Cuadernos
de Marte
AÑO 11
/ N° 18 Enero – Junio 2020
https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/cuadernosdemarte/index
"Castri-comunistas", violencia política y represión: el sitio policial al edificio de la Universidad de la República en setiembre de 1964
“Castri-comunistas”,
political violence and repression: the police site to the building of the
University of the Republic in september 1964
Por Martín Girona*
Universidad de la República
Recibido:
30/09/2019 – Aceptado: 23/04/2020
Cita
sugerida: Girona, M. (2020). "Castri-comunistas",
violencia política y represión: el sitio policial al edificio de la Universidad
de la República en setiembre de 1964. Cuadernos de Marte, 0(18),
21-55. Recuperado de https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/cuadernosdemarte/article/view/5625/4567
Resumen
La ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales entre Uruguay y Cuba
en setiembre de 1964, culminación de meses de debates políticos,
realineamientos partidarios, presiones internas y externas, desencadenó
episodios de movilizaciones populares, represión estatal y acciones violentas
en relación con definiciones de política interamericana, durante los días
inmediatamente posteriores a la resolución del Consejo Nacional de Gobierno. La
Universidad de la República estuvo material y simbólicamente en el centro de
los enfrentamientos: un acto en la explanada, convocado en repudio a la ruptura
de relaciones, culminó con una fuerte represión y un sitio al edificio central
de la UdelaR, donde se “refugiaron” más de trescientas personas que
permanecieron sitiadas durante casi cuarenta horas. El objetivo del presente
artículo es focalizar en este episodio para abordar problemas más generales
respecto a la recepción de la Revolución Cubana, la composición social y las
estructuras organizativas del movimiento en defensa de las relaciones con Cuba,
las estrategias de control policial de la protesta, así como las
interpretaciones y posiciones políticas de los partidos gobernantes y los
medios de comunicación frente a estas movilizaciones, en un cuadro de creciente
polarización política como expresión local de la Guerra Fría latinoamericana.
Palabras claves: Guerra Fría Latinoamericana; violencia
política; Revolución Cubana; Uruguay; Universidad
Abstract
The breakdown of diplomatic and trade relations
between Uruguay and Cuba in September 1964, result of months of political
debate, partisan realignments, internal and external pressures, triggered
episodes of popular mobilizations, state repression and violent actions in
relation to definitions of inter-American policy, in the days immediately following the resolution of the
National Governing Council. The University of the Republic was materially and
symbolically at the center of these conflicts: a mitine on the esplanade,
summoned in repudiation of the breakdown of relations, culminated in a strong
repression and a siege to the central UdelaR building, where more than three
hundred people were sheltered, who remained besieged for nearly forty hours.
The objective of this article is to focus on this episode to address broader
problems regarding the reception of the Cuban Revolution, the social
composition and organizational structures of the movement in defense of
relations with Cuba, the police control strategies of protest, as well as the
political interpretations and positions of the ruling parties and the media to
deal with these mobilizations, in a context of increasing political
polarization as a local expression of the Latin American Cold War.
Keywords: Latin American Cold
War;political violence; Cuban revolution; Uruguay; University
Introducción
Este artículo se ubica en el campo de estudios
de la Guerra Fría internacional, en particular de sus expresiones
latinoamericanas, fuertemente condicionadas por el lugar de la Revolución
Cubana a partir de 1959, y en términos más específicos, como parte de los
estudios que vinculan las denominadas variables internas y las relaciones
internacionales. Es parte de una investigación en curso, en el marco del
proyecto de investigación “Uruguay, la Revolución Cubana y el Sistema Interamericano
(1959-1964)” coordinado por el Doctor en Historia Roberto García.
Al mismo tiempo, se inscribe en un esfuerzo de
investigación más general, cuyo objetivo es abordar los factores internos y su
incidencia en la ruptura de relaciones entre Uruguay y Cuba, así como en los
ritmos particulares que adoptó el alineamiento de Uruguay con la política que
se impuso en el sistema interamericano, orientada al aislamiento de Cuba. El
punto de partida consiste en la necesidad de incorporar a los actores no
gubernamentales como parte fundamental de estos factores domésticos, teniendo en
cuenta, pero trascendiendo, el accionar del poder ejecutivo y de la
cancillería, para sumar otros actores y fuerzas sociales, políticas y
económicas, así como las formas en que la “cuestión cubana” se vinculó con
debates, problemas e interpretaciones respecto a la situación nacional y
latinoamericana por parte de los protagonistas locales. Un primer avance de los
resultados de dicha investigación fue presentado en las
XIII Jornadas de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales deUniversidad
de Buenos Aires, realizadas en el año 2019.[1]
La ruptura de relaciones diplomáticas y
comerciales entre Uruguay y Cuba en setiembre de 1964, culminación de meses de
debates políticos, realineamientos partidarios, presiones internas y externas,
desencadenó episodios de movilizaciones populares, represión estatal y acciones
violentas en los días inmediatamente posteriores a la resolución del Consejo
Nacional de Gobierno (CNG). La Universidad de la República (UdelaR) estuvo
material y simbólicamente en el centro de estos acontecimientos: un acto en la
explanada, convocado en repudio a la ruptura de relaciones, culminó con una
fuerte represión y un sitio al edificio central de la UdelaR, donde se
“refugiaron” más de trescientas personas que permanecieron sitiadas durante casi
cuarenta horas.
El abordaje de este episodio permite reflexionar
sobre problemas más generales respecto a la recepción de la Revolución Cubana y
a la relación entre el Estado, los partidos, la prensa y la protesta social a
mediados de los años sesenta. En este sentido, uno de los problemas centrales
que atraviesan estos episodios es el de la violencia con connotaciones
políticas, que constituyó un emergente fundamental de la década de los sesenta,
dando lugar a una naturalización de la violencia de la mano de una
“brutalización de la política”.[2]
Abordaré la ocupación de la UdelaR y las manifestaciones de violencia política,
como parte de un repertorio de acción[3]
construido en relación con un contexto transnacional y con las respuestas
estatales, en particular con las estrategias de control policial de la
protesta; considerando las interpretaciones y percepciones de los distintos
actores en relación con el contexto específico de polarización política, como
expresión local de la Guerra Fría latinoamericana.
El tema de la ocupación de la UdelaR en
setiembre de 1964 ha sido estudiado previamente, con mayor o menor énfasis, por
otros investigadores[4],
mediante un tratamiento necesariamente marginal por ser parte de trabajos
dedicados a temas más amplios. Este artículo se propone focalizar en este
episodio mediante un estrechamiento del campo de observación, conjugado con la
incorporación de una documentación relativamente amplia y variada, que permita
un abordaje del tema desde varios ángulos.
Este trabajo se basa principalmente en
documentación del Archivo del Servicio de Inteligencia y Enlace de la Policía
de Montevideo; el Archivo de la Presidencia de la República; el Archivo del
Parlamento y el Archivo de la Unidad Polifuncional sobre Problemas Universitarios
(UPPU). Al mismo tiempo, incorpora el estudio de la propaganda escrita, tanto
los periódicos antagonistas de la Revolución Cubana y alineados con sectores
del oficialismo como la prensa, afiches y comunicados producidos desde el
movimiento procubano, conjugando la documentación de la prensa política y los
periódicos de alcance nacional, con periódicos locales y propaganda producida
por las organizaciones sociales. Para la próxima etapa se prevé la
incorporación de testimonios orales, que constituyen un material de gran
importancia como construcciones de narrativas desde el presente, elaboradas en
cuadros sociales y enmarcadas en las luchas y tensiones políticas actuales.
Polarización política y anticomunismo
La Revolución Cubana significó un punto de inflexión en la guerra fría
latinoamericana, pautando el desarrollo de la convulsionada década de 1960 en
la región, que se transformó, en palabras de Jonh F. Kennedy, en “la zona más
peligrosa del mundo”.[5]
El desafío que significó la “cuestión cubana”, particularmente después de la
declaración del carácter socialista de la revolución y de su alineamiento
definitivo con el campo soviético, trastocó las relaciones interamericanas y
los procesos políticos nacionales, en el marco de una intervención más activa y
agresiva por parte del Gobierno y los servicios de inteligencia
estadounidenses, favoreciendo “la creación de una solidaridad nueva entre los
Estados Unidos y todos los que en Latinoamérica rechazaban alarmados” la
alternativa que presentaba la Revolución Cubana.[6]
Esta orientación estadounidense implicó un cambio respecto a su política de
alianzas, a partir de la cual los sucesivos gobiernos le dieron primacía a los
objetivos de conservación y seguridad, lo que significó el “abandono de la
opción política en favor de la democracia representativa”.[7]
Al mismo tiempo, la Revolución Cubana contribuyó
al desarrollo de redefiniciones radicales en las izquierdas y al surgimiento de
organizaciones armadas apoyadas en el ejemplo cubano, que en muchos casos
contaron con el apoyo directo del Gobierno de la isla.[8]
Siguiendo a Greg Grandin, la Guerra Fría latinoamericana “representó una
revolución extendida, dispersa en el tiempo y el espacio, que sin embargo,
entrañaba una lógica coherente y legible de insurgencia, violencia y
transformación”, que se desenvolvieron simultáneamente en los campos nacional e
internacional y “cada una contribuyó a aumentar un tipo de experiencia y
percepción que desafiaron en términos cada vez más enfocados la autoridad de
Estados Unidos como poder mundial ascendente”[9]
En este escenario, aparece como un elemento central el desarrollo
regional del anticomunismo, que no constituía un fenómeno nuevo entre las
élites gobernantes y las clases dominantes latinoamericanas, pero que adquirió
nuevas dimensiones y significados a la luz de la Revolución Cubana, que aumentó
el temor a la infiltración comunista y a la proyección de la URSS en el
continente, en ocasiones más imaginada que real. Vanni Pettiná señala que el
anticomunismo de la política exterior estadounidense “alentó una escalada de
tensiones interamericanas” favoreciendo “la polarización política interna y el
auge de propuestas políticas conservadoras y/o autoritarias que Washington
apoyó externamente en clave antisoviética”[10],
dando lugar a una fractura interna que significó “una fuerte revitalización de
los actores políticos y económicos más conservadores” y “una quiebra
significativa en el avance del proceso de reforma política y social regional”.[11]
El anticomunismo y las preocupaciones compartidas de los gobiernos
latinoamericanos respecto a la cuestióncubanano fueron exclusivamente la
expresión de un alineamiento mecánico con la política estadounidense, ni dieron
lugar a una respuesta homogénea en el sistema interamericano. Por el contrario,
las fluctuantes posiciones de los gobiernos de la región y el difícil camino
que llevó al aislamiento de Cuba en 1964 respondieron tanto a la presión
estadounidense como a conflictos internos, estrategias e interpretaciones
locales.[12] Uno de
los objetivos del presente artículo es valerse de este marco interpretativo
para analizar la complejidad de la cuestión cubana, con relación a los
problemas e intereses en pugna en Uruguay, durante la primera mitad de la
década de 1960.
Marchesi y Yaffé señalan la necesidad de reconocer los ritmos y maneras
específicas en que la Guerra Fría se expresó en Uruguay con relación al resto
del continente. Durante el primer ciclo (pautado por el fin de la “primavera
democrática” de posguerra y el advenimiento de dictaduras o regímenes liberales
con proscripción de partidos comunistas y sindicatos), Uruguay mantuvo una
situación de relativa excepcionalidad. Durante el segundo ciclo (con la
agudización de la dialéctica revolución-contrarrevolución como consecuencia del
impacto que la Revolución Cubana) Uruguay “pareció integrarse más claramente al
ritmo latinoamericano” y “el
conjunto de
los actores comenzó a asumir más claramente el marco conceptual que la guerra
fría imprimió”.[13]
La imagen de “excepcionalidad” uruguaya,
fuertemente condicionada por los procesos históricos posteriores
(principalmente por la profundización del camino autoritario a partir de 1968),
está siendo fuertemente cuestionada en la historiografía reciente, en
particular en los trabajos dedicados a los discursos y prácticas de las
derechas entre fines de la década de 1950 y la primera mitad de 1960.[14]
El clima de persecución ideológica y la interpretación de la conflictividad
social a través del prisma de la Guerra Fría se estaban gestando al menos desde
fines de los años cincuenta. El episodio analizado en este artículo estuvo
precedido por el despliegue de campañas anticomunistas y el surgimiento de
organizaciones “democráticas” de las derechas, que llevaron adelante
cuestionamientos a las libertades de las que gozaba la izquierda en Uruguay y
propiciaron estrategias de represión y persecución frente a los conflictos
sociales.
En marzo de 1963, la asunción del Segundo
Colegiado con mayoría del Partido Nacional se produjo en un contexto de conflictos
sindicales y represión estatal, en el marco de Medidas Prontas de Seguridad,
militarización contra trabajadores públicos y detenciones masivas en todo el
país. No era la primera vez que se recurría a este tipo de estrategias para
hacer frente a los movimientos sociales: las medidas de excepción, las
prolongadas detenciones de trabajadores que no eran puestos a disposición de la
justicia y los heridos en las movilizaciones tenían una larga historia en
Uruguay.[15]
El movimiento contra la ruptura de relaciones
La movilización en Uruguay contra la ruptura de relaciones con Cuba
superó los marcos de las organizaciones identificadas con la izquierda,
operando como reactivo de una división política en los partidos de Gobierno y
presionando sobre las decisiones gubernamentales en política internacional. Las
minorías y mayorías en el Consejo Nacional de Gobierno no se correspondieron
mecánicamente con la división entre el Partido Colorado y el Partido Nacional.
La resolución de romper relaciones no estaba saldada de antemano, por el
contrario, el decreto del 8 de setiembre fue resultado de amplios debates,
presiones y realineamientos políticos.[16] Las
organizaciones políticas identificadas con la izquierda[17]
eran naturalmente más tendientes a simpatizar con un Gobierno revolucionario,
autoproclamado marxista leninista desde 1961 y en creciente enfrentamiento con
el “imperialismo yanqui” y la tradicional política panamericana, muy proclive a
la intervención en los asuntos internos de los países latinoamericanos. En el
campo de las izquierdas, el movimiento parece presentar un carácter unitario,
facilitando una movilización común y sostenida en torno a un tema en el que
confluyeron diferentes sectores de tradiciones diversas o de reciente
gestación. En este sentido, la Revolución Cubana otorgó un marco de referencia
latinoamericano a los partidos y movimientos que no se identificaban con la
Unión Soviética o que mantenían un apoyo crítico, facilitando la formación de
un marco común a las organizaciones de izquierda.
A partir de julio de 1964 (luego de la IX
Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores en Washington) se
organizó en Uruguay un movimiento en torno a la defensa de las relaciones
diplomáticas y comerciales, que trascendió a las organizaciones que desde 1959
defendían y reivindicaban la Revolución Cubana. Esta campaña estuvo
enmarcada por las expresiones nacionales de la crisis económica (con sus
consecuencias para los sectores populares) y en un cuadro de creciente
conflictividad social y enfrentamiento con el Gobierno. Al mismo tiempo, estas
movilizaciones se desenvolvieron en relación con un contexto político regional
marcado por el golpe de Estado en Brasil del 31 de marzo de 1964 (con sus más
de 100 asilados en Uruguay, incluyendo al expresidente Joao Goulart) y las
elecciones chilenas en setiembre, pautadas por la posibilidad de una victoria
del Frente de Acción Popular (FRAP) encabezado por Salvador Allende.
Las estructuras organizativas de este movimiento
fueron variadas, pero la forma predominante eran los Comités, organizados
territorialmente, con nombres de barrios de Montevideo o referencias a la
Revolución Cubana.[18]
A estos núcleos se le sumaron numerosos comités organizados por profesiones:
artistas, músicos, actores de teatro, intelectuales, etc. El Comité Nacional
Coordinador de Apoyo a la Revolución Cubana, conformado en 1960, fue el
principal aglutinador de decenas de organizaciones procubanas. El Partido
Comunista tenía un peso fundamental en este movimiento, principalmente a través
de sus organizaciones “satélites” como el Frente Izquierda de Liberación
(FIdeL), pero la hegemonía comunista enfrentaba una importante disputa por
parte de sectores de la “nueva izquierda”.
Rey Tristán afirma que el impacto de la Revolución
Cubana en Uruguay hay que entenderlo a partir del sustrato ideológico y
organizativo desarrollado en las izquierdas durante los años anteriores: “las
renovaciones, el tercerismo o el desarrollo de una conciencia antiimperialista
y latinoamericana”[19].
Los debates sobre las perspectivas de la revolución en América Latina no fueron
ajenas al movimiento. Al menos desde 1960, las discusiones alrededor de la
revolución cubana se expresaban en su interior y se vinculaban con las luchas
sociales y políticas, los proyectos estratégicos y las perspectivas
revolucionarias en Uruguay y América Latina. Las diferentes organizaciones
pasaban a formar parte del movimiento con sus propias lecturas y objetivos,
traduciendo la cuestión cubana a los debates políticos locales.
De acuerdo con las convocatorias a las
movilizaciones y los discursos en los actos, en términos generales, el
movimiento no realizaba una defensa de la Revolución Cubana como pauta del
desarrollo de la revolución socialista latinoamericana. Una parte importante de
las declaraciones contra la ruptura de relaciones destacaban que su adhesión al
movimiento era “a pesar de la opinión que tenga sobre el régimen cubano”. El
movimiento adoptó como marcos de acción la autodeterminación de los pueblos, el
principio de no intervención y la defensa de la soberanía nacional (el debate
político nacional se centró en estas tres cuestiones), buscando la
reivindicación de la tradición diplomática del país, con fuertes referencias al
pasado y al Artiguismo en particular[20].
El repertorio de acción colectiva del movimiento
por el mantenimiento de relaciones con Cuba abarcó actos, marchas, caravanas de
vehículos, paros, ocupaciones, juntadas de firmas, pronunciamientos, cartas y
telegramas al Consejo Nacional de Gobierno, reuniones con sectores políticos y
acciones violentas contra propiedades y personas. Se pueden observar
regularidades en las formas de beligerancia que, en rasgos generales, no
escaparon de las modalidades predominantes de protesta que habían pautado los
conflictos y luchas de los movimientos sociales contra el Estado desde hacía
décadas. Pero también se puede constatar la convivencia de estas formas de
protesta con las modalidades de “violencia colectiva”, operando con una lógica
del daño, que aparece como el emergente más novedoso: atentados con bombas
caseras, ataques a comercios y vehículos en las movilizaciones o en sus
márgenes.
La movilización por el mantenimiento de
relaciones adquirió un alcance nacional e incluyó la formación de comités en
varios lugares del país, así como la realización de marchas, actos, paros y un
amplio pronunciamiento de diferentes sectores sociales. Los informes de
inteligencia policial y la prensa muestran la existencia de actividades de este
tipo en Melo, Tacuarembó, Paysandú, Mercedes, Salto, Las Piedras, Canelones,
Maldonado, Rocha y Treinta y Tres. Las estructuras organizativas y los
repertorios de protesta eran similares a los desarrollados en la capital. Sin
embargo, cabe destacar que los
documentos utilizados para este trabajo no registran episodios de violencia
política ni represiones policiales en el interior contra el movimiento, en
contrapartida a la reiteración de episodios represivos en la capital a partir
del 8 de setiembre.
Al abordar el movimiento en su dimensión
nacional, se constatan diversos grados de involucramiento de los partidos de
Gobierno: en algunas ciudades del interior los actos, las movilizaciones y los
pronunciamientos contaban con un destacado protagonismo de dirigentes políticos
de agrupaciones del Partido Colorado y el Partido Nacional. En particular en
los sectores juveniles, se produjo una confluencia donde se encontraban la
Unión de Juventudes Comunistas y las Juventudes Socialistas con la Juventud de
la Unión Blanca Democrática, el Movimiento Popular de las Juventudes
Nacionalistas (lista 49), la Lista 15 y la Lista 99 del Partido Colorado, entre
otras. Esta coordinación de organizaciones dio lugar a movilizaciones y
declaraciones en común, como el “Manifiesto a la juventud uruguaya” de julio de
1964, firmado por la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay
(FEUU), la Comisión Juvenil de la Central de Trabajadores del Uruguay (CTU), la
Juventud Batllista Lista 99, la UJC, la JS, la Juventud del Movimiento
Revolucionario Oriental y la Joven Guardia Española.
La Universidad y el movimiento estudiantil
El movimiento contra la ruptura de relaciones contó con un protagonismo
destacado de la juventud, principalmente del movimiento estudiantil, siendo la
FEUU[21]el
sector más activo en la organización y convocatoria a las movilizaciones. La
Federación participó de los principales pronunciamientos y medidas, en conjunto
con el Comité Nacional Coordinador de Apoyo a la Revolución Cubana, al mismo
tiempo que acompañó las acciones de lucha de la Central de Trabajadores del
Uruguay (CTU), en particular el paro del 11 de agosto, convocado en defensa del
mantenimiento de relaciones diplomáticas y comerciales con la República de Cuba
y contra las resoluciones adoptadas en la Conferencia de Cancilleres.
La FEUU siguió desde el inicio las repercusiones
de la Revolución Cubana, festejando el triunfo de “los elementos que realizaron
la revolución por medio de una guerra hecha en toda la isla y que ha tenido
como resultado la caída del dictador” haciendo énfasis en el papel de los
estudiantes universitarios y sus universidades como “centro de la oposición
contra el régimen”.[22]
El impacto de esta revolución fue tan importante para el movimiento estudiantil
universitario, que la Federación creó el cargo de Secretario de Asuntos
Cubanos, el cual tenía como objetivo el mantenimiento de una relación estrecha
con la embajada de Cuba. Van Aken afirma que estos vínculos incluyeron
numerosos viajes de estudiantes y docentes a Cuba, con los gastos pagos por el
Gobierno.[23]
La identificación política con la Revolución
Cubana era tan robusta que la FEUU suscribió los términos de la “Primera
Declaración de la Habana”, emitida por Fidel Castro en setiembre de 1960. Las
críticas a la política panamericana de Estados Unidos a principios de los
sesenta se desarrollaron a partir de una larga tradición de antiimperialismo en
la FEUU, que en esos años se expresó, entre otras, en la movilización contra la
visita de Eisenhower y en la protesta por la Octava Reunión de Consulta de Ministros de
Relaciones Exteriores de la OEA en 1962.[24]
El entusiasmo inicial de la FEUU hacia la
Revolución Cubana era compartido por la casi totalidad del espectro político
nacional, pero el desarrollo del proceso revolucionario erosionó tempranamente
este amplio apoyo y tuvo sus consecuencias al interior de la FEUU. Su principal
repercusión política fue la apertura de un proceso de recambio en su dirección,
contribuyendo a la erosión de la hegemonía “tercerista” y a un cambio de
alianzas que se consolidó en la formación de una coalición entre el Partido
Socialista (que hasta ese momento formaba parte del frente tercerista) y el
Partido Comunista. Van Aken afirma que los unitarios llegaron “al poder en la
cresta de la ola fidelista que pulverizó al tercerismo al envolver al
movimiento estudiantil”.[25]
Luego de una etapa de aislamiento y marginalidad
del Partido Comunista en la Federación, esta alianza les permitió ganar las
elecciones en varios centros de estudiantes, logrando el control de la
Secretaría General de la FEUU en 1963 y la mayoría del Consejo Federal en el
segundo semestre de 1964. En esta situación se encontraba la Federación para
afrontar las movilizaciones contra la ruptura de relaciones, y en particular la
represión y la ocupación de la UdelaR, en setiembre de 1964.
El posicionamiento de la FEUU a propósito de las
relaciones con la isla vinculaba la cuestión cubana con los problemas
nacionales y las perspectivas políticas de la situación latinoamericana:
La defensa de la Revolución Cubana está íntimamente ligada a la
profundización de la lucha de nuestro pueblo por su liberación. En la medida
que ocupemos nuestro lugar de combate, día a día, por el cambio sustancial de
las estructuras que nuestro país requiera para superar la crisis, estaremos
defendiendo efectivamente a Cuba.[26]
En general, los gremios operaban en un clima
universitario de simpatía con la Revolución Cubana, donde el movimiento
estudiantil coincidía con el resto de los órdenes, lo que se expresó en los
posicionamientos de los órganos cogobernados y del propio Consejo Directivo
Central contra la ruptura de relaciones con Cuba. El 31 de agosto de 1964, el
CDC declaraba que “lo que en estos momentos se pretende hacer con la República
de Cuba no difiere, en su esencia, de lo que en tiempos se hizo con Nicaragua,
Panamá, Santo Domingo, Guatemala y otros países” y que lo expresado no implicaba“pronunciarse
sobre el Gobierno de Cuba o su régimen político, social o económico, sino que
importa defender a nuestro país y en escala más a amplia a todos los pueblos de
Latinoamérica”.[27]
Los episodios de represiones y resistencias, que
tuvieron como escenario a la Universidad, deben enmarcarse en un cuadro más
general. Durante las movilizaciones contra la ruptura de relaciones se
desarrolló una lucha entre el Gobierno, la policía y las organizaciones por el
mantenimiento de relaciones, por el espacio simbólico y material de la UdelaR,
que apareció en el centro de las batallas políticas, en particular durante los días
en que los enfrentamientos callejeros y la represión alcanzaron su punto más
alto.
Los informes de inteligencia y las
intervenciones del ministro del Interior Adolfo Tejera en el Consejo Nacional
de Gobierno (CNG), muestran una preocupación por prohibir las concentraciones
en la explanada de la UdelaR, en función de evitar conflictos “a los que ya nos
tiene acostumbrados esa zona de la ciudad”.[28]
La orientación del Ministerio del interior fue habilitar lugares alternativos
en el centro de Montevideo; para Tejera, el hecho de convocar en la explanada
de la Universidad se debía “al propósito de transformar el acto en un acto
subversivo”.[29]
Estos enfrentamientos respecto al espacio de la
UdelaR expresaban el lugar particular de esta institución en la situación
política nacional, así como su relación de mutua desconfianza con el gobierno,
que se había profundizado luego de las movilizaciones que conquistaron la
sanción de la Ley Orgánica en 1958. El Gobierno y las organizaciones de derecha
interpretaban un escenario de “infiltración comunista”, que tenía como
vehículos a los gremios estudiantiles, los docentes y las propias autoridades
universitarias.[30]
Blanca Paris de Odonne afirma que la situación de la Universidad entre 1956 y
1966 se caracterizó ”por una tónica conflictiva en cuanto a las relaciones con
el poder político y una persistente campaña antiuniversitaria orquestada desde
la prensa vinculada a los partidos tradicionales”.[31]
En este sentido, un episodio destacable del ataque a la UdelaR por parte de
grupos de derecha autocalificados de “demócratas” fue el “asalto” fallido del
edificio central en octubre de 1960.[32]
La autonomía y el cogobierno ayudaron a
configurar los vínculos conflictivos con los dos gobiernos con mayorías del
Partido Nacional, relacionados con la propia concepción que la Universidad
tenía de sí misma: en su oratoria en nombre del Consejo Directivo Central, el
decano de la Facultad de Humanidades, Rodolfo Tálice, afirmaba que
existen fuerzas que sienten animosidad contra la Universidad;
seguramente, porque ignoran qué es la Universidad actual. Hoy la Universidad
con su ley de autonomía, es un segundo gobierno y trae el aporte decisivo, para
el progreso del país.[33]
Ocupación y sitio policial
A partir de la decisión de la mayoría del CNG que concretó la ruptura de
relaciones, la policía desató una represión sistemática contra las
movilizaciones de los días siguientes; al mismo tiempo, se desarrollaron
enfrentamientos violentos y una serie de atentados principalmente dirigidos
contra edificios y propiedades vinculados al gobierno estadounidense, los
capitales norteamericanos y los sectores políticos nacionales que votaron la
ruptura de relaciones.[34]
El 9 de setiembre, el movimiento por el
mantenimiento de relaciones organizó un nuevo acto, esta vez en la explanada de
la Universidad, a pesar de la prohibición oficial de realizarlo en dicho lugar.
Esta movilización desembocó en episodios represivos, ataques a propiedades y
enfrentamientos entre la policía y los manifestantes, en el marco de los cuales
más de trescientas personas ingresaron nuevamente al edificio de la UdelaR. El
gobierno y la prensa anticubana hablaban de “ocupación”, mientras que desde el
movimiento afirmaban que la Universidad estaba “sitiada” y los estudiantes “se
refugiaron” en el edificio escapando de la represión policial.
Durante casi cuarenta horas, el edificio de la
UdelaR fue cercado por un operativo policial que abarcó dos cuadras a la
redonda, instaurando un sitio que impedía la comunicación con el exterior y el
ingreso de víveres como alimentos o medicinas, a pesar de las gestiones que
llevaron adelante los familiares de los ocupantes y la delegación de
mediadores. El cerco también impedía la asistencia médica a quienes sufrían las
consecuencias del bombardeo de gases y heridas de la represión.
Paralelamente a este operativo, la policía
mantenía una vigilancia sobre locales estratégicos de organizaciones sociales y
políticas: un memorándum del 10 de setiembre informaba sobre las actividades en
la Casa Central del Partido Comunista, el Comité Ejecutivo del FIDEL, el Centro
de Estudiantes de Derecho y Notariado; la Asociación de Estudiantes de
Medicina, el Centro de Estudiantes de Arquitectura, de Servicios Social, la
Unión de la Juventud Comunista y la Casa del Pueblo.[35]
La ocupación de la Universidad generó una
extensa respuesta popular que, si bien encontró su epicentro en Montevideo,
tuvo expresiones en varias ciudades del interior. Sobre el mediodía del 10 de
setiembre, el Comité Ejecutivo de la CTU emitió un comunicado en el que
repudiaba “los salvajes procedimientos policiales”, condenaba el “intento de
intervención judicial o policial” en la UdelaR y exhortaba a los gremios a
“tomar medidas inmediatas de solidaridad, paros de protesta y otras acciones”,
manteniéndose en “estado de alerta” y “convocando de inmediato Asambleas
Generales”.[36] En
este marco se desarrolló una respuesta en el movimiento sindical que el diario Acción calificó de “paros en serie”.[37]
Por su parte, los gremios de estudiantes secundarios desarrollaron paros y
movilizaciones solidarias en varios departamentos del país, a los que se
sumaron estudiantes de UTU y de los Institutos Normales. La FEUU, los centros
de estudiantes de Preparatorios Nocturnos y de algunos liceos decretaron la
huelga general.
En la madrugada del 10 de setiembre, cuando
hacía apenas unas horas que los “ocupantes” se encontraban encerrados en la
Universidad, comenzaron las movilizaciones solidarias hacia la avenida 18 de
julio, que fueron interceptadas por el cerco policial, y en varias ocasiones
respondidas con represión directa. Durante las horas que duró el sitio, también
se realizaron actos relámpago en varios puntos de Montevideo.
Finalmente se llegó a una salida mediada. Los
términos del acuerdo que dieron lugar a la desocupación fueron los siguientes:
las personas mayores de edad serían identificadas en la Universidad y los
policías encargados serían acompañados por el Dr. Adolfo Gelsi Bidart. Solo
serían sometidos al Juez los dirigentes de la FEUU y todas las personas que
carecieran de documentos. Se pasaría inspección ocular y documentación
fotográfica del interior de la Universidad, que debía ser entregada a las
autoridades universitarias.[38]
A rasgos generales, estos fueron los términos
planteados por los representantes estudiantiles, lo cual reforzó las lecturas
de este resultado como un triunfo por parte de la FEUU. Desde las páginas de Jornada, la Federación afirmaba que
la ola de represión fue resistida por los estudiantes, que rechazaron
con altura la indigna resolución del gobierno en cuanto a la ruptura con Cuba,
y respondieron luego, en similar medida, en la defensa de la autonomía universitaria
y el derecho de libre expresión, pisoteado por el gobierno y la policía.
Estamos seguros de que los principios fueron dignamente defendidos.[39]
El impacto político de la ocupación de la UdelaR
aparece reflejado en su presencia en la prensa: los principales periódicos
nacionales hicieron un seguimiento constante de la situación en la Universidad,
la cual apareció en las tapas de la mayoría de los diarios. El Popular afirmaba que los ocupantes
“enfrentaron con valentía la saña policial” y protagonizaron una “heroica
defensa de la autonomía universitaria”.[40]
Para El País se trataba de “un grupo
de revoltosos castri-comunistas”. Se discutió sobre su calidad de
“estudiantes”, cuestionando la presencia en el interior del edificio de
elementos ajenos al movimiento estudiantil. En su intervención en el CNG, el
Ministro Tejera justificaba la represión afirmando que “entre los que
están en la Universidad hay muchos que no son estudiantes y que nunca lo han
sido”.[41]
¿Quiénes eran los “ocupantes” de la Universidad?
Los documentos policiales (fichas, informes, interrogatorios) a propósito de
este episodio permiten individualizar a los militantes y acercarse a su
composición social, edad, género, ocupación, antecedentes políticos y
nacionalidad. En el caso específico de la ocupación de la UdelaR, contamos con
el resultado del fichado de los más de trescientos ocupantes, sometidos a este
procedimiento a cambio de la posibilidad de abandonar el edificio.
De acuerdo con las fichas policiales y los
“oficios al juzgado”[42],
los “ocupantes” promediaban los veintidós años y entre ellos había por lo menos
veintidós menores. Esta cifra coincide con los detenidos en la movilización del
ocho de setiembre y con los detenidos en los alrededores de la Universidad
durante los días de ocupación. Los fichados por la policía contabilizaban 336
personas, de los cuales 298 eran hombres y 38 mujeres. Efectivamente, había una
importante presencia de trabajadores que no eran estudiantes, que constituían
un tercio de los refugiados en la Universidad. En lo que respecta a los
estudiantes, la mayoría eran universitarios, con una representación destacable
de las facultades de Medicina y Derecho, algunos de los centros donde tenían
más fuerza los terceristas.[43]
Entre los estudiantes también figuraban doce alumnos de secundaria.
La policía informaba sobre los antecedentes
políticos de alrededor de quince de los ocupantes: la mayoría militantes
estudiantiles vinculados a tendencias filocomunistas o castristas y un número
menor de anarquistas. Algunos de ellos estaban identificados como
participantes en la movilización a Maldonado en el marco de la Octava Reunión de
Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de la OEA.[44]El
calificativo “castri-comunistas” también aparece en los informes policiales al
describir estos antecedentes.
“Piensan a la manera cubana”
La salida mediada a la ocupación y el sitio
policial fue el resultado de un largo proceso de debates, durante el cual la
actitud oficial del Gobierno osciló entre las amenazas y la negociación, reforzada
por una campaña de desprestigio hacia los ocupantes y sus métodos. El ministro
del Interior consiguió una orden de desalojo extendida por el Juez de
Instrucción de Primer Turno para proceder al allanamiento del edificio en caso
de producirse “hechos que podían obligar a la entrada de la fuerza pública”.[45]
Si eso sucedía, el ministro del Interior consideraba que no era necesario
accionar una hora después de salir el sol, que eso era “confundir el hogar con
la Universidad” y que la orden de allanamiento lo habilitaba a entrar durante
la madrugada. La FEUU denunciaba que “en 150 años de historia de la Universidad
ningún gobierno, ni siquiera la dictadura de Terra, se había animado a emitir
una orden de allanamiento de nuestra casa de estudios”.[46]
Este tema se discutió en dos sesiones
consecutivas del Consejo Nacional de Gobierno. Tejera presentó el informe con
la afirmación de que quienes estaban dentro del edificio “han cometido el
delito de sedición, perfectamente tipificado en el Código Penal”, calificativo
que también utilizó para referirse al episodio en la prensa. Su orientación era
que “depongan su actitud, se entreguen a la policía, quien los pondrá
inmediatamente a disposición del Juez”[47]
y “que los menores se vayan a sus casas”.[48]
Los sectores oficialistas que justificaban la
represión establecían una línea de continuidad entre los atentados y la
protesta social, ubicándolos bajo sospecha de maniobras del comunismo
internacional o del “castrismo”. Tejera afirmaba que el movimiento no era
“estudiantil”, “tiene características muy diferentes a los movimientos
estudiantiles” y que los hechos en curso tenían “una raíz internacional” y “la
gente que está manejando esto, a través de todo lo que se ha visto anoche, son
técnicos”.[49]
Ubicó la “ocupación” en el contexto de “otros hechos de extremada gravedad: la
colocación de bombas violentísimas que han explotado en la madrugada de hoy”.[50]
Por otra parte, en el CNG se expresó la preocupación por “evitar de todas
maneras hechos violentos”, temiendo que “dentro de la propia universidad
pudieran existir elementos capaces de ultimar a un muchacho, a un niño, y que
luego se hiciera bandera de ese hecho”.[51]
El ministro del Interior exhortó a “hacer
cumplir la Constitución y la Ley”:
es absolutamente necesario que se entienda que nuestra sociedad está
fundada sobre la base del respeto al derecho ajeno y del respeto mutuo; que no
puede, un grupo de exaltados, alzarse contra la tranquilidad social y contra el
orden; que, por ello, todos deben ser sancionados[52].
El consejero Alberto Abdala realizó una comparación con otros conflictos
con ocupaciones “en períodos de gobierno colorado y también en el último
período del gobierno blanco” donde “intervenimos con soluciones de mediación”,
remarcando el caso de FUNSA y de UTE en los que “se llegó al diálogo”.[53]
De esta manera, el sitio a la UdelaR se
inscribió en un debate político que trasciende este episodio: el Poder
Ejecutivo estaba discutiendo las estrategias para hacer frente a los
movimientos sociales en el escenario de la Guerra Fría Latinoamericana, donde
la conflictividad social en general era sospechosa de maniobras internacionales
para desequilibrar o derrocar al régimen político, asentándose una lógica del
enemigo interno vinculado a la influencia de la Revolución Cubana en el
país.
La ocupación de la Universidad también se
discutió en el Senado[54],
que resolvió extender al ministro del Interior “un conjunto de manifestaciones de las que se extrae la
necesidad que el Senado siente de tener noticias” sobre el desarrollo del
conflicto.[55] Sin embargo, Tejera no respondió
al llamado de la Cámara de Senadores y a pesar de su extracción parlamentaria,
decidió actuar en la crisis de la Universidad prescindiendo del
Parlamento.
El Senado
se polarizó con relación a este conflicto, que fue percibido como un episodio
de crisis política que podría tener consecuencias extremas y que se
calificó de “subversivo”, repitiéndose las interpretaciones que lo ubicaban
como parte de un desafío revolucionario al régimen por parte de grupos
alineados con el castrismo y el comunismo. El Senador Rodríguez Larreta fue uno
de los principales voceros del ataque al movimiento estudiantil, señalando los
vínculos entre las movilizaciones (y la ocupación) con la cuestión cubana:
debemos creer que quienes han asumido aquí la
dirección de la protesta piensan a la manera cubana, vale decir, de un modo que
ha sido repudiado por todo el continente hace pocos días por la amenaza que a
todos nos tienen preocupados.[56]
En su opinión, la universidad era “un campo de
batalla” y eso “no lo habían producido unos cuantos muchachos alborotados”, era
“fruto de una organización”.[57]
Larreta advertía que, a través de la defensa de los ocupantes, el Senado corría
el riesgo de estar contribuyendo con “fuerzas sospechosas, turbias, oscuras,
que son las que representan el mundo cubano, en estos momentos dirigido por
Fidel Castro”.[58]
Por otro
lado, al igual que en el CNG, en el Senado se manifestaron expresiones de
preocupación hacia posibles desbordes de la Policía, una vez dada la orden de
reprimir. Por ejemplo, Renán Rodríguez,
senador por la Lista 99, afirmaba que “la ejecución va a quedar en manos de los
agentes de seguridad”, y manifestaba “real temor sobre lo que pueda ocurrir”.[59]
En el CNG, Abdala afirmaba que había que evitar “que se pueda matar a un
muchacho”, y que “las Fuerzas Armadas están integradas por hombres con nervios
y tensiones como nosotros, la nerviosidad les puede llevar a cometer un acto
involuntario”.[60]Esta preocupación por mantener un
control sobre los posibles excesos policiales aparece acompañada de una
preocupación por no generar detonantes políticos que propicien una extensión y
radicalización de la conflictividad social. Renan Rodríguez concluía su
intervención afirmando: “si se ponen en ejecución medidas de desalojo violento
de la Universidad, quién sabe lo que puede ocurrir, y si no nos veremos
enfrentados a hechos que debamos luego lamentar todos”.[61]
Durante los días siguientes a la ocupación de la
UdelaR, decenas de organizaciones sociales y políticas se pronunciaron por la
destitución del ministro del Interior y del Jefe de Policía Ventura Rodríguez.
Desde el movimiento popular, los episodios represivos fueron percibidos como
señales de alerta de un grave deterioro en el clima político, reforzado por la
situación regional (en particular el golpe de Estado en Brasil), pero también
por episodios de la situación nacional, principalmente la crisis política de
junio, que fue denunciado como intento de golpe de Estado.
La CTU declaraba que “nuevas medidas represivas,
así como el allanamiento de la Universidad (…) constituye una afrenta a la
democracia y un ataque a las libertades y derechos”.[62]
También se sucedieron los pronunciamientos por parte del Cogobierno
universitario. La declaración del Consejo de la Facultad de Medicina se
pronunciaba en el mismo sentido: la negativa a autorizar actos y
manifestaciones, la frecuente represión policial y la orden de allanamiento
contra la Universidad traducían “un intento de conculcar libertades
individuales imponer soluciones de fuerza y avasallar la autonomía
universitaria”, hechos que adquirían una mayor gravedad “si los relacionamos,
como es inevitable hacerlo, con el panorama político social de casi todos los
países latinoamericanos, hoy sometidos a dictaduras o gobiernos antipopulares”.[63]Por
su parte, los estudiantes de Humanidades caracterizaban que “el ataque y el
endurecimiento de la policía va en aumento” y que “el gobierno se ha atrevido a
actuar de esta forma porque la amenaza de la revolución cubana en América, para
los sectores reaccionarios, es un peligro que no pueden aceptar”.[64]
Durante el debate en el Senado, Enrique
Rodríguez (perteneciente al Partido Comunista del Uruguay) afirmaba que los
responsables de la represión a las movilizaciones “quieren crear situaciones de
violencia propicias a planes que, esos si, ya los conocemos y que los conocimos
en el mes de junio”[65],
y calificaba al Jefe de Policía como un “aspirante a Hitler, como un hombre que
está haciendo honor a la aseveraciones -no simples rumores- que lo daban como
implicado en el golpe de Estado que se estuvo gestando en el mes de junio en
nuestro país”.[66] Por
su parte, un artículo de Época
titulado “Que no hablen luego de violencia”, afirmaba que esos hechos
"demuestran quienes son los que están cerrando el diálogo y abriendo los
cauces de la violencia. Y quién será el culpable -de persistir el Gobierno en
esa actitud- si en última instancia las vías de hecho se hacen las únicas
transitables en el Uruguay".[67]
Reflexiones finales
El movimiento contra la ruptura de relaciones
entre Uruguay y Cuba adquirió una importante pluralidad y una extensión
nacional, alineando a sectores ideológicamente ajenos al socialismo y al
marxismo-leninismo, incluso abarcandoa organizaciones y personalidades
políticas pertenecientes a los partidos en el Gobierno. Este movimiento nos
presenta a los actores locales posicionándose en los conflictos interamericanos
en función de las luchas políticas nacionales y de sus intereses sociales y
económicos. El contexto regional y nacional condicionó las posiciones y la
extensión del movimiento: las manifestaciones de la crisis económica nacional
sobrevolaron los posicionamientos frente a las relaciones con Cuba.
La ocupación de la Universidad se
transformó en un episodio político central en el marco de la ruptura de
relaciones entre Uruguay y Cuba, captando la atención de la prensa y de las
organizaciones sociales; a la vez que fue abordado por varios organismos del
Gobierno e involucró a todos los poderes del Estado. Esta situación motivó
posicionamientos y acciones por parte de las principales fuerzas políticas del
país. El episodio permite ver la relevancia de la UdelaR como espacio de
encuentro entre estudiantes, intelectuales, trabajadores y militantes políticos
entorno a la defensa de las relaciones con Cuba.
Por su parte, el calificativo
“castri-comunistas”, utilizado por la prensa y por la Policía para referirse a los
ocupantes de la UdelaR, da cuenta de la creciente gravitación de la Revolución
Cubana en el anticomunismo uruguayo, así como en las preocupaciones internas
por defender el régimen político, frente de las actividades calificadas de
“subversivas” y “sediciosas”. Las convicciones anticomunistas de los partidos
de gobierno y su nula simpatía política hacia la Revolución Cubana no los
colocó, de forma mecánica, en el mismo bando durante las discusiones sobre la
ocupación, así como tampoco fue suficiente para unificarlos detrás del decreto
de ruptura de relaciones. Estas preocupaciones compartidas no fueron el único
elemento condicionante de las posiciones políticas durante la ocupación de la
UdelaR.
El debate sobre la ruptura de relaciones con
Cuba (y sobre la “cuestión cubana” en general) con las consecuentes reacciones populares, se cruzaron con
el problema de la conflictiva relación entre la Universidad y el Gobierno, el
papel de un movimiento estudiantil crecientemente politizado y atravesado por
la recepción del proceso cubano, y los debates sobre el alcance de la autonomía universitaria, lo cual
se expresó concretamente en la discusión sobre la legitimidad de un
allanamiento y una desocupación compulsiva del edificio central por parte de la
policía. De esta forma, la cuestión de la autonomía universitaria aparece
vinculada con los problemas políticos nacionales, incluyendo la represión a las
movilizaciones y a los proyectos políticos que un sector de las élites
gobernantes interpretaba como un peligro para el régimen social que defendían.
En este sentido, el sitio policial de setiembre de 1964 aparece precedido por
una amplia campaña antiuniversitaria por parte de la prensa y de organizaciones
políticas de derecha.
Los debates sobre la ocupación de la UdelaR,
también se vieron condicionados por acciones violentas y planificadas, con
connotaciones políticas, así como por un clima de creciente represión estatal,
en el marco de una situación regional pautada por el golpe de Estado en Brasil.
Los sectores políticos y la prensa que pugnaban por la represión y el
allanamiento del edificio de la UdelaR, establecían una continuidad entre los
atentados y las movilizaciones contra la ruptura de relaciones, a través de un
discurso que las presentaba como parte de la misma estrategia de infiltración
antinacional con epicentro en Moscú, pero principalmente, en La Habana.
Los episodios categorizados de “violencia
política”, junto a la represión policial anticomunista con la lógica del
enemigo interno, han sido considerados y abordados como antecedentes del
periodo de profundización de la lucha de clases y de la conflictividad social
entre el año 1968 y 1973, en particular como factores explicativos del
deterioro democrático y el Golpe de Estado. Pensar estos temas a través de un
episodio concreto, puede permitirnos estrategias de conocimiento que los
aborden como objetos en sí mismos, no desde el “resultado” posterior, sino como
respuestas concretas de actores específicos, con sus intereses, sus
expectativas, sus marcos culturales e ideológicos, posicionándose en el
complejo entramado político de los tempranos años sesenta.
Para el abordaje integral de la “violencia
política” en este período, es necesario superar el sesgo que tiende a poner el
énfasis en los grupos armados actuando orgánica y planificadamente, que en
nuestro país implicó centralidad en los análisis académicos y políticos del
papel desempeñado por el MLN-Tupamaros. Entiendo que el problema central son
los vínculos entre los diferentes tipos de violencia con connotaciones
políticas: entre los atentados y acciones guerrilleras, las movilizaciones
populares y los enfrentamientos con la policía en los márgenes de las
movilizaciones, así como su relación con las estrategias desplegadas desde el
Estado para controlar la protesta social.
El estudio de episodios como la ruptura de
relaciones con Cuba y el sitio policial de la UdelaR, puede contribuir al
cuestionamiento de una visión tradicional que remarcaba la excepcionalidad del
proceso político uruguayo hasta fines de la década de 1960, con énfasis en la
convivencia social y en las prácticas democráticas de los partidos de gobierno.
En contraposición, al menos desde fines de la década de 1950, las
organizaciones populares y las izquierdas eran sospechosas de una estrategia de
infiltración internacional, siendo el blanco de discursos y prácticas que
buscaban la proscripción política, un aumento de la escala represiva y una
reducción de sus márgenes de acción.
En este sentido, las respuestas frente a la
ocupación de la UdelaR y a la ruptura de relaciones con Cuba aparecen como
síntomas de una fractura política interna, que se profundizó en los años
inmediatamente posteriores. La cuestión de las interpretaciones nativas de la
represión estatal y la violencia política, así como las percepciones de amenaza
recíproca entre quienes denunciaban las conspiraciones del comunismo
internacional, y quienes veían el avance del autoritarismo alineado con el
Gobierno de los EEUU, se encuadraban en el contexto de polarización política de
la Guerra Fría latinoamericana.
Sin
embargo, el proceso que llevó a la salida mediada en el conflicto de la UdelaR,
muestra que no existía unanimidad en los partidos de gobierno sobre las
estrategias para hacer frente
a los movimientos sociales en dicho contexto.
El Consejo Nacional de Gobierno y el Parlamento no mostraron una
posición unánime en el sentido de optar por la represión, antes de haber
agotado todas las vías de negociación y diálogo. Por el contrario, la mayoría
de los consejeros intentaron evitar los costos políticos de un asalto policial
a la Universidad y del desalojo violento de estudiantes, varios de los cuales
eran menores. En este sentido, sería relevante indagar sobre la importancia de
una posible estrategia tendiente a evitar una mayor extensión y radicalización
de la conflictividad social, como factor condicionante de los alineamientos y decisiones de
los partidos de Gobierno en materia de política interamericana, y
particularmente en relación con la “cuestión cubana”.
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[2]Corti, A. (2004). “La brutalización de la política en la crisis de la
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[3]Se utilizará la categoría “repertorios de acción colectiva” como “un
conjunto limitado de rutinas que son aprendidas, compartidas y ejercitadas
mediante un proceso de selección relativamente deliberado”. El repertorio de acción colectiva se construye en relación con
los cambios estructurales, es eminentemente político (surge de las luchas
contra el estado, se relacionan con las rutinas políticas y están condicionadas
por las formas de represión estatal) y originariamente cultural, resultado de
una “colección de sentidos que emergen en la lucha de manera relacional” en Auyero, J. (2003). “Repertorios
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[4]Aldrighi, C. (2012). Conversaciones
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[5]Rabe, S. (1999). The Most Dangerous Area in the World. John F. Kennedy Confronts
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Carolina Press
[6]Halperin Donghi, T. (1990). Historia
contemporánea de América Latina. Madrid: Alianza, p. 529.
[7]Ibid., p.
527.
[8]Véase Gott, R. (1971). Guerrilla Movements in
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[9]Grandin, G. (2007). Panzós: La
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[10]Pettiná, V (2018). Historia mínima
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[11]Ibid., p. 54.
[12]Véase Harmer, T. (2019). “The `Cuban Question` and the Cold War in Latin America, 1959–1964”. Journal of Cold War Studiesnº. 3 (pp. 114-151).
[13]Marchesi, A. y Yaffé, J. (2010). “La violencia bajo la lupa. Una revisión de la literatura sobre
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[14]Broquetas, M. (2012). “Los frentes del anticomunismo”. Contemporánea:
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[15]Véase Iglesias, M. (2011). “La excepción como práctica de gobierno en
Uruguay, 1946-1963”. Contemporánea,
Vol. 2, Año 2 (pp. 137-155).
[16]Sobre los posicionamientos y debates en los partidos de gobierno y en la
prensa véase Aldrighi, Conversaciones
reservadas entre políticos uruguayos y diplomáticos estadounidenses: Estados
Unidos y Uruguay 1964-1966. op. cit.
[17]Para un abordaje de las organizaciones políticas de izquierda en los
tempranos sesenta, considerando la influencia de la Revolución Cubana, véase:
Duffau, N. (2008). El Coordinador
(1963-1965). La participación de los militantes del Partido Socialista en los
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de Estudios Hispanoamericanos, Universidad de Sevilla-Diputación de Sevilla.
[18]Cerrito, Cienfuegos (Aires Puros), Aguada, Sayago, Curva de Maroñas,
Sierra Maestra (La Comercial), Jacinto Vera, Cerro, Marconi, Colón, San
Antonio, Pocitos, Malvin, Nuevo París, Jardines del Hipódromo, Gramma (Buceo),
Buena Vista, Conrado Benítez, Playa Girón, Uruguay - Cuba (Belgrano),
Declaración de La Habana (Barrios Municipal, Borro y Plácido Ellauri), Manga,
Patria o Muerte (Aguada y La Comercial).
[19]Rey Tristán, La izquierda
revolucionaria uruguaya, 1955-1973, op. cit., p.81.
[20]El llamado de la CTU y el Comité Coordinador a una Manifestación en
abril de 1964 es un ejemplo de esto: las resoluciones de la OEA “implican una
afrenta para todos los trabajadores y los pueblos de América Latina que de
múltiples maneras manifiestan su apoyo a la gloriosa Isla del Caribe y
defienden las mejores tradiciones ajustadas al derecho de autodeterminación y
al principio de no intervención (...) Con ello defendemos también nuestra
soberanía y las mejores tradiciones de nuestro pueblo que arrancan con la gesta
heroica de nuestro héroe nacional José Artigas, que determina que nuestra
política exterior debe ser dictada por la voluntad de nuestro pueblo y los
intereses de nuestro país y no por imposiciones externas”. El Popular (1964). “Llamado de la CTU y el Comité Coordinador”. Montevideo,
27/4.
[21]La investigación de Mark Van Aken sigue siendo la principal referencia a
la hora de abordar en el largo plazo las posiciones políticas, los programas y
las tácticas del movimiento estudiantil universitario, así como las tendencias
políticas que se disputaban la dirección de la FEUU y los centros de
estudiantes. A este se le suma el reciente trabajo de Sanguiñedo, F. (2014). La FEUU ayer y hoy: setenta años de
documentos del Movimiento Estudiantil Uruguayo. Montevideo: UdelaR, que
presenta un libro de selección documental, resultado de su investigación en la
Unidad Polifuncional sobre Problemas Universitarios.
[22]Jornada (1960). “Los estudiantes cubanos ganan la victoria sobre el dictador
Batista”. Montevideo, 13/5.
[23]Van Aken, (1990). Los militantes:
Una historia del movimiento estudiantil uruguayo desde sus orígenes hasta 1966.
op. cit., p. 165.
[24]En esta ocasión, la Federación publicó en su revista Jornada un manifiesto expresando que “el
gobierno de los EE. UU. quiere destruir la Revolución Cubana porque en el
momento actual es el obstáculo más importante para sus planes imperialistas en
el continente. Cuba ha indicado a América Latina que su liberación se ha hecho
sobre la base de la reivindicación de la independencia política sin tutelas
desde el extranjero, la expropiación y socialización de los bienes de
producción de manos de imperialismo para ponerlos en manos del pueblo y la
difusión real de la cultura para destruir el analfabetismo (…) Admitir la
intervención de Cuba, es admitir el derecho de los EE. UU. a determinar nuestro
futuro. Es someternos”. Jornada (1962).
Suplemento especial. Montevideo, 15/1.
[25]Van Aken, (1990). Los militantes:
Una historia del movimiento estudiantil uruguayo desde sus orígenes hasta 1966.
op. cit., p. 169.
[26]Época (1964).“Declaraciones de apoyo a Cuba”. Montevideo, 23/7.
[27]El Diario (1964). “Declaración del Consejo Directivo Central”. Montevideo, 02/09.
[28]Consejo Nacional de Gobierno (1964). Actas.
Montevideo, 15/9, p. 26.
[29]Ibid., p. 29.
[30]Broquetas, (2012). “Los frentes del anticomunismo”, op. cit.
[31]Paris de Odonne, M. (2010). La
Universidad de la República desde la crisis a la intervención: 1958-1973.
Montevideo: Departamento de Publicaciones de la UR, p. 64.
[32]Para un abordaje de este episodio véase Bucheli, (2008). “Los inicios.
Rastreando los orígenes de la violencia política en el Uruguay de los 60”, op.
cit.; Bucheli, G. (2012) “Organizaciones ‘demócratas’ y radicalización
anticomunista en Uruguay, 1959-1962”, op. cit.
[33]DNII (1964). Memorándum: Actos del
día de hoy, organizados por el COMITE NAL. COORD. DE APOYO A LA REVOLUCIÓN
CUBANA, Caja W, 2/9.
[34]El 9 de setiembre estallaron bombas de fabricación casera frente a la
Embajada de EEUU, el National City Back, Coca Cola y la sucursal en Las Piedras
de la Alianza Cultural Uruguay-Estados Unidos. También fueron atacados un
camión de la General Electric, una Sub-Estación de UTE y el Instituto de
Traumatología. Al día siguiente, fueron arrojados artefactos explosivos contra
los domicilios del presidente del CNG Ing. Luis Giannattasio y de los
consejeros Puig Spangenberg, Gestigo y Beltràn. También fueron atacadas la
Embajada de Brasil, Radio Carve y los locales políticos de la UBD y del
gestidismo del Partido Colorado.
[35]DNII (1964). Memorándum. Ref. Se
informa sobre actividades en centros estudiantiles y otros lugares de interés.
Control efectuado entre las horas 21.00 y 23.45. Caja W, 10/9.
[36]El Popular (1964). “CTU: Los gobernantes cedieron a la presión del imperialismo
yanqui”. Montevideo, 10/9.
[37]Acción (1964). “Paros en serie”. Montevideo, 10/9.
[38]El Debate (1964). “Con absoluta normalidad fue evacuada la Universidad”, Montevideo,
12/9.
[39]Jornada (1964). “Estos son los hechos”, Montevideo,16/10.
[40]El Popular (1964). “Estudiantes enfrentaron con valentía la saña policial”.
Montevideo, 10/9.
[41]Consejo Nacional de Gobierno (1964). Actas
de sesiones. Montevideo, 10/9, p. 54.
[42]DNII (1964).Oficio al Juez Letrado
de Instrucción y Correccional 1º Turno con nómica de ocupantes de la
Universidad-Ocupantes con antecedentes-Acta labrada con motivo de la
desocupación. Caja W, 22/9.
[43]Para un abordaje del tercerismo en el movimiento estudiantil
universitario véase Van Aken (1990) Los
militantes: Una historia del movimiento estudiantil uruguayo desde sus orígenes
hasta 1966. op. cit.
[44]DNII (1964). Memorándum. Ref. Se
informan antecedentes de los ocupantes de la Universidad. Caja W, 11/9.
[45]Consejo Nacional de Gobierno (1964). Actas
de sesiones. Montevideo, 10/9,p. 50.
[46]Jornada (1964). “Estos son los hechos”, Montevideo, 16/10.
[47]Consejo Nacional de Gobierno (1964). Actas
de sesiones. Montevideo,
10/9, p. 51.
[48]Ibid., p.
54.
[49]Ibid., pp.
57/58.
[50]Ibid., p. 58.
[51]Consejo Nacional de Gobierno (1964). Actas
de sesiones. Montevideo,15/9, p. 29.
[52]Consejo Nacional de Gobierno (1964). Actas
de sesiones. Montevideo, 10/9, p. 52.
[53]Ibid., p. 57.
[54]Cámara de Senadores de la República Oriental del Uruguay (1964). Diarios de Sesiones. Tomo 247, 62.a
Sesión Ordinaria. Montevideo, 10/9, p. 473.
[55]Ibid., p. 476.
[56]Ibid., p. 473.
[57]Ibid.
[58]Ibid.
[59]Cámara de Senadores de la República Oriental del Uruguay(1964). Diarios de Sesiones. Tomo 247, 62.a
Sesión Ordinaria. Montevideo, 10/9, p. 473.
[60]Consejo Nacional de Gobierno (1964). Actas
de sesiones. Montevideo, 15/9, p. 51.
[61]Cámara de Senadores de la República Oriental del Uruguay (1964). Diarios de Sesiones. Tomo 247, 62.a
Sesión Ordinaria. Montevideo, 10/9, p. 473.
[62]El Popular (1964), “Declaración de la CTU”. Montevideo, 13/9.
[63]Época (1964). “Repudian ruptura y violencia policial”. Montevideo, 16/09.
[64]Ibid.
[65]Cámara de Senadores de la República Oriental del Uruguay (1964). Diarios de Sesiones. Tomo 247, 62.a
Sesión Ordinaria. Montevideo, 10/9, p. 475.
[66]Cámara de Senadores de la República Oriental del Uruguay (1964). Diarios de Sesiones. Tomo 247, 62.a
Sesión Ordinaria. Montevideo, 15/9, p. 493.
[67]Época (1964)“Que no hablen luego de violencia”, Montevideo, 16/09.
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Cuadernos de Marte, Revista latinoamericana de Sociología de la Guerra es una publicación oficial del Insituto de Investigaciones Gino Germani, dependiente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Argentina.
ISSN 1852-9879
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