Cuadernos de Marte
Año 10 / N° 19 Julio – Diciembre 2020
https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/cuadernosdemarte/index
El reino del revés[1]. El lugar de la experiencia de guerra para las Fuerzas Armadas argentinas
en el post Malvinas.
El
reino del revés. The place of war experience for the Argentine Armed Forces in
the post-Malvinas
Daniel Chao*
Recibido: 24/4/2020 – Aceptado:
16/10/2020
Cita sugerida: Chao, L. (2020). El reino del revés. El lugar de la experiencia de guerra para las Fuerzas Armadas argentinas en el post Malvinas.. Cuadernos de Marte, 0(19), 478-509. Recuperado de https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/cuadernosdemarte/article/view/6290
Resumen:
Tomando a la guerra de Malvinas como objeto, analizamos de
qué forma fue presentada la experiencia
de guerra por parte de las Fuerzas Armadas argentinas en los primeros meses
posteriores al conflicto. Abordando documentos militares, marcamos la
importancia y sentidos asignados a esa experiencia desde las primeras acciones
de obtención de información sobre personal propio hasta los informes
fundamentales como el Informe Rattenbach
y el Informe Oficial del Ejército, ambos de 1983. El escrito concluye afirmando
que la experiencia de guerra en
Malvinas fue presentada como un revés parcial,
y que su manejo y conocimiento podía incluir errores ocasionales pero mostraba
a la Nación que las FF AA eran capaces de evaluar, aprender y asumir responsabilidades
sin poner en cuestión su necesidad histórica ante el escenario transicional que
se avizoraba.
Palabras clave: Malvinas – experiencia de guerra –
Fuerzas Armadas – transición a la democracia– estudios de la guerra
Abstract:
Beginnig with
Malvinas war as an object, we analyze how war experience was taken into account by the Argentine Armed
Forces in the first months after conflict. Addressing military documents, we
highlight the meanings assigned to that experience, from the first actions to
obtain information to fundamental reports such as the Informe Rattenbach and the Informe Oficial del Ejército, both from
1983. The paper concludes by affirming that war experience was presented as a
partial setback, and that its handling and knowledge could include occasional
errors but it showed to the Nation that the FF AA were able to evaluating,
learning and taking responsibility without questioning its historical need.
Keywords: Malvinas – war experience – Armed
Forces – democracy transition – war studies
Introducción[2]
La guerra contra Gran Bretaña por la soberanía del
archipiélago conformado por las Islas Malvinas, Georgias, Sándwich del Sur e
islas aledañas, fue la única guerra convencional contra otro Estado en la que
Argentina fue protagonista durante el siglo XX.[3] Fue un enfrentamiento breve, llevado
a cabo entre el 25 de abril hasta el 14 de junio de 1982, aunque el operativo
de recuperación (denominado Operación Rosario) fue ejecutado entre el 1 y el 2
de abril. La guerra se llevó 649 vidas
argentinas, 255 británicas y millares de heridos y mutilados en ambos bandos. Sin
embargo, la brevedad del conflicto no mella su intensidad y sus efectos. En el
lado argentino, el fin de la guerra desató un colapso político que, pese a la
incertidumbre general, mostraba la necesidad de un cambio de rumbo en la forma
de gobierno que desde 1976 era administrado por una Junta Militar. Asimismo, es
indudable que la guerra y la derrota también modificarían aspectos internos del
mismo campo militar.[4]
Sin adentrarnos en estos cambios, nos interesa remarcar un
aspecto resaltado en la inmediata posguerra y que conectó lo sucedido en el
Teatro de Operaciones con la emergencia de una necesidad de reestructuración doctrinaria. Nos referimos al lugar
que ocupó la experiencia de guerra[5] en el post conflicto a partir de una
serie de documentos militares. Siguiendo este objetivo, intentaremos marcar qué
importancia y sentidos se le asignó a esa experiencia desde las primeras
acciones de obtención de información de las Fuerzas Armadas sobre su propio
personal hasta la elaboración de informes fundamentales como el de la Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades del
Conflicto del Atlántico Sur (CAERCAS, conocido como Informe Rattenbach) y el Informe Oficial del Ejército sobre el
Conflicto Malvinas, ambos escritos en 1983. El escrito inicia con un detalle
sobre la relación entre la organización de la Sanidad Militar y los sistemas de
evacuación durante la guerra, en cuyo contexto se organizaron los interrogatorios
para obtener la experiencia de los
heridos y prisioneros propios. En segundo lugar, se analiza la estructura del
interrogatorio apenas finalizado el conflicto y en el contexto de los centros
de recuperación, y las primeras acciones llevadas a cabo por las comisiones de
análisis de lo sucedido en Malvinas. Y finalmente se aborda la traducción de
esa experiencia en términos de revés militar,
y las contradicciones emergentes entre esa definición y el Informe Rattenbach.
Sanidad militar y
obtención de información en contexto de guerra
Más allá de los objetivos y motivaciones para llevar adelante
una guerra contra la segunda potencia de la OTAN, la guerra de Malvinas es
señalada desde diferentes frentes por su improvisación e imprevisión por parte
de las FF AA argentinas. Sin abandonar esta caracterización, y como señala de
manera sugestiva Rosana Guber al referirse a la experiencia de los pilotos
argentinos de A4-B Skyhawk[6], nos interesa ver a la improvisación
no solamente como un modo negativo, desorganizado y negligente de operar, sino
fundamentalmente como un choque de regularidades y conocimientos contra una
contingencia urgente, mediante lo cual cobra un sentido netamente productivo.
Decir que la guerra de Malvinas fue improvisada nos permite mostrar la serie de
planificaciones y problemas que esa improvisación produjo, con sus correlativos
efectos.
Luego del operativo de recuperación, Argentina sufrió una
serie de derrotas en el plano diplomático[7] que llevaron a cambiar los planes de
organización estratégica. Al pequeño contingente de la Operación Rosario se le
fueron sumando diversas unidades cuya movilización y organización mostró problemas
de planificación de algunos mandos militares, formados y con mayor pericia en el
terrorismo de Estado, la guerra irregular y Doctrina de Seguridad Nacional que
en un conflicto convencional y conjunto. Pese a ello, y como bien señala Germán
Soprano[8], las unidades con mayor formación en
este último aspecto tuvieron un buen desempeño en la conducción táctica.
Lo que inició como una guarnición reducida de 500 hombres, se
convirtió en una movilización desorganizada de 23405 hombres y mujeres,
de los cuales más de 10
mil[9] ocuparon posiciones en Puerto
Argentino[10] y el resto en distintos lugares de la
Patagonia argentina.[11] Este
despliegue acelerado y la falta de planificación desembocaron en una ruptura o
total inexistencia de cadenas de mando claras, dando autonomía –que muchas
veces fue aislamiento– a las unidades en particular y a cada Fuerza en general.
A este contexto debe sumarse la planificación de la Sanidad Militar[12], que incluye la atención de las
necesidades médicas y a su vez el sistema de evacuación y rehabilitación de
heridos y prisioneros de guerra[13]. En ese marco se organizaron las
operaciones de inteligencia y obtención de información sobre el personal propio,
que resultan fundamentales para comprender el lugar que ocupó la experiencia de guerra una vez que se
firmó la capitulación argentina en la Isla Soledad.
Sin planificación previa[14], la primera oleada de movilizados
despertó la necesidad de constituir una conexión de hospitales militares y
establecer puentes aéreos y navales con nosocomios del continente (Comodoro
Rivadavia, Bahía Blanca, Buenos Aires). Las FF AA argentinas organizaron
puestos de socorro en cada unidad desplegada en las islas, un puesto de socorro
de mayor magnitud en Howard (Gran Malvina) y un Hospital Militar en Puerto
Argentino (denominado Hospital Militar Conjunto, puesto que actuaron de manera
coordinada la Sanidad del Ejército y de la Fuerza Aérea), como la instalación
más importante para la atención médica de las bajas nacionales[15]. El 1 de junio dispusieron de dos
Buques adaptados como hospitales, el ARA Bahía Paraíso y el ARA Almirante
Irízar, al que se sumaría el ARA Puerto Deseado que nunca entró en operaciones.
A este armado debe sumarse que la diagramación de los
sistemas de evacuación se llevó a cabo recién tras los inicios de los
bombardeos en los primeros días de mayo. Las formas de regreso a continente de
las tropas argentinas se llevaron a cabo bajo tres modalidades: “por recambio
de tropas, como sucedió con el personal implicado en la Operación Rosario del
1-2 de abril; por heridas en combate o enfermedad; y como prisioneros de los
británicos”[16]. La organización de los espacios de
recuperación de heridos data del 1 de mayo mediante la conformación del Grupo
de Inteligencia del EARI (Equipo de Apoyo para la Recuperación Integral) que
conectaría los hospitales militares de Puerto Argentino, Comodoro Rivadavia,
Bahía Blanca y Campo de Mayo[17], y cuyo objetivo fue “colaborar en
la recuperación de los pacientes y obtener la información que estos disponían”.[18]
En este sentido la Orden Especial 759/82 del Comandante en
Jefe del Ejército (en adelante OECJE)[19] emitida el 25 de mayo de 1982 dispuso
un plan de hospitalización, evacuación y apoyo a la recuperación integral de
los heridos y enfermos que se enmarca en aquel objetivo. El documento
presentaba un doble problema: la inexistencia de un plan de evacuaciones y la
necesidad de recuperar y reintegrar a
quienes se vean afectados por los sucesos bélicos. La OECJE especificaba que
ante las bajas de distinta magnitud se hacía necesario un plan de “apoyo a los efectivos en
operaciones, para lograr una adecuada recuperación psico-física, a fin de
reintegrarlo a su unidad de origen y/o prepararlo para su integración al medio
civil”. A este respecto, a partir del texto se desplegó una serie de
categorizaciones y clasificaciones (herido, enfermo, recuperable, reintegrable,
no recuperable) cuya delimitación buscaba “evitar que pueda afectar a la seguridad nacional o
específicas de las Fuerzas Armadas”.
Posteriormente, inició el plan de recepción del personal tras
la rendición de las tropas argentinas en Darwin (entre el 28 y el 29 de mayo),
con el fin de recibir a los primeros prisioneros de guerra. El 4 de junio, por
Orden Especial (en adelante OE) del Comando de Institutos Militares (IIMM)
Nº19/82 se creó el CREPG (Centro de Recuperación de Ex Prisioneros de Guerra)
que funcionó en Campo de Mayo. En la misma fecha y también por orden del
Comando de IIMM se aprobó la OE Nº 18/82, para la organización y funcionamiento
del Centro de Apoyo de Recuperación Integral (CARI) que buscó contribuir al
reintegro del personal de baja (herido o enfermo) a su unidad de origen.[20] El 7 de junio bajo la OE Nº 1/82,[21] se creó el Centro de Recuperación
del Personal del Fuerza (CRPF) con el mismo objetivo que el CREPG[22]. Esta triangulación estuvo emplazada
en un objetivo logístico y específico de la guerra: recuperación y obtención de
información.
En esa misma vía se emitieron otras órdenes como la OE Nº
19/82 del Comandante del Cuerpo de Ejército IV, del 10 de junio, que especificó
la misión del CREPG en cuanto a
recibir, alojar transitoriamente, efectuar el examen
psicofísico necesario y ejecutar las actividades de Inteligencia y
Contrainteligencia y Justicia Militar necesarias al personal de ex-Prisioneros
(sic) de guerra para determinar su aptitud psicofísica, obtener información
sobre el enemigo e iniciar las actuaciones a fin de lograr su más rápida
integración a las Unidades o al medio civil.
Al mismo tiempo, el documento advirtió algunas precauciones
propias de la recuperación: no
filtrar información a la opinión pública y no denominar ex prisionero de guerra al personal recibido. Este proceso
productivo de recuperación se repitió en otros textos similares con la misma
racionalidad: recibir, examinar, clasificar, definir su continuidad, tomar
información y devolver.[23] Como parte de las actividades de
inteligencia circularon una serie de documentos cuyo objetivo era regular la
información sobre el enemigo que podía obtenerse de los evacuados y ex
prisioneros. Esta información tuvo su sustento argumentativo en un aspecto que
se resaltaba en varios textos militares: la experiencia.
Un ejemplo de ello fue el modelo de interrogatorio al personal liberado que
figura en la OE del Estado Mayor General de la Armada (OEEMGA) N° 1 “C”/82 del
11 de mayo,[24] en su anexo D denominado Encuesta de acción psicológica. Entre
sus objetivos figuraba “provocar manifestaciones libres que denotarán con mayor
o menos evidencia, estados de perturbación psicológica, nerviosidad, culpa,
remordimiento”. Como puede apreciarse, hay una frontera difusa entre obtener
información y diagnosticar un trastorno, lo cual se potencia con alguna de
estas preguntas:
¿Sintió miedo a morir en algún momento del combate?;
¿Las acciones del enemigo despertaron en uds. odio o indignación contra los
agresores? (…) Cuando sobrevivió la ocupación de la posición del enemigo, ¿se
sintió resignado, frustrado, impotente, muy deprimido? (…) ¿Observó escenas de
pánico o cobardía?
En esa misma línea, la Instrucción N° 04/82 “C” del EMGA[25] proponía escudriñar en las
“experiencias vividas por los liberados y el estado de hostilidades” para lo
cual el entrevistador podría presionar “para obtener el nivel emotivo o de
tensión que facilite el recuerdo de imágenes vividas”. A la par, la OEEMGA
antes citada estipuló una serie de consideraciones generales respecto del orden
externo a la guerra (familiares, opinión pública) que merecen destacarse. En
primero término, estimaron innecesario el contacto directo de los ex
prisioneros y evacuados con la prensa e inconveniente
la presencia de los familiares. Y a su vez, las clasificaciones y modos de
nombrar también cobraron realce al proponer:
1) Evitar referirse a los mismos como prisioneros.
Titularlos ‘Los que volvieron’; ‘Los repatriados’, etc; 2) No dar nombres de
personas. En todo lo posible evitar los nombres de Jefes (…); 3) Procurar referirse
a los soldados como hombres y no como jóvenes.[26]
Lo que tenemos hasta aquí es un marco sanitario y de
inteligencia, improvisado y planificado con objetivos bélicos. La pregunta que
surge es, ¿qué sucedió cuando este marco no se usó para la guerra pues esta
dejó de existir? Con la capitulación argentina, y la evacuación, traslado de
heridos y prisioneros, estos elementos técnicos adquirieron otros enfoques. La experiencia de guerra pasó a convertirse
en un argumento de conocimiento y gobierno militar, cuestión que podemos ver en
la similitud entre dos documentos de Fuerzas Armadas distintas. Por un lado, el
Memorandum para información del Comando
Aéreo Estratégico[27] del Comandante de la Fuerza Aérea
Sur, emitido el 17 de mayo (en plena guerra) donde se definió la importancia
para una “posible reestructuración de la Fuerza Aérea” de algunos elementos de
juicios basados en “una experiencia real de guerra” para la modificación “del
principio doctrinario de la unidad de mando” mediante un “empleo racional y
coordinado de los medios disponibles”. Por el otro, la OE N°762/82 “para el
estudio y explotación de experiencias relacionadas con el conflicto Malvinas”[28] impartida por el Ejército el 15 de
julio, la cual solicitó informes sobre “experiencias obtenidas como
consecuencia de las operaciones en Malvinas y en el territorio continental
desde la iniciación de las acciones hasta el repliegue de los elementos a sus
asientos de paz”. El objetivo de estos informes fue realizar un compendio de
toda la documentación para “lograr un perfeccionamiento institucional integral
y así aportar las bases fundamentales a los estudios orientados a la
reorganización de la fuerza en aspectos doctrinarios, orgánicos, educativos y
funcionales”.
Caída, evacuación,
aislamiento y experiencia
Tras la caída de Puerto Argentino las fuerzas británicas y la
Cruz Roja Internacional iniciaron la organización del traslado de los
prisioneros argentinos al continente. Entre el 17 y el 27 de junio se llevó a
cabo la mayoría de los traslados de heridos y evacuados a continente
principalmente en los buques de la Armada Bahía Paraíso y rompehielos Almirante
Irízar,[29] sin posibilidad de contacto con la
población civil[30]. Para el 14 de julio un número
aproximado a los 600 prisioneros (en su mayoría oficiales y suboficiales)
retenidos en Malvinas desde el 14 de junio fueron trasladados a Trelew en el
trasbordador St. Edmund y
desembarcados en Puerto Madryn (Ministerio de Defensa, 2012). Una parte
importante de los heridos permanecieron en el Hospital Militar de Comodoro
Rivadavia, mientras que otros fueron trasladados a Campo de Mayo junto con los
contingentes de efectivos que no tenían secuelas físicas.[31] Un gran número de soldados
permanecieron allí hasta que fueron dados de baja. Cabe aclarar que las unidades
aisladas fueron las pertenecientes al Ejército, mientras que los la oficialidad
y suboficialidad de las restantes Fuerzas se reincorporaron a sus respectivas
unidades tras los interrogatorios y por diferentes vías.
Como vimos, desde los centros de recuperación se organizó el
estudio y explotación de experiencias relacionadas con el conflicto a partir de
una serie de documentos de información que se pusieron en acción durante la
guerra y continuaron con la caída, es decir que desde allí intentó darse un
marco de racionalidad ex post a la indagación que las Fuerzas venían llevando a
cabo. Cabe recordar que el CRPF, el CREPG y el CARI fueron los encargados de
elaborar listados y planillas con la información recogida de las instancias de
interrogación al personal proveniente del TOAS (Teatro de Operaciones del
Atlántico Sur). En ese marco, por ejemplo, se emitió el PON 1/82 llamado régimen orgánico funcional de la Secretaría
de Inteligencia del CRPF, donde se estructuraron una serie de interrogantes
dirigidos a prisioneros tanto oficiales, suboficiales como a soldados. El
cuestionario solicitaba datos personales, antecedentes militares, actividades
previas, captura, datos de internación, datos del enemigo, y AS (acción
sicológica). Esta encuesta se utilizó en posguerra y centró la experiencia en sus últimos cuatro
puntos, especialmente en las actividades
previas donde se solicitó a los interrogados la descripción de las
“Actividades que realizó en el TO (Teatro de Operaciones, aclaración nuestra) previas a su captura” y “Experiencia positivas
y negativas recogidas”.
Entre el 14 y el 18 de junio los interrogadores del CARI
elaboraron una serie de Informes Especiales con el objetivo de organizar y
presentar la información obtenida, y prever medidas provisorias en base a
ellas. Ejemplo de ello es la distribución de cartillas con recomendaciones a
“personal de cuadros” y la sugerencia de “impedir la salida individual del Área
Restringida del personal alojado en el Centro”;[32] a la par de proponer que los equipos
de interrogadores se compongan “exclusivamente con personal militar” por
“carecer el personal civil de inteligencia la adecuada instrucción para
registrar en el formulario de entrevistas aspectos tácticos de una operación” y
por el “riesgo de su divulgación entre conocidos y amistades del ámbito civil”.
A propuesta de este informe, la cerrazón del ethos militar opera en un doble
sentido: no sólo se necesitan preguntas militares -las preguntas del CARI se
estructuraban en 32 puntos sobre hechos bélicos, captura, enemigo, moral
propia, armamentos, etc.-, sino también interrogadores específicos de este
ámbito, tanto por el riesgo de filtraciones como por desconocimientos de datos
experienciales y tácticos propios del campo militar.
El 19 de junio, por OE 2/82 se modificó el objetivo inicial
del CRPF para adaptarlo al contexto de desmovilización, por lo cual dicho
centro ejecutaría
las actividades necesarias para la recuperación de
hasta 2500 efectivos evacuados de las Islas Malvinas (…) para determinar su
aptitud psicofísica, obtener información del enemigo e iniciar las actuaciones
de justicia militar que por razones sanitarias fuese necesario, a fin de lograr
su más rápida integración al destino que se determine.
Como vemos, en líneas generales se mantuvo el formato de
misión de los otros centros creados previos a la rendición. Esta OE organizó lo
que sería el asilamiento de los soldados en Campo de Mayo[33], sostenidas en medidas de estricta reserva como la prohibición de
visitas e imposibilidad de hablar con los medios de comunicación:
Este proceder rígido, que ocasiona malestar en los EPG
(ex prisioneros de guerra, aclaración
nuestra), quienes naturalmente ansían reunirse con sus familiares, permite:
1) Identificar correctamente a todo el personal que regresa como EPG, cuadros y
tropa; 2) Evitar la difusión de noticias falsas sobre personal muerto o herido,
hecho que en esos días resultaba frecuente; 3) Llenar un informe básico, por
parte de todo el personal, el que permitirá luego reconstruir hechos, adoptar medidas
de justicia militar, desmentir situaciones falsas creadas con diversos fines,
etc.; 4) Determinar el estado físico real del personal a su regreso del
continente[34].
El tercer punto de esta lista se materializó en los pedidos
de informes y las actas de recepción que fueron distribuidas a soldados,
oficiales y suboficiales, y se estructuraron de acuerdo al cruce de dos
trayectorias: una individual -grado, arma, apellido y nombre, clase, unidad de
origen y en caso de conscriptos si fue incorporado o movilizado- y otra
experiencial en Malvinas -estado de salud, rol de combate, actividades, tiempos
de permanencia, misiones, superior a cargo, lugar donde fue tomado prisionero,
información sobre personal fallecido o herido, actos destacados-. Tanto para
conscriptos como para los oficiales y suboficiales se agregó un espacio
específico para el comentario sobre lo experimentado. En el caso de los
primeros, más breve y estandarizado a partir de detallar “las actividades más
importantes que desarrolló” y las “experiencias recogidas en el desarrollo de
las actividades que cumplió en el TO”,[35] con una sección sobre experiencias
positivas y negativas.[36] Por el lado de los cuadros
militares, el espacio asignado para el detalle sobre lo experiencial fue mayor,
a partir de una serie de preguntas sobre el enemigo y un espacio (medianamente
extenso y libre) de relatos sobre “experiencias recogidas en el TO”.[37]
Bajo esa doble trayectoria (individual y experiencial), la
Armada también elaboró un Cuestionario
Tipo para personal propio que regresa de Islas Malvinas o de acciones en
contacto con el enemigo[38] donde, amén de consultar sobre
heridas, enemigos y posiciones, se interpeló al interrogado con la siguiente
pregunta: “¿sabe que no puede realizar ningún tipo de declaración a la prensa
sobre bajas propias, o enemigas, acciones de combate y otro dato de interés?”.[39] Este tipo de exhortaciones al
silencio se replicaron en el Ejército, especialmente sobre los civiles
(personal de apoyo y conscriptos) de esa Fuerza. Un ejemplo es la cartilla de
Inteligencia de la OE 4/82 (Para el repliegue y desmovilización) desde la cual,
entre otras cosas, se ordenaba: “No proporcionar información sobre su
movilización, lugar de presentación, arma a que pertenece y/o aptitud adquirida
y su experiencia de combate”, (…) “NO ser imprudente en sus juicios y
apreciaciones”, (y) “NO dejarse llevar por rumores ni noticias alarmantes”.[40] Asimismo, la Fuerza Aérea también organizó
y distribuyó un cuestionario a su personal donde se pedían detalles sobre
tareas, “inconvenientes para el cumplimiento” de las mismas, “acciones de
combate que intervino y/o presenció”, entre otras, y un apartado de opinión
sobre moral de la tropa,
abastecimiento, equipamiento, etc., como así también armamento, munición,
motivos de su repliegue, e información sobre el enemigo.[41]
En la órbita de la OE 761/82 se distribuyeron una serie de
órdenes especiales a las distintas jurisdicciones y cuerpos del Ejército, para
operativizar el trabajo sobre las experiencias. Ejemplo de ello es la OE 25/82[42] denominada “Para el estudio y
explotación de experiencias relacionadas con el conflicto Malvinas por parte
del Cpo Ej IV”, cuyo objetivo era instruir al cuarto cuerpo del Ejército
ubicado en la ciudad de Santa Rosa (La Pampa) sobre los puntos clave de la
información a obtener. En este documento, fechado el 20 de agosto de 1982, las experiencias recopiladas fueron las
“bases fundamentales a los estudios orientados a la reorganización de la Fuerza
en aspectos doctrinarios, orgánicos, educativos y funcionales” y su indagación
se focalizó en el “área de conducción y en todos los niveles de comando (…)
hasta la unidad táctica inclusive”. Para el armado del informe sobre la
experiencia de guerra se tuvo en cuenta los modos de racionamiento, la
movilización y la capacidad de llevarla a cabo. En todos los casos, la última
pregunta sugería un espacio para consignar “toda experiencia que hayan podido
registrar y que constituye un aporte para optimizar el sistema”.
La puesta en circulación de estos documentos militares tomó
coherencia posteriormente en algunos de los informes requeridos por la Comisión de Evaluación de las Operaciones
Realizadas en las islas Malvinas, presidida por el general Edgardo Calvi,
comandante de Institutos Militares, conformada el 5 de junio en el marco del
regreso de los primeros prisioneros tras la caída de Darwin y que evaluaría las
acciones del Ejército luego de la capitulación. Su estructura tenía algunos
puntos en común con los interrogatorios que hemos visto, aunque estuvo dirigido
específicamente a oficiales. La experiencia de guerra emerge como un factor de
conocimiento valorado para una recomposición,
tal como lo planteaban la directiva Informe
de Guerra del Comando Aéreo Estratégico de la FAA[43] elaborada a fines de junio, donde se
concluía que “la organización, equipamiento y el adiestramiento, jugaron en
esta guerra un papel que debe ser profundamente analizado para no repetir
errores y para, en base a la experiencia de guerra, estructurar definitivamente
la Fuerza Aérea”.[44].[45] En agosto, por su parte, se creó la Comisión de
Análisis de Acciones de Combate (COAC) por disposición Nº49/82 del Jefe del Estado
Mayor General de la Armada, con el fin de hacer una revisión doctrinaria en
base a la experiencia del conflicto. Estas comisiones finalizaron su labor al
conformarse la que elaboraría el Informe
Rattenbach, que analizaremos en el próximo apartado.
El revés, la experiencia pública y la experiencia secreta
El 15 de junio de 1982 Galtieri anunció al país que el
combate en Puerto Argentino había finalizado agregando que los soldados,
suboficiales y oficiales “enfrentaron con más coraje que armamento la
abrumadora superioridad de una potencia apoyada por la tecnología militar de
los Estados Unidos de Norteamérica”[46]. Nacía y tomaba forma la hipótesis
del revés militar y parcial por la
inequidad de fuerzas mediante las cuales los mandos castrenses hicieron pública
su interpretación del conflicto y la derrota. Ejemplo de ello es el Comunicado
del Estado Mayor Conjunto N° 166 del 16 de junio, posterior al discurso de
Galtieri pero el primero en brindar una cronología de la guerra al público. Entre
sus términos se explicaba
1. Que la toma de PUERTO ARGENTINO fue producto de la
neta superioridad en medios y tecnología de las Fuerzas británicas. 2. Que esos
medios fueron empleados recién cuando el enemigo inició su ofensiva final y
ante la certeza que de otro modo su triunfo hubiese sido sumamente dificultoso.
3. Que esos medios, muchos de los cuales eran totalmente nuevos y desconocidos
aun en el mercado de armas mundial, convirtieron el área de operaciones
MALVINAS en un campo de experimentación y pruebas. 4. Que la logística fue
facilitada por los Estados Unidos de América. 5. Que los mismos británicos han
reconocido que la capacidad profesional, valentía y espíritu de nuestras tropas
constituían un escollo que sólo podía ser salvado por una neta superioridad en
material, tanto cualitativa como cuantitativa. 6. Que no cabe sino reconocer
que la superioridad técnica y la disponibilidad de medios han sido los
artífices de este triunfo parcial de GRAN BRETAÑA.[47]
Las primeras evaluaciones de la guerra intentaban marcar que
las Fuerzas Armadas aún gobernaban aquello que les daba su razón de ser: la
guerra. Al ubicar la derrota como un resultado natural –pero parcial- por la inequidad de fuerzas y
no por la capacidad e instrucción, la hipótesis del revés abría la doble posibilidad de volver a la guerra y a la vez
aprender de ella. Días después, tras el apartamiento del hasta entonces
presidente de facto y su renuncia como Comandante en Jefe del Ejército, el
general Cristino Nicolaides asumió el liderazgo de esa Fuerza (mientras que el
general Reynaldo Bignone fue designado como presidente). En su discurso como
nueva autoridad militar, el 18 de junio, Nicolaides profundizó algunos de los
términos anticipados por Galtieri:
Conozco estado espiritual de los integrantes de la
fuerza, hayan o no combatido en las islas. Afectados tanto por el revés militar
como por la generalizada crítica sin fundamentos. Aquellos, a los hombres y
mujeres argentinos de buena fe, debemos recordarles cuál ha sido el
comportamiento de sus Fuerzas Armadas en esta etapa crucial de la historia
nacional. Que valoren el sacrificio de cada oficial, de cada suboficial, de
cada soldado, enfrentando durísimas condiciones de vida, soportando una
tremenda presión anímica, y combatiendo durante 44 días contra un enemigo
técnica y materialmente más dotado.[48]
En ese sentido, el flamante Comandante en Jefe reforzó días
más tarde esta idea al afirmar que “la guerra moderna no es solo un
enfrentamiento de voluntades, de coraje y de capacitación intelectual.
Intervienen (…) factores militares y tecnológicos imposibles de equilibrar
solamente con los valores espirituales y profesionales”.[49] En esta misma alocución estableció
una triple meta para el Ejército, el cual debía primero
restañar las heridas producidas como consecuencia de
la guerra; segundo, recomponer el Ejército, nuestro Ejército, para superar
deficiencias y colocarlo con la mejor aptitud para el cumplimiento de su misión
específica aprovechando al máximo las experiencias y enseñanzas extraídas
durante el conflicto; tercero, apoyar con todas sus capacidades espirituales,
intelectuales y materiales la acción a desarrollar por el gobierno nacional en
procura de la institucionalización de la república no más allá del mes de marzo
de 1984.
Recomponer, aprovechar las experiencias y prepararse para los
cambios políticos se volvían objetivos fundamentales para este miembro de la
Junta Militar, en un contexto de incertidumbres y colapsos. En ese sentido, los
comandantes de las FF AA procuraron dar una explicación y evaluación a aquel revés a partir de la elaboración de una
comisión que pudiera mostrar y explicar lo sucedido, que dio lugar a lo que se
conocerá como el Informe Rattenbach.
A su vez, el Ejército –quizá la Fuerzas más cuestionada por su actuación en la
guerra- ya había iniciado este proceso a partir del denominado Informe Calvi pero que continuaría con la
Comisión de Redacción del Informe Oficial
del Ejército Argentino finalmente publicado en 1983 y con “evidente tono
autoexculpatorio”[50]. En ambos la experiencia de guerra aparece
problematizada con objetivos de evaluación, no obstante su especificidad y la
capacidad de gobernarla por parte de los actuales miembros de las FF AA es
claramente diferente en cada uno.
La discusión y puesta en marcha de un informe general sobre
lo actuado a nivel estratégico, táctico y político durante la guerra aparece
reflejado en las Actas de Reunión de la Junta Militar del mes de noviembre de
1982, como uno de los aspectos a concertar[51] con la población y los partidos
políticos. Desde unos pocos meses atrás, los comandantes de la Junta elaboraron
diversos temarios para discutir los mejores términos para una transición que no
tenía horizontes claros. El 10 de noviembre se adjuntó al acta un documento
denominado Directiva de la Junta Militar
al Poder Ejecutivo Nacional para la concertación que tuvo el objetivo de
trazar los pasos de institucionalización (vuelta a elecciones e “instaurar una
democracia estable”), y entre los temas se
encontraba el conflicto Malvinas.
La directiva consignó la necesidad de un “análisis y evaluación de las
decisiones políticas y estratégica militar, adoptadas en el conflicto”, para el
cual, el 25 de noviembre,[52] la Junta
resolvió integrar la Comisión de Análisis y Evaluación
de la conducción política y estratégico militar del conflicto bélico del
Atlántico Sur, con el Teniente General (R) D BENJAMIN RATTENBACH[53] y el General de División (R) TOMAS ARMANDO SANCHEZ DE
BUSTAMANTE por el Ejército, el Almirante (RE) D ALBERTO P. VAGO y el
Vicealmirante (RE) D JORGE ALBERTO BOFFI por la Armada, y el Brigadier General
(R) D CARLOS ALBERTO REY y el Brigadier Mayor (R) D FRANCISCO CABERA por la Fuerza
Aérea (sic).
Por Resolución 15/82, el 2 de diciembre se creó la comisión[54] que se centraría “en el desempeño en
el ejercicio de las funciones y las responsabilidades emergentes respecto de la
conducción política y estratégico militar del conflicto”.[55] La elaboración del informe de la
CAERCAS inició apenas tomaron juramento sus miembros[56] y fue entregado en septiembre de 1983.
Durante ese año, la premura de su realización apareció en los debates de las
reuniones de la Junta Militar, vinculada nuevamente al fin de tomarlo como un
elemento necesario para discutir los parámetros de los cambios institucionales
y políticos iniciados con la derrota bélica. Ejemplo de ello es el documento interno
del 14 de febrero denominado Orientación
para la acción de gobierno febrero 1983 – enero 1984, elaborado y discutido
por diferentes mandos militares y que tuvo como objeto
evaluar la situación nacional actual, prever su
probable evolución y establecer las medidas más importantes a instrumentar (…)
para facilitar el logro del objetivo de institucionalizar la república,
asegurando –simultáneamente– la cohesión,
el prestigio, la imagen interna y externa de las FF.AA”.[57] (Resaltado
nuestro)
Este texto, de circulación interna, postulaba una serie de
acciones específicas entre las que se encontraban dos “respecto a Malvinas”. La
primera tuvo que ver con aspectos diplomáticos y medidas de hostilidad hacia
los británicos; la segunda, “procurar que la Comisión Malvinas (sic) agilice su
trabajo de investigación de responsabilidades a nivel político y estratégico
militar de manera que esté finalizado antes de 01 Jun 83 y adoptar de inmediato
la resolución correspondiente”. La experiencia de guerra, su investigación y
evaluación, señalamiento de culpables y resolución se mostraban como un pilar para
construirle un lugar a las FF AA en esa república, como un sostén del buen
gobierno de lo militar que aún poseían los mandos castrenses y la institución
entera. Aquel revés militar no podía
hacer mella en una institución con cohesión y prestigio, necesaria para la vida nacional. Sin embargo, a medida que
transcurría el año la fecha del informe final fue modificándose, pasando del 1
junio al 30 de julio,[58] y de allí al 15 de septiembre,[59] aunque finalmente la CAERCAS hizo
entrega del texto a la Junta Militar el 23 de septiembre, mediante lo cual se
disolvió su actuación.[60]
Una vez recibido la Junta Militar decidió evaluar el Informe
a través de una Comisión Interfuerzas[61] que al finalizar su labor divulgaría
públicamente el contenido. No obstante, el 1 de noviembre dicha comisión elevó
un diagnóstico sobre el trabajo de la CAERCAS donde se sugirió un tratamiento
estrictamente castrense de quienes son evaluados como responsables estratégicos.
Asimismo, respecto a las responsabilidades políticas, la comisión entendió que
“el lapso transcurrido desde que se produjeron los hechos no permite apreciarlo
con la suficiente perspectiva como para hacer un justo y acertado juzgamiento”
y a la par recomendaron que el informe quedase bajo reserva militar “hasta tanto la República Argentina recobre sus
derechos sobre las Islas del Atlántico Sur” para salvaguardar “los intereses de
la Nación, de las Instituciones y de las Negociaciones en Política
Internacional” (sic)[62].
Tras esta evaluación, la Junta Militar resolvió llevar a cabo
dicha clasificación postulando que
“de sancionarse a los presuntos responsables resultará
difícil (…) fijar debida y claramente cuáles son las conductas que se reprimen,
esto es, si lo reprochable es la decisión política de recuperarlas, o las
causas que determinaron su ocupación o la forma en que se condujo
políticamente, con posterioridad, el conflicto” (corriendo el riesgo de que)
“esta confusión (fuera) aprovechada y utilizada por el enemigo a su favor”. [63]
Sobre la base de esta reserva, el Informe Rattenbach fue catalogado como secreto político y secreto
militar, y dicha catalogación fue la única que se hizo pública. [64]
¿Qué sucedió entre la promesa de un documento público y la
clasificación del informe como secreto? No forma parte de nuestro objetivo
hacer un detalle pormenorizado del Informe de la CAERCAS, pero consideramos que
el texto echó por tierra la idea de revés
y cargó con fuerza el resultado de la guerra en los problemas humanos de
conducción apuntando específicamente a las esferas más altas.[65] No sólo colectivamente por la falta
de conducción centralizada que nunca llevó a cabo “el ejercicio de un comando
unificado, con control de todos los factores que conformaban las situaciones de
crisis”[66], por ejemplo, mediante una conformación
adecuada del comité militar; sino
también puntualizando las cargas individuales de responsabilidad bajo tres
criterios: político, penal militar,
disciplinario militar. Las primeras (colectivas) se centraron en las
funciones (por ejemplo, a nivel de comandantes en jefe); las segundas, en los
individuos: Galtieri, Anaya, Lami Dozo y Costa Méndez; a los que se agregaron
responsabilidades estrictamente militares a los miembros del comité
(vicealmirante Suarez del Cerro, vicealmirante Juan Lombardo, general Mario
Benjamín Menéndez, entre otros).
Paralelamente, en su apartado sobre “Experiencias y
enseñanzas” (Capítulo XVI), el informe afirmaba que Argentina no poseía “oficialmente
una ‘política militar’ orgánica, cuyos fines y modos de acción claramente
establecidos, armonicen presupuestos, estructuras y estrategias entre las tres
FF AA, y entre éstas y el conjunto del quehacer político, económico y social
del Estado Nacional”[67]. Asimismo, el capítulo marca una
serie de debilidades como “deficiencias en el accionar conjunto”, falta de
“desarrollo del equipamiento” y “falta de adiestramiento”.[68] Queda claro que el contenido del
informe, y su uso de la experiencia bélica como fundamento de producción y
evaluación, va por fuera de los deseos de mostrar un buen gobierno militar y la
necesidad de estas Fuerzas Armadas.
Su contenido delimitó claramente los ámbitos políticos y militares (no sólo
respecto a Malvinas, también en cuanto una política militar en general), y
señaló las deficiencias en ambos, con lo cual su uso político (institucionalizar al país con las FFAA adentro) era
riesgoso, y por lo que vimos también su utilidad militar.
Asimismo, lo evaluado por la CAERCAS chocaba con otro informe
que no tenía que ver con Malvinas, menos técnico pero de uso público, también
elaborado por la Junta Militar y puesto en circulación especialmente por el
Ejército. Nos referimos al Documento
final de la Junta Militar sobre la guerra contra la subversión y el terrorismo.
Desde inicios de 1983 la Junta incluyó la importancia de una explicación de
lo acaecido entre 1976 y 1983 con miras a la institucionalización del país, que permitiera mostrar la
importancia de las Fuerzas Armadas en ese proceso. La experiencia de guerra sirvió para explicar el terrorismo de Estado,
la muerte planificada y los escenarios de horror desplegados desde 1976 dentro
de una guerra contra la subversión[69] por lo cual asumían “la
responsabilidad histórica frente a la Nación en el desarrollo de las acciones
contra la delincuencia terrorista”.[70]
Su contenido fue discutido en la reunión del 6 de abril de
ese año, y aprobado el 14 de abril[71] para ser difundido a partir del 28
de abril de 1983. El Documento final… presentó
una síntesis de la experiencia de guerra
montando un escenario donde el enemigo “por su magnitud, recursos y
procedimientos, iba adquiriendo nivel similar a la de las fuerzas regulares”[72]. Esto justificaba que “las acciones
así desarrolladas fueron la consecuencia de apreciaciones que debieron
efectuarse en plena lucha, con la cuota de pasión que el combate y la defensa
de la propia vida genera, en un ambiente teñido diariamente de sangre
inocente”. La cuota de pasión y la
experiencia vivida permitieron asegurar que el “accionar de los integrantes de
la Fuerzas Armadas en las operaciones relacionadas con la guerra librada
constituyeron actos de servicio”, a la par de aseverar que éstas “actuaron y lo
harán cada vez que sea necesario en cumplimiento de un mandato emergente del
Gobierno Nacional, aprovechando toda la experiencia recogida en esta
circunstancia dolorosa de la vida nacional”.
La especificidad y tono de este documento está claramente en
las antípodas del Informe Rattenbach,
no obstante funcionan como un contexto de producción. Ambos se elaboraron en el
mismo período, procuraron evaluar lo acaecido en dos guerras y mostraron la fragmentariedad interna que existía dentro
de las propias FF AA. Asimismo, el Documento
final…, por su tono y por los actores que se preocuparon por divulgarlo, se
emparenta con otro informe de carácter oficial pero también público que circuló
desde julio de 1983 mostrando la postura del Ejército sobre lo acaecido en las
islas.
El informe denominado Informe Oficial del Ejército
Argentino sobre el Conflicto Malvinas[73] (compuesto por dos tomos, unos sobre
desarrollo de los acontecimientos y el otro sobre Fuentes y Anexos) tuvo como
objetivo “hacer conocer a la Institución y a la opinión pública” las acciones
del Ejército en las islas, sobre la base de que “las diversas acciones
cumplidas son una valiosa fuente de experiencias para las distintas áreas de la
conducción, cuyo aprovechamiento contribuirá al perfeccionamiento de la
institución”[74]. Su diferencia fundamental con el Informe Rattenbach, es que estaba
desprovisto de evaluaciones y su superficie se mostró como descriptiva, puesto
que destacaba “los hechos tal como sucedieron, relatando las circunstancias
particulares que ofrecieron en las distintas zonas de combate terrestre”. No
obstante, en el texto se aclaraba que “muchas de las conclusiones a las que se
arribará, habrá que extraerlas de la última fase de la lucha, ocurrida en
PUERTO ARGENTINO (sic), última acción terrestre importante en un teatro de
operaciones eminentemente aéreo y naval, y, por tanto, no familiar a nuestra
instrucción, capacidad y experiencia personal”.
El Informe Oficial…
presentó una guerra limpia
(parafraseando a León Rozitchner[75]), donde el detalle es la dureza de
la geografía malvinense y la inequidad de fuerzas y armamento con respecto al
enemigo, mezclado con una descripción de hechos, elementos intervinientes y
documentos. Si en el documento de la CAERCAS no se da lugar a interpretaciones
sobre un revés militar, esta
hipótesis es reflotada en el informe del Ejército ya que allí se cataloga a la guerra como “un revés ocasional,
consecuencia inevitable, ya se ha dicho, de la relación de poder de combate de
las fuerzas en presencia”[76]. A lo que agrega con tono heroico:
todas las acciones realizadas son cosecha de lecciones
que acrecientan las experiencias militares y cuyo punto se verá reelaborado en
términos que perfeccionan nuestra doctrina, nuestra organización, la
competencia militar de nuestros mandos y el adiestramiento de sus hombres. Y en
ese acervo, que es también acervo de historia patria, estarán presentes todos y
cada uno de los gestos bélicos: el aporte de nuestros soldados en la campaña,
el sacrificio de los héroes caídos; el sufrimiento de los cuadros y las tropas
en las operaciones y el cautiverio; el estoicismo y altivez de los combatientes
quienes, sin reproches, y al grito de ¡Viva la Patria! Sobrellevaron con
estoicismo el dolor de no haber podido arribar a la victoria.
Conclusiones
Desde la organización de las acciones de inteligencia en el
marco de la Sanidad Militar, pasando por los interrogatorios en posguerra y los
informes basados en ellos, la experiencia
de guerra fue un elemento de información fundamental para las FF AA. Tanto
en el contexto del conflicto bélico como en el posterior proceso de reestructuración. Obtener esa
experiencia, controlarla ante posibles desvíos y filtraciones, gobernarla,
mostrar su importancia y sobre todo dar cuenta de su control fue, desde
distintas vías, una manera de explicar la derrota sin hacer mella en la
necesidad de las Fuerzas Armadas para la vida nacional. Ante un escenario de
cambios y recomposiciones, pero bajo un horizonte todavía incierto, la Junta
Militar mostró la necesidad de construir a la experiencia de la guerra de
Malvinas como un revés parcial y tecnológico y no como el resultado de una
incapacidad acumulada (táctico y estratégico, de accionar conjunto, etc.). La
necesidad de reestructurar las Fuerza Armadas y mostrar su importancia hacia el
afuera a partir de resaltar la experiencia
bélica como objeto de conocimiento y valorización fue una premisa.
Como quedó dicho, los comandantes postularon que aún poseían
la capacidad de manejar aquello que los diferenciaba del resto como parte de su
salida política y concertación con las fuerzas civiles. Esa experiencia de
guerra podía incluir errores ocasionales pero sobre todo le mostraba a la
Nación que los militares eran capaces de evaluar, aprender y asumir de
responsabilidades sin poner en dudas su necesidad histórica. El Informe Rattenbach, si bien nada dice
sobre esta necesidad (lo cual es entendible al tratarse de un texto militar
elaborado por cuadros retirados), desestabilizó la posibilidad de mostrar un
buen gobierno interno al expandir las fallas a cuestiones previas y errores
estratégicos y tácticos, lo que llevó a su silenciamiento mediante secreto
militar ya que ponía oficialmente en duda los atributos político-estratégicos
de quienes encabezaron todo el Proceso de Reorganización Nacional.
Contrariamente, las disposiciones de la Junta Militar y el
informe oficial del Ejército, mostraron la inconveniencia política de hacer
visible cierta incapacidad de control interno para lo cual la experiencia se
presentó como una posibilidad de mejora futura, aunque encauzada en acciones
históricas con valores positivos. En ese sentido, esas disposiciones se ligan
al Documento Final… en su valoración
y publicidad de lo experiencia de guerra en momentos donde fue fundamental
intervenir por el bien de la patria. Entonces, una de las caras del intento de
continuidad de los mandos militares (su amnistía, concertación y
reconciliación; en síntesis, su plan de impunidad) durante a la transición venidera
fue mostrar que, pese al revés militar,
aún podían gobernar lo que –se supone- los
hacía expertos y necesarios.
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Speranza,
G. y Cittadini, F. (2001). Partes de
guerra. Valencia: Numa Ediciones.
[1] El título de este
artículo se basa en la canción popular argentina de nombre homónimo compuesta
por María Elena Walsh.
* Instituto de Investigaciones Geohistóricas (IIGHI).
CONICET-Universidad Nacional del Nordeste.
[2] La investigación que da origen a este artículo fue financiada
mediante una beca doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
y Técnicas (CONICET).
[3] No obstante, en 1990, nuestro país participó en la Guerra del
Golfo en la misión de bloquear a Irak en el Golfo de Omán con una corbeta y un
destructor. Asimismo, tuvo una activa participación en las intervenciones
armadas estadounidenses sobre las guerrillas centroamericanas, aunque ésta no
puede catalogarse como una guerra regular. Nievas, F. y Bonavena, P. (2012).
“Una guerra inesperada: el combate por Malvinas en 1982”. Cuadernos de Marte N° 3. Buenos Aires, pp. (9-56).
[4] Frederic, Sabina (2013). Las trampas del pasado: las Fuerzas
Armadas y su integración al Estado democrático en Argentina. Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica.
[5] La experiencia de guerra como un estudio sobre las formas en que
lo bélico ha sido vivido por algunas unidades y sus protagonistas, y los
contactos de estas vivencias con la instrucción y los aspectos doctrinarios de
las Fuerzas Armadas ha sido analizado, tomando a la guerra de Malvinas como
objeto, desde la ciencias sociales en la última década. Sugerimos para la
Fuerza Aérea a Guber, R. (2016). Experiencia
de Halcón. Buenos Aires: Sudamericana; para una unidad de la Marina,
Rodríguez, A. (2014). Entre la guerra y la paz: la posguerra de los
excombatientes del Apostadero Naval Malvinas. Experiencias, identidades,
memorias. Tesis Doctoral inédita. La Plata: UNLP; y para algunas unidades
del Ejército a Lorenz, F. (2014). "Gran Malvina. Una mirada a la
experiencia bélica desde los testimonios de sus oficiales". Anuario
Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Vol. 41, N° 2; Soprano, G.
(2019). “Historia de artilleros en la guerra de Malvinas”. En Martín Balza. Un general argentino, entre la república y la
democracia. Rosario: Prohistoria Ediciones, pp. 395-542.
[6] Guber, R. (2016). Op. Cit.
[7] La ONU declaró al país como fuerza agresora y la exhortó a retirarse
de las Islas como condición de negociación, a la par de que el apoyo
estadounidense ladeó progresivamente hacia su socio en la OTAN.
[8] Soprano, G. (2018). “El ejército argentino y la guerra
convencional en la segunda mitad del siglo XX. Reflexiones a partir de la
experiencia de la artillería en la guerra de Malvinas”. Contenciosa Año VI nro. 8. Buenos Aires.
[9] Lorenz, F. (2012). Las
guerras por Malvinas. Buenos Aires: Edhasa. Novaro, M. y Palermo, V.
(2013). Historia argentina 9: la
dictadura militar 1976-1983: del golpe de Estado a la restauración democrática.
Buenos Aires: Paidós.
[10] De esta manera fue rebautizado Port Stanley, capital isleña, por
la administración argentina.
[11] Fundamentalmente en las ciudades de Río Grande (Tierra del Fuego)
y Comodoro Rivadavia (Chubut). Estas bases fueron imprescindibles para sostener
el componente aeronaval de la guerra, ya que la infraestructura de Malvinas imposibilitó
organizarlo desde allí. Guber, R. (2016). Op. Cit.
[12] Como afirma el ex director del Hospital Militar de
Puerto Argentino, Enrique Ceballos, “El 5 de abril, el General Daer, Comandante
de la 9 Brigada de Infantería de la cual dependía este Hospital (el Hospital
Miliar de Comodoro Rivadavia, aclaración
nuestra) me ordena trasladar el mismo a las Islas Malvinas. ¿Por qué?,
porque uds. recordarán que inicialmente después de la toma de Malvinas el 2 de
abril, se pensaba dejar 500 efectivos militares como símbolo de ocupación; pero
la estrategia política cambió (…). Lo cierto es que el Gral. Daer se encontró
con 4000 hombres que necesitaban asistencia sanitaria”. Ceballos, E. (2002).
“Presentación del Hospital Militar en las Islas Malvinas”. Revista de la Asociación Médica Argentina Vol. 115 N°2. Buenos
Aires, p. 25.
[13] Maille, A. (2009). “Introducción a la Sanidad Naval”. Boletín del Centro Naval N° 825 Vol. 127.
Buenos Aires, pp. 273-280.
[14] No figura, salvo en un anexo muy breve en la Directiva Estratégica
Nacional –DENAC- 1/82 y la Directiva Estratégica Militar –DEMIL– 1/82, primeros
documentos organizadores de la
campaña en Malvinas.
[15] Buroni, R. (2011). “Conflicto del Atlántico Sur”. Sanidad Militar, Principios Tácticos y
Operacionales. Su historia. Buenos Aires: Fundasol, p. 191.
[16] Guber, R. (2004). De
“chicos” a “veteranos”: memorias argentinas de la guerra de Malvinas. Buenos
Aires: Antropofagia-IDES, p. 33.
[17] La guarnición militar de Campo de Mayo está ubicada en el Partido
de San Miguel de la provincia de Buenos Aires. Se trata de un área
perteneciente al Ejército Argentino y por su extensión es la más grande de las
Fuerzas Armadas nacionales.
[18] Ministerio de Defensa
(2012). Conflicto del Atlántico Sur –
Malvinas. Descripción y análisis de los acervos documentales de las Fuerzas
Armadas. Buenos Aires: Ministerio de Defensa de la Nación, p. 66.
[19] Servicio Histórico del Ejército (en adelante SHE). Fondo
Documental Comisión Especial Malvinas (en adelante FDCEM). Caja 39. Carpeta 5.
[20] SHE. FDCEM. Caja 40. Carpeta 3.
[21] SHE. FDCEM. Caja
41. Carpeta 1.
[22] Ministerio de Defensa
(2012). Op. Cit.
[23] Por ejemplo la OECJE 760/82,[23] emitida entre el 5 y 6 de junio que retomó la misión del CREPG,
pero postulando los modos de organizar a los enfermos y sanos entre los ex
prisioneros, y bajo la cual se ordenó mantener toda la estadía en carácter
secreto y aislado. SHE. FDCEM. Caja 39. Carpeta 6.
[24] Departamento de Estudios Históricos Navales (en adelante DEHN).
Fondo Comisión de Análisis de Acciones en Combate (en adelante COAC). Caja
MLV102. Código 6-B-6.
[25] Op. Cit.
[26] Como veremos, el Ejército y la Fuerza Aérea también desplegaron
cuestionarios a sus oficiales, suboficiales y soldados.
[27] Departamento de Estudios Históricos de la Fuerza Aérea (en
adelante DEHFA). Fondo Colección Malvinas. Caja 6. Carpeta 2.
[28] SHE. FDCEM. Caja 5. Carpeta 5.
[29] Aunque algunos de ellos fueron llevados en los buques Northland y Canberra, este último era barco transatlántico que los medios
argentinos daban por hundido. Speranza, G. y Cittadini, F. (2001). Partes de guerra. Valencia: Numa
Ediciones.
[30] Lorenz, F. (2012).
[31] Por otra parte, quienes pertenecían a las jurisdicciones del sur
del país se incorporaron casi inmediatamente a sus cuarteles o a la vida civil;
otros (por ejemplo, los pertenecientes al regimiento 12 de la ciudad de
Mercedes, Corrientes) fueron trasladados directamente a sus lugares a los pocos
días de la rendición. Cabe destacar que una parte importante de la clase 63 no
podía ser desmovilizada puesto que
aún cumplía el servicio militar. Ibíd.,
p. 138.
[32] SHE. FDCEM. Caja 3. Carpeta 3.
[33] Denominado por algunos de sus protagonistas como una cuarentena o prisión encubierta Speranza,
G. y Cittadini, F. (2001). Op. Cit.
[34] Ejército Argentino (1983). Informe
Oficial del Ejército Argentino sobre el Conflicto Malvinas. Tomos I y II. Buenos
Aires: Imprenta de la Fuerza, p. 170.
[35] SHE. FDCEM. Caja 28. Carpeta 6.
[36] Por lo que puede observarse, los interrogatorios dirigidos a
conscriptos eran completados por el interrogador, lo que no sucedía con los
oficiales y suboficiales.
[37] SHE. FDCEM. Caja 42. Carpeta 2.
[38] DEHN. Fondo Comisión de Análisis de Acciones en Combate (COAC).
Caja MLV069. Código 1-B-4.
[39] SHE. FDCEM. Caja 15. Carpeta 3.
[40] SHE. FDCEM. Caja 7. Carpeta 1.
[41] DEHFA. Fondo Colección Malvinas. Armario 5, Oficina Entrepiso.
Carpetas 1 – 14.
[42] SHE. FDCEM. Caja 3. Carpeta 10.
[43] DEHFA. Fondo Colección Malvinas. Caja 05. Carpeta 1Q.
[44] Este traslado de lo experiencial hacia la función instructiva en
los Liceos e Instituto Militares también puede verse en la ampliación y
especificación de las preguntas a los oficiales y suboficiales que lucharon en
Malvinas pertenecientes al Liceo Militar General Belgrano (Santa Fe) respecto a
las realizada en Campo de Mayo. SHE. FDCEM. Caja 40. Carpeta 2.
[45] De esta directiva se desprende la realización de un Informe Final por parte del Departamento
de Personal del Comando de la Fuerza Aérea Sur. Elaborado a fines de agosto, el
informe analiza algunos puntos de aprendizaje
a partir de la experiencia recopilada para preparar posibles operaciones
futuras. DEHFA. Fondo Colección Malvinas. Caja 01. Carpeta 10F-1.
[46] Blaunstein, E. y Zubieta, M. (1998). Decíamos ayer. La prensa argentina bajo el proceso. Buenos Aires:
Colihue, p. 45.
[47] EMC (s/f). Comunicado del Estado Mayor Conjunto N° 166. Disponible
http://www.fuerzas-armadas.mil.ar/
[visitado 22 de abril de 2020].
[48] Nicolaides, C. (1982). “Crisis militar: Nicolaides asume el
comando en jefe del Ejército, 1982” y “Nicolaides con soldados conscriptos
después de la guerra de Malvinas, 1982”. Disponible http://www.archivorta.com.ar/asset/nicolaides-con-soldados-conscriptos-despues-de-la-guerra-de-malvinas-1982/
[visitado 22 de abril de 2020].
[49] Ibíd.
[50] Lorenz, F. (2014). Op. Cit.,
p. 231.
[51] Acta N° 240. Reunión de la Junta Militar del 10 de noviembre de
1982. Ministerio de Defensa (2014). Actas
de la Dictadura: documentos de la Junta Militar encontrados en el Edificio
Cóndor. Tomo V. Buenos Aires:
Ministerio de Defensa, p. 100.
[52] Acta N° 241. Reunión de la Junta Militar del 25 de noviembre de 1982.
Ibíd., p. 113.
[53] Por presidir la Comisión, el informe producido lleva popularmente
el nombre de Informe Rattenbach.
[54] Acta N° 242. Reunión de la Junta Militar del 2 de diciembre de
1982. Ministerio de Defensa (2014). Op.
Cit., p. 125
[55] Resolución 15/82. Ibíd.
[56] En paralelo los integrantes de la Junta Militar durante el
conflicto, Galtieri, Anaya y Lami Dozo elaboraron un informe dirigido a los
miembros del Comité Militar, con el fin de defender sus acciones. El mismo fue
elevado el 3 de enero de 1983 bajo el título Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur: antecedentes,
hechos ocurridos y decisiones adoptadas desde diciembre de 1981 a junio de 1982.
Ministerio de Defensa (2012). Op. Cit., p. 54.
[57] Acta N° 248. Reunión de la Junta Militar del 14 de febrero de
1983. Ibíd, p. 158.
[58] Acta N° 264. Reunión de la Junta Militar del 16 de junio de 1983. Ibíd., p. 148.
[59] Acta N° 269. Reunión de la Junta Militar del 4 de agosto de 1983. Ibíd., p. 213.
[60] Cumplieron sus funciones hasta el 30 de septiembre según consta en
el Acta N° 276. Reunión de la Junta Militar del 22 de septiembre de 1983. Ibíd., p. 282.
[61] Formada por el vicealmirante Rodolfo Remotti, el brigadier mayor
Héctor Roy, el general de brigada Eduardo Garay y el brigadier Roberto Camblor.
[62] Acta N° 279. Reunión de la Junta Militar del 1 de noviembre de
1983. Ministerio de Defensa (2014). Op.
Cit., p. 320. No obstante, algunos fragmentos se difundieron en la prensa.
Acta N° 280. Reunión del 24 de noviembre de 1983. Ibíd., p. 332
[63] En 1986, Galtieri, Anaya y Lami Dozo fueron condenados por el
Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas a 14, 12 y 8 años de prisión por ser
responsables de mantener a las Fuerzas propias en inferioridad de condiciones
en relación al enemigo. En 1988 un tribunal civil confirmó la condena, pero un
año después fueron indultados por el entonces presidente Carlos Menem (Partido
Justicialista) mediante el Decreto 1005/89 del 6 de octubre de 1989 que
justificó la medida en la necesidad colaborar con “la reconstrucción y el
progreso de la Nación”. Boletín Oficial de la República Argentina N° 26.736,
martes 10 de octubre de 1989.
[64] A pesar de ello, y gracias al trabajo de excombatientes, algunas
partes pudieron ser editadas y distribuidas a nivel público a fines de los 80. CECIM (1988). Informe Rattenbach.
El drama de Malvinas. Buenos Aires:
Ediciones Espartaco. El Informe
Rattenbach se desclasificó en 2012.
[65] Ejemplo de ello es esta sentencia: “Los procedimientos adoptados
por la Junta Militar condujeron a la Nación a la guerra sin una adecuada
preparación, contradiciendo normas esenciales de planificación y engendrando
así, errores y omisiones fundamentales que afectaron la orientación estratégica
militar y la coherencia de la planificación contribuyente. Todo ello constituyó
una causa decisiva de la derrota”. Junta Militar (1983a). Informe Final. Comisión de Análisis y Evaluación de las
Responsabilidades del Conflicto del Atlántico Sur (pdf). Buenos Aires: Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, p. 262.
[66] Ibíd., p. 234.
[67] Ibíd., p. 287.
[68] No obstante, el Informe destaca la actuación e instrucción de
algunas unidades y comandos operacionales.
[69] Este argumento se mantuvo durante la transición y se convirtió en
una forma de defensa del PRN incluso hasta el presente. Feld, C. y Franco, M.
[dir.] (2015). Democracia, hora cero.
Actores, políticas y debates en los inicios de la posdictadura. Buenos
Aires: FCE.
[70] Acta N° 248. Reunión de la Junta Militar del 14 de febrero de 1983.
Ministerio de Defensa (2014), Op. Cit.,
p. 158.
[71] Acta N° 255. Reunión de la Junta Militar del 6 de abril de 1983.
Ministerio de Defensa (2014). Op. Cit.,
p. 283. Acta N° 256. Reunión de la Junta Militar del 14 de abril de 1983. Ministerio
de Defensa (2014). Op. Cit., p. 13.
[72] Junta Militar (1983b). Documento
Final de la Junta Militar sobre la guerra contra la subversión y el terrorismo.
Buenos Aires, Imprenta Estado Mayor Conjunto, p. 4.
[73] Como dijimos, las restantes fuerzas también tuvieron sus versiones
oficiales y autorizadas, aunque en formatos menos rígidos. Por parte de la
Fuerza Aérea: Moro, R.
(1985). La Guerra Inaudita- Historia del
Conflicto del Atlántico Sur. Buenos Aires: Editorial Pleamar. Mientras que la
versión autorizada por la Armada fue Mayorga, H.
(1998). No vencidos. Relato de las
operaciones navales en el conflicto del Atlántico Sur. Buenos Aires:
Editorial Planeta.
[74] Ejército Argentino (1983). Op.
Cit., p. 15.
[75] Rozitchner, L. (2005). Malvinas:
de la guerra sucia a la guerra limpia. Buenos Aires: Losada.
[76] Ejército Argentino (1983). Op.
Cit., p. 177.
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Cuadernos de Marte, Revista latinoamericana de Sociología de la Guerra es una publicación oficial del Insituto de Investigaciones Gino Germani, dependiente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Argentina.
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