Cuadernos
de Marte
AÑO 11
/ N° 18 Enero – Junio 2020
https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/cuadernosdemarte/index
Chile y la Fundación Ford
en la Guerra Fría Global
Chile
and the Ford Foundation in the Global Cold War
Fernando Quesada[1]
Instituto
Multidisciplinario de Estudios Sociales Contemporáneos, Instituto de Estudios
Históricos, Económicos, Sociales e Internacionales – CONICET; Universidad
Nacional de Cuyo
Recibido: 30/09/2019
- Aceptado: 05/06/2020
Cita sugerida: Quesada, F. (2020). Chile y la Fundación Ford en la
Guerra Fría Global. Cuadernos de Marte, 0(18), 172-203. Recuperado
de https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/cuadernosdemarte/article/view/5629/4571
Resumen
La Fundación
Ford (FF) tuvo una relación importante con Chile en el contexto de la Guerra
Fría Global. Arribó a Chile a fines de 1950, motivada por la radicalización de
los conflictos en toda América Latina. Bajo la Alianza para el Progreso, se
articuló con la geopolítica de Estados Unidos e hizo de Chile uno de sus principales
receptores de fondos. En 1970, cuando la Unidad Popular llegó al poder, la FF
fue coherente en su visión democrática, mantuvo su acuerdo de modernización
entre la Universidad de Chile y la Universidad de California, e incluso
financió algunos proyectos gubernamentales. La posición adoptada por la FF fue
diferente de la del Departamento de Estado de los Estados Unidos, que canceló
todos los subsidios para Chile y continuó financiando solo al ejército, el
principal agente en el golpe de 1973. Con la caída del gobierno democrático, la
FF se posicionó contra el nuevo régimen autoritario, redujo abruptamente muchos
de sus proyectos, incluido el acuerdo entre la Universidad de Chile y la
Universidad de California, cerró su oficina en Chile y comenzó un programa de
derechos humanos con el objetivo de apoyar a los científicos y estudiantes
perseguidos por el gobierno.
Palabras claves:
Chile, Fundación Ford, Guerra Fría, Alianza para el Progreso, Filantropía
norteamericana.
Abstract
The Ford Foundation had an
important relationship with Chile in the context of the Global Cold War. The
foundation arrived in Chile at the end of the 1950s, motivated by the
radicalization of conflicts throughout Latin America. In the early1960s, the
foundation articulated with the Alliance for Progress’s geopolitics in the
Americas and made Chile one of its preferred countries to allocate funds. In
1970, which brought the Popular Unity coalition to power, the Ford Foundation
was consistent in its democratic vision, maintained its modernization agreement
between the University of Chile and the University of California, and even
financed some government projects. In this sense, the Ford Foundation’s
position differed from that of the US Department of State’s, which canceled all
subsidies for Chile and continued funding only the army, the principal agent in
the 1973 coup. With the fall of the democratic government in Chile, the Ford
Foundation positioned itself against the new authoritarian regime, abruptly
reduced many of its projects, including the agreement between the University of
Chile and the University of California , closed its office in Chile, and started
a human rights program with the goal of supporting scientists and students who
were persecuted by the government.
Key words:
Chile, Ford
Foundation, Cold war, Alliance for Progress, U.S. Philanthropy.
Introducción
En 1968,
Edmundo Labarca publicó el libro Chile invadido. Reportaje a la intromisión
extranjera[2], en el que argumentaba que las fundaciones filantrópicas
norteamericanas estaban articuladas con los objetivos imperialistas de Estados
Unidos. Estas ideas alimentaron un fuerte imaginario sobre la subordinación de
estas instituciones respecto de la política exterior de la potencia del Norte y
sus intereses geopolíticos.[3]
Sin
embargo, estudios actuales han complejizado estos enfoques al aportar análisis
que atienden a los asuntos relacionales de las fundaciones filantrópicas con sus
beneficiarios en diversos contextos y regiones.[4]
Una
perspectiva interesante para analizar las prácticas de las fundaciones
filantrópicas es la que aporta Ludovic Tournès. Este autor, define las acciones
filantrópicas como una forma particular de “diplomacia intelectual
transnacional” cuya dinámica se sostuvo en las redes intelectuales que
construyeron y en las posibilidades de movilizar saberes en cuatro dimensiones
o niveles: hacia el interior del campo filantrópico, a nivel nacional en
Estados Unidos, en las disputas y tensiones internacionales y, por último, en
las dinámicas transnacionales.[5] La
perspectiva de Tournès ha permitido cuestionar los enfoques que consideran que
las fundaciones filantrópicas norteamericanas funcionaron como apéndice de la
política exterior de Estados Unidos y acometieron de manera acrítica la
contienda global o totalmente disciplinada a la de la potencia hegemónica.
En este artículo,
me interesa mostrar la particularidad de Chile en el contexto de la Guerra Fría
Global y la relación específica que tuvo la Fundación Ford (FF) en este país. Chile
es un caso que muestra algunos matices sobre las complejidades del fenómeno de
la filantropía en el contexto de la contienda bipolar. El análisis de la FF en
este país, y en particular sobre el Acuerdo que impulsó entre la Universidad de
Chile y la Universidad de California entre 1965 y 1975, muestra que la
institución filantrópica arribó a Chile a finales de la década de 1950,
motivada por la radicalización de los conflictos que se estaban produciendo en
toda América Latina y a principios de la década siguiente se articuló con la
geopolítica hemisférica de la Alianza para el Progreso e hizo de este país uno
de los más favorecidos con sus fondos. Pero durante los acontecimientos
políticos de 1970, que llevaron al poder a la Unidad Popular encabezada por
Salvador Allende, la fundación fue coherente con su proyecto democrático, mantuvo
el acuerdo de modernización universitaria entre la Universidad de Chile y la
Universidad de California, e incluso financió algunos proyectos gubernamentales.
La razón de esta actitud se basaba en la percepción que los dirigentes y
oficiales de esta agencia filantrópica tenían de la “la vía chilena al
socialismo”, la cual consideraban que había surgido del voto popular y no de un
cambio revolucionario.
En este
aspecto, la postura de la FF se diferenció de la del Departamento de Estado norteamericano,
el cual desactivó todos los subsidios para Chile y mantuvo únicamente los
destinados al ejército, que fue el actor principal del golpe de estado de 1973.
Tras la caída del gobierno democrático en Chile, la FF se posicionó contra el
nuevo régimen autoritario, recortó bruscamente muchos de sus proyectos, incluyendo
el Convenio entre la Universidad de Chile y la Universidad de California,
retiró su oficina del país y montó un programa de derechos humanos con el
objetivo de brindar apoyo a los científicos y universitarios perseguidos por la
dictadura. De esta forma, esta fundación se distanció nuevamente de la política
exterior de Estados Unidos, cuyo gobierno apoyó abiertamente el régimen del
General Augusto Pinochet.
Es decir,
me interesa mostrar esta relación particular de la FF en Chile, a partir del
análisis de un Convenio interuniversitario que desarrolló la agencia
filantrópica en el período 1965-1975 y que se erigió como una de las más
importantes inversiones de la agencia en este país. Pero también es necesario
atender a esta coyuntura de diez años porque estuvo atravesada por diversas
tensiones como resultado de los conflictos políticos e ideológicos específicos
de este país -el gobierno desarrollista y pro-americano de Eduardo Frei Montalva,
la experiencia socialista de la Unidad Popular y el Golpe de Estado de
septiembre de 1973- acontecimientos estos que no fueron ajenos a las tensiones
geopolíticas de la Guerra Fría global.
Bajo el manto de la
Alianza para el Progreso
En 1950 la
FF comenzó su internacionalización con un marcado sentido geopolítico al extenderse
hacia algunas regiones consideradas problemáticas como Europa occidental, el
Sudeste asiático y el Medio Oriente. A finales de la década de 1950 y
posteriormente a la Revolución Cubana, América Latina fue considerada
estratégica y la fundación comenzó a canalizar más fondos y recursos hacia la
región.
En la
década de 1950, los oficiales de la FF compartían con las elites
norteamericanos la ansiedad sobre la Guerra Fría a la que se refiere Nils
Gilman. Dicha preocupación se originaba en una mezcla de “optimismo”, por las
posibilidades de difundir el “american way of life” y el modelo de
modernización norteamericano, pero también de “temor” frente al avance del
comunismo.[6] En Chile,
los dirigentes de la FF mostraron ambos sentimientos desde que arribaron en
1959. Eran optimistas porque el país tenía un sistema político democrático y
relativamente estable en comparación con sus vecinos. Además, consideraban que el
chileno era un caso propicio para la acción e influencia filantrópica porque
poseía un campo universitario que se encontraba en un proceso de modernización
acelerada. Pero asimismo observaban con cautela el avance del Frente de Acción
Popular, que en 1957 quedó segundo en las elecciones presidenciales.
En 1957,
los principales partidos políticos de izquierda -el Partido Socialista Popular,
el Partido Socialista Chileno y el Partido Comunista de Chile- conformaron el
Frente de Acción Popular (FRAP) y obtuvieron el segundo lugar en las elecciones
presidenciales del año siguiente, en las que triunfó el candidato de las
derechas Jorge Alessandri. Pero los oficiales de la FF no desestimaron este
acontecimiento que mostraba el crecimiento electoral de las fuerzas de
izquierda. Por este motivo, enviaron a Robert J. Alexander a Chile para
elaborar un informe sobre la situación política de los movimientos y
organizaciones de izquierda. Alexander era un reconocido historiador de la
Universidad de Rutgers, New Jersey, y un experto sobre el comunismo en la
región. En 1957 había publicado el libro Communism in Latin America.[7] En su informe para la FF, Alexander sostenía que:
Aunque el surgimiento del comunismo en la legalidad, una
vez más, no representa una amenaza inmediata para la largamente experimentada
democracia de Chile, la inflación está causando disturbios y el comunismo puede
ser una amenaza de largo alcance para la República.[8]
Sin
embargo, estos temores se apaciguaron cuando los agentes que fueron asignados
al país como oficiales permanentes comprendieron que mucho de estos miedos eran
infundados y que la izquierda chilena no representaba un verdadero conflicto
para la FF, como puede verse en el reporte de Nita Manitzas.[9]
Bajo la
Alianza para el Progreso del presidente John F. Kennedy, Chile pasó a ocupar un
lugar destacado para la política exterior estadounidense. A este respecto, en
la primera mitad de los años 60 se produjeron dos acontecimientos
significativos que contribuyeron a potenciar el valor simbólico, geopolítico y
estratégico que tenía este país para la Alianza para el Progreso en la región.
En primer lugar, las elecciones presidenciales de 1964 volvieron a poner
nuevamente de relieve el avance de los partidos de izquierda. Finalmente, el
demócrata-cristiano Eduardo Frei Montalva obtuvo el triunfo en las elecciones
con el apoyo del Partido Liberal y del Partido Conservador, reuniendo el 56,08%
de los votos. El programa de Frei Montalva denominado “Revolución en Libertad”,
recogía y se alineaba con buena parte de las propuestas de la Alianza para el
Progreso –reforma agraria, educativa e impositiva-. El interés norteamericano
por establecer relaciones con Frei se enmarcaba en el deseo de la
administración Kennedy de lograr el apoyo de los sectores demócratas y progresistas
de América Latina a su política hacia la región, como estrategia para
contrarrestar la influencia ideológica de la Revolución Cubana.
No
obstante, a pesar de la victoria de las fuerzas moderadas en las elecciones de
1964, la coalición de izquierda alcanzó el 38,92% de los votos, lo que
representaba un 10 % más respecto de los comicios de 1958. Es por esto que el
país se convirtió en uno de los principales receptores de subsidios y créditos
de diversos organismos internacionales y agencias federales norteamericanas. Jeffrey
Taffet estima que los principales beneficiarios de la política del gobierno de
John F. Kennedy para la región fueron Chile, Brasil, República Dominicana y
Colombia. Según dicho autor, esos cuatro países se apropiaron de
aproximadamente el 60% de los fondos que distribuyó la Alianza.[10] De manera
paralela, la FF instaló en 1963 una subsede en el país chileno, la cual fue
gradualmente adquiriendo una mayor relevancia, hasta convertirse en 1965 en la Oficina
Regional. De esta forma, Chile pasó a tener un status similar al de Brasil en
las operaciones y actividades de la FF. Ambos países disputaban fondos
extraordinarios y subsidios institucionales. En el período 1960-1969 la
fundación aportó la suma de 16,2 millones de dólares a Chile y de 15,2 millones
a Brasil. Cantidades que contrastaban fuertemente con los 11,1 millones
destinados a Argentina.[11]
En segundo
lugar, el otro acontecimiento significativo que sacudió a las agencias de
asistencia técnica y financiera y a las fundaciones filantrópicas y que tuvo
repercusiones en toda América Latina fue el escándalo que generó el Proyecto
Camelot. Este proyecto de investigación social fue contratado por el
Departamento de Defensa de Estados Unidos para ser realizado por la American
University y tenía como objetivos identificar, diagnosticar y contener
conflictos sociales, revueltas o revoluciones políticas. Fue pensado para
varios países, pero fue en Chile donde los encargados lograron algunas
negociaciones para desarrollarlo. En 1965, cuando finalmente se conocieron sus
intenciones, fue repudiado por los científicos y generó una fuerte oposición en
los sectores políticos de izquierda, que lo etiquetaron como otra forma del
imperialismo norteamericano en la región. Este fue posiblemente el caso más
burdo e informal de establecer vínculos entre las Ciencias Sociales y la
política, de intervención y pérdida de autonomía de la ciencia, que afectó a
todo el campo científico latinoamericano y generó un gran rechazo y crítica a
los fondos provenientes de Estados Unidos, tanto de las agencias
gubernamentales como también de las fundaciones filantrópicas. En definitiva, la
denuncia del Proyecto Camelot radicalizó las posiciones contra el financiamiento
externo norteamericano y las intervenciones de este país en América Latina.[12]
La
modernización de la Universidad de Chile
Desde que
arribó a Chile en 1960, la FF estuvo inmersa en diversas actividades
filantrópicas relacionadas con la modernización de las universidades tanto
públicas como privadas. Sin embargo, la que recibió mayor atención y en
consecuencia más subsidios fue la Universidad de Chile. Esta institución fue la
receptora de uno de los primeros subsidios que la agencia filantrópica destinó
a Chile, por un monto de 1.430.000 dólares destinado al desarrollo de los
colegios regionales de la Universidad de Chile. También subsidió las escuelas
de graduados de Economía con 617.000 dólares y con el mismo objetivo para el
desarrollo de programas en negocios y administración pública con 952.000
dólares.
No
obstante, el principal proyecto de la FF en la Universidad de Chile fue el acuerdo
de modernización universitaria firmado entre esta institución y la Universidad
de California en 1965. Dicho acuerdo tenía su equivalente en el Plan
Chile-California, financiado por la U.S. Agency for International Development
(USAID), uno de los principales organismos de la Alianza para el Progreso.
El Plan
Chile-California fue un acuerdo firmado en 1963 entre el gobierno del estado de
California y el gobierno de Chile con el objetivo de desarrollar la Cuenca del
Río Maule para el aprovechamiento de sus capacidades hidroeléctricas,
agrícolas, industriales, educativas y comunitarias. El Plan Chile-California formaba
parte de las políticas de Estados Unidos para la región y, como tal, encajaba
en la visión de la Alianza para el Progreso, la cual consideraba que las
actividades industriales y agrícolas, el desarrollo urbano y comunitario, la
educación y capacitación de recursos humanos y la modernización de las
comunicaciones eran elementos esenciales para la modernización de los países de
América Latina.
El Acuerdo
entre la Universidad de Chile y la Universidad de California también surgió con
el auspicio de la Alianza para el Progreso. En 1961, un grupo de académicos
chilenos, la mayoría con cargos de gestión universitaria, algunos industriales
y hombres de negocios viajaron a Estados Unidos con el objetivo de estrechar
las relaciones y generar formas de cooperación y articulación entre las
universidades chilenas y norteamericanas. El viaje fue financiado por la
Internacional Cooperation Administration (ICA), institución que poco después se
transformó en la USAID, uno de los principales instrumentos norteamericanos
para promover el desarrollo de los países del Sur Global. En la comitiva se
encontraba Juan Gómez Millas, Rector de la Universidad de Chile y rectores y
decanos de las restantes universidades chilenas. De la reunión que Gómez Millas
mantuvo con el Presidente de la Universidad de California, Clark Kerr, surgió
la idea de realizar un acuerdo interuniversitario y posteriormente la FF
propuso los fondos para el mismo.
Aquí es
necesario detenerse en la trayectoria de Juan Gómez Millas. El rector de la Universidad
de Chile se desenvolvía muy bien tanto en el campo académico como en el
político. Graduado en Historia en la Facultad de Filosofía y Educación en 1922,
ocupó diversos cargos de gestión en esta facultad hasta que en 1931, fue
designado Secretario General de la Universidad de Chile. Así comenzó su
itinerario de cargos jerárquicos en la gestión universitaria. En 1947 Gómez
Millas fue elegido decano la Facultad de Filosofía y Educación, puesto que mantuvo
hasta 1952, año en que fue nombrado Ministro de Educación por el presidente Carlos
Ibáñez del Campo. Pocos meses después de su nombramiento como Ministro de
Educación, Gómez Millas renunció a la cartera, luego de redactar y conseguir la
aprobación de la Ley N° 11.575, la cual disponía que un 0,5% de todos los
impuestos directos e indirectos del país pasaran a conformar el Fondo de
Construcción e Investigaciones Universitarias y que benefició principalmente a
la Universidad de Chile. En 1953 asumió el cargo de Rector de la Universidad de
Chile, posición que desempeñó hasta 1963. Cuando en 1957 se creó el Partido
Demócrata Cristiano de Chile, Gómez Millas formó parte de esta fundación y
estrechó relaciones con su líder, Eduardo Frei Montalva.
El
rectorado de Gómez Millas estuvo marcado por una gran variedad de reformas
educativas que se caracterizaron por su continuidad. En los 10 años de su
gestión (1953-1963), la Universidad adquirió una innovadora estructura, se
afianzó la descentralización institucional, se profesionalizó la docencia, se
crearon las primeras escuelas de graduados y se acrecentaron las políticas de
internacionalización. Pero sus escuelas y facultades no otorgaban títulos de
doctorado o maestría, siendo éste uno de los problemas principales que los
gestores de la universidad pretendían solucionar mediante el Acuerdo con la
Universidad de California.[13]
Gómez
Millas estaba en tratativas para obtener fondos de la Ford desde las primeras
visitas de los delegados a Chile en 1959. Desde entonces el rector de la
Universidad de Chile había hecho hincapié en la elaboración de un programa de
intercambios académicos concentrado en el desarrollo de las ciencias básicas,
las ciencias sociales, las ciencias agrícolas y la asistencia técnica y
material para bibliotecas, laboratorios e institutos de investigación. Posteriormente
logró que la FF financiara el proyecto de creación de los Colegios Regionales
con una inversión de 1,4 millones de dólares. En el viaje que realizó en 1961 con
la comitiva de rectores y decanos a Estados Unidos, logró comprometer el apoyo
de la Ford para un proyecto de modernización universitaria integral y de largo
plazo. Los funcionarios de la Ford tenían una considerable estima de la figura
de Juan Gómez Millas y pensaban que bajo su liderazgo la Universidad de Chile
continuaría su proceso de modernización y contribuiría al desarrollo del país.
No
obstante, Gómez Millas no logró poner en funcionamiento el Convenio entre la
Universidad de Chile y la Universidad de California porque a mediados de 1963
perdió las elecciones para el rectorado. Obtuvo el triunfo Eugenio González
Rojas. Este nuevo rector tenía profundas diferencias políticas con Gómez Millas
debido a su militancia política. Ambos se habían graduado en la misma Facultad
y en carreras humanistas. Pero González Rojas era un reconocido miembro y
fundador del Partido Socialista de Chile. Sin embargo, a pesar de mantener
posiciones políticas e ideológicas divergentes, Gómez Millas y González Rojas compartían
algunos puntos en común en relación con la modernización universitaria. Ambos
afirmaban la necesidad de profundizar los cambios en la institución, pero se
diferenciaban en cuanto al papel de la universidad en el desarrollo nacional.
Carlos Huneeus considera que las diferencias ideológicas en cuanto a la función
de la universidad se debían a que Gómez Millas resaltaba la finalidad
científica de la institución, mientras que González Rojas tenía una concepción
de la universidad como agente de cambio revolucionario y social.[14] En 1964, Gómez Millas fue nombrado nuevamente Ministro
de Educación, en la presidencia del ya mencionado Eduardo Frei Montalva.
El Convenio
Universidad de Chile-Universidad de California
El nuevo
rector continuó el proceso de modernización universitaria ya iniciada por Gómez
Millas, pero con algunos matices. Uno de los proyectos que conservó fue el
Convenio entre la Universidad de Chile y la Universidad de California.
En 1964,
para precisar los términos del Convenio, la Universidad de Chile conformó una
Comisión Especial integrada por representantes de todas las disciplinas. Esta
comisión se encargó de redactar y hacer aprobar por el Consejo Superior un
documento que luego fue enviado a la Universidad de California. Posteriormente,
el vicepresidente de la FF, Verne Atwater, comprometió los fondos de la agencia
filantrópica. La planificación y elaboración de los fundamentos del Convenio se
realizaron en sucesivas reuniones realizadas en Chile, durante 1964 y se
acordaron las bases filosóficas de la cooperación.
En primer
lugar, se enfatizó el “carácter institucional del entendimiento”, basado en las
relaciones institucionales entre ambas universidades y no entre personas u
organismos. Asimismo, se estableció “a principle of equality”[15] para la toma de decisiones, en las que no intervendría
la FF. Ésta solamente aprobaba o desaprobaba la entrega de los fondos. En la
elaboración de los principios que marcarían la relación entre ambas partes, se
hizo hincapié en el tipo de acuerdo universitario y no individual. De esta
forma, se pretendía evitar las negociaciones individuales entre académicos y
representantes locales y funcionarios de la fundación, las cuales podían hacer
peligrar un desarrollo académico equitativo entre todas las disciplinas.
Segundo, en
el proyecto se incluiría a todas las disciplinas científicas, artísticas y
humanas, lo que le daba al mismo un carácter multidisciplinar y
multiinstitucional, que facilitaba la participación de todas las facultades,
institutos, escuelas y centros de investigación. Por último, se acordó el
desarrollo a largo plazo de las actividades conjuntas y se estipuló la duración
del convenio por diez años, con la posibilidad de extenderlo.
La FF
estuvo inmersa en el Convenio desde las primeras negociaciones realizadas por
Gómez Millas en Estados Unidos. Pero es necesario comprender los motivos por
los cuales decidió financiar un proyecto de tal magnitud en el que no tomaba decisiones
respecto a su funcionamiento. De los documentos consultados se infiere que existieron
diversos factores que condujeron a una acción de bajo perfil por parte de la FF.
El primer motivo se debe a que en un clima desfavorable para las agencias
filantrópicas norteamericanas como consecuencia del Proyecto Camelot, la FF
decidió desplegar una estrategia de no intervención para resguardar la
autonomía de ambas universidades y mostrar que no formaba parte de las
decisiones ni tenía influencia en las actividades implementadas. El segundo
motivo era que representaba una experiencia innovadora en las relaciones entre
la institución donante y las universidades receptoras de fondos. Esto
significaba que la agencia filantrópica no cedía su gestión a representantes de
ambas universidades sino, como se verá más adelante, a una estructura
administrativa en la que estaban representadas todas las partes, en la que la
fundación únicamente participaba como consejera.
El acuerdo
educativo entre la Universidad de Chile y la Universidad de California se firmó
en 1965, por un período de 10 años. La FF se comprometió a financiarlo en su
totalidad, para lo que ofreció 10 millones de dólares y la posibilidad de
extenderlo por cinco años más a través de un aumento de fondos. Los fondos los otorgaba
la FF directamente a la Universidad de California y los administraba el campus
de Los Ángeles (UCLA). Este se encargaba de todo lo relacionado con la
ejecución del dinero para las diversas áreas y programas.
El convenio
educativo se concentró en los intercambios de académicos entre ambas
universidades, en los estudios de Master of Sciences y PhD realizados por
estudiantes e investigadores chilenos, en la realización de investigaciones
conjuntas sobre problemáticas similares y en el fortalecimiento de disciplinas
para la conformación de carreras de posgrado dentro de la Universidad de Chile.
Es necesario destacar que esta última era una institución que carecía de
carreras de posgrado, sólo poseía algunos cursos, mientras que la Universidad
de California se encontraba entre las universidades norteamericanas con mayor
oferta en Master of Sciences y doctorados y en diversas especialidades. Cinco
fueron las áreas científicas y sus respectivas disciplinas que participaron del
convenio: Agricultura y Medicina Veterinaria, Ciencias Naturales e Ingenierías,
Ciencias Sociales y Artes y Literatura. Otra área importante fue la que incluía
a todo lo relacionado con la actualización y modernización de las bibliotecas,
así como la formación del personal bibliotecario.
La puesta
en marcha de dicho proyecto coincidió con los primeros pasos del gobierno de
Eduardo Frei Montalva, pero también se desarrolló en un clima de sospecha por
parte de algunos sectores universitarios y científicos, que desconfiaban del
dinero proveniente de agencias públicas o privadas norteamericanas.
Desde su
firma en 1965 y hasta finales de 1968, inserto en el proceso de modernización
universitaria y en un contexto gubernamental reformista, el Convenio se desarrolló
de manera heterogénea según las áreas y disciplinas. Los dispositivos
institucionales conformados para su funcionamiento permitieron una etapa de
puesta en marcha, experimentación e instrumentación de los diversos proyectos
conjuntos que fueron aprobados por los subcomités. Algunos de estos, en
particular Ciencias Sociales y Artes y Literatura, tuvieron un éxito relativo
en formular objetivos específicos, políticas y procedimientos que dieran un
sentido de continuidad a las actividades.[16] La idea fuerza que subyacía en esta primera etapa tenía
como objetivo la amplia participación de los académicos de ambas universidades
y el desarrollo de proyectos de investigación conjuntos. Como también la
planificación de carreras de posgrado.
Los primeros
años del convenio fueron evaluados de manera positiva por la FF. Se creó la
Facultad de Ciencias en la Universidad de Chile, muchos graduados chilenos
obtuvieron títulos de Master of Sciences y PhD, varios se encontraban
realizando estos estudios en la Universidad de California y ya se habían creado
las primeras carreras de doctorado. En 1966 comenzó a funcionar el Doctorado en
Biología y dos años después el Doctorado en Química y el de Matemáticas en la
Facultad de Ciencias. También en 1968 se abrió el Doctorado en Geología, en la
Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas.
El mayor
problema que tuvo que enfrentar el Acuerdo fue la Reforma Universitaria. En la
Universidad de Chile, la Reforma Universitaria se inició en 1967 y se extendió
hasta el nombramiento de un nuevo rector en 1969. Pero algunos conflictos
ideológicos entre diversos sectores se mantuvieron por algunos años más y se
radicalizaron con el ascenso a la presidencia de Salvador Allende. En este
convulso proceso de reforma universitaria interactuaron las demandas del
claustro estudiantil en favor de una mayor participación en el gobierno
universitario, junto a las exigencias de mejoras salariales y ocupacionales de
los no docentes, a las que se sumaron las tensiones de los docentes y los
científicos, quienes pretendían conservar la autonomía de sus instituciones y
los que pretendían obtener más recursos para investigación. A todo ello hay que
agregar que la reforma también fue el escenario de un conflicto ideológico
entre sectores estudiantiles de los diversos partidos políticos.[17]
Según
Vasconi y Reca, en la década de 1950 se conformaron dos grupos dentro de la
Universidad de Chile. Por una parte, se encontraban los “tradicionalistas”, que
querían mantener el status quo de la institución sin introducir innovaciones.
Por otra, los “modernizadores”, conformado por sectores heterogéneos que
aspiraban a transformar la universidad. Para estos autores, la reforma
universitaria de 1968, dividió al segundo grupo en tres grandes corrientes: los
“democratizantes” perseguían modificaciones institucionales que permitieran una
mayor participación en el gobierno universitario a los estudiantes y no
docentes; los “academicistas”, también llamados “cientificistas”, querían
alcanzar mejoras en relación a las actividades docentes y científicas y
racionalizar y tecnificar la universidad; y por último los “revolucionarios”,
que concebían el organismo como un centro estratégico de transformaciones
económicas y sociales estructurales.[18]
Las autoridades
de la universidad estaban realizando profundas reformas. Su rector, Eugenio
González Rojas, era un defensor de los cambios, a quien se puede clasificar
entre los modernistas “revolucionarios”. Los diversos partidos políticos
chilenos tenían sus representantes en las agrupaciones estudiantiles. La
Federación de Estudiantes (FECH) estaba en poder de la Democracia Cristiana y
sus críticas a la institución se concentraban en la excesiva educación
profesional y en la escasa representación estudiantil en el gobierno. En
relación a la docencia y la investigación pretendían un modelo de organización
en departamentos y romper con la estructura de las cátedras. El Partido
Socialista de Chile igualmente tenía sus representantes estudiantiles, como así
también el Partido Comunista y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).
La reforma
se inició en 1968 en la Facultad de Filosofía y Educación, cuando el decano
Hernán Ramírez Necochea, militante comunista, convocó y organizó unas elecciones
en las que se permitió votar a un mayor porcentaje de estudiantes del
estipulado en la normativa universitaria. Esto desencadenó la intervención y
reorganización de la facultad, la renuncia del rector González Rojas que se
oponía a esta medida y la toma de la sede central de la institución por los
estudiantes. A partir de entonces comenzó un largo periodo de tensiones que
perduró por más de dos años y que fue acompañado de una elevada conflictividad
y movilización socio-política, que se tradujo en asambleas permanentes, huelgas
estudiantiles, tomas de edificios y renuncias de decanos y rectores, entre
otros asuntos.
En 1968,
luego de la renuncia de González Rojas fue designado rector interino Ruy
Barboza y ese mismo año se hicieron elecciones en todas las facultades. Como
resultado de dicho proceso electoral sólo dos decanos fueron ratificados. El
nuevo rector firmó un “Acta de Acuerdo” con los estudiantes, aceptó la
participación estudiantil en la elección de autoridades y comenzó a planificar
la reforma del estatuto universitario. Pero a pesar de estas medidas los
problemas no se detuvieron sino que se radicalizaron junto a un aumento de los
conflictos ideológicos entre los diversos partidos estudiantiles, los cuales
rivalizaron por apoderarse políticamente de la reforma.
Ante el
proceso de reforma universitaria iniciado en 1968 los funcionarios de la FF
adoptaron una posición neutral que se condecía con su política de no intervención
en asuntos políticos. Por una parte, consideraban que la detención de las
actividades universitarias, consecuencia de la ocupación estudiantil de
facultades y escuelas afectaba su principal proyecto educativo en Chile. Por
otra, veían positivamente las propuestas de modernización que pretendían
aplicar los estudiantes –departamentalización, articulación entre docencia e
investigación, profesionalización de las carreras científicas y mayor conexión
entre las actividades universitarias y estatales- en tanto que se correspondían
con los propios objetivos de la fundación en el este país suramericano.[19]
Durante la
Reforma Universitaria muchas de las actividades que se desarrollaban en el
marco del convenio se vieron afectadas. Se frenaron algunas becas que estaban
pautadas, se detuvieron investigaciones y no se realizaron algunas visitas de
docentes y científicos de la Universidad de California. Pero en líneas
generales se puede decir que tanto el convenio como la financiación de la FF no
cosecharon grandes críticas por parte de la mayoría de los sectores
estudiantiles de izquierda. En una carta del Chancellor de la Universidad de
California, Charles Young, le informaba al presidente de esa universidad, C. J.
Hitch, que:
Es significativo notar que durante la reforma, ni la
Universidad de California ni la FF fueron atacadas, aunque el partido comunista
criticó la aceptación de dólares estadounidenses y nombró específicamente a la
Fundación Rockefeller y la Fuerza Aérea de los EE. UU.[20]
¿Cuáles son
los factores que explican esta actitud más benevolente de los sectores
estudiantiles hacia el convenio educativo y la Ford? En primer lugar, la
autonomía que tenían tanto la Universidad de Chile como la de California con
respecto a la fundación hacían que su acuerdo educativo fuese menos susceptible
de recibir las críticas estudiantiles. Segundo, la amplia participación en este
proyecto de graduados, docentes e investigadores con diferentes sensibilidades
ideológicas y políticas. De hecho, obtuvieron becas de este proyecto estudiantes
y profesores que pertenecían a diversas agrupaciones políticas. Como ejemplo,
se puede mencionar el caso de Hernán Ramírez Necochea quien, como se mencionó
anteriormente, fue decano de la Facultad de Filosofía y Educación, miembro del
Partido Comunista de Chile y uno de los que inició el proceso de reforma
universitaria. Este historiador, que en muchos de sus escritos y discursos realizaba
fuertes críticas al financiamiento externo proveniente de Estados Unidos,
participó del Convenio como miembro del Subcomité de Ciencias Sociales. Los
informes consultados no recogen ninguna crítica por parte de este académico al
convenio. Por el contrario, el mencionado Subcomité de Ciencias Sociales luego
de la reforma universitaria adquirió una mayor dinámica. Como resultado de ello
se planificaron dos carreras de posgrado –Maestría en Planeamiento Urbano y
Maestría en Demografía- y aumentó la cantidad de becarios chilenos para
realizar estudios en California.[21]
Si, como
hemos visto, para la FF la Reforma Universitaria no significó un problema
importante, para el gobierno de Frei Montalva supuso un destacado conflicto que
fragmentó su partido político, provocando la renuncia del Ministro de Educación
Juan Gómez Millas. Éste abandonó el gobierno ante la imposibilidad de aplacar
los conflictos y alcanzar un acuerdo entre los sectores estudiantiles y las
autoridades. En el contexto de renuncia del rector y las tensiones que generó,
Gómez Millas presentó su dimisión.
El recrudecimiento
de la Guerra Fría a comienzos de 1970
Como ya
hemos visto, Frei Montalva inició su gobierno con una fraternal relación
bilateral con Estados Unidos, pero hacia 1965 comenzaron las desavenencias debido
a varios factores. Entre éstos se encontraban asuntos como la refinanciación de
la deuda externa de Chile, el aumento que propuso el presidente chileno del
precio del cobre -mineral que este país era uno de los principales vendedores y
que Estados Unidos necesitaba para suministros armamentísticos y de
comunicación en el contexto de la Guerra de Vietnam-, y las críticas que hizo
Frei Montalva contra la intervención de Estados Unidos en República Dominicana.
Otro elemento a tener en cuenta en el enfriamiento de las relaciones entre
Washington y el mandatario chileno fue el cambio de orientación que se produjo en
la Alianza para el Progreso durante la presidencia de Lyndon B. Johnson. A
mediados de la década de 1960 aquella abandonó el idealismo y el optimismo que
caracterizaron sus primeros años bajo la presidencia de Kennedy y se hizo más
pragmática.[22] Tal transformación
fue criticada por el presidente chileno.[23]
Las
relaciones entre Chile y la superpotencia norteamericana no volvieron a la
senda del entendimiento y de la estrecha cooperación durante la presidencia de
Johnson. Todo lo contrario, se hicieron más distantes cuando Frei Montalva
adoptó algunas políticas nacionalistas tendentes a nacionalizar la minería
chilena, asunto que afectaba seriamente los intereses comerciales de algunas
empresas norteamericanas. En 1968, cuando Richard Nixon asumió la presidencia
de los Estados Unidos, las relaciones entre ambos países se enfriaron mucho más.[24]
En 1970 se
produjo el acontecimiento que el Gobierno norteamericano había intentado evitar
mediante la propaganda, la diplomacia y la asistencia técnica, económica y
educativa. La Unidad Popular, la coalición formada por los principales partidos
de izquierda, ganó las elecciones. La victoria de Salvador Allende “constituyó
el más importante triunfo revolucionario en América Latina desde la Revolución
Cubana”.[25] Un gobierno socialista en la región, bajo influencia
cubana, significaba una seria amenaza geopolítica para Estados Unidos. En
respuesta a dicha amenaza, el gobierno de Nixon planteó diversas estrategias
contra Allende. Primero, mediante agentes de la CIA y algunos contactos dentro
de las Fuerzas Armadas, intentó un levantamiento del ejército para presionar al
Congreso a desconocer los resultados electorales. En este contexto el General
René Scheneider fue asesinado por su lealtad a la Constitución. Otra acción
fueron los boicots contra el gobierno chileno y el financiamiento de propaganda
anticomunista para erosionar el apoyo popular. Finalmente, Estados Unidos disminuyó
los créditos, pero aumentó considerablemente la asistencia militar, con el
objetivo de captar la voluntad del Ejército chileno.[26]
Para la
Ford, el triunfo socialista en Chile fue un acontecimiento que no generó gran
sorpresa. Dentro de la fundación sabían de esta posibilidad. Uno de sus
oficiales, Nagaraja Rao, visitó el país para realizar una lectura política en
los momentos previos a las elecciones y para analizar la plataforma electoral
de la Unidad Popular. En su reporte, Rao se mostraba optimista y señalaba que “fue
emocionante para mí estar en Santiago en este momento y presenciar los procesos
políticos que preceden a una nueva era en la vida nacional de Chile”.[27] Otro oficial, Peter Hakim, fue testigo del entusiasmo y
afirmaba que “fue un momento de gran optimismo entre la mayoría de las personas
en la FF, aunque algunos eran muy escépticos sobre las propuestas económicas de
Allende”.[28]
El ascenso
al poder de una opción socialista convirtió a Chile en un escenario clave en el
marco de la Guerra Fría Global. La victoria electoral de las fuerzas de
izquierdas hizo que el país chileno comenzase a recibir mucha atención
internacional, al punto que el presidente de la Ford, McGeorge Bundy, y David
E. Bell (vicepresidente ejecutivo de la fundación) quisieron viajar hasta allí para
observar personalmente el comportamiento del nuevo gobierno socialista. Bundy
era un especialista en relaciones internacionales. En 1961 sirvió como United
States National Security Advisor en la presidencia de Kennedy y posteriormente
pasó, en 1966, a la FF. Por su parte, David Bell había servido como
Administrative Executive del presidente Harry S. Truman y durante la etapa de Kennedy
en la Casa Blanca fue nombrado en 1962 Administrator of the USAID. En 1966 dejó
el servicio público y pasó a la Fundación.
El
representante de la FF en Chile, Peter Bell, no aconsejaba el viaje de Bundy y
Bell, porque consideraba que podía ser objeto de críticas no por el cargo de
Bundy sino por su anterior desempeño en la formulación de la política
internacional de Estados Unidos.[29]
Finalmente,
Bundy y Bell no viajaron a Chile para no enturbiar las relaciones que los
funcionarios de la fundación habían consolidado en el país. En este mismo
reporte, Peter Bell no veía un escenario negativo para las actividades de la
fundación y realizaba la siguiente reflexión: “Por el momento, mis colegas y yo
preferimos actuar sobre supuestos más ‘optimistas’, que apuntan hacia la
construcción de un Estado socialista a través de un proceso democrático o
pluralista”.[30]
A
diferencia del gobierno de Estados Unidos que adoptó una posición hostil hacia Allende,
la FF continuó canalizando ayudas y asistencia a las instituciones académicas
de Chile y en especial al convenio entre la Universidad de Chile y la
Universidad de California. La agencia filantrópica mantuvo su política de
neutralidad y su proyecto democrático porque el gobierno socialista llegó al
poder mediante elecciones y porque no tenía como objetivo una revolución inspirada
en el ejemplo cubano. La “vía chilena al socialismo” significaba una serie de
transformaciones sociales, culturales y económicas para sacar al país del
subdesarrollo. Además, los oficiales de la Ford también estimaban que la
administración socialista tenía como objetivo profundizar en algunas medidas socio-económicas
que habían sido puestas en marcha previamente por el gobierno moderado y
democristiano de Frei Montalva, en particular las referidas a la educación y la
reforma agraria, asuntos que la Ford también apoyaba por medio de subsidios y
proyectos. En fin, como puede observarse, la orientación socialista y
transformadora del gobierno del presidente Allende no significaba un peligro
para los oficiales de la Ford como lo era para los intereses de Washington. Incluso
el gobierno chileno recibió en 1972 dos subsidios de la Ford: uno, por valor de
152.000 dólares, para la planificación de la reforma agraria, asunto en el que
la agencia tuvo una considerable participación, y el otro, dotado con 170.600
dólares, para nutrición infantil.[31]
En este
trasfondo, las actividades del Convenio continuaron en diversas áreas,
aumentaron la cantidad de becarios que habían disminuido durante la reforma
universitaria y se concretaron varias institucionalizaciones de los posgrados.
En el área de Ciencias Naturales e Ingeniería, entre 1970 y 1972 comenzaron a
funcionar cinco doctorados (Geofísica, Ingeniería Química, Física, Sismología y
el de Ingeniería y Mecánica de Suelos). El área de Agricultura y Medicina
Veterinaria, en 1972, comenzó la Maestría en Salud y Patología Animal y la
Maestría en Nutrición Animal. Como se mencionó anteriormente, para las Ciencias
Sociales estaban planificadas dos maestrías: Planeamiento Urbano y Demografía.
La FF y los Derechos
Humanos
En
septiembre de 1973, un golpe militar encabezado por el General Augusto Pinochet
Ugarte derrocó al gobierno constitucional de Salvador Allende y procedió a
organizar todas las instituciones del Estado bajo mecanismos autoritarios. En
todas las universidades la Junta Militar designó a agentes del Ejército como
rectores con amplias atribuciones. El fuerte control ideológico impuesto tenía
como principal objetivo realizar una masiva depuración de la academia. Se
expulsó a profesores y estudiantes, se suprimieron departamentos, centros e
institutos de investigación, asociaciones estudiantiles, docentes y sindicales.
Esta nueva organización resquebrajó todo el sistema de educación superior. En
la Universidad de Chile, facultades, escuelas, centros e institutos de
investigación fueron desmantelados. Muchos académicos fueron expulsados de sus
instituciones o encarcelados y una parte considerable asesinados o desaparecidos.[32]
En este
contexto autoritario, Peter Bell envió un reporte a William Carmichael (Jefe
del Programa para América Latina y el Caribe de la FF), en el que consideraba
que el golpe de Pinochet se parecía en muchas cosas a los otros de la región. Sin
embargo, el caso chileno se diferenciaba, según él: “en la brusquedad y
virulencia del cambio como en la brutalidad de la represión”, y agregaba: “durante
los próximos seis meses, dudo seriamente de que queramos hacer nuevas
subvenciones a agencias o universidades del gobierno chileno”.[33] Por el contrario, si bien Kalman Silvert consideraba que
la FF debía mantenerse relativamente neutral frente al nuevo gobierno, también
opinaba que no podía negarles ayuda a los académicos y expertos educativos con
los que había establecido relaciones:
La Fundación no debe ser subversiva de los regímenes con
los que opera. Al mismo tiempo, no debe pedir a sus funcionarios que suspendan
sus sentimientos más profundamente decentes y se nieguen a ayudar a otros
hombres que son perseguidos ilegalmente.[34]
Las
acciones represivas de la dictadura afectaron a todas las transformaciones
económicas, sociales, culturales, científicas y educativas que estaban en
marcha desde la gestión de la Democracia Cristiana y que se habían profundizado
con el gobierno socialista. Al ser intervenidas las universidades y clausurarse
muchos centros científicos y académicos, el problema que se les planteaba a los
funcionarios de la Ford era en qué condiciones mantener sus inversiones
filantrópicas cuando no existían esas instituciones que sus subsidios habían logrado
fortalecer y en algunos casos directamente erigir. En este contexto la agencia
estableció una agenda de derechos humanos que, según Brunner y Barrios, fue
tomada como “modelo de comportamiento” por otras instituciones.[35] Luego del
golpe de Estado en Chile, la Fundación tomó medidas de emergencia para asistir
a los académicos afectados y otorgó subsidios extraordinarios para ayudar a los
desplazados por cuestiones políticas. Al ser las ciencias sociales una de las áreas
de conocimiento más afectadas por la persecución de la dictadura de Pinochet,
la Ford subsidió con 242.000 dólares al Consejo Latinoamericano de Ciencias
Sociales (CLACSO) con el objetivo específico de relocalizar a científicos
desplazados por razones políticas. Igualmente realizó una ayuda para la Latin
American Studies Association por valor de 84.100 dólares.[36] El World
University Service, una institución filantrópica no gubernamental, también fue
subsidiada por la FF para realizar actividades relacionadas con la reubicación
de universitarios chilenos exiliados.[37]
Otra medida
tomada por la FF, fue reducir el tamaño de la Oficina chilena y reasignar a sus
oficiales a Lima, Perú. Esta decisión fue adoptada tanto como un rechazo
simbólico a la dictadura de Pinochet como también por miedo del personal de la
agencia frente al peligro que corrían sus vidas. Peter Bell luego de ser
considerado por los gobernantes autoritarios chilenos “a suspiciuos person”, y
ser advertido por el Embajador de Estados Unidos, debió abandonar el país.
El Convenio
no escapó a la crisis institucional. El proyecto educativo entre las
universidades de Chile y California se vio muy afectado al suprimirse la
autonomía universitaria y reorganizarse facultades, departamentos e institutos,
que eran el motor de las relaciones entre ambas universidades. Las actividades
en general mermaron considerablemente y en algunas áreas se detuvieron de manera
completa. La FF congeló los fondos comprometidos que tenía destinados al convenio.
En 1974 no desembolsó ningún recurso ni tampoco el año posterior. De los 10
millones de dólares pactados en los inicios del acuerdo ejecutó solamente
9.489.000 dólares y clausuró las posibilidades de extender el financiamiento
por cinco años más, como se había mencionado en algunas reuniones. Los becarios
que realizaron actividades durante 1974 y 1975 lo hicieron con dinero que se
había ejecutado anteriormente al golpe de Estado.
El área de
ciencias naturales e ingeniería también recibió el impacto del Golpe de Estado,
debido a la cantidad de científicos que debieron exiliarse. A pesar de esto, en
1974, se produjo una institucionalización proyectada con anterioridad, al
crearse la Maestría en Ciencias del Agua. Por su parte, las disciplinas que
integraban el subcomité de agricultura y medicina veterinaria corrieron mejor
suerte con sus proyectos institucionales. En los primeros años de la dictadura comenzó
a funcionar la Maestría en Producción Animal, en 1974, y al año siguiente la
Maestría de Ciencias Agropecuarias y Forestales y la Maestría en Fruticultura.
Por otro
lado, las carreras que estaban planificadas en el área de ciencias sociales, la
Maestría en planeamiento urbano y la Maestría en demografía, no comenzaron sus
actividades, como consecuencia de la expulsión de algunos de sus académicos.
Frente a la
brutal intervención de la dictadura en el campo académico y científico, la FF
comenzó a financiar los denominados Centros Académicos Independientes,
instituciones que funcionaban de manera informal y sin relación con las
universidades. Estos organismos, principalmente de las ciencias sociales,
cobijaron a investigadores que por diversos motivos fueron expulsados de sus
lugares de trabajo pero continuaban residiendo en Chile. Mediante esta
estrategia y desde su oficina en Lima, la agencia filantrópica se mantuvo
activa en el país, apoyando las actividades de científicos que en el contexto
de la transición a la democracia cumplieron un rol destacado en sus críticas al
autoritarismo y que luego, cuando se restableció el sistema democrático en
1990, ocuparon cargos políticos de relevancia.[38]
Conclusiones
Como puede
leerse en este artículo, la FF en Chile no siempre estuvo alineada con la
política exterior de Estados Unidos. En determinadas coyunturas, existieron afinidades,
objetivos e intereses comunes entre esta institución filantrópica y la estrategia
regional de la Alianza para el Progreso auspiciada por el gobierno de Estados
Unidos. Buen ejemplo de tal convergencia fue la asignación de un papel geopolítico
relevante a Chile. Sin embargo, los proyectos de la Ford tuvieron una larga continuidad
temporal que no siempre se ajustaban a los intereses a corto plazo de la
política exterior norteamericana y de la lucha contra el comunismo
internacional. Un ejemplo de esto fue el Convenio entre la Universidad de Chile
y la Universidad de California, que se desarrolló durante diez años y transitó
por diversas coyunturas políticas e ideológicas y que se canceló luego del
golpe de estado de Pinochet.
Cuando llegaron
a Chile, los funcionarios de la fundación mostraron algunos temores por el
avance de la coalición de partidos de izquierda, pero con el tiempo fueron
perdiendo esta desconfianza debido al carácter democrático, progresista y
transformador, pero no revolucionario o comunista de lo que en esos momentos
era el Frente de Acción Popular (FRAP) y en 1969 se denominó la Unidad Popular.
A diferencia del Departamento de Estado norteamericano,
los oficiales de la delegación chilena de la FF se mostraron optimistas frente
al triunfo de Allende. En este escenario, dicha organización filantrópica mantuvo
sus inversiones e incluso otorgó nuevos financiamientos al gobierno socialista.
Después de la Dictadura, las redes intelectuales que la FF rescató y
relocalizó, cumplieron un papel importante en la transición democrática de Chile.
A modo de ejemplo: Ricardo Lagos, quien fuera uno de los protagonistas de la
Concertación de partidos que gobernó Chile por 20 años, entre 2000 y 2006, fue
el encargado de organizar los programas de relocalización de científicos
sociales financiados por la FF.
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[2] Labarca,
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[3] Ver:
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[4] Ver:
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[5]Tournès, L. (Ed.). (2010). L'argent
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[6] Gilman, N. (2003). Mandarins of the
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[7] Alexander, R. J.
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[11] Datos
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[12] Navarro, J.
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[17] Huneeus, C.
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[20] Comprehensive
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[21] “Programa
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[22] Taffet, J. F. (2007). Foreign Aid as
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[23] Frei Montalva, E. (1967). “The
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[28] Hakim,
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[30] Ibid., p. 5.
[31] Ford Foundation (1972),
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[32] Póo, X.
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[37] Bayle, P.
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[38] Puryear, J. M.
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Cuadernos de Marte, Revista latinoamericana de Sociología de la Guerra es una publicación oficial del Insituto de Investigaciones Gino Germani, dependiente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Argentina.
ISSN 1852-9879
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