Este trabajo se propone compartir un conjunto de reflexiones sustentadas en un estudio empírico que aborda –desde un enfoque etnográfico– los procesos de ciudadanización atravesados por los habitantes de un asentamiento precario localizado en un predio ferroviario en la ciudad de Buenos Aires. La Carbonilla es un barrio producido por autoconstrucción a partir de la ocupación –iniciada a finales de la década del noventa y continuada de forma diferida a lo largo de las dos décadas siguientes– de un grupo de cartoneros que llegaban en el tren blanco desde el Conurbano Bonaerense a recolectar metales, cartón y objetos en desuso. Se estudiarán tres dimensiones de la historia de construcción del barrio. En primer lugar, se analizará la emergencia de procesos comunalizadores que contribuyeron a la construcción de una comunidad de pertenencia y promovieron el sostenimiento de un orden socio-espacial. En segundo lugar, se reconstruirá el surgimiento de algunos elementos formales que dieron cuenta de un proceso de institucionalización del barrio frente al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En tercer y último lugar, se examinarán las modalidades heterogéneas en las que distintos grupos del barrio experimentaron estos denominados procesos de ciudadanización. Se indaga, asimismo, sobre la vinculación entre las configuraciones materiales iniciales de distintos grupos y la posibilidad de insertarse en redes y procesos organizativos. Para finalizar, se abre el interrogante acerca de cómo podrían ser las formas de intervención del Estado en el abordaje de esta heterogeneidad.
This work aims to share a set of reflections based on an empirical study that addresses the processes of citizenship experienced by the inhabitants of a slum located on a railroad land in the City of Buenos Aires. La Carbonilla is a neighborhood produced by self-building from the occupation – begun in the late 1990s and continued deferred over the next two decades- of a group of waste pickers arriving on the white train from the Conurbano Bonaerense to collect metals, cardboard and disused objects. Three dimensions of the construction history of the neighborhood will be studied. First, we will analyze the emergence of communal processes that contributed to the construction of a community of belonging and promoted the maintenance of a socio-spatial order. Secondly, we will reconstruct the emergence of some formal elements that gave account of a process of institutionalization of the neighborhood in front of the Government of the City of Buenos Aires. Thirdly and finally, we will examine the heterogeneous modalities in which different groups of the neighborhood experienced these so-called processes of citizenship. It also explores the link between the initial material configurations of different groups and the possibility of inserting themselves into networks and organizational processes. Finally, the question is raised as to how the State could intervene in dealing with this heterogeneity.
Definida como el vínculo del individuo con una comunidad política territorialmente delimitada, la noción de ciudadanía tuvo sus inicios en la Grecia clásica como categoría que adscribía al hombre según su participación en la administración y en la toma de decisiones sobre los asuntos públicos. Consolidada como el sujeto político por excelencia de las sociedades occidentales, con el desarrollo del capitalismo, la ciudadanía –en tanto status de igualdad humana básica– ha intentado tensionar la estructura de desigualdades propia del sistema de clases sociales (
Sin embargo, las transformaciones sociales y económicas encauzadas hacia la precarización de distintas dimensiones de la vida (como el trabajo y la vivienda), ocurridas a partir de la disolución del estado de bienestar, nos advierten sobre obstáculos concretos en cuanto al acceso a derechos para grandes grupos de la población en todo el mundo. En este sentido, Villavicencio (
Este trabajo se propone compartir un conjunto de reflexiones sustentadas sobre un estudio empírico que aborda los procesos de ciudadanización (
La Carbonilla actualmente está habitada por alrededor de 600 familias (RENABAP, [
Localización del barrio La Carbonilla
En este trabajo aducimos que el proceso de construcción del barrio implicó un conjunto de transformaciones físico-territoriales de producción de hábitat y ciudad que supuso la consolidación de vínculos de cohabitación, vecindad y solidaridad, a la vez que procesos jurídico-políticos de transformación de sus habitantes en ciudadanos de CABA. Este recorrido conllevó para los sujetos diversas instancias de participación en la toma de decisiones sobre problemas comunes, jornadas de trabajo colectivo de construcción de infraestructura y múltiples formas de gestionar derechos ante las agencias gubernamentales y las empresas de servicios.
Por ello, abordaremos aquí, desde un enfoque etnográfico, la forma en que se expresaron, en diversos momentos, la constitución de un orden colectivo local, la producción de una red de normas, derechos y obligaciones, y la construcción de sentimientos de pertenencia común, elementos que, analizados en conjunto, denominaremos “proceso de ciudadanización”. Sostenemos que en el análisis
Las reflexiones que se presentan aquí se sustentan en una investigación empírica con eje en un trabajo de campo etnográfico que viene realizando quien suscribe desde 2016. Este está basado en técnicas de observación participante en instancias de interacción cotidianas y eventos extraordinarios, entrevistas semiestructuradas a habitantes y militantes del barrio, y a trabajadores estatales que participaron en intervenciones territoriales allí, así como también en el relevamiento de fuentes secundarias (presentaciones y expedientes judiciales, censos, documentos producidos en el marco de intervenciones de organismos estatales, resoluciones y proyectos de ley).
Enmarcado en los debates contemporáneos sobre ciudadanía y exclusión, este trabajo se propone dar cuenta no solo de las distintas dimensiones de estos procesos de ciudadanización, sino también de la complejidad en la forma en que estos procesos fueron subjetivados de manera diferencial en las trayectorias biográficas de distintos grupos de habitantes del barrio.
Para Aristóteles, el rasgo distintivo de un ciudadano se hallaba en el ejercicio de la función pública. Esto es, a partir de sus funciones de juez y magistrado o de su participación en la asamblea. Desde esta perspectiva, el ciudadano, un sujeto político sustancialmente colectivo y moral (
Desde otro ángulo, las tradiciones liberales promulgadas por autores como Rousseau, Locke o Stuart Mill enfocaron mayormente su análisis en el arco de deberes individuales para cada miembro de la sociedad, en tanto el orden social sería producto de la aceptación tácita de vivir bajo el consenso de la mayoría.
Por su parte, Marshall (
Sin embargo, la existencia de grandes masas de población en el mundo excluidas del reparto social y político, que se encuentran cotidianamente en la lucha por la supervivencia,
Podemos aducir que la ciudadanía configura tanto un mecanismo para demandar la membresía a una comunidad como también un medio para la exclusión de otros, estableciendo un contraste con el modelo de ciudadano normativo (
La puesta en agenda, durante las últimas décadas, de demandas de los movimientos sociales protagonizadas por diferentes actores (movimientos feministas, indígenas y campesinos, afrodescendientes, desocupados, entre otros) impulsaron a las ciencias sociales a poner en jaque el postulado de la universalidad de la ciudadanía. Es así que desde la Antropología se han venido a complejizar las nociones abstractas, formales y estatutarias que contemplan al ciudadano como un individuo aislado, y se plantea la necesidad de abordar empíricamente los estudios en este subcampo. En palabras de Neveu (
En este punto, asumimos dos cuestiones como supuestos de anticipación. En primer lugar, que estos procesos de ciudadanización implicaron tanto la lucha por el reconocimiento formal frente a los organismos del Estado como la construcción de una pertenencia común y de proyectos a largo plazo. En segundo lugar, que este recorrido, lejos de ser un proceso lineal y homogéneo, fue subjetivado de manera diferencial entre distintos grupos de habitantes.
Nos remitimos, entonces, a la distinción que hace Neveu (
Retomando las preocupaciones por la cuestión social gestadas durante el siglo XIX europeo al calor de la industrialización y la vertiginosa transición hacia la vida urbana, hoy las ciudades reemergen como escenario y sustancia de las luchas por los derechos de ciudadanía (
El acelerado crecimiento poblacional, producto de las migraciones del campo a la ciudad, de los centros urbanos en América Latina durante mediados del siglo XX tuvo como consecuencia la producción de barrios informales sobre las tierras vacantes ajenos a la planificación estatal. En este contexto, los debates en torno a la noción de marginalidad urbana arribaron al campo académico y político, problematizando la forma en que los sectores populares habitaban la ciudad y se integraban en el reparto económico desde distintas dimensiones.
La noción de marginalidad era definida en ese entonces como una etapa transitoria del capitalismo. Desde su dimensión económica, se comprendía como marginales a los sectores trabajadores no inscriptos en organismos públicos o privados, quienes por dicha condición tendrían un rol limitado como consumidores (
Silvia Sigal (
Recientemente un conjunto de pensadores del ámbito de las humanidades, las ciencias sociales y la filosofía, influidos por las corrientes decoloniales, problematizaron –nuevamente– la forma en que los sectores más pobres de la sociedad se integran al reparto económico y político (
Por su parte, basándose en el ya célebre postulado del “derecho a tener derechos” (
Ahora bien, dentro del campo de los debates sobre ciudadanía, exclusión y hábitat precario, otros autores han colocado su atención en la agencia desplegada por los habitantes de los asentamientos precarios para producir, transformar y disputar su derecho a permanecer en la centralidad urbana. Tomando distancia de los planteos de Chatterjee (
Así, antropólogos latinoamericanos como L. Moreno (
Giglia y Duhau (
En esta dirección, este trabajo se propone redimensionar la participación de los habitantes del barrio La Carbonilla en la producción de ciudad y en la creación de acuerdos por medio de prácticas orientadas a la domesticación de un espacio intersticial de la ciudad y de la conformación de una comunidad de pertenencia. Para esto, se estudiarán tres dimensiones de la historia de la construcción del barrio. En primer lugar, se analizará el surgimiento de los procesos comunalizadores (
Los primeros grupos de habitantes del Barrio La Carbonilla, reconocidos por los vecinos bajo el apelativo de “las históricas”, eran familias cartoneras que, a finales de la década del noventa, llegaban desde el conurbano bonaerense a recolectar cartón, metales y objetos en desuso. Se asentaron distintos grupos en el predio de la estación de tren en tanto en sus inmediaciones se hallaban galpones de compra-venta mayorista de dichos materiales. Fueron generando arraigo en el barrio y comenzaron a pernoctar, con el objetivo de ahorrar tiempo y dinero en traslado y poder vender un monto de materiales que les permitiera volver a sus barrios con dinero suficiente para comprar alimentos.
De esta forma, empezaron a construir una casilla a modo de refugio con los materiales con los que contaban. Así, se nuclearon en grupos a partir de relaciones de parentesco y vínculos de cooperación. Como se puede advertir en el siguiente testimonio, en los relatos de sus protagonistas se revela como un momento mítico que remite a la conformación de un colectivo:
Mirá, nosotros llegamos acá en el año 2000, cuando fue la bataola esa de… De la Rua
Autoras como Fernández Álvarez (
En adelante, con el arribo de algunas organizaciones sociales, sus referentes entablaron fuertes vínculos con algunos de los habitantes –quienes posteriormente devinieron en delegados barriales– y se propusieron en primer lugar trabajar en torno al cuidado de los espacios comunes y la implementación de reglas de ordenamiento socioespacial. Así, estos vínculos originados sobre la base de la cohabitación, la vecindad y parentesco se fueron proyectando en prácticas colectivas organizadas que incluían la participación en instancias colectivas de toma de decisiones orientadas a transformar las condiciones materiales de hábitat (
En este sentido, la limpieza de un basural resultó un hito clave. De manera similar, la implementación de jornadas de trabajo para la producción de infraestructura urbana, como ser la construcción de cloacas y la colocación de caños para el tendido de red de agua, funcionaron como prácticas comunalizadoras (
En la medida en que arribaban al barrio nuevos habitantes, quienes ahora compraban tierra o viviendas, las familias comenzaron una urbanización de hecho a partir de la construcción de viviendas y la búsqueda y el tendido de redes de servicios que fueron obteniendo por medio de la articulación con distintos agentes institucionales. Paralelamente, la necesidad de organizar socialmente un espacio exento de la intervención estatal los convocó a producir acuerdos sobre sus usos, establecer límites físicos para la construcción de las viviendas, pactar medidas mínimas de ancho de calles y veredas y medidas máximas de altura de las construcciones.
Esta construcción, en concordancia con Giglia y Duhau (
Asimismo, tanto la distintiva organización y el cuidado de los espacios comunes como la calidad de gestión de los servicios se constituían como un rasgo distintivo del barrio respecto de otros asentamientos precarios de la ciudad, donde estos espacios (calles, veredas y plazas) son irrumpidos por la misma extensión de las viviendas. Estos acuerdos –y su cumplimiento– solían ser mencionados con orgullo por los habitantes entrevistados durante el trabajo de campo, quienes han manifestado orgullosamente que “en este barrio la electricidad no es un negocio”. Bajo esa aseveración, reafirmaban su correcta gestión de los servicios básicos a la vez que se diferenciaban sustancialmente de otros barrios.
En este sentido, sostenemos que en los procesos de producción del hábitat popular se practican en forma cotidiana diversas dimensiones de la ciudadanía: formas activas de organización social y participación en las decisiones sobre la gestión de lo común. Específicamente, aquí nos referimos a la producción de una red de normas, derechos y obligaciones que sus miembros se encomiendan para la construcción y mantenimiento de un orden socioespacial (
Es aquí que aludimos a un proceso de ciudadanización desde una dimensión horizontal (
El cumplimiento de estos acuerdos, plasmado en la buena distribución espacial, similar a la del tejido formal de la ciudad en cuanto a las medidas de calles y veredas, funcionaría posteriormente como el fundamento para dar cuenta de la legitimidad de sus demandas de reconocimiento formal de La Carbonilla por parte del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Como se desarrollará a continuación, con la solicitud de reconocimiento se iniciaría un período de institucionalización del barrio.
En el año 2013, como consecuencia de la presentación de un recurso de amparo en el que se solicitaba una medida cautelar de servicios ante la Justicia de la Ciudad de Buenos Aires, el Gobierno de la Ciudad se vio obligado a reconocer a La Carbonilla como una “villa” de la ciudad. Este litigio se iniciaba en un contexto que, en términos de Nardin (
El fallo judicial resultó favorable a los habitantes de La Carbonilla. Esto conllevó al inicio del proceso de intervención judicial para la implementación de la elección de representantes políticos. Aquí, el barrio alcanzaba el reconocimiento bajo la categoría de “villa” y se constituía como un punto de inflexión en su historia en tanto sus habitantes hasta el momento no eran reconocidos como residentes de CABA (bajo el fundamento de que se hallaban asentados sobre tierras ferroviarias de propiedad nacional). Este era a su vez el camino a la conformación de una microcomunidad política, en tanto serían censados para la realización del padrón electoral y elegirían sus propios representantes barriales.
El fallo judicial colocaba al Poder Ejecutivo de la Ciudad en la exigencia de atender las emergencias referentes a servicios básicos e infraestructura. Precisamente, la jueza lo exhortaba a proveer servicios de alumbrado y agua potable, garantizar la seguridad y la limpieza del barrio, diseñar un plan de obra para el tendido de red de electricidad, instalar la red cloacal y pluvial y drenar las cámaras sépticas y pozos ciegos. A su vez, a partir de esta instancia, se determinaba el inicio de la intervención judicial, con lo cual se iniciaban una serie de procedimientos y pasos burocráticos de carácter obligatorio.
Los pasos a seguir en estas intervenciones, de acuerdo a los preceptos de la Ley 148/99, eran exhortar al Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC) a la realización de un censo poblacional, la conformación de un padrón y la elección de representantes por sector. De esta forma, con representantes electos, cada barrio tendría interlocutores legítimos frente a las agencias del Poder Ejecutivo. Esta intervención del Poder Judicial se constituía, así, como un vínculo institucionalizado que mediaba entre los habitantes de las villas y el Estado, proceso en el que se reconocía su derecho a residir en el área.
La intervención judicial implicaba mecanismos propios de las democracias liberales, en tanto se realizaba el llamado a presentación de listas con candidatos a representantes y la realización de elecciones para la designación de delegados y miembros de la Comisión Directiva, a la vez que se imponían condicionamientos y obligaciones
En esta instancia, los habitantes del barrio, que habían transformado un espacio no destinado a construir viviendas en un espacio habitable, procurando construir ciudad desde los marcos más similares a los que la normativa urbana del territorio de la ciudad obligaba, ahora alcanzaban el estatus de “villa” como el primer paso de la demanda por la reurbanización. En esta intervención los habitantes de La Carbonilla eran reconocidos como sujetos de derecho de la ciudad ya que, en primer lugar, habían participado en su rol de demandantes contra el Poder Ejecutivo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En segundo lugar, porque a partir de la intervención judicial se comenzaban a pactar sanciones formales escritas, enunciadas por un organismo estatal, ante la transgresión de algunas normas de urbanidad, como ser la ocupación de los espacios considerados públicos. En este sentido, se establecían reglas escritas y se formalizaban dichas sanciones. En la consolidación del vínculo entre los referentes barriales y los miembros del Poder Judicial se configuraban, parafraseando a Holston (
Así, a lo largo de este recorrido los habitantes de La Carbonilla atravesaron, siguiendo a Neveu (
El trabajo de campo etnográfico permite documentar procesos sociales a partir de la observación de las prácticas cotidianas de los actores y la producción de conocimiento contextualizado desde una escala microlocal. A su vez, la peculiaridad del enfoque antropológico habilita el análisis complejo del mundo social, articulando las dimensiones explícitas y las subyacentes de la acción humana y problematizando los relatos de los actores en tramas de relaciones más amplias.
Así pues, desde los inicios de esta investigación nos propusimos documentar distintos procesos de ciudadanización vinculados a una dimensión significativa de la vida social como lo es la producción del habitar. Desde una perspectiva amplia, partíamos del supuesto de que por medio de una multiplicidad de prácticas –necesariamente colectivas– referidas a la producción de vivienda y ciudad, los habitantes de La Carbonilla habían pasado de ser ocupantes de tierras a habitantes y ciudadanos de la ciudad. Sin embargo, el análisis
Al recorrer La Carbonilla a pie, en la actualidad, el transeúnte puede encontrarse con una diversidad de construcciones de viviendas, y puede advertir el heterogéneo diseño de las calles y veredas en cada sitio. Mientras que algunos frentes de viviendas poseen terminaciones muy prolijas realizadas por albañiles y herreros residentes, en otros casos, se pueden ver una cantidad no menor de paredes sin revestimiento exterior (ni interior) y puede hallarse a su vez una diversidad de viviendas más precarias con distintos tipos de materiales adosados (
Frente de viviendas y viviendas limitantes con las vías del ferrocarril
Asimismo, resulta variada la distribución, el alcance y la extensión de los espacios comunes, así como la organización de los servicios de infraestructura urbana (agua, electricidad y saneamiento) por cada sector del barrio. Mientras que en la zona central (la intersección de dos calles, llamada “la canchita”) y sus inmediaciones, se pueden observar calles de más de 4 metros de ancho, plazas, veredas y hasta sectores para estacionar automóviles, en otras zonas se vuelve difícil atravesar el espacio incluso caminando, en tanto las veredas y/o pasillos se vuelven más angostos y, en algunos casos, las redes de electricidad se ponen más enmarañadas, lo que supone más riesgo para los transeúntes.
Si nos remitimos a las trayectorias biográficas –recolectadas en el contexto del trabajo de campo– de las familias que habitan las diferentes viviendas, se puede advertir una vinculación entre los capitales previos con los que contaban estas al arribar al barrio y las características de sus viviendas. Así, las viviendas con mayor calidad constructiva y terminaciones más prolijas coinciden con los lotes que fueron obtenidos por medio de una lógica mercantil (por su delimitación original al momento de la compra). Como se advierte en los testimonios recopilados, el acceso por medio de la compra de tierras no excluyó la existencia de procesos organizativos. De acuerdo con los relatos de algunos vecinos, estos se unieron a otras familias para comprar terrenos de forma colectiva y lotearlos posteriormente. Fueron en principio estas familias, mayormente provenientes del Perú, las que se propusieron para entrar en contacto con distintos actores (organizaciones sociales, organismos estatales, empresas de servicios) con miras a construir la infraestructura necesaria para poder habitar el espacio.
Investigaciones etnográficas recientes (
Uno de los hitos de la historia del barrio que tuvieron como vértice la construcción de proyectos comunes fueron las mencionadas jornadas de trabajo colectivo para la producción de infraestructura urbana. Particularmente, la construcción de la red de cloacas para el barrio configuró un momento épico que se ancló en la memoria colectiva como un tiempo donde trabajaban “todos juntos” aunque tengan “distintas remeras” (haciendo referencia a la presencia conjunta de distintas organizaciones sociales).
Mientras que las estrategias socialmente valoradas, orientadas al trabajo movilizado por el bien común, conformaban parte del relato épico de la historia del barrio, encontramos que no todas las familias habían decidido incorporarse a estos procesos. Así, la circunstancia de iniciar la construcción de una red de infraestructura como el sistema de saneamiento, actividad que racionalmente tiende a resolverse de manera colectiva (
Por varios motivos… no fueron los únicos ellos. Muchos no salieron porque no les interesaba y muchos realmente porque no… no pueden, entendés, no pueden.
Adviértase que muchas de estas familias que no se integraban a las jornadas de trabajo habitaban el barrio desde al menos 10 años antes que los grupos que comenzaban a organizar estas actividades, ya que habían arribado por medio de la ocupación de estas tierras antes de que se comiencen a poblar.
En comparación con los habitantes que compraron tierra, quienes detentaban no solo la posibilidad de tener ahorros sino también trabajos con algún nivel de estabilidad (albañiles, herreros, choferes, cuidadoras), otras familias no solo carecían de un capital material previo sino que también poseían (y poseen) diferentes dificultades para incorporarse al tejido social: situaciones de consumo problemático de drogas, conflictos con la policía o antecedentes penales, inconvenientes para sostener la escolaridad de los/as niños/as, entre otras cuestiones.
Otros habitantes han expresado encontrar obstáculos a la hora de tener que activar dinámicas organizativas para solucionar problemas comunes. Así lo relataba una vecina, también delegada del sector, en una reunión pactada en el centro comunitario para abordar estas problemáticas:
Cuando advierten que llega el camión de la UGIS Carla le comenta a Yesi que están sin agua hace unos días, son quince casas que están sin agua porque tienen el tanque (que comparten) roto. Es el tanque que está en el pasillo de Strauss. Pierde tanta agua que en general queda vacío. Aunque les colocaron (del Gobierno de la Ciudad) un tanque nuevo, aun no lo conectaron ya que necesitan juntar plata para hacer esa conexión, pero no puede contar con sus vecinos, ya que “no tienen la conciencia de participar”. Ella dice que, si tienen que gastar cien pesos en comprar cigarrillos, lo hacen (y aclara que ella misma les dice estas cosas un poco en tono de chiste y un poco en serio), pero que para otras cosas no quieren poner plata. (
Lejos de intentar esencializar las características de cada grupo en función de su origen o identidad nacional, los testimonios repuestos aquí intentan dar cuenta de las herramientas con las que contaban las distintas familias tanto para satisfacer sus necesidades materiales de vivienda y hábitat, como para insertarse en procesos organizativos y colectivos.
Sin embargo, las condiciones materiales que configuran el punto de partida no están exentas de horizontes de transformación inscriptos en proyectos colectivos. De acuerdo con Pacífico (
En este apartado procuramos argumentar que los procesos de ciudadanización experimentados por los habitantes del barrio La Carbonilla, como muchas otras luchas históricas por el acceso a derechos de ciudadanía, no solo no se desplegaron de una forma lineal, sino que tampoco abordaron de manera homogénea al conjunto de los habitantes del barrio. Si bien las experiencias de acompañamiento en la precariedad forjaron lazos de solidaridad y vecindad, estos lazos fueron resignificados de forma diferencial en cada caso.
Lejos de intentar constituir un informe sobre la “efectividad” que tendrían las prácticas organizativas y comunalizadoras para promover procesos de ciudadanización entre los habitantes de un asentamiento precario, en este trabajo nos propusimos analizar, en contextos de acción localizados, lo que Neveu (
A lo largo del trabajo de campo, en base a la reconstrucción de relatos sobre algunos hitos referentes a la historia del barrio, pudimos documentar cómo estas experiencias fueron subjetivadas de forma diferencial por distintos grupos de familias. Para muchos referentes, la posibilidad de insertarse en dinámicas participativas de trabajo y toma de decisiones implicó embarcarse no solo en aprendizajes técnicos (por ejemplo, sobre cómo construir la bajada de una vereda), sino también jurídico-legales (incorporar conocimientos sobre legislación y oficinas gubernamentales de competencia en los asuntos). Mientras tanto, otras familias encontraron límites a la hora de participar de estos procesos, lo que se refleja en la presente precariedad de sus viviendas, pero también en los obstáculos para insertarse en procesos educativos, institucionales y laborales.
La ciudadanía como categoría heurística para pensar en procesos de inclusión y exclusión se nos presenta como una clave analítica para el abordaje de diferentes dimensiones de la vida cotidiana de las poblaciones de las villas y asentamientos precarios, así como de sus formas de acceso a derechos. La cuantiosa bibliografía existente que aborda las vinculaciones entre ciudadanía y precariedad habitacional nos invita a pensar cómo se vinculan esas categorías al interior de las comunidades de vecinos, pero también a sopesar, en una escala más amplia, cómo funcionan las intervenciones del Estado en el abordaje de esta heterogeneidad. En términos de Chatterjee (2008), ¿podemos repensar la intersección entre las categorías de ciudadanos y poblaciones al observar la heterogeneidad en la forma que se subjetivan estas experiencias? Si bien aquí la ciudadanía se presentó como una construcción analítica para abordar procesos multidimensionales orientados a disputar, construir y formalizar un derecho de ciudadanía social, no pretendemos afirmar que todas las modalidades de participación que describimos fueron puestas en práctica desde la noción de derechos, sino desde diversas formas de garantizar la necesidad de vivienda y, en ese camino, vincularse con organismos del Estado.
En este trabajo se utilizan las categorías de “asentamiento” y “barrio” ya que son categorías sociales en uso por parte de los vecinos. A lo largo de las primeras entrevistas realizadas desde el año 2016, algunos habitantes del barrio manifestaban no utilizar la palabra “villa”, mientras que la palabra “asentamiento”, si bien no era de uso tan reiterado como “barrio”, aparecía frecuentemente haciendo referencia a la categoría estatal de Nuevos Asentamientos Urbanos (NAU).
El
Según cifras de las Naciones Unidas, el 10% de la población mundial vive en una condición de pobreza extrema y atraviesa dificultades para satisfacer las necesidades de salud, educación y acceso al agua y saneamiento [
Fernando de la Rúa, quien había asumido la presidencia el 10 de diciembre de 1999, no finalizó su mandato, y renunció el 20 de diciembre de 2001 en el contexto de una crisis social y económica sin precedentes que marcaba un límite a la aplicación de las políticas neoliberales iniciadas con la última dictadura cívico-militar y profundizadas en democracia en la década del noventa.
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la judicialización del hábitat precario fue un proceso que incluyó una serie de asentamientos consignados con la categoría Nuevos Asentamiento Urbanos, categoría que los diferenciaba de las villas históricas y con la cual el Gobierno de la Ciudad se eximía de su responsabilidad.
Estos condicionamientos se orientaban principalmente a posibles formas de modificar el espacio (vivienda y espacios comunes), pero también a las maneras de relacionarse entre los habitantes.
Aunque la perspectiva de género excede los límites de esta investigación, es ineludible mencionar aquí la presencia de identidades feminizadas en estos procesos organizativos que viene siendo ampliamente documentada (
Ley 148 de Atención Prioritaria a la Problemática Social y Habitacional en las Villas y Núcleos Habitacionales Transitorios. Boletín Oficial de la Ciudad de Buenos Aires, 30 de diciembre de 1998.