Cuadernos
de Marte
AÑO 11
/ N° 18 Enero – Junio 2020
https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/cuadernosdemarte/index
La academia chilena y el
fenómeno de la guerra: aprensiones y nuevos horizontes sobre una temática
controversial
The Chilean Academy and the phenomenon of war:
apprehensions and new outlooks on a controversial topic
Cristián González Puebla**
Universidad de Valparaíso – Investigador Independiente
Nicolás Llantén Quiroz**
Universidad Diego Portales y Universidad Andrés
Bello
“Confiésalo: es mi profesión
lo que te asusta.
Por eso casi nadie me invita a
cenar a su casa,
aunque Dios sabe que hago lo
imposible por no
atemorizarlos”
Margaret Atwood
Cita sugerida: González Puebla, C., &
Llantén Quiroz, N. (2020). La academia chilena y el fenómeno de la guerra:
aprensiones y nuevos horizontes sobre una temática controversial. Cuadernos
de Marte, 0(18), 511-546. Recuperado de https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/cuadernosdemarte/article/view/5668/4609
Resumen
La presente
investigación desarrolla nuestra propuesta sobre el estudio del fenómeno de la
guerra en la historiografía chilena y el cómo ha ido variando su valoración
como objeto de estudio desde los inicios de la misma en el siglo XIX hasta
nuestros días. Comprenderemos el problema que ha significado su exploración
producto de las aprensiones tanto metodológicas como políticas que se han
surgido durante su desarrollo y el cómo en el último tiempo, si bien se busca
revitalizarlo, se hace necesario un cambio de enfoque y una apertura mayor en
la temática para poder ampliar su hermenéutica, campo de estudio e
interdisciplinariedad.
Palabras clave: Historiografía, Guerra, Fenómeno, Aprensión,
Política.
Abstract:
The present research develops our proposal on the study of the phenomenon of
war in Chilean historiography and how it has change its recognition as an study
object since its beginnings in the XIX century to our present days. We will
understand the problem that has meant its research as a result of the
methodological and political apprehensions that have surged during its
development and how, in recent times, although it is sought to revitalize it,
it is necessary a change of approach and a greater openness in the subject to
increase its hermeneutics, field of study and interdisciplinarity.
.
Keywords: Historiography, War, Phenomenon, Apprehension, Politics.
Introducción
El
ejercicio de la violencia, las guerras y sus consecuencias son temáticas que no
son nuevas para la historiografía. Sin ir más lejos, los primeros
historiógrafos en sus obras, básicamente relataron conflictos, con sus
correspondientes análisis y explicaciones. De manera que el estudio del
fenómeno de la guerra siempre ha permeado las investigaciones de diversos
autores. Las razones han sido múltiples y han dependido de los contextos en los
que surgieron. Sin embargo, decir que estos han sido constantes en sus enfoques
o bien en sus metodologías dista mucho de ser una afirmación correcta. Es por
este motivo, que en esta investigación, buscamos poner en valor los estudios
referentes al fenómeno de la guerra, los cuales han sido tratados en la
historiografía de Chile con diferentes intensidades, y que producto de
consideraciones metodológicas y políticas, durante la segunda mitad del siglo
XX, cayeron en un descrédito ante algunos sectores del mundo académico que les
ha impedido poder concebir un nuevo enfoque de apertura hermenéutico, necesario
para renovar esta importante área de los estudios históricos en nuestro país.
De
esta manera, nuestra investigación propone realizar un estudio que se puede
definir en dos grandes objetivos: por una parte, indicar el aspecto
historiográfico y metodológico que ha tenido la historiografía chilena sobre el
fenómeno de la guerra, desde los inicios de la República hasta nuestros días y,
por otra, qué importancia ha jugado la imbricación que ésta ha tenido con
ciertos sectores políticos en nuestro país, producto de la Dictadura
Cívico-Militar (1973-1990), que la han resignificado e instrumentalizado con
fines ideológicos particulares, propiciando con esto un evidente sesgo hacia un
sector de la Academia, que ha desdeñado las referidas investigaciones producto
de dicha filiación[1].
Ante esto, decidimos proponer un nuevo enfoque sobre la temática, acorde con el
desarrollo disciplinar a nivel internacional, y así ampliar las propuestas de
investigación tanto a nivel temporal, como también metodológico, cultural y
social, incorporando las nuevas tendencias historiográficas de los últimos años
sobre nuestro objeto de estudio para, de esta manera, dejar de asociar
necesariamente estas investigaciones con particularismos ideológicos y también,
con el fin de entender que el fenómeno de la guerra como tal es un objeto de
investigaciones en sí mismo, que no necesariamente es depositario de esquemas
de interpretación supuestamente más complejos o bien trascendentales y que,
finalmente, debe ser puesto en valor tal como lo son muchos de los temas vistos
en nuestra historiografía, que deben ser tratados por historiadores y no ser
vistas como simples modelos explicativos de militares, ya que como veremos,
hablar sobre las guerras, los conflictos y el ejercicio de la violencia estatal
involucra mucho más que un estudio cronístico y cuantitativo de las
instituciones castrenses.
La
discusión con respecto al estudio de las guerras tiene larga data y podemos
indicar que proviene desde los albores mismos de la disciplina historiográfica[2]. Ahora bien, dichas investigaciones
no han sido siempre iguales, debido principalmente al contexto en el que se
desarrollaron y también los objetivos que buscaban vislumbrar. Si bien hasta
comienzos del siglo XX, dichos trabajos tienen una clara intencionalidad
nacionalista y estatal[3], producto de las grandes
matanzas realizadas en ambas guerras mundiales, la percepción sobre el fenómeno
cambió drásticamente. Sobre todo a nivel universitario, de un aspecto sumamente
promovido y ligado al estudio de la política, pasó a ser un reservorio de un
supuesto chauvinismo anquilosado y arcaico, más propio de épocas pasadas el
cual, por cierto, debía superarse. Dicha situación va a tener un giro cuando
hacia la década del setenta, el historiador británico John Keegan (1934-2012)
publicó El Rostro de la Batalla[4]que es el primer intento
por realizar un cambio sumamente relevante: mudar la perspectiva del análisis
sobre la guerra, llevando la historia desde los generales hacia los
combatientes comunes y sus vivencias. En palabras de Borreguero:
En su investigación trató de poner en primer término cuestiones como la
motivación de los combatientes, la naturaleza y la mecánica del mando durante
el combate, la importancia de ciertos códigos culturales, los altibajos en el
rendimiento de los hombres en calidad de combatientes, los factores que inciden
en su desempeño, el impacto de la innovación tecnológica en el armamento, la
captura de prisioneros, las heridas y su tratamiento, etc.
Así, de golpe, y en consonancia con las «nuevas historias», se amplió el
universo de la historia militar, que a partir de entonces se interesó no solo
por el alto mando militar sino también por los soldados de a pie, marinos,
guerrilleros, rebeldes, vencidos, prisioneros de guerra, galeotes, deportados,
prófugos, desertores, amotinados, niños y mujeres en los ejércitos, invasores e
invadidos, refugiados, mutilados, enfermos y fallecidos y, cómo no, la
población civil en contacto con la guerra y los ejércitos.[5]
Ahora
bien, sería bastante simple indicar que Keegan llega a estas conclusiones por
mera intuición propia. El análisis que propone el británico es en parte
promovido por la renovación y síntesis historiográfica suscitada en años
anteriores, principalmente desde la irrupción de los nuevos enfoques iniciados
por Annales, el materialismo histórico, los enfoques economicistas entre otros,
los cuales, en búsqueda de renovaciones metodológicas y de nuevos enfoques
teóricos (principalmente en lo que respecta al objeto de estudio) ampliaron sin
duda la mirada hacia los fenómenos que podría investigar la historiografía,
permitiendo con esto una mayor especialización y profundización en temáticas,
si bien más amplias, también mucho más complementarias y alejadas del antiguo
ideal conceptual nacional[6] permitiendo con esto a la
historiografía militar ser un objeto de estudio en sí mismo, alejándose ya de
supuestos políticos propios de las visiones nacionalistas decimonónicas.
El
siguiente paso provino desde la misma problemática. El punto es el siguiente:
¿Cuándo hablamos de historiografía militar, de qué es de lo que estamos
hablando? Básicamente, la respuesta hasta el momento de la publicación de
Keegan reflejaba dos circunstancias: la realidad de las tácticas, operaciones y
movimientos de tropas a nivel de generales, o bien la visión romántica nacional
conforme al ideal de sacrificio heroico y narrativo, muy propio de estudios
como los de Carlyle. Sin embargo, y a pesar de la problemática de renovación
indicada por Keegan, había un punto en común que seguía reflejando dichas circunstancias:
la institucionalidad estatal y su relación con el ámbito castrense. En palabras
simples, los estudios de lo bélico, de lo militar, quedaban asociados
directamente a las instituciones de las fuerzas armadas, sus integrantes,
acciones y relaciones con el mundo estatal y civil. Es por esta razón que,
muchas veces, se ha visto este tipo de historiografía como un campo más bien
técnico propio de militares más que de historiadores civiles[7]. De manera que entender
que la situación del estudio de lo bélico puede disociarse y complementarse
desde un enfoque centrado en las instituciones militares involucra una nueva
profundización en el propio estudio de estos procesos. Y a esto nos referimos
con el estudio de la “nueva historia militar”, como indican algunos
investigadores, o bien, como indicamos aquí, una “historiografía de la guerra”.
El cambio puede parecer un asunto de mera semántica, pero tiene sin duda un
principio de diferenciación claro, y tiene que ver precisamente con el uso del
concepto de guerra por sobre lo militar. Tal como lo expone Kosselleck: “pensar
la historia sigue siendo una empresa arriesgada, comprenderla exige su
constante reevaluación”.[8] La pregunta que surge,
entonces, es: ¿Por qué llamarla historiografía de la guerra?
La
guerra como tal incluye infinidad de definiciones posibles, pasando desde
visiones más bien prácticas y explicativas, hasta enfoques ético-morales. En
palabras simples, podemos inferir que la guerra es el ejercicio sistemático de
la violencia con un objetivo, el cual puede ser político, religioso, social,
cultural, etc.[9]
Y esta circunstancia ha permeado la historia de la humanidad desde sus inicios.
Si bien es cierto que todos indicamos lo brutal y evitable que al parecer
serían dichos fenómenos[10], es una práctica que sin
duda se ha mantenido en el tiempo, a veces con mayor o menor presencia, pero
que sin duda no parece acabarse[11]. Es por esta razón que no
solo su estudio es necesariamente relevante, sino también uno de los otros
tantos aspectos claves para la comprensión de los avatares históricos desde
siempre.
Los
estudios sobre la guerra, como exponíamos más arriba, estuvieron bastante
condicionados a esta relación de pertenencia directa con el fenómeno político,
siguiendo, al parecer la máxima clausewitzeana de “la continuación de la
política por otros medios”. Ahora bien, producto de la apertura historiográfica
mencionada, dicha perspectiva se modificó. El primer paso provino de Keegan,
pero ya avanzando en las décadas siguientes, el estudio de este fenómeno
incorporó nuevos aspectos. Podemos ver dichos cambios en las propuestas de
investigadores contemporáneos, que son verdaderos referentes en las novedades
sobre estas temáticas, tales como David Alegre o Alejandro Ravinobich, los
cuales han buscado renovar estos procesos investigativos a través de tres
grandes ejes: por una parte, la importancia de comprender al combatiente como
parte de un sistema social y cultural que representa. Por otra, vincular el
proceso del desarrollo del conflicto no solo con las acciones militares en sí,
sino también con los efectos que estas generan a los combatientes y también en
las sociedades que son ejercidas. Y finalmente, entender que la guerra es un
fenómeno que toca, trasunta e involucra sociedad y formas de ver la vida completamente,
por lo que es un proceso traumático, violento y significativo, que no solo
puede concebirse como la conclusión de un conflicto político, puesto que
involucra poblaciones completas que nunca vuelven a ser las mismas[12]. Como vemos, el estudiar la
guerra va mucho más allá de las acciones puramente castrenses, ya que es un
producto mucho más complejo a nivel de desarrollo.
Sin
embargo, el cambio en esta postura no ha sido fácil. En palabras de Losada, por
ejemplo, con respecto a la situación en España:
Pero hoy, por desgracia y como hemos señalado al principio, la historia
militar sigue estando en buena medida apartada de muchas de las universidades,
al ser considerada, cuando no de fascistas, algo propio de frikis, militaristas
o «españolistas».
Un juicio injusto, fruto del sectarismo y la ignorancia, que ha salpicado
incluso a altas esferas del poder.[13]
Esto
quiere decir, que a pesar de lo relevante de la temática y de la apertura que
se ha buscado con respecto al tema, al parecer las aprensiones sobre la guerra
se ven muy claramente. Si bien el caso español nos es el más cercano
(principalmente por haber sufrido también una oprobiosa dictadura) en nuestro
país la situación no ha sido muy distinta, aunque sí, claro está, dicho cambio
en la apertura de la comprensión del fenómeno no se ha realizado del todo, como
podremos advertir a través del desarrollo de nuestra investigación. Al
respecto, menciona Verbal:
Da la impresión que la historiografía chilena no ha superado estas razones
que, a la vez, se constituyen en barreras, en barreras sociales y académicas.
(…) sobre el desprestigio de la historia militar a partir de la existencia de
procesos políticos traumáticos, es importante distinguir entre la acción
política de los militares en determinados períodos históricos –la que puede ser
política y moralmente reprobable, dependiendo de la visión ideológica que se
asuma– y la existencia (ni siquiera, la necesidad) del estamento militar a lo
largo de toda la historia. E, incluso, lo primero, debería ser motivo más que
suficiente para querer estudiar el mundo de los militares.[14]
De
esta manera, la problemática que pretendemos desarrollar en esta investigación
involucra este proceso de comprensión del fenómeno de la guerra desde estas
variantes más amplias y diversas que tienen las nuevas posturas, en donde los
enfoques y la interdisciplinariedad son puntos clave en la comprensión de los
estudios. De esta manera, veremos también como se ha tratado el fenómeno por
nuestra historiografía, cuáles serían esos recelos que reflejarían dicho sesgo
en cuanto al tema de la guerra y como es que, sin ninguna duda, es necesario
modificar dicha postura de agravio y conflicto hacia la misma, para tomarla
como un objeto de estudio tan válido como cualquier otro dentro del ámbito
académico universitario.
Producto
de esta discusión y las circunstancias presentadas, nuestra hipótesis plantea
que el estudio del fenómeno de la guerra en Chile en la actualidad está
condicionado por dos aprensiones: una de tipo metodológico que proviene desde
la Academia y otra de tipo político que es consecuencia de las posturas
ideológicas provenientes de la Dictadura Cívico-Militar (1973-1990). Ante lo
cual, proponemos un enfoque más amplio de perspectivas que permitan dejar atrás
dichas problemáticas e incorporar las nuevas metodologías que se han
desarrollado en los últimos años sobre estos estudios para poder posicionar las
investigaciones sobre la guerra como uno más de los diferentes objetos de
estudio que la historiografía chilena puede realizar.
En
síntesis, nuestro trabajo a nivel metodológico se expondrá de la siguiente
manera: en un primer punto expondremos la situación de prevalencia de los
relatos bélicos en Chile, sobre todo durante el siglo XIX y comienzos del XX y
su importante vínculo con la construcción de un ideal nacional. En el siguiente,
expondremos la primera gran aprensión, que tiene que ver con el aspecto
metodológico y la incorporación a la historiografía nacional de nuevas
perspectivas y enfoques, como el materialismo histórico y el estructuralismo. Finalmente,
en el último punto nos referiremos a la situación político-ideológica del
estudio de la guerra, el uso que de ella se dio en ciertos contextos
históricos, específicamente durante la dictadura militar y la situación de
aprensión que enfrentan los actuales investigadores para desarrollar estudios
sobre estas temáticas, producto de dichos procesos. Así también expondremos el
nuevo enfoque propuesto, las metodologías novedosas a incorporar a la temática,
así como también la necesidad de valorizar el estudio del fenómeno de la guerra
como un objeto abordable desde la Academia, desmarcándose, entonces, de dichas
aprensiones político-metodológicas expresadas anteriormente.
La prevalencia de los relatos bélicos en Chile y el vínculo
con la construcción de un ideal nacional
Desde
los inicios de la historiografía chilena, el fenómeno de la guerra fue
estudiado por diversos autores debido a su vinculación directa con el proceso
de formación del Estado-Nación. Del mismo modo, el siglo XIX fue para Chile un
siglo de guerras, por lo que no ha sido excepcional que prácticamente cada
generación de chilenos de este período se haya visto involucrada en alguno de
estos conflictos. Diego Barros Arana (1830-1907), los hermanos Miguel Luis
(1828-1888) y Gregorio Amunátegui (1830-1899), Benjamín Vicuña Mackenna
(1831-1886) (por mencionar a algunos de los más importantes), incorporaron a la
narrativa de sus obras, batallas, campañas, hechos de armas, etc. En el caso de
Barros Arana (para muchos, el padre la historiografía nacional), su Historia general de Chile, menciona una
gran cantidad de hechos bélicos, que abordan desde el descubrimiento y
conquista de Chile y hasta la batalla de Lircay (1830). Metodológicamente
hablando, la propuesta investigativa de estos autores, involucraba una fuerte y
unívoca relación con el documento, ya que consideraban como único punto de
exégesis, la descripción y el relato de los hechos, con el único sentido de
“contar las cosas tal como acontecieron”, que planteara Ranke.
Ahora
bien, la propuesta historiográfica decimonónica sentó las bases de lo que
sería, a posteriori, la idea y la valorización de los relatos sobre temáticas
bélicas en Chile. Con un enfoque muy nacional, narrativo y romántico (sobre
todo en el caso de Vicuña Mackenna), se buscaba crear a través de “piezas de
batalla” la identidad de un pueblo que lograba zafarse de “las garras de la
tiranía hispánica”, para buscar su futuro destino de progreso y avances, o en
las luchas contra otros pueblos, como durante la Guerra del Pacífico.
Los
historiadores del periodo expusieron constantemente la fortaleza de dicha
identidad nacional en el campo de batalla, donde los grandes hombres guiados
por su patriotismo obtienen heroicas victorias.
Un
claro ejemplo de una pieza de batalla, construcción histórica que según Keegan
nace con Heródoto, “pero es aún más antigua su presencia en mitos y sagas”[15] se encuentra en la
narración que dejó Gonzalo Bulnes, historiador de principios del siglo XX, con
respecto a la toma del Morro de Arica:
Cuando los soldados del Regimiento N°4 tomaron posesión del recinto
amurallado de fuerte Este, se oyó un grito, que no se sabe quién lo dio ni de
donde partió: Al Morro, muchachos! La tropa, olvidándose de la orden recibida
que era esperar al Buin, se precipitó por el sendero fortificado que conducía a
aquel punto, uniéndosele en el camino soldados del 3° que en esos momentos
triunfaban de la resistencia del Ciudadela. El suelo estaba sembrado de minas
automáticas i a medida que avanzaban los soldados cuidaban de saltar sobre los
puntos en que se notaba que el suelo había sido removido por temor de pisar un
fulminante. Así llegaron a las primeras trincheras colocadas en elevación,
habiendo pasado bajo los fuegos la línea ondulada que las precedía, en medio de
una lluvia de balas, i ora con sus fusiles, ora a la bayoneta las fueron
forzando todas, una tras otra, i así caminando sobre cadáveres i heridos
llegaron a las puertas del Morro, en cuya plazoleta ondeaba la última bandera
del Perú.[16]
Esta
misma perspectiva, como veremos, muchas veces sin plantearse más problemas que
la identidad nacional y su relato, es lo que precisamente generará el primer
ataque hacia esa concepción desde las nuevas corrientes historiográficas, las
cuales ya sea por su orientación política o bien sus propuestas metodológicas,
desdeñaran ese relato romántico por considerarlo obsoleto. Situación contraria
a la que, como veremos, tendrán las corrientes políticas más conservadoras, que
verán en el estudio de lo bélico y su heroísmo patriótico la verdadera
identidad nacional, que les permitirá sustentar sus propuestas ideológicas y
acciones políticas.
La incorporación a la historiografía nacional de nuevas
perspectivas y enfoques: el materialismo histórico y el estructuralismo.
Con
el devenir del siglo XX y la evolución dentro del campo historiográfico, nuevas
perspectivas se incorporaron a la propuesta metodológica. La irrupción de los
novedosos enfoques provenientes de los Annales
d' histoire économique et sociale de Marc Bloch y Lucien Fevbre ampliaron
el estudio de los procesos históricos, abarcando más allá del mero relato
institucional patriótico del XIX. Si bien existen indicios de que la crítica al
relato tradicional decimonónico ya se estaba realizando fuertemente en Europa
desde el último cuarto del siglo XIX, principalmente desde la óptica académica
de otras disciplinas sociales como la economía y la sociología, por mencionar
algunas[17], en el campo de la
historiografía no logra asentarse hasta la publicación de Annales, en la década
de los veinte. Esto penetró en el pensamiento de los historiadores chilenos
desde mediados del siglo y orientó los estudios historiográficos a alejarse del
fenómeno de la guerra. Es así como surgen autores cuyos textos se refieren a
“los grandes procesos sociales”, en los cuales la guerra es referida como un
aspecto meramente coyuntural. Dentro de este grupo, encontramos a grandes
investigadores del siglo XX, que incluso podemos considerar ya como verdaderos
clásicos en diferentes temáticas, tal es el caso de Mario Góngora (1915-1985),
Rolando Mellafe (1929-1995), Sergio Villalobos (1930), etc. Y, para nuestros
efectos, el más relevante de todos ellos por ser una suerte de excepción a la
regla en lo relativo al estudio de la guerra, Álvaro Jara (1923-1998).
Jara,
en su texto Guerra y Sociedad en Chile.
La transformación de la Guerra de Arauco y la esclavitud de los indios[18], señala la intrínseca
relación entre la guerra y la sociedad hispana hacia el final del S. XVI y comienzos
del S. XVII. Su análisis revela la importancia de exponer las características
de los contingentes enfrentados durante el proceso de la conquista, en donde, a
través de su propuesta es posible explicar las formas de hacer y justificar la
guerra en ambos frentes (lo que significaba la esclavitud de los indígenas para
los conquistadores, por ejemplo). Finalmente, también permite exponer en un
contexto mucho más amplio, la expresión y continuidad de esta guerra que
generaría indicios de lo que podríamos llamar una sociedad proto-nacional
chilena. En síntesis, según sus propias palabras: “Una idea central nos ha
guiado: las formas bélicas no pueden ser ajenas al devenir del resto de la
realidad histórica.”[19]
En
este marco, al igual que en el resto del mundo occidental, irrumpe también el
materialismo histórico que desde la Academia busca “voltear” la propuesta
institucional tradicional anterior, o sea del siglo XIX, focalizando como único
sujeto histórico al pueblo y sus avatares en conjunto, cuyo principal sustento
metodológico se asocia intrínsecamente a la relación entre economía y política.
De esta manera, los conflictos bélicos se explican básicamente como la
consecuencia de los manejos de las élites en su búsqueda del empoderamiento
económico y las armas políticas y bélicas que permiten conseguir tal objetivo.
Entre
los historiadores que se pueden asociar a esta corriente están, por ejemplo:
Julio César Jobet (1912-1980), Luis Vitale Cometa (1927-2010) o Hernán Ramírez
Necochea (1917-1979), los cuales se pueden considerar como los más conocidos
exponentes de dicha propuesta metodológica en Chile. Si tomamos el caso de
Hernán Ramírez Necochea, en su texto Balmaceda
y la Contrarrevolución de 1891, podemos encontrar el siguiente análisis con
respecto a la situación de las causas de la guerra civil de 1891:
La guerra civil no fue un fenómeno de improvisado carácter, sino el
resultado de la evolución experimentada por nuestra vida institucional «desde
una época muy anterior al recuerdo de los más viejos políticos contemporáneos y
a la que vinieron a servir, sin quererlo hasta las encontradas ambiciones e
intereses de los hombres». Su estallido no fue, por tanto, sino la culminación
violenta de un proceso determinado por dos órdenes de fuerzas: el liberalismo
por una parte, y las aspiraciones políticas de la aristocracia, por otra.[20]
Como
podemos ver en este análisis, las causas y el desarrollo de un contexto de
guerra se explican por asuntos de larga data, tales como el modelo de
enriquecimiento de las elites y su forma de concebir el aparato burocrático
como parte de sus intereses de clase, utilizando para esto la clásica
metodología marxista. De manera que el relato bélico y su narrativa se pierde y
se subsume en el verdadero objetivo del historiador, es decir, no tanto el
“contar” o “narrar” lo que pasó, sino explicar el “como” y “porqué” pasó. Dando
paso a una exégesis mucho más profunda que en la anterior iniciativa, donde
vimos que el sentido de contar el hecho dramático de la “pieza de batalla”, es
primordial. En síntesis, el fenómeno de la guerra visto desde ambos focos
epistemológicos quedó relegado a un aspecto coyuntural explicable por factores
más trascendentales, tales como la economía, la política, la cultura y la
sociedad. Sin embargo, los procesos políticos y el devenir histórico del país,
marcarían una revitalización y una reorientación ideológica del fenómeno.
La situación político-ideológica del estudio de la
guerra: la Dictadura Militar y la situación de aprensión que enfrentaron y
enfrentan los actuales investigadores.
Producto
de la inestabilidad política y la polarización que generó en la sociedad
chilena el gobierno de Salvador Allende, las agrupaciones conservadoras
resolvieron instalarse en el poder de manera violenta, utilizando a las fuerzas
armadas como brazo ejecutor. Para legitimar su actuar, estas últimas buscaron
generar un relato acorde a sus intereses políticos, que fuera proclive al
proceso de “re-estructuración nacional” impuesto desde su óptica ideológica.
Es
así como, desde los primeros años de dictadura militar chilena (1973-1990)
podemos apreciar una fuerte revitalización de los relatos decimonónicos,
basados en una estructura tradicional nacionalista que buscó potenciar el ideal
patriótico y oponer dicho espacio ideológico al internacionalismo marxista,
conducta que además es coherente con el contexto mundial de la Guerra Fría, en
el que sucedieron estos acontecimientos.
Así,
la historiografía tradicional que en los años anteriores había sido relegada
por las nuevas tendencias foráneas, experimentó un fuerte auge propugnado
directamente desde el régimen militar, que buscaba convertirla en la historia
institucional oficial. Explica Julio Pinto: “Por su parte, el régimen militar
no fue reacio a legitimar su proyecto, a la postre refundacional, echando mano
al legado historiográfico e histórico.”[21] Dicha propuesta
ideológica se sustentaba en un macizo control estatal de las instituciones,
obviando las libertades civiles, en desmedro de la imposición abierta y
flagrante de un cierto «orden nacional trascendente desde los albores del
nacimiento de la patria», en el cual los relatos militares y las gestas
heroicas eran determinantes. Al respecto, cabe mencionar como ejemplo la
publicación de la Historia del Ejército
de Chile, durante la década de los años ochenta. Esta obra plantea la tesis
del ejército como creador de la nación chilena, basándose en su trascendencia
institucional y cultural desde el dominio español hasta la intervención
política de 1973. De esta premisa es posible inferir que los autores consideraron
a la institución castrense nacional no solo como depositaria de la identidad
nacional, sino también como fundadora de la patria, en vista de que, en cada
proceso histórico relevante, la intervención de los militares aparece como
decisiva.[22]
Del mismo modo, durante esos años y con motivo del aniversario del centenario
de la Guerra del Pacífico, la dictadura cívico-militar reeditó obras alusivas,
como la Guerra del Pacifico[23] de Gonzalo Bulnes o el Boletín de la Guerra del Pacífico[24], publicación editada por
el Gobierno de Chile para compilar la información obtenida durante el curso de
esta guerra.
Claramente,
esta situación de búsqueda de una historia oficial proclive al ideal político
de los militares golpistas, tuvo más que un constructo orientado hacia la
Academia y al mundo de los investigadores profesionales (que pasaron, la gran
mayoría producto de su filiación política, a ser enemigos del régimen), más
bien un enfoque muy claro de didáctica, difusión histórica y concientización de
la población a través de numerosas publicaciones relacionadas con efemérides
militares o bien con personalidades históricas que se orientaban hacia el
control del poder estatal de una forma autoritaria, siendo el mayor ejemplo de
esta premisa el rescate de la figura de Portales. De esta manera, en diferentes
periódicos, revistas e incluso utilizando los propios medios que tenía el
ejército para hacer su promoción, fueron incontables las publicaciones
orientadas hacia la población. Ponemos, por ejemplo, en este caso, a militares
como Manuel Reyno, el cual además de participar en la redacción de la Historia
del Ejército de Chile, realizó trabajos de difusión como facsímiles semanales
en el periódico “la Nación”, en donde se publicó la serie Próceres de Chile[25] en la cual se plasmaba
claramente esa visión tradicional del héroe romántico y heroico, tan propia del
siglo XIX. Otro ejemplo sería el texto Una epopeya inmortal. Homenaje del Ejército
y la juventud de Chile a los héroes de la Concepción (9-10 de julio de 1882),
de Jorge Inostrosa (1919-1975), texto que si bien es de 1974, tuvo diversas
reediciones, en donde la mayor cantidad se produjo en 1982, con motivo del
centenario de dicha batalla. Siguiendo este punto, la reedición de textos
literarios como el Adiós al séptimo de
línea, también de Inostrosa en formato cómic[26], buscaban la difusión
pedagógica del ideal tradicional, heroico y romántico que buscaba instalar la
dictadura en la juventud. Finalmente, se sabe también que la dictadura rescató
y puso en consideración como parte de sus aspectos educativos, la obra de
Encina y su continuador, Leopoldo Castedo (1915-1999)[27], que buscaban ser
utilizadas en las aulas escolares por los profesores de la época. Sin ir más
lejos, podemos hacer el vínculo entre este ideal político-ideológico promovido
por la dictadura y los relatos bélicos en cuestiones tan fundamentales para el
régimen como el Acto de Chacarillas en
1977, en donde Pinochet expone sus lineamientos políticos, económicos y
culturales, que buscan moldear a Chile a la usanza nacionalista y tradicional
que la dictadura requería para conseguir legitimidad política, pero también
para perpetuarse en el poder.[28] En el discurso expuesto
por Pinochet esa noche, se puede leer lo siguiente:
Hace muy poco, de nuevo el pueblo chileno supo reeditar durante tres años
de heroica lucha en contra de la inminente amenaza de totalitarismo comunista,
aquel supremo grito de guerra de la Batalla de la Concepción: “Los chilenos no
se rinden jamás”. Y cuando acudiendo al llamado angustioso de nuestra
ciudadanía, las Fuerzas Armadas y de Orden, decidieron actuar el 11 de
septiembre de 1973, nuevamente nuestra tierra fue regada por la sangre de
muchos de nuestros hombres, que cayeron luchando por la liberación de Chile.
Quedaba de este modo en evidencia que el temple de nuestra raza y la fibra
de nuestra nacionalidad para defender la dignidad o la soberanía de nuestra
patria no habían muerto ni podrían morir jamás, porque son valores morales que
se anidan en el alma misma de la chilenidad.[29]
Cabe,
entonces, hacerse la pregunta ¿y qué pasa con los textos escolares del período
en cuanto a la aproximación a la guerra y los actos heroicos?, ¿Qué tanto
reflejan ese pensamiento tradicional que buscó imponer la dictadura?, ¿Cómo y
que tanto permeó este discurso bélico reactualizado por la dictadura en la
población y, sobre todo, en la juventud de la época? Sin duda es una
investigación que queda abierta para nuevos investigadores interesados en estas
temáticas.
Entretanto,
los investigadores opositores al régimen cayeron en total descrédito, se les
proscribió de la docencia e investigación académica, fueron acallados o
exiliados. No obstante, esto permitió a algunos de ellos conocer nuevos
paradigmas y perspectivas historiográficas en universidades europeas y
norteamericanas que aún no habían permeado en la Academia chilena. Esta
situación de “ventaja” les permitió ampliar su campo de investigación y objeto
de estudio con las nuevas herramientas metodológicas aprendidas. Es el caso de
investigadores como Gabriel Salazar (1936), Leonardo León (1952) y Luis Ortega
(1950), entre otros, quienes conocieron nuevos paradigmas como “la Nueva
Historia Social” propuesta por E. P. Thompson[30], la cual era una
renovación de la propuesta historiográfica marxista.
A
causa de lo vivido y el uso indiscriminado de los relatos bélicos durante la
dictadura cívico-militar, además de sus propias vivencias personales (exilio,
prisión y tortura), es posible postular que estos investigadores obviaron y aun
desdeñaron el análisis del fenómeno de la guerra, condicionando su mención a
aspectos dentro de problemáticas sociales o culturales, haciendo irrelevante su
estudio dentro de dicha matriz historiográfica.
Por
lo expuesto, es explicable que el desdén de los estructuralistas por el
fenómeno de la guerra, también haya sido generalizado y determinante en la
publicación de sus trabajos. En este sentido, conjuntamente con los
neomarxistas, fortalecen la aprensión hacia los estudios militares y, en
particular, al estudio del fenómeno de la guerra. Situación que no se modificó
hasta bien entrada la última década del siglo XX y comienzos del siglo
XXI. Hay excepciones a esto como es el
excelente trabajo de Sergio Rodriguez Rautcher Problemática
del soldado durante la Guerra del Pacífico[31]. El cual fue
tremendamente innovador para la época al proponer un nuevo acercamiento acerca
de la situación del combatiente durante el conflicto. Sin embargo, pese a ser
un gran aporte, tuvo escaso impacto e influencia para la Academia en esos años,
situación que cambió años después.
Con el regreso de la democracia y el fin de
la dictadura cívico-militar, las nuevas tendencias historiográficas
provenientes del extranjero prevalecieron en las academias chilenas durante
años, prácticamente sin ningún contrapeso. No obstante, una cohorte de nuevos
investigadores que no experimentaron directamente el proceso de censura y
represión, volvieron a poner en valor el fenómeno de la guerra desde las más
distintas perspectivas historiográficas.
A comienzos de la primera década del siglo
XXI, es posible observar intentos más directos de buscar nuevas perspectivas de
estudio, ampliando la óptica y visión sobre las investigaciones relacionadas
con el fenómeno de la guerra. Esto lo podemos apreciar principalmente en el
estudio constante en Chile, casi obsesivo, acerca de la Guerra del Pacífico[32].Como
ejemplo, cabe mencionar La presencia de
la mujer chilena en la Guerra del Pacífico de Paz Larraín[33],
estudio focalizado en rastrear la presencia de la mujer chilena durante la guerra,
asunto que dadas las circunstancias culturales de la época, tampoco fue tratado
por los clásicos investigadores decimonónicos. También encontramos la
investigación de David Home: Los
huérfanos de la Guerra del Pacífico: el Asilo de la Patria, 1879-1885[34].
Obra que estudia una de las consecuencias humanas de este conflicto. Con
respecto a la apertura de temáticas, tenemos el ejemplo de Alejandro San
Francisco, con el texto La Guerra Civil
de 1891[35].
Todos los autores mencionados han buscado nuevas maneras de estudiar las
guerras, pero muchas veces no profundizan sobre el fenómeno guerra en sí mismo,
en su especificidad, sino tomándolo como un contexto temporal para el estudio
que ellos enfocan y desarrollan en mayor profundidad.
Ya a partir de la segunda década del siglo
XXI existe un mayor esfuerzo por estudiar temas afines al fenómeno de la
guerra, tanto desde la Academia como de la institucionalidad castrense. En
obras como: La Guerra contra la
Confederación. Imaginario nacionalista y memoria colectiva en el siglo XIX
chileno de Gabriel Cid[36],
Chile Contra la Confederación. La Guerra
en Provincias: 1836 – 1839[37]
de Gonzalo Serrano, los Veteranos de la
Guerra del Pacifico de Carlos Méndez Notari[38],La Guerra en Cautiverio de Patricio
Ibarra[39],
o el texto de Chaupis y Tapia La Guerra Del Pacífico 1879-1884. Ampliando
las miradas en la historiografía chileno peruana[40]se
puede apreciar un esfuerzo interesante por innovar en lo que respecta a la
guerra, desde distintas miradas, acercándose desde lo político, lo social, lo
cultural e inclusive desde las emociones, un tema en el que pocos autores
intervienen debido a su complejidad[41].
Como exponemos, todos estos trabajos
evidencian el esfuerzo de los nuevos miembros de la Academia, por abordar desde
otros ángulos los conocidos procesos relacionados con la guerra, principalmente
con la ya sabida Guerra del Pacífico.
Sin embargo, consideramos que se hace
imperativo aunar criterios y profundizar en el estudio de autores internacionales,
sobre todo del mundo anglosajón, respecto al estudio de lo bélico. Los cuales
no han sido conocidos y valorizados por parte de la Academia debido a la
aprensión existente en torno al fenómeno de la guerra. Autores como el propio
Keegan, Roberts, Geoffrey Parker, Jeremy Black, Peter Paret, Victor Davis Hanson
entre otros, no son mencionados, o al menos no se ven sus aportes en muchas de
estas investigaciones, puesto que en lo que se refiere al “relato de la
guerra”, muchas veces continuamos viendo las “piezas de batalla” que señaló Keegan.
Son pocos los que conocen las corrientes que se generan, las grandes teorías
referentes a la revolución hoplita o la revolución militar, y las miradas con
que esos enfoques están actualizando las perspectivas[42].
Respecto a la institución castrense, con ese
espíritu de cuerpo que la caracteriza, al regresar la democracia tendió a
cerrar filas frente al relato tradicional, considerándolo como el único válido,
ante la situación de cuestionamiento político que se vivía a inicios de 1970 y
que lo llevó al poder durante más de quince años. De esta manera, y en vista de
sus premisas político-ideológicas, se puede entender por qué ellos consideran
que son los depositarios de un único sentir nacional y unificador. Sergio
Villalobos lo definió como sigue:
En las Fuerzas Armadas y Carabineros se cultiva una
ideología que tiende a valorizar el estamento. Se consideran reserva moral de
la nación y declaran en forma emotiva su devoción por la patria. Utilizan la
historia de manera unilateral y discutible para realzar su mérito.
De este modo se ha formado una ideología, que por su
relativo aislamiento es una subcultura dentro de la nación. Las consecuencias
se reflejan en la confrontación ideológica y sus repercusiones políticas, con
el agregado de que la doctrina de la Seguridad Nacional lleva a las fuerzas
armadas y Carabineros a preocuparse de muchos aspectos de la vida nacional.[43]
Producto de esta situación que expone
Villalobos, es posible afirmar, con cierta propiedad, que las investigaciones
sobre guerra desde la óptica de los militares continúan asociadas a ese relato
tradicional decimonónico, las cuales refieren un fuerte contenido mítico y
romántico en el cual el “ideal nacional” se fragua en los campos de batalla. O
bien, se realiza el estudio técnico, los movimientos de tropas, la logística,
el adiestramiento, etc. El soldado como tal se pierde del objeto de estudio, es
parte de una maquinaria que impulsa el estado a través de la institución
castrense y que es posible medir y cuantificar. Se vuelve un relato netamente
de especialistas, con lo que, sin indicarlo abiertamente, excluye a los civiles
no entendidos en dichos preceptos, o bien, solo incorpora a civiles afines a
dicha materia, que claramente también comparten esa visión histórica e
ideológica del relato decimonónico.
Ahora bien, se han hecho intentos de parte de
la institución castrense por romper esa supuesta oposición entre los
historiadores profesionales, vinculados a la Academia y el mundo militar.
Ejemplos de esto lo tenemos en instituciones como la Academia de Historia
Militar, en la cual entre sus prerrogativas se establece el estudio más acabado
de los fenómenos bélicos en comunión con la participación de civiles y presenta
dichas investigaciones a través de publicaciones como su Anuario, entre otras
actividades. Sin embargo, producto de la filiación ideológica-política en la
que surge y que aún parte de la sociedad y la Academia asocia a los años de la
dictadura, son aún pocos los investigadores del mundo universitario, sobre todo
a nivel de instituciones estatales que quieren participar en sus propuestas,
siendo en su mayoría afines o bien cercanos al pensamiento tradicional que la
dictadura impulsó en sus años de control político. Así mismo, ejemplos de esta
vinculación ideológica y su correlato tradicionalista lo encontramos en ciertas
publicaciones de algunas editoriales, en donde los principales autores que ahí
exponen mantienen esa narración sin grandes modificaciones, presentando como
novedad la incorporación de nuevas fuentes o bien testimonios que habrían sido
pasados por alto en la historiografía. Pero,
más allá de generar una exégesis sobre el conflicto, utilizando los nuevos
datos como punto de planteamiento de una reinterpretación o bien de una nueva
propuesta sobre el desarrollo del conflicto, solo se limitan a enriquecer el
relato tradicional, volviéndolo más emotivo, dramático y sugerente. Sin
embargo, poco problematizante, dado el potencial que tiene este ámbito de la
disciplina.
Pero indicar que esta aprensión solo tiene
ese componente ideológico sería ser demasiado reduccionistas. Las trazas
dejadas por el problema indicado con la llegada de las metodologías
historiográficas del siglo XX aún se mantienen. Para parte de la Academia, las
guerras, batallas y sus consecuencias siguen siendo vistas como componentes
propios de un relato decimonónico fuertemente relacionado al Estado-Nación.
Además de esto, hemos de mencionar la escasa
apertura que existe hacia la investigación de otras guerras y conflictos que se
provocaron en nuestro país y que están muy poco estudiadas o bien, tocadas de
manera tangencial en desmedro de objetos de estudio más relevantes. Por
mencionar algunos, los estudios sobre la guerra que se provoca por la ocupación
de la Araucanía al territorio estatal chileno, la misma “Guerra de Arauco”, las
revoluciones de 1829, 1851, 1859, la “Guerra Civil de 1891”, la “Guerra a
Muerte”, etc. Todas ellas (algunas más que otras) han sido muy poco estudiadas
en sí mismas, vistas siempre como parte de los grandes procesos.
Esto claramente tiene un tinte ideológico, ya
que, al parecer, para la mayoría de los investigadores de estos temas, importa
solo o la Independencia o bien la llamada Guerra del Pacífico. Se puede
entender que tiene un sentido político, puesto que ambas guerras podrían tener
consecuencias a posteriori trascendentales, como lo es la formación del
Estado-Nación al separarse del imperio hispánico, o bien la actual situación de
frontera con los vecinos países de Perú y Bolivia.
Hemos de recalcar este último punto, puesto
que a pesar de los esfuerzos que se realizan con el fin de mejorar y ampliar la
comprensión del fenómeno, no se hacen con base en los desarrollos que la
historiografía militar de los últimos tiempos ha realizado, puesto que como
hemos podido apreciar, parte de la Academia piensa que estudiar la guerra en sí
misma es más bien un estudio vinculado necesariamente a los profesionales de la
guerra, lo que coarta instantáneamente sus apreciaciones sobre las acciones
bélicas y, por consiguiente, se pierde un enorme campo de estudio y comprensión
que se puede explorar sin ningún problema, teniendo ya ésta matriz teórica de
fondo.
Pero abrir este enfoque no solo refiere a las
guerras en nuestro país. ¿Es que acaso un investigador chileno no puede
estudiar otras guerras? ¿No es posible participar en los debates
historiográficos que se están dando en nuestro tiempo sobre cómo debemos los
historiadores de los hechos bélicos enfrentarnos a nuestro objeto de estudio,
es decir, a la guerra? ¿Por qué solo debemos enfocarnos en el relato de la
nación? Generalmente la respuesta llega desde el ámbito de lo más básico: la
carencia de fuentes respectivas. Pero, ¿y solo debemos ocupar como fuente los
legajos del archivo?, ¿es que acaso no hay más fuentes? E incluso, en los
tiempos actuales, ¿es posible ver el oficio del historiador sin la debida
interdisciplinariedad, de la que ya hablaban Bloch y Febvre en Annales?
Finalmente, indicar entonces, que estas
aprensiones que existen en nuestro país sobre el estudio de la guerra tienen
componentes que pueden ser rastreados desde diferentes ópticas, tanto
metodológicas como ideológicas, que aún no logran ser del todo superadas,
puesto que aún existen aspectos que trascienden en las investigaciones que
están siendo publicadas en la actualidad. Ha habido avances, hay que ser justo
en eso, pero es imperativo que los estudios sobre la guerra y los conflictos
sean reconsiderados, revalorizados y apreciados por los investigadores debido a
su importancia en el devenir de los pueblos y su historia, pero para ello éstos
deben dejar de lado las aprensiones partidistas e ideológicas. El estudio de la
guerra pertenece a todos los historiadores, no solo a un pequeño grupo. De esta
manera, podemos profundizar mejor lo expuesto por el ya mencionado Jara:“(…)una
idea central nos ha guiado: las formas bélicas no pueden ser ajenas al devenir
del resto de la realidad histórica.”[44]O bien si lo preferimos,
en la misma línea, lo que menciona el autor Alejandro Rabinovich: “(…) Cada
pueblo lucha de la manera que le corresponde y, si desea cambiar su forma de
combatir, deberá transformarse a su vez.”[45]
Conclusiones:
Como
hemos podido apreciar el fenómeno de la guerra ha sido estudiado desde los
inicios de la historiografía. Con la profesionalización de la disciplina
durante el siglo XIX, el estudio de lo bélico se asoció muy fuertemente con el
pasado oficial institucional y nacional, lo que la cargó de un enorme sesgo
narrativo y romántico de la cual fue muy difícil desligarse.
La
llegada de nuevas corrientes de interpretación y metodología, como Annales, el
materialismo histórico, entre otras, si bien fueron realizando poco a poco una
apertura de temáticas y enfoques a nivel de historiografía, no tomaron en real
dimensión los estudios relacionados a la guerra, considerándolos más bien un
aspecto supeditado a los grandes procesos, que se podrían explicar dentro de un
contexto de relaciones causales e interpretativas mucho más complejas, lo cual
convirtió a lo bélico en un resabio de lo estudiable en la “larga duración”.
Ahora
bien, dicho proceso de asimilación y crítica fue bastante complejo y largo,
precisamente por dicha carga que la condicionaba, siendo posible solo hasta la
década del setenta, con la publicación del texto de Keegan, que fue uno de los
primeros que intentó ampliar el espectro de las investigaciones sobre temáticas
de guerra. De ahí en adelante, la apertura fue haciéndose una posibilidad mucho
más concreta, pasando de ser un cambio de enfoque desde “los generales hacia
los soldados”, para llegar a interpretar campos mucho más complejos, como las
relaciones entre las sociedades, las consecuencias directas e indirectas en la
cultura de los pueblos en guerra, las problemáticas de los combatientes y sus
familias, el trauma generado a nivel histórico y político en dichos procesos,
etc. Se terminó involucrando muchos más elementos que el mero hecho bélico, más
propio de las instituciones, para trasladarlo hacia un prisma de análisis y
comprensión de mucha mayor complejidad. Sin embargo, dicho cambio no ha sido
sencillo.
Como
ya hemos indicado anteriormente, el proceso de apertura se desarrolló muy lentamente,
y en muchos lugares aún los estudios sobre lo militar y sus consecuencias
siguen siendo vistas, desde algunos sectores de la academia y la universidad
como elementos arcaizantes, cercanos a posturas ideológicas anquilosadas y
promotoras de la violencia, lo que la ha llevado a caer en descréditos
constantes, muy prejuiciados y poco entendidos de quienes esgrimen dichas
conjeturas.
En
Chile la situación no ha sido muy distinta. La temática bélica estuvo muy
asociada al discurso oficial de la construcción de la nueva nación, en donde el
recurso de los temas alusivos a guerras y conflictos siempre tuvo el mismo
sentido: crear la idea de pertenencia hacia el Estado y su correlación directa
con la idea del sacrificio, la valentía y la heroicidad requerida por parte de
los ciudadanos para la mantención del ideal patriótico. Esta situación se
mantuvo a la llegada de las nuevas corrientes historiográficas que mencionamos
anteriormente, las cuales vislumbraron los estudios sobre lo bélico como
coyunturas que se podrían incorporar a los grandes procesos, en donde la guerra
pasó a ser otro de los elementos que componían un relato mucho más transversal,
el cual podría ser más explicativo y complejo. Esta situación es la que
referimos como la primera aprensión sobre la temática: el aspecto metodológico.
La
siguiente aprensión tuvo un sentido más ideológico. La situación política
nacional que desencadenó la irrupción de la dictadura cívico-militar, en la
década de los setenta, trajo consigo una revalorización y resignificación del
relato histórico tradicional, y con ello las historias sobre la guerra, el
heroísmo y la nación volvieron a estar en la palestra de un gobierno ilegítimo,
que buscaba por medio del desarrollo de este tipo de acciones aunar voluntades
de la población hacia su proyecto ideológico, sobre todo orientado hacia la
población más joven, ya que fue en las escuelas donde mayormente se impulsó
este tipo de relato.
Con
la caída del régimen y la nueva institucionalidad pactada, la historiografía
militar quedó anquilosada a un sector político e ideológico claro, muy cercano
a la figura de Pinochet y su legado, lo cual influyó directamente en la
valorización que la Academia realizó sobre estos estudios. Solo a comienzos del
siglo XXI, con una generación de nuevos investigadores, es que se ha buscado
renovar estas premisas, ampliar las perspectivas de análisis y, sobre todo,
cambiar la mala fama que estas investigaciones han tenido, producto de su
contexto ideológico-político, en el último tiempo.
Esta
situación, sin embargo, como hemos visto, ha vuelto a quedar posicionada en las
aprensiones que hemos referido. Esto lo apreciamos no en cosas de tipo
ideológico-político (como podría pensarse), sino en lo que refiere a los
aspectos de metodología y las temáticas a tratar. Se sigue dando más relevancia
a conflictos bélicos específicos, como son el proceso de Independencia
(1810-1823) o bien la Guerra del Pacífico (1879-1883), en donde abundan
multiplicidad de autores y textos, con pocos cambios en lo que refiere al
tratamiento de las fuentes y, finalmente, con pocas novedades en lo que refiere
a salir de la historia relato, muchas veces más bien reforzando dichos tropos
literarios. Por otra parte, si bien se pretende una mayor apertura desde las
instituciones militares, sus contribuciones siguen estando muy ligadas a
aspectos técnicos y operacionales, sumamente descriptivos y también poco afines
a la crítica, lo que ha repercutido en el poco impacto que dichas publicaciones
tienen a nivel académico. Un debate como tal, dentro de los investigadores que
nos dedicamos a estos temas no se ha dado, lo que genera que muchas veces se
confundan cosas, se tome el fenómeno de la guerra como un elemento más bien
anexo, o bien complementario, quitando con eso mucho de las mayores fortalezas
que se pueden observar en el desarrollo de los nuevos análisis que ese están
realizando.
En
Chile los estudiosos civiles que se dedican a este tipo de investigaciones
muchas veces carecen de los elementos que entrega metodológicamente la propia
historiografía militar, sobre todo a nivel conceptual como es, por ejemplo, la
noción de “pieza de batalla”, que tan agudamente esbozó Keegan en su texto, por
mencionar un elemento. La situación tampoco es muy diferente en el contexto
castrense, puesto que, si bien conocen la bibliografía, pocas veces utilizan
dichos textos para generar una mayor hermenéutica, y prefieren mantener el
relato decimonónico que, por cierto, se ajusta muy bien dentro de la
legitimidad de la conformación de su espíritu de cuerpo institucional.
De esta manera, se está aún muy ajeno a los grandes
cambios que a nivel de esta historiografía se han dado en general. A nivel
latinoamericano, ya se están viendo los aportes que se pueden asociar, por
ejemplo, a la necesaria apertura de enfoques que refiere la situación
interdisciplinar. Un ejemplo claro son los trabajos del profesor mexicano Marco
Cervera, quién a través de sus investigaciones sobre la guerra en Mesoamérica,
ha cambiado por completo la percepción sobre la guerra en dicha región desde un
acto con características más bien rituales por algo mucho más práctico y
concreto: asociar la guerra y la violencia como un aspecto de dominación y
conquista, lo cual hasta hace unos años, era impensable por algunos autores.
Este es un claro ejemplo. Por otro lado, tenemos el cambio conceptual. ¿Es
correcto seguir hablando de historia militar, como tal, en vista de la apertura
que existe en la actualidad en lo que respecta a la forma de tratamiento de las
fuentes?, ¿debemos solo hablar de la institución castrense?, ¿no sería mejor
ampliar conceptualmente la temática, asociando las acciones de los militares
con la realidad civil, social, cultural, etc.? En síntesis, ¿por qué no mejor,
hablar de historia de la guerra y hacer con mayor profundidad estas
investigaciones, comprendiendo el hecho histórico-bélico con la complejidad que
en su conjunto se requiere? Algunos investigadores ya están entrando en esa
discusión a nivel iberoamericano. Por citar dos ejemplos, en España, David
Alegre y en Argentina, Alejandro Rabinovich. Del primero, podemos destacar su
contribución en los nuevos enfoques historiográficos con publicaciones como la
Revista Universitaria de Historia Militar (RUHM), de la cual es fundador y
coeditor, así como también textos tales como: “La Batalla de Teruel” y su más reciente trabajo, en coautoría con
Javier Rodrigo, “Comunidades
rotas: Una historia global de las guerras civiles, 1917-2017”[46], sin
contar multiplicidad de artículos y presentaciones académicas, además de su
labor investigativa y docente[47]. Del autor argentino,
podemos referir textos como: “Anatomía del pánico: La
batalla de Huaqui, o la derrota de la Revolución (1811)”[48] y Ser soldado en las guerras de independencia. La experiencia cotidiana
de la tropa en el Río de la Plata, 1810-1824, mencionados anteriormente, y
sin contar también con gran cantidad de artículos y presentaciones académicas,
además de desempeñarse en labores de docencia e investigación[49].
Ambos autores, si bien tienen contextos de
investigaciones distintos, promueven este cambio de enfoque y apertura de temas
en las investigaciones sobre las guerras y, sin duda, que influyeron en los
redactores de la presente investigación.
En
síntesis, nuestro país aún tiene una deuda grande con su pasado en lo que
respecta al estudio de las guerras. Existe un enorme bagaje de temáticas a
analizar que están ahí, muy presentes y que están casi sin explorar por mucho
tiempo. La apertura de enfoques, el cambio interdisciplinar, el tratamiento más
amplio de las fuentes, entre otros principios que podemos comprender dentro de
la renovación que significa la historiografía de la guerra, sin duda que pueden
aportar muchísimo a este tipo de temáticas, generar mayor debate, discusión y
crítica académica de estos hechos, que tan necesario es en los tiempos que
corren. Estamos en la coyuntura precisa para salir de los viejos modelos y
comenzar con una nueva forma de comprender nuestro pasado. Lo importante ahora
es iniciar dicho camino. Veamos que nos depara en el futuro ese gran cambio.
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*Licenciado y Magíster en
Historia por la Universidad de Valparaíso, Chile. Investigador independiente.
**Licenciado en Historia por la
Universidad de Valparaíso, Chile. Magíster en Historia por la UNAM, México.
Actualmente realiza cursos en la Universidad Diego Portales y Universidad
Andrés Bello (Chile).
[1]Hemos de indicar
encarecidamente, que el objetivo de nuestra investigación no gira en torno a un
estudio relacionado a la violencia política ejercida durante esos años, sino
que se centra en los aspectos netamente historiográficos y sus principales
autores. Sobre violencia política durante el período puede revisarse:
Arancibia, P. (2001). Los orígenes de la
violencia política en Chile. 1960-1973. Santiago: Libertad y
Desarrollo/Universidad Finis Terrae, Goicovic, I. (2010). “Transición y violencia,
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59-86). Madrid., Goicovic, I. (2014) “Temas y debates en la historia de la
violencia política en Chile”. Contenciosa.
3. (pp. 1-16). Santa Fe. y Gonzalo, D. (2013) “El debate historiográfico y
político sobre los orígenes de la violencia política en la historia reciente de
Chile (1960-1990)”. Sociedad y Discurso. n°23.
(pp.104-125). Aalborg.
[2]Hanson, V. D. (2011). Guerra, el origen de todo. Madrid:
Editorial Turner.
[3]Borreguero,C.
(2016). “La historia militar en el contexto de las nuevas
corrientes historiográficas. Una aproximación”. Manuscrits: Revista d' història moderna vol. 34(pp.145-176). Barcelona.
[4]Keegan, J.
(2013)[1976].El rostro de la batalla.
Madrid: Editorial Turner.
[5]Borreguero, C.“La historia militar en el contexto de las nuevas
corrientes historiográficas. Una aproximación”,op. Cit., p.153.
[6]Aurell, J. (2005). La escritura de la memoria. De los
positivismos a los posmodernismos. Valencia: Ediciones de la Universidad de
Valencia, p.95.
[7]Ver: Hanson,V. D.Guerra, el origen de todo, op. Cit. y Losada, J. C. (2014).De la honda a los drones. La Guerra como
motor de la historia. Barcelona: Editorial Pasado & Presente.
[8]Kosselleck, R. (2012). Historias de conceptos. Estudios sobre
semántica y pragmática del lenguaje político y social. Madrid: Editorial
Trotta, p.223.
[9]Von Clausewitz, C. (2008). Onwar. Princeton: Princeton
UniversityPress.
[10]Kant, I. (2012). Sobre la paz perpetua. Madrid: Editorial Akal.
[11]Hanson, V. D.Guerra, el origen de todo, op.
Cit., pp.9-10.
[12]Al respecto, véanse
los siguientes artículos y obras de los autores: Alegre, D. (2018). ”Nuevos y
viejos campos para el estudio de la Guerra a lo largo del siglo XX: un motor de
innovación historiográfica”. Hispania
Nova. Revista de Historia Contemporánea n°18. Madrid; Alegre, D. (2018). La batalla de Teruel. Guerra total en
España. Madrid: La esfera de los Libros; Rabinovich, A. (2013). Ser soldado en las guerras de independencia.
La experiencia cotidiana de la tropa en el Río de la Plata, 1810-1824.
Buenos Aires: Sudamericana; Rabinovich, A. (2017). Anatomía de pánico. La batalla de Huaqui o la derrota de la Revolución.
Buenos Aires: Sudamericana.
[13]Losada, J. C. De
la honda a los drones. La Guerra como motor de la historia,op. Cit.,p.16.
[14]Verbal, V.(2013). “La historia militar, rompiendo prejuicios”. Anuario de la Academia de Historia Militar n°27, p.133.
[15]Keegan, J.El rostro de la batalla,op. Cit.,p.17.
[16]Bulnes, G. (1914).Guerra del Pacífico.Valparaíso: Sociedad
Impresora y Litografía Universo. Tomo II, p.384.
[17]Burke, P. (1990).La Revolución historiográfica francesa: la escuela de los
“Annales”,1929-1984. Barcelona: Gedisa,pp.15-20.
[18]Jara, A. (1971).Guerra y Sociedad en Chile. La transformación de la Guerra de Arauco y
la esclavitud de los indios. Santiago: Editorial Universitaria.
[19]Ibíd, p.13.
[20]Ramírez Nechochea, H. (1958).Balmaceda y la Contrarrevolución de 1891.
Santiago: Editorial Universitaria, p.175.
[21]Pinto, J. y
Argudín, M. (Comps). (2006). Cien años de
propuestas y combates. La historiografía chilena durante el siglo XX.
Ciudad de México: Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco, p.23.
[22]VV.AA. (1980-1983).Historia del Ejército de Chile. Santiago: Estado Mayor del
Ejército, 9 Vols.
[23]Bulnes, G. (1979).Guerra de Pacífico. Santiago: Editorial del Pacífico.
[24]VV.AA. (1979).Boletín Guerra del Pacífico. Santiago: Andrés Bello.
[25]Reyno, M. (1985).Próceres de Chile. Santiago: La Nación.
[26]Inostrosa, J. (1974).Una epopeya inmortal. Homenaje del Ejército
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Santiago: Comando en Jefe del Ejército: Editora Nacional Gabriela Mistral.
[27]Encina, F. A. (1952).Historia de Chile, de la prehistoria hasta
1891. Santiago: Nascimento.
[28]Cavallo, A. Salazar, M. y Sepúlveda, O.
(2008).La historia oculta del régimen
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[29]Pinochet, A. (1977).Nueva institucionalidad en Chile: discursos de S.E. el Presidente de la
República General de Ejército D. Augusto Pinochet Ugarte. Santiago, sin
editorial.
[30]Thompson, E. P. (2012).
La formación de la Clase Obrera en Inglaterra. Madrid: Capitán Swing.
[31]Rodríguez Rautcher, S. (1986). Problemática del soldado durante la Guerra
del Pacífico. Edimpres Ltda.: Santiago.
[32]Uno de esos autores que no sigue el
estudio de lo bélico asociado a la Guerra del Pacífico es Hugo Contreras cuyas
investigaciones se enmarcan en relación al mundo colonial, la Guerra de Arauco
y el inicio del proceso de Independencia. Algunos de sus trabajos son: (2006).
“Las milicias de pardos y morenos libres de Santiago de Chile en el siglo
XVIII, 1760-1800”.Cuadernos de Historia
n° 25 (pp.93-117). Santiago; (2011a).“Artesanos
mulatos y soldados beneméritos. El Batallón de Infantes de la Patria en la
Guerra de Independencia de Chile, 1795-1820”. Revista Historia vol. 44 n°5(pp.51-89). Santiago; (2011b).“Una
enfermedad vieja y sin remedio: La deserción en el Ejército de la Frontera de
Chile”.Fronteras de la Historia vol.
16 n°2(pp.443-468).Bogotá;(2016). “Usos y abusos del fuero militar entre los
milicianos pardos de Santiago de Chile durante la segunda mitad del siglo XVIII:
un aporte documental”.Revista el Taller
de la Historia vol.8 n°8(pp.1657-3633).Cartagena de Indias;(2017). “Ser
leales y parecer decentes: milicias de castas e inserción social de los afrodescendiente.
Chile. 1675-1760”.Revista Tiempo
Histórico año 8 n°14(pp.129-155).Santiago.
[33]Larraín, P. (2002).La presencia de la mujer chilena en la Guerra del Pacífico.
Santiago: Universidad Gabriela Mistral.
[34]Home D.
(2006).Los huérfanos de la Guerra del
Pacífico: el Asilo de la Patria, 1879-1885. Santiago: Centro de
Investigaciones Diego Barros Arana. Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos
y LOM.
[35]San Francisco, A. (2007-2008).La guerra civil de 1891. Santiago:
Ediciones Centro de Estudios Bicentenario, 2 vols.
[36]Cid, G. (2011). La Guerra contra la
Confederación: imaginario nacionalista y memoria colectiva en el siglo XIX
chileno. Santiago: Editorial UDP.
[37]Serrano, G. (2017).Chile Contra la Confederación. La Guerra en Provincias: 1836 – 1839.
Santiago: Ril Editores.
[38]Méndez
Notari., C. (2009).Héroes del Silencio:
los veteranos de la Guerra del Pacífico (1884-1924). Santiago: Centro de
Estudios Bicentenario. Otra obra de este autor, que es una suerte de
continuación de este trabajo, es: MéndezNotari., C. (2013).Desierto de esperanzas: de la gloria al abandono. Los veteranos
chilenos y peruanos de la guerra del 79. Santiago: Centro de Estudios
Bicentenario.
[39]Ibarra,
P. (2017).La Guerra En Cautiverio: Los
Prisioneros De La Guerra Del Pacifico. Santiago: Legatum.
[40]Chaupis, J. y Tapia, C. (Eds.). (2018). La Guerra del Pacífico 1879-1884: ampliando
miradas en la historiografía chileno- peruana. Santiago: Legatum.
[41]González Puebla, C. (2019). “Cicatrices
en el alma. Las consecuencias emocionales de la experiencia bélica de los combatientes
chilenos de la Guerra del Pacífico (1879-1884)”.Revista de Historia vol. 26 n°1(pp.7-28). Concepción: Universidad
de Concepción.
[42]Llantén Quiroz, N. (2018). "Polibio y las razones de la victoria romana sobre
los reinos helenísticos: el rostro de la batalla en la antigüedad".Revista de Historia vol. 25 n°1(pp.89-111).Concepción:
Universidad de Concepción.
[43]Villalobos, S. (2002).Chile y su Historia. Santiago: Editorial
Universitaria, p.422.
[44]Jara, A. (1971).Guerra y Sociedad en Chile. La transformación de la Guerra de Arauco y
la esclavitud de los indios, op. Cit., p.13.
[45]Rabinovich.A. (2017). Anatomía de pánico. La batalla de Huaqui o la derrota de
la Revolución, op. Cit., p.12.
[46]Alegre, D. y, Rodrigo, J. (2019).Comunidades rotas: Una historia global de
las guerras civiles, 1917-2017.Barcelona: Galaxia Gutenberg.
[47]El doctor Alegre es profesor del
Departamento de Pedagogía de la Universitat de Girona y trabaja como
colaborador docente en el Máster de Filosofía para los Retos Contemporáneos de
la UniversitatOberta de Catalunya.
[48]Rabinovich.A. (2013). Ser soldado en las guerras de independencia.
La experiencia cotidiana de la tropa en el Río de la Plata, 1810-1824,
op.Cit.;(2017).
Anatomía de pánico. La batalla de
Huaqui o la derrota de la Revolución,
op. Cit.
[49] El doctor Rabinovich se desempeña como
investigador adjunto del CONICET en su país natal y además es profesor de Historia
Argentina en la Universidad Nacional de La Pampa.
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