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Resumen
Me toca a mí hacer comentarios e incorporar alguna que otra idea con el fin de trazar un puente para promover el diálogo entre los panelistas y todos ustedes. Voy a empezar reseñando una pequeña experiencia que viví hablando con colegas acerca de estas jornadas que hoy nos convocan, ya que me resulta estimulante pues se localiza en la línea de la temática que pretendíamos poner en discusión los miembros de la revista Conflicto Social a través de esta actividad. Noté que varios compañeros y compañeras hablaban de este encuentro suponiendo que se refería a un evento signado por la cuestión de los Derechos Humanos. En efecto, advertí que el título de nuestras jornadas -Políticas de la memoria o toma de conciencia- en la cultura política e intelectual de esta época, al menos en este ambiente, remite casi automáticamente a esa problemática. Memoria es un concepto que indudablemente hoy casi se transforma en un sinónimo de Derechos Humanos. Lo mismo parecería ocurrir con la noción de “toma de conciencia”. Sin embargo, quiero señalar que seguramente algunas décadas atrás el título de la actividad hubiera referido de manera inmediata a otras categorías tales como “insurrección” o “lucha revolucionaria”. Creo que en esta perspectiva de otrora aparece algo señalado por María Manerio: la vinculación entre los procesos de “toma de conciencia” con la “toma del poder”. Si hacemos historia veremos que entre estos factores existen distinto tipo de encadenamiento; instalan diferentes imágenes. Estamos frente a un equívoco si consideramos que al hablar de “toma de conciencia o de memoria”, necesariamente nos referimos exclusivamente a la versión más popularizada de los DDHH.
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