Cuadernos de Marte
Año 10 / N° 19 Julio – Diciembre 2020
https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/cuadernosdemarte/index
Memoria, identidad y conflicto: un
análisis de las señalizaciones en los monumentos militares en el partido de
Saavedra, provincia de Buenos Aires, Argentina
Memory,
identity and conflict: an analysis of the signs in military monuments in the
municipality of Saavedra, Buenos Aires province, Argentina.
María Cecilia Panizza*
Camila Oliva**
Recibido:
29/6/2020 – Aceptado: 14/12/2020
Cita sugerida: Panizza, M., & Oliva, C. (2020). Memoria, identidad y conflicto: un análisis de las señalizaciones en los monumentos militares en el partido de Saavedra, provincia de Buenos Aires, Argentina. Cuadernos de Marte, 0(19), 233-264. Recuperado de https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/cuadernosdemarte/article/view/6284
Resumen
En
este trabajo se analizan los monumentos militares dentro del partido de
Saavedra, específicamente aquellos que señalan campos de batalla entre
indígenas y “blancos” (en Pigüé y Curamalal Chico), y el monolito de la Primera
Conscripción Argentina. Estos lugares son abordados como espacios de memoria,
se analizan las señalizaciones de lugares relevantes en el espacio rural y
urbano, su estado de conservación o deterioro, en vinculación con factores
histórico-sociales y los imaginarios colectivos locales. Las comunidades de la
zona -constituidas por el aporte inmigratorio de franceses, italianos,
españoles y alemanes del Volga- realizan una evocación del pasado, a partir de
representaciones que celebran la “conquista del desierto”, reivindicando la
lucha contra los indígenas y la colonización del territorio llevada a cabo por
las poblaciones de origen europeo, con el “progreso” que trajeron aparejado. La
identidad supone un reconocimiento y apropiación de la memoria histórica, el
cual puede ser reconstruido o reinventado, pero que es conocido y apropiado por
todos los actores sociales de una comunidad. En este sentido, las acciones
tendientes a valorar, restaurar y proteger el patrimonio cultural son
indicadores de la recuperación, reinvención y apropiación de una identidad cultural.
Palabras
clave: monumento – conflicto - memoria – patrimonio – identidad.
Abstract
This work analyses the military monuments within
Saavedra's municipality, which point to battlefields between indigenous and
"whites" (in Pigüé and Curamalal Chico), and the monolith of the
First Argentine Conscription. These places are approached as spaces of memory,
the signs of relevant places in rural and urban space, their state of
conservation or deterioration, in connection with historical-social factors and
local collective imaginaries are analyzed. The communities of the area -
constituted by the immigration contribution of French, Italian, Spanish and
Germans of the Volga - make an evocation of the past, based on representations
celebrating the "conquest of the desert", claiming the fight against
the indigenous peoples and the colonization of the territory carried out by the
populations of European origin, with the "progress" they brought
together. Identity implies recognition and appropriation of historical memory,
which can be reconstructed or reinvented, but which is known and appropriated
by all the social actors of a community. In this sense, actions aimed at
valuing, restoring and protecting cultural heritage are indicators of the
recovery, reinvention and appropriation of a cultural identity.
Keywords:
monument – conflict –
memory – heritage – identity.
Introducción
y objetivos
En el marco de dos
proyectos acreditados en Universidades Nacionales[1],
desde el año 2015 se implementaron actividades sistemáticas de investigación
sobre arqueología histórica en el área de Ventania (provincia de Buenos Aires),
acompañadas de otro tipo de acciones, destinadas a la preservación del
patrimonio cultural y a la comunicación pública de los resultados científicos[2].
Hasta ese momento, el análisis abordado en torno a los imaginarios colectivos y
los procesos identitarios vinculados con el patrimonio arqueológico, habían
estado orientados en su mayor parte hacia el pasado prehispánico[3].
Sin embargo, en el marco de estos estudios se destacaba, como un elemento emergente
dentro de las identidades regionales, la etapa de frontera asociada a la imagen
de los fortines, estos últimos como símbolo de una relación conflictiva entre
blancos e indígenas. Por este motivo, a partir del año 2015 se comenzó a
profundizar en estas conceptualizaciones que incidían en las adscripciones y en
las reconstrucciones históricas que se elaboraban.
En este contexto,
se realizaron varias publicaciones que remitían al tema en cuestión. En una de
ellas se abordaba la relación entre el patrimonio arqueológico y las
Comunidades Originarias en el sector sur de la provincia de Buenos Aires, a
través de la construcción de las identidades sociales y las estrategias de uso
de la memoria de determinados procesos socio-históricos asociados a la
“Conquista al Desierto” y al poblamiento de origen europeo[4].
En otro trabajo se identificaron las estrategias de
invisibilización-visibilización de la historia indígena regional a partir del
análisis de las representaciones sobre este pasado en soportes materiales
ubicados en espacios públicos, así como en la toponimia del trazado urbano de
las localidades y de los rasgos topográficos del área[5].
En otra serie de trabajos, vinculados
con las representaciones del pasado en la comarca serrana[6],
se abordaron elementos como murales[7]
y escudos municipales. Entre estos últimos, puede mencionarse como
símbolo extremadamente significativo para la presente investigación, el mural
que hasta el año 2005 estuvo emplazado en la terminal de micros de Pigüé
(ciudad cabecera del partido de Saavedra). Este mural representaba el ejemplo
más extremo de negación del pasado indígena en la región, ya que enunciaba
“1896 Aquí empezó la historia” y mostraba a un militar a caballo con el paisaje
serrano de fondo (Figura I). Además, en el acercamiento a las identidades
locales mediante el análisis de los elementos representados en los escudos
heráldicos como señal distintiva de pertenencia colectiva, se habían analizado
el escudo de Saavedra[8]
y de Pigüé[9]. En este mismo trabajo, se efectuó un primer acercamiento a los
monumentos que señalan campos de batalla entre indígenas y blancos (en Pigüé y
Curamalal Chico), y el monolito de la Primera Conscripción Argentina, todos
dentro del municipio de Saavedra[10].
Figura I. Mural ubicado en la terminal
de micros de Pigüé hasta el año 2005.
Fotografía obtenida por Fernando Oliva.
En esta
oportunidad, se retoma específicamente estos indicadores materiales y se
profundiza su análisis como espacios de memoria, que actualizan el pasado en el
presente, una noción de pasado que puede ser reconstruida o
reinventada, conocida y apropiada por todos los actores sociales de una
comunidad. Por lo tanto, nuestra propuesta consiste en evaluar las
señalizaciones de estos lugares relevantes en el espacio rural y urbano, su
estado de conservación o deterioro, en vinculación con factores
histórico-sociales y los imaginarios colectivos locales; porque consideramos
que a través de estas variables pueden observarse las acciones tendientes a
valorar, restaurar y proteger el patrimonio cultural como parte de la
recuperación, reinvención y apropiación de una identidad cultural[11].
Área
de estudio: el partido de Saavedra
El partido de Saavedra (Figura II) fue creado
el 10 de septiembre de 1891 por Ley Provincial Nº 2421, tomando jurisdicciones
de los municipios vecinos de Coronel Suárez (al este) y de Puan (al oeste). En
su delimitación se consideraron los mojones que señalizaban terrenos privados
(como Onagoity y Garat, Soler y Hopmann hacia el noreste; Mariano Roldán hacia
el sudeste, Mahon y José M. Bustos hacia el noroeste), lotes desocupados (lotes
48 hacia el sudoeste y 32 hacia el noroeste), accidentes naturales del terreno
como el arroyo Sauce Chico, y estructuras culturales relevantes como el antiguo
fuerte 27 de Diciembre[12].
En ese documento se establecía como cabecera del partido el centro agrícola en
la estación “Alfalfa”, que posteriormente pasó a llamarse “Saavedra”.
Figura II. Mapa del partido de Saavedra,
provincia de Buenos Aires.
Mapa elaborado por una de las autoras (María Cecilia Panizza).
La zona del actual partido de Saavedra
recepcionó la corriente de inmigración de fines del Siglo XIX[13],
compuesta por franceses principalmente en la localidad de Pigüé (1884) junto
con italianos, españoles y alemanes del Volga; italianos en Arroyo Corto (1884)
y Saavedra (1888), alemanes del Volga en Espartillar (1910) y Colonia San
Martín, españoles en Dufaur (1907) y Goyena (1902). Las características de
estas localidades se detallan a continuación.
Arroyo Corto es una población
ubicada 17 kilómetros al norte de Pigüé sobre la Ruta Provincial 67, fue fundada
el 15 de abril de 1884 por Juan Biga y Benigno Gossetti, y sus primeros
habitantes eran originarios de Torino (Italia). En la actualidad tiene una
población de 573 habitantes aproximadamente dedicados a la actividad
agrícola-ganadera.
La localidad de Dufaur
se fundó
sobre los campos que pertenecieron a Silvano Dufaur (de origen francés), quien logró
que se instalara una estación de ferrocarril en sus tierras en el año 1894. El
29 de Octubre de 1907 Silvano Dufaur cede oficialmente al gobierno las tierras
donde estaba establecida la estación ferroviaria y el núcleo urbano para la
creación legal del pueblo.
Espartillar fue fundada
el 8 de noviembre de 1910 por Reinaldo Monterrastelli y Juan Taux; sus primeros
pobladores fueron franceses, españoles, vascos, italianos y alemanes que
provenían principalmente de Arroyo Corto y Pigüé; también de otras localidades
cercanas, como Coronel Suárez, Cascada, Puan, Carhué y Saavedra. Su actividad
principal es agrícola ganadera.
La localidad de Goyena
está ubicada a 36 km al oeste de Pigüé por la Ruta Nacional 33, fue fundada
el 2 de abril de 1902 por Francisco Olivier y el primer grupo poblacional
estaba formado por colonos de la isla de Mallorca (España). La población actual
es de 600 habitantes.
La localidad de Saavedra
se originó en el marco de la Ley Nacional Nº 725 del año 1875[14],
cuando una parte del actual partido de Saavedra quedó incluida dentro de una
concesión del gobierno de la provincia de Buenos Aires al coronel Ángel Plaza
Montero; el resto de la tierra fue fraccionada y vendida por la provincia,
primero a Julio Naón, luego a Sandalio López y por último a Cecilio López. A
principios de 1884, se establecieron dos estaciones de la línea del Ferrocarril
del Sud a Bahía Blanca junto a los arroyos Pigüé y Alfalfa. En esta última, por
Ley Provincial Nº 1969 de 1887, Cecilio López dedicó parte de su campo para
fundar un pueblo. La fecha reconocida de fundación es el 17 de diciembre de
1888[15].
Los primeros habitantes de la nueva localidad fueron trabajadores ferroviarios,
a diferencia de los demás núcleos poblacionales del distrito con masas
inmigrantes dedicadas a actividades agrícolas – ganaderas.
Por último, la
localidad de Pigüé adopta su nombre del lugar donde se asienta, ya que con esta
denominación era conocido tanto el paraje como el arroyo que lo cruza, y así figuraba
en las fuentes documentales del siglo XIX. El significado del topónimo está
discutido, generalmente se lo tradujo como “lugar de reunión” (pi-hué) pero otra versión indica que
sería “donde hay piwü (una planta)” (piwü-we)[16]. Cuenta
con 17.000 habitantes aproximadamente, y fue fundada por familias provenientes
de pueblos del departamento del Aveyron, en la actual región de Occitania en
Francia. El 4 de diciembre de 1884[17] llegó
un primer contingente de 40 familias (162 personas en total) a la estación de
tren Pigüé, desde sus pueblos del norte del Aveyron. François Issaly fue quien los
reclutó en Francia y los acompañó en el viaje. Cuando llegaron, las únicas
construcciones levantadas eran el edificio de la estación del ferrocarril y el
galpón en el cual tuvieron que alojarse en forma precaria, ya que el empresario
organizador de la colonización, otro aveyronés, Clément Cabanettes, no había
cumplido con su obligación de construir las casas. Sin embargo, no fueron los
primeros habitantes europeos de la zona, ya que luego de la campaña del general
Roca en 1879, los enviados de Eduardo Casey, quien tenía la propiedad legal de
las tierras (obtenida la concesión perteneciente a Ángel Plaza Montero),
constataron la presencia de algunos pobladores que vivían en paz con los indígenas
y criaban miles de cabezas vacunas. Específicamente en las tierras de Pigüé, unos
vascos franceses, los Zungunegui, criaban caballos sin tener título de
propiedad[18].
A
partir del año 1888 llegaron dos grupos más de aveyroneses (unas 120 familias primero
y luego otras 40 familias). También se instalaron españoles, italianos y
alemanes del Volga en el pueblo recientemente creado.
Marco
Teórico
En este trabajo se
consideran los lazos entre cultura material, espacio, memoria e identidad, por
lo cual resulta importante realizar algunas especificaciones teóricas. Con
respecto a los estudios de memoria, se adopta una perspectiva que permite
reconstruir la manera en que los sucesos históricos son experimentados por
distintas colectividades[19],
lo cual posibilita
rastrear de qué manera la memoria interviene como evocadora de la historia personal y colectiva[20]. La memoria se caracteriza por ser selectiva,
diversa y relativa a las situaciones, intereses e interrelaciones del presente[21].
En cuanto a la idea de identidad, se entiende
como el conjunto de los rasgos propios que caracterizan a un individuo o a una
comunidad, a través de un proceso de construcción identitaria que les permite diferenciarse
hacia afuera y de?nirse hacia adentro, por medio de la apropiación distintiva
de ciertos repertorios culturales que se encuentran en el entorno social. Se
propone que la identidad no se transmite únicamente por la familia o por una
comunidad de origen, sino también por la pertenencia a un mismo territorio; lo
cual convierte a la transmisión en un proceso activo, una construcción social e
individual que busca encontrar un sentido compartido entre los sujetos por su
inscripción territorial[22].
Este enfoque cultural dinámico sobre la construcción de la identidad, considera
al “patrimonio” como un trabajo creativo de los sujetos sobre el pasado desde
el presente, como el resultado de un trabajo de los actores sobre el pasado que
se materializa en la identificación, recuperación y construcción de huellas (reinterpretaciones
de eventos u objetos anteriores al servicio de proyectos e identidades de los
sujetos sociales en el presente)[23].
La memoria colectiva y las identidades
culturales se analizan en conjunto, ya que son fenómenos imbricados[24]
que forman una relación en la cual la memoria es generadora de identidad y la
identidad es el marco de selección y signi?cación de la memoria[25],
signi?cación que permite otorgar sentido a las acciones y los juicios[26].
La memoria como un elemento constitutivo de la identidad[27],
habilita la uni?cación en el campo simbólico articulando un discurso sobre la
historia común, que sirve de base para la construcción y mantenimiento de la
identidad colectiva[28].
En este caso habría una estrategia de construcción de sentidos que legitiman
una memoria oficial, la cual se apoya en la historia escrita de los vencedores y
en los discursos hegemónicos, en el marco de la cual las comunidades producen un
conjunto de representaciones, de imaginarios sobre el pasado, que mantienen la
cohesión, uni?cando la sociedad y dando sentido a su presente[29].
Las huellas producidas por las dinámicas
sociales locales de patrimonialización y territorialización del pasado, pueden
observarse en el mensaje cultural materializado en los paisajes (los
monumentos, los museos) y en la producción escrita, que es lo que se aborda en
el presente trabajo. En los monumentos se pone en juego tanto lo que se hereda
como lo que se crea[30].
Otra posibilidad sería abordar las prácticas sociales de la patrimonialización
como fiestas y conmemoraciones, vinculado al caso de estudio puede mencionarse la
cabalgata anual que se realiza al monolito de la Primera Conscripción[31].
Espacios
de memoria militar en Saavedra
El avance militar sobre el territorio que
actualmente constituye el partido de Saavedra y su posterior ocupación por
poblaciones de origen europeo se produce en la segunda mitad del siglo XIX.
Como hitos destacados de este proceso suelen mencionarse las batallas de Pigüé
en el año 1858 y de Curamalal Chico en el año 1876, ambas con la victoria
oficial del ejército; el corrimiento de la línea de frontera con el
establecimiento de fuertes y fortines, y la construcción de la Zanja de Alsina.
Se levantaron en el año 1877 once fortines en el municipio de Saavedra: Coronel
Díaz, 17 de Agosto, General Domínguez, Carlos Keen, Coronel Marcos Paz,
Comandante Rivademar, Melchor Romero, Capitán Rosas, Coronel Sandes o de los
Chilenos, Salvador o San Salvador, y 29 de Agosto; los cuales se sumaron al fortín
27 de Diciembre, que estaba en funcionamiento desde el lapso 1872-1873[32].
La
batalla de Pigüé
En 1857 asumió la gobernación de Buenos Aires
don Valentín Alsina, quien se propuso apoyar a las fuerzas militares que ganaban
nuevos territorios a los indios, por lo cual decidió reorganizar el Ejército de
Operaciones del Sur, que puso a las órdenes del coronel don Nicolás Granada. En diciembre de 1857 el ejército avanza hacia el
sudoeste dividido en dos columnas, una al mando del coronel Nicolás Granada, y
otra al mando del coronel Wenceslao Paunero. En 1858, el Ejército de
Operaciones del Sud acampó sobre la costa oriental del arroyo Pillahuinco, en
el lugar donde habría existido un fuerte, y también en el arroyo Napostá Chico
y luego en el río Sauce Chico[33].
El 10 de febrero de 1858 ambas divisiones se reunieron en las vertientes del
arroyo Pigüé. En los días siguientes avistan varias partidas de indios y prevén
un encuentro, el comandante en jefe coronel Nicolás Granada designó jefe del
Cuartel General al coronel Emilio Conesa, al que confió también la primera
división, y para dirigir la segunda designó al coronel Wenceslao Paunero. El 15
de febrero de 1858 el ejército reanudó la marcha y cruzó el arroyo Pigüé en el
paraje denominado Huil-He, donde desagua el arroyo Curá-Malal Chico, y
estableció el campamento. En las costas del arroyo Pigüé se prepararon para la
batalla. En la tarde ese día se presentaron varios indios con una nota
de Calfucurá, quien simulaba buscar un parlamento, para atacar por
sorpresa. El coronel Granada ordenó la movilización general. El ejército pasó
la noche en un reducto fortificado, y en la madrugada del 16 de febrero la
diana y los gritos de los salvajes anunciaban el combate. Poco tiempo después
tuvieron lugar duros enfrentamientos, pero tras varias pérdidas, los indígenas
terminaron huyendo y abandonando sus toldos. El Ejército siguió avanzando hasta
las Salinas Grandes, sin embargo, no se produjeron más peleas, sólo encontraron
el ganado y las pertenencias dejadas por los indígenas en su huida[34].
Otras versiones del mismo episodio refieren que los indígenas simulaban cargas
y se desbandaban cuando el cañón funcionaba, jineteando y haciendo molinetes
con las lanzas; por lo cual consideran que el triunfo fue de los indígenas de
Calfucurá, quienes se retiraron a Chilihué con sus rebaños, familias y
cautivos, luego de fatigar a las fuerzas de Granada[35].
En 1943 la subcomisión de Monumentos y Lugares
Históricos solicitó al Poder Ejecutivo la determinación exacta del lugar donde
se libró este combate, y luego de los estudios pertinentes se llegó a la
conclusión de que el combate de Pigüé de los días 15 y 16 de febrero de 1858 se
libró en el partido de Saavedra, a 4 kilómetros del pueblo de Pigüé, sobre el
camino Pigüé-Ducos[36].
En el sitio donde se libró el combate la
Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos levantó un
monumento (Figura III) con una placa de mármol que recuerda este hecho de armas:
«En este lugar se desarrolló el Combate de Pigüé. 15 y 16 de Febrero de 1858.
Comisión Nacional de Museos y Monumentos y Lugares Históricos. Ley 12.665.
4-12-1959»[37].
Fue declarado Lugar Histórico por Decreto N° 30.825 del 10 de diciembre de
1945. En una parte, el decreto declara: «Que en dicho lugar se libró el
combate históricamente denominado de Pigué, el cual tuvo extraordinaria
significación moral y material en la conquista del desierto, pues en él se
quebrantó por el lapso de casi veinte años el poderío del cacique Calfucurá».
El monolito con la placa que recuerdas los
eventos acaecidos en el lugar (Figura III), hace varios años que no recibe
ningún tipo de cuidado, actualmente su visualización es difícil por el
crecimiento de la vegetación en el sitio, como atestiguan en este sentido los
medios de comunicación locales[38].
Figura III. Monolito que recuerda la
batalla de Pihué. A la izquierda en 1959 y a la derecha fotografía tomada en el
año 2017.
Imagen de arriba extraída de Monferrán
Monferrán (1962) e imagen de abajo obtenida de https://semreflejos.com.ar/asi-esta-el-monolito-que-recuerda-la-batalla-de-pi-hue/
La
batalla de Curamalal
Hacia el oeste del área de Ventania, entre 1876 y 1877 se
construyó un sistema defensivo de fosas y terraplenes, la Zanja de Alsina, con
el objetivo de evitar los malones y entorpecer el paso del ganado trasladado
por los indígenas en su retorno de los mismos. En marzo de 1876, el coronel
Maldonado atacó y venció en la horqueta del Sauce a 2000 indios, posteriormente
se produjo otro enfrentamiento en el Paso de los Chilenos[39].
En 1877, se desarrolló el combate de Curamalal Chico, en cuyas pendientes los
indios de Namuncurá y Catriel esperaron el ataque del ejército asentado en el
Fuerte y Comandancia de Puan, el saldo de esta batalla fue la derrota y huída
de los indígenas según las fuentes oficiales[40].
Monferrán Monferrán[41]
propone que en vez de denominarse la Batalla de Currumalan Chico, debería
llamarse la Batalla de las Sierras de Pigüé. Este autor ofrece un compendio de
lo que sucedió el 20 de abril de 1877. Los grupos indígenas capitaneados por
Juan José Catriel estaban acampados en las sierras de Pigüé, preparando un
ataque a los fortines de la Comandancia de Puan. Desde esta comandancia
observan varios grupos de indígenas movilizándose y se organizan esperando un
ataque. Cuando éste se produce, los soldados enfrentan y dispersan a los
indígenas. Luego salen en persecución de la indiada hacia la sierra de
Curumalal Chico. Al llegar allí, ambas tropas toman posición y se disponen para
luchar. La pelea es encarnizada pero al final, pese a su superioridad numérica,
los indígenas se retiran. El coronel Salvador Maldonado informa los resultados
de la refriega: 45 muertos (del lado oficial hubo 4 muertos), más de 100
heridos, 100 caballos, 600 de arreo, 50 lanzas y algunos Remingtons, además del
estandarte que pertenecía a Catriel.
Posteriormente
se desarrolló la llamada “campaña al desierto” dirigida por el general J. A.
Roca, que tuvo como consecuencia inmediata la ocupación sistemática y efectiva
del territorio, con la fundación de los primeros poblados, acompañada de la
llegada de inmigrantes europeos y la instalación del ferrocarril.
Monferrán Monferrán[42]
ubica el lugar de la batalla en la sierra de Curumalal Chico o Pigüé, a 19 km
de la Comandancia de Puan, en un terreno limitado por las propiedades al norte de
E. Garat, al sudoeste de M. Borel y al noreste de Justo Garat. El episodio
subsiste en la memoria de los pobladores, en las fuentes oficiales de la época
y en la bibliografía, pero ningún monumento se levantó en el lugar de los
hechos.
El
monolito a la Primera Conscripción Argentina
A fines del siglo XIX, luego de las campañas al
“desierto”, se realiza la primera conscripción argentina en el año 1896 en los
campos de Curamalal. En el marco del conflicto y ante una presunta guerra con
Chile, se sancionó la ley 3318 que convocó la primera conscripción de
ciudadanos, por lo cual se movilizaron aproximadamente ocho mil soldados a la
localidad de Pigüé, que ubican su campamento en el Valle del Cerro Cura-Malal
Grande[43].
Los diarios de la época mencionaban que diez mil hombres efectuaban maniobras
en las sierras de Curá Malal[44].
Dos libros se escribieron sobre esta experiencia en primera persona[45].
El primer libro fue escrito por el Teniente Coronel Juan Amadeo Baldrich, quien
recopiló una serie de cartas publicadas en el Diario La Nación bajo el
seudónimo de “Querandie”, las cuales relataban la cotidianeidad y la rutina
diaria y semanal que organizaba la vida en el campamento. El segundo libro fue
escrito por Julio Padilla, un ex conscripto y estudiante de medicina, que
deseaba compartir sus recuerdos del campamento. En 1996 se editó un libro en
conmemoración al centenario del evento, que tuvo gran aceptación en la
población local, y recientemente un artículo analiza el evento en términos de
prácticas, rutinas y rituales[46].
En la actualidad dos monumentos recuerdan este
hecho, un monolito en el sitio del campamento original y un monumento
conmemorativo en la entrada de Pigüé (Figura IV). El primero se promociona como
atractivo turístico (figura en folletos, páginas web, entre otros), está comprendido
dentro del Circuito Grande al Abra del Hinojo y se accede desde la ruta
provincial 76. Se llega luego de cruzar el Abra del Hinojo, continuando unos 30
km por el camino de tierra, con rumbo a Pigüé sobre el camino del Abra de
Cura-Malal Chico. El Monolito, edificado con lajas de las sierras, de acuerdo
con los planos preparados por el Ingeniero Luis María Campos, recuerda al
Ejército Argentino en el lugar donde unos 8000 soldados llegaban a Pigüé para
cumplir con el primer Servicio Militar Obligatorio el 15 de abril de 1896. Fue
inaugurado el 15 de Abril de 1936 y declarado Monumento Histórico el 1 de Mayo
de 1951. La primera conscripción tuvo como objetivo impulsar un ejército
estable en el país; además, como ya fue mencionado, en esa época se pensaba que
iba a desatarse una guerra con Chile. La Ley 3318, creada bajo la presidencia
de Uriburu, incorporaba chicos de hasta 20 años de todo el país, para hacer un
adiestramiento militar de 60 días. Los jóvenes de veinte años durante dos meses
convivieron “en campaña”, donde fueron instruidos militarmente por parte de
soldados “de línea” o “veteranos enganchados” por su propia voluntad, dirigida
por Luis María Campos y Alberto Capdevila (Figura V). El lugar elegido para
instalar el campamento de instrucción fue Curá-Malal, ubicado a 32 km de la
ciudad de Pigué, en la provincia de Buenos Aires. A partir de esta reforma, la
Guardia Nacional empezó a estar integrada por todos los ciudadanos que en 1894
hubiesen cumplido 20 años, quienes fueron obligados a realizar un período de
instrucción militar de 60 días.
Figura IV. Monumentos a la Primera
Conscripción Argentina.
Fotografías obtenidas por las autoras del artículo.
Figura
V. Diversas imágenes de la Primera Conscripción Militar de 1896 en Curamalal, próximo a Pigüé.
Imágenes extraídas de Monferrán Monferrán (1955) y del Archivo General de la Nación.
Con el propósito de conmemorar la primera
conscripción la comunidad de Pigüé levantó en el sitio donde había estado
emplazada la carpa del comando de la división Buenos Aires un obelisco macizo,
construido con piedras procedentes del mismo lugar. Este monumento fue obra del
arquitecto Luis María Campos, descendiente del general que comandó aquella primera
conscripción. El 15 de abril de 1937, al pie del monumento, se realizó una
emotiva ceremonia recordando aquel hecho histórico, en la que estuvieron
presentes muchos de los antiguos conscriptos. En el acto usaron de la palabra
el doctor Luis María Campos Urquiza, hijo del general Luis María Campos; la
señora Sara Pueyrredón de López, presidenta de la Comisión de Homenaje, y el
general Nicolás C. Accame, en representación del ministro de Guerra. También
ofició una misa de campaña el vicario general del ejército, monseñor Andrés
Calcagno, y se colocó en la base del monumento una urna con los restos el
soldado desconocido. Cura Malal (topónimo que significa corral de piedra en lengua
mapuche) fue declarado lugar histórico el 1º de marzo de 1951 por Decreto Nº
4314.
El
monumento ubicado en la ciudad cabecera de Pigüé suele encontrarse cuidado y en
buen estado; en cambio el que está emplazado en el ámbito rural suele
deteriorarse tanto por causas naturales como culturales. Este mismo año fue
denunciado su estado de abandono por medios locales, y unos meses después se
puso en marcha un operativo de puesta en valor[47].
Otro monumento que pude ser asociado a este evento corresponde al tipo
funerario. Consiste en un nicho en el cementerio de Pigüé perteneciente al
capitán Pedro Cardoso, del 1º Batallón del Regimiento 10 de infantería de
línea, quien falleció el 29 de abril de 1896 (Figura VI), tras una ascensión a
la sierra Curamalal Grande, que le habían prohibido los médicos por estar
enfermo de angina de pecho[48].
En el frente del nicho se ha colocado una placa con el reconocimiento del
pueblo de Pigüé.
Figura
VI. Nicho correspondiente a un oficial muerto en el marco de la Primera
Conscripción Argentina en el cementerio de Pigüé.
Fotografía aportada por Jorgelina Walter,
directora del Museo Ignacio Balvidares de Puan.
En síntesis, en este trabajo se han analizado
como espacios de memoria dentro del partido de Saavedra los lugares donde se
desarrollaron dos batallas importantes entre los grupos indígenas y las fuerzas
militares oficiales junto con las locaciones donde se desplegaron tareas
vinculadas con la Primera Conscripción Argentina en la segunda mitad del siglo
XIX. En estos espacios se han levantado monumentos con el fin de mantener viva
la memoria de estos hechos y de cohesionar a la población en torno a una
identidad colectiva. En la actualidad, no convocan a la comunidad de la misma
manera, orientándose la mayoría de las prácticas de conmemoración hacia las
materialidades evocativas vinculadas a la Primera Conscripción, en menor medida
a la batalla de Pigüé y prácticamente ninguna a la batalla de Curamalal.
Consideraciones
Finales
Como ha
sido previamente presentado, en este trabajo se considera la relación entre
comunidad, identidad y territorio, promoviendo la idea que las marcas en el
terreno son marcas en la sociedad, producto de procesos sociales que se
concretan en un paisaje y lo moldean[49].
La noción de pertenencia expresada en la identidad local está históricamente
construida y puede ser renegociada[50],
su proceso de conformación y expresión es dinámico e interactivo, plasmado a través
de sus representaciones sociales en el tiempo y en el espacio[51].
En este caso se abordó uno de los tipos más comunes de representaciones, los
monumentos (del latín monere, que
significa recordar), como productos intencionales que enraízan en el presente
la memoria (histórica) de un grupo[52].
Por lo tanto, la noción de memoria y la
comprensión de sus mecanismos de acción son fundamentales en un estudio de este
tipo, en el cual nos encontramos con comunidades que hacen una evocación al
pasado mediante representaciones que celebran la “conquista del desierto”,
reivindicando la lucha contra los indígenas y la colonización del territorio
por las poblaciones de origen europeo, junto con el “progreso” aparejado. Esta
evocación por medio de representaciones se plasma en los monumentos
conmemorativos o la señalización de lugares con un significado histórico,
mediante los cuales se actualiza el reconocimiento y apropiación de la memoria
histórica. Estos lugares pueden ser considerados en los términos de “lugar de
memoria” definido por Pierre Nora[53]
como toda unidad significativa, de orden material o ideal, donde se cristaliza
y se refugia la memoria colectiva, esta unidad mediante la voluntad de los
hombres o el trabajo del tiempo se transforma en un elemento simbólico del
patrimonio de la comunidad.
Con respecto a la salvaguarda de esa memoria, la
única norma que existe en el distrito de Saavedra con respecto a la
preservación de un bien cultural de este tipo es la ordenanza 1580
correspondiente a 1986, que limita "en el distrito la destrucción,
demolición, reforma o transformación de los bienes culturales, sean estos
públicos, privados o rurales, sin que ellos afecte la propiedad privada que
sobre ellos recaiga" (artículo 1). Entre estos elementos, se encuentran
los "monumentos o sitios históricos, yacimientos arqueológicos,
antropológicos o paleontológicos". A nivel municipal la encargada de su
protección es la dirección de Cultura, Prensa y Turismo. Como puede observarse
en esta investigación, la preservación de los monumentos analizados es
variable, algunos son cuidados y se actualiza su memoria mediante eventos que
los incluyen, mientras otros se encuentran prácticamente en el olvido. La
importancia de la activación patrimonial de los campos de batalla como espacios
de memoria reside en la visibilización de las identidades militarizadas,
oficialistas. Mediante el reconocimiento de estos sitios se produce la
identificación y evocación de un pasado histórico que se imprime sobre el
pasado prehispánico, invisibilizando o suprimiendo los miles de años de
ocupación indígena. Los campos de batalla como expresiones discursivas son coherentes
con la historia oficial, a partir de la cual se producen sentidos que en
determinados momentos estratégicos se revitalizan (por ejemplo cuando se
realizan las ceremonias conmemorativas de los eventos).
Estos monumentos tienen como rasgos claves la marcación
del espacio e intencionalidad de perduración en el tiempo. Algunos de ellos han
logrado persistir en la memoria local de las poblaciones en un proceso de actualización
y reactivación de espacios de memoria. En algunos de estos monumentos se
observa la exhibición de artillería (los dos monumentos a la Primera
Conscripción), que reivindica una memoria larga asociada a eventos militares.
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* Becaria Post-Doctoral
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Centro de
Estudios Arqueológicos Regionales, Facultad de Humanidades y Artes, Universidad
Nacional de Rosario (CEAR – FHyA –UNR); Laboratorio de Análisis Cerámicos,
Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata (LAC –
FCNyM – UNLP. Email: mcpanizza@yahoo.com.ar
** Becaria Doctoral
Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Laboratorio de Análisis Cerámicos,
Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata (LAC –
FCNyM – UNLP); Centro de Estudios Arqueológicos Regionales, Facultad de
Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario (CEAR – FHyA – UNR).
Email: coliva@fcnym.unlp.edu.ar; oliva.cami@gmail.com
[1] Proyecto “Arqueología
histórica en el área del Sistema Serrano de Ventania y su llanura adyacente” acreditado
en la Universidad Nacional de Rosario y Proyecto “El campo funerario.
Prácticas, arquitectura, entorno cultural e identidad en diferentes formaciones
socio-históricas II” acreditado en la Universidad Nacional de La Plata.
[2] Oliva, F. y Panizza,
M. (2018). “Arqueología histórica en el Área del Sistema Serrano de Ventania y
su llanura adyacente” en Orellano, E. (ed.),
Ciencia y Tecnología 2017: divulgación de la producción científica y
tecnológica de la UNR (pp. 1335-1343). Rosario: UNR Editora.
[3] Oliva, C. y
Panizza, M. (2015). “Educación patrimonial para la construcción comunitaria del
conocimiento arqueológico de Ventania, provincia de Buenos Aires”. Cuadernos del Instituto Nacional de
Antropología y Pensamiento Latinoamericano - Series Especiales, Nº 2 Vol. 3
(pp. 87-102). Buenos Aires.
Véase además:
Oliva, F.; Algrain, M. y Panizza, M. (2015a). “Investigación –
Extensión en la Arqueología del Área Ecotonal Húmeda Seca Pampeana (AEHSP).
Abordajes desde el Centro de Estudios Arqueológicos Regionales (CEAR)”. Anuario de Arqueología 7 (pp.131-145). Rosario.
Oliva, F.;
Catella, L.; Panizza, M.; Moirano, J.; Devoto, G.; Oliva, C.; Sfeir, A.;
Paganini, F.; Morales, N.; Farella, I. y Medina, S. (2010). “El Patrimonio
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Extensión. Publicación de la Secretaría de Extensión, Becas y Acción
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Oliva, F.; Panizza,
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L.; Oliva, C.; Pereyra, B. y Sfeir, A. (2015b). “La construcción del pasado
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Investigación y Extensión desde el Centro de Estudios Arqueológicos Regionales”.
Revista de Antropología del Museo de
Entre Ríos, 1 (2) (pp. 91-102). Paraná.
Panizza, M.;
Devoto, M.; Oliva C. y Sfeir A. (2013). “Comprensión del imaginario colectivo
para protección del patrimonio arqueológico monumental del Sistema Serrano de
Ventania (provincia de Buenos Aires, Argentina)”. Revista del Museo de La Plata, Sección Antropología, Tomo 13 (87)
(pp. 475-492). La Plata.
[4] Oliva, C. y Panizza,
M. (2016). “Vínculos y desajustes en la construcción de memorias e identidades
del sector sur de la provincia de Buenos Aires”. En: Gili, M. L.; Pérez Zavala,
G. (comp.), Herencias Sociales. Memoria e
Identidad (pp. 133-150). Villa María: Editorial El Mensu.
[5] Oliva, C. y Panizza,
M. (2017). “Identidad, memoria y legado indígena en el sur del Área Ecotonal
Húmedo Seca Pampeana”. En: Ruiz, G. (comp.),
Decimosexto Congreso de Historia
de los Pueblos de la Provincia de Buenos Aires. 1a ed. - La Plata: AAAPBA.
[6] Panizza, M. (2015a). “Representaciones
del pasado en la constitución de las identidades de la comarca serrana de
Ventania”. Revista Teoría y práctica de la Arqueología Histórica
Latinoamericana, año IV, volumen 4, verano de
2015 (pp. 185-200). Rosario.
[7] Oliva, C. (2020).
“Apropiación simbólica del territorio: análisis de los espacios de memoria del
Sistema Serrano de Ventania y su llanura adyacente, Provincia de Buenos Aires”.
Cuadernos del Instituto Nacional de
Antropología y Pensamiento Latinoamericano - Series Especiales vol. 8 N° 1
(pp. 246-255).
[8] Fue creado en el
año 1986, por ordenanza n° 1548. En campo único de gules fileteado de oro, en jefe un
escudete de azur fileteado de oro con un anulete de plata; y
cinco anuletes de oro colocados dos, dos y uno. Lleva a modo de
timbre una cinta con los colores nacionales y la divisa en latín "Res,
non verba". Los seis anillos representan a las seis
localidades del partido (Pigüé, Arroyo Corto, Espartillar, Goyena, Saavedra,
Dufaur); el anillo superior, destacado sobre el escusón, simboliza a la
cabecera del partido: la ciudad de Pigüé. El lema significa "Hechos, no
palabras".
[9] Creado el 29 de marzo de
1960 por ordenanza n° 320/60. En un contexto paisajista se han representado las
sierras sobre cuyos faldeos se construyó la población y en el centro el
monumento a Aveyron como homenaje a los primeros pobladores oriundos de esa
región francesa; en la punta del escudo una mazorca de maíz y las espigas de
trigo aluden a su riqueza agraria, los ramos de laurel superior y la cinta
argentina recuerdan la pertenencia a la nación y sus glorias pasadas.
[10] Panizza, M. (2015a). “Representaciones del pasado en la constitución de
las identidades de la comarca serrana de Ventania”, op. cit., p.192.
[11] Molano, O. (2008). “Identidad
cultural un concepto que evoluciona”. Revista
Opera, núm. 7 (pp. 69-84). Universidad Externado de Colombia, Colombia, p.
84.
[12] Monferrán
Monferrán, E. (1955). Fundación de la colonia francesa y pueblo de Pigüé (4
de diciembre de 1884). Buenos Aires: Cadel, p. 112.
[13] Panizza, M. (2015b). “El
área de Ventania en la conformación de la línea de frontera durante el siglo
XIX. Cambio y diversidad cultural en la apropiación del paisaje”. Revista TEFROS
– Vol. 13, Nº 2 (pp. 83-107). Río Cuarto, p. 92.
[14] Proyecto de Adolfo Alsina
para ampliar la disponibilidad de tierras para la explotación agropecuaria bajo
el respaldo estatal y dotarla de infraestructura, con la fundación de centros
urbanos.
[15] Día en que se aprueban los
proyectos y delimitaciones urbanas realizadas por el agrimensor Baca.
[16] Casamiquela, R., Funes, D.
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Aires: Grafi´as y etimologi´as de los topo´nimos indi´genas. Provincia de
Buenos Aires: Fundación Ameghino, pp. 170-171.
[17] Andreu, J.,
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[18] Andreu, J., Bataillon, C., Bennassar, B., Gaignard, R. y Tulet, J.
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Privat et Presses Universitaires du Mirail, p. 22.
[19]
Jelin, E. (2002). Los trabajos de
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[20] Cardini, L. (2005). “La
memoria como herramienta: reflexiones sobre las prácticas artesanales en
Rosario”. Revista de la Escuela de
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[21] Prats, L. (2005). “Concepto y
gestión del patrimonio local”. Cuadernos
de Antropología Social No. 21 (pp. 17-35). Buenos Aires, p. 26
[22] Albaladejo, C.,
Sassone, S. y Bustos Cara, R. (2018). “Patrimonialización del pasado francés en
la pequeña ciudad pampeana de Pigüé: un recurso para la identidad y el
desarrollo local”. Revista Universitaria
de Geografía, 27 (2) (pp. 43-77). Bahía Blanca: Universidad Nacional del
Sur, p. 46.
[23] Ibid., p. 46.
[24] Souroujon, G.
(2011). “Reflexiones en torno a la relación entre memoria, identidad e
imaginación”. Andamios, Revista de
Investigación Social, vol. 8, N° 17 (pp. 233-257). México: Universidad Autónoma
de la Ciudad de México, p. 244.
[25] Candau, J.
(2001). Memoria e identidad. Buenos
Aires: Del Sol, p. 16.
[26] Souroujon, G. (2011). “Reflexiones
en torno a la relación entre memoria, identidad e imaginación”, op. cit., p. 237.
[27] De Zan, J.
(2008). “Memoria e identidad”. TÓPICOS,
Nº 16 (pp. 41-67). Revista de Filosofía de Santa Fe, p. 41.
[28] Baczko, B.
(1991). Los imaginarios sociales.
Buenos Aires: Nueva Visión, p. 188.
[29] Souroujon, G. (2011). “Reflexiones
en torno a la relación entre memoria, identidad e imaginación”, op.
cit, p.
252.
[30] Halbwachs, M.
(1950). La memoria colectiva. Buenos
Aires: Miño y Dávila.
[31] Oliva, C. (2020).
“Apropiación simbólica del territorio: análisis de los espacios de memoria del
Sistema Serrano de Ventania y su llanura adyacente, Provincia de Buenos Aires”.
Cuadernos del Instituto Nacional de
Antropología y Pensamiento Latinoamericano - Series Especiales vol. 8 N° 1
(pp. 246-255). Buenos Aires, p. 252.
[32] Thill, J. y
Puigdomenech, J. (2003). Guardias, fuertes
y fortines de la Frontera Sur. Historia, antecedentes y ubicación catastral.
Tomo II. Servicio Histórico del Ejército. Ejército Argentino. Buenos Aires:
Editorial Edivern, pp. 579-591.
[33] Monferrán
Monferrán, E. (1962) El ejército de operaciones del Sud y la batalla del
Pihué. Buenos Aires: Impr. del Congreso de la Nación, p. 76, p. 80.
[34] Monferrán Monferrán, E.
(1962). El ejército de operaciones del Sud y la batalla del Pihué, op. cit, p. 133.
[35] Zeballos,
E. (1890). Callvucurá y la Dinastía de los Piedra. 3ra. Edición. Buenos
Aires: Casa Editora Imprenta, Litografía y Encuadernación de J. Peuser, p. 80.
[36] Monferrán Monferrán, E.
(1962). El ejército de operaciones del Sud y la batalla del Pihué, op. cit, p. 171.
[37] Vigil, C.
(1959). Los monumentos y lugares
históricos de la Argentina. Buenos Aires: Editorial Atlántida, pp. 117-118.
[38] Ditrich, W. (2017). “Así está el
Monolito que recuerda la batalla de Pi hue”. En Reflejos. Disponible en: http://semreflejos.com.ar/?p=22789 [visitado noviembre de
2019]
[39] De Marco, M. (2010). La guerra de la Frontera. Buenos Aires:
Emecé Editores, p. 477.
[40] Daza, J. (1912). Episodios militares. Buenos Aires: La
Facultad, pp. 163-174.
[41] Monferrán
Monferrán, E. (1958). Batalla de Currumalan-Chico. 20 de abril de 1877.
Batalla de las Sierras de Pigüé. Buenos Aires: SUPRINT, pp. 3-4.
[42] Monferrán Monferrán, E. (1958). Batalla
de Currumalan-Chico. 20 de abril de 1877. Batalla de las Sierras de Pigüé, op. cit., p. 16.
[43] Baldrich, A.
(1904). En Curá-Malal. La División Buenos
Aires. Primera Conscripción Argentina. Buenos Aires: La Harlem, p. 24.
Vigil, C. (1959). Los
monumentos y lugares históricos de la Argentina, op. cit, pp. 117-118.
[44] Monferrán Monferrán, E. (1955). Fundación de la colonia francesa y
pueblo de Pigüé (4 de diciembre de 1884), op.
cit., p. 90.
[45] Baldrich, A. (1904). En Curá-Malal. La División Buenos Aires.
Primera Conscripción Argentina, op. cit., 230 p.
Padilla, J. (1913). Curá-Malal.
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[46] Agrusti, J. y Tanco,
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[47] Guercio, H. (2019). “Insólito: un
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[48] Monferrán Monferrán, E. (1955). Fundación
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[49] Flores, I.
(2005). “Identidad cultural y el sentimiento a un espacio social: una discusión
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[50]
Nadel-Klein, J. (1991). “Reweaving the Fringe: Localism, Tradition, and
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[51] Flores, I. (2005). “Identidad
cultural y el sentimiento a un espacio social: una discusión teórica”, op. cit., p. 46.
[52] Gil García, F.
(2003). “Manejos espaciales, construcción de paisajes y legitimación territorial:
en torno al concepto de monumento”. Complutum,
vol.14 (pp. 19-38). Madrid, p. 20.
[53] Nora, P.
(1997). Les lieux de Mémoire. Paris:
Gallimard. Nouvelle édition. Tomos 1 (pp. 23–43) y 2 (pp. 12–32).
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Cuadernos de Marte, Revista latinoamericana de Sociología de la Guerra es una publicación oficial del Insituto de Investigaciones Gino Germani, dependiente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Argentina.
ISSN 1852-9879
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