Cuadernos de Marte
AÑO 10 / N° 17 Julio - Diciembre 2019
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Derechas y
universidad en los sesenta. Lecturas inspiradoras y modelos universitarios:
Tres estudios de caso en Uruguay y Argentina
The Right-wing and University in the sixties. Inspired
reading and university models: Three case studies in Uruguay and Argentina
María Eugenia Jung*
Universidad
de la República
Recibido:
30/9/2019 – Aceptado: 25/11/2019
Cita
sugerida: Jung,
M. (2019). Derechas y universidad en los sesenta. Lecturas inspiradoras y
modelos universitarios: Tres estudios de caso en Uruguay y Argentina. Cuadernos
de Marte, 0(17), 151-181. Recuperado de https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/cuadernosdemarte/article/view/5138/4262
Resumen
Este artículo se propone analizar las tentativas de
conformar un programa modernizador conservador de las universidades
latinoamericanas en los años sesenta, sustentado e impulsado por las derechas
locales en conexión con ideas de circulación regional y global. Para abordar
estas posibles conexiones y circulaciones se sigue el recorrido del consultor
estadounidense Rudolph Atcon (1921-1995), figura clave en la elaboración y propagación
de un ideal de universidad basado en criterios de eficiencia y productividad y
orientado al mercado. Sus ideas influyeron en una variedad de planes que, con
clara vocación modernizante y conservadora, se volcaron a reestructurar las
universidades del continente. En particular, se abordan sus posibles vínculos
con los proyectos de reestructuración universitaria impulsados por sectores de
las derechas en Argentina y Uruguay. Asimismo, la similitud entre estas
iniciativas locales evidencia el flujo de lineamientos de carácter tecnocrático
y conservador.
Palabras
Clave
Historia
– Universidades – Derechas
Abstract
The
purpose of this article is analyzing the attempts to form a modernizer
conservative program of the universities in Latin America in the sixties,
supported and driven by the local right-wings in connection with ideas of
regional and global circulation. In order to address this possible connections
and circulations the path of the American consultant Rudolph Atcon (1921-1995)
is followed, a key person in the development and propagation of an ideal of
university based on the criteria of efficiency and productivity and market
oriented. His ideas had an influence in a variety of plans that, with a clear
modernizing and conservative vocation, turned to restructure the universities
from the continent. Particularly, their possible connections with projects
about university restructure promoted by right-wings in Argentina and Uruguay
are addressed. Likewise, the similarity between these local initiatives
evidences the flow of technocratic and conservative guidelines.
Keywords:
History - Universities – Right sectors
Introducción
En este artículo me interesa demostrar cómo a lo largo
de la década del sesenta se fue conformando un programa más o menos articulado de
modernización conservadora para las universidades latinoamericanas sustentado e
impulsado por las derechas locales en conexión con ideas de circulación
regional y global. Sus contenidos fueron concurrentes con las políticas
educativas promovidas por EEUU en América Latina, viabilizadas mediante una
diversidad de programas de asistencia que proveyeron de recursos financieros y
de técnicos. La intervención de los consultores de ese país constituyó uno de
los vehículos privilegiados para la trasmisión y difusión de una agenda que
alimentó los debates en torno a los modelos universitarios dentro y fuera de
los claustros. El asesor estadounidense Rudolph Atcon (1921-1995), entre otros,
fue una figura clave en la elaboración y propagación de un ideal de universidad
basado en criterios de eficiencia y productividad y orientado al mercado.
Gracias al estrecho vínculo profesional que estableció desde fines de la década
del cincuenta, y a lo largo de las tres décadas siguientes, con varios países
latinoamericanos, en los cuales asistió en la producción de diagnósticos y de
planes de cambio de las estructuras académicas, destacándose por su activa
colaboración en los procesos de reforma de la Universidad de Concepción en
Chile y del sistema universitario brasilero, Atcon cobró amplia notoriedad y
sus principales proposiciones pasaron a ser una fuente de inspiración para las
derechas.
Recordemos que en el período que nos ocupa la necesidad
de transformaciones en el sistema educativo se había tornado evidente para un
amplio arco de actores sociales y políticos, seduciendo tanto a las derechas
como a las izquierdas. Pero, mientras los diagnósticos presentaban a muy
grandes rasgos aspectos coincidentes, las soluciones propuestas dieron cuenta
de divergencias inconciliables. En el caso de las derechas, sin excepción, la
principal preocupación era el nivel de politización de los centros de estudio,
cuya causa atribuían a la interferencia estudiantil en los asuntos
universitarios. Por ende, uno de los principales objetivos que se trazaron fue
desmovilizar al alumnado. No obstante, al interior de este campo político
ideológico no existió unanimidad respecto de los rumbos que debían tomar las universidades.
Así, junto a las posiciones más tradicionales, que no cuestionaron la formación
para las profesiones liberales clásicas y pusieron el foco en la readaptación
de los planes de estudio, se fue perfilando una tendencia que pretendió transformarlas
en instituciones eficientes dirigidas a la capacitación de los cuadros para el
desarrollo económico y la administración pública. Este programa, esbozado en
los términos de las teorías de la modernización, en la versión original del
economista estadounidense Walter Rostow, combinó un doble propósito: contener
el ímpetu revolucionario y reformular los centros de enseñanza de acuerdo a los
paradigmas estadounidenses, en aras convertir la educación superior en sustento
del desarrollo económico y social. Atcon brindó un cuerpo de ideas, plasmado en
un texto más tarde conocido como Informe Atcon que, en su articulación
con los intereses de las derechas locales, fue base de múltiples iniciativas,
las cuales, con clara vocación modernizante y conservadora, se volcaron a
reestructurar las universidades del continente.
El trabajo postula el carácter trasnacional de este
conjunto de orientaciones que, finalizando la década del sesenta, fueron
traducidos en planes de reforma de la educación superior en Uruguay y
Argentina. La comparación del proyecto de creación de otra universidad pública
en la ciudad de Salto y su cristalización en la formulación de la Universidad
para el desarrollo, para el caso uruguayo, y de los anteproyectos de
reconversión de la Universidad de Buenos Aires (UBA): el Plan elaborado por el
rector, Raúl Devoto, y el del Decano de la Facultad de Farmacia y Bioquímica,
Horacio Taquini, evidencia claras similitudes y da cuenta del flujo de estos
lineamientos de carácter tecnocrático y conservador. No se puede eludir, por otra parte, el impacto que causó en
las derechas locales la reforma del sistema universitario brasilero que, con
gran éxito, llevó a cabo el régimen dictatorial instaurado desde 1964, en cuyo
proceso Atcon fue un actor de relieve. Dicho esto, las páginas que siguen comienzan por
trazar el recorrido del asesor estadounidense para luego analizar sus
principales proposiciones. A continuación, se establece un contrapunto entre
los planes mencionados que, con distinta
suerte, tentaron reconvertir las estructuras académicas y
administrativas universitarias en la región rioplatense.
******
En los
últimos años, en Hispanoamérica, a los efectos universitarios, un nombre ha
adquirido celebridad como ‘touble-soohter’: Rudolph P. Atcon, de nacionalidad
tan indefinida como los mismos intereses a los que sirve. Se le considera
‘experto en asuntos sociales que se convirtió en educador y que inventó una
profesión. La de reorganizar sistemáticamente universidades’.[1]
De
esta manera se refería el periodista argentino Gregorio Selser, en una extensa
nota en el semanario uruguayo Marcha, al consultor estadounidense que, invitado
por el gobierno de su país, realizó una visita “relámpago” y “ultrasecreta” a
la capital porteña. El propósito: reorganizar la universidad argentina. En
medio del recalentado clima de Guerra Fría de esos años, estas palabras cargadas
de ironía y de la retórica antiimperialista venían a sumarse a las frecuentes denuncias
de la injerencia de los poderes imperiales en los asuntos domésticos
latinoamericanos. En este contexto, Atcon, que había estado asesorando en temas
educativos desde comienzos de los cincuenta sin levantar resistencias, se erigió
como un emisario de los intereses de esa potencia.
Ahora
bien, ¿quién era realmente Rudolph Atcon y cuáles eran sus credenciales? Es muy
escasa la información que se dispone hasta el momento. La mayoría de las referencias
provienen de sus propias publicaciones, por otra parte, aportadas por el mismo.
De acuerdo con esta información era griego de nacimiento y naturalizado
estadounidense. Se presentaba como especialista en planeamiento y gestión
educativa en cuya calidad tuvo un vasto desempeño en varios continentes, especialmente
en América Latina, donde participó en los procesos de reforma educativa en
Brasil, Chile, Honduras, Colombia, Venezuela.[2] Sabemos
que se desempeñó como asesor de la UNESCO en la Universidad de Concepción, en
Chile.[3]
Pero en otros casos es referido como asesor independiente, contratado
directamente por los gobiernos o instituciones educativas, dejando así en la
nebulosa sus posibles vinculaciones con la USAID o la CIA. La carencia
documental, en parte, alimentó las suposiciones acerca de su trayectoria y sus
conexiones con agencias gubernamentales de Estados Unidos que todavía no han
podido ser constatadas (tampoco descartadas). Podemos afirmar, sin embargo, que
sus ideas, claramente afines a las políticas estadounidenses, resultaron por lo
menos atractivas para los impulsos modernizadores de las derechas domésticas.
Sus
primeros pasos en la región datan de los años ‘50, cuando colaboró junto al prominente
intelectual y educador brasilero Anísio Teixeira (1900-1971) en la organización
original del CAPES (entonces Campanha Nacional de Aperfeccionamiento de Pessoal
de Nivel Superior) y un poco después en la administración de su Programa
Universitario.[4] Entre 1957 y 1958 asistió en el proceso de reforma
de la Universidad de Concepción. En esa oportunidad realizó un diagnóstico del
estado de ese centro educativo y propuso una serie de medidas, sintetizadas en
el Plan de reestructuración docente, que pueden ser consideradas un anticipo de
su programa modernizador.[5]
Ya entonces alertó sobre la intromisión del estudiantado en los asuntos
académicos y políticos de las casas de estudios, una tendencia que reconocía
como propia de América Latina y que abrevaba, en su opinión, en la
configuración histórica de sus universidades y en el legado reformista de
Córdoba. Sugería definir estrategias tendientes a reencauzar las ansias de
participación estudiantil hacia actividades de carácter social y cultural
alejadas de las disputas políticas a nivel nacional.[6]
En este y otros asuntos profundizó en un documento
que inicialmente presentó a la Universidad de Princeton, Outline of a proposal for US policy concentration in Latin America on
university reorganization and economic integration, publicado tres años más
tarde con el título The Latin American
University. En julio de 1963 la revista literaria Eco editó su versión en español, “La Universidad Latinoamericana”, lo cual posibilitó su
amplia difusión en la región.[7]
Este texto, de manera similar a otros de la época, tuvo un carácter programático
que expresó un ideal de universidad.
Con un lenguaje plagado de metáforas
médicas, Atcon expuso en detalle los problemas –así como sus orígenes- de la
educación en América Latina y definió directrices generales para un programa
integral de cambio cuyo referente eran las universidades estadounidenses. Inserto
en el clima intelectual de esos años, signado por los desarrollismos en sus
variadas expresiones, para un lector desprevenido el Informe Atcon presenta semejanzas
con propuestas ideológicamente divergentes y antagónicas. Comencemos
por advertir, como detalle elocuente, la coincidencia con el
título homónimo con que se conoció el célebre libro de Darcy Ribeiro, que tanta
influencia ejerció en medios intelectuales y académicos de izquierda.[8]
Ese desarrollismo que “estaba en el aire”, como ha señalado Carlos Altamirano, excedió
con creces a una doctrina o corriente de pensamiento y se convirtió en “objeto de referencia común para argumentos, análisis
y prescripciones distintas dentro el pensamiento social y económico”.[9]
En tal sentido, brindó referencias conceptuales y, sobre todo, un
vocabulario común utilizado y resignificado por un vasto abanico de actores
sociales, políticos e intelectuales. Tras
este lenguaje compartido, empero, subyacían concepciones opuestas acerca del
rol de las universidades.
Señalemos que
Atcon, también en sintonía con otros documentos de la época, proponía un
diagnóstico de la crisis educativa en clave histórica. Retomando el modelo explicativo de
desarrollo lineal de Rostow, que reproducía la mirada simplificadora que los
medios académicos estadounidenses habían construido sobre América Latina, atribuía
el atraso de las sociedades del continente a la herencia social y cultural colonial
y a las estructuras políticas y económicas resultantes de los procesos de
construcción nacional tras las guerras de independencia. Específicamente para
las universidades, señalaba el anacronismo de la permanencia del modelo de napoleónico
en momentos de explosión socioeconómica. Las estructuras académicas eran conservadoras,
obsoletas e ineficientes y orientadas a la provisión de títulos para las élites.
En otras palabras, se habían convertido en sustento a la vez que en mecanismo
de reproducción de estructuras económicas y sociales tradicionales que debían
ser desterradas. Proponía, en cambio, redireccionar la enseñanza universitaria
hacia la formación de profesionales modernos que contribuyeran a encauzar a los
países por el camino del desarrollo.
La
participación de los estudiantes en la dirección de los asuntos universitarios era
señalada como el principal factor retardatario. Aún más, el poder que detentaban
era una “amenaza los fundamentos mismos del orden social”, ya que constituía un
caldo de cultivo para las fuerzas izquierdistas que, en su opinión, supieron
capitalizar esa situación.[10]
Es un hecho
deplorable pero cierto que los estudiantes universitarios representan el
elemento más reaccionario en la actual sociedad latinoamericana. Con toda su
rebeldía, con todos sus lemas revolucionarios, el estudiante es en realidad una
fuerza negativa dentro del orden social. Pertenece a una elite, alimentada por
el privilegio, desembarazada de disciplina o de conocimientos, arrogante con la
sensación de su poder.[11]
Así,
la reforma estructural de la universidad en América Latina, postulada por Atcon
como “necesidad” y como “manifiesto,” se tornaba insoslayable y, sobre todo,
urgente. Con meridiana claridad explicitaba su temor, ampliamente compartido
por los sectores anticomunistas, que de no tomarse las medidas urgentes, Cuba
era el “ejemplo de lo que nos espera”.
Sabemos
que se están acumulando las presiones contra la encrucijada actual y en busca
de cambios violentos. La violencia es lo último que deseamos, pero si las
actuales tensiones no encuentran salida, ni comprensión, ni mecanismos en lo
alto para transformarlas en actividades prácticas y productivas, si se les
permite acumularse más aún, entonces, sencillamente estallarán.[12]
Desde esta perspectiva, la educación
superior era la verdadera encrucijada para el desarrollo en el continente y el
punto de partida para cualquier cambio social. Era “la sociedad menos
favorecida, la menos desarrollada, la menos adelantada técnica e industrialmente,
la sociedad tradicional en un nivel bajo de equilibrio económico, la que más
necesita[ba] hacer fuertes inversiones en la educación”, decía.[13]
La cualificación
de un “factor humano” propio capaz de manipular la maquinaria y adaptarla a las
necesidades locales era condición necesaria para superar el subdesarrollo.[14] Mediante
la planeación integral debía implementarse una “revolución institucional”
que removiera los cimientos de las arcaicas universidades para reorganizarlas
con los criterios de eficiencia de una empresa privada. Recostado
en la concepción tecnocrática de las teorías de la modernización, entendía a la
planificación educativa como parte de la planeación integral del desarrollo
económico y social.
Señalemos
que en este informe, como en otros que publicó después, subyace omnipresente el
concepto de neutralidad política, asociado al desempeño técnico, y el carácter
universal de las soluciones propuestas. Dicho en otras palabras, para Atcon la reforma
universitaria era un asunto técnico y no político y, como tal, eran los
especialistas los encargados de marcar el camino a seguir. Cuestionó además la
tendencia a las ayudas esporádicas y el énfasis economicista de la
planificación que soslayaba otras facetas del orden social.[15]
En tal sentido, realzó el papel de los expertos en educación en contraste con
la preponderancia adjudicada a los economistas en esta y otras áreas. Para ello
sugería la designación de un grupo de científicos sociales que, con amplio
margen de independencia, se ocupara de definir las premisas de un programa de
desarrollo integrado.
Dicho
esto, ¿cuáles eran las ideas fuerza del “modelo” de universidad en los términos
de Atcon? En
el plano académico, postuló la eliminación del monopolio de las facultades
profesionalistas y de las cátedras como unidad educativa, la flexibilización y diversificación
de disciplinas y carreras así como la integración de cursos, currículos,
equipos y docentes. Cuestionó las estructuras basadas en Institutos, tal cual
se habían implementado en la región, cuya naturaleza afirmaba había sido
desvirtuada. Proponía una nueva organización flexible y centrada en la
formación general bajo el principio de “máximo conocimiento en el mínimo de
tiempo”. Esto significaba la implantación de cursos generales a nivel
universitario al modo de los colleges estadounidenses.
Quienes así lo desearan o tuvieran condiciones podrían continuar hacia niveles de
especialización profesional o en ciencias básicas. La base de la reestructuración
académica postulada por Atcon consistía, por tanto, en la implementación de
grandes centros de estudios generales. Enfatizaba además la importancia de
la enseñanza técnica orientada a cubrir las demandas productivas y del Estado,
en detrimento de la tradición humanista que hasta entonces había prevalecido.
Asimismo, en este esquema la investigación científica pasaba a ser una actividad
de élite y, sobretodo, no prioritaria en países donde no se disponía de los
abultados recursos que requería su desarrollo:
Sólo cuando se
adquiera el personal apropiado, se establezca una política, se planeen
programas integrados y se reserven los fondos suficientes, podrá hacerse un
esfuerzo consciente para lanzarse a la verdadera investigación […]. Una
institución que comienza apenas a adelantar investigaciones debe adaptarse, y
tiene que hacerlo, a las necesidades de quienes la financian. Es algo no sólo
carente de sentido sino meramente indefendible el pedir la prerrogativa de
trabajar dentro de un vacío social e insistir en que otros paguen la cuenta.[16]
Otro eje relevante era la racionalización
de la administración mediante la centralización, la introducción de prácticas
modernas y la profesionalización de los recursos humanos. La Universidad era
concebida como una gran empresa en la cual los órganos encargados de elaborar
política universitaria debían estar separados de aquellos a los que les
competía su ejecución. En consonancia, el acceso a las funciones universitarias
(docentes y no docentes) debían “tener una base competitiva” regulada por el
mercado, es decir, se precisaba establecer un esquema de competencia para la
selección de personal, que asegurara remuneraciones justas mediante contratos
individuales.
Su concepción de la autonomía universitaria iba a
contrapelo de aquellas posiciones comúnmente asociadas con el “reformismo”
latinoamericano. La autonomía dependía de la emancipación de las instituciones
universitarias del financiamiento y de las regulaciones estatales, así como de
cualquier forma de injerencia en sus objetivos científicos y docentes. Era
preciso buscar y diversificar las fuentes de recursos (donativos estatales y
creación de fundaciones privadas), consolidando así el avance privatizador en
la educación superior.
Hasta mediados de la década del sesenta la
presencia del consultor norteamericano no levantó olas en medios universitarios,
académicos e intelectuales, cuando las misiones y los financiamientos externos
de agencias gubernamentales o de fundaciones filantrópicas estadounidenses a
las universidades eran de trámite frecuente. Pero bajo la estela del fantasma
de Camelot (1965), el golpe de Estado militar en Brasil (1964) y la
intervención militar en República Dominicana que depuso al presidente electo
Juan Bosch (1965), esto cambió drásticamente. En el marco de una fuerte reacción
antimperialista, sus planes fueron denostados y denunciados públicamente como
parte de la intromisión de los poderes imperiales de EEUU en el ámbito
educativo latinoamericano.
Herr Atcon
podrá ser muy ‘independiente’ y ‘libre’ de disentir con quien sea en materia
estudiantil: pero, sus planes lo revelan, nunca disentirá con quien proporciona
los fondos o le promueve contratos. Y siempre insistirá en su principal
estribillo, casualmente el que más importa a la política del Departamento de
Estado en Hispanoamérica: los estudiantes no deben militar en política y no
deben participar en la conducción de los asuntos universitarios. De hecho, y a
todos los efectos, Herr Atcon es el Enemigo Número 1 de la Reforma
Universitaria.[17]
Parte de este rechazo estaba vinculado a su
colaboración con la dictadura brasilera en el proceso de reforma de la
educación superior.[18]
En 1965, Atcon retornó a Brasil convocado por la dirección de Enseñanza
Superior del Ministerio de Educación y Cultura para realizar una evaluación de
las instituciones universitarias. Paralelamente, el MEC suscribió un acuerdo con
la USAID que preveía una fuerte inversión en asesoría y planeamiento con el
objetivo de “modernizar” la enseñanza superior. Aunque fue asociada a este
convenio, el contrato de Atcon corrió en paralelo al mismo. El asesor recorrió
doce instituciones y recolectó un conjunto de informaciones que fueron
difundidas en un detallado informe, publicado en 1966, en el cual, luego de
enumerar una serie de principios filosóficos que debían sustentar el proceso de
planificación y programación, planteaba, en línea con su texto programático, medidas
dirigidas a la centralización administrativa, la profesionalización de la
gestión de las universidades, la departamentalización, la diversificación de
fuentes de financiamiento y la inversión en la construcción de los campus.[19]
Simultáneamente, en 1966, la Universidad Federal do Espiritu Santo demandó sus
servicios para la elaboración de un plan de reorganización de esa institución.[20]
Pese a la resistencia y a las sonadas movilizaciones estudiantiles en protesta
por el convenio USAID-MEC, que determinaron su cancelación, Atcon permaneció en
el país, donde asumió como secretario del Consejo de Rectores de las
Universidades Brasileras (CRUB), cargo que ocupó entre 1966-1968.
En 1968 su nombre volvió a aparecer en
medios latinoamericanos debido a su eventual colaboración con la dictadura del
general Juan Carlos Onganía en su tentativa de renovar las universidades
argentinas. Pese al secretismo que rodeó su estadía en aquel país, órganos de prensa
y agrupaciones estudiantiles revelaron sus presuntas intenciones. Según
informaba Selser, se lo había visto “pasar diligentemente por ciertas oficinas
públicas […], se le localizó en conversaciones con altas autoridades
universitarias (¿rector Devoto?, ¿decano Taquini?) y también del elenco
gubernamental no específicamente educativo. Se supo […] que (¿fines de enero,
principios de febrero?) le tendremos entre nosotros, […], preparando la
salvación de la universidad argentina para uso de la facción gobernante.”[21]
Como
contrapartida las ideas “renovadoras” de Atcon fueron bien recibidas por
amplios sectores de las derechas latinoamericanas. Es posible advertir su
influjo en la articulación de los impulsos modernizadores de ciertos actores
locales con “la ideología tecnocrática del planeamiento”. Precisemos que estas
derechas, además que asumieron diversidad de formas y expresiones locales,
representaban a un conjunto muy heterogéneo de grupos e individuos pertenecientes
a diversas tradiciones político-ideológicas (desde liberales a nacionalistas)
que en la coyuntura de polarización de los largos sesenta fueron radicalizando
posiciones y confluyendo en intereses y propuestas. En relación con las
universidades convergieron en algunos de los diagnósticos, sobre todo aquellos
que cuestionaban la politización de los centros de estudios y la intervención y
movilización política estudiantil, pero no así en sus propuestas para
reestructurar el sistema educativo. Por otra parte, quienes abrazaron los
planteos modernizadores de Atcon, así como otros lineamientos promovidos por los
organismos y agencias internacionales de alcance regional y/o global, los
adaptaron y resignificaron en función de intereses de diverso signo.
Influencias de Atcon en
Uruguay y Argentina
En setiembre de 1968, en la ciudad de Salto, en el
departamento homónimo del litoral norte uruguayo, se fundó el Movimiento
pro-Universidad del Norte (MpUN), con el propósito de impulsar la creación de
otra universidad pública, con sede en el interior y alternativa a la
Universidad de la República, hasta entonces la única del país. Este movimiento
expresó la deriva hacia la derecha de una antigua demanda localista,
originalmente sin adscripción política partidaria y que, en el contexto de
radicalización de fines de la década, logró trasvasar el ámbito local al ser
cooptada por diversos grupos de las derechas partidarias, órganos de prensa que
respondían a estas tendencias así como de movimientos sociales derechistas. Asimismo,
obtuvo el respaldo del presidente Jorge Pacheco y, especialmente, de su
Ministro de Cultura, Federico García Capurro quien hizo suya esta propuesta y
la incorporó como parte de un plan más vasto de reforma educativa.
García Capurro, médico y representante del coloradismo
antibatllista y católico, fue una figura clave en los intentos de articular los
variados intereses en juego en la conformación de programa modernizante que
incluyó la coordinación de la enseñanza con la instalación de un Consejo Superior
de Enseñanza (COSUPEN), recortando las autonomías de cada rama y dando mayor
injerencia al Poder Ejecutivo, y la fundación de lo que llamó la “Universidad
para el desarrollo”. Su proyecto enfatizó la necesidad de instaurar carreras
cortas de carácter técnico y aplicado, organizadas con criterios de eficiencia
y volcadas al mercado y al sistema productivo. En este marco, los planteos
iniciales del MpUN tomaron diferentes modulaciones y fueron modificando sus
contenidos a medida que el movimiento ampliaba sus bases de apoyo. Para una
variedad de fuerzas derechistas de la época, alarmadas por la creciente
polarización y radicalización política, la Universidad del Norte (UN) se
presentó como una alternativa a las graves insuficiencias de la enseñanza universitaria
uruguaya, considerada arcaica y obsoleta, y como una oportunidad para imponer
una orientación renovadora que contribuyera a solucionar los problemas
fundamentales del país e incidiese en la realidad
cultural, científica y tecnológica de las diferentes regiones.[22]
Así, las opiniones de García Capurro alimentaron los debates
en torno al futuro de educación superior que fueron fecundos durante el período
en que permaneció en su cargo.[23]
Concibió a la UN como el germen de lo que denominó “Universidad para el
Desarrollo” cuyas características, organización y fines estarían dirigidos a la
formación de profesionales aptos para cubrir las “necesidades del ambiente”. En
una extensa entrevista publicada en el diario BP Color, anticipó sus principales postulados. La educación, señalaba,
debía encararse “con el rigor de un ente industrial”, es decir, con criterios
de gestión empresarial. Más aún, la ineficiencia del sistema radicaba en que no
se había incorporado “el concepto de
rendimiento, de productividad”.[24]
La enseñanza universitaria debía tener como finalidad, decía García Capurro, la
capacitación de técnicos
aptos para la resolución de problemas concretos y orientados al mercado y al
sistema productivo. El país no precisaba más abogados o médicos,
sino ingenieros, agrónomos, veterinarios, químicos industriales o meteorólogos,
en otras palabras, profesionales idóneos y “capaces de producir riqueza”,
afirmaba.[25]
Desde esta perspectiva la
función principal de la enseñanza superior era la formación en tiempos breves
de profesionales técnicos para atender los sectores de producción considerados prioritarios.
Haciéndose eco de algunos de los principales señalamientos realizados por la Comisión
de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE), organismo técnico encargado de la
formulación de planes para el desarrollo nacional, cuestionó los altos costos
que suponía para el Estado continuar “formando profesionales en la media docena
de facultades tradicionales” que, sumado al tiempo de duración de las carreras,
sustraían al estudiante “de la vida y de la producción durante siete, diez o
más años.” Propuso, por tanto, dividir las carreras en etapas breves que
asegurara al joven una rápida incorporación al mercado de trabajo mientras
proseguía, si así lo deseaba, estudios superiores. Apuntó así a una formación
intermedia cuya finalidad era la aplicación directa de los conocimientos
adquiridos. Un segundo aspecto consistía en crear especializaciones en áreas
como ingeniería, química, agronomía y medicina que requerían de “expertos
de formación rápida, que a la actualidad deben buscarse en el extranjero”.
En síntesis, esta concepción ponía énfasis en la enseñanza técnica volcada al
desarrollo de sectores económicos específicos fundamentales y a la inserción
laboral temprana de los egresados. La UN atacaba dos problemas: la grave
desocupación de los jóvenes y la capacitación de los recursos humanos diestros
en el manejo de tecnologías modernas que permitieran incrementar la
productividad. Aunque no se explicitaba, se priorizaban disciplinas
consideradas menos peligrosas políticamente y más útiles para satisfacer las
necesidades productivas y las demandas del sector privado. Asimismo, en
consonancia con los propósitos arriba explicitados, “la Universidad para el
desarrollo” debía tener una “organización abierta”, con participación en su
dirección de representantes de las “fuerzas vivas de país”. La
incorporación de hacendados, industriales y profesionales en su conducción
reforzaba el perfil técnico sin abordar los aspectos de creación y difusión del
conocimiento en las áreas mencionadas.[26]
Parece redundante aclarar que la representación corporativa se contraponía al
sistema de cogobierno establecido en la ley orgánica de 1958, que constituía
uno de los principales blancos de las críticas de los sectores derechistas. Recordemos
que esta ley convalidó algunos de los principios caros del llamado reformismo
universitario: la participación de los tres órdenes (estudiantes, docentes y
egresados) en los órganos de conducción y la autonomía de la Universidad en
materia política y técnica del Poder Ejecutivo. Digamos también que el
reformismo de estos años, cuya influencia puede observarse tanto en Argentina
como en Uruguay, aludía a una tradición de contornos imprecisos que anclaba sus
raíces en el legado cordobés, aun cuando es claro que a estas alturas se habían
desdibujado las referencias históricas al movimiento iniciado en la Universidad
Nacional de Córdoba en 1918, tanto con las circunstancias que le dieron origen
como con el acontecimiento histórico concreto. En cambio, refería de modo vago
a algunas ideas que tuvieron fuerte influencia en las universidades del
continente: participación estudiantil en el gobierno universitario, autonomía
del poder político, renovación científica y pedagógica y compromiso con la
sociedad, especialmente, con los sectores populares, aspectos fuertemente
cuestionados por el amplio espectro de las derechas locales. Por último, el García
Capurro expresó su apoyo al avance del sector privado en el ámbito de la educación
superior, siempre y cuando se respetaran los principios del laicismo y la
apoliticidad en los establecimientos, en el sentido que éste daba a estos
conceptos: eliminar el pensamiento y las fuerzas afines a las izquierdas.[27]
Más aún, insistía en que la UN debía tener un carácter mixto a partir del
aporte estatal y la activa contribución del sector privado de los departamentos
en que se asentara.
En 1969 el Poder Ejecutivo creó la Junta Planificadora
de la Universidad del Norte, integrada por un
delegado de cada uno de los seis departamentos situados al norte del Río Negro,
un miembro de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto y un representante del MEC,
con el cometido de elaborar un estudio y relevamiento de las necesidades educativas
de las diferentes regiones, redactar el proyecto de creación y el estatuto
orgánico de la UN y proponer un rector provisorio. Tanto su denominación como
sus cometidos denotaban la influencia que por esa época había adquirido la
herramienta de la planificación. El decreto pretendía introducir la
racionalidad técnica mediante la producción de conocimiento sobre las
poblaciones y sus recursos. Sin embargo, su integración no preveía la inclusión
de expertos o técnicos especializados para la realización de esos estudios.
Tampoco se explicitaba cómo se iba a proceder a los diagnósticos, tarea que,
según se desprende del texto, quedaba a cargo de los representantes
departamentales.[28]
Llegados
a este punto, puede afirmarse que
las ideas expuestas por
el ministro uruguayo no representan una creación original y, claramente,
convergen con algunas de las proposiciones del asesor estadounidense. Aunque
Atcon no estuvo en Uruguay, su informe fue conocido en ámbitos intelectuales y
académicos, como queda en evidencia en las discusiones en el seno del Consejo
Directivo Central de la Universidad de la República en torno al proyecto de
reconversión integral de esa institución que promovió en 1967 el entonces
rector Oscar J. Maggiolo. En esa oportunidad el decano de la Facultad de
Humanidades y Ciencias, Rodolfo Tálice, invocó al consultor para fundamentar su
oposición a la creación de institutos centrales en la UDELAR, aspecto medular
del Plan:
En el informe
Atcon, que ha sido muy divulgado, que es muy cuestionado pero que merece ser
leído, hay una cantidad de hechos que nos hacen comprender que las
Universidades latinoamericanas no están todavía muy maduras para esta clase de
Institutos centralizados. […] a este respecto dice sobre que esta forma de
juntar a veces cátedras diferentes representa más una tentativa que no se
concreta nunca en realidades. Separa –dice– el matrimonio feliz de la docencia
y la investigación.[29]
En Marcha, su
corresponsal en Argentina, Gregorio Selser, dedicó sendas notas a probar los
vínculos de Atcon con autoridades universitarias del vecino país que entonces
se encontraba bajo el régimen dictatorial presidido por el general Onganía, quien
implementó una feroz represión contra las universidades, consideradas un “foco
de perturbación” social, para poner fin a la movilización y a la radicalización
estudiantil.[30]
Un
indicio acerca del
flujo de ideas y propuestas puede inferirse a partir de las semejanzas que presentan
los planteos de García Capurro con los proyectos de reformulación del sistema
universitario argentino que, con diversa suerte, fueron objeto de debates y polémicas
dentro y fuera del colectivo universitario. Resultan así evidentes las
coincidencias con el “Programa de Adecuamiento
de la Enseñanza Universitaria Argentina a las Necesidades del Desarrollo” presentado
por el Dr. Horacio Taquini el Coloquio sobre Modernización de las Instituciones
Políticas en la Argentina, organizado por la Academia del Plata en la localidad
de Chilecito, provincia de La Rioja, el 16 y 18 de noviembre de 1968, apenas
unos días antes de que se publicaran las declaraciones del ministro uruguayo en
la prensa montevideana. Taquini argumentó en la ocasión que:
La adecuación
de la universidad actual a las necesidades del desarrollo de nuestro país
impone la creación de títulos intermedios que permitan a quienes los reciben
incorporarse a la vida productiva, manteniendo la posibilidad de proseguir los
términos de las carreras largas. De esta manera se logrará no sólo una mayor
afluencia del estudiantado sino una diversificación de las disciplinas a
encarar así como un aporte consecuentemente más efectivo de la universidad a
las necesidades reales del desarrollo del país, mediante la aplicación de
métodos agilizados que en menos tiempo capaciten a los estudiantes para
graduarse e incorporarse a la vida productiva. Esta reducción en el tiempo de
desarrollo de las carreras traerá aparejada una paralela disminución de los
costos operativos de la universidad con el beneficio correspondiente para el
todo, desde el punto de vista económico y financiero. [31]
Doctor
en medicina, especializado en fisiología humana, docente e investigador, Taquini
representaba a los grupos liberales católicos de la Universidad de Buenos Aires
y en 1968 fue designado por Onganía decano interventor de la Facultad de
Farmacia y Bioquímica. Su preocupación por la “cuestión universitaria” lo llevó
a conformar un equipo de expertos en política educativa con amplias redes de
relaciones con integrantes del gobierno.[32]
Bajo el impacto del informe del sector de educación de la Comisión Nacional de
Desarrollo (CONADE), dado a conocer ese año, propuso un plan de fundación de
universidades nacionales en distintas regiones del país como solución a lo que señalaba
como los problemas más acuciantes de las universidades argentinas: la creciente
demanda de educación universitaria cuyo resultado fue la masificación que
transformó a las instituciones en “multitudinarias” y “superpobladas” y el
aumento de la politización estudiantil. La enseñanza superior debía estar
volcada a la formación de recursos humanos para el desarrollo nacional, pero
juzgaba incompatible una universidad de masas con una universidad científica. En
sintonía con los planteos de Atcon, su plan integral preveía la existencia de
dos circuitos: uno de elite, focalizado en la investigación, y otro
profesionalista, destinado a atender las demandas crecientes de educación
superior. Sostenía que el proceso educacional en todos sus niveles tenía como
desafío desterrar el subdesarrollo. Debía construirse una verdadera
“Universidad para el desarrollo”, decía. También apelaba al análisis histórico
como punto de partida para la elaboración de un plan de transformación de las
ya inadecuadas estructuras académicas:
El pasado es
siempre punto de inspiración y punto de apoyo para los cambios y la
modernización; […] no hay planeamiento posible, efectivo y realista por
revolucionario que éste pretenda ser, desgajado del proceso histórico[33]
Postulaba,
a tono con las tendencias de la época, la necesidad del planeamiento para el
logro de una mayor eficiencia del sistema y “de un mayor aprovechamiento de sus
frutos por parte del país”.[34]
La base de su programa consistía en la fundación de nuevas universidades
públicas con estructuras modernas localizadas en distintas ciudades del
interior de Argentina. La modernización estructural implicaba la sustitución de
la estructura de facultades y cátedras por una departamentalizada, la
instauración de la dedicación exclusiva de los docentes, la diversificación de la
oferta disciplinar con énfasis en la implementación de carreras cortas e
intermedias, disminuyendo así los costos operativos de las universidades. También
indicaba la unificación del sistema universitario argentino, así como la
racionalización de las estructuras administrativas para el logro de una mayor
eficiencia. Por último, establecía criterios básicos para seleccionar las zonas
donde debían ubicarse las nuevas universidades.[35]
Aunque
el plan del argentino era más abarcativo y estructurado que las propuestas
lanzadas por el ministro uruguayo, las semejanzas en las argumentaciones
sugiere la propagación regional de ideas y proyectos relativos a las políticas
universitarias y la influencia de otras experiencias en los procesos y debates
locales. La transcripción en uno de los principales diarios de la ciudad de
Salto en Uruguay, Tribuna Salteña, de un editorial del diario porteño Clarín,
que destacaba la importancia de la creación de las universidades de Río Cuarto
(Córdoba) y de Comahue (Neuquén), abona la presunción de esta circulación de
ideas y experiencias. Clarín planteaba que la descentralización
permitiría revertir la tendencia macrocefálica del país vecino, reducir los
males del “gigantismo en las universidades mayores”, crear nuevas fuentes de
trabajo, reactivar otros sectores económicos y el comercio “lugareño”,
argumentos similares a los que manejaban los partidarios de diversificar la
educación superior uruguaya.[36]
Menos evidente son los parecidos con el “Plan de
Transformación de la Universidad de Buenos Aires”, que presentó a fines de 1968
el rector interventor de la UBA, Raul Devoto. Su plan incluía parcialmente el
reemplazo de las facultades por complejos académicos, la departamentalización, un
nuevo sistema de ingreso y el cierre de la ciudad universitaria. Proponía
dividir los departamentos en Centros de Ciencias Puras y Centros de Formación
Profesional. Asimismo preveía la creación de cinco complejos: tecnológico,
agropecuario, ciencias sociales, Humanidades y Ciencias de la Salud o
Biomédico. Inspirado en el planteo del consultor estadounidense, proponía la
implantación de estudios generales al estilo de las universidades
estadounidenses y definía cuatro ciclos de formación: de iniciación, de
ciencias puras, de formación profesional, y de post- grado.[37]
La reconfiguración del ciclo superior buscaba solucionar la masividad y la
deserción estudiantil. Devoto expresaba una
concepción elitista de la educación superior que contraponía la universidad de
la política, “que acaba en nido de guerrilleros”, a la universidad de la
sabiduría.[38] Devoto respondía al
pensamiento nacionalista y católico y en ese sentido se distanciaba de algunas
de las ideas propugnadas por Atcon. Para el rector interventor “la nueva
Argentina, para no renegar de sí misma, deberá seguir manteniendo, aun dentro
del cambio necesario, los rasgos que le son consustanciales y que han hecho de
ella una nación: una fe, una estirpe, una lengua y un estilo de vida cuyas
raíces más hondas han de buscarse en la Europa cristiana y en los valores que,
a su vez, fueron origen e instrumento de su formación.” Por tanto, cuestionaba
lo que llamaba la Universidad de la eficiencia, orientada a la obtención de
resultados prácticos y a la capacitación de “puros técnicos” y que
desvalorizaba los aspectos morales y “humanos”. Se alejaba así de los ribetes
tecnocráticos más liberales que hacían del individualismo y del logro del éxito
en actividades de tipo empresarial el centro de sus preocupaciones. [39]
No obstante las fuertes divergencias, para Selser el
plan presentado por Devoto era obra del “condotiero
internacional del Departamento de Estado para asuntos educativos, Mr Atcon” y
agregaba que si “no ha parido el ‘Plan Devoto’, es casi seguro que actuó de
comadrona o ama de cría”.[40]
Aclaremos que los contactos de Rudolph Atcon en Argentina venían de fines de
los cincuenta cuando, mientras desarrollaba sus trabajos de asesoramiento en
Brasil y Chile, realizó una visita al país y se reunió con representantes del
gobierno y los investigadores Bernardo Houssay y Luis Federico Leloir para
estudiar alternativas para que el Instituto de Fisiología e Investigaciones
Bioquímicas pasara a depender del apoyo financiero del gobierno sin perder su
independencia. Según informaba Atcon a sus superiores de Unesco, se alcanzó una
fórmula que si “se adopta, y parece probable, sentaría un precedente valioso
para el desarrollo de la ciencia libre en un país latinoamericano”.[41]
El conjunto de medidas impulsadas por Devoto provocaron
una fuerte oposición de los sectores estudiantiles, de parte del cuerpo docente
y de los decanos de las Facultades de Filosofía y Letras, Odontología y Derecho,
quienes presentaron su renuncia al rectorado en señal de protesta.
Como consecuencia el rector
abandonó su cargo y su proyecto fue abandonado. Distinta suerte corrió el
plan Taquini, que fue incorporado al Plan Nacional de Desarrollo 1971-1975 y, aunque
con importantes modificaciones, se constituyó en la base del proceso de
expansión universitaria que se produjo entre 1970 y 1973, luego de los
estallidos populares que tuvieron como corolario el Cordobazo y
determinaron la caída del general Onganía. Tras el breve interregno del general
Roberto Levingston (junio de 1970-marzo de 1971), asumió la presidencia
Alejandro Agustín Lanusse. En medio de la activación de la
movilización social, y debido a la necesidad de buscar apoyos políticos, Lanusse
tomó como base la propuesta técnica del equipo de Taquini y apostó a la
expansión del sistema universitario ampliando sus alcances.[42]
El plan fue visualizado como un instrumento que permitía combinar políticas de
carácter represivo con otras de corte modernizador y tecnocrático al estilo de
la experiencia brasilera.[43]
De lo analizado se puede concluir que
hubo sectores modernizadores de las derechas locales que buscaron articular un
programa de reforma que tuvo como centro la despolitización y limpieza
ideológica, así como la reorientación académica basada en criterios de
eficiencia de las universidades. El perfil tecnocrático se expresó en el
énfasis en la implementación de carreras cortas, de perfil técnico y aplicado,
destinadas al mercado y al sistema productivo. Otros elementos comunes que se
encuentran presentes son la relación virtuosa entre desarrollo y educación, la
invocación a la planificación y el énfasis en la necesidad de realizar diagnósticos
y estudios de factibilidad dando relevancia a las herramientas de las ciencias
sociales y la circulación de expertos. Estas ideas fueron inspiradas en las
formulaciones del consultor estadounidense Rudolph Atcon, pero también
reconocen antecedentes en los debates y las realizaciones de las décadas
previas en Brasil (Universidad de Brasilia y Darcy Ribeiro), Argentina (el
reformismo post 1955) y Uruguay (Plan Maggiolo en 1967), coartadas por los
procesos políticos nacionales y en algunos casos por la resistencia de actores
universitarios. Aun cuando no constituye el centro del presente
análisis, de lo dicho hasta ahora se puede afirmar la existencia de una
apropiación selectiva por parte de los diversos sectores derechistas locales de
la época (conservadurismo liberal católico o nacionalismo) de las propuestas
del asesor estadounidense.[44]
Asimismo, trabajos recientes han demostrado la similitud de los planteos de
organismos internacionales, en los que claramente podrían incluirse los de
Atcon, con las reformas neoliberales que se impulsaron en la región durante la
década del noventa del siglo XX.[45]
Recapitulando
Las
páginas precedentes intentaron demostrar la formulación de una concepción
modernizante por derecha de las universidades en América Latina, y en particular
en la región rioplatense, que se alimentó de ideas y propuestas que circularon
en la época, donde convergieron las estrategias de Estados Unidos, en el contexto
de la llamada guerra fría cultural, agentes de circulación de esas ideas
(fundaciones, técnicos y recursos) y los intereses de diversa procedencia y
signo que se manifestaron en ámbitos nacionales. El análisis del derrotero y de
las principales ideas de Rudolph Atcon, así como de su influjo en los planes de
reformulación de las universidades en Argentina y Uruguay, permite observar la
transnacionalización de postulados y proyectos en relación con el futuro de la
educación superior. De
esta manera los debates y polémicas sobre los modelos universitarios en boga en
las décadas de los cincuenta y sesenta rebasan los marcos nacionales y se
inscriben en contextos más generales. Aunque claramente inspirados en el
Informe Atcon, las iniciativas locales presentan diferencias y tuvieron suertes
muy distintas. En Argentina, las propuestas provinieron de actores
universitarios y de expertos, estrechamente ligados al poder político. En
particular, el plan Taquini fue incorporado a las estrategias del gobierno de
Lanusse a través del Plan Nacional de desarrollo y fue sustento de la expansión
universitaria del período. En Uruguay, la iniciativa provino de los sectores y
representantes de las elites locales y fue cooptada por el Poder Ejecutivo, lo
que generó una franca oposición con la mayoría del colectivo universitario. El
ministro no logró conformar un equipo de expertos o incorporar este proyecto a
las propuestas de la CIDE. Compartieron, en cambio, el interés por instalar un
modelo de universidad en oposición al político y académico de las universidades
tradicionales, de perfil elitista y tecnocrático que combinaba la
despolitización y la reorientación académica de las universidades. Aun cuando
no se han encontrado registros, no puede descartarse la existencia de contactos
entre las autoridades universitarias argentinas y el ministro uruguayo o puntos
de encuentro en espacios regionales de discusión sobre asuntos educativos.
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* Archivo General
de la Universidad, Universidad de la República (UDELAR).
[1] Selser,
Gregorio (1968) “¿El
plan Atcon también en la Argentina?” en semanario Marcha. Montevideo 6/12, p.15
[2] Sobre su influencia en la
reforma de las universidades colombianas ver Acevedo
Tarazona, Á. (2015). “Educación, reformas y movimientos universitarios en
Colombia: apuestas y frustraciones por un proyecto modernizador en el siglo
XX”. Revista de Estudios Sociales nº 53 (pp. 102-111). Bogotá.
[3] Documentación disponible en
(Reorganization of the Universidad de Concepción): Chile - (mission),
1957-1958, disponible en https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000158866?posInSet=2&queryId=N-EXPLORE-93a0a576-e452-4cea-8075-d40853f6c92a
[visitado en octubre de 2019]
[4] Fávero, M. (1991) Da universidade “modernizada” à universidade
disciplinada: Atcon e Meira Mattos. Sao Paulo: Cortez Autores Associados;
Cunha, L. (1988). A universidade reformada. Rio de Janeiro: Francisco
Alves y Motta, R. (2014). As universidades e o regime
militar. Cultura política brasileira e modernização autoritária. Rio de
Janeiro: Zahar.
[5] Plan de
estructuración docente de la universidad de concepción
Chile, 1958. En
(Reorganization of the Universidad de Concepción): Chile - (mission), 1957-1958,
disponible en https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000158866?posInSet=2&queryId=N-EXPLORE-93a0a576-e452-4cea-8075-d40853f6c92a
[visitado en octubre de 2019]
[6] Memorándum no.3, 24th november, 1957, dirigido al Rector don David
Stitchkin Branover. “University policy on students politics and other
activities” En
(Reorganization of the Universidad de Concepción): Chile - (mission),
1957-1958, disponible en https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000158866?posInSet=2&queryId=N-EXPLORE-93a0a576-e452-4cea-8075-d40853f6c92a
[visitado en octubre de 2019]
[7] Ver Atcon,
R. (1963). “La Universidad latinoamericana”. ECO. Revista de la cultura de
occidente tomo VII (pp. 1-169). Bogotá.
[8] Ribeiro, D.
(1968). La universidad latinoamericana. Montevideo: Universidad de la
República, Departamento de Publicaciones.
[9] Altamirano, C. (1998).
“Desarrollo y Desarrollistas”.
Prismas, Revista de historia
intelectual
2 (pp.75-94). Quilmes.
[10] Atcon, R.
(1963). “La Universidad latinoamericana”. ECO. Revista de la cultura de
occidente tomo VII (pp. 1-169). Bogotá, p.67.
[11] Ibíd., p.70.
[12] Ibíd., p.97.
[13] Ibíd., p.12.
[14] Ibíd.,
p.10.
[15] Ibíd., p.10.
[16] Ibíd.,
pp.83-84.
[17] Selser, Gregorio
(1968) “¿El plan
Atcon también en la Argentina?” en diario Marcha, Montevideo 6/12, p. 15.
[18] Cunha, L. (1988). A universidade reformada, op.cit,
p.204
[19] Atcon, R.
(1966) Rumo a Reformulacao estructural da Universidade Brasileira. Rio
de Janeiro: Ministerio da Educacaó e cultura. Diretoria do ensino superior.
[20] Atcon, R.P. (1967) Proposta para
a reestruturação da Universidade Federal do Espírito Santo. Florianópolis:
Imprensa Universitária da UFSC. Inhan, G.,
Miranda, C. y Chaves Alberto, K. (2016). “Rudolph Atcon e o planejamento do
campus da Universidade Federal Do Espírito Santo”. Oculum Ensaios vol.
13, nº 2 (pp. 237-254). Campinas, SP.
[21] Selser,
Gregorio (1968) “¿El plan Atcon también en la Argentina?” en diario Marcha,
Montevideo 6/12, p. 15.
[22]
El País (1969). “Reforma de la enseñanza”.
Montevideo, 27/10, p.3 y BP Color (1968). “Entrevista al Ministro de
Cultura Federico García Capurro”. Montevideo 27/11, pp.18-19.
[23] “Informe sobre el estado
actual de la educación en el Uruguay presentado por el Señor Ministro de
Cultura Dr. Federico García Capurro en la Conferencia de Rhevot sobre Ciencia y
Educación en países en desarrollo. Israel, Agosto 1969”, Colección Federico
García Capurro, cajas s/n, AGN, Montevideo.
[24] Tribuna Salteña
(1969). “Suspenden las clases en todo el país”, Salto, 18/6, p.1
[25] BP Color (1968). “Entrevista al Ministro de Cultura Federico
García Capurro”. Montevideo 27/11, pp.18-19.
[26] En otros momentos hubo
posiciones en esta dirección tanto al interior de la Universidad como por parte
del Poder Ejecutivo. Para mencionar un ejemplo, un criterio similar orientó a
los impulsores de la Ley Orgánica de 1908. Esta ley negó el estatuto de
Facultad a las recientemente creadas Facultades de Veterinaria y Agronomía y
las redujo a escuelas técnicas dirigidas por representantes de las ramas
productivas.
[27] BP Color (1968). “Entrevista al Ministro de Cultura Federico
García Capurro”. Montevideo 27/11, pp.18-19.
[28] Decreto 499/969 en Registro
Nacional de Leyes y Decretos, Montevideo 9/10/1969.
[29] Consejo Directivo Central de
la Universidad de la República, Actas de Sesiones, 12 de julio de 1967,
AGU, Montevideo.
[30]Buchbinder,
P. (2005). Historia de las universidades argentinas. Buenos Aires:
Sudamericana. Buchbinder, P. (2010). “Los sistemas universitarios de Argentina y Brasil: una perspectiva histórica y
comparada de su evolución desde mediados del siglo
XX” en Buchbinder, P., Califa, J.S. y Millán, M. (comps.). Apuntes sobre la formación del movimiento estudiantil argentino
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Gran Acuerdo Nacional (1971-1973)” en Buchbinder, P. (coord.). Juventudes
universitarias en América Latina (pp. 323-353). Rosario: HyA
ediciones.
[31] Taquini
(hijo), A. (1972). Nuevas Universidades para un nuevo país. Buenos
Aires: Editorial Estrada
p. 10. Rovelli, L. (2009) “Del plan a la política de creación de nuevas universidades
nacionales en
Argentina: la expansión institucional de los años 70 revisitada”. Temas y Debates, nº 17 (pp. 117-137).
Rosario. Pp. 117-137.
[32] Rovelli, L. “Del
plan a…”, op. cit. Pp.117-137.
[33] Taquini, A. Nuevas
Universidades para un nuevo país, op.cit,
p.42
[34] Ibíd., p.111-113.
[35] Rovelli, L. “Del
plan a…”, op. cit. y Mendonca, M.
(2015). “La creación de nuevas universidades nacionales en la década de los
años setenta..”, op.cit
[36] Editorial del diario Clarin
de Buenos Aires citado en Tribuna Salteña (1970). “Universidad para el
interior”. Salto, 17/4, p.2.
[37] Ver
“Anteproyecto de reestructuración de la Universidad de Buenos Aires” en Devoto,
R. (s/f). Sobre una nueva universidad. Discursos y conferencias. Buenos
Aires: Universidad de Buenos Aires. Pp.107-147.
[38] Ibíd., p 32.
[39] “Conferencia del Raúl A. Devoto en Centro de Altos Estudios del Ejército
–cuso superior de estrategia- 30 julio de 1968”, En Devoto, R. Sobre una
nueva…, op. cit. Pp. 33-34
[40] Selser, Gregorio (1969)
“Yanquización de la universidad ¿Plan Devoto o plan Atcon?” en semanario Marcha, Montevideo,
14/2, pp.18-19.
[41] Carta de Rudolph Atcon a Mr.
A.H. Mackenzie, Chief Latin American Section, Bureau of Relations with Member
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[visitado octubre de 2019]
[42] Se instalaron trece nuevas
universidades mediante la fundación de nuevas casas de estudio, la subdivisión
de instituciones preexistentes o la nacionalización de anteriores
establecimientos privados o provinciales: Río cuarto, Lomas de Zamora, Luján,
Santiago del Estero y Catamarca. Subdivisiones: Salta, San Juan, San Luis,
Entre Ríos y Misiones. Nacionalizaciones de universidades anteriores
provinciales o privadas: Comahue, La Pampa y Jujuy.
[43] Rovelli, L. “Del
plan a…”, op. cit. pp.117-134.
[44] Para las distintas
corrientes al interior del nacionalismo católico argentino se puede consultar
la tesis de doctorado: Cersósimo, F. (2015). El Proceso fue
liberal. Los tradicionalistas católicos argentinos y el Proceso de
Reorganización Nacional (1976-1983). Tesis de Doctorado en Historia. Buenos
Aires: FFyL-UBA disponible en: http://repositorio.filo.uba.ar/bitstream/handle/filodigital/3000/uba_ffyl_t_2015_898497.pdf?sequence=1&isAllowed=y
[visitado noviembre de 2019]
[45] De Luca, R. y Álvarez Prieto, N. (2013). “La sanción de la Ley Orgánica
de las Universidades en la Argentina bajo la dictadura de Onganía y la
intervención de los distintos organismos nacionales e internacionales en el
diseño de las transformaciones”. Perfiles Educativos vol. XXXV, nº 139
(pp. 110-126). Ciudad de México.
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Cuadernos de Marte, Revista latinoamericana de Sociología de la Guerra es una publicación oficial del Insituto de Investigaciones Gino Germani, dependiente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Argentina.
ISSN 1852-9879
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