Cuadernos de Marte

AÑO 11  / N° 18 Enero – Junio 2020

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Chile y la Fundación Ford en la Guerra Fría Global

Chile and the Ford Foundation in the Global Cold War

 

Fernando Quesada[1]

Instituto Multidisciplinario de Estudios Sociales Contemporáneos, Instituto de Estudios Históricos, Económicos, Sociales e Internacionales – CONICET; Universidad Nacional de Cuyo

Recibido: 30/09/2019 - Aceptado: 05/06/2020

 

Cita sugerida: Quesada, F. (2020). Chile y la Fundación Ford en la Guerra Fría Global. Cuadernos de Marte, 0(18), 172-203. Recuperado de https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/cuadernosdemarte/article/view/5629/4571  

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Resumen

La Fundación Ford (FF) tuvo una relación importante con Chile en el contexto de la Guerra Fría Global. Arribó a Chile a fines de 1950, motivada por la radicalización de los conflictos en toda América Latina. Bajo la Alianza para el Progreso, se articuló con la geopolítica de Estados Unidos e hizo de Chile uno de sus principales receptores de fondos. En 1970, cuando la Unidad Popular llegó al poder, la FF fue coherente en su visión democrática, mantuvo su acuerdo de modernización entre la Universidad de Chile y la Universidad de California, e incluso financió algunos proyectos gubernamentales. La posición adoptada por la FF fue diferente de la del Departamento de Estado de los Estados Unidos, que canceló todos los subsidios para Chile y continuó financiando solo al ejército, el principal agente en el golpe de 1973. Con la caída del gobierno democrático, la FF se posicionó contra el nuevo régimen autoritario, redujo abruptamente muchos de sus proyectos, incluido el acuerdo entre la Universidad de Chile y la Universidad de California, cerró su oficina en Chile y comenzó un programa de derechos humanos con el objetivo de apoyar a los científicos y estudiantes perseguidos por el gobierno.

 

Palabras claves:

Chile, Fundación Ford, Guerra Fría, Alianza para el Progreso, Filantropía norteamericana.

 

 

Abstract

The Ford Foundation had an important relationship with Chile in the context of the Global Cold War. The foundation arrived in Chile at the end of the 1950s, motivated by the radicalization of conflicts throughout Latin America. In the early1960s, the foundation articulated with the Alliance for Progress’s geopolitics in the Americas and made Chile one of its preferred countries to allocate funds. In 1970, which brought the Popular Unity coalition to power, the Ford Foundation was consistent in its democratic vision, maintained its modernization agreement between the University of Chile and the University of California, and even financed some government projects. In this sense, the Ford Foundation’s position differed from that of the US Department of State’s, which canceled all subsidies for Chile and continued funding only the army, the principal agent in the 1973 coup. With the fall of the democratic government in Chile, the Ford Foundation positioned itself against the new authoritarian regime, abruptly reduced many of its projects, including the agreement between the University of Chile and the University of California , closed its office in Chile, and started a human rights program with the goal of supporting scientists and students who were persecuted by the government.

 

Key words:

Chile, Ford Foundation, Cold war, Alliance for Progress, U.S. Philanthropy.

 

 

Introducción

En 1968, Edmundo Labarca publicó el libro Chile invadido. Reportaje a la intromisión extranjera[2], en el que argumentaba que las fundaciones filantrópicas norteamericanas estaban articuladas con los objetivos imperialistas de Estados Unidos. Estas ideas alimentaron un fuerte imaginario sobre la subordinación de estas instituciones respecto de la política exterior de la potencia del Norte y sus intereses geopolíticos.[3]

Sin embargo, estudios actuales han complejizado estos enfoques al aportar análisis que atienden a los asuntos relacionales de las fundaciones filantrópicas con sus beneficiarios en diversos contextos y regiones.[4]

Una perspectiva interesante para analizar las prácticas de las fundaciones filantrópicas es la que aporta Ludovic Tournès. Este autor, define las acciones filantrópicas como una forma particular de “diplomacia intelectual transnacional” cuya dinámica se sostuvo en las redes intelectuales que construyeron y en las posibilidades de movilizar saberes en cuatro dimensiones o niveles: hacia el interior del campo filantrópico, a nivel nacional en Estados Unidos, en las disputas y tensiones internacionales y, por último, en las dinámicas transnacionales.[5] La perspectiva de Tournès ha permitido cuestionar los enfoques que consideran que las fundaciones filantrópicas norteamericanas funcionaron como apéndice de la política exterior de Estados Unidos y acometieron de manera acrítica la contienda global o totalmente disciplinada a la de la potencia hegemónica.

En este artículo, me interesa mostrar la particularidad de Chile en el contexto de la Guerra Fría Global y la relación específica que tuvo la Fundación Ford (FF) en este país. Chile es un caso que muestra algunos matices sobre las complejidades del fenómeno de la filantropía en el contexto de la contienda bipolar. El análisis de la FF en este país, y en particular sobre el Acuerdo que impulsó entre la Universidad de Chile y la Universidad de California entre 1965 y 1975, muestra que la institución filantrópica arribó a Chile a finales de la década de 1950, motivada por la radicalización de los conflictos que se estaban produciendo en toda América Latina y a principios de la década siguiente se articuló con la geopolítica hemisférica de la Alianza para el Progreso e hizo de este país uno de los más favorecidos con sus fondos. Pero durante los acontecimientos políticos de 1970, que llevaron al poder a la Unidad Popular encabezada por Salvador Allende, la fundación fue coherente con su proyecto democrático, mantuvo el acuerdo de modernización universitaria entre la Universidad de Chile y la Universidad de California, e incluso financió algunos proyectos gubernamentales. La razón de esta actitud se basaba en la percepción que los dirigentes y oficiales de esta agencia filantrópica tenían de la “la vía chilena al socialismo”, la cual consideraban que había surgido del voto popular y no de un cambio revolucionario.

En este aspecto, la postura de la FF se diferenció de la del Departamento de Estado norteamericano, el cual desactivó todos los subsidios para Chile y mantuvo únicamente los destinados al ejército, que fue el actor principal del golpe de estado de 1973. Tras la caída del gobierno democrático en Chile, la FF se posicionó contra el nuevo régimen autoritario, recortó bruscamente muchos de sus proyectos, incluyendo el Convenio entre la Universidad de Chile y la Universidad de California, retiró su oficina del país y montó un programa de derechos humanos con el objetivo de brindar apoyo a los científicos y universitarios perseguidos por la dictadura. De esta forma, esta fundación se distanció nuevamente de la política exterior de Estados Unidos, cuyo gobierno apoyó abiertamente el régimen del General Augusto Pinochet.

Es decir, me interesa mostrar esta relación particular de la FF en Chile, a partir del análisis de un Convenio interuniversitario que desarrolló la agencia filantrópica en el período 1965-1975 y que se erigió como una de las más importantes inversiones de la agencia en este país. Pero también es necesario atender a esta coyuntura de diez años porque estuvo atravesada por diversas tensiones como resultado de los conflictos políticos e ideológicos específicos de este país -el gobierno desarrollista y pro-americano de Eduardo Frei Montalva, la experiencia socialista de la Unidad Popular y el Golpe de Estado de septiembre de 1973- acontecimientos estos que no fueron ajenos a las tensiones geopolíticas de la Guerra Fría global.

 

Bajo el manto de la Alianza para el Progreso

En 1950 la FF comenzó su internacionalización con un marcado sentido geopolítico al extenderse hacia algunas regiones consideradas problemáticas como Europa occidental, el Sudeste asiático y el Medio Oriente. A finales de la década de 1950 y posteriormente a la Revolución Cubana, América Latina fue considerada estratégica y la fundación comenzó a canalizar más fondos y recursos hacia la región.

En la década de 1950, los oficiales de la FF compartían con las elites norteamericanos la ansiedad sobre la Guerra Fría a la que se refiere Nils Gilman. Dicha preocupación se originaba en una mezcla de “optimismo”, por las posibilidades de difundir el “american way of life” y el modelo de modernización norteamericano, pero también de “temor” frente al avance del comunismo.[6] En Chile, los dirigentes de la FF mostraron ambos sentimientos desde que arribaron en 1959. Eran optimistas porque el país tenía un sistema político democrático y relativamente estable en comparación con sus vecinos. Además, consideraban que el chileno era un caso propicio para la acción e influencia filantrópica porque poseía un campo universitario que se encontraba en un proceso de modernización acelerada. Pero asimismo observaban con cautela el avance del Frente de Acción Popular, que en 1957 quedó segundo en las elecciones presidenciales.

En 1957, los principales partidos políticos de izquierda -el Partido Socialista Popular, el Partido Socialista Chileno y el Partido Comunista de Chile- conformaron el Frente de Acción Popular (FRAP) y obtuvieron el segundo lugar en las elecciones presidenciales del año siguiente, en las que triunfó el candidato de las derechas Jorge Alessandri. Pero los oficiales de la FF no desestimaron este acontecimiento que mostraba el crecimiento electoral de las fuerzas de izquierda. Por este motivo, enviaron a Robert J. Alexander a Chile para elaborar un informe sobre la situación política de los movimientos y organizaciones de izquierda. Alexander era un reconocido historiador de la Universidad de Rutgers, New Jersey, y un experto sobre el comunismo en la región. En 1957 había publicado el libro Communism in Latin America.[7] En su informe para la FF, Alexander sostenía que:

 

Aunque el surgimiento del comunismo en la legalidad, una vez más, no representa una amenaza inmediata para la largamente experimentada democracia de Chile, la inflación está causando disturbios y el comunismo puede ser una amenaza de largo alcance para la República.[8]

 

Sin embargo, estos temores se apaciguaron cuando los agentes que fueron asignados al país como oficiales permanentes comprendieron que mucho de estos miedos eran infundados y que la izquierda chilena no representaba un verdadero conflicto para la FF, como puede verse en el reporte de Nita Manitzas.[9]

Bajo la Alianza para el Progreso del presidente John F. Kennedy, Chile pasó a ocupar un lugar destacado para la política exterior estadounidense. A este respecto, en la primera mitad de los años 60 se produjeron dos acontecimientos significativos que contribuyeron a potenciar el valor simbólico, geopolítico y estratégico que tenía este país para la Alianza para el Progreso en la región. En primer lugar, las elecciones presidenciales de 1964 volvieron a poner nuevamente de relieve el avance de los partidos de izquierda. Finalmente, el demócrata-cristiano Eduardo Frei Montalva obtuvo el triunfo en las elecciones con el apoyo del Partido Liberal y del Partido Conservador, reuniendo el 56,08% de los votos. El programa de Frei Montalva denominado “Revolución en Libertad”, recogía y se alineaba con buena parte de las propuestas de la Alianza para el Progreso –reforma agraria, educativa e impositiva-. El interés norteamericano por establecer relaciones con Frei se enmarcaba en el deseo de la administración Kennedy de lograr el apoyo de los sectores demócratas y progresistas de América Latina a su política hacia la región, como estrategia para contrarrestar la influencia ideológica de la Revolución Cubana.

No obstante, a pesar de la victoria de las fuerzas moderadas en las elecciones de 1964, la coalición de izquierda alcanzó el 38,92% de los votos, lo que representaba un 10 % más respecto de los comicios de 1958. Es por esto que el país se convirtió en uno de los principales receptores de subsidios y créditos de diversos organismos internacionales y agencias federales norteamericanas. Jeffrey Taffet estima que los principales beneficiarios de la política del gobierno de John F. Kennedy para la región fueron Chile, Brasil, República Dominicana y Colombia. Según dicho autor, esos cuatro países se apropiaron de aproximadamente el 60% de los fondos que distribuyó la Alianza.[10] De manera paralela, la FF instaló en 1963 una subsede en el país chileno, la cual fue gradualmente adquiriendo una mayor relevancia, hasta convertirse en 1965 en la Oficina Regional. De esta forma, Chile pasó a tener un status similar al de Brasil en las operaciones y actividades de la FF. Ambos países disputaban fondos extraordinarios y subsidios institucionales. En el período 1960-1969 la fundación aportó la suma de 16,2 millones de dólares a Chile y de 15,2 millones a Brasil. Cantidades que contrastaban fuertemente con los 11,1 millones destinados a Argentina.[11]

En segundo lugar, el otro acontecimiento significativo que sacudió a las agencias de asistencia técnica y financiera y a las fundaciones filantrópicas y que tuvo repercusiones en toda América Latina fue el escándalo que generó el Proyecto Camelot. Este proyecto de investigación social fue contratado por el Departamento de Defensa de Estados Unidos para ser realizado por la American University y tenía como objetivos identificar, diagnosticar y contener conflictos sociales, revueltas o revoluciones políticas. Fue pensado para varios países, pero fue en Chile donde los encargados lograron algunas negociaciones para desarrollarlo. En 1965, cuando finalmente se conocieron sus intenciones, fue repudiado por los científicos y generó una fuerte oposición en los sectores políticos de izquierda, que lo etiquetaron como otra forma del imperialismo norteamericano en la región. Este fue posiblemente el caso más burdo e informal de establecer vínculos entre las Ciencias Sociales y la política, de intervención y pérdida de autonomía de la ciencia, que afectó a todo el campo científico latinoamericano y generó un gran rechazo y crítica a los fondos provenientes de Estados Unidos, tanto de las agencias gubernamentales como también de las fundaciones filantrópicas. En definitiva, la denuncia del Proyecto Camelot radicalizó las posiciones contra el financiamiento externo norteamericano y las intervenciones de este país en América Latina.[12]

 

La modernización de la Universidad de Chile

Desde que arribó a Chile en 1960, la FF estuvo inmersa en diversas actividades filantrópicas relacionadas con la modernización de las universidades tanto públicas como privadas. Sin embargo, la que recibió mayor atención y en consecuencia más subsidios fue la Universidad de Chile. Esta institución fue la receptora de uno de los primeros subsidios que la agencia filantrópica destinó a Chile, por un monto de 1.430.000 dólares destinado al desarrollo de los colegios regionales de la Universidad de Chile. También subsidió las escuelas de graduados de Economía con 617.000 dólares y con el mismo objetivo para el desarrollo de programas en negocios y administración pública con 952.000 dólares.

No obstante, el principal proyecto de la FF en la Universidad de Chile fue el acuerdo de modernización universitaria firmado entre esta institución y la Universidad de California en 1965. Dicho acuerdo tenía su equivalente en el Plan Chile-California, financiado por la U.S. Agency for International Development (USAID), uno de los principales organismos de la Alianza para el Progreso.

El Plan Chile-California fue un acuerdo firmado en 1963 entre el gobierno del estado de California y el gobierno de Chile con el objetivo de desarrollar la Cuenca del Río Maule para el aprovechamiento de sus capacidades hidroeléctricas, agrícolas, industriales, educativas y comunitarias. El Plan Chile-California formaba parte de las políticas de Estados Unidos para la región y, como tal, encajaba en la visión de la Alianza para el Progreso, la cual consideraba que las actividades industriales y agrícolas, el desarrollo urbano y comunitario, la educación y capacitación de recursos humanos y la modernización de las comunicaciones eran elementos esenciales para la modernización de los países de América Latina.

El Acuerdo entre la Universidad de Chile y la Universidad de California también surgió con el auspicio de la Alianza para el Progreso. En 1961, un grupo de académicos chilenos, la mayoría con cargos de gestión universitaria, algunos industriales y hombres de negocios viajaron a Estados Unidos con el objetivo de estrechar las relaciones y generar formas de cooperación y articulación entre las universidades chilenas y norteamericanas. El viaje fue financiado por la Internacional Cooperation Administration (ICA), institución que poco después se transformó en la USAID, uno de los principales instrumentos norteamericanos para promover el desarrollo de los países del Sur Global. En la comitiva se encontraba Juan Gómez Millas, Rector de la Universidad de Chile y rectores y decanos de las restantes universidades chilenas. De la reunión que Gómez Millas mantuvo con el Presidente de la Universidad de California, Clark Kerr, surgió la idea de realizar un acuerdo interuniversitario y posteriormente la FF propuso los fondos para el mismo.

Aquí es necesario detenerse en la trayectoria de Juan Gómez Millas. El rector de la Universidad de Chile se desenvolvía muy bien tanto en el campo académico como en el político. Graduado en Historia en la Facultad de Filosofía y Educación en 1922, ocupó diversos cargos de gestión en esta facultad hasta que en 1931, fue designado Secretario General de la Universidad de Chile. Así comenzó su itinerario de cargos jerárquicos en la gestión universitaria. En 1947 Gómez Millas fue elegido decano la Facultad de Filosofía y Educación, puesto que mantuvo hasta 1952, año en que fue nombrado Ministro de Educación por el presidente Carlos Ibáñez del Campo. Pocos meses después de su nombramiento como Ministro de Educación, Gómez Millas renunció a la cartera, luego de redactar y conseguir la aprobación de la Ley N° 11.575, la cual disponía que un 0,5% de todos los impuestos directos e indirectos del país pasaran a conformar el Fondo de Construcción e Investigaciones Universitarias y que benefició principalmente a la Universidad de Chile. En 1953 asumió el cargo de Rector de la Universidad de Chile, posición que desempeñó hasta 1963. Cuando en 1957 se creó el Partido Demócrata Cristiano de Chile, Gómez Millas formó parte de esta fundación y estrechó relaciones con su líder, Eduardo Frei Montalva.

El rectorado de Gómez Millas estuvo marcado por una gran variedad de reformas educativas que se caracterizaron por su continuidad. En los 10 años de su gestión (1953-1963), la Universidad adquirió una innovadora estructura, se afianzó la descentralización institucional, se profesionalizó la docencia, se crearon las primeras escuelas de graduados y se acrecentaron las políticas de internacionalización. Pero sus escuelas y facultades no otorgaban títulos de doctorado o maestría, siendo éste uno de los problemas principales que los gestores de la universidad pretendían solucionar mediante el Acuerdo con la Universidad de California.[13]

Gómez Millas estaba en tratativas para obtener fondos de la Ford desde las primeras visitas de los delegados a Chile en 1959. Desde entonces el rector de la Universidad de Chile había hecho hincapié en la elaboración de un programa de intercambios académicos concentrado en el desarrollo de las ciencias básicas, las ciencias sociales, las ciencias agrícolas y la asistencia técnica y material para bibliotecas, laboratorios e institutos de investigación. Posteriormente logró que la FF financiara el proyecto de creación de los Colegios Regionales con una inversión de 1,4 millones de dólares. En el viaje que realizó en 1961 con la comitiva de rectores y decanos a Estados Unidos, logró comprometer el apoyo de la Ford para un proyecto de modernización universitaria integral y de largo plazo. Los funcionarios de la Ford tenían una considerable estima de la figura de Juan Gómez Millas y pensaban que bajo su liderazgo la Universidad de Chile continuaría su proceso de modernización y contribuiría al desarrollo del país.

No obstante, Gómez Millas no logró poner en funcionamiento el Convenio entre la Universidad de Chile y la Universidad de California porque a mediados de 1963 perdió las elecciones para el rectorado. Obtuvo el triunfo Eugenio González Rojas. Este nuevo rector tenía profundas diferencias políticas con Gómez Millas debido a su militancia política. Ambos se habían graduado en la misma Facultad y en carreras humanistas. Pero González Rojas era un reconocido miembro y fundador del Partido Socialista de Chile. Sin embargo, a pesar de mantener posiciones políticas e ideológicas divergentes, Gómez Millas y González Rojas compartían algunos puntos en común en relación con la modernización universitaria. Ambos afirmaban la necesidad de profundizar los cambios en la institución, pero se diferenciaban en cuanto al papel de la universidad en el desarrollo nacional. Carlos Huneeus considera que las diferencias ideológicas en cuanto a la función de la universidad se debían a que Gómez Millas resaltaba la finalidad científica de la institución, mientras que González Rojas tenía una concepción de la universidad como agente de cambio revolucionario y social.[14] En 1964, Gómez Millas fue nombrado nuevamente Ministro de Educación, en la presidencia del ya mencionado Eduardo Frei Montalva.

 

El Convenio Universidad de Chile-Universidad de California

El nuevo rector continuó el proceso de modernización universitaria ya iniciada por Gómez Millas, pero con algunos matices. Uno de los proyectos que conservó fue el Convenio entre la Universidad de Chile y la Universidad de California.

En 1964, para precisar los términos del Convenio, la Universidad de Chile conformó una Comisión Especial integrada por representantes de todas las disciplinas. Esta comisión se encargó de redactar y hacer aprobar por el Consejo Superior un documento que luego fue enviado a la Universidad de California. Posteriormente, el vicepresidente de la FF, Verne Atwater, comprometió los fondos de la agencia filantrópica. La planificación y elaboración de los fundamentos del Convenio se realizaron en sucesivas reuniones realizadas en Chile, durante 1964 y se acordaron las bases filosóficas de la cooperación.

En primer lugar, se enfatizó el “carácter institucional del entendimiento”, basado en las relaciones institucionales entre ambas universidades y no entre personas u organismos. Asimismo, se estableció “a principle of equality”[15] para la toma de decisiones, en las que no intervendría la FF. Ésta solamente aprobaba o desaprobaba la entrega de los fondos. En la elaboración de los principios que marcarían la relación entre ambas partes, se hizo hincapié en el tipo de acuerdo universitario y no individual. De esta forma, se pretendía evitar las negociaciones individuales entre académicos y representantes locales y funcionarios de la fundación, las cuales podían hacer peligrar un desarrollo académico equitativo entre todas las disciplinas.

Segundo, en el proyecto se incluiría a todas las disciplinas científicas, artísticas y humanas, lo que le daba al mismo un carácter multidisciplinar y multiinstitucional, que facilitaba la participación de todas las facultades, institutos, escuelas y centros de investigación. Por último, se acordó el desarrollo a largo plazo de las actividades conjuntas y se estipuló la duración del convenio por diez años, con la posibilidad de extenderlo.

La FF estuvo inmersa en el Convenio desde las primeras negociaciones realizadas por Gómez Millas en Estados Unidos. Pero es necesario comprender los motivos por los cuales decidió financiar un proyecto de tal magnitud en el que no tomaba decisiones respecto a su funcionamiento. De los documentos consultados se infiere que existieron diversos factores que condujeron a una acción de bajo perfil por parte de la FF. El primer motivo se debe a que en un clima desfavorable para las agencias filantrópicas norteamericanas como consecuencia del Proyecto Camelot, la FF decidió desplegar una estrategia de no intervención para resguardar la autonomía de ambas universidades y mostrar que no formaba parte de las decisiones ni tenía influencia en las actividades implementadas. El segundo motivo era que representaba una experiencia innovadora en las relaciones entre la institución donante y las universidades receptoras de fondos. Esto significaba que la agencia filantrópica no cedía su gestión a representantes de ambas universidades sino, como se verá más adelante, a una estructura administrativa en la que estaban representadas todas las partes, en la que la fundación únicamente participaba como consejera.

El acuerdo educativo entre la Universidad de Chile y la Universidad de California se firmó en 1965, por un período de 10 años. La FF se comprometió a financiarlo en su totalidad, para lo que ofreció 10 millones de dólares y la posibilidad de extenderlo por cinco años más a través de un aumento de fondos. Los fondos los otorgaba la FF directamente a la Universidad de California y los administraba el campus de Los Ángeles (UCLA). Este se encargaba de todo lo relacionado con la ejecución del dinero para las diversas áreas y programas.

El convenio educativo se concentró en los intercambios de académicos entre ambas universidades, en los estudios de Master of Sciences y PhD realizados por estudiantes e investigadores chilenos, en la realización de investigaciones conjuntas sobre problemáticas similares y en el fortalecimiento de disciplinas para la conformación de carreras de posgrado dentro de la Universidad de Chile. Es necesario destacar que esta última era una institución que carecía de carreras de posgrado, sólo poseía algunos cursos, mientras que la Universidad de California se encontraba entre las universidades norteamericanas con mayor oferta en Master of Sciences y doctorados y en diversas especialidades. Cinco fueron las áreas científicas y sus respectivas disciplinas que participaron del convenio: Agricultura y Medicina Veterinaria, Ciencias Naturales e Ingenierías, Ciencias Sociales y Artes y Literatura. Otra área importante fue la que incluía a todo lo relacionado con la actualización y modernización de las bibliotecas, así como la formación del personal bibliotecario.

La puesta en marcha de dicho proyecto coincidió con los primeros pasos del gobierno de Eduardo Frei Montalva, pero también se desarrolló en un clima de sospecha por parte de algunos sectores universitarios y científicos, que desconfiaban del dinero proveniente de agencias públicas o privadas norteamericanas.

Desde su firma en 1965 y hasta finales de 1968, inserto en el proceso de modernización universitaria y en un contexto gubernamental reformista, el Convenio se desarrolló de manera heterogénea según las áreas y disciplinas. Los dispositivos institucionales conformados para su funcionamiento permitieron una etapa de puesta en marcha, experimentación e instrumentación de los diversos proyectos conjuntos que fueron aprobados por los subcomités. Algunos de estos, en particular Ciencias Sociales y Artes y Literatura, tuvieron un éxito relativo en formular objetivos específicos, políticas y procedimientos que dieran un sentido de continuidad a las actividades.[16] La idea fuerza que subyacía en esta primera etapa tenía como objetivo la amplia participación de los académicos de ambas universidades y el desarrollo de proyectos de investigación conjuntos. Como también la planificación de carreras de posgrado.

Los primeros años del convenio fueron evaluados de manera positiva por la FF. Se creó la Facultad de Ciencias en la Universidad de Chile, muchos graduados chilenos obtuvieron títulos de Master of Sciences y PhD, varios se encontraban realizando estos estudios en la Universidad de California y ya se habían creado las primeras carreras de doctorado. En 1966 comenzó a funcionar el Doctorado en Biología y dos años después el Doctorado en Química y el de Matemáticas en la Facultad de Ciencias. También en 1968 se abrió el Doctorado en Geología, en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas.

El mayor problema que tuvo que enfrentar el Acuerdo fue la Reforma Universitaria. En la Universidad de Chile, la Reforma Universitaria se inició en 1967 y se extendió hasta el nombramiento de un nuevo rector en 1969. Pero algunos conflictos ideológicos entre diversos sectores se mantuvieron por algunos años más y se radicalizaron con el ascenso a la presidencia de Salvador Allende. En este convulso proceso de reforma universitaria interactuaron las demandas del claustro estudiantil en favor de una mayor participación en el gobierno universitario, junto a las exigencias de mejoras salariales y ocupacionales de los no docentes, a las que se sumaron las tensiones de los docentes y los científicos, quienes pretendían conservar la autonomía de sus instituciones y los que pretendían obtener más recursos para investigación. A todo ello hay que agregar que la reforma también fue el escenario de un conflicto ideológico entre sectores estudiantiles de los diversos partidos políticos.[17]

Según Vasconi y Reca, en la década de 1950 se conformaron dos grupos dentro de la Universidad de Chile. Por una parte, se encontraban los “tradicionalistas”, que querían mantener el status quo de la institución sin introducir innovaciones. Por otra, los “modernizadores”, conformado por sectores heterogéneos que aspiraban a transformar la universidad. Para estos autores, la reforma universitaria de 1968, dividió al segundo grupo en tres grandes corrientes: los “democratizantes” perseguían modificaciones institucionales que permitieran una mayor participación en el gobierno universitario a los estudiantes y no docentes; los “academicistas”, también llamados “cientificistas”, querían alcanzar mejoras en relación a las actividades docentes y científicas y racionalizar y tecnificar la universidad; y por último los “revolucionarios”, que concebían el organismo como un centro estratégico de transformaciones económicas y sociales estructurales.[18]

Las autoridades de la universidad estaban realizando profundas reformas. Su rector, Eugenio González Rojas, era un defensor de los cambios, a quien se puede clasificar entre los modernistas “revolucionarios”. Los diversos partidos políticos chilenos tenían sus representantes en las agrupaciones estudiantiles. La Federación de Estudiantes (FECH) estaba en poder de la Democracia Cristiana y sus críticas a la institución se concentraban en la excesiva educación profesional y en la escasa representación estudiantil en el gobierno. En relación a la docencia y la investigación pretendían un modelo de organización en departamentos y romper con la estructura de las cátedras. El Partido Socialista de Chile igualmente tenía sus representantes estudiantiles, como así también el Partido Comunista y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).  

La reforma se inició en 1968 en la Facultad de Filosofía y Educación, cuando el decano Hernán Ramírez Necochea, militante comunista, convocó y organizó unas elecciones en las que se permitió votar a un mayor porcentaje de estudiantes del estipulado en la normativa universitaria. Esto desencadenó la intervención y reorganización de la facultad, la renuncia del rector González Rojas que se oponía a esta medida y la toma de la sede central de la institución por los estudiantes. A partir de entonces comenzó un largo periodo de tensiones que perduró por más de dos años y que fue acompañado de una elevada conflictividad y movilización socio-política, que se tradujo en asambleas permanentes, huelgas estudiantiles, tomas de edificios y renuncias de decanos y rectores, entre otros asuntos.

En 1968, luego de la renuncia de González Rojas fue designado rector interino Ruy Barboza y ese mismo año se hicieron elecciones en todas las facultades. Como resultado de dicho proceso electoral sólo dos decanos fueron ratificados. El nuevo rector firmó un “Acta de Acuerdo” con los estudiantes, aceptó la participación estudiantil en la elección de autoridades y comenzó a planificar la reforma del estatuto universitario. Pero a pesar de estas medidas los problemas no se detuvieron sino que se radicalizaron junto a un aumento de los conflictos ideológicos entre los diversos partidos estudiantiles, los cuales rivalizaron por apoderarse políticamente de la reforma.

Ante el proceso de reforma universitaria iniciado en 1968 los funcionarios de la FF adoptaron una posición neutral que se condecía con su política de no intervención en asuntos políticos. Por una parte, consideraban que la detención de las actividades universitarias, consecuencia de la ocupación estudiantil de facultades y escuelas afectaba su principal proyecto educativo en Chile. Por otra, veían positivamente las propuestas de modernización que pretendían aplicar los estudiantes –departamentalización, articulación entre docencia e investigación, profesionalización de las carreras científicas y mayor conexión entre las actividades universitarias y estatales- en tanto que se correspondían con los propios objetivos de la fundación en el este país suramericano.[19]

Durante la Reforma Universitaria muchas de las actividades que se desarrollaban en el marco del convenio se vieron afectadas. Se frenaron algunas becas que estaban pautadas, se detuvieron investigaciones y no se realizaron algunas visitas de docentes y científicos de la Universidad de California. Pero en líneas generales se puede decir que tanto el convenio como la financiación de la FF no cosecharon grandes críticas por parte de la mayoría de los sectores estudiantiles de izquierda. En una carta del Chancellor de la Universidad de California, Charles Young, le informaba al presidente de esa universidad, C. J. Hitch, que:

 

Es significativo notar que durante la reforma, ni la Universidad de California ni la FF fueron atacadas, aunque el partido comunista criticó la aceptación de dólares estadounidenses y nombró específicamente a la Fundación Rockefeller y la Fuerza Aérea de los EE. UU.[20]

 

¿Cuáles son los factores que explican esta actitud más benevolente de los sectores estudiantiles hacia el convenio educativo y la Ford? En primer lugar, la autonomía que tenían tanto la Universidad de Chile como la de California con respecto a la fundación hacían que su acuerdo educativo fuese menos susceptible de recibir las críticas estudiantiles. Segundo, la amplia participación en este proyecto de graduados, docentes e investigadores con diferentes sensibilidades ideológicas y políticas. De hecho, obtuvieron becas de este proyecto estudiantes y profesores que pertenecían a diversas agrupaciones políticas. Como ejemplo, se puede mencionar el caso de Hernán Ramírez Necochea quien, como se mencionó anteriormente, fue decano de la Facultad de Filosofía y Educación, miembro del Partido Comunista de Chile y uno de los que inició el proceso de reforma universitaria. Este historiador, que en muchos de sus escritos y discursos realizaba fuertes críticas al financiamiento externo proveniente de Estados Unidos, participó del Convenio como miembro del Subcomité de Ciencias Sociales. Los informes consultados no recogen ninguna crítica por parte de este académico al convenio. Por el contrario, el mencionado Subcomité de Ciencias Sociales luego de la reforma universitaria adquirió una mayor dinámica. Como resultado de ello se planificaron dos carreras de posgrado –Maestría en Planeamiento Urbano y Maestría en Demografía- y aumentó la cantidad de becarios chilenos para realizar estudios en California.[21]

Si, como hemos visto, para la FF la Reforma Universitaria no significó un problema importante, para el gobierno de Frei Montalva supuso un destacado conflicto que fragmentó su partido político, provocando la renuncia del Ministro de Educación Juan Gómez Millas. Éste abandonó el gobierno ante la imposibilidad de aplacar los conflictos y alcanzar un acuerdo entre los sectores estudiantiles y las autoridades. En el contexto de renuncia del rector y las tensiones que generó, Gómez Millas presentó su dimisión.

 

El recrudecimiento de la Guerra Fría a comienzos de 1970

Como ya hemos visto, Frei Montalva inició su gobierno con una fraternal relación bilateral con Estados Unidos, pero hacia 1965 comenzaron las desavenencias debido a varios factores. Entre éstos se encontraban asuntos como la refinanciación de la deuda externa de Chile, el aumento que propuso el presidente chileno del precio del cobre -mineral que este país era uno de los principales vendedores y que Estados Unidos necesitaba para suministros armamentísticos y de comunicación en el contexto de la Guerra de Vietnam-, y las críticas que hizo Frei Montalva contra la intervención de Estados Unidos en República Dominicana. Otro elemento a tener en cuenta en el enfriamiento de las relaciones entre Washington y el mandatario chileno fue el cambio de orientación que se produjo en la Alianza para el Progreso durante la presidencia de Lyndon B. Johnson. A mediados de la década de 1960 aquella abandonó el idealismo y el optimismo que caracterizaron sus primeros años bajo la presidencia de Kennedy y se hizo más pragmática.[22] Tal transformación fue criticada por el presidente chileno.[23]

Las relaciones entre Chile y la superpotencia norteamericana no volvieron a la senda del entendimiento y de la estrecha cooperación durante la presidencia de Johnson. Todo lo contrario, se hicieron más distantes cuando Frei Montalva adoptó algunas políticas nacionalistas tendentes a nacionalizar la minería chilena, asunto que afectaba seriamente los intereses comerciales de algunas empresas norteamericanas. En 1968, cuando Richard Nixon asumió la presidencia de los Estados Unidos, las relaciones entre ambos países se enfriaron mucho más.[24] 

En 1970 se produjo el acontecimiento que el Gobierno norteamericano había intentado evitar mediante la propaganda, la diplomacia y la asistencia técnica, económica y educativa. La Unidad Popular, la coalición formada por los principales partidos de izquierda, ganó las elecciones. La victoria de Salvador Allende “constituyó el más importante triunfo revolucionario en América Latina desde la Revolución Cubana”.[25] Un gobierno socialista en la región, bajo influencia cubana, significaba una seria amenaza geopolítica para Estados Unidos. En respuesta a dicha amenaza, el gobierno de Nixon planteó diversas estrategias contra Allende. Primero, mediante agentes de la CIA y algunos contactos dentro de las Fuerzas Armadas, intentó un levantamiento del ejército para presionar al Congreso a desconocer los resultados electorales. En este contexto el General René Scheneider fue asesinado por su lealtad a la Constitución. Otra acción fueron los boicots contra el gobierno chileno y el financiamiento de propaganda anticomunista para erosionar el apoyo popular. Finalmente, Estados Unidos disminuyó los créditos, pero aumentó considerablemente la asistencia militar, con el objetivo de captar la voluntad del Ejército chileno.[26]

Para la Ford, el triunfo socialista en Chile fue un acontecimiento que no generó gran sorpresa. Dentro de la fundación sabían de esta posibilidad. Uno de sus oficiales, Nagaraja Rao, visitó el país para realizar una lectura política en los momentos previos a las elecciones y para analizar la plataforma electoral de la Unidad Popular. En su reporte, Rao se mostraba optimista y señalaba que “fue emocionante para mí estar en Santiago en este momento y presenciar los procesos políticos que preceden a una nueva era en la vida nacional de Chile”.[27] Otro oficial, Peter Hakim, fue testigo del entusiasmo y afirmaba que “fue un momento de gran optimismo entre la mayoría de las personas en la FF, aunque algunos eran muy escépticos sobre las propuestas económicas de Allende”.[28]

El ascenso al poder de una opción socialista convirtió a Chile en un escenario clave en el marco de la Guerra Fría Global. La victoria electoral de las fuerzas de izquierdas hizo que el país chileno comenzase a recibir mucha atención internacional, al punto que el presidente de la Ford, McGeorge Bundy, y David E. Bell (vicepresidente ejecutivo de la fundación) quisieron viajar hasta allí para observar personalmente el comportamiento del nuevo gobierno socialista. Bundy era un especialista en relaciones internacionales. En 1961 sirvió como United States National Security Advisor en la presidencia de Kennedy y posteriormente pasó, en 1966, a la FF. Por su parte, David Bell había servido como Administrative Executive del presidente Harry S. Truman y durante la etapa de Kennedy en la Casa Blanca fue nombrado en 1962 Administrator of the USAID. En 1966 dejó el servicio público y pasó a la Fundación.

El representante de la FF en Chile, Peter Bell, no aconsejaba el viaje de Bundy y Bell, porque consideraba que podía ser objeto de críticas no por el cargo de Bundy sino por su anterior desempeño en la formulación de la política internacional de Estados Unidos.[29]

Finalmente, Bundy y Bell no viajaron a Chile para no enturbiar las relaciones que los funcionarios de la fundación habían consolidado en el país. En este mismo reporte, Peter Bell no veía un escenario negativo para las actividades de la fundación y realizaba la siguiente reflexión: “Por el momento, mis colegas y yo preferimos actuar sobre supuestos más ‘optimistas’, que apuntan hacia la construcción de un Estado socialista a través de un proceso democrático o pluralista”.[30] 

A diferencia del gobierno de Estados Unidos que adoptó una posición hostil hacia Allende, la FF continuó canalizando ayudas y asistencia a las instituciones académicas de Chile y en especial al convenio entre la Universidad de Chile y la Universidad de California. La agencia filantrópica mantuvo su política de neutralidad y su proyecto democrático porque el gobierno socialista llegó al poder mediante elecciones y porque no tenía como objetivo una revolución inspirada en el ejemplo cubano. La “vía chilena al socialismo” significaba una serie de transformaciones sociales, culturales y económicas para sacar al país del subdesarrollo. Además, los oficiales de la Ford también estimaban que la administración socialista tenía como objetivo profundizar en algunas medidas socio-económicas que habían sido puestas en marcha previamente por el gobierno moderado y democristiano de Frei Montalva, en particular las referidas a la educación y la reforma agraria, asuntos que la Ford también apoyaba por medio de subsidios y proyectos. En fin, como puede observarse, la orientación socialista y transformadora del gobierno del presidente Allende no significaba un peligro para los oficiales de la Ford como lo era para los intereses de Washington. Incluso el gobierno chileno recibió en 1972 dos subsidios de la Ford: uno, por valor de 152.000 dólares, para la planificación de la reforma agraria, asunto en el que la agencia tuvo una considerable participación, y el otro, dotado con 170.600 dólares, para nutrición infantil.[31]

En este trasfondo, las actividades del Convenio continuaron en diversas áreas, aumentaron la cantidad de becarios que habían disminuido durante la reforma universitaria y se concretaron varias institucionalizaciones de los posgrados. En el área de Ciencias Naturales e Ingeniería, entre 1970 y 1972 comenzaron a funcionar cinco doctorados (Geofísica, Ingeniería Química, Física, Sismología y el de Ingeniería y Mecánica de Suelos). El área de Agricultura y Medicina Veterinaria, en 1972, comenzó la Maestría en Salud y Patología Animal y la Maestría en Nutrición Animal. Como se mencionó anteriormente, para las Ciencias Sociales estaban planificadas dos maestrías: Planeamiento Urbano y Demografía.

 

La FF y los Derechos Humanos

En septiembre de 1973, un golpe militar encabezado por el General Augusto Pinochet Ugarte derrocó al gobierno constitucional de Salvador Allende y procedió a organizar todas las instituciones del Estado bajo mecanismos autoritarios. En todas las universidades la Junta Militar designó a agentes del Ejército como rectores con amplias atribuciones. El fuerte control ideológico impuesto tenía como principal objetivo realizar una masiva depuración de la academia. Se expulsó a profesores y estudiantes, se suprimieron departamentos, centros e institutos de investigación, asociaciones estudiantiles, docentes y sindicales. Esta nueva organización resquebrajó todo el sistema de educación superior. En la Universidad de Chile, facultades, escuelas, centros e institutos de investigación fueron desmantelados. Muchos académicos fueron expulsados de sus instituciones o encarcelados y una parte considerable asesinados o desaparecidos.[32]

En este contexto autoritario, Peter Bell envió un reporte a William Carmichael (Jefe del Programa para América Latina y el Caribe de la FF), en el que consideraba que el golpe de Pinochet se parecía en muchas cosas a los otros de la región. Sin embargo, el caso chileno se diferenciaba, según él: “en la brusquedad y virulencia del cambio como en la brutalidad de la represión”, y agregaba: “durante los próximos seis meses, dudo seriamente de que queramos hacer nuevas subvenciones a agencias o universidades del gobierno chileno”.[33] Por el contrario, si bien Kalman Silvert consideraba que la FF debía mantenerse relativamente neutral frente al nuevo gobierno, también opinaba que no podía negarles ayuda a los académicos y expertos educativos con los que había establecido relaciones:

 

La Fundación no debe ser subversiva de los regímenes con los que opera. Al mismo tiempo, no debe pedir a sus funcionarios que suspendan sus sentimientos más profundamente decentes y se nieguen a ayudar a otros hombres que son perseguidos ilegalmente.[34]

 

Las acciones represivas de la dictadura afectaron a todas las transformaciones económicas, sociales, culturales, científicas y educativas que estaban en marcha desde la gestión de la Democracia Cristiana y que se habían profundizado con el gobierno socialista. Al ser intervenidas las universidades y clausurarse muchos centros científicos y académicos, el problema que se les planteaba a los funcionarios de la Ford era en qué condiciones mantener sus inversiones filantrópicas cuando no existían esas instituciones que sus subsidios habían logrado fortalecer y en algunos casos directamente erigir. En este contexto la agencia estableció una agenda de derechos humanos que, según Brunner y Barrios, fue tomada como “modelo de comportamiento” por otras instituciones.[35] Luego del golpe de Estado en Chile, la Fundación tomó medidas de emergencia para asistir a los académicos afectados y otorgó subsidios extraordinarios para ayudar a los desplazados por cuestiones políticas. Al ser las ciencias sociales una de las áreas de conocimiento más afectadas por la persecución de la dictadura de Pinochet, la Ford subsidió con 242.000 dólares al Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) con el objetivo específico de relocalizar a científicos desplazados por razones políticas. Igualmente realizó una ayuda para la Latin American Studies Association por valor de 84.100 dólares.[36] El World University Service, una institución filantrópica no gubernamental, también fue subsidiada por la FF para realizar actividades relacionadas con la reubicación de universitarios chilenos exiliados.[37]

Otra medida tomada por la FF, fue reducir el tamaño de la Oficina chilena y reasignar a sus oficiales a Lima, Perú. Esta decisión fue adoptada tanto como un rechazo simbólico a la dictadura de Pinochet como también por miedo del personal de la agencia frente al peligro que corrían sus vidas. Peter Bell luego de ser considerado por los gobernantes autoritarios chilenos “a suspiciuos person”, y ser advertido por el Embajador de Estados Unidos, debió abandonar el país.

El Convenio no escapó a la crisis institucional. El proyecto educativo entre las universidades de Chile y California se vio muy afectado al suprimirse la autonomía universitaria y reorganizarse facultades, departamentos e institutos, que eran el motor de las relaciones entre ambas universidades. Las actividades en general mermaron considerablemente y en algunas áreas se detuvieron de manera completa. La FF congeló los fondos comprometidos que tenía destinados al convenio. En 1974 no desembolsó ningún recurso ni tampoco el año posterior. De los 10 millones de dólares pactados en los inicios del acuerdo ejecutó solamente 9.489.000 dólares y clausuró las posibilidades de extender el financiamiento por cinco años más, como se había mencionado en algunas reuniones. Los becarios que realizaron actividades durante 1974 y 1975 lo hicieron con dinero que se había ejecutado anteriormente al golpe de Estado.

El área de ciencias naturales e ingeniería también recibió el impacto del Golpe de Estado, debido a la cantidad de científicos que debieron exiliarse. A pesar de esto, en 1974, se produjo una institucionalización proyectada con anterioridad, al crearse la Maestría en Ciencias del Agua. Por su parte, las disciplinas que integraban el subcomité de agricultura y medicina veterinaria corrieron mejor suerte con sus proyectos institucionales. En los primeros años de la dictadura comenzó a funcionar la Maestría en Producción Animal, en 1974, y al año siguiente la Maestría de Ciencias Agropecuarias y Forestales y la Maestría en Fruticultura.

Por otro lado, las carreras que estaban planificadas en el área de ciencias sociales, la Maestría en planeamiento urbano y la Maestría en demografía, no comenzaron sus actividades, como consecuencia de la expulsión de algunos de sus académicos.

Frente a la brutal intervención de la dictadura en el campo académico y científico, la FF comenzó a financiar los denominados Centros Académicos Independientes, instituciones que funcionaban de manera informal y sin relación con las universidades. Estos organismos, principalmente de las ciencias sociales, cobijaron a investigadores que por diversos motivos fueron expulsados de sus lugares de trabajo pero continuaban residiendo en Chile. Mediante esta estrategia y desde su oficina en Lima, la agencia filantrópica se mantuvo activa en el país, apoyando las actividades de científicos que en el contexto de la transición a la democracia cumplieron un rol destacado en sus críticas al autoritarismo y que luego, cuando se restableció el sistema democrático en 1990, ocuparon cargos políticos de relevancia.[38]

 

Conclusiones

Como puede leerse en este artículo, la FF en Chile no siempre estuvo alineada con la política exterior de Estados Unidos. En determinadas coyunturas, existieron afinidades, objetivos e intereses comunes entre esta institución filantrópica y la estrategia regional de la Alianza para el Progreso auspiciada por el gobierno de Estados Unidos. Buen ejemplo de tal convergencia fue la asignación de un papel geopolítico relevante a Chile. Sin embargo, los proyectos de la Ford tuvieron una larga continuidad temporal que no siempre se ajustaban a los intereses a corto plazo de la política exterior norteamericana y de la lucha contra el comunismo internacional. Un ejemplo de esto fue el Convenio entre la Universidad de Chile y la Universidad de California, que se desarrolló durante diez años y transitó por diversas coyunturas políticas e ideológicas y que se canceló luego del golpe de estado de Pinochet.

Cuando llegaron a Chile, los funcionarios de la fundación mostraron algunos temores por el avance de la coalición de partidos de izquierda, pero con el tiempo fueron perdiendo esta desconfianza debido al carácter democrático, progresista y transformador, pero no revolucionario o comunista de lo que en esos momentos era el Frente de Acción Popular (FRAP) y en 1969 se denominó la Unidad Popular.  A diferencia del Departamento de Estado norteamericano, los oficiales de la delegación chilena de la FF se mostraron optimistas frente al triunfo de Allende. En este escenario, dicha organización filantrópica mantuvo sus inversiones e incluso otorgó nuevos financiamientos al gobierno socialista. Después de la Dictadura, las redes intelectuales que la FF rescató y relocalizó, cumplieron un papel importante en la transición democrática de Chile. A modo de ejemplo: Ricardo Lagos, quien fuera uno de los protagonistas de la Concertación de partidos que gobernó Chile por 20 años, entre 2000 y 2006, fue el encargado de organizar los programas de relocalización de científicos sociales financiados por la FF.

 

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[1] IMESC-IDEHESI-CONICET, Universidad Nacional de Cuyo.

[2] Labarca, E. (1969). Chile invadido. Reportaje a la intromisión extranjera. Santiago: Austral.

[3] Ver: Saunders, F. S. (2001). La CIA y la guerra fría cultural. Madrid: Editorial Debate.

[4] Ver: Joseph, G. M., LeGrand, C. C., y Salvatore, R. D. (Eds.) (1998). Close Encounters of Empire. Writing the cultural history of U.S.-Latin American Relations. Durham-London: Duke University Press y Calandra, B. y Franco, M. (Eds.) (2012). La guerra fría cultural en América Latina. Desafíos y límites para una nueva mirada de las relaciones interamericanas. Buenos Aires: Biblos.

[5]Tournès, L. (Ed.). (2010). L'argent de l'influence. Les fondations américaines et leurs réseaux européens. Paris: Autrement.

[6] Gilman, N. (2003). Mandarins of the Future. Modernization theory in Cold War America. Baltimore: The Johns Hopkins University Press, p. X.

[7] Alexander, R. J. (1963). Communism in Latin America. New Jersey: Rutgers University Press.

[8] Alexander, R. “Notes on Chile”, Reports 000062/1959, en Ford Foundation records, Catalogued reports, Reports 1-3254, 1936-2005.

[9] Manitzas, N. “Discussions on Chile held at various United States government agencies, March 16-20, 1959, April 1959”, en Ford Foundation records, Catalogued reports, Reports 001527.

[10] Taffet, J. F. (2007). Foreign Aid as Foreign Policy. The Alliance for Progress in Latin America. New York: Routledge, p. 7.

[11] Datos extraídos de los Annual Reports de la FF, correspondientes al período 1960-1969.

[12] Navarro, J. J. y Quesada, F. (2010). “El proyecto Camelot (1964-1965). La dependencia académica, entre el escándalo y el mito” en Beigel F. (Ed.). Autonomía y dependencia académica. Universidad e investigación científica en un circuito periférico: Chile y Argentina (1950-1980) (pp. 145-167). Buenos Aires: Biblos.

[13] Consejo de Rectores (1965). Guía informativa de las universidades chilenas (Estudios que ofrecen, requisitos y títulos). Santiago de Chile: Centro Nacional de Información y Documentación.

[14] Huneeus, C. (1973). La Reforma Universitaria en la Universidad de Chile. Santiago de Chile: CPU, p. 77.

[15] Comprehensive Report. 1965-1978. Convenio Universidad de Chile-Universidad de California. A Cooperative education and research program between the University of Chile and the University of California, Narrative Report, Volume I, July, 1979, p. 18.

[16] Informe comprensivo de las actividades del Convenio Universidad de Chile-Universidad de California entre 1965-1972 (1972), Universidad de Chile.

[17] Huneeus, C. (1988). La Reforma Universitaria veinte años después. Santiago de Chile: CPU.

[18] Vasconi, T. A. y Reca, I. (1971). Modernización y crisis en la universidad latinoamericana. Santiago de Chile: CESO.

[19] Netherton, J. “The case of the Chile-California Program”. Reports 002695-015/1969, in: Ford Foundation records, Catalogued reports, Reports 1-3254, 1936-2005, p. 2.

[20] Comprehensive Report. 1965-1978 (1979). Convenio Universidad de Chile-Universidad de California. A Cooperative education and research program between the University of Chile and the University of California, Narrative Report, Volume I, July, 1979, pp. 53-54.

[21] “Programa de largo plazo de las actividades del Convenio, 1970-1975” (1970). Un programa cooperativo en educación e investigación entre la Universidad de Chile y la Universidad de California, UCH-UCLA.

[22] Taffet, J. F. (2007). Foreign Aid as Foreign Policy. The Alliance for Progress in Latin America, op. cit. p. 60.

[23] Frei Montalva, E. (1967). “The Alliance that lost Its way”. Foreign Affairs n° 45, vol. 3 (437-448). Washington D.C.

[24] Henríquez, M. J. y van Klaveren, A. (2016). “Reformismo y pragmatismo: la política exterior de Eduardo Frei Montalva, 1964-1970”, en Huneeus C. y Couso J, (Eds.). Eduardo Frei Montalva: un gobierno reformista. A 50 años de la "Revolución en Libertad" (pp. 343-369) Santiago: Editorial Universitaria.

[25] Harmer, T. (2014). “Chile y la Guerra Fría Interamericana, 1970-1973”, en Harmer T. y Riquelme Segovia A. (Eds.), Chile y la Guerra Fría Global (pp. 193-223). Santiago: RIL, p. 198.

[26] Gaudichaud, F. (2016). Chile 1970-1973. Mil días que estremecieron al mundo. Santiago: LOM.

[27] Rao K., N. (1970). “A report on my recent visit to Chile, 1970”, Report N° 008505/1970.

[28] Hakim, Peter. Entrevista por e-mail realizada el 29/05/2008. Washington D.C., United States of America. Entrevistador: Fernando Quesada.

[29] Bell, P. (1971). “On a visit to Chile by McGeorge Bundy and David Bell”, Inter-Office Memorandum to William D. Carmichel and John Nagel, January 21, (Confidential), p. 6.

[30] Ibid., p. 5.

[31] Ford Foundation (1972), Annual Report.

[32] Póo, X. (Ed.). (2016). La dictadura de los sumarios (1974-1985). Universidad de Chile intervenida. Santiago: Editorial Universitaria.

[33] Bell, P. (1973). “The afthermath of the military coup in Chile”, 22/11, Report number 010668.

[34] Silvert, K. (1974). “Chile”, Report number 008959.

[35] Brunner, J. J. y Barrios, A. (1987). Inquisición, mercado y filantropía. Ciencias Sociales y autoritarismo en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay. Santiago de Chile: FLACSO, p. 230.

[36] Anita Isaacs, Program Officer, “Support for employement crearinghouse, relocation costs, and fellowships for Latin American scholars displaced by political events”, Grant number 07400187/1973-1976, reel number 3179 5202 5283. James R. Himes, Program Officer, “Support for the operations of an emergency committee to bid Latin American scholars. Ford Foundation records, Latin America and the Caribbean Program Files on the 1973 Coup d´Etat in Chile, 1971-1978 (FA721).

[37] Bayle, P. y Navarro, J. J. (2014). Le World University Service et l´Amérique Latine”. Monde(s) n°6, (89-110). París.

[38] Puryear, J. M. (1994). Thinking Politics. Intellectuals and Democracy in Chile, 1973-1998. Baltimore: The Johns Hopkins University Press.

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