Cuadernos
de Marte
AÑO 11
/ N° 18 Enero – Junio 2020
https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/cuadernosdemarte/index
“Si quieres saber cómo te fue en la guerra, pregúntale a tu
enemigo”
Aportes británicos para
repensar la guerra de Malvinas
“If
you want to know how you did in a war, ask your enemy”
British
contributions to rethink Malvinas´s War
Cisilino, Juan Manuel*
Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad
Nacional de La Plata - CONICET
García Larocca, Manuela*
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad
Nacional de La Plata
Garriga Olmo, Santiago*
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad
Nacional de La Plata
Recibido:
8/10/2019 – Aprobado: 6/4/2020
Cita sugerida: Cisilino, J., García Larocca, M., & Garriga Olmo, S. (2020).
“Si quieres saber cómo te fue en la guerra, pregúntale a tu enemigo”. Aportes
británicos para repensar la guerra de Malvinas. Cuadernos de Marte, 0(18),
424-456. Recuperado de https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/cuadernosdemarte/article/view/5665
Resumen
El presente artículo se propone problematizar determinadas miradas
dominantes en Argentina en torno a la guerra de Malvinas, partiendo del análisis
de las perspectivas de jefes militares ingleses acerca del desarrollo y balance
del conflicto bélico de 1982.
Tomando como referencias centrales las memorias del general de
división Julian Thompson (al mando de la 3° Brigada de Comandos de Infantería
de Marina) y del almirante John Forster “Sandy” Woodward (comandante de la
flota británica), además de bibliografía específica y fuentes documentales,
desarrollaremos una revisión de determinadas ideas-fuerza de gran arraigo en
los discursos sobre Malvinas y una problematización de las principales
interpretaciones dominantes.
Palabras clave: Malvinas - Guerra de
Malvinas – Dictadura – Gran Bretaña – Ex Combatientes
Abstract
This article aims to problematize certain
dominant visions of Malvinas´s War in Argentina, starting from the analysis of
the English military chiefs´s perspectives about the development of the war in
1982.
Taking as central references the memories
of the general of division Julian Thompson (in charge of the 3° commando brigade)
and admiral John Forster “Sandy” Woodward (who commanded the British Naval Task
Force), besides especific bibliography and documentary sources, we will make a
revision of the main ideas that impregnate the speeches about Malvinas and
problematize the dominant interpretationes about it.
Key
words: Malvinas – Malvinas´s war – Dictatorship –
Great Britain – Former fighters
Introducción
“Si quieres saber cómo te fue en la guerra, pregúntale a tu
enemigo” es una frase atribuida a Sun Tzu que, según la antropóloga Rosana
Guber, es una de las premisas más citadas por los militares de la Aeronáutica
argentina.[1] De alguna manera, funciona
también como premisa para la aproximación al análisis de la Guerra de Malvinas
que desarrollaremos en el presente artículo.
Nuestro aporte se propone contribuir al conocimiento acerca de la Cuestión
Malvinas. Ésta, desde 1982 hasta la
actualidad, se encuentra atravesada centralmente por el conflicto bélico que
enfrentó a la Argentina con el Reino Unido y la Organización del Tratado del
Atlántico Norte (OTAN). Esto quiere decir que la guerra ha constituido el eje
fundamental a partir del cual se han ido configurando las interpretaciones
sobre Malvinas en nuestro país. En ese sentido, el objetivo del presente
trabajo consiste en problematizar determinadas miradas dominantes en Argentina
en torno a la guerra de Malvinas: para ello, en este caso, analizaremos las
perspectivas de jefes militares ingleses acerca del desarrollo y balance del
conflicto bélico como insumo principal a partir del cual pueden revisarse
críticamente algunas de las ideas-fuerza de mayor arraigo en las visiones sobre
esta problemática.
Cabe destacar que la guerra de Malvinas es uno de los
acontecimientos más importantes de la historia argentina reciente, con
profundas secuelas en lo político, en lo geopolítico y en lo social. Como
destacó Guber, se trata de uno de los episodios “más llamativos y menos
analizados del proceso político argentino”.[2]
Desde el fin de la guerra hasta la actualidad, se han ido
constituyendo relatos, representaciones y discursos desplegados desde ámbitos
políticos, intelectuales, académicos, culturales, testimoniales y mediáticos.
Éstos han posibilitado el arraigo de determinadas ideas-fuerza en el imaginario
social con la guerra como vértice articulador. Ésta, a su vez, constituyó un
episodio excepcional debido a que fue la única guerra durante el siglo XX en la
que la Argentina fue protagonista y en la que participaron conscriptos civiles,
y debido a que contó con el apoyo de amplísimos sectores del pueblo argentino
sobre la base de la defensa de la soberanía nacional.[3] Ciento cuarenta y nueve
años después de que Inglaterra invadiera las Islas Malvinas, la Argentina las
recuperó temporariamente para la soberanía nacional el 2 de abril de 1982. El
Reino Unido envió su fuerza aeronaval con el objetivo de reconquistar las
islas, imponiendo entonces la guerra que duraría hasta la rendición argentina
el 14 de junio del mismo año.
Las principales ideas-fuerza que han atravesado las
interpretaciones dominantes acerca de la guerra y, por ende, de la Cuestión
Malvinas en general son dos: la primera refiere al carácter absurdo de la
guerra, puesto que resultaría inconcebible que un país como la Argentina pueda
enfrentarse política y militarmente a una de las naciones más poderosas del
mundo respaldada por la OTAN; la segunda, refiere al hecho de que como la
decisión de la recuperación y la dirección de la guerra fue llevada a cabo por
la dictadura militar que había derrocado al gobierno peronista en 1976,
Malvinas se definiría esencialmente por su contexto, es decir, se trataría fundamentalmente un episodio en la
política de la dictadura y, como tal, debería ser condenado y cualquier
análisis de la misma debería ceñirse a esa perspectiva.
Se trata de aspectos que efectivamente forman
parte de la complejidad de la problemática en cuestión. En primer lugar, es notable
el carácter de potencia militar que hasta el día de hoy reviste el Reino Unido
de Gran Bretaña, especialmente en comparación con las deficiencias técnicas y
políticas de unas Fuerzas Armadas como las argentinas, que en aquel momento habían
sido formadas principalmente para la represión interna en el marco de la “Doctrina
de la Seguridad Nacional”. En segundo lugar, el carácter negativo de la
dictadura no se circunscribió sólo a su política económica y represiva, sino
que también, en el caso de Malvinas, su conducción política y militar de la
guerra ha sido fuertemente cuestionada.[4]
Sin embargo, como decíamos previamente, estos dos aspectos se han
constituido como ideas-fuerza que articularon los relatos dominantes sobre
Malvinas. Éstos, más allá de los múltiples matices y de la diversidad de
perspectivas desde las cuales se los sostienen, pueden sintetizarse
esquemáticamente en dos grandes interpretaciones: la guerra absurda y la de Malvinas como crimen
de la dictadura. Éstas no son necesariamente excluyentes entre sí, sino que
también pueden aparecer articuladas, como veremos más adelante.
A lo
largo de este artículo, reconstruiremos sucintamente las características
fundamentales de ambos relatos, poniéndolos en diálogo crítico con los
testimonios de los jefes militares ingleses, pues éstos no se encuentran
atravesados por las miradas dominantes que se han desarrollado en nuestro país,
sino que, por el contrario, aportan elementos para su problematización.
Los testimonios elegidos para tal fin son el del general de
división Julian Thompson, quien estuvo al mando de la 3° Brigada de Comandos de
Infantería de Marina y registró su experiencia en su libro No picnic,[5] y el del almirante
Sandy Woodward, quien fue el comandante de la flota británica y plasmó sus
memorias en Los cien días.[6]
Lo distintivo de sus miradas es que están atravesadas por su formación
profesional, tratándose de dos oficiales de alto rango con gran responsabilidad
en la dirección de las tropas británicas durante el conflicto, y no por las
vicisitudes políticas de su país. En ese sentido, más allá de los pormenores
específicos y técnicos, son testimonios que no sólo complejizan y problematizan
los relatos dominantes acerca de la guerra en Argentina, sino que también nos
obligan a reflexionar acerca de cómo los argentinos nos vemos a nosotros mismos
y cómo concebimos los relatos de nuestra propia historia.
La guerra absurda
Esta interpretación sostiene que haber combatido contra los
ingleses por la recuperación de la soberanía nacional sobre las Islas Malvinas,
Georgias y Sandwich del Sur fue una aventura
militar que no tuvo ningún sentido, es decir que fue una acción
perteneciente al ámbito de la “locura” y lo “irracional”, carente de cualquier
justificación. Esta mirada puede asumir diversos matices, aunque éstos pueden
aparecer entrelazados en numerosos discursos, más allá de aquellos que se
oponen a cualquier guerra independientemente de las circunstancias o sus
causas: algunos parten de negar toda importancia al conjunto de islas que
englobamos bajo la denominación de “Islas Malvinas”; otros, reducen la guerra a
la decisión “irracional” de un general “borracho” (en referencia a Galtieri);
un tercer matiz muy extendido es aquél que concibe la decisión de recuperar las
islas como una maniobra por parte de la dictadura para perpetuarse en el poder,
por lo cual la guerra en sí, para la sociedad argentina, reviste el carácter de
un episodio absurdo y doloroso gracias al cual recuperamos la democracia.
En el primer caso, no sólo la guerra constituye un absurdo, sino
que lo es todo reclamo de soberanía por parte de la Argentina. Esto fue
expresado cabalmente en las declaraciones de la escritora y periodista Sylvina Walger
al cumplirse treinta años de la guerra: “Aparte las Malvinas no son
Cancún, no me voy a pelear por un islote donde te morís de frío, crías ovejas”,
exigiendo desde el diario La Nación que “dejemos en paz a esos isleños que
tienen muchas más posibilidades que nosotros de llegar a ser un país serio”.[7] Expresiones como éstas son representativas de un
amplio sector de intelectuales que consideran que la guerra de Malvinas fue una
“invasión” que debe ser “condenada sin cortapisas” y que la Causa Malvinas no
es justa en absoluto.[8] En ese sentido, la Argentina no tiene derecho a
reclamar esos territorios, puesto que los isleños constituirían un pueblo con
derecho a la autodeterminación,[9] tal como plantean algunos sectores británicos.
Por su parte, la
explicación de la guerra de Malvinas como la decisión de un general “borracho” se
ha instalado en el imaginario social, tal como se ha expresado en numerosas
manifestaciones, y ha contribuido a reforzar el carácter absurdo de la guerra.
En el mismo sentido, la extendida
interpretación del fin de la dictadura y el retorno de la democracia como
producto de los caídos en Malvinas ha reforzado la figura de los ex
combatientes como víctimas, sea de la
decisión de un militar alcohólico e irresponsable y/o de una dictadura genocida
que los empleó como “carne de cañón” para sus fines de política interna y/o
para favorecer la presencia militar de la OTAN en el Atlántico Sur.
En cualquier caso, la
guerra o bien no era justa (los derechos de la Argentina sobre las islas y su
importancia son puestos en duda), o bien era imposible de ganar frente a una
potencia militar como Gran Bretaña, apoyada, a su vez, por la fuerza de la
OTAN; en ambos casos, careció de sentido, se trató de una guerra absurda, tal como lo definió en su momento el veterano de
guerra y jefe del Estado Mayor del Ejército durante la década menemista, Martín
Balza:
[Malvinas fue] el absurdo conflicto de 1982,
que llevó a un país periférico – y desprestigiado internacionalmente por la violación
a los derechos humanos- a un enfrentamiento con una potencia nuclear que
contaba con el apoyo de los Estados Unidos.[10]
La guerra de Malvinas como crimen de la dictadura
La victimización de los
combatientes de Malvinas ha sido una constante en la posguerra y ha sido el eje
fundamental de los discursos que se han desplegado desde el Estado, las
instituciones educativas, diversas expresiones culturales y los medios masivos
de comunicación. De hecho, ha sido uno de los puntos conflictivos que han atravesado
los debates en el seno del universo de veteranos de guerra.
Esta disputa por el sentido que configura la construcción de la
identidad de los combatientes se ha expresado, desde que finalizó el conflicto
bélico hasta la actualidad, en relación a la oposición entre la figura del héroe nacional y la de la víctima de la dictadura. Diversos
trabajos han analizado esta cuestión a partir de los discursos y
representaciones que han moldeado de manera conflictiva la identificación
simbólica de quienes combatieron en la guerra del ´82: cabe destacar los
trabajos de Rosana Guber[11]
y Federico Lorenz,[12] entre otros. Este debate
se reactualizó hace pocos años en torno a la polémica acerca del reconocimiento
de restos en tumbas sin identificar en el cementerio de Darwin.[13]
Esta victimización de
los combatientes, particularmente de aquellos que fueron como conscriptos,
se ha desplegado desde los discursos estatales, con diversos matices, por todos
los gobiernos de la posguerra en el marco de lo que muchos veteranos de guerra
y analistas han denominado la desmalvinización.
Si bien resulta imprescindible una problematización de esta
categoría nativa para emplearla como un instrumento en el análisis, podemos
arriesgar algunos ejemplos de esta política: la indiferencia estatal durante el
gobierno de Alfonsín, cuando se les impuso el mote de “los chicos de la guerra”,[14] y donde la falta de contención, tratamiento y
reconocimiento derivó en numerosos suicidios, especialmente durante los
primeros diez años;[15] la aceptación durante
el gobierno de Menem del llamado “paraguas de soberanía” y la firma de los
llamados “Acuerdos Madrid”,[16] junto con las
privatizaciones de los activos estatales, incluyendo la industria para la
defensa y el desmantelamiento de las Fuerzas Armadas; la concepción de los
conscriptos que combatieron en
Malvinas como víctimas del Terrorismo de
Estado durante los gobiernos kirchneristas,[17] aunque en el marco de
una política activa para incluir con fuerza el reclamo de soberanía por
Malvinas en las instancias internacionales y extender su apoyo, a diferencia
del paradigma previo;[18] y el retroceso en aspectos fundamentales de nuestro
reclamo de soberanía junto a los acuerdos políticos y comerciales con
Inglaterra que ha llevado adelante el gobierno de Macri, cuya expresión más
clara fue el llamado “Acuerdo Foradori-Duncan”. Queda pendiente una
aproximación más profunda en torno a las vinculaciones entre la desmalvinización y las políticas de
declinación de la soberanía desde la posguerra hasta la actualidad.
La concepción de la guerra
de Malvinas como crimen de la dictadura tiene como punto de partida el
supuesto de que ésta sólo puede definirse por el contexto en que se produjo: se
trató de un “manotazo de ahogado” de una dictadura en crisis que pretendió usar
una causa nacional sentida por el pueblo argentino para perpetuarse en el poder
y para facilitar la presencia de Estados Unidos, Inglaterra y la OTAN en el
Atlántico Sur. Es decir, la guerra se define por el hecho de que fue decidida y
dirigida por una dictadura, la cual prolongó en las islas el Terrorismo de
Estado que llevaba a cabo en el continente, tal como se manifestó en las
denuncias por violaciones a los Derechos Humanos por parte de oficiales y
suboficiales contra soldados conscriptos. Éstas serían parte de la represión de
la dictadura y, por ende, constituirían un crimen de lesa humanidad que, como
tal, sería imprescriptible desde el punto de vista judicial, ya que serían
parte de un plan sistemático de Terrorismo de Estado.
El Centro de Ex Combatientes de las Islas Malvinas de La Plata
(CECIM La Plata, en adelante), con el apoyo de organismos de Derechos Humanos,
ha sido el principal actor en llevar adelante estas denuncias y en sostener una
interpretación de la guerra próxima a la que aquí analizamos. Para ellos, “nada
nos alejó tanto de Malvinas como la guerra”,[19] ya que la recuperación
del 2 de abril fue “la acción más desmalvinizadora de nuestra historia”.[20] En ese sentido, los ex
soldados combatientes serían víctimas de
la dictadura, al igual que los detenidos-desaparecidos en el continente.
No obstante, desde el Centro de ex combatientes reconocen sus
particularidades, ya que no es lo mismo ser secuestrado y llevado a un centro
clandestino de detención que el haber sido parte de una guerra decidida por una
dictadura. Por ello, para el CECIM, los conscriptos fueron “las últimas
víctimas colectivas de una decisión de la dictadura”,[21] puesto que “enviar a
jóvenes a un conflicto armado constituye una violación a los derechos humanos
básicos”,[22]
sumado a que se han denunciado prácticas de tortura
contra soldados durante la guerra.
Aportes británicos para
repensar la Guerra de Malvinas[23]
La Argentina perdió la guerra de Malvinas, no sólo con la
rendición del 14 de junio de 1982 sino también con la firma de los ya
mencionados “Acuerdos de Madrid” de 1989 y 1990; no se trata aquí, por ende, de
enfatizar conjeturas contrafácticas del tipo “qué hubiera pasado si…”, sino de
partir de determinados testimonios de militares ingleses y de ciertos hechos
que atravesaron la guerra para problematizar algunas de las ideas-fuerza y
relatos dominantes que circulan en nuestro país.
Cabe aclarar, a la vez, que aquí no se pretende dar cuenta de “la”
visión de los ingleses, pues de ninguna manera puede verse a ésta como estática
ni como monolítica u homogénea, ni siquiera dentro de los ámbitos castrenses.
En este apartado, analizamos fundamentalmente dos testimonios: el del almirante
Sandy Woodward y el del general Julian Thompson.
Como hemos consignado, se trata de dos oficiales ingleses de alto
rango que tuvieron a su cargo grandes responsabilidades en los combates durante
la guerra y que registraron sus experiencias poco después de finalizado el
conflicto de una manera exhaustiva en cuanto a los detalles técnicos, con una
fuerte impronta personal; podríamos arriesgar que no se trata de libros elaborados
con fines propagandísticos, sino que son los propios protagonistas quienes dejaron
registrado su testimonio y su vivencia. El almirante Woodward fue el comandante
de la flota británica durante la guerra, mientras que el general Thompson
estuvo a cargo de la 3° Brigada de Comandos de Infantería de Marina.
También cabe aclarar que aquí no desarrollamos una reconstrucción
minuciosa ni de los objetivos que llevaron a la junta militar a decidir la
recuperación de Malvinas, ni del desarrollo político y militar con el que la
llevaron adelante. De todos modos, podemos partir del supuesto de que aquella
dictadura no estuvo dispuesta a ir a fondo en su enfrentamiento con el Reino
Unido y con la OTAN. Esto puede pensarse como producto de sus intenciones
reales, sus concepciones políticas, su alineamiento internacional y sus
múltiples relaciones subordinadas con los intereses que se pusieron en jaque
cuando los combatientes argentinos hicieron frente al intento de reconquista inglesa
y amplísimos sectores en el continente, de alguna manera, la plebiscitaron con
su apoyo, a pesar de la dictadura de aquel entonces.[24]
Tal como señaló Guber, luego de la derrota “Malvinas ingresó en un cono de sombra y
silencio”,[25]
quedando la Cuestión Malvinas absolutamente ligada a la guerra y lo ocurrido en
1982 adquirió un tono vergonzante, indignante y frustrante para la sociedad
argentina. Dicha caracterización, según la antropóloga, se sostiene sobre la
base de una valoración negativa de “la estrategia militar, la falla moral de
los cuadros, y la natural inferioridad de un ejército (en términos genéricos)
de conscriptos”.[26]
Sin embargo, tal como veremos valiéndonos tan sólo de algunos ejemplos, el
desempeño de esos soldados, así como también de numerosos oficiales y
suboficiales, constituyó un “hueso en la garganta” del Reino Unido que había
subestimado en un principio las posibilidades argentinas, a tal punto que la
primera ministro Margaret Thatcher, haciendo gala de una prepotencia
chovinista, había afirmado que los británicos “no podemos fracasar”.[27]
No obstante, como destacó Woodward en sus memorias, para la Marina
de los Estados Unidos antes de que comenzara el conflicto, la posibilidad de
que Gran Bretaña retomara el control sobre las Islas era una “imposibilidad
militar”, mientras que para el Ministerio de Defensa inglés de aquel momento la
sola idea de presentar batalla era algo “demasiado arriesgado”, y el propio
Ejército no lo consideraba aconsejable “debido a la carencia de una adecuada
ventaja en los números de fuerza de tierra”.[28] Por su parte, la fuerza
aérea británica advirtió que “no había demasiadas oportunidades de participar
debido a las largas distancias y a la ausencia de posibilidades de que
una fuerza naval sobreviviera frente a una fuerza aérea”.[29]
En el mismo sentido, Thompson
señaló: “ninguno de los integrantes de la Brigada había estado nunca de acuerdo
con los puntos de vista esgrimidos en el muy elevado nivel en Gran Bretaña
acerca de que los argentinos echarían a correr en cuanto aparecieran los
británicos”.[30]
Desde ya que no todos los oficiales ingleses de los más altos
rangos que pelearon en Malvinas compartieron estas observaciones. Aun así, y
pese al optimismo manifestado por algunos almirantes, la posibilidad de ser
derrotados durante el conflicto también estuvo presente en los días previos al
comienzo de la guerra: “estábamos de acuerdo en que cualquier daño de
importancia al [portaaviones] Hermes y al [portaaviones] Invencible (nuestro vital segundo puente) muy
probablemente nos obligaría a abandonar por completo la operación”.[31] De hecho, Woodward se preguntó
reiteradamente por qué la conducción militar argentina no había definido
destruir un portaaviones, ya que, si “se perdía el Invencible, la operación se vería peligrosamente afectada. Si se
perdía el Hermes, la operación
fracasaba irremediablemente. Un malhadado torpedo, una bomba perdida o un misil
que diera en el blanco, hasta un simple accidente de importancia a bordo, podía
hacer peligrar todo”.[32]
De haber ocurrido, la “guerra, en ese caso, se habría terminado”.[33]
Con un solo portaaviones, tal como enfatizó Michael Clapp, jefe de operaciones
anfibias, no hubieran podido sostener la campaña, ya que no habrían contado con
plataformas para sus helicópteros, ni para los jeeps, ni para los Harriers.[34]
Es decir que, al menos antes de que comenzara el ataque inglés el
1° de mayo, había un consenso bastante generalizado entre los británicos de que
la posibilidad de reconquistar las islas para su dominio era una tarea muy
difícil o directamente imposible debido a motivos técnicos y operativos, a debilidades
propias de las fuerzas, y también por
dificultades materiales: no contaban con pistas adecuadas para el aterrizaje de
sus aviones ni lugares para reabastecerlos de combustible y armas, como
así tampoco de un espacio que sirviera para el mantenimiento
o reparación de las máquinas.
También se manifestaron dificultades en el plano de la estrategia,
puesto que la flota debía desembarcar sí o sí antes del 25 de mayo y la campaña
no debía extenderse más allá de mediados de junio; de lo contrario, habría
quedado “efectivamente fuera de acción en el invierno a fines de junio”[35] y cualquier demora al
respecto era una ventaja para la Argentina. De hecho, Jeremy Moore, comandante
de las fuerzas terrestres
británicas, afirmó que si Argentina hubiese esperado seis meses más para lanzar
la operación, “no hubiésemos estado en condiciones de responder adecuadamente”.[36]
Finalmente, los ingleses pudieron realizar el desembarco el 21 de mayo gracias a una mejoría en las condiciones climáticas, lo
cual para Woodward no constituyó más que un golpe de suerte. Este
desembarco podría haber sido repelido por Argentina de distintas formas, ya que
contaban con varios puntos de ataque y los ingleses estaban en desventaja
porque no contaban con el control aéreo. Thompson aseguró que “siempre
estuvimos superados en número tanto en el aire como en tierra hasta el final de
la guerra”[37] y
que “el control del aire no se arrebató por completo al enemigo hasta el final”.[38]
De hecho, Argentina podría haber evitado el asalto británico con sólo minar la
Bahía de San Carlos, imposibilitando el desembarco de los anfibios, alternativa
que, para sorpresa tanto de los militares ingleses como de la oficialidad argentina,
la conducción de la dictadura desestimó.
A la
vez, pese a la supremacía de las fuerzas británicas por sobre las argentinas,
en numerosos pasajes de las memorias de Woodward y Thompson se hace referencia
a los problemas y dificultades que tuvieron que afrontar: el funcionamiento del
equipamiento técnico de las fuerzas británicas sufrió graves inconvenientes
durante la guerra, incluso en el transcurso de combates directos, por el cual
sufrieron numerosas bajas y pérdida de material; es decir, estuvieron lejos de
presentarse como una fuerza abrumadoramente superior o con ventajas
insalvables. Según Thompson, “fuimos afortunados de no haber tenido un número
de bajas más abultado”.[39]
Estas
ejemplificaciones nos permiten ilustrar que, al menos
desde un análisis estrictamente militar de las fuerzas británicas, la guerra de
Malvinas no fue entendida, ni mucho menos analizada, como una “locura”, un
“enfrentamiento absurdo” o una “aventura militar” como ha prevalecido en los
relatos sobre Malvinas difundidos en Argentina.
A la
vez, cabe distinguir dos actitudes en la flota británica: la primera, a partir
del 1° de mayo, cuando Woodward hizo simplemente una parada militar frente a
Puerto Argentino, intimando a la rendición (denegada por el gobernador militar,
general Menéndez). Esto refleja la subestimación que el almirante tenía de la
Argentina y que su concepción inicial del conflicto era de “paseo militar”. La
segunda, por el contrario, fue a partir del hundimiento de la fragata
Sheffield, que fue nada menos que el primer barco de la flota inglesa alcanzado
por un misil enemigo desde la Segunda Guerra Mundial, es decir, desde hacía
casi cuarenta años.
Con
su hundimiento, los ingleses perdieron dos aviones Harrier y, tal como lo
registró Woodward, constituyó “un fuerte impacto para todos nosotros,
incluyéndome a mí”.[40]
Para el almirante, la batalla naval contra la Argentina fue “una de las más
terribles. Y los argentinos podrían haberla ganado”,[41]
incluso en el transcurso de la guerra afirmó en su diario que en el
enfrentamiento entre la flota británica y la aviación argentina ésta última “iba
ganando”.[42]
Ya en
el cuarto día de combate, Woodward sentenció que “la Royal Navy no había vivido
un conflicto en el agua de esta magnitud desde la Segunda Guerra Mundial”.[43]
El 25 de mayo, dos misiles Exocet desde aviones navales SuperEtendard hundieron
el buque logístico Atlantic Conveyor, lo cual constituyó la mayor pérdida que
sufrieron los británicos durante la guerra. Las bajas fueron trece, incluyendo
al capitán, y la pérdida de material valuado aproximadamente en 230 millones de
libras esterlinas: perdieron doce aeronaves, 10 helicópteros (tres Chinook, un
Sea Lynx y otros seis), dos aviones Harriers, un lote completo de repuestos
para aviones y helicópteros, todo el equipamiento para una brigada de 4.500
hombres, las carpas, cocinas y material médico necesario para la brigada,
tanques inflables de combustible, seis camiones abastecedores, vehículos de
combate, misiles estadounidenses Sidewinder y una pista de aterrizaje vertical
que iba a ser montada en San Carlos. Estas pérdidas implicaron numerosos problemas a la hora de mover a los hombres
y la artillería. Por ejemplo, sin los helicópteros Chinook la infantería se vio
obligada a ir caminando hasta Puerto Argentino.
El 12
de junio, dos días antes de la rendición, Woodward enumeró en su diario algunas
pérdidas que habían tenido hasta el momento: “Dos destructores hundidos, tres
seriamente dañados; dos fragatas hundidas, dos seriamente dañadas; un barco de
carga hundido; dos naves de desembarco hundidas, una seriamente dañada”.[44]
A la
vez, cabe tener presente que casi la mitad de las bombas lanzadas por aviones
argentinos, al menos en catorce ocasiones, no estallaron. Por ello, Woodward
aseguró que si “hubiesen explotado nos hubiesen derrotado. Si las espoletas de
las bombas hubiesen sido correctamente armadas, no me cabe ninguna duda de que
hubiésemos perdido”,[45]
ya que habrían perdido el doble de buques de guerra, anfibios y mercantes.
Indudablemente,
el hundimiento por parte de un submarino nuclear británico del Crucero General
Belgrano el 2 de mayo fue un golpe durísimo para la Argentina; en él, murieron
323 argentinos, casi la mitad de los caídos durante todo el conflicto. La artillería
del crucero representaba una grave amenaza para los ingleses, puesto que
contaba con cañones de 152 mm., pudiendo alcanzar objetivos a 20 kilómetros de
distancia, mucho más allá que cualquier cañón británico.
Woodward
también reconoció la importancia y la capacidad militar del Belgrano: en
condiciones tranquilas era superior a muchas naves inglesas a las que podía
sumergir “sin demasiado esfuerzo”.[46]
Hasta el día de hoy persisten los debates y reclamos que denuncian el
hundimiento del Belgrano como un crimen de guerra por parte de los británicos
por encontrarse fuera de la zona de exclusión.
Como se
ha reflejado en algunos de los ejemplos que analizamos aquí, la conducción de
la guerra por parte de la dictadura fue, al menos, negligente y en ningún
momento fue a fondo con las medidas necesarias para ganar la guerra. La Junta
Militar organizó una toma de posesión de la casa del gobernador de las islas
con la idea de resolver la cuestión en la mesa de negociaciones; según algunas
interpretaciones, Galtieri habría recibido “luz verde” por parte de los Estados
Unidos para llevar adelante la operación con la promesa de que se iba a
mantener neutral y que oficiaría de árbitro en las negociaciones entre
Argentina y el Reino Unido. El propio Galtieri, a un año de la guerra,
declararía en el diario Clarín: “Yo
era el niño mimado de los norteamericanos (…). Yo confiaba en que ellos
mantendrían una equidistancia de posiciones… no esperaba que ellos asumieran la
posición que tomaron… Yo a lo que jugué fue a la alternativa de la no
intervención de EE. UU. (…), se me quemaron los papeles”.[47]
Evidentemente,
de manera intencional o no, los supuestos con que la junta militar realizó la
operación de Malvinas estaban profundamente equivocados y favorecieron a las
posiciones inglesas respaldadas por la OTAN. Es decir, la dictadura nunca pensó
en ir a la guerra, mucho menos contra sus principales aliados internacionales
en ese momento en que Galtieri había asumido el mando reemplazando al general
Viola. Esa concepción de “toco y me voy” permite comprender por qué no se minó
San Carlos para evitar el desembarco, por qué no se garantizó el armamento y
aprovisionamiento necesario para llevar adelante el conflicto, y por qué no se
tomaron las medidas necesarias en el continente contra los intereses ingleses
dentro de las fronteras continentales de nuestro país. Esos supuestos, hayan
sido o no intencionales, tiñeron la estrategia argentina durante la guerra y
cuando los ingleses enviaron su flota para reconquistar las islas, la marcha
atrás resultó imposible.
Por
ejemplo, otro caso de negligencia en la dirección del conflicto por parte del
generalato y almirantazgo argentinos es la decisión de no extender la pista de
aterrizaje de Puerto Argentino; esto hubiera permitido que los aviones, más
numerosos que los británicos, contaran con el tiempo suficiente para poder
golpear a la flota. Esta amenaza era tan grande que los comandantes británicos
consideraron respuestas drásticas ante la ampliación de la pista. Sin embargo, los
ingleses nunca lograron dañar la pista definitivamente, al punto que ésta
continuó operando hasta la noche del 13 al 14 de junio antes de la rendición.
De
hecho, en Malvinas se pusieron de manifiesto las múltiples contradicciones
entre las tres fuerzas armadas argentinas, reflejadas en su falta de
coordinación. Incluso cabe destacar que muchas de las tropas enviadas a
Malvinas no entraron finalmente en combate y muchas de las mejores tropas con
las que contaba Argentina no fueron enviadas por temor a dejar desguarnecida la
frontera con Chile, principal hipótesis de conflicto que tenía la dictadura y
que estuvo cerca de desencadenarse en 1978/79 en torno al conflicto por el
canal de Beagle.
Esta
conducción por parte de la dictadura reforzó en el imaginario social el
carácter absurdo de la guerra y la condición de víctimas de los combatientes, puesto que enfrentamos a una potencia
a la que no le podíamos ganar, sin estar en condiciones ni materiales ni
técnicas para llevar adelante el conflicto, y partiendo de supuestos que
desguarnecieron a los combatientes argentinos al no contar con el armamento y el
equipamiento adecuado para la batalla. En una palabra, como ya hemos señalado,
los combatientes fueron la “carne de cañón” en una guerra absurda de una
dictadura que sólo se proponía perpetuarse en el poder y favorecer la presencia
de la OTAN en el Atlántico Sur.
En
ese sentido, se ha extendido la idea de que jóvenes de dieciocho años fueron
enviados a pasar hambre y frío, con armas que no funcionaban y equipamiento
inadecuado para soportar las bajas temperaturas de las islas. Indudablemente,
la falta de planificación de la estrategia más allá de la operación de
recuperación del 2 de abril generó que no se enviaran los armamentos, equipos y
provisiones pertinentes antes del bloqueo aéreo.
Con respecto a la comida, más que faltante lo
que hubo fue una ineficaz logística para distribuirla. Desde el continente se
habían enviado alimentos y gran cantidad de raciones de combate, además de las
500 mil ovejas que había en la isla y que la autoridad militar protegió
celosamente para congraciarse con los isleños, en desmedro de las necesidades
de la tropa argentina y castigando severamente a quienes hubieran carneado
alguna para comer.[48]
Al mismo tiempo, parte de esta señalada inferioridad
argentina puede ser matizada: por ejemplo, tal como destacó Thompson, los borceguíes
argentinos eran superiores a los británicos en tanto los primeros estaban
pegados y cosidos, con lo cual eran más resistentes a la turba que los de los
británicos: “Es posible que el artículo más preciado entre los despojos de
guerra dejados por los argentinos hayan sido los excelentes borceguíes que
sirvieron para reemplazar al gastado y húmedo calzado que tenía la mayor parte
de la Brigada de Comandos”.[49]
Thompson y otros oficiales, luego de la batalla de Monte Longdon que fue la más
encarnizada y donde hubo varias bajas en ambos bandos, destacaron sorprendidos
que las raciones argentinas eran muy buenas y que hallaron una gran cantidad de
armas, municiones, alimentos y equipos, frazadas y otros elementos que los
ingleses no tenían y que, por ende, fueron muy útiles después de la batalla.[50]
Del
mismo modo, el armamento argentino sufrió desperfectos a la hora del combate;
sin embargo, como destacó Thompson, Argentina “contaba con más helicópteros,
tenía superioridad en el aire (…) Tenían más cañones, un transporte en
helicóptero por lo menos tan bueno como el nuestro”[51]
y, por ejemplo, en la batalla de la colina de Darwin el 28 de mayo, el general
inglés relató que “todos los soldados [ingleses] armados con metralletas Sterling
las arrojaban para recoger los SRL de los que estaban fuera de combate o, mejor
aún, se apoderaban de los FAL argentinos que disparaban ráfagas y suministraban
así más poder de fuego”.[52]
Es
decir, en algunos momentos decisivos y situaciones de combate, eran los
argentinos quienes contaban con mejores armas. Incluso, el jefe de la 3°
Brigada de Comandos resaltó: “un hecho poco conocido: la diferencia tecnológica
en el ámbito de las unidades de combate terrestre menores no era muy marcada”.[53]
También se suplieron algunas deficiencias técnicas con ingenio; por ejemplo: la
adaptación de los misiles Exocet para emplearse en la variante tierra-mar y el
descubrimiento por parte de ingenieros de los códigos para su lanzamiento que
los franceses se habían negado a darle a nuestro país.
Parte
de las ideas de fuerte arraigo en el imaginario social vinculado a Malvinas
refiere a la imposibilidad de que un ejército formado fundamentalmente por
conscriptos pueda hacerle frente a uno de profesionales como el británico. Sin
embargo, en las memorias de los oficiales ingleses se resalta recurrentemente
el arrojo, la valentía y la astucia con que combatieron los soldados, oficiales
y suboficiales argentinos.
Por
ejemplo, la batalla de Pradera del Ganso fue mucho más difícil para los
ingleses de lo que habían previsto, ya que los combates duraron dos días. Sobre
la batalla de Monte Longdon, que fue la más cruenta de toda la guerra y en la
que se llevó a cabo un “largo y encarnizado combate cuerpo a cuerpo, y a
bayoneta calada”,[54]
Thompson señaló: “Estuve a punto de sacar a mis muchachos de ahí. No podía
creer que esos adolescentes disfrazados de soldados nos estuvieran causando
tantas bajas”.[55]
También
el general inglés enfatizó que “los oficiales y suboficiales combatieron duro”
y trataron de impedir hasta último momento la rendición, lo cual “bastaba para
desmentir los informes suministrados por la prensa en el sentido de que los
oficiales echaban a correr abandonando a sus soldados conscriptos para que
fueran masacrados o se entregaran como ovejas”.[56]
Desde ya, esta valoración no puede generalizarse, puesto que hubo oficiales y
suboficiales que combatieron valientemente, así como hubo actitudes miserables
y cobardes, incluso quienes ejercieron abusos sobre sus subordinados,
perjudicando la capacidad de combate y la moral de la propia tropa.
En
particular, se ha destacado la actitud y pericia de los pilotos, tanto de la
Fuerza Aérea como de la Aviación Naval. De hecho, el desempeño de la Aeronáutica
fue reconocido incluso por las fuerzas británicas, estadounidenses y europeas.[57]
Por ejemplo, Woodward destacó “la habilidad de los bombarderos argentinos para
volar a través de nuestras defensas”.[58]
Según Thompson, “desafiaron todas las tácticas esperadas”[59]
y, durante distintos ataques a la flota británica, lograron confundir a los
sistemas de radares, infligiendo “grandes daños a nuestras naves”.[60]
Para el militar inglés, nuestros Pucará se convirtieron en “un enemigo letal”[61].
Cabe destacar que los pilotos de la Fuerza Aérea y de la aviación naval “no
atacaron en masa, sino a lo Güemes: golpeando y desapareciendo, con
escuadrillas de tres a cinco aviones. Y diezmaron a la flota británica”.[62]
Sin
dudas, un ejemplo contundente de todas estas apreciaciones elaboradas por los
militares británicos fue la hazaña del Teniente de Navío Owen Crippa el 21 de
mayo: con un avión de entrenamiento Aermacchi MB 339A -y desafiando toda
doctrina militar al respecto- atacó la
flota inglesa en el estrecho de San Carlos.[63]
La severidad de los daños fue una preocupación constante para las fuerzas
inglesas durante todo el conflicto. En relación a estos enfrentamientos,
Woodward señaló que “nuestra tasa de éxito estaba ubicada entre lo malditamente
moderado y lo terriblemente espantoso”.[64]
Por
último, es importante tener en cuenta que la flota a la que se enfrentaron los
argentinos fue la más grande que había reunido Gran Bretaña en treinta y cinco
años,[65]
es decir, prácticamente desde la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto, como
destacó Woodward, la de Malvinas no puede considerarse una “guerra pequeña”.[66]
El
saldo fue muy duro para la Argentina: no sólo por la traumática experiencia de
haber atravesado una guerra, la derrota y las múltiples secuelas psicológicas y
físicas a miles de combatientes, sino también por el elevado número de bajas.
Del lado argentino, hubo 649 caídos entre soldados conscriptos, suboficiales y
oficiales de las Fuerzas Armadas, Gendarmería, Prefectura y civiles, entre
ellos los pertenecientes a la Marina Mercante.[67]
En el bando británico, las bajas oficialmente reconocidas son 255.
De
los 649 caídos, 323 corresponden al hundimiento del Crucero General Belgrano,
que al momento de ser impactado se encontraba fuera de la zona de exclusión. De
los 326 restantes, once murieron en un accidente en el continente cuando se
cayó un helicóptero. En sentido estricto, fueron 315 las bajas argentinas en
combates directos contra los británicos, es decir, sólo sesenta más que las
bajas inglesas. De hecho, Woodward destacó que el número de bajas es muy
elevado si se tiene en cuenta que se produjeron en sólo seis semanas; para el
almirante británico, las “muertes ocurrieron a una velocidad particularmente
elevada, más de diez veces peor que lo sufrido por cualquiera de nuestras
fuerzas después de la Segunda Guerra Mundial”.[68]
La
dictadura argentina decidió rendirse el 14 de junio, lo cual causó sorpresa en
los oficiales ingleses, tal como señaló Thompson.[69]
El día anterior, Woodward había registrado en su diario: “Francamente, si los
argentinos pudieran sólo respirar sobre nosotros, ¡nos caeríamos! Tal vez ellos
están igual. Sólo cabe esperar que así sea, de otra manera, estaríamos listos
para la carnicería”.[70]
En su declaración al parlamente británico en julio de ese año, dijo que, al
momento de la rendición argentina, “estábamos ya quedando sin aire. Las fuerzas
de tierra tenían solo seis balas por arma, y yo tenía tres fragatas
inutilizadas”.[71]
Analizando la decisión argentina, Woodward planteó que, según su valoración, el
enemigo podría haber estirado “la campaña durante unos diez días más y eso
habría terminado con nosotros, no con ellos”[72].
Comentarios finales
A lo
largo del artículo, hemos desarrollado múltiples aspectos y ejemplos del
conflicto bélico de 1982 que permiten problematizar las ideas-fuerza que
articulan las dos grandes variantes en los relatos dominantes acerca de
Malvinas en nuestro país y sus entrecruzamientos: Malvinas como guerra absurda y como crimen de la dictadura.
En
el apartado anterior, podríamos decir que les preguntamos a los británicos cómo
nos fue en la Guerra de Malvinas y podemos decir que esos hechos, testimonios y
valoraciones de los militares británicos dan cuenta de que la guerra de
Malvinas no fue un paseo para ellos; de hecho, esta idea es la que
titula el libro de Thompson: No picnic. Desde los aportes que brindan
sus visiones para repensar Malvinas, profundamente desconocidos o poco
rescatados en nuestro país, podemos concluir que, a pesar del poderío británico y
del apoyo estadounidense y de la OTAN, a pesar de la conducción política y
militar por parte de la dictadura, a pesar del carácter de jóvenes conscriptos
de los soldados argentinos, el coraje y el desempeño de nuestros combatientes
fue, como hemos dicho más arriba, un hueso en la garganta de los
intereses colonialistas de los imperialismos británico y estadounidense en el
Atlántico Sur.
Los
testimonios que reflejan miradas que los británicos tuvieron acerca de la
recuperación de las islas y el enfrentamiento que se desencadenó permiten
problematizar ese carácter absurdo, aventurero, que ha atravesado los relatos
sobre Malvinas en Argentina. A la vez, permiten dotar de otros sentidos, no
carentes de debates y contradicciones, a una guerra contra una de las potencias
más poderosas del mundo por parte de un país como la Argentina en su intento
por recuperar su territorio usurpado colonialmente, lo cual ha constituido un reclamo
histórico de soberanía con fuerte arraigo en nuestra cultura nacional.
Cualquier
balance e interpretación acerca de la guerra de Malvinas que omita las
valoraciones británicas resulta necesariamente incompleto o sesgado. Podemos
arriesgar que, producto de la desmalvinización, estas miradas han
permanecido ocultas, marginales o soslayadas. Esto ha impedido analizar una
cuestión clave que se desprende de un análisis crítico acerca del desempeño de
los combatientes argentinos y de su reconocimiento por parte de los ingleses:
Argentina fue un peligroso enemigo para el Reino Unido y la OTAN en Malvinas.
La
derrota, como analizamos en los matices que componen el relato de guerra
absurda, ha sido el factor explicativo central en diversas interpretaciones
que pretenden dar cuenta del fin de la dictadura y del retorno de la
democracia. Cabe destacar que, durante el conflicto, la oposición entre
democracia y dictadura fue justamente el eje central con que Margaret Thatcher
y el Reino Unido justificaron su intento de reconquista de su enclave colonial,
imponiéndole la guerra a nuestro país.
Esquemáticamente,
podemos decir que el conflicto se planteó como si se tratara de una cruzada por
parte de una democracia persistente e integrante del mundo civilizado frente a
una dictadura militar de un país del Tercer Mundo. Como señaló Thatcher en su
prólogo a las memorias de Woodward, “en 1982, el León Británico una vez más se
enfrentó al tirano y lo hizo para defender los derechos de los ciudadanos de
las minúsculas y remotas Islas Falkland”.[73]
En
ese sentido, con respecto a la segunda variante analizada en este artículo,
podemos decir que si la interpretación de la guerra de Malvinas pudiera
reducirse fundamentalmente a un crimen de lesa humanidad producto de la
decisión de una dictadura militar que pretendía perpetuarse en el poder,
resulta difícil de comprender y dotar de sentido y de agencia al compromiso en
el campo de batalla que demostraron los combatientes argentinos en su
enfrentamiento contra los británicos por la recuperación de la soberanía de
Malvinas, tal como lo reconocen los propios oficiales de alto rango del Reino
Unido.
Por
el contrario, para echar luz sobre dicho compromiso, resulta imprescindible dar
cuenta del sentido que adquirió esta guerra para cada uno de los contendientes.
Para los soldados profesionales de Gran Bretaña, la batalla por Malvinas era un
conflicto más en pos de los intereses geopolíticos del Reino Unido. El propio Woodward
enfatizó que “La única pregunta que se me hizo en todos los barcos, sin
excepción, fue: ‘¿Podría decirnos, señor, en cuánto se ha fijado el subsidio
por servicio en el exterior?’. En otras palabras: ¿Cuánto dinero extra
ganaremos por estar en este pequeño lío?”.[74]
Para
los argentinos, en cambio, más allá de la dictadura que gobernaba, las Malvinas
constituían y constituyen una causa nacional; el sentido que la mayoría de los
combatientes hasta el día de hoy le otorga a su lucha es el de una causa justa
por la soberanía nacional, tal como sintetizó el ex soldado combatiente Rubén
Pablos, director provincial de Veteranos de
Guerra de la provincia de Río Negro e integrante de la Confederación de
Combatientes de la República Argentina:
Nosotros, la gran mayoría de los Veteranos de Guerra de Malvinas,
no nos sentimos víctimas de la dictadura, por el contrario, estamos orgullosos
de haber ido a defender a la Patria. Fuimos a Malvinas por mandato
popular con el uniforme de San Martín a defender la Bandera de Belgrano, no
fuimos pensando en Galtieri, y fuimos a combatir contra un enemigo externo, el
imperio y su aliado EE.UU.[75]
El
propio Woodward resaltó el sentido que la causa nacional de Malvinas representa
en la sociedad argentina:
Siempre me sorprenden las emociones que las Malvinas pueden
producir en el pecho de un argentino. Para nosotros aquella campaña era un
trabajo duro y exigente realizado en nombre del gobierno. Para ellos fue algo
parecido a una guerra santa.[76]
Los aportes de este trabajo, que
aún revisten un carácter exploratorio y deben ser profundizados, permiten
sostener, en una primera aproximación, que las interpretaciones de la Cuestión
Malvinas que la reducen a una guerra absurda o a un crimen de la
dictadura no posibilitan una comprensión cabal del sentido que adquirió la
lucha por la soberanía nacional para la mayoría de los combatientes y para la
sociedad argentina. Resulta necesario, entonces, ampliar los abordajes hacia
nuevas perspectivas que permitan analizar estos fenómenos en toda su
profundidad.
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*FaHCE-UNLP
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[1] Guber, R. (2016). Experiencia de Halcón. 1ª ed. Buenos Aires: Sudamericana, p. 270.
[2] Guber, R. (2012). ¿Por qué
Malvinas?: de la causa nacional a la guerra absurda. 2ª ed. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, p. 7.
[3] Guber, R. (2009). De chicos a veteranos: Nación y memorias de la guerra de Malvinas.
La Plata: Al Margen, p. 21.
[4] Rattenbach, B.
(1982). “Informe Final de la Comisión de Análisis y Evaluación de las
Responsabilidades del Conflicto del Atlántico Sur”, más conocido como “Informe
Rattenbach”. Disponible en: http://www.casarosada.gob.ar/pdf/InformeRattenbach/01-InformeFinal.pdf [visitado
octubre de 2019]
[5] Thompson, J. (1987). No picnic (no fue un paseo). La actuación de la 3ª Brigada de Comandos de
Infantería de la Marina Británica en la guerra de Malvinas. 2ª ed. Buenos
Aires: Editorial Atlántida.
[6] Woodward, S. (1992). Los cien días. Las memorias del Comandante
de la Flota Británica durante la guerra de Malvinas. Buenos Aires:
Editorial Sudamericana.
[7] Walger, S. (2012). “Por favor, dejemos
en paz a esos isleños” en diario La
Nación. Buenos Aires, 15/2. Disponible en: https://www.lanacion.com.ar/1448905-por-favor-dejemos-en-paz-a-esos-islenos
[visitado 7
de octubre de 2019]
[8] La Nación (2012). “Intelectuales
cuestionaron la conmemoración oficial del 2 de abril”. Buenos Aires 30/3.
Disponible en: https://www.lanacion.com.ar/politica/intelectuales-cuestionaron-la-conmemoracion-oficial-del-2-de-abril-nid1461002
[visitado
7 octubre de 2019]
[9] La Nación (2012). “Una visión
alternativa sobre la causa de Malvinas”. Buenos Aires 23/2. Disponible en: https://www.lanacion.com.ar/1450787-una-vision-alternativa-sobre-la-causa-de-malvinas
[visitado 7
de octubre de 2019]
[10] Balza, M. (2016). “Malvinas es
conflicto, no hipótesis” en diario Clarín.
Buenos Aires 11/11. Disponible en: https://www.clarin.com/opinion/malvinas-conflicto-hipotesis_0_HkfKFuGZg.html
[visitado
7 de octubre de 2019]
[11] Guber, R. (2009). De chicos a veteranos: Nación y memorias de la guerra de Malvinas. Op. Cit., véase especialmente p. 27-30.
[12] Lorenz, F. (2015). Ungidos por el
infortunio. Los soldados de Malvinas en la post dictadura: entre el relato
heroico y la victimización. Cuadernos de
historia. Serie economía y sociedadn° 13/14 (pp. 265-287). Universidad
Nacional de Córdoba.
[13] Cisilino, J. (2018). “¿Héroes
Nacionales? ¿Víctimas de la dictadura? La disputa por el sentido y la identidad
de los caídos y los veteranos de guerra en el debate sobre el reconocimiento de
restos en Malvinas”. Revista Cuadernos de
Marte n° 15 (pp. 209-246). Buenos Aires.
[14] Esto se refleja en Tenembaum, K.
(productor) y Kamin, B. (director) (1984). Los
chicos de la guerra (cinta cinematográfica). Argentina: K Films / Instituto
Nacional de Cinematografía.
[15] Un ejemplo de esto es la negativa del gobierno de Alfonsín
a ejecutar la Ley de Salud de 1984 que obligaba al Estado a evaluar la
situación de cada veterano y a garantizarle el tratamiento necesario. (Ley
23109, 1984)
[16] González, J. (1998). Los Tratados de paz por la Guerra de
Malvinas (desocupación y hambre para los argentinos). Buenos Aires: Edición
de Autor.
[17] Esta visión se ve
reflejada en Ruta
C. (productor) y Bauer T. (director). (2005)
Iluminados por el fuego (Cinta
cinematográfica). Argentina-España: Universidad Nacional de General San Martín
/ Gobierno de la Provincia de San Luis / Canal+ España / San Luis Cine /
Gobierno de la Provincia de Santa Cruz / INCAA.
[18] Biangardi
Delgado, C. A. (2017) Cuestión Malvinas.
A 35 años de la Guerra del Atlántico Sur. Propuesta para la construcción de una
Política de Estado. Buenos Aires: Editorial Dunken.
[19] Alonso, Ernesto. Entrevista realizada
18/7/17 en La Plata, provincia de Buenos Aires, Argentina. Entrevistadores:
Juan Cisilino y Santiago Garriga.
[20] Citado en Vales, L. (2012). “Un cambio
de paradigma por Malvinas” en diario Página 12. Buenos Aires 9/5. Disponible en: https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-193597-2012-05-09.html
[visitado
7 de octubre de 2019]
[21] Alonso, Ernesto. Entrevista realizada
18/7/17 en La Plata, provincia de Buenos Aires, Argentina. Entrevistadores:
Juan Cisilino y Santiago Garriga.
[22] Alonso, Ernesto. Entrevista realizada
18/7/17 en La Plata, provincia de Buenos Aires, Argentina. Entrevistadores:
Juan Cisilino y Santiago Garriga.
[23] Para
un análisis del conflicto desde la Sociología de la Guerra en Argentina, ver:
Bonavena, P. & Nievas, F. (2012) “Una guerra inesperada: el combate por
Malvinas en 1982”. Cuadernos de Marte n°
3, pp. 9-55. Buenos Aires.
[24] A pesar de que se instaló como idea-fuerza en los relatos
sobre Malvinas que “el pueblo fue a ovacionar al dictador Galtieri dos días
después de la represión a la movilización de la CGT”, en el discurso completo
de Galtieri del 10 de abril, puede verse cómo cuando afirmaba “les
presentaremos batalla” había una ovación en la plaza de Mayo y cómo cuando
hacía referencia a sí mismo como “presidente de los argentinos” era silbado y
abucheado, al punto de tener que hacer pausas en su alocución. Archivo Histórico RTA,
(2015) “Galtieri en la Plaza de Mayo: ‘si quieren venir, que venga’, 1982
(fragmento II)”. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=QFp5X1KzPGU [visitado octubre de
2019]
[25] Guber, R. (2012). ¿Por qué Malvinas? De la causa nacional a la
guerra absurda. 2ª ed. Buenos Aires: Fondo de
Cultura Económica, p. 112.
[26]
Ibíd., p. 112.
[27]
Discovery Channel (2014). “Malvinas, la historia que pudo ser” en YouTube.
Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=CN1QoGhc7K8&t=21s [visitado octubre de 2019]
[28] Woodward, S. (1992). Los cien días. Las memorias del Comandante de la
Flota Británica durante la Guerra de Malvinas. op. Cit. p. 15.
[29]
Ibíd.,p. 15.
[30] Thompson, J. (1987). No picnic (no fue un paseo). La actuación de
la 3ª Brigada de Comandos de Infantería de la Marina Británica en la guerra de
Malvinas. Op. Cit., p. 244.
[31] Woodward, S. (1992). Los cien días. Las memorias del Comandante de la
Flota Británica durante la Guerra de Malvinas. Op. Cit. p. 22.
[32] Ibid., p. 115.
[33] Ibid., p. 123.
[34] Discovery Channel (2014). “Malvinas, la
historia que pudo ser” en YouTube.
Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=CN1QoGhc7K8&t=21s [visitado octubre de 2019]
[35] Woodward, S. (1992). Los cien días. Las memorias del Comandante de la
Flota Británica durante la Guerra de Malvinas. op. Cit. p. 243.
[36]
Discovery Channel (2014). “Malvinas, la historia que pudo ser” en YouTube. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=CN1QoGhc7K8&t=21s[visitado
octubre de 2019]
[37] Thompson, J. (1987). No picnic (no fue un paseo). La actuación de
la 3ª Brigada de Comandos de Infantería de la Marina Británica en la guerra de
Malvinas. Op. Cit., p. 29.
[38] Ibíd., p. 119.
[39] Ibíd., p. 32.
[40] Woodward,
S. (1992). Los cien días. Las memorias del Comandante de la
Flota Británica durante la Guerra de Malvinas. op. Cit. p. 196.
[41]
Ibíd., p. 272.
[42]
Ibíd., p. 281.
[43]
Ibíd., p. 21.
[44]
Ibíd., p. 338.
[45]
Discovery Channel (2014). “Malvinas, la historia que pudo ser” en YouTube. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=CN1QoGhc7K8&t=21s
[visitado octubre
de 2019]
[46] Woodward, S. (1992). Los cien días.Las memorias del Comandante de la
Flota Británica durante la Guerra de Malvinas. op. Cit. p. 167.
[47] Citado en Partido Socialista de los
Trabajadores Unificado (2012) “Malvinas, prueba de fuego”. Folletos del PSTU.
[48]
Biangardi Delgado, C. A. (2017) Cuestión Malvinas. A 35 años de la Guerra
del Atlántico Sur. Propuesta para la construcción de una Política de Estado. Op.
Cit., p. 398.
[49] Thompson, J. (1987). No picnic (no fue un paseo). La actuación de
la 3ª Brigada de Comandos de Infantería de la Marina Británica en la guerra de
Malvinas. Op. Cit., p. 235.
[50]
Ibíd., p. 234-235.
[51]
Ibíd., p. 81.
[52]
Ibíd., p. 141.
[53]
Ibíd., p. 22.
[54]
Kasanzew, N. (2012).Malvinas a sangre y
fuego. 1ª Ed: Nicolás
Kasanzew editor, p. 225.
[55]
Citado en Kasanzew, N. (2012).Malvinas a
sangre y fuego. 1ª Ed:
Nicolás Kasanzew editor, p. 225.
[56]
Thompson, J. (1987). No picnic (no fue un paseo). La
actuación de la 3ª Brigada de Comandos de Infantería de la Marina Británica en
la guerra de Malvinas. Op. Cit., p. 235.
[57] Guber, R.(2016). Experiencia
de Halcón. Op. Cit., p. 20.
[58] Woodward, S. (1992). Los cien días. Las memorias del Comandante de la
Flota Británica durante la Guerra de Malvinas. op. Cit. p. 244.
[59] Thompson, J. (1987). No picnic (no fue un paseo). La actuación de
la 3ª Brigada de Comandos de Infantería de la Marina Británica en la guerra de
Malvinas. Op. Cit., p. 144.
[60] Woodward, S. (1992). Los cien días. Las memorias del Comandante de la
Flota Británica durante la Guerra de Malvinas. op. Cit. p. 143.
[61] Thompson, J. (1987). No picnic (no fue un paseo). La actuación de
la 3ª Brigada de Comandos de Infantería de la Marina Británica en la guerra de
Malvinas. Op. Cit., p. 144.
[62]
Kasanzew, N. (2012). Malvinas a sangre y
fuego. 1ª ed.: Nicolás
Kasanzew, editor. p. 108
[63] Este episodio le valió la condecoración militar más alta
otorgada por el Estado argentino: “Cruz de la Nación Argentina al heroico valor
en combate”.
[64] Woodward, S. (1992). Los cien días. Las memorias del Comandante de la
Flota Británica durante la Guerra de Malvinas. op. Cit. p. 275.
[65]
Ibíd., p. 140.
[66]
Ibíd., p. 357.
[67] Ley N° 24.950 Héroes Nacionales.
Boletín Oficial de la República Argentina del 14 de abril de 1998. Disponible
en: http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/verNorma.do%3Bjsessionid=D9BA99B6635877B019A4B3BEC54A28E0?id=50278
[visitado
octubre de 2019]
[68] Woodward, S. (1992). Los cien días. Las memorias del Comandante de la
Flota Británica durante la Guerra de Malvinas. op. Cit. p. 357.
[69] Thompson, J. (1987). No picnic (no fue un paseo). La actuación de
la 3ª Brigada de Comandos de Infantería de la Marina Británica en la guerra de
Malvinas. Op. Cit., p. 23.
[70] Woodward, S. (1992). Los cien días. Las memorias del Comandante de la
Flota Británica durante la Guerra de Malvinas. op. Cit., p. 340.
[71] Citado
en Biangardi Delgado, C. A. (2017) Cuestión
Malvinas. A 35 años de la Guerra del Atlántico Sur. Propuesta para la
construcción de una Política de Estado. Op. Cit., p. 422.
[72]
Ibid., p. 345
[73]
Ibíd., p. 10.
[74]
Ibíd.p. 96.
[75] Pablos, R. (2016). “Los ingleses son los verdaderos enemigos de la Patria” en Agencia
Periodística Patagónica. Buenos Aires, 1 de abril. Disponible en: http://www.appnoticias.com.ar/desarro_noti.php?cod=22408
[visitado
octubre de 2019]
[76] Woodward, S. (1992). Los cien días. Las memorias del Comandante de la
Flota Británica durante la Guerra de Malvinas. op. Cit. p. 177.
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Cuadernos de Marte, Revista latinoamericana de Sociología de la Guerra es una publicación oficial del Insituto de Investigaciones Gino Germani, dependiente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Argentina.
ISSN 1852-9879
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