Cuadernos de Marte
Año 10 / N° 17 Julio – Diciembre 2019
https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/cuadernosdemarte/index
Académicos y universidades norteamericanas en la Guerra Fría.
Un tridente ofensivo.
North American academics and universities in the Cold War.
An offensive trident.
Juan Alberto Bozza*
Universidad Nacional de La Plata
Recibido: 28/9/2019 – Aceptado: 20/11/2019
Cita sugerida: Bozza, J. (2019).
Académicos y universidades norteamericanas en la Guerra Fría. Un tridente
ofensivo. Cuadernos de Marte, 0(17), 21-53. Recuperado de https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/cuadernosdemarte/article/view/5134/4258
Resumen
Este artículo analiza la implicación de
académicos de prestigiosas universidades norteamericanas en la lucha contra el
comunismo a escala global. A partir de tres casos significativos, describe el
pasaje de la comunidad universitaria a la actuación en agencias estratégicas de
la Guerra Fría. Los protagonistas escogidos fueron George Kennan, Richard
Bissell y Walter Rostow. Sus políticas se plasmaron en la estrategia de los
Estados Unidos en las dos décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial,
incidiendo en episodios fundamentales de la Guerra Fría. La observación enfoca,
prioritariamente, los proyectos de estos intelectuales frente a fenómenos de
naturaleza bélica o que expresaron las pulsiones expansionistas de los
gobiernos norteamericanos, a los que sirvieron con una lealtad no exenta de
dogmatismo.
Palabras clave
Académicos - Guerra Fría - George Kennan -
Richard Bissell - Walter Rostow.
Abstract
This article analyzes the
involvement in the fight against communism on a global scale of academics from
prestigious North American universities. Based on three significant cases, it
describes the passage of the university community to acting in strategic
agencies of the Cold War. The protagonists chosen were George Kennan, Richard
Bissell and Walter Rostow. Its policies were reflected in the strategy of the
United States in the two decades after World War II, affecting fundamental
episodes of the Cold War. The observation focuses primarily on the projects of
these intellectuals in the face of phenomena of a warlike nature or that
expressed the expansionist drives of the American governments, which they
served with a loyalty not exempt from dogmatism.
Key words
Academics -
Cold War - George Kennan - Richard Bissell - Walter Rostow
Introducción
Son bien conocidas las experiencias e imágenes
de las universidades como centros de discusión y agitación política durante el
periodo de la Guerra Fría. Es vasta la literatura sobre el compromiso de los
movimientos estudiantiles de América Latina y de los Estados Unidos con los
movimientos de liberación nacional y con la Revolución Cubana. El activismo
estudiantil y no pocos profesores e intelectuales denunciaron las
intervenciones del imperialismo norteamericano; formaron parte de la oposición
a la Guerra de Vietnam y recusaron las políticas de cooperación económica y
ayuda militar promovidas por Norteamérica en el marco de la Alianza para el
Progreso. Los integrantes de la comunidad universitaria se mantuvieron alerta
frente a los dispositivos culturales y educativos de la penetración
imperialista en el contexto de la Guerra Fría y señalaron la existencia de
programas de investigación y formación de recursos humanos impulsados o
financiados por fundaciones o agencias internacionales dependientes de los EEUU.[1]
Son menos frecuentes y visibles las
descripciones sobre la cooperación de las universidades norteamericanas con las
políticas anticomunistas desplegadas por EEUU en la Guerra Fría. En los niveles
más intensos de la convergencia, destacados investigadores desempeñaron cargos
en agencias gubernamentales directamente relacionadas con la seguridad y con la
comunidad de inteligencia. El tránsito entre la investigación, la enseñanza
universitaria y la administración política fue fluido. En los casos que
presentaremos, la asunción de la batalla contra el comunismo no debe verse como
un mero producto de la decisión individual; gravitó en ámbitos más generales de
las ciencias sociales, fue acompañado por las grandes fundaciones filantrópicas
y tuvo como actores protagónicos a los tradicionales establecimientos de la
llamada Ivy League.[2]
Durante la contienda bipolar, las universidades
de primer nivel desarrollaron investigaciones que ensamblaron sus objetivos de
estudio con los propósitos expansionistas de EEUU.[3] Instituciones
como Harvard, Yale, Princeton y otras proveyeron cuadros a los servicios de
espionaje en la posguerra.[4] El historiador
de Harvard Walter Langer fue responsable del reclutamiento de académicos para
la Oficina de Evaluaciones Nacionales de la CIA. El sociólogo Daniel Bell
organizó los seminarios en Europa del Congreso por la Libertad de la Cultura,
una entidad creada y financiada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Otro militante del Congreso, Arthur
M. Schlesinger Jr., asesoró a Kennedy en sus relaciones con América Latina y
sugirió el lanzamiento de la Alianza para el Progreso. Sigmund Diamond reveló
el espionaje del FBI y de la CIA, con el consentimiento de las autoridades,
como antesala de la persecución de profesores y alumnos. Algunas casas de
estudios se alinearon en la década de 1950 a favor de la cruzada anticomunista
del senador Joseph Mc Carthy.[5]
La Universidad pública de Michigan desarrolló
el Proyecto Vietnam, un contrato que permitió a los Estados Unidos
planificar, entre 1955 y 1962, las políticas del gobierno derechista de Ngo
Dinh Diem, en Vietnam del Sur. Aunque los investigadores adujeron distintos
motivos para su participación, el proyecto devino en un instrumento de la
política exterior de Washington para derrotar la amenaza comunista en el
sudeste asiático.[6]
Dirigidos por el profesor de ciencias políticas
Wesley Fishel, el equipo de académicos de Michigan hizo sugerencias sobre la
Constitución de Vietnam del Sur y entrenó al personal de la administración
pública. Uno de los asuntos más importantes del proyecto fue la conformación de
las fuerzas policiales del gobierno. Allí intervinieron asesores militares y,
cada vez con mayor autonomía, funcionarios de la CIA. Estados Unidos suministró
revólveres, pistolas antidisturbios, municiones, gases lacrimógenos, jeeps y
otros vehículos, comunicaciones, equipos de oficina, etc. Las innovaciones
fueron utilizadas por Diem para una generalización de la represión sobre la
sociedad civil. Los abusos fueron tan ostensibles que algunos profesores del
proyecto denunciaron al gobierno como una dictadura y plantearon la necesidad
de sustituirlo por un golpe de Estado. En 1962, Diem dio por concluido el
contrato.[7] Cuatro años
después, la revista Rampart, vocero
de la nueva izquierda californiana, denunció que el proyecto universitario
cobijaba la injerencia de la CIA en la política interna de una nación
extranjera. Las movilizaciones estudiantiles contra la guerra de Vietnam
atacaron al programa caracterizándolo como una herramienta del imperialismo
americano en el sudeste asiático.[8].
Durante la Guerra Fría fueron frecuentes las
articulaciones entre las investigaciones de las universidades, los lobbies y
fundaciones privadas y el complejo militar-industrial norteamericano. En el
seno del Departamento de Defensa, durante los años cincuenta fue creado el
Instituto para el Análisis de la Defensa (IDA).[9] Su misión era
coordinar los avances científicos y tecnológicos con los objetivos de la
seguridad nacional de los EEUU. Estableció vínculos con las principales
universidades, como el Instituto Tecnológico de California (CalTech), Case
Western Reserve, el Instituto Tecnológico de Massachusetts (M.I.T.), Stanford,
Tulane, California, Chicago, Columbia, Illinois, Michigan, Pensilvania y
Princeton. En 1967, integrantes de la Students
for Democratic Society (SDS), una agrupación de la nueva izquierda,
descubrieron documentos que relacionaban a la Universidad de Columbia con el
IDA. La campaña de movilización en los principales campus desnudó los
propósitos del Instituto de trabajar a favor de la guerra. Las protestas en
Princeton y Columbia obligaron a las universidades a concluir su relación con
el IDA.[10]
Las universidades líderes y la comunidad de inteligencia establecieron
aceitados mecanismos de colaboración. Se fundaron campos de estudios
que amalgamaron temáticas históricas, económicas y de las ciencias políticas.
No sin cierta afectación, denominaron sovietología
a este híbrido objeto. En Columbia, Geroid Robinson dirigió el Instituto de
Estudios Rusos en la década de 1960. En el decenio siguiente se transformó en
Instituto de Estudios del Comunismo, bajo la dirección del profesor Z.
Brzezinski y, más tarde, Instituto de Investigación de Cambios Internacionales,
atendido por su discípula, la socióloga Madeleine Albright, posteriormente
Secretaria de Estado de Clinton. En el M.I.T., el Centro para Estudios Internacionales
recibió el financiamiento de la CIA.[11] Apoyados por
los sucesivos gobiernos, los sovietólogos eran conscientes de que producían un
conocimiento para la confrontación política internacional; desarrollaban investigaciones aplicadas en beneficio del
interés nacional de los Estados
Unidos. Por esa razón, los cursos universitarios fueron tomados por asesores
presidenciales, embajadores, oficiales del Departamento de Estado y consultores
de diverso rango.[12]
Las experiencias de colaboración se expresaron
de manera arquetípica en la trayectoria de académicos que abrazaron la lucha
contra el comunismo a escala global. Presentaremos, a continuación, tres casos
reveladores del pasaje del mundo universitario a la actuación en agencias
estratégicas de la Guerra Fría. Los protagonistas fueron George Kennan, Richard
Bissell y Walter Rostow. Los planes que elaboraron dieron sustento a la
estrategia de su país en los años de la posguerra. Su fe intransigente en el
combate antisoviético los convirtió en cruzados, en cold warriors.[13] La observación
se enfocará, prioritariamente, en los proyectos que originaron acontecimientos
históricos de naturaleza bélica o que expresaron designios pulsiones
expansionistas de los gobiernos norteamericanos, a los que sirvieron con una
lealtad no exenta de dogmatismo.
De Princeton al Departamento de Estado: un historiador para
la contención de la URSS y la expansión americana en Europa
El historiador George Kennan desarrolló
funciones políticas en niveles sensibles de la seguridad norteamericana. Se los
conceptuó como el más importante oficial en toda la historia del Servicio
Exterior americano.[14] Graduado en la
Universidad de Princeton, ingresó al Servicio Exterior de los EEUU y tuvo su
primera experiencia diplomática en Suiza. En los años treinta realizó estudios
históricos en el Instituto Universitario de Berlín, especializándose en Europa
Oriental y Rusia.[15] La experticia
histórica sobre Rusia le allanó el camino en la embajada americana en Moscú,
entre 1944 y 1946.[16] Sus opiniones
incidieron en el nuevo rumbo de la diplomacia, que puso fin a las políticas de
cooperación e inició la estrategia de contención (containment). Las ideas de Kennan, transformadas en minutas y
documentos oficiales, fueron la primeras que incitaron a los Estados Unidos a
asumir una contraofensiva global para bloquear la influencia comunista en el
mundo. Su talento no pasó desapercibido para el Secretario de Estado, George
Marshall. A mediados de 1946 fue convocado por el Departamento de Estado como
jefe de un equipo de planificadores de la política internacional. Tuvo
injerencia en el diseño del Plan Marshall, en la creación del Consejo Nacional
de Seguridad (NSC) y de su corolario, la CIA, en julio de 1947.[17]
Como funcionario en la embajada, en 1946
elaboró un reporte fundamental para el comienzo de los programas e
instituciones de la Guerra Fría.[18] Dicho trabajo,
conocido como “el telegrama largo” (enviado al presidente Truman el 22 de
febrero), se transformó en una
investigación histórica que sirvió de fundamento teórico de la “doctrina
Truman”, la diplomacia de confrontación y contrapeso contra el gobierno
soviético en cualquier región del mundo donde peligrara el “balance de poder”.
El “telegrama largo”, una reseña histórica que señalaba como inevitables las
tendencias expansionistas de los rusos, consagró a Kennan entre los altos
funcionarios de Washington. [19]
Los conocimientos históricos de Kennan fundaron
las políticas que guiaron por más de un lustro las relaciones de los Estados
Unidos con la Unión Soviética. Según el profesor de Princeton, la influencia de
Moscú debía ser confrontada en los países que atravesaban dificultades
económicas. Frente a esas circunstancias, Kennan recomendaba desplegar acciones de
inteligencia y propaganda, incluso las que se instrumentaban bajo la forma de
acción encubierta (covert action).
Esa metodología, un sello indeleble de la Guerra Fría, se sirvió tanto de la
cooperación económica y financiera como de la desestabilización del enemigo.
Kennan utilizó con éxito un relato histórico
binario y conspirativo para justificar la intervención norteamericana en
Europa. Consideraba a las fuerzas izquierdistas europeas como vectores de la
expansión de la URSS. Gracias a él, la agenda de prioridades del Departamento
de Estado organizó la intervención en dos países, Grecia e Italia, a los que se
veía asediados por peligros inminentes. Los Estados Unidos debían velar para
impedir la inestabilidad en los países del Mar Mediterráneo, una zona de
seguridad para el acceso norteamericano al petróleo del Golfo Pérsico.[20]
Kennan transformó dichas convicciones en
políticas concretas de intromisión en Grecia en 1946. Ordenó la asistencia
financiera a sus aliados politicos y creó un comando militar norteamericano en
territorio griego. Los aportes financieros y de material bélico fortalecieron a
los oficiales derechistas y monárquicos del ejército griego para luchar contra
el frente de liberación, la ELAS.[21] La conjunción
entre los suministros americanos y la invasión de tropas británicas fue
decisiva para vencer a las milicias izquierdistas en 1949. El éxito de la
política de contención de Kennan fue resonante: al finalizar la guerra civil
logró imponer en Atenas un gobierno formado por conservadores, reaccionarios y
fascistas alineados con el gobierno de los Estados Unidos.[22] A pesar de la
fraseología liberal y democrática, las recetas de Kennan tenían propósitos
expansionistas en Grecia. La retórica de la doctrina del Containment justificaba la intervención norteamericana en las
regiones amenazadas o invadidas por tropas soviéticas. En el suelo griego no había tropas soviéticas.
Como Jefe del Equipo de Planificación del
Secretario Marshall, Kennan fue responsable de la intervención norteamericana
en Italia en 1948. Al historiador/funcionario lo obsesionaba el apoyo popular
del Partido Comunista de Italia (PCI). Columna vertebral de la resistencia
antifascista, esta fuerza tenía la adhesión del movimiento sindical y, desde
1944, formaba parte del gobierno de coalición republicana. El potencial triunfo
de la alianza comunista-socialista del Frente Democrático Popular en las
elecciones del 18 de abril de 1948 intranquilizaba a Kennan.[23]
El planificador proveniente de Princeton
tergiversaba la estrategia de los comunistas en la historia reciente. En la
experiencia de cogobierno, el PCI había adherido al “compromiso nacional” y
rechazado la insurrección armada. Kennan, sin embargo, lo describía como una
organización dispuesta al “completo sometimiento de su país bajo el control de
la URSS”. Los conflictos laborales, la puja distributiva en los primeros años
de la posguerra, eran juzgados como preparativos sediciosos. Fue mérito de
Kennan hacer que esta visión encaminara la política del Consejo Nacional de
Seguridad norteamericano (NSC).[24] Convenció a
Truman de que el futuro del presidente italiano Alcide De Gasperi dependía del
auxilio económico norteamericano. Si esto no ocurría, Kennan vaticinaba una
“guerra de clases” en Europa Occidental.[25] Los argumentos
fueron persuasivos. En noviembre de 1947, el NSC ordenó la asistencia económica y militar al gobierno italiano.
Si bien Washington se abstenía de una intervención militar en territorio de la
península, consideraba oportuno el despliegue de acciones de sus fuerzas
navales y aéreas, si los comunistas italianos iniciaban un levantamiento de
masas. De Gasperi habilitó la construcción de pistas de aterrizaje para aviones
de combate y pidió el retraso de la retirada de las tropas americanas en
Italia.[26]
Por consejos de Kennan, Estados Unidos se
mantuvo en “alerta de guerra” frente a las elecciones del 18 de abril de 1948.
Instruyó a la CIA a desenvolver acciones clandestinas y a realizar propaganda
electoral en beneficio del Partido Demócrata Cristiano; habilitó cargamentos
encubiertos de armas para una eventual represión al comunismo y sugirió
ilegalizar al PCI.[27] Los servicios
de inteligencia americanos intervinieron groseramente en los comicios;
enlodaron a la izquierda con acusaciones desaforadas y extravagantes. Las
agencias americanas involucraron en la contienda al Papa Pio XII, que se
manifestó a favor del triunfo de una Italia “occidental y cristiana”.[28] Las campañas
de desinformación y la propagación de temores anticomunistas saturaron la
atmósfera electoral.[29]
Aunque Kennan no solía priorizar acciones
militares directas, sus opiniones fueron lábiles en el caso italiano. Siguiendo
las convicciones del historiador William Langer, en mayo de 1948 recomendó la
creación de un dispositivo paramilitar clandestino y permanente para impedir
cualquier acercamiento, incluso legal y
electoral, del comunismo al gobierno.[30]
El esfuerzo norteamericano fue ampliamente
recompensado con la victoria de la Democracia Cristiana. La influencia del
Vaticano y la necesidad de no perder el auxilio económico prometido por el Plan
Marshall,[31] persuadieron a
grandes sectores del electorado. El comunismo solo obtuvo el 30 por ciento de
los votos. El historiador/planificador pudo saborear la consolidación del
influjo de los Estados Unidos en la Italia de la Reconstrucción.
Las opiniones de Kennan sobre América Latina se
fundaron en un conocimiento histórico bastante rústico. Sus razonamientos
generales carecían de datos empíricos que los respaldaran. Transmitió al
gobierno enfoques sombríos sobre las sociedades latinoamericanas. Sin mencionar
las frecuentes intervenciones norteamericanas en la región, acusaba a los
pueblos de América Latina de alimentar sentimientos politicos hostiles hacia
Estados Unidos que, a su entender, eran injustificados. Comparada con los
avances de la historiografía social en la posguerra, la lectura de Kennan del
proceso latinoamericano era superficial y primitiva. Consideraba al entorno
natural y a la composición racial de la población como causas de instituciones
democráticas débiles y de la turbulencia y la desesperanza que agobiaban a la
población. Los pueblos de América del Sur se diferenciaban tajantemente de los
de Norteamérica. Según el autor, la llegada de esclavos africanos y la práctica
de los matrimonios interraciales habían provocado condiciones adversas para el
desarrollo de los países; las claves del fracaso económico estaban inscriptas
en la naturaleza y en la “sangre” de la población. El historiador-asesor no
veía condiciones inmediatas para que el comunismo conquistase la devoción de las
masas latinoamericanas. Pero advertía un peligro más cercano, la “infiltración”
en esferas gubernamentales, desde las cuales podía sabotear las relaciones con
Estados Unidos.[32]
Al concluir sus funciones gubernamentales,
Kennan retornó a Princeton, donde aquilató su fama como historiador de Rusia y
Europa Oriental; también como consultor de los medios de comunicación acerca
del devenir de las relaciones internacionales.[33] Desde los años
cincuenta fue miembro del Instituto de Estudios Avanzados y, en su seno,
dirigió la Escuela de Estudios Históricos. En 1957 le fue conferido el Premio
Pulitzer de Historia.[34]
En los tramos finales de su vida académica, la
perspectiva histórica de Kennan acentuó su elitismo. Era partidario de que la
intervención de las grandes potencias en el escenario internacional no
estuviese limitada por consideraciones morales ni por el respeto a los derechos
humanos. Sobre estas cuestiones, manifestaba escepticismo o desinterés. La hoja
de ruta de las naciones en el concierto mundial debía estar supeditada al
beneficio de los intereses propios. Para Kennan, la diplomacia no debía
estructurarse en torno a los principios éticos del derecho internacional.[35]
De Yale a la CIA, un historiador para la destrucción de la
Revolución Cubana
El historiador y economista Richard Bissell se
sintió más cómodo en las líneas de fuego de la Guerra Fría que en el campo de
la diplomacia.[36] Provenía del
corazón del establishment económico y político, hijo de una acaudalada familia
de Nueva Inglaterra. Estudió en Yale y en la London School of Economics. Al
término de la Segunda Guerra fue funcionario del Plan Marshall en Alemania,
donde comenzó a trabajar en cooperación con la CIA. En Washington DC formó
parte de un grupo de universitarios cercanos al poder, en compañía de George
Kennan y Walter Rostow, interesados en las políticas de inteligencia y
seguridad.[37] Fue convocado
por la CIA en 1954, cuando estaba al frente de la Fundación Ford. Su ascenso
meteórico en la Agencia se debió al talento demostrado en los temas de
inteligencia y a la voluntad guerrerista contra la URSS y sus aliados. Trabajó
junto a la empresa Lockheed en el desarrollo del avión espía U2. Mediante dicha
herramienta, la CIA obtuvo el 90% de las fotografías tomadas sobre territorio
soviético.[38] Bissell
alcanzó el pináculo en la CIA en 1959, cuando fue designado Subdirector de
Planes. Desempeñó la supervisión de una serie de acciones encubiertas que
depararon golpes de Estado, como la destitución de Jacobo Arbenz en Guatemala,
y asesinatos de líderes extranjeros, entre ellos Patricio Lumumba en el Congo,
Rafael Trujillo en República Dominicana y Ngô Ðình Di?m en Vietnam del Sur.[39]
A partir de 1960, la principal obsesión de
Bissell fue el asesinato de Fidel Castro. Organizó el plan con la participación
de sicarios del hampa.[40] Uno de los
elegidos fue Johnny Roselli, criminal de alto
rango en Las Vegas, conectado con la mafia que controlaba el juego en la Cuba
batistiana. La operación fue planeada en secreto y los sicarios no podían
revelar la participación de los agentes estadounidenses. Involucraba a otros
elementos gansteriles, también relacionados con actividades ilegales en la Cuba
pre revolucionaria, como Salvatore Giancana, sucesor de Al Capone en Chicago, y Santo
Trafficante. De ser exitosa la operación, la CIA garantizaba a los hampones la
recuperación del monopolio del juego, la prostitución y las drogas en la isla.[41] El “equipo” de
Bissell acordó utilizar una píldora con un potente veneno. Un miembro del
personal allegado al Comandante Castro era el encargado de suministrársela.
Luego de algunos intentos dubitativos, la operación fue cancelada poco después
del intento de invasión a Bahía Cochinos, en abril de 1961.[42]
Las fuentes de inteligencia desclasificadas por
la Freedom Of Information Act consideraban al académico de Yale como el
“principal agente gubernamental” que patrocinó la invasión a Cuba, en abril de
1961. Bajo su tutela estuvo la conformación de la fuerza expedicionaria, la
Brigada 2506, integrada por anticastristas cubanos y mercenarios
centroamericanos.[43] Aunque la
operación culminaría en un fracaso, las decisiones de Bissell causaron enormes
pérdidas en vidas humanas y en recursos económicos, edilicios y militares de
Cuba.
Bissell organizó la invasión con la
aquiescencia del presidente Kennedy. Aunque el primer boceto fue rechazado, el
subdirector obtuvo finalmente la venia necesaria. Funcionario de costumbres
arraigadas, convocó para la tarea al mismo staff
de la CIA que intervino en el golpe de Estado contra Arbenz. Las tropas
contaban con más de 1.400 combatientes, entrenados por la agencia americana. La
Brigada 2.506 se constituyó como el brazo militar del Frente Democrático
Revolucionario (FDR), la fuerza anticastrista fundada en México por el oficial
de la CIA Howard Hunt.[44] Los atacantes
zarparon de Puerto Cabezas, Nicaragua, el 13 de abril. Como parte del plan de
Bissell, aviones norteamericanos bombardearon pistas de aterrizaje y
destruyeron aeronaves e instalaciones cubanas. Al mismo tiempo Radio Swan transmitía desde Honduras
proclamas para que el ejército cubano se rebele contra el gobierno.
Simultáneamente, se realizaron varios actos de sabotaje en edificios de La
Habana. Los avances de la flota invasora fueron protegidos por varios
destructores que navegaron en las aguas frente a Guantánamo.[45] El desembarco
se produjo en la madrugada del 17 de abril en Playa Girón. La CIA proveyó
embarcaciones de gran porte, pequeños botes, vehículos artillados y un equipo
de buzos tácticos especialistas en demoliciones.[46]
Tras decretar el estado de alerta, Fidel Castro
asumió personalmente la conducción del combate en el campo de batalla,
ordenando atacar primero a las tropas que habían desembarcado y luego a las que
aun esperaban en el mar. Las defensas cubanas lograron inutilizar el buque
norteamericano Houston, la nave que había transportado tropas y que tenía los
suministros médicos para atender a los heridos. Después de cuatro días de
combate, las fuerzas invasoras fueron vencidas por la combinación de ataques
aéreos de la Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), por la artillería cubana y
por las milicias populares que lograron frenar a los intrusos a pocos
kilómetros de la playa. Ante las derrotas sufridas, y presionado por Kennedy,
el equipo de Bissell ordenó el repliegue de la brigada. En sus planes cabía la
esperanza, finalmente vana, de que el presidente ordenara un ataque aéreo
masivo sobre el territorio cubano.
Arrinconada por las críticas, la propia Agencia
sinceró el balance del fiasco organizado por Bissell. El plan excedía las
capacidades operativas de la CIA; no se habían evaluado de manera realista los
riesgos; la participación en el proyecto de los líderes exiliados cubanos era
insuficiente; se había fracasado en la organización de la resistencia interna
en Cuba y existieron fallas en la recopilación y el análisis de inteligencia
sobre las fuerzas cubanas.
La crisis impactó en el presidente Kennedy. Sin
embargo, no recomendó la supervisión del Congreso para juzgar el comportamiento
de la CIA.[47] Como resultado
del fracaso, Allen Dulles, el Director Adjunto de la CIA, y Bissell se vieron
obligados a renunciar a principios de 1962.[48]
Lejos de la deshonra, Bissell reinventó su
carrera, siempre ligada a los proyectos expansionistas de los Estados Unidos.
En 1962 fue elegido jefe del Instituto de Análisis de Defensa (IDA), la agencia
de expertos del Pentágono evaluadora de los sistemas de armamento. Años después
pasó al campo de la empresa privada como consultor, entre 1964 y 1974, de la
United Technologies en Hartford, de Connecticut, que vendía al gobierno
sistemas de armas sofisticadas. Las empresas beneficiadas por los proyectos
belicistas siempre fueron generosas con los cold
warriors.
Del M.I.T. al Departamento de Estado: un historiador
apasionado por el desarrollo y por los bombardeos
Walter Rostow nació en una familia de
inmigrantes rusos radicados en Nueva York. Completó su doctorado en la
Universidad de Yale, enseñó Historia de los Estados Unidos en Oxford y
Cambridge y se desempeñó como profesor de Historia de la Economía en el M.I.T.
Su libro Las etapas del crecimiento
económico: un manifiesto no comunista (1960) tuvo buena acogida en el mundo
académico y en la comunidad de inteligencia como herramienta de lucha contra el
comunismo.[49] También
despertó el entusiasmo del presidente Kennedy y de su sucesor, Lyndon B.
Johnson. En diciembre de 1961, Rostow se convirtió en consejero del
Departamento de Estado, presidente de su consejo de planificación de políticas
y fue asistente especial en la estrategia de Estados Unidos en Vietnam.[50]
La contribución de Rostow
combinaba una teoría para el crecimiento económico y un programa de lucha
contra el comunismo a escala global. Su libro-manifiesto presentaba y defendía
un modelo general de tránsito de las sociedades subdesarrolladas a un estadio
de prosperidad, cohesión social y estabilidad política. El esquema evolutivo tenía
características cuantificables que medían el pasaje de las sociedades
“tradicionales” a otras de tipo moderno.[51] La aceptación
de la obra en los círculos del poder opacó las críticas emitidas por
historiadores y economistas. Los cuestionamientos señalaron el punto de vista
anglocéntrico en el rastreo del comienzo de la vida económica moderna, así como
la identificación del desarrollo con la adopción acrítica del modelo
capitalista estadounidense. También cuestionaron la concepción mecanicista del
advenimiento del crecimiento. Según Rostow, este requería el pasaje de las
sociedades por varias etapas hasta ingresar en el período del
"despegue" (take off), la
fase de expansión de los segmentos claves de la economía. El modelo tenía
pretensiones universalistas, aunque los críticos descubrieron que Rostow
admitía tantos casos excepcionales, que resultaba difícil establecer un patrón
ejemplificador general de la teoría.[52]
Los puntos de vista de
Rostow fueron el sustento teórico y político para la creación de la Alianza
para el Progreso (AlPro).[53] Los desafíos de la Guerra Fría urgían a intensificar el protagonismo
hemisférico de los EEUU. El derrotero socialista de la Revolución Cubana y sus
acuerdos con la URSS convencieron al presidente Kennedy de canalizar recursos
hacia América Latina. El crecimiento económico de la región, basado en la
cooperación y en la recepción de capitales norteamericanos, era el mejor
reaseguro para frenar o evitar la irrupción del comunismo.[54]
Según Rostow, las “sociedades tradicionales” latinoamericanas adolecían de estructuras políticas autoritarias, economías rurales atrasadas y una falta de espíritu emprendedor. El modelo de progreso a emular estaba a la vista. Los EEUU eran una sociedad moderna con un sistema político competitivo, una economía tecnológica en expansión continua, un mercado de consumo masivo, elevados niveles de alfabetización y una población con movilidad social y geográfica. Rostow reservaba a Estados Unidos el rol de acelerar la modernización latinoamericana. Aunque morigerada por palabras como “cooperación” y “ayuda humanitaria”, la teoría rostowiana abría las puertas a la injerencia en la política de las naciones subdesarrolladas. Los administradores de la AlPro identificarían y apoyarían a líderes comprometidos con las instituciones democráticas, con la educación y la promoción del desarrollo económico. La ayuda se haría efectiva a través de la inversión de capitales, subvenciones y créditos. Las metas de la AlPro eran demasiado optimistas. Tal como lo profetizaba Rostow, la “etapa del despegue” se alcanzaría en una década.
El organismo despertó expectativas favorables
en varios presidentes de América Latina.[55] A la manera
del Plan Marshall, EEUU prometía inversiones públicas y privadas de unos 20.000
millones de dólares. Los suministros e inversiones directas preveían elevar las
tasas anuales de crecimiento en Latinoamérica a más del 2,5%. La transferencia
facilitaría mejoras en el empleo y alentaría la disminución de mortalidad
infantil. Los objetivos de la Alianza tenían capítulos progresistas, aunque
difíciles de ejecutar en sociedades dominadas por élites con patrimonios
altamente concentrados. Instaba, por ejemplo, a los presidentes de la región a
instruir mecanismos de justicia social, como la promoción de la reforma agraria
y la aplicación de impuestos progresivos a la renta que, en casi todas las
circunstancias, fueron bloqueados.
A pesar de los vaticinios de Rostow, la Alianza
para el Progreso no logró transformaciones estructurales en América Latina.
Durante la década de 1960, las economías latinoamericanas tuvieron un mal
desempeño, generalmente cayendo por debajo de la tasa deseada. Los objetivos
medulares se frustraron. América Latina tenía obstáculos arraigados que
impedían los cambios. Las élites rechazaron la reforma agraria, los sistemas
impositivos equitativos y los programas sociales. Los créditos recibidos
ocasionaban, en lugar de crecimiento, un mayor endeudamiento de los países. La
actuación de los gobiernos norteamericanos fue, en muchos casos, contradictoria
con el alcance de los objetivos de una mayor equidad social. Las promesas de
progreso democrático y justicia social fueron sustituidas por urgencias
prioritarias, como el combate contra el comunismo. Preocupado por la seguridad
nacional, Washington apoyó el quiebre de experiencias de gobierno democráticas
y progresistas, alentando golpes de Estado y la consolidación de dictaduras
militares aliadas. Además, el presupuesto asignado a la Alianza se desfinanció
con el incremento de la política belicista de Johnson en Vietnam. Los fondos
insumidos por la guerra en el sudeste asiático fueron sustraídos al desarrollo
latinoamericano.[56]
Un halcón vuela a Vietnam
En mayo de 1964, la administración Johnson
solicitó a Rostow su asesoría acerca de la política a impulsar en Vietnam. El
extenso informe elaborado por el consultor, junto a un borrador de discurso del
presidente, fueron la base de las decisiones tomadas por el gobierno luego del
sospechoso incidente en el golfo de Tonkín, un presunto ataque naval imputado a
Vietnam del Norte.[57] Rostow alentó
el intervencionismo norteamericano. Su país estaba apoyando el desarrollo de
Vietnam del Sur hacia la etapa del “despegue”, pero el proceso era
obstaculizado por la infiltración de las guerrillas del Vietcong.[58] Estados Unidos
se veía obligado, según el asesor, a acudir a todos los
medios militares y
diplomáticos para detener la “injerencia comunista”. La tesis rostowiana señaló el camino hacia la
solución bélica.[59]
Pocas veces se notó la influencia de un
individuo sobre las políticas militares de una nación como la ejercida por
Rostow durante la guerra de Vietnam.[60] Algunos de sus
drásticos consejos, como el envío masivo de soldados americanos, los bloqueos
navales y los bombardeos aéreos sobre Vietnam del Norte, nutrieron la
estrategia de la administración Johnson.[61]
Rostow era un “halcón”, un partidario a
ultranza de derrotar militarmente al enemigo comunista en la región.
Despreciaba las negociaciones porque las consideraba ardides aprovechados por
los vietnamitas del Norte. La guerra debía ser ganada, aun cuando había
evidencia de que la intensificación de las hostilidades no hacía mella en la
disposición al combate del Vietcong. Enfrascado en la lógica militar, Rostow
contabilizaba como signos victoriosos del curso de la guerra al número de
víctimas sufridas por el enemigo. Su mirada triunfalista encubría los episodios
que revelaban la osadía del Vietcong. Por ejemplo, subestimaba la Ofensiva del
Tet (enero/septiembre de 1968) como un fracaso del FLN vietnamita.[62]
La "doctrina de Rostow” sostenía que la
única forma de derrotar a la insurgencia liderada por Ho Chi Minh era atacar
las fuentes del apoyo “externo” de las guerrillas. Estimaba necesario bloquear
el sendero que permitía la llegada de suministros hacia el sur. Las
recomendaciones se tradujeron en la “gran escalada”, la participación masiva de
tropas de Estados Unidos en el sudeste asiático, los bombardeos sobre suelo
norvietnamita y la extensión de la guerra a Laos y Camboya. Los consejos del
académico del M.I.T. se traducían en actos de destrucción masiva. Fue el propulsor
de la Operación Truenos (Rolling Thunder),
consistente en bombardear los establecimientos petroleros y de lubricantes de
Vietnam del Norte. Pensaba infligir daños tan brutales que impidieran el
transporte, dislocaran la economía y debilitaran la moral del pueblo
norvietnamita. Los cálculos no fueron efectivos; la Operación no alcanzó sus
objetivos. El gobierno norvietnamita y las guerrillas en Vietnan del Sur se
mantuvieron firmes, moviendo armas y equipos militares, almacenando y
dispersando los depósitos de combustibles.[63]
Rostow conservó una fe intransigente, a pesar
de los reveses cosechados en el campo de batalla por las fuerzas
estadounidenses. En noviembre de 1967, el secretario de Defensa Robert McNamara
planteó la idea de reevaluar el esfuerzo de guerra, transfiriendo una mayor
responsabilidad de combate a los vietnamitas del sur -la
"vietnamización" del conflicto- y sugirió un freno a los bombardeos.
Rostow se opuso a esto último y el presidente Johnson convalidó su opinión. A
pesar de la renuncia de McNamara en 1968 y del crecimiento internacional de la
campaña por la paz y la salida de Indochina, Rostow permaneció incólume,
alentando al presidente a continuar la contienda y proclamando que veía “una
luz en el final del túnel”.[64]
El aura de especialista de Rostow ocultaba el
carácter desproporcionado o erróneo de sus evaluaciones. Según sus críticos,
tenía escaso entendimiento de la historia política y cultural de la región, era
propenso a una lectura triunfalista de los hechos, no estimaba las consecuencias
de las protestas en favor de la paz, menospreciaba el potencial de las
guerrillas y no comprendía que las acciones militares brutales contra el pueblo
vietnamita reforzaban la voluntad de combatir contra la ocupación extranjera.
Al no contemplar la alternativa de negociaciones con Vietnam del Norte, Rostow
contribuyó a prolongar dramáticamente la duración de la guerra.[65]
Tras la victoria de Nixon en las elecciones de
1968, la reputación de Rostow se desmoronó rápidamente. Fue rechazado en Yale y
en el M.I.T. y terminó su carrera docente en la Universidad de Texas, en
Austin. En 1986 seguía atribuyendo la caída de Saigón a los recortes
presupuestarios impuestos por el Congreso y declamando que la guerra fue justa.
Rostow murió en 2003 sin admitir error alguno.[66]
Conclusiones
Los imperativos de la Guerra Fría estimularon
un potente alineamiento de académicos y de prestigiosas universidades para el
combate contra el comunismo. En sus establecimientos se crearon o
acondicionaron áreas de investigación social y tecnológica al servicio de la
seguridad y de la expansión internacional de los Estados Unidos. Algunas de
estas áreas, como la sovietología, dieron origen a institutos para la
producción de saberes aplicados para la confrontación contra la URSS.
Las universidades norteamericanas fueron una
apreciada fuente de reclutamiento de cuadros para los organismos planificadores
y ejecutores de las estrategias anticomunistas. El mundo académico hizo aportes
sustantivos a los Departamentos de Estado y de Defensa, a las agencias de
seguridad, inteligencia y espionaje, principalmente a la NSC y a la CIA.
Kennan, Bissell y Rostow fueron los
protagonistas más representativos del pasaje de la enseñanza e investigación
universitarias a altos cargos gubernamentales. Los tres compartieron la
convicción de la utilidad de las ciencias sociales, especialmente de los
saberes emanados de la historia, en el diseño de las estrategias
internacionales de los Estados Unidos.
Sus opiniones belicistas, la ampulosidad y
exuberancia con que presentaron sus proyectos los convirtieron en profesionales
del anticomunismo, en modernos cruzados de una fe intransigente, en cold warriors. Se desempeñaron en
organismos ubicados en las primeras líneas de la confrontación, en las etapas
más candentes de la Guerra Fría. La experticia y la gestión ejecutiva de estos
académicos no fueron inocuas. Tuvieron enorme impacto internacional.
La historiografía ha debatido, desde hace más
de un siglo, los alcances y limites del rol del individuo en la producción de
hechos politicos significativos. Al observar el período de la Guerra Fría,
resultaba indudable que esa clase de eventos fueron el resultado de una
convergencia de factores; en ella gravitaron complejas estructuras estatales,
órganos legislativos, intereses de clases, necesidades sociales, imperativos
económicos, presiones corporativas, voluntades colectivas, etc. Las decisiones
estatales eran tomadas al interior de estructuras, con instancias consultivas,
y en el marco de interacciones o relaciones de fuerza con las actitudes
prevalecientes (aceptación, apatía o rechazo) en la sociedad civil. Pero, tal
como intenta demostrar este artículo, el último eslabón de la cadena de
consensos y resoluciones recaía en el presidente de los Estados Unidos. Y en
este segmento decisivo, al que podemos considerar como la instancia definitiva
de la determinación, los intelectuales devenidos consejeros, demostraron una
tremenda eficacia en el desenlace de episodios de extraordinaria repercusión.
Kennan, Bissell y Rostow fueron artífices de alianzas supranacionales, de
programas de cooperación económica, de la canalización selectiva de las
inversiones; teorizaron y fundamentaron las políticas de las fronteras
ideológicas, aceleraron guerras, promovieron invasiones y bombardeos a
poblaciones civiles, desestabilizaron gobiernos, planearon y asesinaron líderes
politicos, alentaron golpes militares, diseñaron y exportaron dispositivos
contrainsurgentes, etc. La impronta de sus ideas fue registrada o, tal vez,
padecida en la historia de pueblos de Europa, Asia y América Latina.
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* Centro de
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Ciencias Sociales, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, UNLP.
[1] Sobre la politización
en las universidades y la radicalización del movimiento estudiantil:
Portantiero, J.C. (1978). Estudiantes y
política en América Latina, México: Siglo XXI; Meyer, J. (2008). “El
movimiento estudiantil en América Latina”. Sociológica,
23 (8) (pp. 179-195). México y Horowitz, I. L.
(ed.) (1967). The Rise and Fall of Project
Camelot: Studies in the Relationship Between Social Science and Practical
Politics. Cambridge MA: The M.I.T. Press.
[2] Para una visión global
sobre la colaboración de universidades con la expansión norteamericana,
sugerimos: Diamond, S.
(1992). Compromized
Campus. New York: Oxford University Press; Chomsky, N., Nader, L.,
Wallenstein, I. et al. (1998). The Cold
War & the University: Toward an Intellectual History of the Postwar Years.
New York: The New Press; Simpson, C. (1999). Universities and Empire. Money and Politics in the Social Sciences
during the Cold War. New York: The
New Press. Ivy League (Liga de la Hiedra) es
la denominación que reúne a ocho universidades privadas, caracterizadas por su
antigüedad, elitismo y excelencia académica; entre ellas destacan Yale,
Harvard, Princeton, Pensilvania, Columbia, Cornell, etc.
[3] Gouldner, A. (1979). La sociología actual: renovación y crítica. Alianza
Universidad: Madrid. P. 109. Para Simpson, ese conocimiento fue tan
importante como la bomba atómica. Simpson, C. Universities and Empire… op.cit.,
p. 17.
[4] “Es absolutamente
esencial que la CIA tenga a disposición la mayor fuente de experticia: la
comunidad académica de América”, escribió un alto funcionario de la Agencia. Citado por Zwerling, P. (ed.) (2011), The CIA on Campus. Essays on Academic
Freedom and the National Security State. Jefferson:
McFarland and Company. P. 3.
[5] El FBI vigiló a
algunos miembros del Russian Research
Center, entre ellos a la esposa del sociólogo Talcott Parsons. Para
justificar su inocencia, en 1954,
Parsons consideraba que un comunista no tenía capacidades morales para
desempeñarse como profesor. Diamond, S. Compromised…op. cit., caps. 2 y
6. El hostigamiento del FBI al sociólogo Wright Mills fue tan prolongado como
obsesivo. Federal Bureau of Investigation (1961), FOIPA, Request Nº 1183447-000.
Subject: Mills, Charles Wright. Recuperado de https://scatter.files.wordpress.com/2012/08/c-wright-mills-fbi-file.pdf [visitado noviembre 2019]
[6]
Adams, W. (2003). The Test. East Lansing: Michigan
State University Press. Pp. 172-173.
[7] Scigliano, R. & Fox, G. (1965). Technical
Assistance In Vietnam: The Michigan State University Experience. New York: Praeger. Pp. 11, 14-17 y 21. Child, F.
(1961). "Vietnam: The Eleventh Hour". The New Republic, nº 145 (pp. 14-16). Washington, 4/12, p. 16.
[8] “¿Qué demonios está
haciendo una universidad comprando armas?”, concluía el artículo de la revista.
Hinckle, W., Scheer, R. & Stern, S. (1968). "The
University on the Make". Ramparts
(April, special edition) (pp. 52-60). San Francisco. Ernst, J. (1998). Forging a Fateful Alliance: Michigan State
University and the Vietnam War. East Lansing: Michigan State University Press. Pp.
131-133.
[9] IDA se creó con una subvención de 500,000 dólares de
la Fundación Ford. Dickson, P. (1971). Think Tanks. New York: Atheneum.
P. 146. Otro lobby belicista que articuló las inversiones en defensa y en la
expansión internacional de los Estados Unidos con empresas privadas fue la Rand Corporation, en ocasionadas llamada
la “universidad americana del imperialismo”. Johnson, Ch.
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[10] Avorn, J. (1969). Up Against the
Ivy Wall. A History of the Columbia Crisis. New York: Atheneum Press. P. 15.
[11] Picó, J. (2003), Los
años dorados de la sociología (1945-1975), Madrid, Alianza, p. 241.
[12] La sovietología fue
desarrollada, principalmente, por agencias gubernamentales, universidades y
fundaciones como Carnegie y Rockefeller. Cohen
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[13] White D. (2019). Cold Warriors.
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[14]
Leffleur, M. (2006). “Remembering George Kennan: Lessons for
Today?” Special Report, nº 180 (pp.
1-15). New York. P. 2.
[15] Kennan nació en Milwakee (Wisconsin) en 1904. Miscamble, W.
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[16] Paterson, T. (1988). Meeting the Communist Threat:
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[17] Kennan dirigió el Policy Planning
Staff. Miscamble, W. (1992). George F. Kennan and the Making of American
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Pp. 76.
[18] Secundaba al embajador Averell Harriman.
[19]
Kennan, G. (1947). “The Sources of Soviet Conduct”. Foreign Affairs, nº 4 vol. 25 (pp. 566-582). New York.
[20] Miscamble, W., George Kennan… op. cit., p.78.
[21] El Ejército Popular de
Liberación Nacional eran las milicias partisanas dirigidas por los comunistas
contra la ocupación nazi. En 1945, antes de la intervención anglo americana,
controlaba dos tercios del territorio griego.
[22]
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London: Routledge. P. 8. A diferencia de sectores militares más impulsivos,
Kennan era partidario del envío de tropas de combate a Grecia cuando el avance
de la guerrilla de izquierda fuese grave. Miscamble W. (1992). George Kennan… op. cit. Pp.90-92.
[23] En realidad, la
preocupación abarcaba a las estructuras gubernamentales de la política
exterior, principalmente a la CIA, que dedicó varios equipos a la acción
encubierta ante las elecciones de abril. Callanan,
J. (2010). Covert Action in the Cold War.
U.S. Policy, Intelligence and CIA Operations. New York: I B Tauris. Cap. 2.
[24]
“Report by the National Security Council” (1948), Washington, February
10. Foreign Relations of the United States, Western Europe, volume III. Pp. 767-768.
[25] Miller, J. (1986). The United
States and Italy, 1940-1950. Chapel Hill: University of North Carolina
Press. P.
238. El presidente italiano había visitado Norteamérica en 1947 y obtenido un
préstamo del Export Import Bank. Mistry, K. (2014). The United States, Italy and the Origins of
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[26] Ventresca, R. (2004). From
Fascism to Democracy. Culture and Politics in the Italian Election of 1948.
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University of Toronto Press. Cap. 2.
[27] El consejo de Kennan
de ilegalizar al PCI puede verse en: Stephanson A. (1989). Kennan and the Art of
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[28] Las consignas de la
Democracia Cristiana contra un eventual triunfo comunista presagiaban un
catálogo de atrocidades: “los hijos enviarían a sus padres a la cárcel”, “el
pueblo se comería a sus niños”, “los hijos serán apropiados por el Estado”,
etc. Time (1948). “How to Hang On”. New York, 19/4. Pp. 13-15. Pio XII tenía
un operador en contacto con oficiales de la CIA, el Vicesecretario de Estado,
Gianbattista Montini, el futuro Paulo VI. Silj A. (1994). Malpaese. Criminalitá, corruzione e política nell’ Italia della prima
Republica, 1943-1994. Roma: Donzelli Editore. Pp.35.
[29] Sobre la magnitud del
suministro norteamericano de armas al gobierno De Gasperi: Silj, A. Malpaese… op.cit. Pp. 28-31. Blum W. (2003). Killing Hopes.
U.S. Military & CIA Interventions since World War II. London: Zed Books. P. 29.
Una descripción de la intensa propaganda americana en Italia en: Broggi, A.
(2011). Confronting America, The Cold War Between United
States and the Communists in France and Italy.
Chapel
Hill, University of North Carolina Press. Pp. 87-121.
[30] Los preparativos de
1948 fueron el origen de la posteriormente descubierta Operación Gladio, la creación de una fuerza paramilitar
anticomunista clandestina con suministros de Estados Unidos. Gatti, C. (1990). Rimanga tra noi. L’America, l’Italia, la
“questione comunista”: i segreti di 50 anni di storia. Milano: Leonardo. Pp.
141. Miscamble W. George F. Kennan… op.cit, p.106. Pellegrino, G. (2000). Segreto di Stato: La verità da Gladio al caso Moro. Turín: Einaudi. Pp.
21-23.
[31] El Secretario de
Estado Marshall había advertido al pueblo italiano que un triunfo electoral del
comunismo impediría la asistencia económica norteamericana. Daneo, C. (1975). La política económica della ricostruzione,
1945-1949. Turin: Einaudi. P.249.
[32]
“Memorandum by the Counselor of the Department (Kennan) to the Secretary
of State” (1950). Washington, March 29. Foreign Relations of the United States.
The United Nations, The Western Hemisphere, vol. II, Washington: Department of State. Pp. 599-602.
[33] Tareas que cumplió en
varios programas radiales de la BBC, en los que disertó sobre el poder nuclear
de la URSS y sus amenazas a Occidente.
[34] Fue galardonado por su
libro (1957). Russia
Leaves the War: Soviet American Relations, 1917-1920. Princeton:
Princeton University Press.
[35] En sus últimos años se
mostró desafecto hacia la democracia, repudiaba las movilizaciones antibélicas
de las jóvenes generaciones y se inclinaba a que se restringiera el derecho al
voto a los varones blancos. Menant, L. (2011). “Getting
Real. George F. Kennan’s Cold War”. The
New Yorker, November 14 (pp. 5-8). New York.
[36]
Frazer, P. (1994). “Obituary: Richard Bissell” en diario The Independent. London, 3/3. Recuperado de https://www.independent.co.uk/news/people/obituary-richard-bissell-1426661.html [visitado noviembre 2019]
[37] Prados, J. (2006). Safe for
Democray. The Secret Wars of the CIA. Chicago: Ivan R. Dee. P. 93
[38] La arrogancia de
Bissell sobre los sucesos del U2 sufrió un duro revés cuando, el 1º de mayo de
1960, el avión fue derribado por la aeronáutica soviética. Brugioni,
D. A. y Taylor, D. (2010). Eyes in the Sky: Eisenhower, the CIA, and Cold
War Aerial Espionage. Annapolis,
MD: Naval Institute, Pp. 343–346.
[39] Church Commission (1975). Alleged
Assassination Plots Involving Foreign Leaders. Washington: U.S. Government
Printing Office, November, P. 72. Jacobsen, A. (2011). Area 51. New York: Little, Brown and Company. Pp. 4, 5 y 168.
Prados, J. Safe for democracy…, op.cit. Pp. 180-182. Los asesinatos
perpetrados por la CIA, bajo la supervisión de Bissell, se tramaron bajo el
eufemismo de “executive actions”. The New York
Times (1975). “CIA Assassination Unit Described”. New York, 4/10. P.
11.
[40] Los adustos códigos
morales aprendidos en Yale no incomodaban demasiado a Bissell en su trato con
el bajo fondo. Tisdall, S. (2007). “CIA Conspired with Maffia
to Kill Castro” en diario The Guardian.
London, 27/6. P.17.
[41] Church
Comission (1975). Alleged Assassination
Plots Involving Foreign Leaders. Washington, U.S. Government Printing
Office, November. Recuperado en https://www.intelligence.senate.gov/sites/default/files/94465.pdf [visitado
noviembre 2019]
[42] La administración del
veneno la haría Juan Orta, a quien los documentos de la CIA llamaban un
“funcionario cubano corrupto”, que tenía acceso al entorno de Fidel. La
División de Servicios Técnicos de la CIA suministró "seis píldoras de alto
contenido letal" a Orta, pero después de varias semanas de intentos
abortados, el esbirro exigió "salir" de la operación. Church Commission, Alleged
Assessination Plots… op.cit. Pp.
79-80. CIA (sin fecha), “Family Jewels”, disponible en https://www.cia.gov/library/readingroom/docs/DOC_0001451843.pdf. [visitado noviembre 2019] A pesar del fracaso, en
las dos décadas siguientes se tramaron nuevas tentativas de asesinato a Fidel
Castro.
[43] Church Commission. Alleged
Assessination Plots… op. cit. P.
121.
[44] Szulc, Td. (1974). Compulsive Spy: The Strange Career of E.
Howard Hunt. New York: Viking. P.
78.
[45] Wyden, P. (1979). Bay of Pigs: the Untold Story. New York: Simon & Schuster. P.
172.
[46]
Quesada, A. (2009). The Bay
of Pigs: Cuba 1961. Elite series nº 166. Oxford: Osprey Publishing.
Pp. 24-26.
[47]
The New York Times (1966). “CIA:
Maker of Policy, or Tool?” New York, 25/4. P.
1.
[48] Kornbluh, P. (1998). Bay
of Pigs Declassified: The Secret CIA Report on the Invasion of Cuba. New
York: The New Press. P. 99. Higgins, T. (1989). The
Perfect Failure: Kennedy, Eisenhower, and the CIA at the Bay of Pigs. New
York: Norton. P. 156.
[49] Según los biógrafos,
apenas graduado en Yale había jurado el compromiso de luchar contra el marxismo
leninismo y refutar las concepciones históricas de K. Marx. Milne, D. (2008). America's Rasputin:
Walt Rostow and the Vietnam War.
New York: Hill
and Wang. P. 7. La Agencia Central de Inteligencia (CIA) incorporó el libro
como material de formación de sus funcionarios. https://www.cia.gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP78-03062A001100030001-6.pdf [visitado noviembre
2019]
[50]
Stevenson, J. (2017). “The Cold Warrior Who Never Apologized” en diario The New York Times. New York, 8/9. P. 13. Hodgson, G. (2003). “Walt Rostow” en diario The Guardian. London, 17/2.
[51] Para Rostow, la
historia económica de todas las naciones atravesaba una serie de etapas de
crecimiento económico. Distinguía cinco fases, comenzando con la sociedad
tradicional, las condiciones previas para el despegue, el despegue, el impulso
hacia la madurez y la edad del consumo masivo. Rostow,
W. (1960). The Stages of Economic Growth.
A non Communist Manifesto. Cambridge: Cambridge University Press. Pp.
123-131.
[52] Rostow, W. The Stages… op.cit. Pp.
4-13. Hodgson, G., “Walt Rostow”, op.
cit. P.
12.
[53] Milne, D. America’s Rasputin… op. cit. P. 7.
[54] El lanzamiento del
organismo fue expresado en el discurso de Kennedy ante representantes de las
Américas, en Washington el 13 de marzo de 1961, un mes antes de promover la
invasión a Bahía Cochinos. El proyecto fue aprobado en agosto en la reunión de
cancilleres de Punta del Este. Hay que destacar que, junto a la influencia de
Rostow, la AlPro fue defendida por Arthur Schlesinger Jr., historiador de la
corte de Kennedy y asesor presidencial para la política latinoamericana. Tanenhaus, S.
(2007). "Arthur
M. Schlesinger Jr. – History, Written in the Present Tense" en diario The New
York Times, New York, 4/3, p. 14.
[55] Entre ellos José
Figueres, Rómulo Betancourt, Juscelino Kubitschek y Arturo Frondizi.
[56] Schlesinger, el
historiador asesor de Kennedy y responsable del diseño de la Alianza, criticó a
la administración de Johnson por no estar compenetrada con continuar la ayuda
económica a Latinoamérica. Schlesinger Jr., A. (1995). A Thousand Days: John F. Kennedy in the
White House. Boston: Houghton Mifflin. Pap. VIII.
[57] El presunto ataque
norvietnamita al destructor Maddox,
el 4 de agosto de 1964, fue una falacia inventada por el gobierno
norteamericano para justificar el traslado masivo de tropas. Hodgson, G. (2005), “Walt Rostow”, op.cit.
y Shane, S. (2005), "Vietnam War Intelligence 'Deliberately Skewed,'
Secret Study Says" en diario The New York Times. New York, 2/12.
P. 17
[58] Frente de Liberación
Nacional de Vietnam, fundado el 29 de diciembre de 1960 por activistas
comunistas, nacionalistas y budistas para combatir el antiguo régimen en
Vietnam del Sur y la invasión de los Estados Unidos.
[59] Stevenson, J. “The Cold Warrior…” op.cit.
P. 13.
[60] El diplomático Averell
Harriman consideraba perniciosa la influencia de Rostow sobre Johnson. Lo llamó
“el Rasputín de los Estados Unidos”. Palaima, T. (2008). “Never Look Back”. The Texas Observer. May 30.
Austin. Recuperado de: https://www.texasobserver.org/2772-never-look-back/ [visitado noviembre 2019]
[61] Milne, D. (2008) America’s Rasputin… op.cit. P. 6. Los
consejos de Rostow derivaron en la presencia de más de 500 mil soldados en
Vietnam. Cornwell, R. (2003). “Walt Rostow. Vietnam War super-hawk advising
Presidents Kennedy and Johnson” en diario The
Independent. London, 17/2. P. 7.
[62]
Stevenson,
J. “The Cold Warrior…” op.cit. P.13. Milne,
D. America’s Rasputin…op.cit.
P. 4.
[63]
Thurber, J. (2003). “Walt Rostow, 86; Top Advisor on Vietnam” en diario Los Angeles Times. Los Ángeles, 16/2. Palaima, T.
(2008), “Never Look Back…” op.cit.
[64] Stevenson, J. “The Cold Warrior…”, op.cit.
P. 13.
[65]
Verrone, R. (2009), “Review of Milne, David, America's Rasputin: Walt
Rostow and the Vietnam War”. H-War, H-Net Reviews. March. Recuperado de: http://www.h-net.org/reviews/showrev.php?id=24172 [visitado noviembre 2019]
[66] Hodgson, G. “Walr Rostow”, op.cit.
P. 12 y Stevenson, J. “The Cold Warrior…”, op.cit.
P. 13.
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