década.

2001-2011: del “que se vayan todos” al <italic>boom</italic> del extractivismo

Así como el feminismo en los años posdictadura fue uno de los factores más subversivos de la cultura política argentina, se pueden encontrar sus marcas en muchos de los movimientos sociales formados en la crisis posterior al 2001, como por ejemplo, los movimientos asamblearios, en los que la experiencia de la autonomía y de la horizontalidad se “tocan” con la experiencia feminista y del movimiento de mujeres (Korol, 2009).

En ese marco, el 16° Encuentro de 2001 se realizó en La Plata y la característica central que tuvo fue el despliegue de participación popular: por primera vez estuvieron presentes las piqueteras, las desocupadas y las cooperativistas (Somos Plurinacional, 2019). Aquel año el taller de “Mujer, ecología y medioambiente” solo tuvo una comisión de trabajo. Siguiendo a Claudia Korol (2016), la noción de “lo popular” en relación a los feminismos funciona, más bien, como una categoría polisémica que apunta a comprender una pluralidad de luchas feministas que involucran situaciones de subalternización diferentes y que suelen encarnarse en cuerpos de mujeres, lesbianas, trans y disidentes del patriarcado y de la heteronorma.

Los Encuentros de 2002 y 2003, en Salta y Rosario, respectivamente, tuvieron talleres de “Mujer, ecología y medioambiente” sin desdoblarse, es decir, la participación se mantuvo estable y no fue tan numerosa. En relación con la coyuntura, 2004 fue el año en el que se lanzó una alerta mundial desde el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) sobre los desastres naturales relacionados al cambio climático. Fueron, también, años en donde comenzaron a desatarse conflictos socioambientales en Argentina con la profundización de una matriz común repetida a lo largo y a lo ancho del territorio mediante distintas expresiones: la expansión de la frontera agrícola y los monocultivos, y la megaminería, las centrales hidroeléctricas, entre otras. Estas prácticas generaron contaminación, expulsión de comunidades campesinas y de pueblos originarios y en muchos casos, la destrucción de las economías regionales (Yanniello, 2020). El surgimiento de crecientes protestas en torno a la preservación del territorio desde asambleas y movimientos sociales hizo que se incorporara, además, una dimensión política (Fernández Bouzo, 2021).

En los Encuentros de 2005, 2006 y 2007 no hubo grandes cambios en cuanto al taller de “Mujeres y medioambiente”. Las comisiones de trabajo no fueron numerosas ni hubo referencias a la temática ambiental en los documentos de apertura. En Neuquén, en el 23° Encuentro de 2008, además del taller —rebautizado— “Ecología y medioambiente” se realizó otro titulado “Explotación de los recursos naturales energéticos”. Neuquén estaba atravesando grandes conflictos por la explotación petrolera.

En ese contexto, en 2006 en Colonia Caroya, Córdoba, nace la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC) que, luego, cambia su nombre a Unión de Asambleas de Comunidades, un espacio de intercambio, discusión y acción “conformado por asambleas, grupos de vecinxs autoconvocadxs, organizaciones autónomas no partidarias y ciudadanxs en general reunidxs en defensa de los bienes comunes, la salud y la autodeterminación de los pueblos, amenazados por el saqueo y la contaminación” [Link, accedido 10/11/2023].

La UAC nace con el propósito de articular y potenciar las diferentes luchas que emergieron en todo el país con una lógica de organización itinerante, horizontal y autoconvocada que tiene grandes coincidencias con la forma organizativa de los Encuentros de Mujeres. Como relata Svampa (2008), las asambleas socioambientales se nutrieron de otros movimientos preexistentes y comparten aquellos rasgos y dimensiones que hoy atraviesan a la mayor parte de los movimientos sociales latinoamericanos, entre ellos: la territorialidad, la combinación de la acción directa con la acción institucional, la democracia asamblearia y una tendencia a la autonomía.

Ya se estaba gestando por aquellos años lo que Svampa describe como un “giro ecoterritorial de las luchas, a partir del cual se fueron elaborando nuevos lenguajes de valoración del territorio, que expresan el cruce innovador entre la matriz indígena-comunitaria y el discurso ambientalista” (Svampa, 2021). Desde la perspectiva de la Ecología Política, que estudia los conflictos ambientales, se sostiene que “distintos actores que tienen distintos intereses, valores, culturas, saberes, y también distintos grados de poder, usan o pueden usar distintos lenguajes de valoración” (J. Martínez Alier, 1998, p. 33).

En 2010, el 25° Encuentro se realizó en Paraná y el taller ambiental siguió llamándose “Ecología y ambiente”. En el documento de apertura no hubo referencias a la agenda ecologista. Para esa época los encuentros crecían y cada vez participaba más personas; en el 26° Encuentro de 2011 en Bariloche, el taller de “Mujeres y Medio Ambiente” fue notablemente concurrido y, en él, tuvieron una participación protagónica las mujeres y disidencias de San Juan y de Esquel, atravesadas por la movilización en contra de la megaminería en esas provincias.

2012-2023: cuerpo-territorio y plurinacionalidad

Durante el primer período de esta última etapa, que coincide con la segunda presidencia de Cristina Fernández de Kirchner (2011-2015), se continuó impulsando políticas de fortalecimiento del mercado interno, al igual que en su anterior mandato y el de Néstor Kirchner, bajo un modelo económico en el que la minería y la industrialización de hidrocarburos ocuparon un lugar relevante (Yanniello, 2020). Las tensiones entre los aspectos socioambientales y las premisas asociadas al desarrollo, progreso, trabajo y visión de futuro para la comunidad que aparecen vinculadas a dichas actividades conformaron en aquellos años un complejo entramado que es motivo de problematización y de intensos debates sociales (Svampa y Viale, 2014). Estas tensiones también se trasladaron a los Encuentros, en donde los sectores más desarrollistas, vinculados a una matriz nacional y popular, se resistieron a habilitar algunas discusiones que empezaron a imponerse sobre el avance de la megaminería y la fractura hidráulica o fracking y la creciente movilización social en rechazo de las políticas extractivistas.

Esto también se cristalizó en las demandas de los feminismos más autónomos sobre los feminismos institucionalizados que, en aquellos años, comenzaban a impulsar políticas públicas de género en las distintas instancias estatales.

En ese marco, en el 27° Encuentro, realizado en Posadas, Misiones, la temática ambiental estuvo presente en el taller “Mujeres y Medioambiente”, pero también en el de “Mujeres y pueblos originarios” y en el de “Mujeres y desarrollo agropecuario”, en donde se instaló la preocupación por los monocultivos, agronegocios y agrotóxicos, tal como señalan los descriptores de ese taller (ver [Link]). En él se retoma un léxico construido desde los movimientos socioambientales que acuñaron como “agrotóxicos” a una manera de disputar sentido al uso del término “agroquímico” o “fitosanitario”. Se recuperó, también, en la descripción de los talleres el uso de “bienes comunes”, otro concepto que surge de los movimientos ecologistas y de lxs teóricxs de la Ecología Política que intenta correr la mirada antropocéntrica y utilitaria de la naturaleza, reemplazando el habitual uso de “recursos naturales”.

El 28° Encuentro de 2013 en San Juan representó un punto de inflexión en cuanto a la presencia de los temas ambientales en los Encuentros. 2012 y 2013 fueron años en los que la agenda de los medios masivos se “tiñó de verde” ya que numerosos medios a nivel nacional se hicieron eco de noticias vinculadas a la lucha de las asambleas socioambientales contra la megaminería en la cordillera, al conflicto en torno a el acuerdo entre YPF y Chevrón (ver [Link]) y a la resistencia de organizaciones y de comunidades mapuche a que se realice fracking en el yacimiento Vaca Muerta en Neuquén (Yanniello, 2020). Por otra parte, en un contexto más amplio, las movilizaciones internacionales contra la compañía semillera transnacional Monsanto y las discusiones sobre la crisis energética tuvieron gran impacto en la agenda social, política y mediática.

Para muchas mujeres y disidencias que participaban de las luchas ambientales, el Encuentro en San Juan fue el primero al que asistieron. Las referencias a la megaminería estuvieron presentes en distintas actividades y en el documento de apertura se relacionaron las cuestiones vinculadas al patriarcado y al capitalismo. Hubo además una marcha contra el saqueo de los territorios por parte de las transnacionales Barrick Gold, Chevron y Monsanto, autoconvocada en el marco del Encuentro y un escrache a las oficinas de las mineras y el Ministerio de Minería provincial. Se elaboró también un Manifiesto feminista contra la megaminería y el modelo patriarcal, colonial y extractivista firmado por más de 30 organizaciones sociales, sindicales, universitarias, de educación popular y asambleas” (ver [Link]).

El Encuentro de 2014 se realizó en Salta y el de 2015, en Mar del Plata. Fueron años en los que los Encuentros se popularizaron de manera inédita de la mano de la denuncia de los femicidios, el surgimiento del colectivo “Ni una menos”4 y las masivas movilizaciones para reclamar la legalización del aborto. Se abría un nuevo período a partir del triunfo de Mauricio Macri en 2015 como presidente, cuyo mandato estuvo signado por una profunda crisis económica y social, que se agudizó hacia 2017. En los encuentros de 2014 y 2015 se mantuvo el taller de “Mujeres y medioambiente”, pero no hubo referencias ambientales en el documento de apertura.

En el 31° Encuentro en Rosario, tanto el documento de apertura como las consignas en la marcha y actividades, estuvieron atravesadas principalmente por la denuncia a las políticas de ajuste, aunque también hubo referencia a la cuestión ambiental a partir de la denuncia a “la sojización, el monocultivo y la utilización de agroquímicos”, la “megaminería saqueadora”, el extractivismo y la reivindicación de la noción de “cuerpos-territorios” (ver [Link]). Fue un encuentro muy masivo y politizado, en donde los talleres de” Mujer y medioambiente”, “Pueblos originarios y mujeres en el ámbito rural” fueron muy nutridos de participantes.

Entre 2017 y 2018 comenzó la última etapa de los Encuentros que terminaría de consolidarse en el 36° realizado en Bariloche en 2023. Desde el Encuentro en Chaco en 2017 y, luego, en Trelew en 2018, las mujeres indígenas protagonizaron una fuerte demanda sobre la incorporación de la plurinacionalidad. En el 33° Encuentro en Trelew la agenda regional también se impuso y en una provincia reconocida por su activismo antiminero, las asambleas socioambientales estuvieron presentes. Además, se había cumplido un año de la desaparición seguida de muerte de Santiago Maldonado y del asesinato del joven mapuche Rafael Nahuel. La región estaba movilizada por esas muertes relacionadas con la criminalización del Pueblo Mapuche y los conflictos territoriales (ver [Link]).

En el documento de apertura, la comisión organizadora dio la bienvenida al “territorio ancestral”, en un reconocimiento a que el encuentro se realizaba en territorio mapuche. Fueron mencionadas la defensa de los “bienes de la naturaleza”, el extractivismo, la megaminería y, para terminar, se utilizó una de las consignas que más sintentiza la articulación entre los movimientos que podemos caracterizar como ecofeministas: “ni la tierra ni las mujeres somos territorio de conquista” (ver [Link]). El concepto de cuerpo-territorio, que en los últimos años cobró protagonismo en las consignas de los movimientos feministas latinoamericanos, sirve como punto de encuentro de estos movimientos, es decir como vértice articulador.

En esta última etapa, el eje que agrupa a los talleres sobre estos temas comenzó a tener mayor importancia: en 2019 en La Plata, además del histórico taller de “Mujer y medioambiente”, que pasó a llamarse “Mujeres y luchas ambientales” —lo cual también da cuenta de un cambio en la concepción de la relación entre género y extractivismo y un énfasis en la agencia—se realizó, por primera vez, un taller titulado “Ecofeminismo”. Este taller tuvo que desdoblarse en seis aulas por la cantidad de gente que quiso participar. Además, la cuestión ambiental estuvo presente en otros talleres como en el de “Mujeres campesinas” y “Mujeres originarias”.

En 2020 y 2021 no se realizaron los encuentros por la pandemia del COVID-19, pero siguieron los debates sobre la inclusión de la plurinacionalidad y la cuestión de las disidencias sexuales en encuentros regionales, una vez que terminó el aislamiento preventivo y obligatorio.

En 2022, en San Luis se realizaron dos encuentros: la comisión organizadora se dividió y, finalmente, se realizó el 35° Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries, en octubre y el 35° Encuentro Nacional de Mujeres, en noviembre. La discusión sobre el cambio de nombre implicó diferencias sustanciales que impidieron la realización de un encuentro unificado. Tal como plantea Caimmi (2021), el cambio de nombre dialoga con distintas cuestiones, como la heterosexualidad obligatoria, las discusiones del feminismo decolonial, la interculturalidad y la interseccionalidad.

En el encuentro realizado en octubre, la presencia de estos temas creció notablemente: dentro de las propuestas de los más de cien talleres, se realizaron alrededor de diez que expresaron estos anudamientos entre los colectivos indígenas, ecologistas y feministas. Agrupados en los ejes “territorio” y “activismos y organización” se plantearon los siguientes espacios de intercambio: Plurinacionalidad y terricidio, Plurinacionalidad y libre determinación de los pueblos, Megaminería y Fracking, Pueblos Fumigados, Humedales, Alimentación y soberanía alimentaria, Luchas campesinas y por el hábitat y Ecofeminismos.

Esta perspectiva es quizá la más cercana al feminismo interseccional, como plantea Curiel, un feminismo que “tiene importantes apellidos: es antirracista, antiheterosexista, anticapitalista, por tanto, es decolonial” (2007, p. 43). La interseccionalidad es una de las herramientas teórico-activistas que ha permitido que las temáticas ambientales hayan permeado en la agenda de los encuentros.

Por otro lado, en el 35° Encuentro Nacional, realizado unas semanas después, se desarrolló el taller de “Mujeres y medioambiente” y el de “Mujeres de los pueblos originarios”. En ambos, se hizo alusión a la cuestión ambiental en los documentos de apertura. En el de octubre se dio la bienvenida al territorio ancestral huarpe, comechingón y ranquel, pueblos originarios de esa región y se hizo referencia a las distintas luchas antiextractivistas del país y también de América Latina (ver [Link]). En el de noviembre, se mencionó la quema y tala de los bosques nativos, la contaminación del agua, la depredación de los mares y el saqueo de los bienes comunes (ver [Link]).

En 2023, en Bariloche se volvió a realizar un solo Encuentro, el número 36. Esta vez, la plurinacionalidad fue parte constitutiva y transversal del Encuentro. En primer lugar, se eligió la sede por la represión y desalojos ocurridos en la comunidad mapuche Lafken Winkul Mapu, en Villa Mascardi, Bariloche y en repudio a la detención de siete mujeres mapuche, de las cuales cuatro estuvieron detenidas ocho meses junto a sus hijxs en prisión domiciliaria, sin juicio previo, por defender su territorio comunitario. Entre ellas, estuvo privada de su libertad la machi (autoridad en salud) Betiana Colhuan Nahuel (ver [Link]).

En el documento de apertura del 36° Encuentro hubo referencias al extractivismo, a la megaminería, a los proyectos de hidrógeno verde y exploración de litio en Río Negro, a la aprobación de la realización de un oleoducto en el Golfo San Matías y a los conflictos por la privatización de los lagos y ríos (ver [Link]). Con respecto a los talleres, dentro del eje Territorios se realizaron los talleres “Alternativas por el Buen Vivir: la semilla, alimentación y soberanía alimentaria”; “Luchas campesinas y en ámbitos rurales",”Luchas por el hábitat en el ámbito urbano” y “Conflictos ambientales y extractivismo”. Además, se realizó por tercera vez, dentro del eje Activismos y Organización, el taller de “Ecofeminismos”.

Hallazgos y reflexiones finales

A partir del análisis realizado, podemos observar cómo los Encuentros pasaron de una matriz binaria nacionalista u oenegeísta, según las épocas, a una tendencia cada vez mayor hacia una matriz indígena-comunitaria, que dialoga con el discurso ambientalista y que propone otras lógicas de construcción de prácticas y discursividades. Esto se manifiesta en el cambio de nombre, en los documentos de apertura, en los nombres de los talleres, entre otras instancias.

Estas modificaciones generan grandes discusiones que, también, están atravesadas por las tensiones propias entre los feminismos autónomos —relacionados con el movimiento antiextractivista que consideran que los Estados promueven los regímenes extractivistas a partir de lógicas desarrollistas y colonialistas porque criminalizan la resistencia y la protesta— y los feminismos institucionalizantes o institucionalizados que ven al Estado como un espacio de oportunidad para construir políticas de igualdad (Cabrapan Duarte, 2022).

Observamos que los talleres vinculados con la temática ambiental comenzaron de manera autoconvocada y se fueron instalando y haciéndose parte de las grillas oficiales de los encuentros y de las actividades planificadas por la comisión organizadora. Además, encontramos una correlación entre los cambios discursivos (en los nombres de los talleres y en las maneras de nombrar “lo ambiental”) que van articulados con las coyunturas en donde se detectan puntos álgidos de movilización socioambiental en Argentina, impulsada por las distintas expresiones del movimiento ambientalista. En ese sentido, se puede evaluar cómo en las tres etapas analizadas, la interseccionalidad, la ecología política y los ecofeminismos nos aportan miradas para comprender a los encuentros como espacio de articulación de luchas.

Recuperando lo planteado por Fernández Bouzo (2021), la ecología política caracteriza este momento histórico como un momento de crisis civilizatoria, en tanto supone la combinación de dos tipos de situaciones acuciantes. Por un lado, la crisis socioecológica y ambiental representa una amenaza para la vida humana y no humana, al tiempo que se erige en una deuda ecológica sin precedentes para las generaciones venideras. Por el otro, la crisis de cuidados que ello genera profundiza las desigualdades sociales, las brechas de género y las discriminaciones raciales. “En este contexto, tanto los feminismos comunitarios y territoriales de Abya Yala como la ecología política feminista latinoamericana ponen de relieve el protagonismo que asumen las mujeres y los cuerpos feminizados frente a escenarios extractivistas y de desigualdad socioambiental” (Fernández Bouzo, 2021, p. 20).

Desde una mirada antipatriarcal, resulta imprescindible poder conectar y denunciar todas las desigualdades que históricamente vivieron las mujeres y disidencias, por vivir bajo las lógicas de un modelo patriarcal y extractivista porque “no hay extractivismo sin violencia ni despojo”, como dicen las activistas ecofeministas.

Son las mujeres indígenas y las militantes ecologistas las que vienen aportando a que los Encuentros se nutran de las discursividades que deliberan acerca del desarrollo extractivista como único horizonte posible. Son quienes insistieron en el concepto de plurinacionalidad como un nuevo paraguas para pensar los feminismos latinoamericanos. Seguirá siendo un desafío que estos cruces se profundicen y masifiquen en tiempos hostiles para todos estos colectivos, en la avanzada de las ultraderechas que intentan dar marcha atrás en los derechos conquistados.

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El accidente de Chernóbil​ fue un accidente nuclear sucedido el 26 de abril de 1986 en la central nuclear Vladímir Ilich Lenin ubicada en el norte de Ucrania.

Documento de apertura del 14° Encuentro Nacional de Mujeres.

La Crisis del 2001 fue de carácter social, económico e institucional y englobó una serie de protestas encabezadas por el movimiento de desocupados, ahorristas y asambleas populares contra el sistema político que procesó un ajuste estructural con un fuerte contenido “antipolítico” de denuncia y rechazo a los partidos y las organizaciones o “burocracias” sindicales (Delamata, 2003). El punto más álgido de la crisis fue el estallido social generalizado del 19 de diciembre de 2001 que llevó a la renuncia del presidente Fernando De La Rúa.

“Ni una menos” es un movimiento de protesta que se opone a la violencia contra las mujeres y, particularmente, contra los femicidios. Comenzó en Argentina en 2015 como una consigna de una movilización masiva autoconvocada, con gran presencia, además, en redes sociales y, posteriormente, se expandiría a gran escala hacia varios países de América Latina y otras regiones del mundo (Cabral y Acacio, 2016).

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Quid16. Revista del Área de Estudios UrbanosISSN: 2250-4060.

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