Cuadernos de Marte

Año 10 / N° 19 Julio – Diciembre 2020

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Combates simbólicos en los campos de batalla de Malvinas: prácticas conmemorativas británicas y argentinas de la guerra de 1982

 

Symbolic struggles on Malvinas battlefields: British and Argentine commemorative practices of the 1982 war

Por Juan B. Leoni*

Recibido: 29/6/2020 – Aceptado: 30/11/2020


Cita sugerida: Leoni, J. (2020). Combates simbólicos en los campos de batalla de Malvinas: prácticas conmemorativas británicas y argentinas de la guerra de 1982. Cuadernos de Marte, 0(19), 100-137. Recuperado de https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/cuadernosdemarte/article/view/6279

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Resumen

Se presenta una caracterización de los paisajes conmemorativos británico y argentino en las islas Malvinas, específicamente en Puerto Argentino y en los cerros cercanos donde se libraron los combates terrestres decisivos de la guerra en 1982. El paisaje conmemorativo británico se inscribe en una tradición nacional de recordación formalizada y con un código litúrgico bien establecido, y homenajea principalmente a las fuerzas armadas británicas, a unidades militares específicas y a combatientes individuales caídos en los combates. Por otra parte, existe una conmemoración argentina no oficial, desarrollada fundamentalmente por veteranos y familiares de caídos, que es clandestina (al no estar oficialmente permitida), efímera (porque cualquier elemento es rápidamente retirado por los isleños) y en buena medida oculta (para evitar lo anterior). A diferencia de la conmemoración británica, puede ser también conflictiva, en tanto expresa visiones ideológicamente contrapuestas de los sucesos de 1982 y sus participantes.

 

Palabras clave: conmemoración, guerra, campos de batalla, Malvinas, memoriales.

 

Abstract

This paper presents a characterization of the British and Argentine memorial landscapes in Malvinas Islands, specifically in Puerto Argentino and the close-by mountains on which the decisive battles of the 1982 war took place. The British memorial landscape is inscribed in a formalized national commemorative tradition and a well-established liturgical code. It honors the British armed forces, specific military units, and individuals fallen in combat. On the other hand, there is a non-official Argentine commemoration, developed by veterans and relatives of fallen soldiers, which is clandestine (as it is not authorized by the local authorities), ephemeral (as it is rapidly eliminated by local inhabitants) and largely hidden (in order to avoid the former). Unlike the British commemoration, Argentine memorialization also can be conflictive, expressing opposed views of the 1982 war and its participants.

 

Key words: commemoration, war, battlefields, Malvinas, memorials.

 

 

Introducción

 

El antropólogo británico Michael Rowlands[1] afirmó a fines del siglo pasado que “(l)as últimas dos décadas han presenciado un tremendo crecimiento tanto de la construcción de memoriales de guerra como de los escritos acerca de ellos” (traducción del autor). Esta tendencia se ha profundizado en los primeros años del presente siglo, multiplicándose los estudios de caso y los enfoques empleados en el campo de las Ciencias Sociales y Humanidades para el abordaje de este tipo particular de monumentos conmemorativos. La Arqueología del Conflicto no constituye una excepción y, de hecho, ha reivindicado explícitamente el estudio de las distintas formas de conmemoración de los hechos bélicos del pasado y de sus participantes como uno de sus pilares principales, en tanto constituyen una manifestación fundamental del conflicto y de sus efectos en las sociedades que lo experimentaron. Así, la conmemoración de la guerra se analiza en vinculación con la memoria colectiva, con la experiencia de la guerra y con sus consecuencias en la sociedad, puntualizando cómo disputas simbólicas e ideológicas de diversa índole pueden verse expresadas en la construcción de monumentos (así como en su modificación o demolición) y en otras prácticas conmemorativas. En este contexto, los campos de batalla suelen constituirse en sí mismos en un foco central de la conmemoración, transformados en paisajes memoriales mediante la construcción de monumentos que contribuyen a convertirlos tanto en santuarios de memoria y focos de peregrinaje con un alto contenido simbólico y emocional, como en atracciones turísticas de un carácter más secular.

En este trabajo presentamos una caracterización de los paisajes conmemorativos británico y argentino en el escenario del conflicto bélico de 1982, específicamente en Puerto Argentino y en los cerros cercanos donde se libraron los combates terrestres decisivos de la guerra entre los días 11 y 14 de junio de ese año. Allí conviven solapadamente dos paisajes conmemorativos alternativos, uno oficial y con fuerte impronta material implantado por los británicos y los isleños, y otro más clandestino, con bajo impacto material y de carácter más performativo, llevado adelante por argentinos, fundamentalmente veteranos y familiares de caídos, que vuelven a las islas en peregrinajes o en viajes de sanación personales o grupales. A continuación se discuten brevemente cuestiones teóricas que sirven de marco a este trabajo. Se pasa luego al caso de estudio, examinándose memoriales y prácticas recordatorias, tanto en el casco urbano de la capital de las islas como en los campos de batalla aledaños.

 

Arqueología del Conflicto: campos de batalla y conmemoración de la guerra

 

Desde mediados de la década de 1990 la arqueología retomó explícitamente el interés en el estudio de la guerra y otras formas de violencia grupal de distintos tipos y escalas. La constitución de la Arqueología del Conflicto como campo disciplinar específico consolidó esta tendencia y como resultado de ello, la investigación de conflictos bélicos del pasado y sus restos materiales ha crecido enormemente. Ya desde un primer momento, diversos arqueólogos plantearon que el estudio de la guerra debía trascender la mera investigación de campos de batalla y tecnología militar, para incluir su contexto social y los efectos de distinto tipo que la guerra y la violencia ejercen en el mismo. Así por ejemplo, Roberta Gilchrist[2], como parte de su conocido planteo en favor de una arqueología social de la guerra, sostuvo que el estudio de los paisajes y monumentos conmemorativos, y en especial de sus significados conflictivos y disputados, debería constituir un área de interés fundamental de la misma.

Este interés se profundiza en el caso de los estudios de conflictos recientes (siglo XX en adelante). Referentes de este campo disciplinar, como Nicholas Saunders[3] y Esther Breithoff[4], han argumentado que la arqueología de conflictos modernos no solo trata con las guerras recientes, sino especialmente con sus persistentes legados físicos, simbólicos y culturales, apuntando a indagar en la vida social y la biografía cultural de objetos y paisajes relacionados con el conflicto como parte integral del enfoque analítico. De esta forma, la arqueología de conflictos modernos excede a la excavación de sitios, abordando con un enfoque amplio tanto los restos de los combates mismos, como las instancias de conmemoración posteriores surgidas tras la culminación de las hostilidades. Para ello se requiere, obviamente, un enfoque multidisciplinar que emplee teorías y métodos tanto de la arqueología como de la antropología sociocultural y la historia, para analizar una amplia gama de datos materiales y no materiales.

Los campos de batalla suelen tener una vinculación directa con distintos tipos de prácticas conmemorativas, particularmente con la construcción de memoriales o como escenarios de ceremonias y rituales conmemorativos de distinta naturaleza. En efecto, los campos de batalla sirven en ocasiones como base sobre la cual se construyen paisajes memoriales tras la finalización de los combates. Tanto participantes y testigos presenciales como personas interesadas pero no relacionadas directamente con los hechos, los conmemoran y reinterpretan, expresándolo materialmente mediante la erección de monumentos y mediante ceremonias y actos de distinto tipo, agregando de esta manera una capa simbólica que se inscribe sobre el campo de batalla original[5]. Saunders[6], por su parte, sostiene que por su propia naturaleza los campos de batalla se convierten en memoriales, adquiriendo el carácter de “paisajes sacrificiales” o lugares sagrados investidos por la sangre derramada en ellos. Constituyen así paisajes multicapa, no solo como lugares de memoria altamente sensibles emocionalmente, sino también con repercusiones políticas, patrimoniales, turísticas, entre otras. En efecto, los monumentos construidos en ellos reflejan el proceso social selectivo que caracteriza a las prácticas conmemorativas y tienen implicancias sociales y políticas más amplias; pero también sirven de escenario a prácticas más seculares vinculadas con el ocio y el turismo[7]. En suma, los paisajes memoriales relacionados con los campos de batalla deben entenderse como políticos, dinámicos, contestados, muchas veces multivocales y siempre abiertos a renegociación y redefinición.

 

Memoriales bélicos y campos de batalla

 

El recuerdo y evocación pública de la guerra no es un hecho novedoso en la historia humana, pero se ha incrementado notablemente en los siglos XX y XXI mediante la proliferación de la construcción de monumentos y el desarrollo de ceremonias conmemorativas[8]. Como plantea Elizabeth Jelin[9], tanto los memoriales –o “marcas territoriales”– como las ceremonias, actúan como constructores de la memoria social, apropiándose de espacios públicos los primeros e instalándose como rituales repetitivos las segundas, evocando el evento histórico y/o a participantes en él. Aquellas instancias conmemorativas promovidas por los estados nacionales apelan por lo general al triunfalismo o al heroísmo para sostener un discurso ideológico nacionalista[10]. Como ha planteado James Mayo[11], monumentos, lugares y ceremonias que conmemoran la acción bélica suelen tener como propósito fundamental mantener viva la memoria de las personas que participaron en guerras auspiciadas por el estado-nación y, en razón de ello, constituirían vías privilegiadas para entender la concepción que tiene una nación de sí misma, de sus ideales y de su pasado. Esta visión durkheimiana clásica de celebración de un pasado heroico para reforzar moralmente al grupo y su solidaridad social en el presente, sin embargo, ha sido doblemente puesta en duda. Por un lado, por memoriales que conmemoran guerras cuya legitimidad no es unánime o es discutida, disociando para ello la causa de los participantes; este tipo de monumentos busca, más que celebrar un pasado glorioso, hacer explícitas y más entendible las nociones conflictivas de una nación acerca de su pasado[12]. Por el otro, por la proliferación -sobre todo después de la Primera Guerra Mundial (PGM)- de monumentos impulsados por personas, grupos o instituciones de la sociedad civil o por instancias estatales de nivel más bajo que el gobierno central, que expresan aspectos vivenciales y existenciales relacionados con los efectos de la guerra en la gente común, tales como el lamento y luto por la pérdida de vidas, independientemente del triunfo o la derrota en la guerra[13].

Los memoriales bélicos, y en particular aquellos construidos en campos de batalla, funcionan como anclajes de la memoria colectiva, como la base material sobre la que ella se construye. Indican, con su carácter tangible, que algo significativo ocurrió allí en el pasado y sirven como espacio, tanto para reivindicar visiones nacionalistas o triunfalistas de un pasado heroico[14], como para que aquellos afectados por el hecho (participantes o sus familiares[15]) expresen su duelo y den sentido al sacrificio realizado[16]. Pero, como sostiene Jelin[17], “(c)omo vehículo de memoria, la marca territorial no es sino un soporte, plagado de ambigüedades, para el trabajo subjetivo y la acción colectiva, política y simbólica, de actores específicos en escenarios y coyunturas dadas”. Es decir, independientemente de la intención original de sus constructores, son permanentemente resignificados o reinterpretados por diversos actores, tendencia que se acentúa a medida que pasa el tiempo y la vinculación con los hechos históricos conmemorados se vuelve más lejana[18].

Los memoriales bélicos presentan una enorme variedad según su tamaño, emplazamiento, motivos representados y mensajes trasmitidos. Sin embargo, lo que Wagner-Pacifici y Schwartz[19] han denominado el género o estilo (“genre”) del memorial tradicional se caracteriza por incluir estatuas realistas de combatientes y armas, elementos arquitectónicos como obeliscos, arcos, monolitos y otras estructuras, que señalan prominentemente a la guerra que se está conmemorando. Por lo general presentan aspectos físicos específicos, tales como la proyección vertical, la grandeza de su tamaño y colores claros o luminosos, que se combinan con el despliegue de símbolos nacionales. Su análisis puede abordarse desde distintas perspectivas, examinando características diversas de los mismos[20]. En este trabajo nos interesan en particular los siguientes aspectos (aunque nos concentramos mayormente en los tres primeros):

1) Nivel institucional: en referencia a quién impulsa su construcción (“entrepeneurs” o emprendedores de memoria[21]), siendo alto cuando son producto de altas autoridades o dependencias del gobierno nacional; medio cuando son producto de la acción de instituciones gubernamentales o estatales de nivel menor, organizaciones o asociaciones de la sociedad civil, etc; y bajo, cuando resultan del accionar, generalmente no oficial, de individuos o grupos.

2) Escala: en referencia al objeto de la conmemoración, siendo alta cuando se celebra una guerra, campaña, el conjunto de las fuerzas intervinientes, etc; media, cuando se homenajea a unidades militares específicas o eventos bélicos puntuales; y baja, cuando conmemoran a individuos o grupos pequeños.

3) Tema: en referencia a lo que se intenta trasmitir mediante el memorial, como la causa de la guerra (su legitimidad o no), sus participantes (los caídos, los veteranos en general), el heroísmo y entrega, el resultado (triunfo o derrota), etc.

4) Representación: en relación a los diseños arquitectónicos e iconográficos que comunican el mensaje del memorial.

La Guerra de Malvinas ha generado un amplio correlato de conmemoraciones en la sociedad argentina y en la británica-isleña, que se expresa en la construcción de múltiples memoriales tanto en territorio argentino continental como en las islas mismas. Es en estos últimos que nos enfocamos a continuación, específicamente en aquellos situados en Puerto Argentino y los cerros que se encuentran al oeste de la capital, donde se desarrollaron los combates decisivos de la campaña entre los días 11 y 14 de junio de 1982. Las caracterizaciones aquí presentadas se basan en información diversa que incluye observaciones realizadas durante una visita personal a las islas en diciembre de 2018, entrevistas y charlas informales con veteranos de guerra argentinos, guías de turismo y habitantes locales, así como variado material gráfico (videos y fotografías) que puede encontrarse en internet, medios de comunicación y redes sociales.

 

La conmemoración británica

 

Aspectos generales

 

Antes de abordar los memoriales bélicos en Malvinas, conviene repasar brevemente las características principales de la tradición conmemorativa británica. Tratándose de una nación con una larga historia de guerras internacionales, no resulta extraño que la conmemoración de las mismas ocupe un lugar importante en su memoria colectiva. Diversos autores han analizado las características de los memoriales bélicos y de la actitud británica hacia los campos de batalla en perspectiva histórica, coincidiendo por lo general en señalar a la PGM como un punto de quiebre[22]. Antes de ella, los memoriales tenían por lo general un carácter afirmativo, político y con frecuencia monumental y servían como legitimación demostrando el derecho de un gobernante a gobernar[23]. Así, monumentos a héroes como Wellington y Nelson o batallas como Waterloo y Trafalgar, pero también a héroes de otras campañas coloniales y guerras internacionales, pueblan las calles y parques de las ciudades británicas con el fin, como sostiene Bill Niven[24], de simbolizar la centralidad de su mensaje, generalmente concebido en función de los intereses políticos de los líderes que dirigieron esas guerras. En los términos arriba planteados, se trata por lo general de memoriales de nivel institucional y escala altos, con tema centrado en torno al triunfo bélico y una representación que se ajusta a los cánones del género del memorial bélico tradicional[25].

En relación a los monumentos en campos de batalla más específicamente, Ian Atherton y Phillip Morgan[26] plantean una secuencia histórica con fases bien diferenciadas, en la cual la construcción de memoriales clásicos comenzaría ya en el siglo XVIII, expresando tanto una motivación de tipo triunfalista al celebrar victorias británicas, como un deseo anticuarista de preservar el pasado. Ambas tendencias confluirían en el monumento erigido entre 1823 y 1826 en Waterloo (Bélgica), que marcaría los orígenes de la tradición moderna. Así, se impondría una nueva visión que buscaba tanto preservar el campo de batalla inalterado como revivir una concepción medieval de suelo sagrado por la sangre derramada, que se convierte a su vez en lugar de peregrinaje. Pero paralelamente, el campo de batalla se transforma en un paisaje conmemorativo puntuado por memoriales que actúan como focos que guían el recorrido a través de ellos, no sólo de participantes del hecho histórico que retornan en peregrinaje, sino también de turistas y visitantes que inician, por su parte, la práctica del turismo de campos de batalla, contratando guías para la visita, adquiriendo mapas y folletos ilustrativos y llevándose souvenirs o reliquias del campo de batalla. Es decir, los campos de batalla pasan a ser, como plantean Atherthon y Morgan[27], “paisajes fabricados de memoria”, que combinan en tensión el carácter de lugar sagrado con el de un parque temático histórico.

La PGM, con su traumático efecto humano en la sociedad británica, provocó cambios importantes en la tradición conmemorativa con la proliferación y democratización de la construcción de memoriales, incluyendo a gran número de monumentos de nivel institucional y escala media y baja. En efecto, como señala Jonathan Black[28], surgen monumentos erigidos no sólo por las autoridades nacionales, sino también por instituciones regionales y locales, asociaciones de veteranos de guerra y grupos de la sociedad civil. Los monumentos son de todo tipo, tamaño y calidad estética, pero un aspecto verdaderamente significativo se manifestaría en el tema, en tanto muchos de estos memoriales se volvieron expresiones de un proceso de lamento y dolor, más que celebraciones del triunfo. Como fuere, es a partir de la PGM que se constituye una tradición conmemorativa bien establecida, con una liturgia material y simbólica altamente formalizada. Así, se establece el Día del Recuerdo (Remembrance Day) el 11 de noviembre, fecha de culminación de la PGM. Ese día se realizan homenajes y ceremonias formales en memoria de los soldados y ciudadanos británicos caídos en actos de servicio en cualquier campaña en que se hayan visto involucradas las fuerzas militares británicas.  Estas ceremonias tienen por foco monumentos y campos de batalla en distintas partes de Gran Bretaña, los países de la Commonwealth y el resto del mundo. Pilares simbólicos de esta liturgia conmemorativa los constituyen la expresión “No olvidemos” (Lest we forget) y el uso de amapolas (poppies) reales o artificiales (de tela, papel o plástico)[29] y pequeñas cruces de madera, para decorar monumentos y tumbas a manera de ofrendas. Puede afirmarse, más allá de controversias circunstanciales, que en términos de tema, la conmemoración bélica británica se enfoca fundamentalmente en honrar a los participantes y su sacrificio. No suelen incluirse en los memoriales o ceremonias conmemorativas discusiones acerca de las causas de la guerra, sus efectos o consecuencias, ni controversias historiográficas o ideológicas. Como expresa magistralmente el escritor español Arturo Pérez-Reverte[30], en relación a un monumento que homenajea a tripulaciones de bombarderos de la Real Fuerza Aérea erigido en Londres en 2012:

 

(…) la idea pretende quedar por encima del horror: combatían por su patria, cumplían su deber y cayeron como héroes. Punto. El resto puede –y naturalmente, debe– discutirse en otros lugares, pero allí sólo se trata de honrar a hombres valientes. A héroes de guerra.

 

 

Memoriales británicos urbanos

 

Un aspecto que hay que destacar de Malvinas es la enorme cantidad de memoriales bélicos que pueden encontrarse, tanto en Puerto Argentino y sus alrededores, como en otros puntos de las islas. Esto no resulta extraño en tanto las islas han sido puestas en el mapa mundial esencialmente por hechos bélicos: la batalla naval de 1914 (entre británicos y alemanes) y la guerra de 1982. En la manera británica arriba discutida, los memoriales bélicos salpican el paisaje urbano de Puerto Argentino y de sus alrededores inmediatos. Por lo menos diez memoriales bélicos formales conmemoran a los hechos bélicos y sus participantes (sin contar instancias menos notorias materialmente como nombres de calles o espacios públicos, o menos formales como material bélico argentino exhibido en espacios públicos o privados).

La PGM ocupa un lugar importante, con dos memoriales que conmemoran la batalla naval de 1914 (uno –el más grande y más ajustado al género tradicional del memorial bélico- erigido en 1927, y otro más sencillo construido con ocasión del centenario), ambos sobre la avenida costanera (Ross Road); un pequeño monolito que conmemora a ocho miembros del “Falklands Islands Volunteers Corps”, fallecidos accidentalmente durante esa campaña; y finalmente, piezas de artillería costera montadas en una elevación cercana al antiguo aeropuerto (Canopus Hill) en previsión del ataque del escuadrón naval alemán. A ellos se agrega la llamada Cruz del Sacrificio, en la avenida costanera y frente al cementerio del pueblo, que conmemora a caídos británicos tanto en la PGM como en la Segunda Guerra Mundial (SGM). Estos memoriales, en su mayoría de nivel institucional y escala altos, se enmarcan claramente en la tradición arriba descrita, con un tema claro: honrar a fallecidos y veteranos de una causa justa (“la defensa de la colonia”, como se explicita en el memorial principal de la batalla naval). Es interesante destacar, asimismo, que el memorial erigido en ocasión del centenario de la batalla naval incorpora también el reconocimiento a los marinos alemanes, con la frase “adversarios en la guerra, compañeros en la muerte”, una muestra de consideración y respeto al enemigo por lo general ausente en los memoriales de la guerra de 1982. Excepto por la mencionada Cruz del Sacrificio y por restos de defensas costeras en la península del antiguo aeropuerto hoy exhibidos como atracción turística (Ordnance Point), la SGM está mucho menos presente, seguramente por su mucho menor impacto en las islas.

Los memoriales de la guerra de 1982 en el entorno urbano incluyen al denominado “Monumento a la liberación” (Liberation Monument) y el “Bosque memorial” (Memorial Wood)[31]. El primero de estos monumentos es el de nivel institucional y escala más altos entre los que conmemoran el conflicto (Figura I). Fue erigido poco después de finalizada la contienda, el 14 de junio de 1984, con fondos enteramente provistos por la población y autoridades isleñas. Se ajusta al canon del memorial bélico tradicional, con un obelisco coronado por una escultura en bronce de Britannia situado delante de un muro semicircular con placas con imágenes alegóricas de la guerra y con el listado de los fallecidos en la misma. El obelisco, por su parte, enumera en sus caras laterales las unidades militares británicas que participaron en la campaña, bajo la dedicación de “a aquellos que nos liberaron”, inscripta en su cara frontal. Mástiles con las banderas británica y de las islas completan el memorial. A corta distancia, aunque sin integrarse a la estructura monumental, se sitúa un busto de la ex-primer ministra Margareth Thatcher, protagonista política fundamental del conflicto, colocado el 10 de junio de 2015. La ubicación de este conjunto monumental, sobre la avenida costanera y a poca distancia de la Casa del Gobernador británico trasmite un poderoso mensaje simbólico. En efecto, se ubica próximo a un punto clave en lo que fueron las acciones de la reconquista argentina del 2 de abril de 1982, donde se produjeron combates con bajas argentinas y donde se tomaron las famosas fotografías de los Royal Marines prisioneros de las fuerzas argentinas, que contribuyeron en buena medida a galvanizar a la opinión pública británica en apoyo a la guerra. De esta forma, el monumento constituye una especie de restauración simbólica del orden previo, neutralizando la humillante derrota del 2 de abril. El Bosque Memorial, por su parte, se ubica junto al cementerio de la localidad y homenajea al personal militar caído en la guerra con árboles que llevan el nombre de cada uno ellos. Aunque no se ajusta al género del memorial bélico tradicional con su más moderna concepción paisajista, este parque es, no obstante, un memorial de nivel institucional y escala altos, con un tema compartido con el del memorial descrito previamente: el homenaje simbólico a aquellos que ofrendaron su vida por la liberación de las islas.

  

Figura I. “Monumento a la liberación”, Puerto Argentino.

 

Fuente: foto del autor, diciembre 2018.

Todos los mencionados monumentos sirven de foco para actos y ceremonias formales en fechas especiales (aniversarios, Remembrance Day), y se pueblan de ofrendas de coronas de amapolas de tela o plástico y pequeñas cruces de madera. Sin embargo, estos símbolos materiales de la liturgia conmemorativa británica son también colocados por individuos o grupos que realizan viajes de peregrinaje o turísticos, u homenajes más espontáneos en momentos del año no necesariamente vinculados con fechas del calendario recordatorio oficial.

 

Memoriales británicos en los campos de batalla

 

Los campos de batalla de los combates terrestres decisivos de la guerra se sitúan en torno a una serie de cerros al oeste de la capital isleña. Los montes Longdon, Dos Hermanas y Harriet formaban la primera línea defensiva argentina, que cayó en los combates nocturnos del 11 y 12 de junio. Los cerros Wireless Ridge, Tumbledown, William y Sapper Hill constituían la segunda línea defensiva y fueron asaltados por las fuerzas británicas la noche del 13 y madrugada del 14 de junio. Esta geografía bélica ha sido oficialmente apropiada por británicos e isleños y convertida en un paisaje conmemorativo extenso y denso, caracterizado por la presencia de gran cantidad de memoriales de distinto tipo, nivel, escala y representación, distribuidos entre restos de posiciones defensivas, material bélico argentino y cráteres de explosiones aún visibles. La concepción básica de este gran paisaje memorial reside en asociar a cada cerro específico con la unidad militar que lo tomó: 3° Batallón Paracaidista con monte Longdon, 45 Commando de Royal Marines con monte Dos Hermanas, 42 Commando de Royal Marines con monte Harriet, 2° Batallón de Paracaidistas con Wireless Ridge y 2° Batallón de Guardias Escoceses con monte Tumbledown. Incluso unidades que no llegaron a tomar parte directa en los combates, como el 1° Batallón del 7° Regimiento Gurkha y el 1° Batallón de Guardias Galeses, poseen también sus memoriales cerca (aunque no en la cima) de los cerros que eran sus objetivos asignados (William y Sapper Hill respectivamente).

El arqueólogo escocés Tony Pollard[32] abordó este paisaje conmemorativo, destacando que está formado por monumentos que juegan un rol activo en la construcción de una memoria de la guerra y en la interpretación de los eventos del pasado. Una peculiaridad de este memorialscape es que está inserto en un paisaje bélico (battlescape) relativamente bien preservado, creando un palimpsesto mnemónico que hoy es, en buena medida, mediado y manipulado en la interacción entre guías turísticos y visitantes. En este contexto, los restos materiales de la guerra, cada vez menos abundantes y más deteriorados, juegan un rol importante en los actos de recordación. Según Pollard[33], “(n)o son depósitos estériles sino un recurso al que se recurre activamente para tejer hilos narrativos, los cuales sirven para enhebrar artefactos, memoriales y rasgos topográficos en este paisaje de memoria” (traducción del autor), en el marco tanto de la peregrinación de los veteranos como del turismo de campos de batalla.

Cada cerro posee un memorial de nivel institucional y escala medios, que conmemora colectivamente a la unidad que combatió en ese escenario y en especial a los caídos en el curso de la acción. Se trata por lo general de cruces metálicas, de unos 2 m de altura, emplazadas sobre pequeñas plataformas de piedra y/o cemento, en afloramientos rocosos en la cima de los montes. Una o varias placas metálicas acompañan a las cruces, mencionando a la unidad militar y combate específicos, así como el listado de los caídos, con rango, nombre y, en algunos casos, edad. Asimismo, en cada memorial hay una caja de municiones que contiene elementos de limpieza para que los visitantes colaboren en el pulido de las placas, involucrándose así activamente en el recuerdo y homenaje a los caídos en la guerra. Estos memoriales regimentales constituyen puntos prominentes del paisaje y focalizan a su vez actividades conmemorativas de menor escala y nivel, llevadas a cabo por veteranos, amigos y/o familiares de los caídos. En efecto, en torno a ellos se concentran otras placas (de metal, mármol, lajas o plástico) y cruces de menor tamaño, en homenaje a subunidades (compañías, pelotones) de la unidad militar principal o a individuos específicos. En muchos casos se observan también objetos personales (boinas, calzado militar) dejados en el lugar a manera de ofrenda, junto con las siempre presentes coronas de amapolas plásticas y pequeñas cruces de madera.

El monte Longdon, que fue escenario de uno de los combates más sangrientos de la guerra la noche del 11 y madrugada del 12 de junio, entre el 3° Batallón de Paracaidistas británico y la compañía B del Regimiento de Infantería Mecanizada 7 (RIMec 7) reforzada por otras subunidades del ejército y la Infantería de Marina, destaca entre los demás cerros por presentar dos memoriales regimentales. A la típica cruz mencionada, se le agrega un memorial mucho más elaborado artística y simbólicamente, conformado por un bloque rectangular de granito con una esquina cortada en la que se ubican amapolas metálicas negras en número igual al de los caídos británicos durante la batalla (Figura II). Sin embargo, este sofisticado monumento no parece concentrar una interacción con los visitantes tan intensa como la que sí se verifica en el más clásico, donde pueden verse placas, ofrendas personales, amapolas plásticas, cruces y hasta una estatuilla de Buda colocadas al pie de la cruz. También a diferencia de los otros cerros, Longdon está puntuado por gran cantidad de memoriales pequeños y de bajo nivel y escala. Consisten en cruces o placas (metálicas o líticas) situadas en lugares específicos donde cayeron efectivos británicos, colocadas por compañeros o familiares (Figura II). Se trata, por lo general, de homenajes más íntimos y personales, que se expresan en frases de amor o recuerdo inscriptas en las placas, aunque también suelen incluir símbolos militares y/o alusiones al sacrificio o valor demostrado en el combate. Curiosamente, Longdon presenta también uno de los raros casos de discordancias en la narrativa conmemorativa británica, al existir dos memoriales (una cruz y un pequeño obelisco truncado con placa de mármol negro) en honor al sargento Ian McKay (a quien se otorgó la Cruz Victoria a manera póstuma), reflejando según Pollard[34] los desacuerdos entre los veteranos acerca de dónde exactamente cayó. Finalmente, al igual que ocurre en otras partes de las islas, el cerro recibe peregrinajes grupales o individuales de veteranos británicos y familiares de los caídos[35], así como visitas de la guarnición británica que combinan el homenaje con actividades de instrucción militar, y visitas de isleños que se acercan a realizar sus propios homenajes y conmemoraciones. Pero los cerros congregan también a visitantes de carácter más secular, turistas de distintas nacionalidades que se ven atraídos a los campos de batalla por el atractivo especial de su autenticidad, garantizada por la preservación de material bélico (por ejemplo, en Longdon un cañón sin retroceso Czekalsky de 105 mm o una concentración de chatarra bélica acumulada por los vencedores tras la batalla) y restos de posiciones defensivas derrumbadas (Figura II). Estos elementos, como señala Pollard[36], se hilvanan con los mencionados memoriales formando una narrativa material y performativa de la batalla, al guiar los desplazamientos de los visitantes a través del terreno entre estos hitos en el paisaje. Esta narrativa es reforzada por los guías de turismo locales, que directamente conducen a los visitantes a estos puntos en una secuencia bien formalizada.


Figura II. Conmemoración británica en monte Longdon. Arriba, memoriales regimentales. Abajo izquierda, homenaje a efectivos británicos caídos en combate. Abajo derecha, material bélico acumulado tras la batalla. 

 Fuente: fotos del autor, diciembre 2018.

 

 

La conmemoración argentina

 

Aspectos generales

 

La conmemoración de hechos bélicos y personajes relacionados con ellos es común en la Argentina, materializada en monumentos, nombres de calles y espacios públicos, y señalada en el calendario oficial. En esta conmemoración conviven en tensión tanto héroes y hechos promovidos por la historiografía liberal tradicional, como personajes y hechos rescatados por visiones revisionistas de distinta tendencia. Los desacuerdos historiográficos, ideológicos y políticos acerca de la historia (reciente y lejana) de nuestro país probablemente conspiren contra el establecimiento de una tradición conmemorativa formalizada a la manera británica, además obviamente de las muy diferentes trayectorias de desarrollo histórico de ambas naciones. Si a ello se suma la escasez de guerras internacionales que no generen controversias y reinterpretaciones constantes (o “guerras buenas”, sensu Mayo[37]), no resulta extraño que el género del memorial clásico en campos batalla no tenga un gran desarrollo en nuestro país, con la notable excepción de Vuelta de Obligado, un complejo y disputado paisaje conmemorativo[38]. Gran parte de los campos de batalla en territorio argentino corresponden a enfrentamientos fratricidas y los monumentos en ellos suelen consistir en monolitos pequeños o estructuras simples, con placas escuetas, formales y poco expresivas (e.g. monumentos en Cepeda, 1820 y 1859; Pavón, 1861). Si bien pueden servir de foco a homenajes y ceremonias periódicas (generalmente con motivo de aniversarios), no expresan en sí mismos el intenso debate historiográfico, político e ideológico que los hechos que evocan han suscitado.

La guerra de Malvinas, por el contrario, plantea un gran contraste, existiendo en nuestro país una enorme cantidad de memoriales que la conmemoran y que se multiplican con el paso de los años en ciudades y pueblos en toda la geografía nacional[39]. Los hay de todo tipo, escala y nivel institucional, tamaño, estilo representativo y calidad artística, por lo general reivindicando la legitimidad de la soberanía sobre las islas y honrando el sacrificio de los veteranos y caídos en la guerra, aunque excede a los límites y propósitos de este trabajo discutirlos en detalle. Baste decir que el monumento de mayor nivel institucional y escala, el Cenotafio ubicado en la Plaza San Martín de la ciudad de Buenos Aires, inaugurado el 24 de junio de 1990, generó variadas controversias entre veteranos, instituciones y público en general, que han sido analizadas por Rosana Guber[40]. Otros autores, por su parte, han analizado específicamente los conflictos suscitados en torno a la erección de marcas territoriales en memoria de la guerra de Malvinas y los mensajes comunicados por ellas en distintas ciudades argentinas[41]. En todo caso, y si bien predomina entre estos monumentos la concepción tradicional de memorial bélico, trasmitiendo una narrativa heroica centrada en torno a la gesta y sus héroes, las controversias que suelen ir asociadas con su construcción y con el mensaje a expresar reflejan claramente la tensión resultante del vínculo entre la guerra y la dictadura militar que gobernó entre 1976 y 1983, que atraviesa ineludiblemente a cualquier discusión o conmemoración del hecho histórico.

 

Conmemoración argentina en Malvinas

 

Como es bien sabido, el único memorial argentino autorizado en las islas es el cementerio de Darwin, donde descansan 237 caídos en la guerra. La realización de ceremonias conmemorativas y erección de otros memoriales en suelo malvinense está prohibida por las autoridades isleñas. Aún a pesar de ello, se desarrollan prácticas de conmemoración argentinas en las islas de manera constante conformando también un paisaje memorial, mucho más difuso y ambiguo que el británico, no obstante concreto y persistente a pesar de las limitaciones que enfrenta. Estas prácticas conmemorativas son llevadas a cabo por una amplia variedad de emprendedores de memoria. Éstos incluyen principalmente a veteranos de guerra y familiares de caídos en peregrinajes o viajes de sanación individuales o grupales, pero también a personas no directamente relacionadas con la guerra aunque interesadas en la temática, y a turistas y visitantes más circunstanciales. Si bien buena parte de estos homenajes se concentra en el cementerio de Darwin, los campos de batalla y posiciones defensivas en torno a la capital también sirven de escenario a diferentes tipos de prácticas conmemorativas. El paisaje memorial resultante, de bajo impacto material y esencialmente performativo[42], tiene como características principales ser: 1) clandestino, por desafiar reglamentaciones locales; 2) efímero, tanto por ser rápidamente eliminado en caso de implicar instancias materiales, como por el carácter inmaterial de muchas de las prácticas conmemorativas desarrolladas; 3) oculto, en el caso de algunas prácticas materiales para intentar aumentar su supervivencia; 4) discutido, al expresar en ocasiones controversias en cuanto a la interpretación y valoración de lo ocurrido en 1982; 5) e incluir aspectos “no sacros” o cotidianos, que se apartan notablemente de las expectativas generalmente asociadas con el memorial bélico y los comportamientos apropiados en relación a ellos[43].

De todas las características mencionadas, la clandestinidad es quizás el aspecto determinante, al imponer necesariamente limitaciones al alcance y formas que toma la conmemoración argentina en las islas. Las autoridades locales notifican de estas restricciones a los visitantes por distintos medios, aunque puede presumirse que conocen y hasta cierto punto toleran el desarrollo de estas actividades. Si éstas crecen en entidad, las autoridades intervienen reforzando la presión y vigilancia (en la que colaboran residentes locales y guías de turismo), aunque por lo general no se lleva a cabo una vigilancia y persecución estricta. El retiro de materiales de distinto tipo de los campos de batalla (ya sea por veteranos que los llevan como recuerdos o consideran como propios, o por visitantes en busca de souvenirs) está también prohibido y en la actualidad se confiscan aquellos elementos detectados en la inspección de seguridad antes del embarque en el aeropuerto local.

El carácter efímero que toman entonces las prácticas conmemorativas argentinas deviene en buena medida de su clandestinidad. Suele expresarse en actos conmemorativos, realizados por individuos o pequeños grupos, de afirmación de presencia mediante despliegues de banderas nacionales, entonación del Himno Nacional y/o plegarias religiosas u otros actos similares, en los cerros donde se combatió (Figura III). Estos actos de alto contenido emocional para sus participantes, pero íntimos y breves, pueden sin embargo trascender la inmediatez y adquirir materialidad merced a la difusión por medios de comunicación masiva o por la publicación de fotos y videos en las redes sociales, lo que les otorga tanto perpetuación temporal como acceso a audiencias mucho más amplias.

Por otro lado, no son raras las instancias de conmemoración que implican la implantación de recursos materiales en el paisaje. Llevadas a cabo sobre todo por veteranos de guerra o familiares de veteranos y/o caídos, consisten generalmente en la colocación de placas de metal alusivas. Éstas pueden homenajear a combatientes individuales caídos o recordar la presencia en el lugar de quienes las colocan. Se suelen pegar en las rocas en los cerros donde esas personas combatieron o estuvieron acantonadas, o donde cayeron quienes son recordados (por ejemplo, placas colocadas por veteranos del RIMec 7 en monte Longdon y Wireless Ridge) (Figura III)[44]. Por lo general incluyen datos tales como unidad militar de pertenencia y fechas de los acontecimientos recordados, pero también reivindicaciones más generales de la causa por la que se combatió, ya sea de manera explícita o mediante símbolos alegóricos como la representación de las islas con los colores nacionales. Otro tipo de elementos materiales que suelen dejarse en los lugares donde se combatió pueden incluir cruces y rosarios, flores y elementos personales de distinto tipo. Estos objetos conmemorativos raramente sobreviven más que unos días, siendo inmediatamente retirados por autoridades y guías de turismo, que limpian el paisaje memorial y de batalla de estas, en su visión, indeseadas intrusiones.

Una reacción obvia a esta situación ha sido la de intentar ocultar estos homenajes materiales, colocando las placas de manera más discreta, ya sea en grietas, recovecos o caras no visibles de afloramientos rocosos, o bien situándolas en lugares alejados de los hechos que conmemoran directamente. Ejemplo de ello lo constituye la colocación en 2012 de placas en recuerdo de compañeros fallecidos en combate por parte de veteranos del Regimiento de Infantería Mecanizada 3 (RIMec 3) de La Tablada (Figura III)[45]. El hecho de que estas placas todavía permaneciesen en su lugar en 2018 marca un pequeño triunfo en los combates simbólicos que se libran por el paisaje memorial. El entierro u ocultamiento entre las rocas de banderas nacionales y otros objetos conmemorativos constituye otra forma que adquiere esta memorialización escondida[46]. Si bien la audiencia de este tipo de actos se ve obviamente reducida por la naturaleza oculta, su reproducción en medios de comunicación y redes sociales asegura su entidad y amplía su trascendencia, independientemente de que las placas u otros objetos sobrevivan en su lugar o no.

Quizás el aspecto en que se manifiestan más claramente las diferencias entre la conmemoración argentina y la británica es en la frecuente expresión explícita en la primera de divergencias políticas e ideológicas. En efecto, la guerra de 1982 ha resultado un hecho histórico difícil al cual dar sentido para la sociedad civil y el estado argentino. La legitimidad de la causa, sustentada en la reivindicación de la soberanía vulnerada, aparece como incuestionable, aunque su vinculación con la dictadura militar puso en duda tanto la legalidad de la guerra como la forma en que fue conducida. Así, distintos autores[47] coinciden en señalar que la visión de los hechos de 1982 oscila entre dos grandes narrativas de memoria (aunque con innumerables matices y posiciones intermedias). Por un lado, una visión que ve a la guerra como una aventura absurda comandada por la junta militar como parte de su agenda política, y que por ello busca distinguir la reivindicación de la soberanía de la guerra misma. En esta concepción, los jóvenes conscriptos fueron víctimas de sus superiores (oficiales y suboficiales), que los condujeron a una lucha condenada de antemano a la derrota y los sometieron a maltratos físicos y emocionales en el mismo teatro de operaciones[48]. La antítesis de esta narrativa la constituye una visión más anclada en la tradición y retórica patrióticas, que da a la guerra el carácter de gesta de unidad nacional y en la cual los veteranos, de todo rango, son héroes que deben ser incluidos en el panteón patriótico nacional[49]. Ambas visiones conviven en tensión en los distintos homenajes y celebraciones que se desarrollan en nuestro país, y se complejizan aún más al intervenir la visión de los propios veteranos que, por lo general (aunque no unánimemente), rescatan valores positivos de la experiencia bélica, tales como actos de heroísmo y camaradería de conscriptos y militares profesionales por igual, excluyendo o incluso rechazando abiertamente el contexto político de la época.

Ambas narrativas de memoria han encontrado su expresión en las prácticas conmemorativas desarrolladas en los campos de batalla y otros puntos significativos en Malvinas. Así por ejemplo, la colocación de placas por veteranos del RIMec 3 arriba mencionada ejemplifica a la segunda visión, al ser llevada adelante en conjunto por antiguos conscriptos, suboficiales y oficiales. La perspectiva anti-militar, por su parte, se ha manifestado explícitamente en ocasiones tales como las visitas a las islas de representantes de organismos de derechos humanos y de centros y asociaciones de ex-combatientes enrolados explícitamente en esta visión de la guerra[50]. Así, como parte de las actividades desarrolladas durante la visita que llevó adelante la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) en marzo de 2017 (y en la que participaron figuras emblemáticas como Adolfo Pérez-Esquivel y Nora Cortiñas, entre otros) se colocaron carteles con leyendas que rezaban “En este sitio las FFAA argentinas torturaron a soldados argentinos” en distintos puntos de las islas (incluyendo al monte Longdon), o que caracterizaban a los caídos no identificados como “NN”[51] en el cementerio de Darwin (Figura III)[52]. Estos carteles, hechos de cartón, no tenían intención de permanencia pero igualmente fueron rápidamente eliminados por guías de turismo y pobladores locales, que los entendieron como una inaceptable contaminación política de un paisaje memorial sagrado.

Finalmente, la conmemoración argentina puede incluir otros elementos más mundanos o cotidianos, que tampoco encuentran paralelo en la tradición británica. Así, por ejemplo, la colocación o despliegue de símbolos futbolísticos no es algo extraño en las islas (Figura III)[53]. Un argumento al que se apela para justificar actos de este tipo es que quienes combatieron y cayeron en la guerra daban importancia a estas cuestiones y que por ello no se incurriría en una falta de respeto sino que, por el contrario, se resaltaría su carácter humano y su cotidianeidad. Sin embargo, no son unánimemente aceptados. Y no es necesario aclarar que desde la perspectiva británico-isleña resultan también intolerables en el paisaje sagrado que constituyen los cementerios de guerra y los campos de batalla.

 

Figura III. Ejemplos de conmemoración argentina: 1) despliegue de banderas en monte Tumbledown (Sapucay de Malvinas); 2) colocación de placas por veteranos del RIMec 3; 3) camiseta de fútbol en cementerio de Darwin; 4) colocación de placa por veterano del RIMec 7 en Wireless Ridge; 5) y 6) Visita de Nora Cortiñas y Comisión Provincial por la Memoria a monte Longdon, 2017.

Fuente: 1) Página de Facebook “Sapucay de Malvinas”. Disponible en:  https://www.facebook.com/pg/sapucaymalvinas/photos/?ref=page_internal) [visitado en noviembre de 2019]. 2) “A 30 años - Volver a las Malvinas - Lanacion.mp4”. Disponible en:  https://www.youtube.com/watch?v=ZhD6QiQMagA [visitado en noviembre de 2019]. 3) Diario Infobae (2018). “La camiseta de River abraza una cruz en Darwin. El recuerdo para un ser amado que no volvió de la guerra”.28/12. Disponible en:   (https://www.infobae.com/sociedad/2018/12/14/colaboracion-agradecimiento-y-reunion-cumbre-en-malvinas-eduardo-eurnekian-fue-recibido-por-las-maximas-autoridades-de-las-islas/ [visitado en noviembre de 2019] 4) “Malvinas, diario de un viaje 1”. Disponible en:   https://www.youtube.com/watch?v=cam-cNRlucQ [visitado en noviembre de 2019] 5) y 6) Un viaje histórico. El viaje de la CPM a las Islas Malvinas”. Disponible en:    https://www.comisionporlamemoria.org/el-viaje-de-la-cpm-a-malvinas/ [visitado en noviembre de 2019].

 

 

Discusión y consideraciones finales

 

Los campos de batalla de Malvinas indudablemente han adquirido el carácter de “paisajes sacrificiales”[54], y los memoriales y acciones conmemorativas desarrolladas en ellos contribuyen decisivamente a esto. Por otra parte, sirven de escenario al despliegue de prácticas conmemorativas contrapuestas, que conviven enfrentadas en un combate simbólico larvado.

La conmemoración británica, la única oficial en los campos de batalla, tiene una amplia expresión material. Así, los cerros que fueron escenario de los combates decisivos de guerra en 1982 conforman un paisaje memorial bien anclado en la tradición británica de “paisajes fabricados de memoria” que, según Atherthon y Morgan[55], tendría sus inicios en el campo de batalla de Waterloo. Este paisaje memorial, que emplea los aspectos típicos de la liturgia conmemorativa británica, honra a caídos y participantes británicos en la batalla, sin por lo general hacer mención alguna a los combatientes argentinos (sólo representados por sus restos materiales) y sin referir a las causas de la guerra y/o su legitimidad. Estas últimas (que llamamos el tema de los memoriales) se dan por supuestas o en todo caso se afirman en otro lugar: el llamado “Monumento a la liberación”, memorial de mayor nivel y escala, ubicado en Puerto Argentino y ejemplo perfecto del género del memorial bélico tradicional[56]. En los campos de batalla, todo el énfasis del homenaje está puesto en los combatientes y en el sacrificio que hicieron por la reina y la nación, mediante memoriales de escala y nivel institucional por lo general medio y bajo, con representación por lo general simple. En última instancia, esta guerra es sólo una más en la extensa historia militar británica y su conmemoración no escapa a los cánones tradicionales. Para los isleños, sin embargo, los memoriales conmemoran hechos que constituyen una parte central de su identidad colectiva y actúan como recordatorios materiales de ellos, pero también constituyen -y se promocionan como tales- importantes atractivos turísticos.

Por el otro lado, la conmemoración argentina se erige como una contramemoria por fuerza ilegal o clandestina, lo que la limita considerablemente en su alcance, duración y materialidad. Los actos conmemorativos realizados en las islas, entonces, adquieren un carácter efímero, íntimo u oculto, con un bajo impacto material, aunque su reproducción en medios de comunicación y redes sociales suele otorgarles una perduración y audiencia que excede ampliamente su intención y trascendencia original. Las prácticas conmemorativas argentinas en las islas se entienden mejor, siguiendo a Jelin[57], como usos y actividades que agregan una nueva capa de sentido a un lugar ya cargado de historia, de memorias, de significados públicos y de sentimientos privados, mediante una expresión esencialmente performativa[58] y con un contenido material inevitablemente limitado. Estas conmemoraciones son generalmente de bajo nivel institucional, generadas por iniciativa de veteranos, familiares de caídos y/o personas interesadas en el tema Malvinas, individual o colectivamente, aunque su escala y tema varía desde la reivindicación de la soberanía argentina hasta el recuerdo de individuos o unidades y subunidades militares específicas. Asimismo, la conmemoración argentina puede incluir explícitamente discusiones y controversias políticas e ideológicas en torno a la interpretación de los hechos de 1982, así como elementos mundanos o “no sacros”, en franco contraste con la concepción británico-isleña de lo que constituye un paisaje memorial apropiado.

En suma, este trabajo constituye un abordaje inicial y de grano grueso de los complejos paisajes de memoria que se despliegan actualmente en las islas Malvinas. Se espera ampliar y profundizar el análisis en futuros trabajos, refinando la caracterización de tendencias y de los emprendedores de memoria involucrados, así como identificando matices en las conmemoraciones aquí presentadas. Finalmente, se entiende que este trabajo, al abordar estas temáticas, constituye también un acto de memoria en sí mismo, que busca contribuir al recuerdo y homenaje de quienes fueron partícipes, especialmente por el lado argentino, de los hechos de 1982.

 

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* CONICET – Departamento de Arqueología, Escuela de Antropología, Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario.

[1] Rowlands, M. (1999). “Remembering to forget: sublimation as sacrifice in war memorials” en Forty, A. y Küchler, S. (Eds.). The Art of Forgetting (pp. 129-145). Oxford: Berg, p. 129.
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[12] Wagner-Pacifici, R. y Schwartz, B. (1991). “The Vietnam Veteran Memorial: Commemorating a difficult past”. The American Journal of Sociology 97(2) (pp. 376-420). Chicago, Estados Unidos.
[13] Niven, B. (2008). “War memorials at the intersection of politics, culture and memory”. Journal of War and Culture Studies 1(1) (pp. 39-45). Londres, Gran Bretaña; Winter, J. y Sivan, E. (1999). “Setting the Framework” en Winter, J. y Sivan, E. (Eds.). War and Remembrance in the Twentieth Century (pp. 6-39), op cit.
[14] Mayo, J. (1988b). “War memorials as political memory”. Geographical Review 78(1) (pp. 62-75), op cit.; Wagner-Pacifici, R y Schwartz, B. (1991). “The Vietnam Veteran Memorial: Commemorating a difficult past”. The American Journal of Sociology 97(2) (pp. 376-420), op cit.
[15] Lo que Winter y Sivan definen como testigos o agentes (soldados, familiares, víctimas civiles y sus familiares, gente afectada periféricamente por la guerra) conforman “redes de sobrevivientes” involucradas en el trabajo de la memoria para enfrentar el dolor y ofrecer algo simbólicamente a los muertos. A estas redes se suman luego otros agentes, no directamente relacionados con el hecho bélico y de diferente nivel y alcance institucional, con otros objetivos, pero cuyos esfuerzos se superponen con los de los testigos. Winter, J. y Sivan, E. (1999). “Setting the Framework” en Winter, J. y Sivan, E. (Eds.) War and Remembrance in the Twentieth Century (pp. 6-39), op cit, p. 17.
[16] González Ruibal, A. (2008). “Time to destroy: an archaeology of supermodernity”. Current Anthropology 49(29) (pp. 247-279), p. 256; Rowlands, M. (1999). “Remembering to forget: sublimation as sacrifice in war memorials” en Forty, A. y Küchler, S. (Eds.). The Art of Forgetting (pp. 129-145); Winter, J. y Sivan, E. (1999). “Setting the Framework” en Winter, J. y Sivan, E. (Eds.). War and Remembrance in the Twentieth Century (pp. 6-39), op cit.
[17] Jelin, E. (2017). La lucha por el pasado. Cómo construimos la memoria social. Madrid-Buenos Aires: Siglo XXI, p. 141.
[18] Como afirman Winter y Sivan: “El recuerdo colectivo de guerras pasadas, viejos soldados y de las víctimas de las guerra es, en consecuencia, un acto quijotesco. Constituye un esfuerzo para pensar públicamente acerca de cuestiones dolorosas del pasado, al mismo tiempo que está condenado a descomponerse con el paso del tiempo”. (Winter, J. y Sivan, E. (1999). “Setting the Framework” en Winter, J. y Sivan, E. (Eds.). War and Remembrance in the Twentieth Century (pp. 6-39), op cit, p. 10, traducción del autor).
[19] Wagner-Pacifici, R. y Schwartz, B. (1991). “The Vietnam Veteran Memorial: Commemorating a difficult past”. The American Journal of Sociology 97(2) (pp. 376-420), op cit., p. 382.
[20] Por ejemplo: Doldán, M. P. y Landa, C. (2015). “La batalla en el monumento de batalla” en El Sigma. Disponible en: http://www.elsigma.com/autor/maria-pia-doldan-y-carlos-landa/2441 [visitado en mayo de 2020]; Mayo, J. (1988a). War Memorials as Political Landscape: The American Experience and Beyond, op cit; Mayo, J. (1988b). “War memorials as political memory”. Geographical Review 78(1) (pp. 62-75), op cit.; Rowlands, M. (1999). “Remembering to forget: sublimation as sacrifice in war memorials” en Forty, A. y Küchler, S. (Eds.). The Art of Forgetting (pp. 129-145); Umaño M. y Landa, C. (2018). “Monumentos de guerra espejos del olvido y del recuerdo” en La Descommunal, Revista Iberoamericana de Patrimonio y Comunidad 4 (pp. 86-100). Disponible en: http://ladescommunal.underground-arqueologia.com/numero-actual [visitado en noviembre de 2019]; Wagner-Pacifici, R. y Schwartz, B. (1991). “The Vietnam Veteran Memorial: Commemorating a difficult past”. The American Journal of Sociology 97(2) (pp. 376-420), op cit.; Warr, M. (2018). Arqueología y monumentos en Vuelta de Obligado. Tesis de Licenciatura. Escuela de Antropología, Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario.
[21] Sensu Wagner-Pacifici. R. y Schwartz, B. (1999). “The Vietnam Veteran Memorial: Commemorating a difficult past”. The American Journal of Sociology 97(2) (pp. 376-420), op cit., p. 382. Ver también: Jelin, E. (2002). Los trabajos de la memoria, op cit.
[22] Por ejemplo: Atherton, I. y Morgan, P. (2011). “The battlefield war memorial: Commemoration and the battlefield site from the Middle Ages to the modern era”. Journal of War and Culture Studies 4(3) (pp. 289-304). Londres, Gran Bretaña; Black, J. (2004). “Thanks for the Memory: War Memorials, Spectatorship and the Trajectories of Commemoration, 1919-2001” en Saunders, N. (Ed.) Matters of Conflict: Material Culture, Memory and the First World War (pp. 134-148). London: Routledge; Niven, B. (2008). “War memorials at the intersection of politics, culture and memory”. Journal of War and Culture Studies 1(1) (pp. 39-45), op cit.
[23] Ibid., p. 39.
[24] Ibid., pp. 43-44.
[25] Sensu Wagner-Pacifici, R. y Schwartz, B. (1991). “The Vietnam Veteran Memorial: Commemorating a difficult past”. The American Journal of Sociology 97(2) (pp. 376-420), op cit.
[26] Atherton, I. y Morgan, P. (2011). “The battlefield war memorial: Commemoration and the battlefield site from the Middle Ages to the modern era”. Journal of War and Culture Studies 4(3) (pp. 289-304), op cit., p. 298.
[27] Ibid., pp. 298-299.
[28] Black, J. (2004). “Thanks for the Memory: War Memorials, Spectatorship and the Trajectories of Commemoration, 1919-2001” en Saunders, N. (Ed.). Matters of Conflict: Material Culture, Memory and the First World War (pp. 134-148), op cit.
[29] Este poderoso símbolo visual también tiene su origen en la PGM, evocando metafóricamente la sangre derramada por los soldados británicos en los campos de Flandes (Bélgica).
[30] Pérez-Reverte, A. (2019). “Malos tiempos para los héroes” en Patente de Corso, reproducida en Lo mejor de XL Semanal. Disponible en:   https://www.xlsemanal.com/firmas/20190811/perez-reverte-malos-tiempos-los-heroes.html?fbclid=IwAR3ZExkDZBjM8JrVDxHIl6ss8bfuHGsT25_vAna9bSUcVwhRDl9HX0si7DA [visitado en noviembre de 2019].
[31] Un monumento a los Royal Marines, erigido en 2008, conmemora la relación de este cuerpo militar con las islas desde 1765, aunque no específicamente su participación en los eventos de 1982.
[32] Pollard, T. (2015). “Islands of No Return: Memory, Materiality and the Falklands War” en Carr, G. y Reeves, K. (Eds.). Heritage and Memory of War: Responses from Small Islands (pp. 177-193). New York: Routledge.
[33] Ibid., p. 190.
[34] Ibid., pp. 182-183.
[35] Por ejemplo, Falkland Islands Newsletter (2003). “Veterans pilgrimage 2000”, n° 83, enero 2003 (pp. 4-14). Puerto Argentino, Malvinas.
[36] Pollard, T. (2015). “Islands of No Return: Memory, Materiality and the Falklands War” en Carr, G. y Reeves, K. (Eds.). Heritage and Memory of War: Responses from Small Islands (pp. 177-193), op. cit., pp. 182-183.
[37] Mayo, J. (1988a). War Memorials as Political Landscape: The American Experience and Beyond, op cit.
[38] Warr, M. (2018). Arqueología y monumentos en Vuelta de Obligado. Tesis de Licenciatura. Escuela de Antropología, Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario, op cit.
[39] Ver el Mapa Federal de Memoriales de la Guerra de Malvinas, confeccionado por el Museo de Malvinas e Islas del Atlántico Sur (Buenos Aires). Disponible en:   https://museomalvinas.cultura.gob.ar/noticia/mapa-federal-de-memoriales-de-la-guerra-de-malvinas/ [visitado en noviembre de 2019].
[40] Guber, R. (2003). De “chicos” a “veteranos”: Memorias argentinas de la guerra de Malvinas. Avellaneda: Editorial Antropofagia y Centro de Antropología Social, Avellaneda, capítulo 6.
[41] Por ejemplo: Rodríguez, A. (2014). “La memoria de Malvinas y la ‘batalla por la marca’: Bahía Blanca, la guerra de Malvinas, y la refundación nacional (1982-2012)”. Trabajos y Comunicaciones 40. La Plata. Disponible en:   http://www.trabajosycomunicaciones.fahce.unlp.edu.ar/article/view/TyC2014n40a03 [visitado en  noviembre de 2019] para Bahía Blanca; Troncoso, M. (2017). “Marcas territoriales: Malvinas en la construcción de la memoria de la ciudad de Tandil (1982-2017)”. Documentos de Trabajo 14 (pp. 294-305), para Tandil.
[42] Sensu Connerton, P. (1989). How societies remember. Cambridge: Cambridge University Press; ver también Jelin, E. (2017). La lucha por el pasado. Cómo construimos la memoria social, op cit.
[43] No consideramos aquí una amplia gama de actos conmemorativos de tipo performativo no convencionales, tales como recorrer tramos de las islas corriendo o en bicicleta, nadar en aguas del Estrecho de San Carlos, surfear en playas locales, etc., que se repiten a través de los años y, a veces, obtienen repercusión mediática.
[44]Malvinas, diario de un viaje 1”. Disponible en:   https://www.youtube.com/watch?v=cam-cNRlucQ y Malvinas, diario de un viaje 2”. Disponible en:   https://www.youtube.com/watch?v=Ss7NaMYJPyc [visitados en noviembre de 2019].
[45] “A 30 años - Volver a las Malvinas - Lanacion.mp4”. Disponible en:   https://www.youtube.com/watch?v=ZhD6QiQMagA [visitado en noviembre de 2019].
[46] Ver por ejemplo: “Volver a Malvinas”. Disponible en:   https://www.youtube.com/watch?v=NZAIYmU1oJM) [visitado en mayo de 2020] donde un veterano del RiMec3 entierra una carta en su antigua posición; “Malvinas Chaco Carlos Bruscker”. Disponible en:   https://www.youtube.com/watch?v=aombkbBpW_c [visitado en mayo de 2020] donde un veterano entierra un mechón de su pelo en la turba; o Página de VGM I. Cepeda en Facebook, donde muestra cómo entierra diversos objetos alegóricos en su antigua posición. Disponible en:    https://www.facebook.com/cepedaignacio?tn=%2CdC-R-R&eid=ARAaRU38D7hxv2f9icWlGEKvVirbKpDLJcnoWK5ygbNF4ova8nq5t8YK2tzj9WMv4chDQ7wPeRAtLk3m&hc_ref=ARQMDKIZL03zbUdottCvR1SlX_DOUov9p6syN1yD98vPFNV9k08L_JLnK6zHp5l5LZU&fref=nf [visitado en mayo de 2020]
[47] Guber, R. (2003). De “chicos” a “veteranos”: Memorias argentinas de la guerra de Malvinas, op. cit.; Lorenz, F. (2012). Las guerras por Malvinas 1982-2012. Buenos Aires: Edhasa.
[48] Esta perspectiva victimiza a los soldados (denominándolos “chicos de la guerra”), minimiza el apoyo que gran parte de la sociedad dio a la guerra y no permite dar cuenta del desempeño de numerosas unidades militares que mantuvieron su cohesión y combatieron eficazmente contra los británicos. Las críticas a esta visión suelen descalificarse como relacionadas con reivindicaciones de la dictadura.
[49] Esta visión fue inicialmente sostenida por las Fuerzas Armadas, como forma de responder al desprestigio por la represión ilegal. Presenta a Malvinas como una causa sagrada e incuestionable y cualquier crítica es entendida como “desmalvinizadora” y antipatriótica.
[50] Por ejemplo, el CECIM (Centro de Ex–Combatientes de las Islas Malvinas) de La Plata.
[51] Denominación empleada por la dictadura militar para referir a detenidos-desaparecidos ilegalmente.
[52] Ver “Un viaje histórico. El viaje de la CPM a las Islas Malvinas”. Disponible en:   https://www.comisionporlamemoria.org/el-viaje-de-la-cpm-a-malvinas/ [visitado en noviembre de 2019]
[53] Ver, por ejemplo, fotografías en la página “Sapucay de Malvinas” en Facebook. Disponible en:   https://www.facebook.com/pg/sapucaymalvinas/photos/?ref=page_internal [visitado en noviembre de 2019]; o Diario Infobae (2018). “La camiseta de River abraza una cruz en Darwin. El recuerdo para un ser amado que no volvió de la guerra”, 28/12. Disponible en:   https://www.infobae.com/sociedad/2018/12/14/colaboracion-agradecimiento-y-reunion-cumbre-en-malvinas-eduardo-eurnekian-fue-recibido-por-las-maximas-autoridades-de-las-islas/ [visitado en noviembre de 2019].
[54] Sensu Saunders, N. (2003). “Crucifix, calvary, and cross: materiality and spirituality in Great War landscapes”. World Archaeology 35(1) (pp. 7–21).
[55] Atherton, I. y Morgan, P. (2011). “The battlefield war memorial: Commemoration and the battlefield site from the Middle Ages to the modern era”. Journal of War and Culture Studies 4(3) (pp. 289-304), op cit., pp. 298-299.
[56] Sensu Wagner-Pacifici, R. y Schwartz, B. (1991). “The Vietnam Veteran Memorial: Commemorating a difficult past”. The American Journal of Sociology 97(2) (pp. 376-420), op cit.
[57] Jelin, E. (2017). La lucha por el pasado. Cómo construimos la memoria social, op. cit.
[58] Sensu Connerton, P. (1989). How societies remember, op cit.

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Cuadernos de Marte, Revista latinoamericana de Sociología de la Guerra es una publicación oficial del Insituto de Investigaciones Gino Germani, dependiente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Argentina.

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