Cuadernos de Marte
Año 10 / N° 19 Julio – Diciembre 2020
https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/cuadernosdemarte/index
La Guerra de Corea en las
calles: el Partido Comunista de la Argentina y la disputa por la política
exterior peronista en 1950
The Korean War in the
streets: the Communist Party of Argentina and the dispute over Peronism´s
foreign policy in 1950
por Hernán Comastri*
Recibido: 10/4/2020 – Aceptado: 1/6/2020
Cita sugerida: Comastri, H. (2020). La Guerra de Corea en las calles: el Partido Comunista de la Argentina y la disputa por la política exterior peronista en 1950. Cuadernos de Marte, 0(19), 343-372. Recuperado de https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/cuadernosdemarte/article/view/6286
Resumen
El presente trabajo reconstruye la coyuntura histórica que,
hacia julio de 1950, enfrentó al gobierno de Juan Domingo Perón con un número
de manifestaciones obreras, estudiantiles y femeninas desarrolladas ante la
posibilidad de una participación argentina en la Guerra de Corea (1950-1953).
Este conflicto armado, y sus repercusiones en el país, no ha recibido hasta el
momento un abordaje específico por la historiografía local, a diferencia de lo
que sucede a nivel internacional, donde es posible observar una rica bibliografía,
que aquí se presentará de una manera muy resumida. En cambio, el presente
análisis se enfocará principalmente en problematizar los cambios en la política
exterior argentina motivados por las mencionadas movilizaciones y el
protagonismo que en las mismas jugaron las redes y asociaciones ligadas al
Partido Comunista de la Argentina. El éxito de esta estrategia de movilización
bajo la bandera del Movimiento por la Paz lograría, efectivamente, redefinir la
política exterior peronista, que giró de una postura de marcado anticomunismo y
acercamiento a los Estados Unidos, a la denuncia del conflicto como un producto
del imperialismo norteamericano.
Palabras-Clave: Guerra de Corea, Peronismo, Partido Comunista,
Movimiento por la Paz, Guerra Fría.
Abstract
The present work
reconstructs the historical conjuncture that, towards July 1950, faced the
government of Juan Domingo Perón with a number of workers, students and women
demonstrations caused by the possibility of an Argentine participation in the
Korean War (1950-1953 ). This armed conflict, and its repercussions in the
country, has so far not received a specific approach by local historiography. Conversely, vast international
bibliography can be observed on this matter, which will be briefly presented in
the present work. Instead, the present analysis
will focus mainly on the analysis of the changes in Argentine foreign policy
motivated by the aforementioned mobilizations and the role played in them by
the networks and associations linked to the Communist Party of Argentina. The
success of this mobilization strategy under the banner of the Movement for
Peace would effectively redefine Peronist foreign policy, which moved from a
position of marked anti-communism and an approach to the United States, to
denouncing the conflict as a product of North American imperialism.
Key-Words: Korean War, Peronism,
Communist Party, Cold War, Peace Movements.
Introducción
El presente trabajo tiene como objetivo reconstruir las
disputas por la política externa del gobierno de Juan Domingo Perón que se
manifestaron en las calles de Rosario y Buenos Aires en una coyuntura poco
visitada por la historiografía local, como fue el momento de discusión en torno
a la posible participación argentina en la Guerra de Corea (1950-1953).
El estallido de las hostilidades en la península
coreana marcó, a nivel global, un punto de referencia ineludible en la historia
de la Guerra Fría, en tanto el mismo fue rápidamente interpretado desde la
clave del enfrentamiento indirecto entre las superpotencias del mundo bipolar.
La posibilidad de una escalada del conflicto que arrastrara a estadounidenses y
soviéticos a una guerra abierta, el papel de la Organización de Naciones Unidas
(ONU) en la primera intervención militar sancionada por su Consejo de
Seguridad, el ascenso de la China comunista como un actor central en el teatro
asiático, los esfuerzos propagandísticos realizados en Occidente para movilizar
a la opinión pública en apoyo de una guerra que se percibía como
"lejana" en más de un sentido, y la puesta a prueba de la capacidad estadounidense
para liderar un bloque continental unido y cohesionado fueron todos elementos,
a su vez, que permitieron a la historiografía extranjera insertar a la Guerra
de Corea en discusiones sobre el mundo de la Guerra Fría que excedían con
creces el estudio del conflicto armado en sí mismo. Como se tratará de
demostrar en las siguientes páginas, una línea de estudios similar se encuentra
pendiente en la Argentina, aún cuando sus aportes a la historiografía local
podrían ser extremadamente fructíferos.
Lo dicho previamente puede ser aplicado también a los
estudios sobre el peronismo, campo en el que la coyuntura aquí presentada no se
ha problematizado a pesar de la importancia que la discusión en torno a Corea
terminó teniendo para el diseño de la política exterior de las primeras presidencias
de Perón. Así, se buscará argumentar que, en este punto, durante el primer
peronismo no sólo no se observa un proceso de regimentación y centralización
que habría ahogado la vida asociativa y autónoma de la sociedad civil, sino que
por el contrario, aún los alineamientos internacionales del país se encontraban
abiertos a una disputa política que excedía largamente a los elencos
gobernantes y que se gestaba desde la propia dinámica asociativa de la sociedad
civil y política[1].
En este sentido, muchas de las posiciones adoptadas por el gobierno de Perón
pueden ser leídas, antes que como imposiciones del vértice político sobre las
bases, como respuestas y reacciones componedoras frente a un escenario
socio-político que distaba de estar libre de disidencias, conflictos y pujas de
poder.
Para avanzar en esta argumentación se comenzará por
presentar un muy resumido estado de la cuestión sobre el tema, incluyendo en el
mismo algunos datos básicos sobre el conflicto en la península coreana, las
nuevas perspectivas y líneas de investigación a nivel internacional, y las
formas de inclusión de las mismas en las discusiones de la historiografía local
referidas a los estudios de la guerra, el peronismo y la historia del
movimiento comunista argentino. A continuación, se reconstruirá el contexto
político y económico en el cual se desarrollaron las conversaciones oficiales
entre la Argentina y los Estados Unidos en pos de un envío de tropas a Corea,
contexto signado por la crisis económica local y un discurso de fuerte
contenido anticomunista de parte de los cancilleres designados por Perón, con
Hipólito Paz como figura sobresaliente. Y por último, se buscará explicar el
repentino cambio de política del peronismo, recogiendo y discutiendo las
interpretaciones de sus contemporáneos y de la investigación histórica sobre el
mismo, así como sobre las movilizaciones en contra del involucramiento
argentino en la guerra y sobre el poder de movilización evidenciado en la época
por el Partido Comunista de la Argentina y las organizaciones a él vinculadas
bajo la bandera del Movimiento por la Paz.
Historia
e historiografía de la Guerra de Corea
Como en el caso de Alemania y Vietnam, el fin de la
Segunda Guerra Mundial significó la división de Corea en dos Estados
enfrentados. Según los acuerdos firmados en Yalta en febrero de 1945, el
paralelo 38 dividiría la nación coreana sobre la base de la ocupación militar
de las potencias que habían expulsado al ejército japonés, que había controlado
la península desde 1905. Al sur del paralelo, y con apoyo norteamericano, se
establecería a Syngman Rhee al frente del gobierno de la República de Corea; en
el norte, y con apoyo soviético, Kim Il Sung quedaría a cargo de la nueva
República Popular de Corea. En la Conferencia de Moscú, además de la ocupación
militar compartida, se había acordado también la creación de una comisión mixta
con el objetivo de avanzar hacia la constitución de un gobierno unificado y
democráticamente electo. Sin embargo, la resolución presentada en este sentido
por Estados Unidos en la ONU a fines de 1947 fue rechazada por la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y el resto de los países del bloque
socialista, ratificando la división de hecho del país y sentándose las bases de
la guerra cuando, en diciembre de 1948, la ONU reconoció a las autoridades
electas de Corea del Sur como el gobierno legítimo de toda la península.
La alianza que había hecho posible la derrota militar
de las potencias del Eje había entrado en crisis en la inmediata posguerra
debido a la propia situación política, económica y social de los países
liberados y ocupados por las tropas aliadas. Así, mientras la Unión Soviética
volcaba todos sus esfuerzos diplomáticos y militares en defender la esfera de
influencia que le había sido garantizada en los acuerdos de 1943-1954 (y
especialmente en Yalta), los Estados Unidos observaban con preocupación el
avance político de las fuerzas comunistas dentro y fuera de Europa, en un
contexto socio-económico que, en el espejo del período de entreguerras, se
juzgaba propicio para el crecimiento de movimientos extremistas. En este
sentido, resulta de especial importancia resaltar que la principal preocupación
del bloque occidental liderado por los Estados Unidos (y, como se verá a
continuación, dentro del cual se debate el primer gobierno de Perón) no era la
capacidad operativa del Ejército Rojo sino más bien la posibilidad de la
encarnación del comunismo entre las masas. Es la agresiva política de
contención ensayada por el Departamento de Estado norteamericano para hacer
frente a este desafío la que terminará de quebrar la alianza construida durante
la guerra[2].
Ya desde fines de 1947, por su parte, los acuerdos
pactados para el retiro de tropas extranjeras y la reunificación de Corea
resultaron víctimas de la nueva "Doctrina Truman" de contención al
avance del comunismo internacional. A partir de las elecciones de ese año, la
retórica del propio presidente Rhee se apoyó fuertemente en la promesa de la
conquista militar de la capital norcoreana, Pyongyang, y fue acompañada por una
campaña represiva que generó graves denuncias de violaciones a los derechos
humanos en un contexto de extrema violencia política. Sólo en las semanas
previas a los comicios de 1948, más de seiscientas personas fueron asesinadas
por agrupaciones de izquierda y de derecha. Finalmente, el 25 de junio de 1950
más de setenta mil soldados norcoreanos atravesaron el paralelo 38 en cuatro
puntos distintos. Las autoridades de Pyongyang justificaron la ofensiva en la
necesidad de adelantarse a un ataque surcoreano que se consideraba inminente.
Pero este argumento no pudo ser llevado al foro internacional de la ONU: por
una disputa que se estaba desarrollando en paralelo[3] y a modo de boicot, la
Unión Soviética se había retirado temporalmente de la institución. Así, la
incapacidad soviética de ejercer su derecho a veto le permitió a los Estados
Unidos intervenir en Corea bajo la bandera de Naciones Unidas y promover la
movilización de los países del hemisferio occidental con el argumento de la
defensa de la legalidad internacional.
En América, Estados Unidos buscó coordinar este apoyo
a través de los acuerdos de cooperación y defensa mutua firmados a partir de
1945, principalmente los compromisos interamericanos acordados en el Acta de
Chapultepec[4]
en febrero y marzo de ese año, y posteriormente ratificados y extendidos en la
Conferencia de Río de Janeiro de septiembre de 1947, en la que se firmaría el
Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Desde Washington se
recurrió a este tratado, aunque sin demasiado éxito, para movilizar el apoyo
latinoamericano en las operaciones militares de la ONU en Corea, lideradas por
los Estados Unidos y sostenidas mayoritariamente con sus propias tropas y
recursos luego de la rápida derrota del ejército surcoreano a manos de sus
contrapartes norcoreanas. Las condiciones para la participación latinoamericana
en esta intervención, sin embargo, incluían la adaptación de sus estructuras de
mando y de sus equipamientos a las normas estadounidenses, dentro de una
política mayor que perseguía la uniformación de armas, equipos, entrenamiento y
formas de organización militar continental bajo los parámetros de la tradición
y la industria estadounidense, establecidos por una Junta Interamericana de
Defensa. Estos condicionamientos sumaron un punto de tensión extra con los
elementos nacionalistas que, dentro y fuera de las Fuerzas Armadas de los
países latinoamericanos, se resistían al aumento de la influencia de Estados
Unidos en la región.
Mientras que cada uno de los aspectos de la Guerra de
Corea, sólo muy superficialmente descriptos previamente, continúa hasta la
actualidad motivando nuevas investigaciones en la historiografía internacional,
al menos sobre un punto existe consenso académico: el enfrentamiento marcó un
punto de quiebre en las dinámicas internacionales de la posguerra, globalizando
y militarizando la competencia entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, y
dando una nueva forma a la Guerra Fría[5]. En las primeras dos
décadas después del conflicto, pocas investigaciones académicas occidentales
buscaron desafiar el sentido que el presidente Harry Truman y su Secretario de
Estado, Dean Acheson, le habían adjudicado en 1951: un avance del comunismo
internacional, que finalmente habría pasado de la táctica de la subversión
encubierta a una invasión militar abierta, y que debía ser contenida. En la
década de 1970, sin embargo, estos análisis experimentaron una profunda renovación
gracias a la apertura de archivos oficiales estadounidenses previamente
clasificados, que permitieron recuperar la centralidad de diversos factores
domésticos (coreanos) en el estallido y el desarrollo de la guerra. De manera
similar, tras la disolución de la Unión Soviética en la década de 1990 se
abrieron a la indagación académica diversos documentos oficiales referentes a
la actuación del Kremlin en Corea, lo que supuso un nuevo impulso a la
renovación historiográfica.
A pesar de haber sido caracterizada durante décadas
como "la guerra olvidada"[6], en la academia
estadounidense el tema ha tenido en los últimos años un desarrollo destacado,
en parte por ser los Estados Unidos el país que, fuera de las dos Coreas y
China, más recursos invirtió y mayores pérdidas humanas sufrió en el conflicto.
Así, la producción historiográfica de este país en las últimas décadas ha permitido
que las investigaciones superen la perspectiva de la historia militar y de la
política exterior para adentrarse en los más diversos aspectos de la guerra,
sus causas y consecuencias económicas, políticas, sociales y culturales. El
interés académico estadounidense por este conflicto radica, además, en el lugar
que el mismo ocupa dentro de una cronología más amplia de la Guerra Fría y de
las transformaciones culturales que la misma impuso sobre el conjunto de la
sociedad civil[7].
En los trabajos antes citados se recurre a una
historia de la cultura como recurso mediante el cual recuperar diversas formas
de resistencia y reflexión popular respecto a la guerra, distintas a las de la
cultura letrada de intelectuales y políticos, y mostrar a la vez los límites
efectivos de la propaganda y las diversas tentativas gubernamentales para
conseguir apoyo social para el esfuerzo bélico[8]. Estudios similares han
abordado otros casos nacionales de países que también participaron de la
guerra, comparando, por ejemplo, la construcción de una "identidad
occidental" en los Estados Unidos y Gran Bretaña frente al espejo coreano[9]. Más cercano al proyecto
que aquí se propone, sin embargo, resulta el caso de Colombia, único país
latinoamericano que respondió el llamado de Naciones Unidas y efectivamente
envió tropas a Corea. Sobre este particular caso, Atehortúa Cruz reconstruyó las
lógicas estatales que llevaron al gobierno de Laureano Gómez (1950-1951) a
negociar con Estados Unidos el envío de tropas a cambio del acceso a armamento
moderno que pudiese volcarse a la represión del conflicto interno en el
contexto del período de "La Violencia" colombiana. Pero el mismo
trabajo contrapone, a la vez, estas lógicas políticas y estatales con una
mirada "desde abajo", que recupera las motivaciones, resistencias y
representaciones sobre la guerra de los oficiales y soldados que efectivamente
participaron de ella, y que en la mayoría de los casos difiere por completo de
las justificaciones promovidas por el Estado y el debate político/intelectual
de la época[10].
En contraste con lo antes expuesto, en tanto
finalmente la Argentina no enviaría tropas de ningún tipo a Corea, esta guerra
ha recibido muy poca atención por parte de investigadores argentinos. Así, el
tema no está presente en las investigaciones locales abocadas a la historia de
la guerra: esta ausencia puede observarse en la compilación de estudios sobre
las guerras del siglo XX realizada por María Inés Tato[11], en la realizada por Federico
Lorenz, que abarca desde las guerras guaraníticas de mediados del XVIII hasta
la Guerra de Malvinas[12], y también en programas
de investigación de la sociología de la guerra, como por ejemplo los presentes
en los distintos números de la revista Cuadernos de Marte[13]. Pero aunque en ella no
hayan combatido tropas argentinas, la Guerra de Corea podría insertarse de
todas maneras en una genealogía de estudios que se han ocupado de analizar, en
palabras de María Inés Tato, "la movilización cultural de la opinión
pública" y la sociedad civil argentina frente a la guerra[14]. Desde la perspectiva de
la historia social y cultural, estos trabajos han abordado ya la Guerra del
Paraguay, la Primera Guerra Mundial, la Guerra Civil Española y la Segunda
Guerra Mundial[15],
por contar sólo aquellos abocados al período que corre entre la Organización
Nacional y la Guerra de Corea de 1950.
Desde esta perspectiva, el impacto de la guerra no
puede reducirse sólo a aquellas poblaciones que participaron físicamente de la misma: sin buscar
establecer una falsa equivalencia con la experiencia de quienes efectivamente
combatieron en territorio coreano, la guerra representó un punto de referencia
significativo en la construcción política de los movimientos políticos que
debieron sentar una posición frente a las mismas. Esta relación entre política
exterior y construcción política interna puede constatarse en la producción
internacional previamente citada pero, como se buscará demostrar a
continuación, vale también para el caso argentino. Por un lado, porque los
cambios en términos de política exterior, a los que el gobierno de Perón se vio
forzado como consecuencia del rechazo popular a la guerra, aún no han sido
suficientemente problematizados en los análisis del período como un tema en sí
mismo. Y por otro lado, porque en el origen de este cambio pueden medirse los
resultados de la actuación política de diversas organizaciones movilizadas en
torno a la consigna de la no-intervención en el conflicto coreano, pero que en
términos más generales respondieron a una estrategia de construcción política
impulsada principalmente por el Partido Comunista de la Argentina (PCA).
Hipólito
Paz, la negociación con Estados Unidos y la respuesta del PCA
El estallido de los combates en la península coreana
encontró al gobierno argentino abocado a la tarea de reparar la relación
diplomática con los Estados Unidos, aún resentida como consecuencia de la
neutralidad argentina durante la Segunda Guerra Mundial y de las posiciones
autonomistas, cuando no de abierto enfrentamiento, que habían caracterizado a
la política exterior del país en su relación con Washington en años previos, y
que parecía consolidarse bajo el gobierno peronista a través de la noción de la
"Tercera Posición". Para el propio gobierno peronista, sin embargo,
la crisis económica que golpeó al país a partir de 1949 puso de manifiesto la
necesidad de un acercamiento a los Estados Unidos, única potencia capaz de
sostener el flujo de divisas e importaciones de bienes de capital necesario
para apuntalar el proceso de industrialización local[16]. En esta instancia, el
estallido de la Guerra de Corea parecía ofrecerse como una oportunidad ideal
para ensayar un realineamiento de la política exterior argentina, que le
permitiera al gobierno de Perón acercar posiciones con Washington. Así, si bien
la delegación argentina había participado de la Conferencia de Río, en la que
el conjunto de los países del continente habían aceptado el liderazgo
estadounidense en materia de defensa y sentado las bases del TIAR, el gobierno
de Perón recién envió dicho tratado para su ratificación por la Cámara de
Diputados en 1950 (el Senado argentino lo
había aprobado en 1948), apenas dos días después de comenzado el conflicto
coreano y como respuesta a las renovadas presiones norteamericanas tendientes a
alinear al conjunto de los países americanos detrás de su política
anticomunista.
La predisposición del gobierno argentino a colaborar
con la intervención de la ONU en Corea ha sido tradicionalmente interpretada
por la historiografía como un elemento más de este intento de acercamiento a
los Estados Unidos. Puede trazarse, en este sentido, un paralelismo con el caso
colombiano, en el que el compromiso militar se había utilizado como moneda de
cambio para el apoyo estadounidense en términos políticos, económicos y de
equipamiento militar. Así, en palabras de Potash:
Mientras la Argentina
se volvía hacia Gran Bretaña para cumplir con el principal objetivo de la
Fuerza Aérea, su política de adquisición de armas para el Ejército siguió
basándose en la premisa de que, tarde o temprano, las relaciones con los
Estados Unidos volverían a la normalidad total. El gobierno de Perón estaba
comprometido a reequipar el Ejército -dentro del marco referencia del pacto de
defensa hemisférico promulgado en el acuerdo de Chapultepec- y a emprender el
programa de uniformación de armas, entrenamiento y organización recomendado por
la Junta Interamericana de Defensa[17].
Aun teniendo en cuenta el carácter
"pendular" de la política exterior argentina durante el período, que
supo utilizar la Tercera Posición para aumentar su "poder de regateo"
frente a Washington[18], esta postura no
representó necesariamente una contradicción de las posiciones previas del
peronismo en relación al "comunismo internacional". Ya en la
mencionada Conferencia de Río, Juan Atilio Bramuglia, Ministro de Relaciones
Exteriores entre 1946 y 1949, había propuesto a la delegación estadounidense un
"acuerdo anticomunista secreto" que nunca llegaría a firmarse, y
había asegurado a los enviados de Washington: "En todo caso, la Argentina
participará desde el principio en toda guerra contra Rusia apoyando a los
Estados Unidos", y que "toda insinuación en sentido contrario sólo
obedecía a necesidades del consumo interno"[19]. Hipólito Paz, que
reemplazó a Bramuglia en la Cancillería entre 1949 y 1951, sería un partidario
aún más ferviente de este alineamiento internacional con los Estados Unidos, y
en el contexto de la Guerra de Corea buscaría llevarlo a la práctica a través
del envío de un contingente militar al frente de batalla[20]. En esa coyuntura, el
propio Perón declaraba a la prensa: "Yo soy profundamente partidario de la
paz, pero no al precio del comunismo". Y en los más altos círculos del
gobierno peronista, la discusión posterior a la convocatoria de la ONU parecía
girar en torno a una cuestión de procedimiento; esto es, si el Poder Ejecutivo
contaba con la atribución constitucional de enviar un cuerpo expedicionario
argentino al extranjero, o si legalmente dicha decisión debería pasar por el
Parlamento[21].
En una entrevista ofrecida en octubre de 1998, Paz
recordaría que él mismo había redactado el borrador de un decreto que
"incluía todos los puntos a tener en cuenta a la hora de un envío de
tropas" a Corea, de una manera "muy fácil y barata" y con un
"contingente de voluntarios que iban a ir felices, porque les íbamos a
pagar muy bien". Y agregaba que: "Era, ante todo, un gesto simbólico.
Los americanos estaban enloquecidos con la idea"[22]. El embajador argentino
en los Estados Unidos, Jerónimo Remorino (que en 1951 intercambiaría con Paz la
embajada en Washington por el cargo de Canciller), habría estado "feliz
con la idea" y el propio Perón habría aprobado el borrador, con algunos
cambios menores de su propio puño y letra. Sin embargo, esta "oportunidad"
para un "reacomodamiento de nuestras relaciones con los Estados
Unidos" habría sido desaprovechada con el posterior cambio de idea de
Perón[23]. De hecho, apenas unos
días después de las gestiones rememoradas por Paz, Perón afirmaba públicamente
su rechazo a cualquier participación argentina en la guerra y desde su gobierno
se denunciaba, incluso, el carácter imperialista de la misma.
En consonancia con este nuevo discurso, fuertemente
crítico respecto a la intervención de Estados Unidos en el conflicto coreano,
los representantes argentinos en la Asamblea de Naciones Unidas llegarían
incluso a votar en contra de autorizar a las tropas de MacArthur el cruce del
paralelo 38[24].
De un discurso marcadamente anticomunista como el que había caracterizado al de
los primeros años del peronismo en el poder, se pasaba ahora a una lectura del
enfrentamiento en Corea desde una perspectiva antiimperialista de condena de la
Doctrina Truman en Asia, verdadera responsable de la guerra. Son numerosas las
fuentes que ofrecen testimonios de época sobre este giro discursivo. El propio
Perón, a través del seudónimo de "Descartes", desarrolló en detalle
esta idea en columnas semanales de opinión publicadas en el diario Democracia. En las mismas, el presidente
exponía su pensamiento sobre la posibilidad o la inminencia de una Tercera
Guerra Mundial que enfrentaría a los Estados Unidos con la Unión Soviética, y sobre
la necesidad de preparar la economía nacional para hacer frente a aquella
situación que, como en los conflictos mundiales previos, estaba destinada a
interrumpir el comercio internacional y exigiría del país un elevado grado de
autarquía industrial[25]. Manteniendo la
equidistancia respecto a los bandos enfrentados, Perón ahora observaba en la
guerra, antes que una cruzada anticomunista o una oportunidad de acercamiento a
los Estados Unidos, un desafío para el desarrollo económico argentino.
La denuncia de la política exterior del presidente
Truman fue común en publicaciones oficiales como Hechos e Ideas[26]. Y en 1952 se publicaba
el libro La Guerra de Corea, una
compilación de artículos de tres autores extranjeros profundamente críticos de
la intervención estadounidense en Asia: Dzelepy, un ex diplomático checo;
Stone, un "periodista liberal norteamericano" del periódico New Republic, y Bourdet, "que
dirigiera el memorable Combat parisino
en los días de la Liberación, [y que] asume hoy, desde L´Observateur, la dirección del movimiento neutralista en
Francia"[27].
En la "Nota Liminar" que prologa la compilación, los editores
destacan la naturaleza de "conflicto civil" de la Guerra de Corea,
que sólo a través del "fraude informativo norteamericano" puede
comprenderse como crisis internacional. A la vez, se destaca el liderazgo
latinoamericano de Perón y de la Argentina en las Conferencias Panamericanas, y
se contrapone la política neutralista del país con la actuación de Colombia,
que sufría a causa de un gobierno que "llegó al poder por el crimen
político"[28].
La explicación para este abrupto cambio en el discurso
y la política de alianzas del peronismo, en momentos en que la crisis económica
aún no había sido superada, no podría agotarse en la referencia a las luchas
intestinas dentro de la coalición gobernante, tal como argumenta Potash.
Principalmente porque el autor no ofrece mayores precisiones sobre las formas
específicas en que se habría manifestado esta "rebeldía" de los
sectores más nacionalistas del gobierno y las Fuerzas Armadas, que habrían
rechazado los intentos de Perón y sus cancilleres por acercar posiciones con
Washington[29].
Tampoco puede explicarse únicamente mediante la referencia al carácter pendular
de la política exterior peronista y al "tira y afloje" que, en
palabras de Morgenfeld[30], formaba parte de la estrategia
de negociación con los Estados Unidos: de hecho, existió una negociación con
los Estados Unidos en torno a la participación argentina en el conflicto
coreano, pero el giro en el discurso del peronismo vino a representar el
quiebre de dicha negociación. En palabras del propio Paz:
En conversaciones que tuve [con funcionarios norteamericanos sobre
Corea] logramos al final una fórmula, de que se mandarían tropas siempre y
cuando un plebiscito así lo determinara, con lo cual los americanos se quedaron
muy contentos, aunque sabíamos que esa aprobación no ocurriría[31].
Dicho plebiscito tampoco se efectuaría. Y tal como
Potash y Morgenfeld reconocen (aunque como un elemento secundario dentro de sus
respectivas reconstrucciones del período), el giro en la estrategia oficial no
se habría concretado sin la presión de las manifestaciones populares en rechazo
a la participación argentina en la guerra. Y estas manifestaciones populares,
como observaron los elencos gobernantes en la época, tampoco escaparon a la
lógica propia de las relaciones internacionales en el contexto global de la
Guerra Fría.
Efectivamente, frente a las presiones de los Estados
Unidos tendientes a movilizar un apoyo continental a la intervención en Corea,
el bloque soviético respondió con un reforzamiento del llamado Movimiento por
la Paz, que buscó preservar la no-intervención en el conflicto. En respuesta a
la Doctrina Truman y el Plan Marshall, en una reunión celebrada en septiembre
de 1947 en Polonia, los partidos comunistas de la URSS, Yugoslavia, Polonia,
Hungría, Checoslovaquia, Rumania, Bulgaria, Francia e Italia formalizaron la
ruptura de la política de frentes nacida como consecuencia de la Segunda Guerra
Mundial y fijaron nuevas estrategias para el escenario global de la Guerra
Fría. Así, retomando los tópicos, sensibilidades y estructuras de los
antiguos movimientos antifascistas, los
partidos comunistas sustituirían el
combate por la revolución por la resistencia anti-imperialista y la
lucha por la paz[32].
Esta lucha se formalizó con la creación de un Consejo Mundial por la Paz, que a
su vez se replicaría en una multitud de organizaciones a escala nacional.
Si, como plantea Adriana Petra, los "avatares del
Movimiento por la Paz fueron, en la Argentina como en el resto del mundo, un
espejo de las necesidades políticas de la Guerra Fría", resulta lógico que
el período 1950-1953, coincidente con la Guerra de Corea, haya sido el más
activo para el movimiento en la década del cincuenta, tanto a nivel nacional
como internacional[33].
Obreros,
mujeres y estudiantes salen a las calles en repudio a la guerra
Las primeras tratativas encaminadas a llegar a un acuerdo
con los Estados Unidos para el envío de tropas argentinas a Corea tomaron
carácter público a principios de julio de 1950 y desataron diversas
manifestaciones de protesta, tanto de sectores enfrentados como de aliados de
la gestión peronista. Lo que es más, a los trascendidos sobre las
conversaciones entre el embajador Remorino y el Secretario de Estado, Dean
Acheson, se le sumarían luego rumores que suponían que esta alianza militar era
uno de los requisitos exigidos por Washington para la aprobación de un crédito
del Banco de Exportación e Importación (Eximbank) estadounidense, que el
peronismo estaba negociando en forma paralela. En consecuencia, en varias
ciudades del país se observaron marchas que manifestaron el rechazo popular al
involucramiento argentino en la guerra y que, efectivamente, lograron ejercer
la suficiente presión para que el gobierno alterara su política exterior. Y
este rechazo al involucramiento en el conflicto coreano abarcaba tanto a los
trabajadores sindicalizados que formaban la columna vertebral del movimiento
peronista, como a un movimiento estudiantil históricamente enfrentado al mismo
y que había sabido convertirse en un símbolo de lo "antinacional"
para buena parte de las bases del peronismo[34].
El 17 de julio, en una reunión realizada en el Teatro
Colón bajo los auspicios de la CGT, Perón aseguró que, respecto a este tema, él
haría "lo que el Pueblo quisiera"[35]. A la mañana siguiente
los obreros de los talleres del Ferrocarril Mitre de la localidad de Pérez, en
las afueras de Rosario, decidieron convocar a una huelga y marchar al centro de
dicha ciudad, en la que convocaron a una reunión mayor a tener lugar en la sede
de la Unión Ferroviaria. Esta respuesta llevó a muchos observadores de la época
(incluido el Departamento de Estado norteamericano) a ver detrás de estas
manifestaciones la mano de Perón, que las habría utilizado para retirarse de
las negociaciones con Estados Unidos en respuesta a las "demandas
populares"[36].
El argumento es taxativamente rechazado por Paz en la entrevista antes citada.
Y en cualquier caso, tampoco queda claro cuál sería el motivo para el cambio de
opinión de Perón si se retira de la ecuación el rechazo popular a la
intervención en Corea, que Paz señala como el único motivo que habría movido a
Perón a rechazar el plan de su autoría.
Las manifestaciones, por su parte, estaban lejos de
ser una simple "escenificación" de protesta. La conducción de la
Unión Ferroviaria trató, sin éxito, de disolver la reunión convocada por las
bases del sindicato, a cuyas columnas se fueron sumando empleados de la firma
Minetti y Cía y otras personas sin afiliación específica interpeladas por el
reclamo. También trató de contener a los manifestantes, y también sin éxito, el
ex senador por el peronismo Demetrio Figueiras. Finalmente, la marcha sería
dispersada por la policía, y no sin un saldo de heridos y detenidos entre las
columnas que llevaban carteles con las imágenes de Eva y de Perón. Más tarde la
gerencia del Ferrocarril Mitre sometió a sumario y separó de sus cargos a
quienes juzgó como los líderes de la movilización. Y ese mismo día el titular
de la Unión Ferroviaria, Pablo Carnero López, viajó desde Buenos Aires para
realizar en Rosario, por la noche, una Asamblea Extraordinaria en la que se responsabilizó
a "grupos minoritarios" de los hechos ocurridos y se ratificó la
adhesión del gremio a la conducción de Perón. Otros sindicatos, como la Unión
Obrera Metalúrgica y la Unión Obrera Molinera Argentina, emitieron similares
comunicados llamando a la "lealtad" del movimiento obrero. La
Delegación Regional de la CGT, por su parte, llamó a los trabajadores a
"demostrar ahora su disciplina y su acatamiento a los organismos sindicales"
y a no dejarse engañar por los "emboscados"[37].
También Paz recordaría más tarde estos hechos en una
clave conspirativa, señalando que las manifestaciones habían sido
"programadas" y "dirigidas" por la URSS[38]. Pero si la denuncia de "grupos
minoritarios", "emboscados" y conspiraciones comunistas podía
funcionar como un mecanismo para obviar las contradicciones y tensiones
surgidas desde las propias bases de la coalición gobernante, en este contexto
histórico específico estas acusaciones actuaban sobre una realidad política
efectiva. A partir de 1946 el PCA había abandonado el esquema de oposición
directa al peronismo como un "nazi-fascismo" a ser enfrentado por un
frente democrático, y en cambio había adoptado "una retórica que criticaba
las prácticas gubernamentales utilizando la lógica y el discurso de la
propuesta peronista"[39]. Así, siguiendo la teoría
de Gramsci sobre la "guerra de posiciones" antes que "de
movilización", Acha observa que en la época el PCA dio un lugar central
dentro de su estrategia de construcción política a la táctica de activación
barrial, buscando tensionar la política de justicia social del gobierno para
obligarlo a mostrar sus contradicciones[40]. El Movimiento por la
Paz, y su capacidad de movilización de sectores obreros, fue un ejemplo
particularmente exitoso de esta activación de las redes del asociacionismo de
la sociedad civil.
En la Ciudad de Buenos Aires también hubo
manifestaciones y, aunque los diarios registran que las mismas movilizaron a
menos personas que en Rosario, tuvieron la particularidad de reunir también a estudiantes
universitarios y mujeres. Desde el mismo momento de la campaña electoral que le
daría la presidencia a Perón, el movimiento estudiantil (principalmente en
Buenos Aires pero también en La Plata y otras ciudades) fue un actor central de
la oposición al gobierno durante todo el período, y en las protestas por el
posible involucramiento argentino en la Guerra de Corea llegaría al extremo de
ver asesinado a uno de sus dirigentes estudiantiles, Jorge Calvo, a manos de la
Sección Especial de Represión al Comunismo de la Policía Federal[41]. Muy heterogéneo en su composición
interna (que reunía sectores reformistas, humanistas, católicos, socialistas,
radicales, etc.), este grupo encontró un elemento de unidad en la oposición a
lo que consideraba el "nazi-fascismo" peronista[42]. Y en el recuerdo de
estos antiguos estudiantes, el rechazo a la participación argentina en la
Guerra de Corea es un hito en esta lucha contra lo que consideraban un régimen
autoritario y un cuerpo extraño a los claustros universitarios, que había
irrumpido a los mismos como un invasor[43].
Los antiguos estudiantes que dejaron testimonio oral
de sus experiencias en el período recuerdan, no sin cierto humor, los carteles
en la vía pública en los que se los acusaba, con nombre y apellido, de recibir
"rublos" por su militancia antiperonista[44]. El propio jefe de la
Policía Federal hacía explícita esta acusación, caracterizando a estos
manifestantes como una "quinta columna alquilada al imperialismo
soviético" que engañaba a los incautos con falsos rumores y campañas, y
"de esta manera se produce confusión y la policía debe intervenir contra
mujeres y pacíficos ciudadanos"[45]. La referencia al arresto
de mujeres, por su parte, remite un operativo policial realizado en las
inmediaciones del Congreso Nacional el día 19[46] y a al rol protagónico
que había jugado en la movilización de esa fecha la Unión de Mujeres de la
Argentina (UMA), organización también apadrinada por el PCA.
Adriana Valobra reconstruye la historia de la UMA,
creada en 1947 a partir de la experiencia de la Junta de la Victoria
(1941-1943) y, como aquella, impulsada principalmente por el PCA, aunque
abierta a un público femenino de muy variadas afiliaciones políticas, cívicas y
religiosas. Este heterogéneo universo de mujeres provenientes del catolicismo,
la militancia de izquierdas o incluso el propio peronismo, encontraba un punto
de convergencia en el discurso en favor de la paz desde el lugar apolítico de
"la madre", que ya había sido ensayado en ocasión de la Guerra Civil
Española. Si bien la autora relativiza la imagen de la UMA como un simple
"satélite" del PCA que se habría utilizado para "camuflar"
sus actividades partidarias bajo supuestas manifestaciones espontáneas, lo
cierto es que la función directiva del Partido fue central en la acción de este
grupo; hacia 1949 ya habían concluido los "años formativos" de la UMA
y ésta se enfrentaba a una escalada represiva por parte del Estado, que
reprimía sus manifestaciones, clausuraba sus locales y perseguía a sus
dirigentes[47].
Marina Kabat también ha trabajado la represión peronista hacia estas agrupaciones
de mujeres, y más específicamente a aquellas movilizadas debido a la Guerra de
Corea; como en los casos antes citados, también ella señala la importancia del
liderazgo comunista como motor de las protestas en Rosario y Buenos Aires[48]. El impacto social de la
represión a este grupo de mujeres terminaría de consolidar la eficacia de esta
intervención del PCA, que pocos días después se vería reflejada en el abrupto
cambio de política del gobierno de Perón.
Conclusiones
y comentarios finales
En las líneas previas se ha buscado presentar las
circunstancias históricas en las que el debate sobre el posible involucramiento
de la Argentina en la Guerra de Corea tomó forma en el país en julio de 1950. Y
aunque las múltiples aristas del tema no pueden ser agotadas por un trabajo de
las características del aquí presentado, el objetivo del mismo ha sido realizar
una primera aproximación a la problemática y señalar puntos de interés para
futuras investigaciones, que exceden a la historia y la sociología de la
guerra, y que ponen en diálogo a la misma con los estudios sobre el peronismo,
el comunismo argentino y la Guerra Fría global. Desde esa perspectiva, la
Guerra de Corea, que podría parecer irrelevante para la historia de la política
exterior argentina desde el mismo momento en el que el país se declaró neutral,
adquiere un nuevo interés y se presenta como un momento de emergencia de
dinámicas políticas de más largo aliento.
Como pudo observarse en las páginas previas, aún en
las maneras de interpretar los sucesos observados, las lógicas propias de la
Guerra Fría comenzaban a construir un sentido común y proyectaban, a futuro, la
posibilidad de un tipo de discurso que sería central en la relación entre el
peronismo y las izquierdas en las décadas venideras. Para el caso específico de
las discusiones sobre la potencial participación argentina en la Guerra de
Corea, éstas se hicieron patentes en las calles de Rosario y Buenos Aires a
través de multitudinarias manifestaciones en repudio a las negociaciones
oficiales con Washington. Y estas marchas fueron protagonizadas por sectores
tan diversos (y en los términos políticos de la época, tan alejados) como la
CGT y el movimiento estudiantil universitario y organizaciones de mujeres
movilizadas bajo la bandera de la paz mundial. Una convergencia que, si bien
muy rápidamente desactivada por el gobierno de Perón, remite a prácticas más
fácilmente asociadas en la memoria social a los "largos sesentas" que
al año 1950.
No se pretende aquí proponer una hipótesis de historia
contrafáctica, sino señalar que la desactivación de estas movilizaciones
implicó grandes costos y una redefinición de políticas centrales del primer
gobierno peronista. De hecho, en las jornadas de protesta por la posible
participación argentina en la guerra puede observarse una convergencia entre
obreros y estudiantes que, a simple vista, parecería más típica de los sesenta
que de 1950. No se trata aquí de establecer una genealogía de continuidades o
rupturas radicales: por supuesto, en los sesenta esta convergencia responde a
un abanico de reivindicaciones comunes que tienen como centro (pero que no se
agotan en) el reclamo por el retorno de Perón, mientras que en 1950 el fenómeno
parecería ser más coyuntural y reactivo. Lo que aquí se busca destacar es que
esta convergencia no tuvo una sobrevida dentro del período peronista en buena
medida por la propia reacción del gobierno de Perón, que supo desactivar esta
experiencia aún a costa de rediseñar aspectos centrales de su política exterior.
Y es en este punto, finalmente, que se observa la
forma en que la política del primer peronismo se encontraba abierta a las pujas
de poder y las negociaciones con un número significativo de actores de la
sociedad civil. A diferencia de aquellas perspectivas que observan en el
período un cierre del espacio público y el avance indiscutido del Estado sobre
todos los antiguos espacios de actividad política autónoma, el gobierno
peronista se muestra como una construcción y una reconstrucción permanente en
relación a una base de sustento de gran fluidez en la época. Diversas figuras y
agrupaciones políticas, en este sentido, utilizaron el discurso peronista para
poner en tensión las políticas del propio gobierno de Perón y mostrar sus
límites y contradicciones: la coyuntura de la Guerra de Corea (como luego las
discusiones por la participación extranjera en la producción petrolera o por la
necesidad de un aumento de la productividad del trabajo industrial) ofreció una
oportunidad ideal en este sentido. El PCA supo observar esta dinámica y
capitalizarla para, en la lógica propia de la Guerra Fría, oponer a las
presiones y ofertas de Washington su apoyo a una movilización popular y
múltiple en defensa de la paz. Este elemento no puede ser obviado a la hora de
pensar el cambio de rumbo de la política exterior del gobierno de Perón, con
todas sus consecuencias de corto y mediano plazo.
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y Americana "Dr. Emilio Ravignani", UBA - CONICET.
[1] Para una discusión
historiográfica en torno a estas lecturas del primer peronismo, ver: Acha, O.
(2004). "Sociedad civil y sociedad política durante el primer
peronismo". Desarrollo Económico
n° 174 (pp. 199-229). Buenos Aires.
[2] Hobsbawm, E.
(1999). Historia del siglo XX. Buenos
Aires: Crítica, pp.
234-246.
[3] La misma tuvo como centro el
asiento reservado para China en el Consejo de Seguridad de la ONU, que era
reclamado a la vez por la China Popular y por la República de China en Taiwán,
ya que ambos gobiernos se consideraban los legítimos representantes del
conjunto del territorio. Como forma de protesta y presión frente al
no-reconocimiento occidental al gobierno de Mao Tse-Tung, los representantes de
la Unión Soviética se retiraron del Consejo.
[4] Esta reunión de Estados
americanos se realizó en los últimos meses de la guerra, cuando la victoria
aliada parecía ya asegurada, y su objetivo de más largo plazo era la
constitución de una nueva arquitectura de instituciones y tratados
continentales diseñados por los Estados Unidos, que se completaría con la
creación de la Organización de Estados Americanos (OEA) en 1948.
[5]
Matray, J. (2011). "Korea´s War at 60: A Survey of the Literature". Historiographical
Review n° 1
(pp- 99-129). Chico, p. 99.
[6] Ubicada entre
dos conflictos bélicos que tuvieron un profundo impacto en la cultura,
política, economía y sociedad norteamericana, durante años el estudio de la
Guerra de Corea se vio eclipsado tanto por la exitosa participación de Estados
Unidos en la Segunda Guerra Mundial, como por su traumática derrota en Vietnam.
Para más detalles, ver: Milliken, J. (2001). The Social Construction of the Korean War: Conflict and its
Possibilities. Manchester: Manchester University Press.
[7] Ver, a modo de
ejemplo: Whitfield, S. (1996). The
Culture of the Cold War. Baltimore: The John Hopkins University Press;
Engelhardt, T. (2007). The End of Victory
Culture: Cold War America and the Disillusioning of a Generation. Massachusetts:
University of Massachusetts Press, y Kuznick, P. y Gilbert, J. (Eds.) (2010). Rethinking Cold War Culture. Washington
D.C.: Smithsonian Books.
[8]
Casey, S. (2008). Selling the Korean War:
Propaganda, Politics, and Public Opinion in the United States, 1950-1953. Oxford:
Oxford University Press.
[9] Milliken, J.
(1999). "Intervention an Identity: Reconstructing the West in Korea"
en J. Weldes, M. Laffey, H. Gusterson y R. Duvall (Eds.). Cultures of Insecurity: States, Communities, and the Production of
Danger. Minneapolis: University of Minnesota Press.
[10] A partir de los
propios testimonios de los ex combatientes y en un muy interesante trabajo de
historia oral, el autor es capaz de concluir que muchos de los
"voluntarios" que fueron movilizados a Corea, se ofrecieron para
dicho servicio principalmente como una forma de evitar ser desplegados en la
represión interna contra sus propios compatriotas. Cruz, A. (2008).
"Colombia en la Guerra de Corea". Folios
n° 27 (pp. 63-76). Bogotá.
[11] Tato, M. I.; Pires, A. P., y Dalla
Fontana, L. E. (comps.) (2019). Guerras del
siglo XX. Experiencias y representaciones en perspectiva global. Rosario: Prohistoria
Ediciones.
[12] Lorenz, F. (comp.) (2015). Guerras de la historia argentina. Buenos
Aires: Ariel.
[13] Los números consultados van del 0 al 17
(años 2010-2018). Ver: Cuadernos de
Marte. Revista Latinoamericana de Sociología de la Guerra,
Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales,
Universidad de Buenos Aires.
[14] Tato, M. (2010).
"En el nombre de la Patria: asociacionismo y nacionalismo en la Argentina
en torno a la Primera Guerra Mundial". Ponencia presentada en el XIV
Encuentro de Latinoamericanistas Españoles. Santiago de Compostela: Universidad
de Santiago de Compostela.
[15] Ver, respectivamente:
Baratta, V. (2013). La Guerra del
Paraguay y el proceso de construcción de la identidad nacional argentina
(1864-1870). Tesis de Doctorado en Historia. Buenos Aires: Facultad de
Filosofía y Letras de la UBA; Tato, M. (2010). "En el nombre de la Patria:
asociacionismo y nacionalismo en la Argentina en torno a la Primera Guerra
Mundial", op. cit.; De Cristóforis, N. y Tato, M. (Comps.) (2014). Las grandes guerras del siglo XX y la
comunidad española en Buenos Aires. Buenos Aires: Editorial de la Facultad
de Filosofía y Letras de la UBA, y Newton, R. (1995). El cuarto lado del triángulo. La "amenaza nazi" en la
Argentina. Buenos Aires: Sudamericana.
[16] Rougier, M.
(2012). La economía del peronismo. Una
perspectiva histórica. Buenos Aires: Sudamericana, pp. 138-139.
[17] Potash, R.
(1981). El ejército y la política en la
Argentina, 1945-1962: de Perón a Frondizi. Buenos Aires: Editorial Sudamericana,
p. 117.
[18] En este sentido,
el gobierno de Perón buscó conservar siempre un grado de autonomía relativa
frente a los nuevos bloques de la Guerra Fría, y así, aún en plena Guerra de
Corea, la Argentina fue uno de los pocos países del continente (los otros
fueron Uruguay y México) que mantuvieron sus lazos diplomáticos con la Unión
Soviética. Ver: Morgenfeld,
L. (2011). Vecinos en conflicto.
Argentina y Estados Unidos en las Conferencias Panamericanas (1880-1955). Buenos
Aires: Ediciones Continente, p. 357.
[19] "Comunicación
confidencial de la Embajada de Buenos Aires", agosto de 1947, citada en: Potash,
R. (1981). El ejército y la política en
la Argentina, 1945-1962: de Perón a Frondizi, op. cit., pp. 118-119.
[20] Una reconstrucción de la carrera
diplomática de Paz, y de la importancia que dentro de la misma jugaría la
relación con los Estados Unidos, puede consultarse en su autobiografía: Paz,
H. (1999). Memorias. Vida pública y
privada de un argentino en el siglo XX. Buenos Aires: Editorial Planeta.
[21] López, I. y Andersen,
D. (1998). La política exterior
peronista, la Guerra de Corea (1950-1953), y las repercusiones internas en la
Argentina. Tesis de Licenciatura en Historia. Córdoba: Facultad de
Filosofía y Humanidades - Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de
Córdoba, pp. 161-164.
[22] Ibidem, p. 194.
[23] Ibidem, pp. 194 y 198.
[24] Douglas
MacArthur, general estadounidense, había sido designado por la ONU como
Comandante Supremo de las tropas internacionales desplegadas en Corea. Luego de
derrotar a las tropas norcoreanas en el sur de la península, el cruce del
paralelo 38, finalmente autorizado por la ONU, terminaría forzando el
involucramiento del ejército chino en la guerra.
[25] Estas columnas
de opinión, publicadas entre 1951 y 1953, fueron luego reunidas en el libro:
Descartes [seudónimo de Perón, Juan Domingo] (1953). Política y Estrategia (no ataco, critico). Buenos Aires: sin datos.
[26] Comastri, H. (2014). “La Nueva
Argentina en el espejo norteamericano. Los Estados Unidos como punto de
referencia en la revista Hechos e Ideas
(1947-1951)”. Polhis. Boletín
Bibliográfico Electrónico del Programa Buenos Aires de Historia Política n°
13 (pp. 118-133). Buenos Aires.
[27] Dzelepy, E.,
Stone, I. y Bourdet, C. (1952). La Guerra
de Corea. Buenos Aires: Prensa Libre, solapa delantera.
[28] Ibidem, pp. 10-12.
[29] Potash, R.
(1981). El ejército y la política en la
Argentina, 1945-1962: de Perón a Frondizi, op. cit., p. 172.
[30] Morgenfeld, L. (2011). Vecinos en conflicto. Argentina y Estados
Unidos en las Conferencias Panamericanas (1880-1955), op. cit., p. 394.
[31] Rapoport, M.
(2015). "Hipólito Jesús Paz: De la Tercera Posición a la búsqueda de un
arreglo con Washington, 1943-1955", en Mario Rapoport (dir.). Historia oral de la política exterior
argentina (1930-1966). Buenos Aires: Editorial Octubre, p. 319.
[32] Petra, A. (2013). "Cultura Comunista y Guerra
Fría: los intelectuales y el movimiento por la paz en la Argentina." Cuadernos
de historia n° 38 (pp.
99-130). Santiago, p.
103.
[33] Petra, A. (2013). "Cultura Comunista y Guerra Fría: los
intelectuales y el movimiento por la paz en la Argentina", op. cit., pp.
124-125.
[34] Esto se observó, por ejemplo, en las
columnas obreras que apedrearon la Universidad Nacional de La Plata en las
marchas del 17 de octubre (James, D. (1987). "17 y 18 de Octubre de 1945: El
peronismo, la protesta de masas y la clase obrera argentina". Desarrollo Económico n° 107 (pp. 445-
461). Buenos Aires) y en el canto de "Alpargatas sí, libros no", pero
también en los prejuicios del movimiento estudiantil frente a una nueva
población que accedía a la educación universitaria.
[35] La
Prensa (1950) "En un Acto de la C.G.T. Aludió el
Presidente a la Actitud Internacional de la Argentina". Buenos Aires, 18
de julio.
[36] Luna, F. (1987).
Perón y su tiempo. Tomo II. Buenos
Aires: Editorial Sudamericana, p. 77.
[37] López, I. y
Andersen, D. (1998). La política exterior
peronista, la Guerra de Corea (1950-1953), y las repercusiones internas en la
Argentina. Tesis de Licenciatura en Historia, op.
cit., pp. 167-168.
[38] López, I. y
Andersen, D. (1998). La política exterior
peronista, la Guerra de Corea (1950-1953), y las repercusiones internas en la
Argentina. Tesis de Licenciatura en Historia, op.
cit., p. 194.
[39] Valobra, A.
"Partidos, tradiciones y estrategias de movilización social: De la Junta
de la Victoria a la Unión de Mujeres de la Argentina". Prohistoria, 2005, núm. 9 (pp. 67-82).
Buenos Aires, pp.72-73.
[40] Acha, O.
(2004). "Sociedad civil y sociedad política durante el primer
peronismo", op. cit., p. 206.
[41] En la misma represión sería asesinado
también el obrero metalúrgico Ángel Zelli. Ver: Petra, A. (2013). "Cultura
Comunista y Guerra Fría: los intelectuales y el movimiento por la paz en la
Argentina." Cuadernos de historia n° 38 (pp. 99-130). Santiago,
p. 127.
[42] Para una reconstrucción más detallada
sobre la actuación política del movimiento estudiantil de la Ciudad de Buenos
Aires, ver: Califa, J. S. (2014). Reforma y revolución. La radicalización política del movimiento
estudiantil de la UBA 1943-1966; Buenos Aires: Eudeba.
[43] Comastri, H. (2015). “Memorias sobre la
Universidad de Buenos Aires durante el primer peronismo (1946-1955)”. Testimonios n° 4 (pp. 65-86). Buenos
Aires.
[44] Comastri, H. (2015). “Memorias sobre la
Universidad de Buenos Aires durante el primer peronismo (1946-1955)”. Testimonios, Número 4, op. cit., p. 75.
[45] López, I. y
Andersen, D. (1998). La política exterior
peronista, la Guerra de Corea (1950-1953), y las repercusiones internas en la Argentina.
Tesis de Licenciatura en Historia,
op. cit., p. 170.
[46] La Prensa (1950).
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[47] Valobra, A.
"Partidos, tradiciones y estrategias de movilización social: De la Junta
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[48] Kabat, M.
(2017). PerónLeaks: una relectura del
peronismo a partir de sus documentos secretos, 1943-1955. Buenos Aires:
Ediciones RyR, pp. 222-225.
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Cuadernos de Marte, Revista latinoamericana de Sociología de la Guerra es una publicación oficial del Insituto de Investigaciones Gino Germani, dependiente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Argentina.
ISSN 1852-9879
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LISTADO DE REVISTAS PARTICIPANTES EN LATINOAMERICANA (Nº 289)
FICHA DE CUADERNOS DE MARTE EN ERIH PLUS
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FICHA DE CUADERNOS DE MARTE EN BINPAR
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