Cuadernos de Marte
Año 10 / N° 17 Julio – Diciembre 2019
https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/cuadernosdemarte/index
Origen, evolución y consolidación del porrismo
en la UNAM
(1929-2019)
Origin, evolution and consolidation of porrismo at UNAM
(1929-2019)
José
René Rivas Ontiveros*
Universidad
Nacional Autónoma de México
Recibido:
3/10/2019 – Aceptado: 12/12/2019
Cita sugerida: Rivas Ontiveros, J. (2019). Origen, evolución y
consolidación del porrismo en la UNAM (1929-2019). Cuadernos de Marte,
0(17), 113-149. Recuperado de https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/cuadernosdemarte/article/view/5137/4261
Resumen
El
porrismo, tal y como se conoce actualmente, es un fenómeno político que por
medio del pago en especie y otro tipo de prebendas, es promovido
indistintamente por autoridades escolares y/o gubernamentales, partidos
políticos u organismos religiosos o empresariales, con el fin de hacer uso
sistemático de la violencia física, el amedrentamiento, la humillación, la
exclusión y otras formas de agresión, en contra de todo tipo de lucha
estudiantil que se lleve a cabo dentro o fuera de alguna institución educativa.
El
porrismo surgió en el seno de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM), la Máxima Casa de Estudios del país, durante los años treinta del siglo
pasado, casi inmediatamente después de que a ésta se le otorgara su autonomía.
A partir de entonces, dicho fenómeno ha venido evolucionando hasta llegar a ser
lo que es ahora. Primeramente se desarrolló sólo en la UNAM, posteriormente en
otras instituciones de educación media y superior de la Ciudad de México, y en
la actualidad en prácticamente todo el país.
Palabras
clave: Universidad Nacional Autónoma de México, grupos de choque, violencia
política, grupos porriles, porrismo
Abstract
Porrismo, as it is known today, is a political phenomenon that, through
payment in kind and other types of privileges, is promoted interchangeably by
school and/or government authorities, political parties or religious or
business organizations, in order to make a systematic use of physical violence,
intimidation, humiliation, exclusion and other forms of aggression, against any
type of student movement that takes place inside or outside an educational
institution.
Porrismo arose within the National Autonomous University of Mexico
(UNAM), the Highest House of Studies in the country, during the thirties of the
last century, almost immediately after it was granted autonomy. Since then,
this phenomenon has evolved to become what it is now. It was first developed
only at UNAM, later in other institutions of middle and higher education in
Mexico City, and nowadays in practically the whole country.
Keywords: National Autonomous University of Mexico, shock groups,
political violence, porriles groups, porrismo
Introducción
La
violencia es una acción con la que se causa algún daño a otro u otros, independientemente
de que ésta se lleve a cabo mediante el sometimiento, la humillación, el daño
físico o moral y los instrumentos que se utilicen para ello. Por tal cuestión,
la Organización Mundial de la Salud (OMS) la define como “el uso intencional de
la fuerza física, amenazas contra uno mismo, otra persona, un grupo o una
comunidad que tiene como consecuencia o es muy probable que tenga como
consecuencia un traumatismo, daños psicológicos, problemas de desarrollo o la muerte”.[1]
En
el caso particular de México, el uso de la violencia física por parte de los
diferentes gobiernos, salvo contadas excepciones, ha sido recurrente y no solamente
se ha materializado por medio de los tradicionales órganos represivos del Estado,
la policía y el Ejército, sino también por agrupamientos creados
específicamente para reprimir las diferentes manifestaciones sociales de
carácter antisistémico.
Al
respecto, hay muchos ejemplos, aunque dos de los más representativos son por
una parte, el Batallón Olimpia, creado durante 1968 para cuidar las
instalaciones olímpicas en donde se celebrarían los XIX Juegos Olímpicos en México,
que finalmente fue utilizado para llevar a cabo la masacre de estudiantes el 2
de octubre de ese año en Tlatelolco.
El otro caso es el del grupo paramilitar Los Halcones, creado desde 1966,
entrenado y pagado por el Departamento del Distrito Federal especialmente para reprimir
las diferentes manifestaciones antigubernamentales que tuviesen lugar en la
capital mexicana, tal y como sucedió el 10 de junio de 1971, en el sexenio de
Luis Echeverría Álvarez, cuando con armas de alto poder, dicho grupo reprimió
una marcha de estudiantes de la UNAM, Instituto Politécnico Nacional y otras
instituciones de educación superior, dejando como resultado un número nunca
determinado de muertos y heridos.
Por
su parte, la violencia que sistemáticamente se ha observado en la UNAM y a la
que socialmente se le conoce como porrismo, comenzó a aparecer y generalizarse
poco después de que a la institución se le otorgara la autonomía. Aunque
inicialmente, dicha violencia era promovida desde adentro por algunos rectores,
directores u organizaciones estudiantiles que se disputaban el control de la
propia institución o de las organizaciones estudiantiles.
En
los últimos 90 años de vida autónoma de la UNAM, el porrismo ha evolucionado aunque
con altibajos. No obstante ello, la única constante en todo este tiempo ha sido
la violencia física en contra de los estudiantes por parte de los grupos que la
generan, cuando éstos llevan a cabo algún tipo de protesta interna o externa a
la UNAM.
En
ese sentido, el presente trabajo tiene, entre otros objetivos, definir los
conceptos de porro y porrismo, así como analizar cronológicamente las
diferentes etapas en las que, desde 1929 hasta la fecha, el multicitado
fenómeno se ha venido desarrollando en la UNAM.
1.
Concepto y función política del porrismo
Si
bien es cierto que los conceptos de porro y porrismo son relativamente
novedosos, pues en el argot universitario apenas aparecieron a mediados de los
años sesenta —poco antes del movimiento estudiantil de 1968—, lo es también que
la serie de prácticas que lo caracterizan tienen su origen en la UNAM, mucho
antes de estas fechas. Poco después se extendió a otras instituciones de
educación superior de la capital mexicana y finalmente a todo el ámbito
nacional.
Respecto
al concepto, hay que decir que, aunque aún son escasos los trabajos que se han
abocado a su estudio, sí es posible documentar su caracterización. Uno de los
estudiosos sobre el origen y evolución de este tipo de grupos en la UNAM, Hugo Sánchez
Gudiño, define al porro como: “El sujeto social que cuenta con ciertas
habilidades, que sabe utilizar diversos tipos de armas y que vende sus
servicios al mejor postor porque en esencia es un mercenario”.[2] Por su parte, Imanol
Ordorika señala que “el porrismo está estrechamente ligado a la dinámica del
movimiento estudiantil popular con el fin específico de golpearlo y
controlarlo”.[3]
Finalmente, en una de las múltiples publicaciones que hoy en día se encuentran
en Internet se dice que: “El ‘Porro’ por definición histórica es aquel
individuo estudiante o no que pertenece a algún grupo de golpeadores a sueldo
de alguna instancia gubernamental o partido político”.[4]
Tras
la lectura de estas tres precisiones acerca del porro, por nuestra parte podemos
definirlo como el sujeto generalmente agresivo que tiene como principal función
ejercer la violencia física y venderla al mejor postor. Se trata de un sicario
en potencia que golpea, amedrenta, amenaza y hasta mata a otra persona. Siempre
está dispuesto a cumplir con lo que se le mande, independientemente de quién lo
haga, ya que lo único que le importa es su remuneración. El porro, como el
sicario, es un individuo carente de principios, sin escrúpulos ni convicciones políticas
e ideológicas de ninguna índole.
En
la UNAM, el reclutamiento de este tipo de grupos se lleva a cabo,
fundamentalmente, entre jóvenes y adolescentes de nuevo ingreso a los estudios
del bachillerato, aunque ocasionalmente también se realiza entre los estudiantes
de escuelas de nivel superior. El ámbito más común para la cooptación de los
porros son los planteles de la Escuela Nacional Preparatoria y los Colegios de
Ciencias y Humanidades.
Por
lo general, en la conformación de estos grupos, participan jóvenes y
adolescentes comúnmente maltratados en el contexto familiar, hijos de padres violentos
o de antiguos porristas. Igualmente, son miembros de familias marginadas o
desintegradas por la violencia intrafamiliar. Se trata de jóvenes inseguros y
fáciles de convencer para sumarse a este tipo de grupos a cambio de drogas,
alcohol, fiestas, notas académicas aprobatorias y sobre todo, mantener poder e
impunidad dentro de los planteles.
En
su carácter de mercenarios, la tarea principal de estos grupos es reprimir todo
tipo de lucha estudiantil que cuestione a autoridades escolares y/o
gubernamentales. Para lograr sus objetivos, algunas de las acciones más comunes
de estos grupos son el lanzamiento de bombas molotov y petardos; disolución de
asambleas, marchas y mítines; golpear y amenazar a dirigentes estudiantiles;
romper huelgas, desestabilizar escuelas, etcétera. Las funciones de los grupos
porriles son equivalentes a las de los pistoleros, golpeadores y esquiroles a
sueldo que tradicionalmente auspician los patrones para menoscabar la fuerza de
los sindicatos.
Por
lo consiguiente, la aparición y proliferación de estos grupos en los centros
educativos no son resultado de problemas derivados de la delincuencia, la
desorientación o inadaptación social de los jóvenes, sino de una política
represiva previamente planeada y diseñada desde distintos ámbitos gubernamentales,
las burocracias escolares, los partidos u organizaciones políticas y grupos de
poder.
Además
de estos grupos de mercenarios, históricamente también han aparecido otra clase
de agrupamientos ultraderechistas, quienes al igual que aquellos, tienen como
fin principal ejercer la violencia física para el acallamiento de
manifestaciones o expresiones estudiantiles de tendencia liberal o de izquierda
que se lleven a cabo dentro o fuera de los planteles.[5] Sin embargo, estos núcleos,
integrados comúnmente por jóvenes fanáticos católicos y hasta politizados,
actúan violentamente porque están convencidos de su causa.
En
consecuencia, este tipo de activistas, generalmente reclutados bajo juramento
en las escuelas y colegios particulares, están ampliamente obligados a defender
los principios, las “buenas costumbres” y valores de la Iglesia Católica, así
como evitar, a toda costa, la propagación del comunismo, el ateísmo y la
masonería entre los jóvenes, etcétera. Por tal cuestión y aunque este tipo de
agrupamientos también hace uso de la violencia física o moral, no podrían ser
considerados como integrantes del porrismo, ya que no actúan como mercenarios.
Otro
caso relativamente similar al de los núcleos de jóvenes católicos fanáticos es
el de los grupúsculos estudiantiles de la ultraizquierda que sistemáticamente
hacen su aparición en los centros de educación superior y también ejercen la
violencia en contra de las instalaciones escolares y edificios públicos y aún
privados, en las asambleas y manifestaciones callejeras, entre otros ámbitos.
Pero
si bien es cierto que ni los agrupamientos de ultraderecha como tampoco los de
la ultraizquierda estudiantil pueden considerarse como porriles, lo es también
que por las acciones violentas que realizan en contra de sus adversarios, a
ambos agrupamientos podría considerárseles como provocadores, una variante del
porrismo.
2. La autonomía universitaria y los primeros grupos de
choque
La
UNAM es la institución de educación superior poblacionalmente más grande y
antigua no solamente de la nación, sino de todo el continente americano. Se
fundó en 1553 —veintidós años después de iniciada la conquista española— con el
nombre de Real y Pontificia Universidad de México, que persistió hasta 1865.
Ese año fue cerrada durante el Segundo Imperio mexicano.
Luego
de 45 años de haber permanecido clausurada, en 1910, el presidente Porfirio
Díaz la reinauguró, con el nombre de Universidad Nacional de México, misma que,
por 19 años (1910-1929), siguió dependiendo académica, administrativa y
financieramente del Estado y de los gobiernos emanados de la Revolución mexicana.
Durante
todo este tiempo de hecho hubo dos grandes corrientes en su seno. Una de
carácter conservadora que, dados sus antecedentes porfiristas, se resistió a
colaborar de lleno con los gobiernos de la Revolución mexicana, mientras que
otra corriente, la liberal, pugnaba por que la institución sí colaborara con el
Estado revolucionario.
2.1. 1929 y la autonomía limitada
En
julio de 1929, luego de un movimiento estudiantil, la universidad obtuvo la que
de hecho fue su primera autonomía. Aunque esta autonomía no acabó con las
añejas disputas políticas internas entre las dos corrientes.
En
1933, luego de cuatro años de la primera autonomía, las disputas entre ambas
posiciones tendieron a reactivarse luego de que, en una Convención del Partido
Nacional Revolucionario (PNR) en el poder, se aprobó reformar el artículo 3° constitucional
e impulsar la educación socialista. Posteriormente la resolución se incluyó en
el primer Plan Sexenal de gobierno que se aplicaría durante el régimen del
general Lázaro Cárdenas.
La
resolución del PNR dio pauta a la generación de una amplia polémica entre los
sectores universitarios, quienes desde agosto de 1933 iniciaron los
preparativos para realizar el que sería el Primer Congreso de Universitarios
Mexicanos que tenía como objetivo buscar la homogenización de las actividades
formales de las universidades de todo el país, así como discutir la situación
en la que se encontraba la educación universitaria.
En
septiembre del mismo año se efectuó el Congreso al que asistieron el presidente
de la República Abelardo L. Rodríguez y el secretario de Educación Narciso
Bassols además de los rectores de las universidades más importantes del país y
delegaciones de profesores y estudiantes de 20 entidades federativas. La
resolución más importante de este Congreso fue que la línea educativa, que se adoptaría
en todas las universidades del país, sería la socialista.
Dicha
resolución fue aprobada luego de haber escuchado la histórica polémica de dos
maestros de la UNAM: Antonio Caso, defensor de la posición conservadora y Vicente
Lombardo Toledano, quien se pronunció en pro de la orientación socialista.
Empero,
la facción conservadora en la universidad no aceptó su derrota, y lejos de
hacer suyos los resolutivos del Congreso, se manifestó en contra de ellos. Fue
así como comenzaron una intensa y agresiva campaña de ataques físicos y
verbales de desprestigio y expulsiones de todos aquellos maestros y estudiantes
que no comulgaban con sus ideas. Así, la expulsión más célebre fue la del
propio Vicente Lombardo Toledano, principal ideólogo y promotor de la educación
socialista en la Universidad y correa de transmisión con el gobierno federal.
Será
a partir de entonces cuando, aprovechando el arropamiento que a los
universitarios les daba la autonomía, las posiciones conservadoras terminaron
de apoderarse de la Universidad Nacional, convirtiéndola en un importante
bastión político opositor de los gobiernos revolucionarios.
2.2. La autonomía plena y los
grupos de choque
Los
enfrentamientos entre la universidad y el Estado se profundizaron cuando en el
mismo año de 1933 el Congreso aprobó una nueva Ley Orgánica para la institución
reconociendo la que, de hecho, fue la autonomía plena, a partir de la cual se
otorgaron a la universidad como patrimonio propio todos los edificios que
ocupaban sus dependencias académicas y administrativas y la suma de diez
millones de pesos, con cuyos intereses debería sostenerse económica y
totalmente independiente del Estado y sin ninguna injerencia de éste. Además de
estas cuestiones, a la universidad se le quitó el carácter de nacional.
Empero, al ponerse en práctica la nueva
autonomía, y debido al poder que se otorgó al Consejo Universitario para la
elección del rector y los directores de escuelas, lo que de inmediato se
observó fue una abierta exacerbación entre los diferentes grupos universitarios
de poder que se disputaban el control político e ideológico de la institución.
Esta situación fue la constante durante los once años en que estuvo vigente la
autonomía plena. Por eso, con toda la razón, a esta etapa se le ha considerado
como uno de los períodos más oscuros, conservadores y proclives al catolicismo.
Durante toda esa etapa, fue posible observar
que en la historia de la UNAM no ha habido época en la cual los diferentes
grupos, que en distintos momentos han aparecido en su seno, no quieran
consolidarse y expandir su influencia a otros ámbitos de poder que para ellos
resultan estratégicos, a través de la utilización de distintas prácticas
lícitas e ilícitas, como es el hecho de formar grupos de choque. Por eso, es en
este periodo en el que se puede encontrar el germen de lo que hora es el
porrismo.
Asimismo, fue en la etapa de la autonomía plena
en donde se pueden encontrar por lo menos cuatro referentes estudiantiles que
en diversos momentos de la vida universitaria ejercieron la violencia en contra
de sus adversarios.
2.2.1.
La UNEC
A
finales de 1926, poco después de iniciada la rebelión cristera (1926-1929), la
Acción Católica Mexicana (ACM) que operaba bajo la dirección de la Compañía de
Jesús de tendencia jesuita, impulsó la creación de la Confederación Nacional de
Estudiantes Católicos (CNEC) como su brazo político estudiantil y cuyos fines
fueron: “la protección y fomento de los intereses de los estudiantes, la
libertad de la enseñanza, la cristianización de la juventud estudiantil, la
educación social y cívica de sus socios y la mutua ayuda entre éstos.”[6]
Cinco
años después de haber sido fundada y cuando la rebelión cristera ya había concluido,
en su convención anual de 1931, la CNEC se transformó en la Unión Nacional de
Estudiantes Católicos (UNEC), la cual siguió manteniendo los mismos objetivos:
“Fomentar la cultura católica entre los universitarios”. Para ese momento la
UNEC tenía una importante presencia en la universidad y el control de la
Federación Estudiantil Universitaria (FEU), luego de que en 1933, conjuntamente
con Manuel Gómez Morín, rector de la universidad, habían expulsado
violentamente de la institución tanto a maestros como estudiantes de tendencia liberal
y de izquierda.
Empero,
para finales de los años treinta la UNEC empezó a perder fuerza, no sólo porque
dentro de la universidad ya habían aparecido otras organizaciones estudiantiles
de la misma tendencia, como el grupo de Los Conejos, que cada día extendía su
presencia dentro del campus universitario, sino también por una decisión
superior que le solicitó moderar sus actividades políticas atendiendo los
problemas de organización, orientación y trabajo en la universidad, así como
“por razones circunstanciales” luego de que las autoridades eclesiásticas no
reconocieron a esta organización como la rama fundamental de la ACM.[7]
2.2.2.
Los pistoleros de la Rectoría
Durante
1935, un nuevo grupo de choque con características evidentemente porriles apareció
en la universidad cuando el pleno del Consejo Universitario eligió al
licenciado Luis Chico Goerne como nuevo rector, quien anunció la intención de
formar un grupo de choque para proteger sus intereses como rector[8] y contrató los servicios
de un investigador adscrito a la institución llamado Aurelio Ballados, conocido
como El Foforo, quien se dio a la
tarea de organizar dicho grupo.[9] Finalmente el referente
quedó constituido por estudiantes de diferentes planteles destacados en la
práctica de algún deporte como el box, la lucha libre y el futbol americano.
La
determinación del rector, sin embargo, dio pauta para que en el seno de la
comunidad universitaria a este referente se le conociera como Los Pistoleros de la Rectoría y poco más
tarde como Los Pistolos, una vez que El Foforo, renunció al cargo y en su
lugar se nombró a Amado Torres, apodado El
Pistolo.[10]
Al
nuevo grupo se le encomendaron diversas tareas, como apoyar a los estudiantes
de las diferentes escuelas de la universidad, proclives a la Rectoría, que se
propusieran como candidatos a las presidencias de las sociedades de alumnos de
las escuelas, ya que, en ese entonces, conquistar
la mayoría de estas representaciones también significaba ganar el control de la
Federación Estudiantil Universitaria. Esto resultaba muy importante, ya que, en
la Ley Orgánica de 1933 la FEU tenía
un peso muy importante en la elección de las autoridades universitarias, puesto
que por medio del Consejo Universitario los estudiantes también participaban en
la elección del rector y los directores de las escuelas.
Empero, el 9 de junio de 1938, Luis Chico Goerne, se vio
obligado a renunciar al cargo no sólo por haber sido acusado de hacer mal uso
del presupuesto, sino sobre todo por permitir la acción de los grupos de
“pistoleros”.[11]
2.2.3. Los Conejos
Con
el fin de combatir a la educación socialista, en 1936 surgió el grupo ultraderechista
Los Conejos, que contó con una
significativa presencia, tanto en la universidad como en otras instituciones
educativas del interior del país, cuando a finales de los años treinta ganó la
dirección de la Confederación Nacional de Estudiantes (CNE).
El
grupo de Los Conejos se comenzó a conformar
desde 1936, inicialmente alrededor de un club de actividades deportivas y de
excursionismo llamado Esfuerzo, de
donde después se seleccionaba a algunos de ellos que luego pasaban a formar
parte de otra organización llamada El
Grupo.
Se
trataba de una organización muy bien estructurada por medio de células que
actuaban independientes unas de otras y, por eso mismo, la inmensa mayoría de
sus integrantes no se conocían entre sí. Era más bien una organización
reservada-secreta, juramentada e integrada fundamentalmente por jóvenes
egresados de escuelas y colegios particulares, bajo la orden de los Hermanos
Maristas y egresados de los colegios Lasallistas. Cuando los jóvenes eran
aceptados como miembros de la organización, estaban obligados a vivir bajo el
juramento de guardar los secretos de la misma.
En
el caso muy particular de la Universidad de México, Los Conejos llegaron a tener una fuerza política impresionante
cuando ganaron la FEU, el Consejo Universitario y una gran parte de las
sociedades de alumnos.[12] Igualmente, contaba con
un significativo número de estudiantes y maestros en la gran mayoría de las
escuelas de la universidad.[13]
2.2.4.
La Briostapo
Un
hecho muy importante de lo que más tarde sería conocido el porrismo en la universidad,
fue el que tuvo lugar a mediados de los años cuarenta protagonizado por Rodulfo
Brito Foucher, quien en 1942, con el apoyo de la UNEC, Los Conejos, los grupos Bios
y Lex, la Compañía de Jesús y otros
consejeros de la misma tendencia,[14] arribó a la Rectoría para
un periodo de cuatro años (1942-1946),[15] casi diez años después de
haber ocupado la dirección de la Facultad de Derecho, en donde se dio a conocer
como una persona autoritaria y simpatizante de las posiciones nazifascistas.
Una
de las primeras acciones de Brito fue la creación de un amplio grupo de choque
a su exclusivo servicio en el que, además de los miembros de las diferentes organizaciones
ultraderechistas que lo habían apoyado para su llegada a la Rectoría, también quedaron
integrados estudiantes fósiles de la
universidad que antes pertenecieron a Los
Pistolos. Por medio de La Briostapo
Brito instrumentó una etapa de terror y violencia dentro del campus
universitario, siendo los más directamente atacados los estudiantes y
profesores liberales y de izquierda.[16]
Durante
el verano de 1944 una chispa encendió la pradera cuando en el seno del Consejo
Universitario, aún controlado por el rector Brito, los directores de la
Preparatoria, Veterinaria y Comercio fueron relectos, pese a no contar con el
consenso de sus respectivas comunidades. De inmediato el hecho generó el
descontento y una huelga estudiantil en la Preparatoria a la que luego se le sumaron
los estudiantes de Comercio, Derecho, Economía y Veterinaria, mismas que Brito
enfrentó enviando a La Briostapo para
reprimirlas.[17]
El
26 de julio de 1944 la Briostapo se
apoderó violentamente de los locales de los huelguistas de Derecho y Veterinaria,
trayendo como consecuencia la muerte de un estudiante varios estudiantes heridos
de gravedad.[18]
Esto ocasionó que la movilización estudiantil se generalizara en toda la universidad
en contra de Brito, quien se vio obligado a renunciar al cargo cuando aún le
faltaban dos años para concluir su rectorado.
El
contexto en el que Brito Foucher salió de la Rectoría fue el mejor pretexto para
que el gobierno de Manuel Ávila Camacho determinara rescatar a la universidad de
manos de la derecha para que el Estado se volviese hacer cargo de la misma,
luego de 11 años de haberle concedido la autonomía plena.
De
esta manera, solicitada por la Presidencia de la República, a finales de 1944,
los ex rectores de la universidad, con excepción de Brito, elaboraron una nueva
Ley Orgánica para institución en la que le restituyeron el subsidio federal y
el carácter de nacional. El 6 de enero de 1945 la nueva ley entró en vigor y
sigue vigente hasta la fecha.
3. El Estado otra vez en la UNAM
Con la
salida de Brito Foucher de la Rectoría, también llegó a su fin el grupo de
choque de la Briostapo, constituyendo
una fuerte derrota para los sectores conservadores de la universidad, quienes
desde 1910 se habían atrincherado en la universidad convirtiéndola durante más
de tres décadas, en uno de los bastiones opositores más importantes de los
gobiernos revolucionarios.
A partir de entonces se inició una nueva etapa
de colaboración y coexistencia pacífica entre la universidad y el Estado, al
tiempo que las movilizaciones estudiantiles en la UNAM ya fueron más
esporádicas y no antigubernamentales. Por eso mismo, los grupos de choque,
provisionalmente ya no fueron tan necesarios como en el pasado.
Este acercamiento entre el Estado y la universidad también significó
un paulatino desplazamiento de las tendencias conservadoras, que en otro
momento habían sido las hegemónicas dentro de la casa de estudios. He ahí
porqué el priismo pudo formar y reclutar sus cuadros políticos e ideológicos
con menos dificultad que antes.
Al comenzar la década de los cincuenta, la UNAM que ya contaba con una
población de 24.929 estudiantes y era una de las instituciones educativas
políticamente más estables del país.[19]
Por esta razón se decía que los universitarios eran “los hijos mimados del
régimen”, se portaban políticamente bien y no le daban problemas al gobierno.
Gracias al buen comportamiento, a principios de los cincuenta a los
universitarios se les entregó moderna y bella Ciudad Universitaria.
Aquellos estudiantes, al igual que sus compañeros de décadas
anteriores, también practicaban muchas de las tradicionales actividades de una
clase estudiantil políticamente indiferente y feliz. Así, anualmente se
llevaban a cabo las célebres “novatadas” con los alumnos de nuevo ingreso[20]
que iban desde el corte total del pelo y los baños con agua fría, hasta los
desfiles por las calles de la ciudad casi totalmente desnudos, amarrados y
pintarrajeados con pintura de aceite.[21]
Este era el máximo grado de actividad porril que entonces se observaba en esta
época en la UNAM.
4. La
emergencia estudiantil de izquierda y la activación del porrismo
4.1. La emergencia estudiantil de izquierda
En las postrimerías de los años
cincuenta, la estabilidad política y económica que había caracterizado a los sexenios
de Manuel Ávila Camacho, Miguel Alemán Valdés y Adolfo Ruiz Cortines, comenzó a
observar los primeros síntomas serios de agotamiento luego de la insurgencia
sindical de 1958 y 1959 protagonizada por trabajadores telegrafistas,
tranviarios, maestros de educación primaria y sobre todo ferrocarrileros.[22]
Además de aquellas acciones, también fue la primera ocasión en la
historia de la UNAM en que los estudiantes se manifestaron masiva y
públicamente fuera de los salones de clase con el fin de protestar por el alza
en el precio del pasaje urbano. Simultáneamente brigadas estudiantiles se
sumaron a la insurgencia sindical. Igualmente fue la primera vez en que el
gobierno bloqueó militarmente la Ciudad.[23]
Fue de esta forma como las acciones estudiantiles se convirtieron en un
movimiento social independiente. Como respuesta a esta movilización, el
gobierno dejó sin efecto la medida que autorizaba incrementar el precio del
pasaje.
Pero independientemente de lo efímero de la movilización,
históricamente resultó ser punto de inflexión o ruptura entre aquellos
estudiantes universitarios, despolitizados e indiferentes de la problemática
sociopolítica del país y los que ahora salían a la palestra desafiando al
gobierno. Esta última tendencia se vio cualitativa y cuantitativamente
fortalecida cuando en enero de 1959, triunfo la Revolución cubana la que de
inmediato se convirtió en un poderoso polo de atención para millones de jóvenes
de todo el continente americano. La Revolución cubana provocó una acelerada
politización de la generación estudiantil universitaria de los años sesenta al
sentirse profundamente cautivada e identificada con las ideas y utopías de este
movimiento revolucionario.[24]
Concomitantemente, en mayo de 1960, en la Ciudad de México, se efectuó
el XIII Congreso Nacional del Partido Comunista Mexicano (PCM) que, entre otros
aspectos, resolvió “la necesidad de una nueva revolución en México”.[25]
Derivado de mismo Congreso, en 1961 el PCM resolvió reconstruir su referente
juvenil, la Juventud Comunista de México (JCM) e impulsar un órgano estudiantil
nacional. En 1963, en la ciudad de Morelia, Michoacán, se efectuó el que sería
el Primer Encuentro Nacional de Estudiantes Democráticos con la asistencia de
representantes estudiantiles de las diferentes corrientes políticas de la izquierda.
Ahí también se sentaron las bases para la fundación de la que más tarde fue la
Central Nacional de Estudiantes Democráticos (CNED), que apoyó las diferentes
luchas realizadas por este sector. Movilizaciones que de una u otra manera
coadyuvaron a crear las condiciones del ‘68 mexicano.
A partir de la emergencia estudiantil de izquierda el gobierno y su
partido decidieron contrarrestarla echando a caminar sus grupos de choque.
4.2. La activación del porrismo
El
concepto de porrismo, tal y como hoy lo conocemos, se comenzó a conformar desde
finales de los años cuarenta, por las porras de animación deportiva que
asistían a los encuentros de futbol americano entre la UNAM y el Politécnico,
dirigidas por un célebre y carismático personaje juvenil llamado Luis
Rodríguez, apodado El Palillo, quien con el apoyo de Nabor Carrillo
Flores, rector de la UNAM (1953-1961) y de algunos personajes ligados al poder,
comenzó a enrolar y canalizar las inquietudes de cientos de jóvenes
preparatorianos para la realización de trabajos extraordinarios, dentro y fuera
del campus universitario, encargados por sus protectores.[26]
Para asegurar la participación de los jóvenes
en esos trabajos, El Palillo les
regalaba suéteres deportivos que a su vez a él le proporcionaban los diferentes
presidentes de la República con quienes tenía una estrecha relación.
Simultáneamente, llevaba a cabo gestiones para la aprobación de materias,
otorgamiento de becas alimenticias, orgías, parrandas, boletos para eventos
deportivos, viajes, etcétera.
Esta situación dio pauta para que en las
preparatorias las porras de animación deportiva cada vez cobraran más fuerza como grupos de choque. Paralelamente,
algunos de estos grupos empezaron a vender protección a los comercios aledaños
a las escuelas, un abierto consumo de estupefacientes en los medios
estudiantiles, un embrionario tráfico de drogas, pandillerismo y asaltos a mano
armada, etcétera.[27]Por
otra parte, a estos grupos se les empezaron a sumar vagos y malvivientes de los
alrededores de los planteles.
Y aunque todo esto era del conocimiento de las
autoridades universitarias y gubernamentales, no se ejercitaba ninguna para
castigarlos. Lejos de eso, en ocasiones las toleraban y alentaban. A medida en
que las acciones delictivas de las porras se fueron generalizando, empezaron a concretar
alianzas coyunturales con los equipos de futbol americano. Estas alianzas se
fueron haciéndose cada vez más comunes, sobre todo al momento de la elección de
las sociedades de alumnos, la FEU y, ante todo, la Federación Universitaria de
Sociedades de Alumnos (FUSA) fundada en 1961, durante el rectorado del doctor
Ignacio Chávez. En estos casos dichos agrupamientos se unificaban ya sea para
apoyar a algún candidato, golpear a contrincantes o apoderarse por la fuerza de
las urnas de votación; así, dependiendo de los intereses que estaban en juego
durante la elección eran las golpizas, las amenazas, los robos de urnas o la
intimidación a los dirigentes estudiantiles. En todos los casos, estos grupos
eran movidos como piezas de ajedrez por sus promotores.
Durante
esta nueva etapa del porrismo, una de las primeras acciones de los grupos de
choque fue el que tuvo lugar en de agosto de 1960 cuando integrantes de los
equipos de futbol americano y de lucha de la Universidad fueron enviados a
disolver un mitin estudiantil que ese día se llevó a cabo en la explanada
central de la Ciudad Universitaria para protestar contra el gobierno quien días
antes había mandado a la policía a golpear a los maestros de la Sección IX del
SNTE. Por confesión de algunos de los agresores que fueron detenidos por los
estudiantes, a cada uno de ellos, aproximadamente unos 300, se le pagaron la
cantidad de 25 pesos provenientes del licenciado Humberto Romero Pérez,
secretario Particular de la Presidencia de la República.[28]
Para mediados de los años sesenta, el porrismo
en la UNAM ya era un fenómeno muy consolidado, temido y diseminado en todas las
preparatorias y en algunos planteles de la Ciudad Universitaria, por ejemplo.
Aunque en algunos casos, como lo fue el movimiento estudiantil de 1966 que
trajo la caída del rector Ignacio Chávez, estos grupos no actuaron
unificadamente como bloque, ya que mientras que unos apoyaron el movimiento
contra el rector, otros permanecieron al margen.
Terminado el conflicto y tras la designación de
Javier Barros Sierra como el nuevo rector, de inmediato las porras buscaron acomodo. Sin embargo, no fue sino hasta la
llegada ese mismo año de Vicente Méndez Rostro, como director general de la
Escuela Nacional Preparatoria, cuando las
porras lograron su mayor éxito y grado de cohesión y
consolidación.[29]
Así, poco antes de que el nuevo directivo tomara posesión del cargo, los grupos
porriles le ofrecieron su apoyo, mismo que éste aceptó de inmediato. A partir
de ese momento se abrió una nueva partida en el presupuesto universitario para
subsidiarlos.
Sobre todo en las escuelas preparatorias el
porrismo se fortaleció aún más que antes y por eso su actuación fue con un
mayor grado de impunidad. Así, por ejemplo, durante 1967, en el Tribunal Universitario,
a los porristas le levantaron más de un centenar de actas por hechos delictivos
dentro de las escuelas sin que ninguno de los casos fueran estudiados.[30]
Lo mismo ocurría cuando los ciudadanos, ajenos a los planteles universitarios, denunciaban
en las delegaciones policíacas la comisión de algún delito de los porros. Era
obvio que hasta ahí llegaba el apoyo que los diferentes padrinazgos les daban a
los porros.
Poco
antes de que estallara el 68 mexicano, el pandillerismo, la delincuencia, el
tráfico y el uso de estupefacientes se convirtieron en un cómodo y productivo modus
vivendi de los porros, quienes hicieron de los planteles sus cuarteles
generales. Esta situación ocasionó que varias sociedades de alumnos en unión
con profesores y empleados administrativos demandaran la inmediata desaparición
de estos grupos.[31]
5. El
porrismo durante el 68 mexicano
Cuando
el 68 mexicano llegó, las acciones antiporriles quedaron pendientes, pasaron a
un segundo término, o los grupos porriles fueron prácticamente expulsados de
las escuelas, tal y como tradicionalmente ha sucedido en los movimientos
estudiantiles que desde entonces han tenido lugar en la UNAM.
No
obstante esto, algunos de estos grupos todavía llevaron a cabo diversas
acciones de provocación y vandalismo con el fin de provocar la intervención de
la fuerza pública y desprestigiar al movimiento estudiantil. Así, y sólo para
ejemplificar lo antes señalado, hay que recordar que, durante la noche del 29
de julio, entre los estudiantes de la Preparatoria 3 que horas antes habían
declarado la huelga, se encontraban inmiscuidos algunos miembros de las porras, quienes fueron los que se dedicaron a
prenderle fuego a los camiones varados cerca del plantel, así como a
enfrentarse a la policía antes del bazucazo.
Sin
embargo, cuando en la madrugada del 30 de julio el Ejército disparó el bazukazo
contra la puerta del antiguo Colegio de San Idelfonso y pudo penetrar al
recinto, deteniendo a todas las personas que se hallaban adentro, los
integrantes de las porras fueron liberados de inmediato, tras ser identificados
frente al sub jefe de la policía metropolitana, coronel Raúl Mendiolea
Cerecero.[32]
Una situación muy similar a ésta fue la que tuvo lugar esa misma madrugada en
la Preparatoria 5 de la UNAM, que también
fue militarmente allanada y aprehendido a decenas de estudiantes, toda vez que,
durante todo el tiempo que duró el movimiento, la policía les
proporcionó credenciales a los porristas a fin de que pudieran ser identificados
en cualesquier instante, logrando que éstos se movieran con la impunidad que
requerían para la realización de las tareas encomendadas.[33]
A
la par de estas acciones, durante los primeros días de agosto grupos porriles
encabezados por un personaje de nombre Sergio Romero, mejor conocido como El Fish,[34]
trataron romper la huelga a través de un membrete denominado “Comité de Huelga
Preparatoriano” el cual, en una inserción pagada en diversos diarios
capitalinos, dio a conocer una serie de demandas relativamente similares a las
enarboladas por el movimiento,
con la idea de crear más confusión en el
ambiente político estudiantil de esos días.[35]
Y aunque para esa acción el gobierno capitalino destinó una
gran cantidad de recursos financieros, no tuvieron ningún eco entre las bases estudiantiles
preparatorianas.
Luego
de ese fracaso, El fish decidió
cambiar de estrategia, ordenando a sus grupos que se unificaran con elementos
del Instituto Nacional de la Juventud Mexicana, las juventudes priistas, el
MURO y diferentes policías, quienes en diferentes zonas de la Ciudad de México
y a nombre de los estudiantes, se dedicaron a cometer diversas tropelías, como asaltar
comercios, agredir a transeúntes, quemar camiones y trolebuses para
desprestigiar al movimiento y crear confusión entre sus simpatizantes.[36] A la par de estas
acciones, los grupos de El Fish, junto
con el entonces embrionario grupo paramilitar Los Halcones, fueron los responsables de perpetrar una serie de
asaltos, secuestros y ametrallamientos de diferentes escuelas preparatorias,
vocacionales y El Colegio de México.
Toda
esta campaña de terror fue el preámbulo a la toma militar tanto de la Ciudad
Universitaria como del Casco de Santo Tomás, las noches del 18 y 23 de
septiembre, respectivamente. Y por supuesto, fue también el hecho que ayudó a
enrarecer todavía más el ambiente político en la Ciudad de México antes de la
masacre de Tlatelolco.
Luego
del 2 de octubre el movimiento estudiantil quedó muy golpeado. Será a partir de
entonces cuando de nueva cuenta los grupos porriles volvieron a aparecer en los
planteles de la UNAM de donde habían desaparecido desde los primeros días del
movimiento. Sin embargo, este retorno era para exhibirse por los pasillos de
los edificios escolares con todo y sus armas en la mano, así como arrojar
petardos o bombas lacrimógenas, disolver mítines y asambleas en donde se
discutían las acciones para darle continuidad y fortaleza al movimiento.
Los
grupos porriles regresaban más envalentonados y con mayor fuerza que antes del
movimiento puesto que ahora ya no solamente estaban ligados a funcionarios universitarios,
sino también a las diferentes corporaciones policíacas capitalinas y, sobre
todo, a miembros del gobierno quienes les pagaban y reconocían sus servicios
para el restablecimiento del orden y la paz en las escuelas y el país. Ya no se
trataba de los simples grupos de pandilleros bravucones que se conformaban con realizar
desmanes dentro de los planteles o en los estadios deportivos. En lo sucesivo,
las porras serían algo más que eso: fuerzas auxiliares no oficializadas,
convertidas en verdaderas organizaciones paramilitares, fuertemente armadas
para llevar a cabo el acallamiento de activistas en las escuelas e impedir por
todos los medios a su alcance el resurgimiento de la movilización estudiantil.
El
poder de las porras tendió a fortalecerse aún más, sobre todo en el mes de noviembre,
cuando en los planteles, a propuesta del CNH, se discutía si se levantaba o proseguía
la huelga. Un claro ejemplo del poder porril fue cuando, el 27 de noviembre, en
la Preparatoria 5 de la UNAM grupos porriles atacaron con armas de fuego a
estudiantes de las
vocacionales 2 y 5 del Politécnico, que habían acudido a apoyar a los
estudiantes de ese plantel. Los porros le dieron muerte a uno de los
estudiantes visitantes, quien recibió un tiro en la cabeza, e hirieron a otras
13 personas.
Pero aun y cuando existían
todas las evidencias de que los porristas son los que habían disparado, la
policía, que presenció la balacera sin intervenir, convirtió a los estudiantes
agredidos en los agresores, por lo que tres politécnicos fueron detenidos y consignados
y otros seis remitidos al Tribunal para Menores bajo las acusaciones de homicidio
y disparo de arma de fuego.
6. El porrismo después del ‘68
Independientemente
de que el movimiento estudiantil terminó desde diciembre de 1968, el régimen de
Gustavo Díaz Ordaz siguió llevando a cabo una fuerte actividad represiva. Fue
en este tenor en donde los grupos porriles también llevaron a cabo una parte
muy importante de esa represión.
En
efecto, tanto en las escuelas preparatorias de la UNAM, como las preparatorias
populares y en algunas escuelas y facultades de la Ciudad Universitaria, se
instrumentó una implacable campaña de agresiones con las que incluso se abonó
en el ya alto índice de estudiantes muertos.[37]
Empero,
la serie de agresiones en contra de los estudiantes del bachillerato
universitario no era ninguna casualidad de los grupos porriles que la
instrumentaban. Se trataba más bien de una verdadera vendetta del gobierno en
contra de los estudiantes de estas escuelas quienes, al igual que los de las
escuelas vocacionales y prevocacionales del Politécnico Nacional, durante el ‘68
mexicano habían sido los protagonistas más activos y decididos que en infinidad
de ocasiones se enfrentaron con la fuerza pública.
Después
del ‘68 mexicano, el porrismo no solamente estaba destinado a la realización de
actividades represivas sino que también sería el encargado de promover
festivales musicales en donde se hacía circular la mariguana que inicialmente
era vendida a precios bajos y posteriormente hasta se regalaba masivamente, ya
que con ello se pretendía que los estudiantes, y más particularmente los menos
politizados, se refugiaran en el escapismo en lugar de ocuparse de la
problemática sociopolítica del país, y que dicho movimiento había exhibido y puesto en la palestra de la discusión.[38]
Luego de que en 1970 concluyó el sexenio de Gustavo Díaz
Ordaz y arribó al poder Luis Echeverría Álvarez, el movimiento estudiantil en
general, y en particular el universitario, encontró ciertas condiciones
relativamente favorables para su respectiva reactivación. Aunque esta situación
también trajo consigo la radicalización y ampliación del radio de acción de los
grupos porriles ya no únicamente en los planteles del bachillerato, sino
también en las escuelas de la Ciudad Universitaria, con el claro afán de
impedir violentamente cualesquier tipo de manifestación de protesta
antigubernamental.
6.1. El grupo porril “Francisco Villa”
Desde principios de 1971 y ya durante el nuevo régimen
encabezado por Luis Echeverría Álvarez, los grupos porriles aparecieron
arropados en un membrete denominado Asociación Universitaria y Preparatoriana Francisco
Villa, cuyo fin inmediato sería combatir a los comités de lucha, a sus
dirigentes y al Comité Coordinador de Comités de Lucha (CoCo), que operaba en
la UNAM, el Politécnico y otras escuelas.
En
esta tesitura, por medio de un comunicado ampliamente difundido en todo el
campus universitario este nuevo agrupamiento invitaba a toda la comunidad
universitaria: “a emprender una acción definitiva que cristalice en los anhelos
de formar una casa de estudios democrática, anti dogmática, libre, genuinamente
representativa de sus esencias, que son los fines para los que fue creada”.[39] Asimismo,
en un segundo comunicado reiteraba su llamamiento a: “Repudiar a los llamados
Comités de Lucha que dicen representarte, siendo que en realidad sólo sirven a
grupos y personas ajenas a la Universidad de las que reciben dinero y
orientación”.[40]
Empero,
estos comunicados no tuvieron ninguna respuesta de la comunidad universitaria y
lo único que generaron fue un clima de tensión y alerta en el campus universitario,
de los miembros de los diferentes comités de lucha y el CoCo.
A
finales de marzo de 1971 la situación hizo crisis luego de que una asamblea de
estudiantes rechazados de la Facultad de Comercio, que eran apoyados por los
comités de lucha de las facultades de Ciencias e Ingeniería, fue atacada por
los integrantes del nuevo agrupamiento porril. Ese mismo día este grupo también
atacó e hirió a varios activistas de los comités de lucha cuando éstos hacían
antesala en las oficinas de la Rectoría, a donde habían ido para denunciar ante
el rector Pablo González Casanova el ataque de que había sido objeto la
asamblea.[41]
Un
día después de estos hechos, a través de dos comunicados, los grupos porriles acusaron
al PCM “de querer parar y desquiciar la Universidad para sus fines políticos,
valiéndose de los compañeros que, por diversas circunstancias, no han podido
ingresar a ésta”.[42]
Igualmente, denunciaron a los comités de lucha como los únicos responsables de
la agresión que en el sexto piso de la Rectoría sufrieron los “verdaderos
estudiantes”.[43]
Por
su parte los diferentes comités de lucha, iniciaron una intensa campaña para
enfrentar el problema del porrismo en la UNAM. En este sentido, las propuestas
de solución variaron. Así, fueron desde aquellas que le demandaban a la
Rectoría decretar la inmediata expulsión y consignación penal de los
responsables de la agresión en las oficinas de la Rectoría,[44]
hasta las que proponían hacerse justicia por su propia mano, ya que:
[...] es claro que la porra no se va a ir porque se lo pidamos al rector; sino que la
tenemos que sacar mediante la violencia
revolucionaria organizada de las masas (subrayado en el original), lo que
significa la necesaria preparación para defender nuestros mítines, asambleas,
locales, etc.; y para devolver los golpes.[45]
En tanto, los agrupamientos porriles, una vez más no se
quedaron callados. En una carta abierta dirigida al rector González Casanova,
posteriormente dada a conocer en toda la Ciudad Universitaria, dijeron que: “[…]
grupos radicales mal llamados comités de lucha, agredieron en la torre de
Rectoría a un grupo de estudiantes compañeros nuestros con armas punzo
cortantes, palos y tubos, etcétera”.[46]
Igualmente manifestaron sin más evidencias de sus propios dichos que:
Los mal llamados comités
de lucha han estado sesionando y provocando inquietudes entre la base
estudiantil, al grado de haber publicado algunos manifiestos donde
frecuentemente incitaban a la revolución en apoyo de los detenidos como
asaltantes de bancos, alteradores del orden público y pseudo guerrilleros.[47]
Esta vez las acciones impulsadas por los estudiantes
fueron básicamente dos: Un emplazamiento hecho al rector solicitándole un
pronunciamiento público sobre el problema aplicando medidas más efectivas
contra del porrismo y un tibio y efímero apoderamiento de las oficinas de la
dirección de algunas escuelas con lo que se pretendía darle más cobertura y
extender la movilización estudiantil antiporril. Empero, estas acciones no
fueron lo suficientemente contundentes, ya que en menos de dos semanas la
movilización se diluyó totalmente sin haber logrado ninguno de sus principales
objetivos.
Pero independientemente de la irritación provocada por la
violencia y prepotencia de los grupos porriles, lo cierto es que el movimiento
estudiantil no tuvo la suficiente capacidad para lograr desde aquel entonces
una movilización universitaria amplia y contundente con la que se erradicara o
aminorara en la UNAM el añejo problema de la violencia porril.
Quince meses después de la movilización estudiantil
antiporril, en junio de 1972, en el auditorio de la Facultad de Ingeniería de
la Ciudad Universitaria se volvió a suscitar un enfrentamiento, ahora a
balazos, entre un grupo porril con integrantes de los comités de lucha de las
facultades de Derecho e Ingeniería, en el que murieron dos de los porros: Antonio Carbajal La Tota, quien recibió dos
balazos, así como Alfredo Romero El
Toro, quien también recibió un
disparo. Además de los
porristas muertos, también Melba Pérez, estudiante de la Facultad de Ciencias,
quien se encontraba dentro del auditorio, fue herida de bala.[48]
Los hechos de este día
produjeron una serie de controvertidas declaraciones. Así, los comités de lucha
de toda la universidad, en una asamblea general que tuvo lugar el mismo día de
los hechos en el auditorio Che Guevara de
la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, culpó al grupo Francisco
Villa de ser el responsable de la
provocación, al tiempo que también
condenó y denunció la escalada de
provocación de la que era objeto el movimiento estudiantil.[49]
Por su parte, el grupo Francisco
Villa
señaló a Pablo Gómez Álvarez, Raúl León de la Selva e Isaías Morales “El Zorry”, de los comités de lucha de
Economía, Derecho y Filosofía y Letras, respectivamente, de ser los
responsables materiales de las muertes de sus compañeros.[50]
Complementariamente, los grupos porriles inundaron la Ciudad Universitaria con
miles de volantes editados en imprenta con leyendas como ésta: “Comités de
Lucha de Ingeniería, Derecho, Ciencias, Arquitectura, etc. ¡ASESINOS!”,[51]
o bien con otra: “León de la Selva, Pablo Gómez... ¡ASESINOS!”[52]
En tanto que el presidente Luis Echeverría, señaló que:
“Es muy lamentable. La violencia no lleva a ningún lado, es contraproducente, y
tiende a reproducirse. Y es, en los sitios donde se estudia [...] donde todos
los asuntos deben ventilarse sin violencia”.[53] Finalmente,
el rector Pablo González Casanova, conjuntamente con los miembros de su staff, no
solamente responsabilizó a los grupos porriles, sino también a los provocadores
infiltrados dentro del movimiento estudiantil. Exactamente en el mismo sentido
se pronunciaron la totalidad de los directores de escuelas y facultades de la
UNAM.[54]
Efectivamente, lo acontecido el 13 de junio de 1972 en la
Ciudad Universitaria, no fue una mera casualidad provocada por un grupo de
jóvenes equivocados, sino una acción de verdaderos provocadores, conscientes de
llevar a cabo una tarea previamente encomendada consistente en la
desestabilización de la UNAM, así como el aniquilamiento de un rectorado
progresista como el de Pablo González Casanova, que para algunos sectores de
dentro y fuera del gobierno resultaba incómodo. Otro de los objetivos era desprestigiar
al movimiento estudiantil contribuyendo con ello a su descomposición y virtual
desaparición, como realmente aconteció.
Igualmente, al poco tiempo de estos violentos acontecimientos
y luego de haber cumplido con una parte de su encomienda, el grupo “Francisco
Villa” se declaró formalmente disuelto con lo cual el porrismo, por lo menos en
el seno de la UNAM, entró en un periodo de reflujo que duró hasta mediados de
los años ochenta, luego de que el movimiento estudiantil universitario volvió a
reactivarse.
6.2. La reactivación del porrismo después del reflujo
Ya se ha dicho que la función histórica del porrismo en
la UNAM, y en las demás instituciones educativas donde actualmente existe, ha
sido la de reprimir violentamente todo tipo de movilización estudiantil independiente
dentro y fuera de los recintos escolares. Por eso cuando el movimiento
estudiantil entra en reflujo, tal y como aconteció entre los albores de los
años setenta y mediados de los ochenta en la UNAM, el porrismo también se
inmoviliza o se dedica a realizar otras actividades delictivas, aunque no de
carácter político. Pero cuando la movilización estudiantil se reactiva, inmediatamente
el porrismo hace lo mismo. Es decir, otra vez sale de donde se encuentre a
ejercitar la violencia en contra de los estudiantes movilizados.
En la UNAM esto se observaría con toda nitidez cuando
entre 1986-1987 estalló la protesta dirigida por el Consejo Estudiantil
Universitario (CEU) contra de una serie de reformas de carácter neoliberal, que
el gobierno federal pretendió implementar a través del Consejo Universitario de
esta casa de estudios. En ese entonces, muchas de las acciones porriles se
instrumentaron desde la Secretaría de la Rectoría cuyo titular era Carlos
Barros Horcascitas, así como por algunos directores de las escuelas preparatorias.[55]
Este conflicto que tuvo sus momentos más álgidos entre
octubre de 1986 y febrero de 1987, concluyó con el acuerdo de llevar a cabo en
la UNAM un Congreso democrático, de carácter resolutivo, en donde se discutiera
toda su problemática, mismo que finalmente se realizó entre los meses de mayo y
junio de 1990. Sin embargo, en esos cuatro años que tardó en efectuarse dicho
evento se observó una intensa actividad de los grupos porriles con el fin de
disuadir la participación estudiantil en el multicitado Congreso.[56]
A partir de entonces los grupos porriles siguieron
operando sobre todo en las diferentes escuelas del bachillerato. Por eso,
durante el nuevo movimiento estudiantil que tuvo lugar en la UNAM entre el 20
de abril de 1999 y el 6 de febrero del 2000 en contra del alza de cuotas de
inscripción,[57] una vez más, los grupos
porriles volvieron a reactivarse. Aunque esta reactivación sería más evidente
durante los últimos meses del conflicto, luego de que el movimiento ya estaba
muy desgastado o en su fase terminal. Toda vez que, durante la efervescencia de
los movimientos estudiantiles el porrismo se esconde, no actúa, sino que espera
que la rebeldía se debilite y ante todo que entre en reflujo. Esta siempre ha
sido y será la tendencia del porrismo.
Una vez más, en septiembre de 2018, luego de que
estudiantes del Colegio de Ciencias y Humanidades Azcapotzalco llevaban a cabo
un mitin en la explanada central de la Ciudad Universitaria, los grupos
porriles volvieron a aparecer para agredirlos, situación que generó una
movilización prácticamente generalizada de todas las escuelas de la UNAM. Sin
embargo, a no ser por la expulsión y el encarcelamiento de varios de los agresores,
nunca se supo quién o quiénes fueron los autores intelectuales de esa agresión.
Hoy en día, luego de 109 años de haber sido refundada y a
90 de haber conquistado su autonomía, la UNAM, con una población de 356.539
alumnos, 41.318 académicos y más de 30.000 empleados administrativos, sigue y
seguirá padeciendo un fenómeno que al parecer llegó para quedarse
indefinidamente: el porrismo.
Conclusión
La
aparición y proliferación de los grupos de choque en el seno de las
instituciones de educación superior de la nación mexicana y más particularmente
en la UNAM y al que ahora se le conoce comúnmente como porrismo, nunca ha sido
un fenómeno casual que protagonicen jóvenes inadaptados, sino que siempre ha
sido una actividad muy bien diseñada por personajes internos y/o externos a los
centros escolares, con el fin de acallar violentamente las diferentes
manifestaciones de protesta generadas por los estudiantes en contra de
autoridades educativas y/o gubernamentales de distinto tipo y magnitud. Por lo
que el origen, posterior desarrollo y consolidación del multicitado fenómeno ha
sido siempre eminentemente político.
Dada
la anterior situación, será muy difícil, por no decir imposible, que el
porrismo pueda ser erradicado de los centros de estudio en donde reiteradamente
surgen y rápidamente se expanden expresiones estudiantiles disidentes que, en
la lógica de la mayor parte de los afectados con las mismas, deben de ser
acalladas violentamente.
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*Universidad Nacional Autónoma
de México.
[1] Disponible en https://www.who.int/topics/violence/es/ [visitado
octubre de 2019].
[2] Sánchez Gudiño, H.
Entrevista realizada el 8/10/19 en la Ciudad de México. Entrevistador: René
Rivas.
[3] Ordorika, I. (2005).
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visión retrospectiva (pp. 459-475). México: UPN/Miguel Ángel Porrúa, p.
462.
[4] Regeneración Radio
(2010). “El porrismo, un viejo nuevo mal en México”. Disponible en: https://regeneracionradio.org/index.php/represion/abuso/item/2569-el-porrismo-un-viejo-nuevo-mal-en-mexico [visitado
octubre de 2019].
[5] Algunos de los ejemplos de
este tipo de grupos aparecidos en la UNAM fue el de Los Conejos, la Unión Nacional de Estudiantes Católicos (UNEC) y
el Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO), todos ellos de
tendencia ultraderechista y estrechamente ligados a la Iglesia Católica.
[6] Rivero del Val, L.
(1974). “El encuentro”, en Don Ramón
Martínez Silva, Semblanzas de un Maestro. México: Editorial Jus, p. 32.
[7] Contreras, G. (2008). Rodulfo Brito Foucher (1899-1970). Un
político al margen del régimen revolucionario. México: Universidad Nacional
Autónoma de México/Plaza y Valdés Editores, p. 276.
[8] Sánchez Gudiño, H.
(2006). Génesis, desarrollo y consolidación
de los grupos estudiantiles de choque en la UNAM (1930-1990). México:
UNAM/Miguel Ángel Porrúa, p. 154.
[9] Ibídem.
[10] Ibídem.
[11] Contreras, G. (2008). Rodulfo Brito Foucher (1899-1970). Un
político al margen del régimen revolucionario, op. cit., p. 277.
[12] Ibídem.
[13] Sánchez Gudiño, H.
(2006). Génesis, desarrollo y
consolidación de los grupos estudiantiles de choque en la UNAM (1930-1990),
op. cit., p. 192, y Santiago Jiménez,
M. A. (2012). Anticomunismo católico.
Raíces y desarrollo del Movimiento Universitario de Renovadora Orientación
(MURO), 1962-1975. Tesis de Maestría en Historia moderna y contemporánea.
México: Instituto de Investigaciones “Dr. José María Luis Mora”, p. 51.
[14] Martínez Della Rocca,
S. (2010). Centenario de la UNAM. Estado
y Universidad Nacional. Cien años de conciliaciones y rupturas. México:
Secretaría de Educación de la Ciudad de México/Universidad de
Guadalajara/Miguel Ángel Porrúa, p. 232.
[15] Durante la Sesión del
Consejo Universitario celebrada el 18 de junio de 1942 había un total de 112
consejeros más tres ex rectores invitados: Ezequiel A. Chávez, José Vasconcelos
y Manuel Gómez Morín. Los resultados de la votación fueron: 76 votos (67.8%)
para Brito Foucher y 34 (32.2 %) para Salvador Azuela.
[16] Guevara Niebla, G.
(1986). Las luchas estudiantiles en
México. México: Editorial Línea, Tomo II, p. 190.
[17] Ibídem.
[18] Molina Vázquez, G.
(1944). “Clamor de profesores y alumnos para pedir el castigo y renuncia de
Brito” en El Popular. Ciudad de
México, 28/7.
[19] Covo, M. (1990). “La
composición social de la población estudiantil de la UNAM: 1960-1985” en Pozas
Horcascitas, R. (Coord.) Universidad Nacional y sociedad (pp.
29-135). México: CIIH-UNAM/Miguel Ángel Porrúa, p. 84.
[20] González de León, T.
(2003). “La vida del barrio universitario”, en De la Fuente, J. R. et al (Coords.). Un destino
compartido. 450 años de presencia de la Universidad en la Ciudad de México (pp.
133-154). México: PUEC-UNAM, pp. 142-143.
[21] Algunos de los ámbitos con alta
tradición en novatadas de carácter prácticamente porril eran las escuelas de
Arquitectura e Ingeniería en donde anualmente se sacaba a pasear a la calle a
los alumnos de nuevo ingreso, a quienes se les denominaba con el mote de Los
perros o novatos. Sin embargo, esta práctica concluyó
definitivamente en 1969 gracias al movimiento estudiantil.
[22] Semo, I. (1989). El
ocaso de los mitos (1958-1968). México: Alianza Editorial Mexicana, pp. 25
y sigs.
[23] Rivas Ontiveros, J. R.
(2007). La izquierda estudiantil en la
UNAM. Organizaciones, movilizaciones y liderazgos (1958-1972). México:
UNAM/Miguel Ángel Porrúa, pp. 129-166.
[24] Barbosa Cano, F.
(1985). “Acción y búsqueda programática” en Martínez Verdugo, A. (Ed.), Historia del Partido Comunista en México
(pp. 273-319). México: Grijalbo, p. 273.
[25] “Revolución en el
PCM”. (1960). Política nº 4 (pp. 11).
Ciudad de México, p. 11.
[26] La Hoguera (1969). “Biografía de las porras (7 años de gansterismo)
(1962-1969)”. Ciudad de México, 26/7, pp. 9-11.
[27] Ibídem.
[28] “Pistoleros en la CU”. (1960). Política n° 9 (pp. 20-21). Ciudad de
México, pp.20-21.
[29] Ibídem.
[30] Ibídem.
[31] Así, por ejemplo, en la Preparatoria 5
de Coapa, una de las preparatorias sin duda históricamente más plagadas de
porros, antes de que estallara la protesta sesentaiochera, la Sociedad de
Alumnos llevó a cabo una fuerte movilización estudiantil en contra de los
porros de ese plantel, la que sin embargo, no prosperó del todo, puesto que no
logró expulsar a los grupos porriles.
[32] La Hoguera
(1969). “Biografía de las porras
(7 años de gansterismo) (1962-1969)”, op.
cit., p. 3.
[33] Ibídem.
[34] Ibídem.
[35]Ibídem.
[36] Ibídem.
[37]
Al respecto, en este período se conocieron por lo menos tres hechos de
estudiantes asesinados por grupos porriles sin que las autoridades
gubernamentales hayan actuado para castigarlos. Dos de éstos fueron: 1. El
día 19 de marzo de 1969, Regino Alanís Escalena, estudiante de la
Preparatoria 6 fue asesinado a balazos por un grupo de porros
encabezados por Alejandro Romero “El Superman”, sujeto estrechamente
ligado al licenciado Méndez Rostro, tras negarse a entregarle sus pertenencias.
2. El 20 de octubre de 1969, Miguel
Parra Simpson, estudiante del 4° año de Derecho y miembro del Comité de Lucha
de esa facultad, asesinado en el estacionamiento de ese plantel por un grupo de
9 porros, cuando se negó a recibir un volante repartido por éstos en el que se
atacaba el movimiento estudiantil y a los presos políticos de 1968. Cfr. Santos, L. (1970). “Los
funerales de Simpson, prólogo de la campaña presidencial”. Oposición nº
17. Ciudad de México, pp. 16/17.
[38] La
tendencia a realizar festivales de rock y repartir marihuana entre los
asistentes fue una práctica muy generalizada de los grupos porriles que hasta
en escuelas de nivel superior, altamente politizadas de la Ciudad
Universitaria, se hicieron o intentaron realizar. Este fue el caso, por ejemplo,
de la Escuela Nacional de Economía en donde a principios de 1969 los porros llevaron a cabo uno
de estos eventos en el que repartieron marihuana a los asistentes. Sin embargo,
poco después, un numeroso grupo de estudiantes se enfrentaron a éstos y los
obligaron a retirarse.
[39] Ibídem.
[40] “Compañero”, cartel suscrito por el Comité Democrático
Estudiantil, marzo de 1971.
[41] “A los compañeros de la Universidad: Alerta, alerta,
alerta”, volante suscrito por los Comités de Lucha de la UNAM, marzo de 1971.
[42] “Compañero: la verdad de la Juventud Comunista”, volante
suscrito por el Grupo Estudiantil Universitario, marzo 24 de 1971.
[43]“Al verdadero estudiante universitario. Basta ya de
anomalías”, volante suscrito por “Unificación de Verdaderos Estudiantes Universitarios”,
24 de marzo de 1971.
[44] “Y basta de robos, golpeados, heridos y muertos”, volante
suscrito por la Unión de Brigadas, UNAM, marzo 23 de l971.
[45] “A todos los compañeros socialistas; a los estudiantes y
los compañeros de la Facultad de Ciencias”, volante suscrito por el Frente
Socialista de la Facultad de Ciencias, marzo de 1971.
[46] “Sr. Dr. Pablo González Casanova”, Carta abierta suscrita
por la Asociación Universitaria y Preparatoriana Francisco Villa, marzo 30 de 1971.
[47] Ibídem.
[48] “UNAM
tiempo de crisis” (1972). Punto Crítico
n° 7, Ciudad de México. 1/7, pp. 4-7.
[49] “A la Comunidad Universitaria”. (1972).
Volante de los Comités de Lucha de la UNAM. 14/6.
[50] “A la
Opinión Pública” (1972). Boletín de Prensa suscrito por los representantes y
activistas estudiantiles de la Facultad de Filosofía y Letras, 16/6.
[51]
“Comités de Lucha”, volante [s.f.e.].
[52] “León
de la Selva...”, volante [s.f.e.].
[53] Excélsior
(1972). “La violencia es contraproducente”. Ciudad de México, 15/6.
[54] “A la
Comunidad Universitaria y Nacional” Declaración pública del rector o los
directores de la UNAM”, Gaceta UNAM, junio 16 de 1972.
[55] Rivas Ontiveros, J.R. y Sánchez Gudiño,
H. (1990). UNAM de la rebelión silenciosa
al Congreso. México: El Día en libros, pp.151-154.
[56] Ibídem.
[57] Rivas Ontiveros, J.R. (2010). “Los
movimientos estudiantiles en la UNAM: 1968,1986 y 1999” en Narro Robles, J.
(Presentación). Tiempo universitario. 100
años de la Universidad Nacional (pp. 66-85). México: UNAM, pp.79-82.
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Cuadernos de Marte, Revista latinoamericana de Sociología de la Guerra es una publicación oficial del Insituto de Investigaciones Gino Germani, dependiente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Argentina.
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