Cuadernos de Marte

AÑO 11  / N° 18 Enero – Junio 2020

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La guerra indígena en el corredor central de Chile y Argentina (siglos XVI al XIX). Un enfoque desde la Arqueología Histórica.

The indigenous war in the Chile and Argentina central area (sixteen to nineteen centuries). An Historical Archaeology approach.

 

Carlos Landa* 

CONICET, Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

Alicia H. Tapia**

Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires; Departamento de Ciencias Sociales, División Historia, Universidad Nacional de Luján.


Recibido: 2/11/2019 – Aprobado: 6/1/2020

Cita sugerida: Landa, C., & Tapia, A. (2020). La guerra indígena en el corredor central de Chile y Argentina (siglos XVI al XIX). Un enfoque desde la Arqueología Histórica. Cuadernos de Marte, 0(18), 271-316. Recuperado de https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/cuadernosdemarte/article/view/5661

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Resumen

La mayoría de los enfrentamientos bélicos que abordan antropólogos y arqueólogos no suelen ajustarse a los criterios de análisis de las guerras interestatales del siglo XIX y gran parte del XX. Esos criterios no resultan adecuados para el estudio de la guerra entre jefaturas indígenas y ejércitos estatales, ya sea de esos periodos como de momentos anteriores. El estudio de los enfrentamientos armados entre sociedades con diferente organización sociopolítica requiere de categorías de análisis diferentes, tanto de escala como de motivaciones, tácticas y estrategias. Si bien la historiografía sobre la guerra en la Araucanía es muy abundante y no resulta sencillo emprender abordajes originales, desde la perspectiva de la Arqueología histórica y la Arqueología del conflicto-que incluye el uso de datos del registro documental y el registro arqueológico-, en este trabajo se propone contribuir a la discusión sobre el carácter asimétrico de los conflictos armados que se produjeron a largo de tres siglos en la franja central de Argentina y Chile.

Palabras clave: Asimetría, Guerra indígena, Estrategias-tácticas, Materialidad, Cambios y continuidades.

 

Abstract

Most of the military confrontations that anthropologists and archaeologists studies do not usually adjusted to the analysis criteria the interstate wars of nineteenth century and much of the twentieth. These criteria are not suitable for the study of the war between indigenous chiefdoms and state armies, either from those periods or from previous times. The study of armed confrontations between societies with different socio-political organization requires different categories of analysis, both in scale and in motivations, tactics and strategies. Although the historiography on the war in Araucanía is very abundant and it is not easy to undertake original approaches, from the perspective of Historical Archeology and the Conflict´s Archaeology -which includes the use of data from documentary and archaeological records-, in this paper it is proposed contribute to discussion about the asymmetric character applied to armed conflicts that happened in the central strip of Argentina and Chile over three centuries.

Key words: Asymmetry, Indigenous War, Strategies-tactics, Materiality, Changes and continuities.

 

1. Introducción

La problemática de estudio sobre la guerra en la Araucanía tiene numerosos antecedentes historiográficos y, como bien lo expresa el historiador chileno Álvaro Jara[1], resulta bastante arduo proporcionar abordajes originales a la cuestión. Desde fines del siglo XIX varios investigadores han analizado los conflictos bélicos mapuches tanto desde una perspectiva histórica como antropológica[2]. Si bien los aportes al conocimiento de los procesos históricos y las particularidades de la guerra que mantuvieron los mapuches son abundantes, desde las perspectivas de la Arqueología histórica y la Arqueología del conflicto, en este trabajo discutimos el carácter de asimetría que se ha aplicado en el estudio de los conflictos armados generados entre ejércitos estatales y los grupos indígenas organizados en jefaturas, tal como es el caso de los mapuches y otros pueblos nativos de habla mapudungun, que desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XIX ocuparon el sector central del territorio chileno ubicado al sur del Río Bío Bío, así como también la franja central del país que incluye la región de Cuyo y las dos subregiones pampeanas, seca y húmeda[3](Figura I).

 

Figura I. Vista general del área de estudio y ubicación de los sitios arqueológicos que se mencionan en el texto: 1- Capiz Alto; 2-Viluco; 3- Cerro Mesa; 4- Bajada de las tropas; 5- Caepe Malal; 6- Las Lajitas; 7- Rebolledo Arriba; 8- La Punta; 9- La Marcelina; 10- Tres Molinos; 11-Gascón I; 12- Río Matanzas; 13-Arroyo de las Conchas; 14- Cementerio Indígena; y 15- Santo Domingo Soriano.



Fuente: mapa extraído de  la página Web https://mapamundi.online/america/del-sur/argentina/ [10 de octubre de 2019] y modificado por los autores; ubicación de los sitios publicados en Hajduk, A, y Biset, A. (1996); Lagiglia, H. (2002); Fernández, M. y Crivelli, E. (2012); Tapia, A. (2014); Oliva, F., Panizza, M. y Devoto, M. (2015). (Las citas completas se detallan en la bibliografía al final del texto).

 

Para efectuar el análisis de los procesos bélicos y sus expresiones materiales en el área seleccionada se proponen los siguientes objetivos: 1- interrelacionar los datos que sobre la guerra indígena proporcionan las fuentes documentales con los materiales arqueológicos encontrados en los sitios históricos del centro del país; 2- identificar algunas de las estrategias y tácticas guerreras agenciadas por los grupos indígenas a través del armamento ofensivo y defensivo utilizado en los enfrentamientos; 3- identificar los procesos de cambio y continuidad a través de diferentes expresiones materiales de los conflictos armados que los grupos indígenas mantuvieron a lo largo de aproximadamente 300 años; y 4- discutir la validez conceptual de la categoría de asimetría y considerar la posibilidad de aplicar una perspectiva de análisis alternativa.

 

2. Abordajes teóricos de la guerra en las Ciencias Sociales

A lo largo de su historia las sociedades humanas han realizado una gran inversión de energía, imaginación y esfuerzo      en generar, mantener o finalizar sus disputas. Es por ello que el conflicto, la violencia y la guerra como manifestación colectiva, han sido tópicos abordados por las diferentes Ciencias sociales y Humanas con mayor o menor profundidad desde sus albores disciplinarios. Dado el objeto de estudio que caracteriza a la Antropología y a la Arqueología, se han señalado algunas particularidades: la mayoría de los enfrentamientos bélicos que abordan no se ajustan a la concepción de guerra regular, típica de los conflictos interestatales del siglo XIX y gran parte del XX (e.g. desde las guerras napoleónicas a la Segunda Guerra Mundial); se tratan generalmente de conflictos bélicos planteados entre sociedades que poseen diferente organización sociopolítica. Por ello, las guerras entre potencias europeas de los dos últimos siglos no constituyen ejemplos adecuados para emprender el estudio de los conflictos armados entre grupos indígenas y de estos con los europeos o criollos, así como también de otros episodios bélicos prehistóricos. Por lo tanto, con el objetivo de caracterizar las manifestaciones de la guerra entre sociedades con diferente organización sociopolítica, se ha buscado reformular las categorías de análisis; ya sea de escala (número de participantes) como de motivaciones, tácticas y estrategias. En tal sentido resulta adecuado utilizar el enfoque de la teoría de la agencia social[4]y de la práctica social según las argumentaciones de M. de Certau y P. Bourdieu[5]. Teniendo en cuenta tales perspectivas de análisis, se parte de la premisa que los grupos indígenas no fueron meros receptores pasivos, sin respuesta ante las estrategias y tácticas militares o el armamento europeo, sino agentes creativos y dinámicos de cambios culturales vinculados estrechamente con sus expresiones materiales.

Para el tratamiento de la guerra desde un abordaje antropológico, P. Clastres[6] y L. Keeley[7] sostienen que los investigadores de dicho tema abrevaron en dos claras fuentes de índole filosófica contractualista: J. Rousseau y T. Hobbes. La denominada violencia “primitiva”, tanto desde enfoques etnográficos como arqueológicos, fue comprendida en relación a la concepción de un pasado “pacífico y feliz” (siguiendo la idea roussoniana del buen salvaje) y la de un  “pasado violento”, donde predominó el interminable conflicto de carácter endémico según el Leviatán hobbesiano. Estas dos grandes líneas de pensamiento influyeron profundamente en los debates teóricos que se sucedieron a lo largo de la historia de la disciplina antropológica para explicar la violencia colectiva del pasado, su alcance y escalas, ya sea desde enfoques naturalistas y ambientalistas como socio-biológicos, neoevolucionistas, funcionalistas, materialistas culturales, estructuralistas, anarquistas y de la praxis[8].

Durante la década de los ´90 se produjo una eclosión de este tipo de estudios, adquiriendo popularidad tanto en el medio académico como fuera de él. Dicha proliferación estuvo vinculada a la desaparición del otrora mundo bipolar (capitalismo vs comunismo) y a los procesos globalizantes relacionados[9].Tales procesos, lejos de cumplir con expectativas homogenizantes pusieron de manifiesto antiguas tensiones y conflictos de carácter identitario (religioso, político, étnico), solapados bajo las narrativas hegemónicas de la Guerra Fría, al mismo tiempo que se generaron otras nuevas. Muchos de tales conflictos desembocaron en la lucha armada. En la actualidad, bajo tales condiciones sociohistóricas se han abordado problemáticas diversas relacionadas con el surgimiento y desarrollo de la guerra y otras formas de violencia socialmente organizadas en una amplia diversidad de contextos temporales y espaciales. A su vez, estos estudios también se vinculan con el impacto y los efectos que producen estos fenómenos en la construcción de la memoria histórica.

Entre los múltiples aspectos de la guerra analizados se destacan: la materialidad y espacialidad, la performatividad (performances teatrales, recreacionismos, ceremoniales y rituales), la corporeidad (inscripción en el cuerpo del guerrero), el rol en los procesos identitarios (nacionales, étnicos, religiosos, etc.), su anclaje en la memoria colectiva e individual, su monumentalidad y sus efectos traumáticos, entre muchos otros[10].

El colapso de la Guerra Fría a principios de los noventa y la emergencia de múltiples conflictos étnicos y religiosos, motivó a investigadores militares y de diversas ciencias sociales a debatir sobre la conceptualización de la guerra como un acontecimiento de carácter simétrico o bien asimétrico[11]. También se ha discutido el rol que cumplieron las estrategias y las tácticas en los enfrentamientos, ejemplificados generalmente con casos históricos de los últimos dos siglos. Desde el campo historiográfico (tanto académico como militar) algunos debates recientes han cuestionado la utilidad de la distinción planteada entre conflictos armados simétricos o asimétricos, basada en el tipo de organización sociopolítica que posee cada uno de los bandos que se enfrentan. En el primer caso se trata de enfrentamientos bélicos entre organizaciones sociales comparables (e.g. estados contra estados o bien, jefaturas contra jefaturas) y, en el caso de la asimetría son contrastantes (e.g. estados contra jefaturas). Bajo ésta clasificación las “guerras de conquista” o las “guerras coloniales” se incluirían en la categoría de asimétricas, llegando incluso a desestimar su carácter de verdaderas guerras[12]. Para el caso específico del corredor central de Argentina y Chile cabe preguntarse: 1- ¿los enfrentamientos armados entre los diferentes grupos indígenas (mapuches, hulliches, picunches, pehuenches, ranqueles, entre otras parcialidades étnicas) y los hispano-criollos, pueden ser calificados como conflictos bélicos de orden simétrico o asimétrico?; 2- las diversas estrategias y tácticas empleadas durante los enfrentamientos bélicos ¿se mantuvieron estables a lo largo del tiempo o se fueron modificando?

Para responder a esos interrogantes tendremos en cuenta el tratamiento de los conceptos de estrategia y táctica según autores como Carl von Clausewitz, Basil Liddell Hart y de Certeau[13].En la literatura militar el concepto de “estrategia” refiere al “arte de distribuir y aplicar los medios militares de modo de cumplir con los fines de la política”[14].Cuando se produce el enfrentamiento, las medidas que se toman para efectuar y controlar las acciones se denominan “tácticas”. Ambas categorías, aunque se utilicen con fines operativos, nunca pueden ser verdaderamente divididas en compartimientos separados[15]. Tanto las estrategias como las tácticas son constitutivas de la planificación y la ejecución de la guerra para los diferentes bandos que se enfrentan.

No obstante, para el caso de la guerra entre hispano-criollos e indígenas, se considera más adecuada la distinción que realiza de Certeau[16] para quien la estrategia es propia del bando que controla un espacio conocido previamente, hecho que permite planificar acciones futuras. En suma, las estrategias se elaboran a partir del principio del poder que otorga la pertenencia a un territorio y constituye el “arte de los fuertes”. Por el contrario, la táctica no se impone, opera sobre la estrategia y el lugar del otro. No cuenta con un lugar propio, aprovecha las ocasiones y depende de ellas, juega con astucia en el campo del otro, elabora ardides: “En suma, la táctica es un arte del débil[17]. En la praxis bélica esta distinción conceptual no es tan categórica, ni exclusiva de un grupo. La fortaleza o debilidad fluctuará de acuerdo a los contextos en los cuales se desarrollen las acciones: en ocasiones los indígenas pueden elaborar las estrategias y los hispano-criollos las tácticas o viceversa. Ambos conceptos teóricos pueden resultar útiles como herramientas heurísticas para poder comprender la multiplicidad de prácticas bélicas manifiestas tanto en las fuentes documentales como en la cultura material. Por ejemplo, el carroñeo o la recolección de materiales (armas, fragmentos de metal, clavos, vestimenta militar, etc.) en el campo de batalla, realizadas con posterioridad a los combates, también constituyen prácticas que pueden ser definidas como tácticas.

De acuerdo con ello, la clasificación de los conflictos armados según la simetría o asimetría basada en el tipo de organización sociopolítica es sustancialmente cuestionable, dado que los aspectos que intervienen en el guerrear son diversos y varían según los contextos espaciales, ambientales, las armas utilizadas, el conocimiento que se tiene sobre el terreno, el número de participantes, la duración del conflicto, así como las estrategias y tácticas que se apliquen. En determinadas circunstancias de los enfrentamientos cada uno o varios de esos aspectos pueden resultar simétricos o bien asimétricos, tanto para el ejército de una organización estatal como para el ejército que comanda un cacique o jefe guerrero indígena. Por ejemplo, las armas utilizadas pueden ser asimétricas en cuanto a su poder para infligir daño al enemigo (e.g. lanzas vs. armas de fuego) y pueden otorgar ventajas en algunas ocasiones a uno de los bandos, pero también pueden ser desventajosas en otras situaciones debido a las estrategias y tácticas más eficaces aplicadas en un paisaje particular[18].

 

3. Antecedentes historiográficos en el área de estudio

En cuanto a las cuestiones que se han debatido sobre la guerra en la Araucanía, el historiador Lázaro Avila[19] señala algunos enfoques teóricos contrapuestos: especialmente detalla las discusiones en torno de la imagen del guerrero y de las transformaciones que la guerra con los europeos generó en la sociedad mapuche. En primer lugar, a partir de las crónicas de la conquista[20]y la abundante historiografía chilena del siglo XIX[21],se construyó una imagen “belicosa e indomable” del guerrero mapuche, cuya prolongada resistencia al poderío español habría provocado la perpetuación del conflicto bélico durante tres siglos. Tal como sostuvo Mario Góngora[22]esa imagen ha permanecido vigente en la historiografía chilena y ha impregnado la ideología nacional y el desarrollo de la historia política.

En segundo lugar, recién a partir de la década de los ochenta del siglo XX se comenzó a cuestionar esa imagen bajo la perspectiva de una nueva corriente historiográfica chilena, integrada por historiadores y antropólogos[23]. Sin embargo, dentro de esta corriente, más que el estudio de los conflictos bélicos y las situaciones de violencia ejercida por el dominio colonial, se enfatizó el estudio de las relaciones comerciales hispano-mapuches, los diferentes actores sociales que coexistieron en los espacios fronterizos, las tentativas de establecer reducciones misionales y las estrategias de amortiguación de conflictos que supuso la realización de los parlamentos indígenas. S. Villalobos[24]consideró que era posible delimitar nítidamente un período de guerra desde la segunda mitad del siglo XVI hasta la rebelión de 1655, luego de lo cual habría sobrevenido un periodo caracterizado por complejas relaciones fronterizas pero predominantemente pacíficas, solo interrumpidas por algunos cortos periodos de enfrentamientos armados. Esta situación habría perdurado hasta la definitiva invasión de la Araucanía por parte del ejército chileno a mediados del siglo XIX.

Para Rolf Fóerster[25], esa nueva visión histórica de los conflictos armados interétnicos acaecidos durante la segunda mitad del siglo XVII y del siglo XVIII, fueron periodos fluctuantes entre la guerra y la paz y promovieron la construcción de un nuevo mito, pero esta vez basado en una imagen contrapuesta a la anterior: emergió la imagen de un indígena “apacible o dócil”, adaptado a las estrategias de la dominación colonial española. Fóerster considera que si bien ese enfoque generó significativas contribuciones al conocimiento de la sociedad mapuche, también obscureció la posibilidad de reconocer las profundas transformaciones ocasionadas porla presencia militar y religiosa española en la sociedad mapuche, así como también en sus estrategias y tácticas de guerra, que antes de los ´80 ya había demostrado Álvaro Jara en su obra Guerra y Sociedad en Chile (1971).

En dicha obra Jara[26]señala que las características de la guerra en la Araucanía deben ser interpretadas en conjunto con la dinámica histórica y las relaciones interétnicas cambiantes que los mapuches mantuvieron con los hispano-criollos y con otros grupos indígenas a lo largo del tiempo. Antes de analizar el comportamiento bélico propuso identificar la organización sociopolítica de los indígenas como punto de partida para comprender las diferencias entre los recursos, los métodos y las estrategias propias utilizadas frente a los españoles. Sabido es que entre los mapuches no existió la jerarquía centralizada típica de una organización estatal, la sociedad estaba organizada en cacicazgos o jefaturas que respondían al mando de líderes o “úlmenes”, y aunque estos podían aliarse entre sí en tiempos conflictivos, los jefes y los grupos no perdían su autonomía. Esto implica que la organización militar en cuerpos de ejércitos fue muy esporádica y solo destinada a casos específicos. Dicha autonomía entre los grupos tiene ventajas tácticas a la orden de efectuar ataques por sorpresa, maloqueos y guerra de guerrillas.

A partir de los ´90 el antropólogo Osvaldo Silva[27]enfatizó el estudio de los cambios introducidos por el impacto de la colonización española y de la incorporación de elementos económicos europeos en la sociedad mapuche. Para Ávila[28],lejos de ser el comienzo de un momento de estabilidad y paz, en las últimas décadas del siglo XVII se produjeron significativas transformaciones internas en la sociedad indígena como resultado de las interrelaciones conflictivas con la sociedad hispanocriolla.

 

4. Materiales y métodos

Al analizar los diferentes tipos de fuentes escritas primarias (editas e inéditas) tales como crónicas, relatos de viajes, informes de militares y de religiosos, y otros documentos administrativos del siglo XVI al XIX, se registraron datos sobre las diversas formas de enfrentamiento y las armas ofensivas y defensivas -tanto de fabricación nativa como de procedencia europea- utilizadas a lo largo de 252 años (desde1546, cuando se inicia la guerra de Arauco hasta 1810, cuando se inicia el periodo independiente).La mayoría de las fuentes consultadas que dan cuenta del conflicto entre colonizadores españoles y los grupos indígenas asentados al sur del Río Bio Bio, fueron escritas durante el siglo XVII. En total se analizaron 29 fuentes documentales primarias de las cuales 14 corresponden a la región de la Araucanía y 15a la región de Cuyo y la región pampeana (incluyendo las subregiones Pampa húmeda y Pampa seca). Estás últimas fueron escritas a lo largo de un lapso de 288 años (desde 1582 a 1870).

Desde una perspectiva metodológica contar con una amplia escala temporal y espacial de observación para ambas áreas, permite identificar diferencias y semejanzas, así como cambios y continuidades en las estrategias y tácticas y en los tipos de armamento utilizado en diferentes situaciones conflictivas a largo del tiempo. En las Tablas I y II se detallan las fuentes escritas utilizadas según cada autor, el título de la obra y el año de publicación.

 

Tabla I. Detalle de las fuentes documentales analizadas para la región de la Araucanía.



Fuente: las citas completas de las obras que figuran en la tabla se encuentran en la bibliografía al final del texto.

 

Tabla II. Detalle de las fuentes documentales analizadas para las regiones de Cuyo y Pampa. 

Fuente: las citas completas de las obras consultadas que figuran en la tabla se encuentran en la bibliografía al final del texto.

 

Las evidencias materiales de los conflictos armados provienen de datos generados en investigaciones arqueológicas propias, de hallazgos publicados por otros especialista sy de materiales que integran colecciones museográficas. Las evidencias materiales registradas directa o indirectamente pueden vincularse con prácticas bélicas o con la gestación de alianzas establecidas para controlar los conflictos por los recursos y el territorio. En la Tabla III se discriminan los 15 sitios arqueológicos donde se han recuperado elementos materiales vinculados con la cuestión en estudio, indicando su atribución cronológica tanto absoluta como relativa. La antigüedad de los materiales recuperados permite considerar un rango de 250 años, desde mediados del siglo XVI a fines del siglo XVIII.

 

Tabla III. Distribución espacial y cronología de los principales sitios arqueológicos donde se han registrado materiales metálicos vinculados con armamento ofensivo o defensivo.


Fuente: Hajduk, A, y Biset, A. (1996); Lagiglia, H. (2002); Fernández, M. y Crivelli, E. (2012); Tapia, A. (2014); Oliva, F., Panizza, M. y Devoto, M. (2015). (Las citas completas se detallan en la bibliografía al final del texto).

 

5. Análisis de las fuentes documentales

5.1. Referencias para el área central de Chile

 

Armamento ofensivo tradicional de los mapuches

En los primeros enfrentamientos con los europeos el arsenal ofensivo de los pueblos mapuches consistía en arco y flecha con puntas líticas, hachas de piedra, lanza aguzada y endurecida al fuego, maza, macana (porra), honda y pica[29]. El cronista Alonso de Góngora Marmolejo en su Historia de todas las cosas que han acaecido en el reino de Chile y de los que lo han gobernado (1536-1575) narró los primeros enfrentamientos de Valdivia y su gente con los indígenas indicando:

 

los indios iban sobre ellos por todas partes con grande número de flechas que sobre ellos llovía a manera de granizo, y con muchas lanzas y macanas grandes (que es tan larga una macana como una lanza jineta, y en el lugar donde ha de tener el hierro tiene una vuelta de la misma madera gruesa a manera de codo, el brazo encogido, con éstas dan grandes golpes), y porras tan largas como las macanas, y en el remate traen la porra, que es tan gruesa como una bola grande de jugar a los bolos[30].

 

La pica o lanza tradicional era de madera aguzada y endurecida a fuego, pero a partir de los primeros enfrentamientos con los españoles se modificó para lograr mayor eficacia en los enfrentamientos con la caballería e infantería ibérica. Tal modificación consistió en la colocación de puntas de hierro realizadas con fragmentos de espadas u otros objetos de metal punzantes, como las hojas de dagas y los puñales que como botín de guerra habían tomado de los españoles en los campos de batalla, comportamiento conocido como “carroñeo”. Según González de Nájera[31]trozaban las espadas de acero para poder armar así un mayor número de picas. Ya para comienzos del siglo XVII se distinguía el uso de las espadas enteras en los enfrentamientos cuerpo a cuerpo y de las picas con punta de espadas fragmentadas contra la caballería[32](Figura II).

Figura II. Vista superior: ilustración de la Guerra de Arauco en la obra de Gerónimo de Bibar (1558) publicada en 1706. En ella se observa: una primera línea de indígenas con arco y flechas, el uso individual de maza o espada y de escudo redondo (al estilo europeo) y la utilización de lanzas en ambos bandos. Vista inferior: ilustración del ataque al asentamiento español de Corpus Christi en la obra de Ulrico Schmidl. El círculo señala a un grupo de indígenas portando lanzas confeccionadas con espadas españolasque se han insertado en la punta (reclamación como práctica creativa).



Fuente: Vista superior: Bibar, G. de (1956 [1608]). Crónica y relación copiosa y verdadera de los Reynos de Chile. Santiago de Chile: Fondo Histórico y bibliográfico José Toribio Medina. Vista inferior: Schmidl, U. (1903 [1567]). Viaje al Río de la Plata, 1534-1554. Buenos Aires: Cabaut y Cía. Editores. (Las citas completas se detallan en la bibliografía al final del texto).

 

También, modificaron la longitud del astil de madera: desde unos 4 a 5 metros para las lanzas que se utilizaban en la primera línea del frente de ataque y de 6 a 8 metros que portaban los lanceros ubicados en la segunda línea[33].Detrás de los lanceros se colocaban los flecheros, y entremezclados con los lanceros se ubicaban los indios armados de macanas y mazas, cuya principal tarea al comienzo de la batalla era de aturdir y amedrentar los caballos de los españoles. El desarrollo de esta táctica fue temprano y requirió de un disciplinamiento férreo para enfrentar en forma coordinada y con éxito la carga de los caballos en la batalla, que podían desarrollar una carrera de hasta 50 km. por hora pesando entre 400 a 600 kg. El propio Ercilia y Zuñiga se percató de esto, dejándolo plasmado en el canto primero, verso 155 de su poema La Araucana: “Algunas destas armas han tomado De los cristianos nuevamente agora, Que el continuo ejercicio y el cuidado Enseña y aprovecha cada hora, Y otras según los tiempos, inventado Que es la necesidad grande inventora[34].

Resulta de interés destacar que ya hacia mediados del siglo XVI se habían producido importantes cambios en el armamento ofensivo de los mapuches, sumamente ventajosos contra los españoles. Según Latchman[35], es notable la rapidez con que ocurrieron los cambios: desde el primer enfrentamiento que tuvieron con Pedro de Valdivia en 1546, solo bastaron cuatro años para que se observaran modificaciones significativas en el sistema de guerra y en el armamento.

Las macanas o porras fueron confeccionadas con maderas duras y se usaban para golpear contra el cuerpo o la cabeza de los jinetes españoles para derribarlos. Algunos cronistas indican que en los primeros enfrentamientos los únicos objetos de metal habrían sido las porras forradas en cobre o con clavos de herrar. El padre jesuita Diego de Rosales observó:

 

Otros indios usan en la guerra de macanas, que es un palo largo retorcido la punta, el qual juegan a dos manos, y en dando a uno un golpe, como son tan forzudos, si dan en la cabeza le aturden y con el garabato le derriban. Y en qualquiera parte que den, hazen grande impresion, y con lo retorcido de la macana derriban al herido. Otros usan de unas porras claveteadas con unos clavos de herrar que solo muestran las cabezas ydonde dan con ellas hazen terrible bateria i muchas heridas de un golpe: llaman a este instrumento lonco-quilquil[36].

 

Por otra parte, el soldado y poeta Ercilia registró que “También solían usar las hachas que tomaban de los españoles para cortar los troncos de las empalizadas de palo a pique, que delimitaban los fuertes españoles”[37].

Respecto de las armas de fuego, si bien su obtención presentaba mayores dificultades, así como también su uso y mantenimiento que requería aprendizaje y disciplina particulares (movimientos y tiempos de recarga, conocimiento y obtención de pólvora y plomo; entre otros),los indígenas también las utilizaron en algunas oportunidades. Diego Rosales refiere el uso de arcabuces y de arcos y flechas durante el asalto al fuerte de Osorno en 1600: “usando de varias invenciones de fuego para quemar los edificios de adentro y disparando grande lluvia de flechas y piedras, arcabuces que también llevaban”[38].El mismo cronista indica que para 1602, en una batalla en la que participó Alonso de Rivera (para entonces gobernador de Chile), se presentaron varios indios arcabuceros que usaban las armas de fuego con admirable destreza. A partir de conocer su manejo estas temidas armas españolas pudieron desarrollar una serie de tácticas o tretas para atacar, por ejemplo; cuando sabían que la mechas estaban apagadas o cuando estas se mojaban por la lluvia, así como los tiempos de recarga o el alcance y poder de fuego.

 

Armamento defensivo tradicional de los mapuches

No se tienen datos precisos sobre el armamento defensivo prehispánico de los mapuches, aunque los escudos, petos, cascos y otros elementos de protección, tales como placas metálicas, ya eran utilizados por los grupos del altiplano andino[39].Los coseletes, adargas, rodelas o escudos, morriones de cuero o de madera y otras armas defensivas posiblemente fueron adoptados en tiempos poshispánicos, como protección contra las armas blancas de los españoles, las cuales en realidad eran el más temible de los nuevos elementos en acción. En un principio los coseletes fueron de cuero de lobo marino o de madera como los que describe González de Nájera[40], confeccionados con anchas tablas de madera y costuras realizadas con barba de ballena. Luego, a partir de la mayor disponibilidad de los vacunos que se reproducían en gran número en las pampas, se confeccionaron con el cuero de estos animales (Figura III).

Sobre los coletos o coseletes Gerónimo de Bibar describió:

 

Las hacen de lobos marinos que también son muy gruesos; es tan recia esta armadura que no la pasa una lanza aunque tenga buena fuerza el caballero. Estas capas van aforrodas con cuero de corderos pintados de colores prieto y colorado y azul, y de todas colores; y otras llevan de tisas de este cuero de corderos en cruces y aspas por de fuera, y otros la pintura que les quieren echar[41].

 

Figura III. (Izq.) Dibujo que ilustra la obra de Ocaña donde el cacique mapuche Anganamon es representado como un jinete que porta lanza y viste un coleto a modo de armadura. En su cabeza lleva una celada con plumas (Arriba der.) Coleto mapuche confeccionado con siete capas de cuero crudo depositado en el Museo del Hombre de París. (Abajo der.) Materiales arqueológicos provenientes del sitio Caepe Malal (Neuquén) hallados en el enterratorio de un guerrero indígena: se muestran las láminas de latón que recubrían el casco o celada y varias semiesferas del mismo material que habrían estado cosidas sobre el coleto.

 


 

Fuente: (Izq.) Extraído de Ocaña, D. de. (1995 [1600]). Viaje a Chile. Relación del viaje a Chile, año de 1600. Santiago de Chile: Editorial Universitaria. (Arriba der.) Imagen extraída de Rex González, A. (1970). “Una armadura de cuero Patagónica”. Etnia 12 (pp. 12-23). Olavarría. (Abajo der.) Imagen relevada por los autores en el Museo de Caepe Malal, Neuquén.

 

Las celadas, cascos o tocados se realizaban con cuero y se adornaban con plumas de diferentes colores. También Bibar describió con detalle el aspecto que presentaban:

 

Llevan unas celadas en las cabezas que les entran hasta abajo de las orejas del mismo cuero con una abertura de tres dedos solamente para que vean con el ojo izquierdo, que el otro Ilévanle tapado con la celada. Encima de estas celadas por bravosidad llevan una cabeza de léon, solamente de cuero y dientes y bocas de tigres y zorras y de gatos y de otros animales que cada uno es aficionado[42].

 

Al respecto Mariño de Lovera en su crónica escrita en la segunda mitad del siglo XVI expresó:

 

ponian no poco pavor con su apariencia por tener los rostros y brazos pintados de colores, con muy buenas celadas en sus cabezas adornadas de vistosos penachos, estando el resto del cuerpo muy bien armado hasta la rodilla con aderezos, que ellos hacen de cueros, y otras cosas, que la larga experiencia les ha mostrado[43].

 

Es posible que las pinturas y adornos zoomorfos de los coseletes y celadas hayan hecho asumir al historiador chileno Latchman que su presencia y manifestación en batalla podían asociarse con la existencia de tótems exhibidos por los grupos indígenas[44].

En Relaciones de su viaje a Chile, año del 1600, con el objetivo de describir su ilustración número 9, Fray Diego de Ocaña[45], realiza una interesante caracterización no solo de los atuendos de los guerreros de los araucanos, sino también de diversos aspectos sociales vinculados a la actividades bélicas, tales como: diferenciación social del trabajo, entrenamiento del guerrero (destacando el uso del caballo) y los desarrollos de tácticas de combate.

 

Aquella coraza es de cuero de vaca crudio y tan fuerte que resiste una lanzada. Son los indios muy sueltos y lijeros y muy alentados para subir una cuesta por áspera que sea, con mucha presteza. Son indios de mucha razón; sustentan la guerra por no servir a los españoles diciendo que la naturaleza los hizo libres como a ellos. Sus costumbres son buenas porque de ordinario se ocupan en el ejercicio de guerra. Tienen grandes astucias para hacer emboscadas y ardides de acometer de noche (…) Ocupanse los viejos y las mujeres en las sementeras; los mozos en la guerra ejercitándose desde niños con el arma que más se amañan, arco y flecha, lanza y macana, a pié y a caballo como mejor cada uno se haya[46].

 

En cuanto a los caballos, González de Nájera[47] destaca que en los primeros tiempos los caballos y armas de fuego que usaban los indígenas eran escasos, pero luego fue aumentando el número de caballadas que se utilizaban en los enfrentamientos armados, equiparando las ventajas que la caballería proporcionaba a los españoles. En 1570 Bravo de Saravia[48] señaló que los mapuches ya tenían una caballería organizada y estaban empeñados en   conseguir tropillas cimarronas o bien las que estaban domesticadas y poseían los españoles. Habían emulado las sillas de montar hispánicas, aunque las hicieron con materiales más livianos: dos fustes de madera utilizados como bastos, un cojinillo de lana, riendas, bridas y cabezadas de cuero, frenos y estribos de madera.

5.2. Referencias documentales para el área de Pampa y Cuyo

En cuanto a las referencias documentales sobre la presencia de grupos indígenas de habla mapudungun (voroganos, hulliches, pehuenches y ranqueles) y de su materialidad bélica en esta región, la mayoría de las fuentes consultadas se ubica en los siglos XVIII y XIX. Hacia1582 comienzan los primeros registros de la presencia de grupos mapuches en las pampas. En una carta dirigida al Rey de España para informar su viaje a la costa atlántica, Juan de Garay expresó:

 

hallamos entre estos indios alguna ropa de lana muy buena, dicen que la traen de la cordillera de las espaldas de Chile, y que los indios que tienen aquella ropa traen unas planchas de metal amarillo en unas rodelas que traen cuando pelean y que el metal lo sacan de unos arroyos[49].

 

En 1610 el capitán de indios Francisco de Salas de la Gobernación de Buenos Aires observó algunos grupos de indígenas que portaban lanzas de grandes dimensiones y cotas de malla[50].Para 1663, se menciona la existencia de relaciones de intercambio entre los mapuches y los nativos del Río de la Plata: “Este gentío de indios con la libertad que gozan se retiran por tiempos a las Cordilleras de Chile, y se proveen de caballos y algunas armas de alfanjes, y espadas[51]. En 1673se indica que: “Vinieron dos parcialidades de estos bárbaros, con la prevención de chuzas, flechas, bolas y coseletes y celadas defensivas de cuero que usan”[52].

Durante los siglos XVIII y XIX, en las fuentes documentales proliferan las referencias sobre el armamento utilizado por los indígenas. En ese periodos e instalaron diferentes grupos mapuches en diversos ambientes del centro del país (provincias de Neuquén, Mendoza, San Luis, Córdoba, La Pampa y Buenos Aires). En 1758 el franciscano Fray Pedro Ángel Espiñeira, observó que los pehuenches se encontraban “muy adornados con variedad de plumajes, cintas abalorios, corales. Cascabeles, alquimias y algunas alhajas de plata como frenos, espuelas, hebillas, guarniciones de espadas, corvos y en sus bizarros caballos[53]. Hacia 1810 el militar Pedro Andrés García, durante una reunión con diversas parcialidades indígenas mientras expedicionaba a las Salinas Grandes, observó que:

 

los caciques ranqueles…y el cacique Carrupilun estaban opuestos a la expedición, y venían con ánimo de declarar la guerra, para cuyo efecto tenían como 600 hombres armados de coletos, cotas de malla y lanzas, como a distancia de 2 leguas del campamento, en unos médanos altos[54].

 

Ya avanzada la centuria decimonónica, el viajero inglés William McCann entre los años 1842 a 1848, señaló que las armas usadas por los pehuenches consisten en lanzas y largos cuchillos. Los guerreros usaban yelmos o capacetes fabricados con cuero de buey y estaban cubiertos de hojalatas; llevan también una capa de cuero larga hasta la rodilla, pintada con figuras de horrible apariencia, destinadas a espantar a los enemigos[55].

Los datos arqueológicos y su correlación con datos escritos

 Materiales como discos, láminas enrolladas, láminas recortadas como cuentas y cuentas de collares confeccionados con latón (aleación promedio de 70% cobre y 30% zinc) son indicativos de la presencia de grupos de habla mapudungun en las regiones de Cuyo y Pampa (subregiones húmeda y seca), incluso en las costas uruguayas, que según las fuentes entraron en diversidad de conflictos con los funcionarios de gobierno y militares desde el siglo XVI en adelante. En el sitio Caepe Malal[56] (Neuquén) se recuperaron láminas y semiesferas de latón. Las láminas se utilizaron para cubrir los sombreros oceladas confeccionados con cuero, cumpliendo la función de casco o morrión. Las semiesferas fueron adosadas a la armadura de cuero reforzando la capacidad de resistencia ante los proyectiles de las armas de fuego o los cortes de las armas blancas (Figura III). Materiales similares se han encontrados en los sitios arqueológicos mendocinos de Viluco[57], Capiz Alto[58] y Cerro Mesa[59], cuyas ocupaciones han sido atribuidas a grupos antecesores de los huarpes y pehuenches. Este último grupo estableció alianzas con los españoles asentados en el centro de Chile y en sus derroteros a través de los pasos cordilleranos habrían obtenido láminas de latón en las fundiciones españolas instaladas en el sector conocido como Isla de La Laja (región de Antuco). Al respecto, Fray Pedro Ángel Espiñeira que en 1758 recorrió parte del territorio pehuenche, sobre la vestimenta de los guerreros expresó: “muy adornados con variedad de plumajes, cintas abalorios, corales. Cascabeles, alquimias y algunas alhajas de plata como frenos, espuelas, hebillas, guarniciones de espadas, corvos y en sus bizarros caballos”[60].

Pocos años después en 1780, Francisco Amigorena también recorrió asentamientos habitados por los pehuenches y sobre la vestimenta de un guerrero informó: “Y llegando al paraje donde había derribado al caballo, lo hallaron muerto, y a su lado un sombrero de cuero, forrado de alquimia y una lanza, como también un caballo ensillado”[61].

En los sitios Gascón 1[62] y Cementerio Indígena[63], ubicados al suroeste y noreste de la provincia de Buenos Aires, entre otros artefactos metálicos se recuperaron discos de latón con un orificio o dos en el sector central, utilizados para adornar cabalgaduras y celadas y otros elementos de la vestimenta de personajes destacados. Los fechados radiocarbónicos obtenidos para ambos sitios permiten ubicarlos cronológicamente entre los siglos XVII y XVIII.

En el sitio Cementerio Indígena se encontró una espada fragmentada junto con otros objetos que formaban parte del ajuar funerario de un individuo indígena.  De acuerdo con los estudios tipológicos y arqueométricos realizados a la pieza, se ha determinado que se trata de una espada ropera del siglo XVII confeccionada con acero de tipo toledano (Figura IV).Al respecto, el jesuita Joseph Sánchez Labrador refiriéndose al ajuar fúnebre de los enterratorios indígenas del área pampeana señaló: “todas las otras cosas que usaba en salud, como mantas, cuchillos sable lo ponen al lado del enfermo. Porque todas se entierran con el cuerpo, envueltas en la misma manta o mortaja”[64].

 

Figura IV. a- Espada fragmentada recuperada en el sitio Cementerio Indígena; b-Microestructura del acero utilizado en la confección de la hoja; c- Radiografía de la hoja donde se observa el canal de vaceo típico de las espadas roperas del siglo XVII; d- Empuñadura de acero reparada con una lámina de latón; e- radiografía de la empuñadura donde se observa la reparación de la pieza.



Fuente: imágenes generadas por los autores.

 

A través del análisis radiográfico se determinó que la espada fue reparada debido a que presenta una fractura en el mango y el uso de una lámina de latón envolvente para reforzarlo. El caso de reparaciones y reciclamiento de armas ha sido referido en algunas fuentes documentales. Este hallazgo se puede vincular con la presencia de armas como espadas, alfanjes y otras armas blancas que citan las fuentes y que traían los grupos mapuches de la cordillera para intercambiar con diversos grupos indígenas, tanto autónomos como reducidos del norte de la provincia de Buenos Aires. Tal es el caso de fuentes escritas por el capitán de indios Francisco de Salas, el gobernador de Buenos Aires, Alonso de Mercado y Villacorta y el Obispo de Buenos Aires Fray Azcona Imbert, en 1610, 1663 y 1678 respectivamente: “sin esperar razón los dichos indios salieron al dicho capitán y gente con cotas, lanzas y flechas a pelear”[65] (…) “Vinieron dos parcialidades de Chile…con la prevención de chusos, flechas, bolas, coseletes y celadas defensivas de cuero y espadas que usan”[66] (…) “Una nación de indios que llaman serranos a quien los pampas venden a trueque (…) se han hallado en su poder algunas armas de la guerra de Chile como son alfanjes, bocas de fuego, mallas, sillas frenos y mantas”[67].

En el registro arqueológico encontramos formas diversas de reclamaciones y reciclajes de armas españolas adaptadas a las tácticas de la guerra indígena. Entre las armas tradicionales indígenas ya habían quedado en desuso el arco y flecha y la macana o porra para fines del siglo XVIII. Entre las armas indígenas tradicionales algunas se mantuvieron con variantes hasta fines del siglo XIX como las lanzas, boleadoras y bolas perdidas. Con respecto a las armas defensivas también se extendió con modificaciones, el uso de coletos y capacete hasta mediados del siglo XIX, especialmente entre los jefes guerreros. Tal es el caso de la armadura que portaba el cacique Chocorí[68] en los enfrentamientos que mantuvo con las tropas rosistas a partir de 1833. El uso de ese tipo de armamento defensivo entre los líderes todavía continuaba en uso hacia 1848, según lo señaló el viajero William MacCann:

 

Las armas usadas por los pehuenches consisten en lanzas y largos cuchillos. Los guerreros usan unos yelmos o capacetes fabricados con cuero de buey y cubiertos de hojalatas; llevan también una capa de cuero larga hasta la rodilla, pintada con figuras de horrible apariencia, destinadas a espantar a los enemigos[69].

 

6. Discusión y conclusiones

 

Como ejes para la discusión de los cambios y continuidades en las manifestaciones bélicas de las diferentes parcialidades indígenas contra los hispano-criollos -en el área de estudio y a lo largo del tiempo-, retomamos los interrogantes planteados inicialmente. En las interpretaciones históricas tradicionales se asumió generalmente que los enfrentamientos bélicos entre dichos actores sociales se dieron en un contexto de asimetría, donde los indígenas habrían resultado inevitablemente desfavorecidos; dada la organización sociopolítica diferencial (estado colonial versus cacicazgos o jefaturas), la organización y disciplina militar del ejército estatal así como la eficacia de las armas de fuego. Sin embargo, la larga perduración de la resistencia mapuche pone en duda la eficacia de la distinción entre los conceptos de simetría y asimetría, dado que el número de participantes, los contextos sociohistóricos y ambientales, así como la eficacia de los armamentos produjo resultados heterogéneos, que variaron según las circunstancias entre unos y otros contrincantes. 

Al respecto -tal como se mencionó antes- son útiles los conceptos de estrategia y táctica esbozados por de Certeau[70]. En el caso de una asimetría ¿cuál de los bandos habría sido el más fuerte y cual el más débil? Para dirimir esta cuestión de Certeau se apoya en una distinción taxativa entre las estrategias y las tácticas:

 

las estrategias son producidas y generadas desde el poder y las tácticas constituyen siempre las armas de los débiles: la táctica se encuentra determinada por la ausencia de poder, como la estrategia se encuentra organizada por un principio de poder[71].

 

Bajo específicas circunstancias, la táctica se vincularía con los más débiles, que necesitaban constantemente jugar con los acontecimientos para hacer de ellos “ocasiones”.

 

Sin cesar, el débil debe sacar provecho de fuerzas que le resultan ajenas. Lo hace en momentos oportunos en que combina elementos heterogéneos (…) pero su síntesis intelectual tiene como forma no un discurso, sino la decisión misma, acto y manera de aprovechar la ocasión[72].

 

 

El poder es una relación que varía siempre en función de contextos particulares, no constituye una esencia a priori. Por ello, ante la guerra indígena mapuche, percibimos que la realidad es más compleja que la división taxativa y esquemática entre poderosos y débiles planteada por de Certeau. Esto no invalida la utilidad de estos conceptos, pero nos obliga a evaluar su aplicabilidad a cada caso específico.

Por otra parte, se observa que los cambios producidos en las estrategias y tácticas tradicionales de los diferentes grupos indígenas fueron rápidos y se caracterizaron por generar procesos de innovación, sustitución, reemplazo o modificaciones del armamento ofensivo y defensivo: esto implica adoptar creativamente las tácticas del otro como parte de una estrategia para mantener la identidad cultural y la autonomía sociopolítica, al mismo tiempo que fueron procesos generadores de etnogénesis.

Las armas ofensivas mapuches evolucionaron con gran rapidez desde los primeros contactos con los españoles: durante la batalla de Reinogüelén[73] en 1536, si bien usaron los arcos y flechas tradicionales también habían incorporado lanzas. Para 1550 se diferenciaron dos tipos de picas: de 4 a 5 m. en la primera fila de los cuartos y de 6 a 8 m. en la segunda fila. Tradicionalmente, los astiles de las lanzas confeccionados con caña coligue llevaban puntas de madera endurecidas a fuego pero luego, con las espadas y otros elementos de metal arrebatadas a los conquistadores por carroñeo en los campos de batalla, hicieron puntas de acero para las lanzas y porras con clavos de herrar. Los arcos y flechas dejaron de utilizarse en la guerra dado que el uso del caballo requería de la eficacia de las lanzas para la lucha. En cuanto a las armas defensivas como los coseletes o coletos y las celadas se utilizaron en toda la región central del país durante un periodo de casi 300 años. Al comienzo fueron de cueros de lobo marino y madera y luego de varios cueros cosidos de vacuno[74].

Las lógicas de guerra hispánica e incaica se asemejaban en cuanto al ordenamiento y la disciplina (propias de un estamento guerrero en una organización estatal): en ambos casos se guerreaba con cuerpos específicos, destinados a tal fin y por ende con objetivos claros. Se peleaba en espacios abiertos, se tomaban ciudades, fuertes y poblados, se ocupaba y controlaba el espacio militarmente. Para los españoles esa organización había sido probada con buenos resultados en las guerras llevadas a cabo en Europa y en Cercano Oriente. Pero en los Andes meridionales, al enfrentarse con otros tipos de organización sociopolítica como los cacicazgos o jefaturas indígenas -como los grupos caribes, los mapuches del centro de Chile o los grupos nativos que habitaban en las pampas-, los resultados de la lucha fueron diferentes. Las lógicas de guerra divergían y variaban constantemente imposibilitando a los españoles el poder lograr triunfos definitorios. La lucha se extendió por siglos a través de diferentes estrategias y tácticas: malocas, guerrillas, emboscadas, boicots, zapa, etc. Esta duración permitió a ambos grupos lograr un mayor conocimiento del otro, mixturando y generando nuevas lógicas de guerra y una apropiación creativa de las estrategias, tácticas, recursos y tecnologías (armamentos, caballos, formas de lucha) que se produjo en ambos bandos.

Por otra parte, además de los cambios en las estrategias, las tácticas y el armamento también se fue modificando el significado de la guerra. Según J. Bengoa a partir de fines del siglo XVI se inició un proceso denominado “secularización de la guerra” porque los indígenas se desligaron de los aspectos religiosos y simbólicos y adoptaron la lógica militar del enemigo europeo: “la guerra de exterminio”[75]. Desde la antigüedad clásica la lógica de guerra occidental se fue configurando a partir de prácticas rutinarias y entrenamientos con disciplina muy estricta y, en el campo de batalla, con el avance hacia el enemigo mediante formaciones cerradas y con el objetivo concreto de someter o aniquilar totalmente al enemigo[76].

Hacia fines del siglo XVIII, las prácticas de guerra indígenas fueron modificándose pasando a ser tácticas de guerra de guerrillas tales como raides, malones, emboscadas, asaltos, control de rutas y boicots, entre otras. Al respecto G. Boccara[77], señala la existencia de tres tipos de conflictos violentos entre los mapuches: 1- la guerra propiamente dicha llamada weichan, donde la confrontación con el otro enemigo-causada por la ocupación o por la defensa de un territorio-, también funcionaba como un proceso de construcción de identidad; 2- la razzia llamada malón que perseguía el apropiamiento de recursos y bienes de los enemigos (desde ganado hasta mujeres) con escasas bajas y pocos riesgos; y 3- la vendetta, o tautulun para compensar el daño ocasionado por muerte, robos u otras ofensas conyugales como el adulterio.

La resistencia indígena en el área perduró durante casi tres siglos y medio adoptando diversidad de formas, estrategias y tácticas pero nunca se consolidó como un ejército regular y organizado. Este hecho no debe confundirse con la existencia de una asimetría que a lo largo del tiempo fue desfavorable para los grupos nativos, inclinando inexorablemente la balanza del éxito de los enfrentamientos armados hacia otros grupos no indígenas. La constante elaboración de nuevas estrategias y tácticas sumaron éxitos y fracasos para ambos bandos, durante la larga dinámica histórica de los conflictos interétnicos que se produjeron en la franja central del país y de Chile.

 

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*CONICET, Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

** Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires; Departamento de Ciencias Sociales, División Historia, Universidad Nacional de Luján.

[1]Jara, A. (1981). Guerra y sociedad en Chile. Santiago de Chile: Editorial Universitaria.

[2]Latchman, R. (1915). La capacidad guerrera de los araucanos: sus armas y métodos militares. Santiago de Chile: Imprenta Universitaria; Guevara, T. (1929). Chile Prehispano, Santiago de Chile: Universidad de Chile; Encina, F. (1944). Historia de Chile, 3 Vols. Santiago de Chile: Editorial Nascimiento; Zapater, H. (1973). Los aborígenes chilenos a través de cronistas y viajeros. Santiago de Chile: Editorial Andrés Bello; Villalobos, S. (1980).Historia del pueblo chileno. Santiago de Chile: Instituto Chileno de Estudios Humanísticos, 3 vols.; Jara, A. (1981). Guerra y sociedad en Chile, op. cit.; León Solís, L (1981). “Alianzas militares entre los indios araucanos y los grupos indios de las pampas: la rebelión araucana de 1867-1872 en Argentina y Chile”. Revista Nueva Historian°1, (pp. 3-49). Madrid; Bengoa, J. (2013). Historia del Pueblo mapuche (siglos XIX y XX), Santiago de Chile: Ediciones del Sur; Góngora, M. (1986). Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX. Santiago de Chile: Editorial Universitaria; Casanova Guarda, H. (1987). Las rebeliones araucanas del siglo XVIII. Mito y realidad. Temuco: Ediciones Universidad de la Frontera; Pinto Rodríguez, J., Casanova Guarda, S. (1988). Misioneros en la Araucanía 1600-1900. Temuco: Ediciones Universidad de la Frontera; Silva Galdames, O. (1994). “Hacia una redefinición de la sociedad Mapuche en el siglo XVI”. Cuadernos de Historia, n°14, (pp. 7-19), Santiago de Chile.

[3]Esta problemática de estudio se inserta en dos Proyectos de investigación arqueológica de mayor alcance (UBACYT- 2018-2020, Proyecto 20020170100060BA; y SECYT-UNLu, Disposición CD-DCS 222/18, 2018/2019)en los cuales se analizan y discuten las características de la conquista hispánica en el nordeste de la Provincia de Buenos Aires durante el siglo XVII y de la Conquista del desierto en el norte de La Pampa en el siglo XIX, a través de las perspectivas de la Arqueología histórica y la Arqueología del conflicto.

 

 

[4]Dobres, M. y Robb, J. (eds.) (2000). Agency in Archaeology. Londres: Routledge; Giddens, A. (1995). La constitución de la sociedad: bases para la teoría de la estructuración. Buenos Aires: Amorrortu.

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[9]Gilchrist, R. (2003).“Introduction: towards a social archaeology of warfare”. World Archaeology n°35 (1) (pp.1-6).

 

[10]Pollard T., Banks, I. (eds.) (2007). Scorched Earth: Studies in the Archaeology of Conflict. Leiden y Boston: Brill; Landa, C. y Hernández de Lara, O. (2014). Sobre los Campos de Batalla. Arqueología de conflictos bélicos en América Latina.Buenos Aires: Aphsa ediciones.

[11]Paul, T. (1994).Asymmetric Conflicts: War Initiation by Weaker Powers. Nueva York: Cambridge University Press; Milles, F. (1999). Asymmetric warfare: an historical perspective. Strategy Research Project. U.S. Army War College. Pennsylvania: Carlisle barracks; Daley, D. (2000). Asymmetric warfare: the only thing new is the tactics. Washington DC: National Defense University National War College: https://apps.dtic.mil/dtic/tr/fulltext/u2/a433588.pdf(accesoenero 2019); Arreguín-Toft, I. (2001). “How the WeaksWin Wars. A Theory of Asymmetric Conflicts”. International Security n°26 (1) (pp. 93–128). Washington DC.

[12]Milles, F.(1999). Asymmetric warfare: an historical perspective, op. cit; Arreguín-Toft, I. (2001). “How the WeaksWin Wars. A Theory of Asymmetric Conflicts”(pp. 93–128), op. cit.; Rabinovich, A., Richard, N., Villar, D., Nielsen, A., Capdevila, L. (2015). “Discusión”. Corpus n°5 (1) (pp.1-5).http://corpusarchivos.revues.org/1401(acceso 29/06/2015); Richard, N. (2015). “Presentación: La guerra en los márgenes del Estado, simetría, asimetría y enunciación histórica”. Corpusn°5 (1)(pp.2-7). http://corpusarchivos.revues.org/ 1401(acceso 29/06/2015).

[13]Von Clausewitz, C. (1970 [1832]). De la Guerra. Buenos Aires: Círculo Militar; Liddell Hart, B. (1964). Disuasión o Defensa. Buenos Aires: Editorial Pleamar; Liddell Hart, B. (2014 [1941]). La Estrategia de la Aproximación Indirecta. Buenos Aires: La Editorial Virtual http://www.laeditorialvirtual.com.ar/Pages2/Liddell_Hart/AproximacionIndirecta.html(acceso diciembre de 2014); de Certeau, M. (1999). La invención de lo cotidiano, op. cit.

[14]Liddell Hart, B. (1964).La Estrategia de la Aproximación Indirecta, op. cit., p. 343.

[15]Spota, J. (2010). “Acero, desierto y sangre. Expectativas arqueológicas del conflicto armado entre militares y aborígenes en la pampa seca (1877-1879)” en A. Tapia (comp.) De ranqueles, militares y religiosos en el MamulMapu. Enfoque arqueológico y etnográfico. Buenos Aires: Ediciones de la Facultad de Filosofía y Letras, (CD-Rom).

[16]de Certeau, M. (1999). La invención de lo cotidiano, op. cit.

[17]de Certeau, M. (1999). La invención de lo cotidiano, op. cit., p. 43.

[18]Rabinovich, A., Richard, N., Villar, D., Nielsen, A. y Capdevila, L. (2015). “Discusión”, op. cit., pp.1-5.

[19]Avila, L. (2002). La transformación sociopolítica de los araucanos (siglo XVII). Tesis doctoral. Madrid: Universidad Complutense.

[20]Ercilla y Zuñiga, A. (2001 [1589]). La Araucana. Santiago de Chile: Pehuén Editores.  http://es.scribd.com/doc/28882425/La-Araucana(acceso mayo 2014); Bibar, G. de (1956 [1608]). Crónica y relación copiosa y verdadera de los Reynos de Chile. Santiago de Chile: Fondo Histórico y bibliográfico José Toribio Medina; Góngora Marmolejo, A. de (2001 [1536-1575]). Historia de todas las cosas que han acaecido en el reino de Chile y de los que lo han gobernado. Santiago de Chile: Ediciones de la Universidad de Chile; González de Nájera, A. (1889 [1614]). Desempeño y reparo de la guerra del Reino de Chile. Santiago de Chile: Imprenta Ercilla; Mariño de Lobera, P. (1865 [1551-1594]).Crónicas del Reino de Chile. Santiago de Chile: Imprenta del Ferrocarril; Molina, J. (1795). Compendio de la Historia civil del Reyno de Chile. Madrid: Imprenta de Sacha.

[21]Medina, J. (1882). Los aborígenes de Chile. Santiago de Chile: Imprenta Gutemberg; Amunátegui Solar, D. (1909-1910). Las encomiendas de indígenas en Chile, 2 vols. Santiago de Chile: Imprenta Cervantes; Barros Arana D. (1902 [1884]). Historia general de Chile (16 tomos). Santiago de Chile: Imprenta Rafael Jover; Vicuña Mackena, B. (1876). Lautaro y sus tres campañas contra Santiago, 1553-1557. Santiago de Chile: Imprenta de la Librería del Mercurio.

[22]Góngora, M. (1986 [1981]).Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX. Santiago de Chile: Editorial Universitaria.

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[24] Villalobos, S. (1989). “Guerra y paz en la Araucanía: periodificación” en S. Villalobos, Pinto J. (compiladores).Araucanía, temas de historia fronteriza (pp. 7-30), op. cit.

[25]Fóerster, R. (1991). “Guerra y Aculturación en la Araucanía” en J. Pinto, M. Salinas y R. Fóerster (Eds.)Misticismo y violencia en la temprana evangelización de Chile (pp.169-212). Temuco: Universidad de la Frontera.

[26]Jara, A. (1981). Guerra y sociedad en Chile. op. cit.

[27]Silva, O. (1990). “Guerra y Trueque como factores de cambio en la estructura social. Una aproximación al caso mapuche” en G. Bravo (Ed.). Economía y Comercio en América Hispana (pp. 83-95). Santiago de Chile: Universidad Católica de Valparaíso y Universidad metropolitana de Ciencias de la Educación, Embajada de España en Chile.

[28]Ávila, C. (2002). La transformación sociopolítica de los araucanos. Tesis Doctoral. Madrid: Universidad Complutense de Madrid.

[29]González de Nájera, A. (1889 [1614]). Desempeño y reparo de la guerra del Reyno de Chile. Santiago de Chile: Imprenta Ercilla; Rosales, D. (1877-1878 [1674]).Historia General del Reyno de Chile. Flandes Indiano. Valparaíso: Imprenta del Mercurio.

[30]Góngora de Marmolejo, A. de  (2001 [1536-1575]).Historia de todas las cosas que han acaecido en el reino de Chile y de los que lo han gobernado. Santiago de Chile: Ediciones de la Universidad de Chile, p. 21.

[31]González de Nájera, A. (1889 [1614]).Desempeño y reparo de la guerra del Reino de Chile, op. cit.

[32]Ercilla y Zuñiga, A. (2001 [1589]). La Araucana, op. cit.; Ocaña, D. de (1995 [1600]). Viaje a Chile. Relación del viaje a Chile, año de 1600. Santiago de Chile: Editorial Universitaria; González de Nájera, A. (1889 [1614]). Desempeño y reparo de la guerra del Reyno de Chile, op. cit.

[33]Jara, A (1981). Guerra y sociedad en Chile, op. cit.; Latchman, R. (1915).La capacidad guerrera de los Araucanos: sus armas y métodos militares. Santiago de Chile: Imprenta Universitaria.

[34]Ercilia y Zuñiga (2001[1589]).La Araucana, op. cit., p.31.

[35]Latchman, R. (1915). La capacidad guerrera de los Araucanos: sus armas y métodos militares, op. cit.

[36]Rosales, D. (1877-1878 [1674]).Historia General del Reyno de Chile. Flandes Indiano, op. cit., p. 185.

[37]Ercilla y Zuñiga, A. (2001 [1589]). La Araucana, op. cit.; Latchman, R. (1915). La capacidad guerrera de los Araucanos: sus armas y métodos militares, op. cit; González de Nájera, A. (1889 [1614]). Desempeño y reparo de la guerra del Reyno de Chile, op. cit.; Rosales, D. (1877-1878 [1674]). Historia General del Reyno de Chile. Flandes Indiano, op. cit.

[38]Rosales, D. (1877-1878 [1674]).Historia General del Reyno de Chile. Flandes Indiano, op. cit. p. 336.

[39]Guamán Poma de Ayala, F.(1980 [1615]). Nueva Crónica y Buen Gobierno. México: Siglo XXI Editores.

[40]González de Nájera, A. (1889 [1614]). Desempeño y reparo de la guerra del Reyno de Chile, op. cit.

[41]Bibar, G. de (1956 [1608]). Crónica y relación copiosa y verdadera de los Reynos de Chile, op. cit. p.154.

[42]Bibar, G. de (1956 [1608]). Crónica y relación copiosa y verdadera de los Reynos de Chile, op. cit. p.154.

[43]Mariño de Lovera, P. (1865 [1551-1594]). Crónicas del Reino de Chile. Santiago de Chile: Imprenta del Ferrocarril, p. 321.

[44]Latchman, R. (1915). La capacidad guerrera de los Araucanos: sus armas y métodos militares, op. cit., p.48.

[45]Ocaña, D. de. (1995 [1600]). Viaje a Chile. Relación del viaje a Chile, año de 1600. Santiago de Chile, op. cit.

[46]Ocaña, D. de. (1995 [1600]). Viaje a Chile. Relación del viaje a Chile, año de 1600, op. cit., p.34.

[47]González de Nájera, A. (1889 [1614]). Desempeño y reparo de la guerra del Reyno de Chile, op. cit.

[48]Jara, A. (1981). Guerra y sociedad en Chile, op. cit.

[49]Tijeras, E. (1987). Juan de Garay. Madrid: Historia 16, Quorum, p. 110.

[50] Archivo General de Indias, Archivo de Charcas, Sección V, Legajo 101. Expediente iniciado por Francisco de Salas, un vecino de Buenos Aires, 1610-19, 27 págs. Archivo del Museo Etnográfico (Moreno 350, Buenos Aires), Carpeta B.11.

[51] Archivo General de Indias, Archivo de Charcas, Legajo 122. Alonso de Mercado y Villacorta, Carta al rey de España, 22 de junio de 1663, 3 págs. Archivo del Museo Etnográfico (Moreno 350, Buenos Aires), Carpeta E.4.

[52] Archivo General de Indias, Archivo de Charcas, Legajo 283. Gregorio Suarez Cordero, Carta a la reina de España, 1 de septiembre de 1673, 7 págs. Archivo del Museo Etnográfico (Moreno 350, Buenos Aires), Carpeta E.5.

[53]Espiñeira, P. (1988 [1758]). “Relación del viaje y misión de los pehuenches, 1600-1900” en Pinto Rodríguez, J.; Casanova Guarda, H. Misioneros en la Araucanía 1600-1900. Temuco: Ediciones Universidad de la Frontera, p. 244.

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[55]MacCann, W. (1969). Viaje a caballo por las provincias argentinas. Buenos Aires: Solar/ Hachette.

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[59]Pifferetti, A. (2009). “Estudio de la estructura cristalina en muestras metálicas provenientes del cementerio indígena del Cerro Mesa, Malargüe, Mendoza” en O. Palacios, C. Vazquez, T. Palacios y E. Cabanillas (Eds.). Arqueometría  Latinoamericana (pp. 258-262). Buenos Aires: Talleres gráficos Centro Atómico Constituyentes.

[60]Espiñeira, Fray Pedro. (1988 [1758]). “Relación del viaje y misión de los pehuenches, 1600-1900” en Pinto Rodríguez, J., Casanova Guarda, H. et al. Misioneros en la Araucanía 1600-1900. Temuco: Ediciones Universidad de la Frontera, p.244

[61]Amigorena, F. (1969 [1780]). “Diario de la expedición, que de orden del Exmo. senior virrey acabo de hacer contra los indios barbaros peguenches” en Pedro De Angelis, P. Colección de Obras y Documentos relativos a la historia antigua y moderna de las provincias del Río de la Plata. Buenos Aires: Plus Ultra. p. 212.

[62]Oliva, F., Panizza, M., Devoto, M. (2015). “El sector sur del área ecotonal húmedo seca pampeana en el siglo XVIII. El sitio Gascón 1 y sus materiales metálicos”. Revista del Centro de Estudios de Arqueología histórican°4 (pp. 147-161). Rosario.

[63]Tapia, A., Landa, C., De Rosa, H., Montanari, E. (2009). “Artefactos metálicos de las inhumaciones del Cementerio Indígena de Baradero” en CONEA (Ed.) Arqueometría Latinoamericana. (pp.263-269). Buenos Aires: Talleres Gráficos de la Comisión Nacional de Energía Atómica, Volumen I.

[64] Sánchez Labrador, J. (1936 [1772]). Los indios pampas, puelches y patagones. Buenos Aires; Viau y Zona Editores, pp. 59-60.

[65]Archivo General de Indias, Archivo de Charcas, Legajo 101. Expediente iniciado por pedido de Francisco de Salas, un vecino alcalde de Buenos aires, 1610-1619. Archivo del Museo Etnográfico (Moreno 350, Buenos Aires), Carpeta B.13, p.11.

[66] Archivo General de Indias, Archivo de Charcas, Legajo 122, Alonso de Mercado y Villacorta. Carta al rey de España, 22 de junio de 1663, Archivo del Museo Etnográfico (Moreno 350, Buenos Aires), Carpeta E.4, p. 2.

[67] Archivo General de Indias, Archivo de Charcas, Legajo 283, Fray Antonio Azcona Imbert, Informe al Obispo: situación de reducciones y otros, 20 de agosto de 1678. Archivo del Museo Etnográfico (Moreno 350, Buenos Aires), Carpeta F.9,  p. 5.

[68] En el Museo de La Plata se exhibe una armadura confeccionada con siete cueros que perteneció al cacique Chocorí, famoso guerrero que controlaba un vasto territorio indígena conocido como el “País de los manzaneros” y fue perseguido durante las campañas de Juan M. de Rosas. Fue sorprendido en sus tolderías por el teniente Francisco Sosa y al huir dejó su armadura y otras pertenencias. Esa pieza estuvo en posesión de Rosas como botín de guerra quien finalmente la cedió a Francisco P. Moreno.

[69]MacCann, W. (1969). Viaje a caballo por las provincias argentinas, op. cit., p. 97.

[70]de Certeau, M. (1999).La invención de lo cotidiano, op. cit.

[71]de Certeau, M. (1999).La invención de lo cotidiano, op. cit., p. 44.

[72]de Certeau, M. (1999). La invención de lo cotidiano, op. cit., p. 44.

[73] Se considera que a partir de la batalla de Reinogüelén acaecida en 1536 comenzó la Guerra de Arauco, en la cual se enfrentaron los conquistadores hispánicos y los guerreros mapuches en el lugar donde confluyen los ríos Itata y Ñuble en el centro-sur de Chile. Los cronistas Góngora de Marmolejo y Mariño de Lobera describen detalladamente los pormenores de la contienda: Góngora, M. (1986).Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX, op. cit; Mariño de Lovera, P. (1865 [1551-1594]). Crónicas del Reino de Chile, op. cit.

[74]González de Nájera, A. (1889 [1614]). Desempeño y reparo de la guerra del Reyno de Chile, op. cit.; Bibar, G. de (1956 [1608]). Crónica y relación copiosa y verdadera de los Reynos de Chile, op. cit.

[75]Bengoa, J. (2013). Historia del Pueblo mapuche (siglos XIX y XX), op. cit.

[76]Davis Hanson, V. (2006). Matanza y Cultura: Batallas en el auge de la civilización occidental. México: Fondo de Cultura Económica.

[77]Boccara, G. (1999). “Etnogénesis mapuche. Resistencia y Restructuración entre los indígenas del centro-Sur de Chile (siglos XVI-XVIII)”. The Hispanic American Historical Review n°79 (3), (pp. 425-461).Durham.

 

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Cuadernos de Marte, Revista latinoamericana de Sociología de la Guerra es una publicación oficial del Insituto de Investigaciones Gino Germani, dependiente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Argentina.

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Cuadernos de Marte está indizada en el catálogo de Latindex 2.0 (cumpliendo 36 de los 37 requisitos de excelencia editorial y académica del índice), en Latinoamericana (Asociación de revistas académicas de humanidades y ciencias sociales), en ERIH PLUS (European Reference Index for the Humanities and Social Sciences), en BASE (Bielefield Academic Search Engine), en BINPAR (Bibliografía Nacional de Publicaciones Periódicas Registradas), en REDIB (Red Iberoamericana de Innovación y Conocimiento), en el Directorio de Publicaciones Argentinas del CAICYT - CONICET, en MIAR (Matriz de Información para el Análisis de Revistas), en DIALNET (hemeroteca de la Fundación Dialnet, del Equipo de Gobierno de la Universidad de La Rioja), en LATINREV (Red de Revistas Latinoamericanas de FLACSO), en el RDIUBA (Repositorio Digital Institucional de la Universidad de Buenos Aires), en OAJI (Open Academic Journals Index), en ResearcH (Directorio de Revistas de Journals & Autors), en SIS (Scientific Indexing Service), en la CIRC (Clasificación integrada de Revistas Científicas), en EUROPUB (Academic and Scholarly Research Publication Center), en DOAJ (Directory of Open Access Journals), en LATAM-Studies+ (Estudios Latinoamericanos), en SUNCAT (Serial Union Catalogue), en Open Science Directory (by EBSCO), en PERIODICOS CAPES (Brasil), en JOURNAL TOCS (Table of Contents), en Elektronische Zeitschriftenbibliothek, en MALENA, en WORLD CAT, en HOLLIS (Harvard Library), en ORBIS (Yale University Library Catalog), en OPAC plus (Kanazawa University Library ), en el catálogo de la KIUSHY UNIVERSITY LIBRARY, en CITEFACTOR, en Journals4Free, en Mir@bel y en SHERPA ROMEO

 
FICHA DE CUADERNOS DE MARTE EN LATINDEX

LISTADO DE REVISTAS PARTICIPANTES EN LATINOAMERICANA (Nº 289)

FICHA DE CUADERNOS DE MARTE EN ERIH PLUS

FICHA DE CUADERNOS DE MARTE EN BASE

FICHA DE CUADERNOS DE MARTE EN BINPAR

FICHA DE CUADERNOS DE MARTE EN REDIB 

DIRECTORIO DE PUBLICACIONES ARGENTINAS CON OJS (CAICYT)

FICHA DE CUADERNOS DE MARTE EN MIAR

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CUADERNOS DE MARTE EN LATINREV

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FICHA DE CUADERNOS DE MARTE EN EL CATÁLOGO DE LA KIUSHI UNIVERSITY LIBRARY

FICHA DE CUADERNOS DE MARTE EN CITEFACTOR
 
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FICHA DE CUADERNOS DE MARTE EN SHERPA ROMEO

 
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