Enfoque y alcance
Hic Rhodus,
hic salta… es una doble convocatoria, a la verdad despojada y a la acción práctica que la confirma. Es el sentido inmediato y original de la fábula de Esopo sobre las hazañas atléticas que su protagonista reivindicaba haber concretado en la ciudad de Rodas, supuestamente verificadas por la presencia de testigos que confirmarían sus saltos inigualables. El relato concluía con la interpelación de los oyentes que demandaban la prueba irrefutable al fanfarrón: “aquí es Rodas, salta aquí” (“Hic Rhodus, hic salta”). El mensaje, convertido en apotegma, conservó una vigencia secular. Marx lo utilizó en más de una oportunidad. Cuando lo retomamos para lanzar nuestra publicación no nos preocupa por lo tanto el afán de lo novedoso. Pero lo hacemos en una situación en la cual el dictado toma una forma particular cuando se lo vincula a una coyuntura de nuestra historia de características que difícilmente puedan ser subestimadas.
En efecto, asistimos en tiempo real a una crisis del metabolismo de la reproducción social capitalista que se ha extendido en el tiempo: su estallido data de mediados del año 2007, identificado con un martes “negro” de Wall Street. Fue cuando el mercado accionario se derrumbó como consecuencia de la quiebra de algunos fondos financieros montados en la especulación financiera con el negocio inmobiliario.
Es una crisis de alcance planetario. No apenas por su dimensión territorial sino, por sobre todas las cosas, por su imbricación en un momento histórico preciso: el del período que se presentaba como de la victoria definitiva de un tipo determinado de sociedad. La época que habría quedado inaugurada con la caída sísmica de aquellos regímenes que reposaban en aquello que la literatura convencional llamaba, con poco rigor, “economías centralmente planificadas”. La desaparición formal de la URSS, y concomitantemente la conversión de China al credo capitalista, se presentó entonces en los años noventa como el final de la historia, en su versión vulgar. Era la conclusión de un muy largo proceso de degeneración encubierto con el mote tan confuso como generalizado de “socialismo real”.
La restauración del capital en aquellas latitudes de la cual había sido excluido fue definida también, de un modo que se presentó con pretensiones de mayor rigor, como la conclusión de un siglo corto. Una alusión a su marca original de 1917, la toma del poder por los soviets, la promesa de una nueva era, que habría quedado cancelada. En contrapartida, las vicisitudes del quehacer humano retrotraían la promesa al curso de un devenir del cual Octubre aparecía como un desvío imposible de ser continuado. Restaba apenas la utopía, como sabemos aquello que no se encuentra en lugar alguno, y la realidad de un orden insustituible bajo el dominio del capital.
Hic Rhodus…
Fue en las circunstancias en que la civilización capitalista debía probar que su supremacía quedaba establecida como un hecho definitivo que la terquedad de la historia trajo a colación su propia Rodas. La ciudad capitalista, permítasenos abusar de la connotación aristotélica, no pudo superar el desafío, su prueba de la verdad. No hubo salto. Vale como confesión del hecho lo que declarara el vicepresidente del Banco de Inglaterra en 2008, cuando se produjo la quiebra del banco Lehman Brothers, una bancarrota que llevó al sistema financiero global al borde de un abismo. Un lugar del cual no podido apartarse según lo evidencian los acontecimientos más recientes. Es una “crisis de la humanidad”, dijo entonces el funcionario, abrumado por los hechos. Es posible –no lo sabemos–que considerara que nuestra especie no puede sobrevivir sin los bancos, olvidando que ya hace tiempo Bertolt Brecht planteó que hay algo peor que fundir una corporación financiera: fundarla. En cualquier caso el testimonio del caballero inglés puede ser abordado como evidencia de la envergadura de la crisis de un sistema que arrastra a nuestra especie a un colapso civilizatorio.
Este el punto… o nuestra Rodas. La crisis del orden social vigente como manifestación de un agudo proceso de descomposición de un capitalismo decadente y senil. La crisis presente hunde sus raíces en el largo agotamiento de un sistema que ha sobrevivido más allá de su razón histórica. Un agotamiento, por lo tanto, que es la marca decisiva de la historia contemporánea, la de un siglo extendido, la de una transición inacabada, si se nos permite, “epocal”. Porque esa misma historia no es lineal ni está exenta de retrocesos, brutales, dolorosos, de una apariencia que al espectador poco prevenido se le presentan como eternidad. Sucede que los plazos de nuestra existencia no comulgan con el reloj normalmente más lento de esa misma historia que nosotros hacemos (aunque no lo sepamos). Aquella que estalla en una temporalidad distinta cuando sobrevienen las crisis, esos momentos de la verdad. Nuestra Rodas, por lo tanto, es una convicción, la de que abordamos un metabolismo social que entendemos como condenado a desaparecer, a negarse a sí mismo, como consecuencia de su propio desarrollo. Su superación como autentica creación humana es el salto posible y la aventura conciente de una época, que toda crisis actualiza como posibilidad real. Un salto humano forjado en la fragua de una ancestral inhumanidad –Lefebvre dixit–, la de la explotación del hombre por el hombre, la de los cataclismos sociales más diversos. Un salto, un desafío, teórico y práctico…
Hic Rhodus…
Es apenas una revista, una publicación que lanzamos luego de una ya demorada labor en el ámbito académico de su equipo editorial. De una tarea de años como docentes universitarios a cargo del dictado de materias en las carreras de Historia y Sociología de las Facultades de Filosofía y Letras y Ciencias Sociales de la UBA, del dictado de cursos y seminarios en el país y en el exterior, así como de la ejecución de numerosos proyectos de investigación que en la actualidad se concentran en la temática “Explotación, trabajo y crisis capitalista” y que encontraron siempre su sede en el Instituto de Investigaciones Gino Germani. La publicación se propone no excluir a un público amplio, buscando concientemente romper algunas fronteras que la academia, mal entendida, tiende a establecer. Algo que se materializa también en nuestro intento dar cabida en la publicación a trabajos de estudiantes e inclusive de especialistas no acreditados en los moldes tradicionales pero no exentos de la condición del “notorio saber” que la buena tradición universitaria sabe reconocer.
La presentación de nuestra revista puede inducir la creencia de un trabajo de aristas ampulosas bajo el pretexto de la aproximación a la totalidad (de la crisis) como desiderátum metodológico. La reivindicación de la dialéctica no es reaseguro de nada. Nuestro criterio sin embargo no reniega del hecho de que pintando la aldea puedes ser universal. De modo que el estudio de caso o la especificidad de un fenómeno particular son considerados como pertinentes. La crisis y sus mediaciones en el ámbito social son un universo difícil de recortar “a priori”. De modo que sus pliegues y repliegues admiten una mirada pluridimensional e interdisciplinaria que interpela el ámbito amplio de las ciencias sociales y humanas. Una abertura que incluimos deliberadamente en la construcción de nuestra revista que de ninguna manera suponemos lanzar como un producto acabado: camino se hace al andar.
Finalmente, nuestro “marco teórico” está prácticamente explícito en esta misma presentación. Como Sartre, aun cuando no nos reivindiquemos existencialistas, reconocemos en el marxismo la “filosofía insuperable de nuestro tiempo”, sin considerar en este caso el contenido polisémico que implica la apelación a la disciplina que nos legaron los griegos. La crisis es siempre un recordatorio de la tesis esencial de Marx: el capitalismo es un sistema históricamente condicionado, condicionado a las leyes de su propio desarrollo, las que conducen a su insoslayable derrumbe (que no es sinónimo, por supuesto, de automático desplazamiento por un orden social superior). El capitalismo conduce a su propia descomposición. Como lo señalamos en alguna oportunidad crítica a la tendencia del capitalismo a su propio e inevitable colapso ha sido adoptada también en ámbitos académicos y extra académicos que, contradictoriamente, se identifican con la izquierda e inclusive con planteamientos de transformación social anticapitalista. La paradoja tiene su propia lógica, en cuya explicación pesa seguramente la frustración provocada por el derrumbe, ya no del capitalismo, sino de las experiencias mal llamadas “socialistas”. Basta esta definición para justificar el título ampliado de la publicación que ofrecemos (crisis capitalista, polémicas y controversias) y como invitación al debate.